Luna Alta

Alec fue observando a su alrededor las construcciones que se veían. No podía menos que quedar anonadado porque todo aquello se hubiese destruido. Lo que había pasado en la ciudad debía ser realmente malo si todavía estaba en aquellas condiciones. Algunas de las cosas no tenían precisamente pinta de ser recientes.

Pronto quedó claro que los edificios más enteros debían estar habitados como se podía deducir por el huerto. Alec frunció el ceño, muchas de las plantas que había allí no las reconocía aunque otras sí.

-Bueno, no hace falta mucho para que cualquier huerto gane al del torreón. Apenas hay espacio para cultivar nada - dijo tranquilamente.

-Oye Kolja, no sé de donde piensas sacar la madera, pero espero que no incluya desmantelar ninguna de las mansiones que hay aquí - comentó con una sonrisa.

-¿Cuál es el plan si nos encontramos con alguien? - preguntó curioso.

La enderth observó de reojo a Kolja. Ahí estaba: diciendo cosas sensatas otra vez. Por una parte rodó los ojos disimuladamente porque estaba bastante segura de que nadie necesitaba que le recalcasen lo obvio excepto a su entender, paradójicamente para aquel instante, el propio Kolja. Decidió simplemente dejarlo estar con un leve suspiro. En su lugar giró ligeramente la cabeza hacia Alec con un gesto difícil de descifrar, pero lo que se le pasaba por la cabeza era si el humano entendía el sarcasmo. Lo cual dejó claro que sí, al usarlo él mismo después. <<Mamíferos>> fue su conclusión.

Finalmente abrió el pico para responder a la pregunta de Alec, casi sin dejarle terminar la frase.
—Correr. Muy rápido y en dirección contraria. Ese es mi plan, al menos —se encogió de hombros—. A lo mejor no está bien que yo lo diga, pero creo que es un plan maestro. Os doy permiso para copiarlo —añadió en tono neutro y sin mirar a nadie más.

El camino fue bastante tranquilo para el grupo. Chromsa, que se encontraba cerca de Kradko, iba observando las calles por las que iban pasando para hacerse un mapa mental que les permitiera volver sin perderse. La tarea no era del todo sencilla cuando no había nada que diferenciara bien una calle de la otra. Entre esa monotonía se le pasó un pensamiento y, después, le preguntó a la insecto: -Kradko, ¿te gustan los collares? Estaba pensando que si encontramos más madera aun podría ayudarte a hacer uno para ti, si quieres. Me se algunos modelos bastante bonitos que podrían gustarte.-

Pasado un rato notó que los edificios estaban en buen estado y el ochrorio se sorprendió ante aquello. -(¿Habrá alguien viviendo en estas casas? Desde luego parecen acogedoras)- pensó. Por otra parte se le ocurrió fugazmente que, teniendo en cuenta el asesinato de ayer, no estaba del todo seguro de querer encontrarse con los habitantes de la ciudad.

Siguieron avanzando hasta que Lethe se adelantó un poco y mientras acercaba un poco más rápido, Chromsa se fijó en los tonos verdes que empezaba a ver más adelante. Ya más cerca comprobó que se trataba de un huerto bien cuidado, con algunas plantas que no llegaba a identificar. Estaba pensando en la buena cosecha que sacaría el dueño de ese huerto cuando Lethe le llamó la atención y el ochrorio contestó con una afirmación y una carcajada. El comentario de Alec por otra parte no se lo tomó tan bien; no es que le hubiera molestado porque lo que decía el terrestre era cierto, pero era un pequeña espinita que se le había clavado en ese momento. Sería pequeño, pero estaba decidido a sacarlo adelante lo mejor que se pudiera. Al comentario de Kolja, que lo encontró sensato, contestó: -Desde luego. No es algo bonito que aparezca alguien y te robe la cosecha a la que tanto esfuerzo y cariño le has puesto.-

Alec preguntó entonces qué hacer en caso de peligro y Lethe dio sin rodeos su propuesta. El ochrorio no pudo evitar que le saliera una sonrisa ante la respuesta y dijo: -Creo que te lo voy a copiar entonces, si no te molesta. Últimamente todo al que nos encontramos que no es del torreón no es que sea muy amigable.- Aun teniendo en cuenta eso, Chromsa quería creer que en aquella ciudad había un poco de bondad o, al menos, alguien que no fuera a matarlos a primera vista.

Una vez perdieron el torreón de vista Luci se hizo consciente del riesgo que estaba corriendo al salir de su refugio. El miedo trató de superar a su emoción inventándose cientos de situaciones horribles y peligros acechando destrás de cada ruina. No se atrevía a sacar conversación, pues ninguno de sus compañeros parecía por la labor, así que permaneció callado, pendiente de sus pasos para no tropezarse con ningún cascote suelto. Pasaron calles y calles hasta que los edificios se hicieron lo bastante grandes como para tapar la luz del sol, y entonces Luci miró hacia arriba.

Desde luego esa parte de la ciudad no se parecía en nada al resto. Seguía siendo caótica, pero estaba en mucho mejor estado y había muchas casas en buen estado; casas magníficas. Luci ignoró todos los caserones siniestros con gárgolas en las fachadas para centrarse en los palacios de cuento, con sus hiedras en los muros y sus torres picudas y sus vidrieras de colores. Era mágico. Había montones de estilos arquitectónicos que no se parecían a nada que hubiese visto en su mundo. Los colores seguían siendo menos vivos que en Delicia pero estaban ahí, había color y belleza por primera vez en la ciudad.

-Están mucho menos decoradas que las de mi mundo -respondió al comentario de Lethe, demasiado fascinado como para detectar el tono. ¿Por qué tenían que vivir en ese torreón tan feo existiendo casas mucho más decentes?

Se pararon frente al primer jardín. Las plantas eran verdes como en los mundos de sus compañeros, pero había más colores: en las flores, en los frutos, en las ramas… Había un huerto mucho más frondoso que el que tenían en el torreón y Luci no pudo evitar mirar a Chromsa con preocupación por si se sentía mal. El comentario de la pájara no le hizo gracia, por suerte al ochrorio sí.

-El nuestro solo necesita tiempo -dijo a pesar de todo. Se acercó todo lo que pudo a los barrotes de la reja que bordeaba la finca y buscó alguna figura en porche, o asomada a alguna ventana. Miró la cancela de entrada. -Hay un timbre. ¿Y si llamamos? Si vive alguien aquí a lo mejor podemos hacerle preguntas…

La idea de que la señora sin cara viviera allí le daba mucho miedo, sin embargo les habían abandonado en una ciudad desierta con poca o ninguna información y era la primera vez que estaban cerca de una posible fuente de información. Miró a sus compañeros, dubitativo.

Puede que el resto tuviera más asimilados los exteriores ruinosos de la ciudad, pero para Kahlo aquella salida distaba de aburrida. Las calles eran la cosa más horrenda que había visto jamás y el silencio sobrecogedor, pero después de días de confinamiento todo a su alrededor le provocaba curiosidad, incluso un puñado de ruinas y piedras desperdigadas por el suelo. La granta pasó el camino mirando de un lado a otro con la mano en el estoque, alerta a la par que ensimismada. A medida que se acercaban al punto verde que habían divisado desde el torreón los edificios fueron cambiando. La varmana observó las casas ligeramente boquiabierta, no porque le sorprendiera la arquitectura, sino porque parecían habitadas. El contraste respecto a las ruinas previas era notable.

—Si esto te parece mucho... —respondió a Lethe con desdén. La mayoría de viviendas de la zona palidecía al lado de la rica arquitectura varmana, especialmente si las comparaba a su hogar. Además, el mal gusto de algunas decoraciones le hacía arrugar el morro—. Les queda mucho que aprender.

Kahlo estaba muy de acuerdo en eso de no robar ni allanar moradas (por eso de ser ilegal) y menos gracia le haría aún jugársela en un mundo hostil. Tan solo esperaba que hubiera un jardín público, a las malas uno abandonado, y con suerte poder llevarse una flor o dos, semillas o lo que se terciase para darle vida al torreón. Que demonios, sinceramente se conformaba con pasear por ellos.

Se acercó a los barrotes igual que Luci para ver mejor el interior, cautelosa. La misma pregunta llevaba rondándole la mente desde hacía un rato. Quitando la noche que fue arrancada de su mundo y el discurso que les dieron al llegar, Kahlo no había tenido otro encuentro de primera mano con los habitantes de Rocavarancolia. Las calles estaban tan muertas que se le hacía extraño pensar que en toda la zona viviera alguien, y sin embargo aquel huerto demostraba que se equivocaba. Quizás dentro vivieran buenas personas. Quizás fueran como ellos, arrancados de sus mundos y forzados a quedarse, que con los años hubieran conseguido una vida más decente en lugar de sobrevivir persiguiendo bañeras y huyendo de monstruos.
Todas esas dudas bulleron en su interior, mirando al daeliciano de forma cómplice: ella también quería llamar.

—A lo mejor pueden ayudarnos... ¿Qué opináis?
Es posible que pecase de ingenua, pero la pelirroja lanzó una mirada esperanzada al timbre antes de mirar a los demás. Tampoco se sentía en el derecho de rebatir la decisión que tomase el resto, aquella era su primera salida y tenía menos experiencia que ellos fuera del torreón. La última palabra no era suya.

Kolja miró a Alec, dejandole claro con esa única mirada cuanta gracia le hacía aquel comentario. Realmente, desde su experiencia con Ataulfo no le hacía demasiada gracia meterse en ningún sitio. Seguía pensando que ni Chromsa ni él tenían ninguna culpa, pero aún así no iba a ir recogiendo cosas.
Ante la pregunta de que harían si se encontraban con alguien decidió no contestar, ya que seguramente no les gustaría su respuesta. Desde luego, no pensaba huir cada vez que se encontrasen con alguien, por lo menos no hasta que supiese si entrañaba algún peligro. Por supuesto, intentaría ser algo más cuidadoso que con Ataulfo, ya había quedado demostrado que la gente de aquel sitio contaba con muchos más recursos y estaba muy por encima de su nivel. O sea, si un esqueleto loco que se había tirado vete tu a saber cuanto tiempo en una bolsa podía dejarle fuera de combate con tanta facilidad, que podría hacer alguien que estuviese al cien por cien.
Por eso no se creyó lo que oía cuando Luci propuso llamar al timbre. Desde luego, el niño chuche o era muy pero que muy ingenuo o extremadamente valiente. Cuando Kahlo apoyó la idea ya no sabía ni que pensar. Se le cayó la mandíbula de la incredulidad. Vale que el chico rosa, que parecía extremadamente joven, no fuese demasiado consciente del peligro, pero la gata ya tenía cierta edad para darse cuenta.
-Ya, la última vez que entramos en una casa y nos encontramos a alguien estaba encerrado en una bolsa y completamente loco y podría habernos matado con tan solo chasquear los dedos. No vamos a tocar ese timbre ni ningún otro que podamos encontrarnos y desde luego no vamos a entrar en una casa que evidentemente está habitada- dijo, intentando quitarles aquella idea de la cabeza de forma tajante.- Si los mandamases que nos dieron aquél discurso en la plaza no nos dieron más información, fue por que no quisieron. Ya lo dijo aquella momia repugnante, estamos solos. Y si a nosotros, a quienes por lo que nos han dicho, nos necesitan, nos tratan de esta manera, dudo que sean más benévolos con los ciudadanos que infrinjan la ley, por lo que dudo que nadie en su sano juicio vaya a llevarles la contraria y contarnos cualquier cosa. Yo, desde luego, no lo haría, la medio loba aquella llena de cicatrices no parece de las que te dejen ir con un simple aviso. -argumentó, tratando dejar claro que no lo decía por decir, ni por fastidiar.

Luci era consciente de que era uno de los más jóvenes del grupo y por eso valoraba mucho la opinión del resto de sus compañeros. Le hizo muy feliz ver que Kahlo opinaba como él, pero la respuesta de Kolja le hizo sentirse un poco identificado con Lethe. El niño chuche puso los brazos en jarras, en una postura que muy pocas veces se había visto en el torreón, pero que sí conocerían aquellas personas cercanas de su mundo, y se encaró al rubio:

-¿Es que no te lavas bien las orejas? No he dicho en ningún momento nada de entrar en la casa. He dicho llamar–al–timbre. Obviamente que si entramos sin permiso en la casa de alguien se van a enfadar con nosotros, no soy estúpido y no se me ocurriría sugerir nada semejante. ¡Y desde luego esto no se parece en nada a meter la mano en un saco mugriento sin mirar lo que hay dentro o desafiar a un esqueleto mágico parlante! ¡Nada de nada!

Luci se cruzó de brazos y miró a Kolja con un mohín en los labios. Estaba claramente ofendido por las palabras del humano y aunque no resultaba muy amenazante, pues la agresividad no era uno de sus fuertes, estaba convencido de que no había dicho ninguna locura.

Kolja suspiró, exasperado, se le olvidaba que para hablar con gente más joven se necesitaba otro tipo de tacto. Respiro lentamente, contando hasta diez para no responder con lo primero que se le había pasado por la cabeza, y decidió intentarlo otra vez.

-Tienes razón Luci, no es lo mismo. El problema es, que no sabemos quien puede vivir ahí. Puede que sea una persona amable que este dispuesta a ayudarnos, pero también es muy posible que no sea así. Y en el caso de que no sea amable, supondría un gran problema. Yo he sentido en mis propias carnes de lo que son capaces los habitantes de este lugar. Ni siquiera podríamos huir, como dice Lethe, por que con un chasqueo pueden paralizarnos de cabeza a los pies. Simplemente, no merece la pena arriesgarse, ya que no sabemos lo que esta gente puede contarnos, pero si sabemos que esta ciudad es muy peligrosa. Por eso decía que no es buena idea. Todos queremos respuestas, pero preguntárselo a desconocidos que vivan en esta ciudad implica demasiado riesgo- probó explicarse, de manera calmada e intentando por todos los medios no sonar condescendiente.-¿Lo entiendes?

La clinger no podía parar quieta. Estaba tan excitable por el nuevo tambor que seguro iba a tener pronto que se pasó casi todo el camino bien correteando, bien haciendo el tonto con la vara —descubrió unos días atrás que se le daba bastante bien hacer cabriolas con ella— o bien escalando edificios a pesar de las advertencias de los mayores.

—Pero si solo estoy asegurándome de que vamos bien… —se justificaba. No era mentira, pero era bastante claro tampoco se trataba de toda la verdad.

En uno de los pocos momentos en los que estuvo quieta, Chromsa le lanzó una pregunta que la dejó desconcertada, lo cual hizo que por fin se quedara quieta.

—Un collar… ¿Es esa cosa que se pone en el cuello? He visto gente con collares cuando se hacía una fiesta en mi ciudad. Pero no entendía por qué lo llevaban. ¿Para qué sirve un collar? No sé si quiero uno, no parecen cómodos y son raros. ¿Tú llevabas un collar? Nunca te he visto un collar.

Mientras seguía hablando con Chromsa sobre collares, llegaron a su destinación —no la que Kradko tenía en mente, esa involucraba más árboles y madera para un tambor—. La pequeña se quedó fascinada por los edificios y jardines que componían aquella parte de la ciudad. Algunos le parecieron bonitos, otros horribles, y unos cuantos no entendía ni cómo se podían sostener en pie. La impresión que sin duda fue constante en su cabeza fue la de que cada parcela que se encontraban le parecía más estrafalaria que la anterior. Para alguien de la ciudad de Titkak, donde los edificios a pesar de ser bastante dispares estaban hechos de materiales similares y mantenían una estructura ciertamente utilitaria, aquello era el caos más absoluto.

—Yo puedo correr muy rápido y saltar muy rápido y escalar muy alto —se chuleó ante los demás sin darse cuenta de que había intercambiado dos adverbios.

No parecía que nadie hubiera prestado demasiada atención a su diatriba, pues se entretuvieron discutiendo algo que le parecía una tontería. «Están discutiendo sobre si llamar un timbre o no… ¿En serio?». De no haber sido un insecto, hubiera puesto los ojos en blanco. Estaba bastante de acuerdo con Luci y quería que pararan de discutir, así que se acercó en silencio y disimulando un poco y simplemente le dio antes de que nadie pudiera detenerla. En buena parte, solo tenía ganas de gastar una broma y ver la cara que se le quedaba al mamífero grandullón.

Reina

Mentalizarse para salir, arriesgar la vida, no era una tarea fácil. Mantener la compostura, aun cuando todo se torna en contra de uno, aún más. Reina se mostraba capaz de simplemente hacer una transición a sentirse medio segura dentro del torreón a tener una templanza hieratica cuando se disponian a salir. Por que una vez fuera, la ignomiosa pregunta de '¿Qué es lo peor que podría pasar?' tenia respuesta y una muy clara. El saberlo le daba algo de tranquilidad, que lo peor que podría pasarles es la muerte, más rápida o más lenta, como una especie de sedimiento, de tocar fondo. De ahí solo podía subir. Se pertrechó con su arco y flechas, las cuales ya habia arreglado las colas dias antes y se posicionó junto a los demás para la salida.

Caminando por las calles, no dejaba que sus sentimientos se entrometieran con su concentración, observando callejuelas, ventanas y tejados como si detrás de ellos les aguardasen las bestias y peligros de la ciudad. Por dentro estaba aterrada. Con lo poco que se habian aventurado a explorar y ya habian tenido sucesos del todo desagradables, ella sin duda pensaba no tocar, no rebuscar más allá de lo que fuera seguro. No le encontrarían ni muerta entrando a aquellas casas, habitadas o no.

Sin embargo, lo que no se esperaba era que, como Luci les habia asegurado, hubiera una pequeña porción de tierra. No solo eso, sino que parecia fértil, con hierba desperdigada en pastos como un mantel verde que cubría la enteridad del trozo de tierra, salvo un pequeño huerto en una esquina. Reina parpadeó, algo incredula con la situación. Un huerto significaba que habia gente que vivia de esos productos de la tierra. Quizás sus captores o quizás...
—...Puede que sean de los otros niños. Los que vimos en la plaza al comienzo de esta pesadilla. Los que se desperdigaron en otras direcciones.— Reina puntualizó en alto, quizás para denostar una posibilidad positiva. Lo que sin duda estaba claro, que Reina no iba a tocar esos cultivos por mil y una razones. En eso habia consenso, pero de pronto aquello tornó en algo tanto diferente, cuando la percepción de muchos, así como el miedo que sentian, cambió radicalmente por la existencia de un timbre. Un timbre que no señalaba nada más que el huerto y, sin embargo muchos sentian el querer pulsarlo y llamar. Los ojos de Reina viajaron por la multitud, se sorprendió de encontrar la respuesta más razonable, quizás la menos educada también, por parte de Kolja.

Prejuicios aparte, la nipona suspiró suavemente y afianzando su equipo sobre el hombro habló.
—Deberiamos pasar desapercibidos en la medida de lo posible. Kolja tiene razón. Llamar a gente al timbre de su casa rara vez consigue ponerla de buen humor, y en esta ciudad de esperpentos, bien podria ser la diferencia entre volver al torreón andando o corriendo.— Por no decir algo más radical.

oofQirra fue todo el camino volando sobre el grupo. Le sorprendió encontrar edificios mejor cuidados, aunque no terminaba de entenderlos todos. No les prestó más atención de la necesaria, pues estaba ansiosa por llegar al jardín. Cuando iban llegando ya podía vislumbrar el verde de la vegetación. No hacía demasiado que había dejado la tribu, pero ya empezaba a echar de menos el verdor de Ordesta. Pensó que igual no estaría mal pasarse por allí a menudo, pero decidió no decir nada por el momento, por si pasaba algo malo.
oof
oofUna vez hubieron llegado, algunos de sus compañeros de torreón empezaron a discutir sobre un timbre. Qirra Estaba algo confusa, más que nada porque no sabía lo que era eso, pero Kradko estaba ahí para sacarla de dudas haciéndolo sonar. La chica se sentó, a la expectativa. Igual llamar la atención podía ser peligroso en la ciudad, pero sabía que les iba a ser difícil conseguir información si no era preguntando. Por el momento, quería ver lo que pasaba. A las malas, siempre podría seguir el plan de Lethe.

El tema de conversación cambió cuando Luci advirtió el timbre de esa casa y sugirió llamar, a lo que se sumó Kahlo casi al instante. Chromsa entonces pensó en ello: en aquella ciudad había seres cada uno peor que el anterior, pero no se imaginaba a un lagarto enorme o a Ataulfo viviendo en una casa como aquella. Tal vez alguien bueno habitara en la ciudad. -Bueno, no creo que sea mala idea. No creo que alguien que cultive un huerto como ese pueda ser tan malo como el reptil del otro día.- dijo ante la pregunta de los dos.

Kolja dio entonces su opinión, la cual distaba mucho de ser igual a las ya dadas. El ochrorio no negó que tenía cierta razón, pero había algunos puntos que no compartía. Luci se adelantó en contestarle y con él sí que estaba totalmente de acuerdo, aunque no pudo evitar un ligero golpe moral con la mención del saco. Desde luego no fue una de sus mejores ideas, viéndolo en retrospectiva. El terrestre le contestó aopyado por Reina y entonces el ochrorio dio su opinión: -Bueno, lo primero a tener en cuenta es que la casa no podía estar habitada en esa ocasión. Quitando eso no niego que no sabemos como puede ser quien viva ahí, pero no creo que todo el mundo en esta ciudad vaya a intentar hacernos daño. Aunque sea una sola persona, alguien bueno tiene que haber. Además, no creo que sea malo llamar al timbre de una casa siempre y cuando tengas buenas intenciones y no hagas perder el tiempo a su residente. Solo buscamos información, no creo que eso sea algo que pueda enfadar a alguien normal.-

Chromsa notó algo al terminar de hablar. Todo este tiempo había estado junto a Kradko, pero al girarse hacia donde estaba no la vio. La buscó con la mirada y la encontró junto a la cancela de la casa, justo al lado de... Se acercó un tanto sorprendido y le preguntó: -Kradko, ¿acabas de... llamar?- El ochrorio no lo decía a malas, pero no se esperaba que lo hiciera antes de que el grupo llegara a una decisión.

La discusión que acababa de surgir sobre si tocar o no el timbre rozaba el ridículo. Daba igual que la persona de dentro fuese Ghandi, si lo molestaban corrían el peligro de morir absolutamente todos. Lo irónico era que Kolja parecía haber aprendido por fin la lección.

Alec no tenía claro si reír a carcajadas por el enfrentamiento entre Luci y Kolja. Entendía el punto de vista del niño, era el deseo de que hubiera alguien bueno que les ayudase. El escocés supuso que tendría que mediar antes de que la cosa fuese a más, pero antes de que le diese tiempo a intervenir oyó un timbrazo.

A quién encontró no fue otra que Kradko. Ya poco arreglo tenía aquello. Alec suplicó a un Dios en el que no creía que por favor no hubiese nadie en casa.

-Kradko... por favor, no vuelvas a hacerlo - le pidió.- Creo que sería mejor que nos vayamos, o al menos que nos alejemos de la entrada.

La enderth estuvo a punto de intervenir al principio, pero pronto se le hizo evidente que le convenía más apartarse y dejar a los mamíferos a lo suyo. Se cruzó de brazos y se acercó a Qirra, que tampoco estaba siendo partícipe de aquel choque de opiniones. Le sorprendió enormemente estar del lado de Kolja, aunque no tanto como el hecho en sí de que el humano estuviese siendo sensato. Definitivamente los últimos eventos habían hecho mella por fin en su dura cocorota y empezaba a colarse un poco de sentido común. Ello no quería decir que no comprendiese la frustración de Luci, pues incluso cuando tenía razón Kolja no sabía argumentar adecuadamente. Por suerte había otros más razonables, como Reina, que también compartían su propia opinión no expresada. No podía negar que existían pros aparte de los contras, pero su posición no había cambiado con ninguno de los argumentos. No por como había sido su experiencia hasta aquel momento. Se había adelantado, resoplando, para finalmente decir lo que pensaba de todo aquello (que iba a consistir en “haced lo que os plazca pero yo me largo en cuanto que oiga la puerta abriéndose”), cuando el sonido del timbre resonó en la calle, haciendo que la pescadora se sobresaltase y se girase en dirección a la casa, donde Kradko acababa de pasar a la acción.

Se llevó las manos a los ojos, frotándoselos con cansancio y suspirando una vez se disipó la tensión inicial: si había alguien allí dentro no parecía estar dispuesto a recibirles.
—Me vais a matar entre todos —comentó sin alzar mucho la voz, ya que Alec se había encargado de reprender a Kradko. Ya ni en la clinger podía confiar para que no cometiese imprudencias—. Yo creo que el plan de Alec es un buen plan. ¿Nadie más lo cree? Porque yo sí —se repitió a sabiendas mientras ya empezaba a caminar.

Como mencionado previamente Kahlo bien estaba dispuesta a oír las distintas opiniones y obedecer su resultado, pero fueron los escazos modales de Kolja los que hicieron querer imponer sus ideales con más fuerza todavía, llevar la contraria. Entendía perfectamente el punto, y seguro que de haber sido entregado de otras formas la granta no habría ni chistado, pero fue la expresión de ridículo asombro del simio la que le molestó. ¿Acaso les tomaba por tontos? Sus pupilas se dilataban y contraían a cada voz que se unía al debate, y agradeció encarecidamente la aportación de Chromsa.

—¡Exacto! ¿Qué clase de monstruo cultiva lombardas y tulipanes, por el amor a todo? —defendió rápidamente, señalando con la palma abierta el huerto—. ¡Además, hasta donde entendimos la historia, el hombre esqueleto te paralizó a ti porque se te ocurrió faltarle el respeto!

De poco valdría la discusión puesto que alguien se tomó la decisión por su mano. El pitido del timbre resonó y las miradas de los allí reunidos se volvieron hacia Kradko con el silencio consecuente. La varmana pestañeó varias veces, incrédula, experimentando un cóctel de victoria y arrepentimiento a la vez. Se quedó en el sitio, lista para saltar como un resorte si la situación lo requería, atenta a la puerta y lo que sucediera en los próximos segundos. No hubo movimiento alguno.

—Parece que no hay nadie —se atrevió a decir. Fuera cual fuera el resultado de aquello (gente buena en casa o no) ahora desde luego no lo sabrían.
Se mantuvo en el sitio unos instantes más antes de dar media vuelta, siguiendo el consejo de Alec. Los comentarios de Lethe le hicieron bufar por lo bajo.

«Cierra el pico» pensó, molesta.

Luci seguía cruzado de brazos con expresión ceñuda. Seguía sin estar de acuerdo con lo que decían sus compañeros. No entendía cómo nadie pudiera disgustarse porque alguien que necesita ayuda llame a su puerta. Desde su experiencia bien podían ser las tres de la mañana que si se quedaba sin cacao en casa podía llamar al vecino para pedirle una taza, ¡y ellos estaban en una situación muchísimo más urgente! Pero le superaban en número así que no le quedaba más remedio que aceptar y respetar la decisión. Fue a lanzarle una mirada de pena a Kahlo, la única que había estado de acuerdo con él, cuando el sonido de un timbre chirriante le hizo girar la cabeza en dirección contraria.

Kradko había decidido llamar por su cuenta a pesar de las palabras de los demás. Una parte egoísta de Luci estaba contenta por salirse con la suya pero el resto estaba en pánico por las posibles consecuencias. Escrutó las caras de sus compañeros una por una con miedo a las reacciones y luego la puerta de la casa, con el corazón latiéndole con fuerza dentro del pecho.

No ocurrió nada.

Nadie abrió la puerta. O bien estaban echando la siesta o habían salido a hacer recados, quién podía saberlo, pero todos se habían quedado sin respuesta a sus dudas, fueran cuales fueran. No reprendieron mucho a Kradko, lo cual le hizo pensar en que la próxima vez podría simplemente llamar él mismo sin pedir permiso a los demás. Decidieron alejarse cuanto antes. Luci corrió a pegarse a Alec en cuanto comprobó que la pequeña clinger se alejaba de la cancela y les seguía, no sin antes mirar una última vez a la puerta de la casa.

Kolja no se lo podía creer. Pensaba que con su última explicación, más calmada, todos se darían cuenta de que no era buena idea tocar a ese timbre, pero seguían discutiendo. Aunque la discursión no llego mucho más lejos puesto que la niña bicho, ignorando todo lo que se había dicho y se estaba diciendo, decidió llamar al timbre por si misma. Kolja se llevó las manos a la cabeza, oyendo las pulsaciones de su corazón retumbar en sus oidos mientras un enfado de mastodonte empezaba a crecer en su pecho. Me van a causar un derrame. Estos críos me van a hacer explotar el cerebro. La verdad, ojala salga alguien por esta puerta, los paralice a todos y les deje el culo como un tomate maduro, dios sabe que lo haría yo ahora mismo si pudiese pensó.
Pero nadie salió a ver quien había llamado. Tras unos tensos instantes en los que nadie pudo apartar los ojos de la puerta, Alec propuso seguir andando y largarse de allí. Kolja no respondió a nada en ningún momento, sabiendo que si habría la boca no podría contenerse. Simplemente volvió al final de la cola. Si alguien le miraba podría verlo con una expresión que no había visto nunca hasta el momento, las cejas fruncidas, la boca una fina linea blanca, las aletas de la nariz abiertas y la vista muy fija, sin mirar a nada pero no moviendo los ojos de un punto exacto. Estaba furioso.