Barrio de los Mil Dioses

Puso los brazos en jarras al verla dubitar, pero ese gesto tan impropio de ella de mirarse sus uñas altaneramente  le hizo sonreír casi soltando una risilla y al final suspiró sin su abrazo echando a andar.

—Ento- —iba a hablar pero el nuevo abrazo le pilló por sorpresa. Se quedó en seco sorprendido. Era extraño tras todo aquello, todas las discusiones y como estaban... pero le hacía tan feliz aquel pequeño gesto. Sus penas y dudas se disipaban con el viento, las molestias del día se volvieron meras tonterías que ni requerían uno de sus pensamientos. Su corazón latió con fuerza solo de tenerla a su lado mientras cosquilleos salían de su abdomen para cubrirle entero. La luz de sus cuernos y ojos aumentaron de intensidad, borrando el azul de los segundos por un blanco fulgor.

—Es mi primera cita entonces, espero aprender y hacerlo bien... Y estoy deseando escuchar música de la tierra. Tantas cosas nuevas y mundos aún por ver... —Dejó caer mirando hacia ella con cariño y expectación. Pensando en cómo quería visitarlos todos a su lado. —Kiki... me encanta estar a tu lado... —Confesó con un rubor negro en sus mejillas pero mirándola con una cálida sonrisa.




Por los tejados la luz de la Luna Roja bañaba a Dama Abrazos y Raelene. Ambas habían estado por la zona procurando que no pasase nada extraño por aquel día, después de todo no querían que nada estropease el renacimiento de su amigo. Especialmente la guerrera que se moría de ganas de tener un nuevo compañero de juegos frivy.

No fue difícil localizarle en cuanto salió, el drocarbury no era precisamente difícil de ver con el equivalente a un led encendido atado en la cabeza. Sonriéndose entre ellas comenzaron a seguirles desde las alturas, vigilando las calles circundantes.

— ¿Deberíamos saludar ya...? —pregunto Dama Abrazos mirando a la pareja tontear dudando de asaltarles por las ganas que tenía.

—Nah, dejémosles tranquilos un rato. Que disfruten... —Raelene paso su brazo por la cadera de su novia atrayéndola para sí. A ella le hacía ilusión pero sabía lo mucho que significaba para la guerrera la venida de Nery´s. —Luego cuando se calmen de la borrachera lunar un poco los saludamos.

—No es un poco como... ¿espiarles? —La miró preocupada porque se molestaran con ellas.

—Mmmmm tan solo vamos a estar protegiéndoles por si acaso. No es como si estuviéramos con unos prismáticos observándoles...

La guerrera se lo pensó unos segundos, tirada más por las ganas de asaltar a su amigo que por la culpa de estar mirándoles desde las alturas. —Vale...

Se dedicarían otro rato a rondarles. Acabando con posibles interrupciones.

—Mientras este contigo... no me importaría pasarme toda la vida así~ —Soltó de refilón como quien no quería la cosa.
—Entendido, intentaré ser todo un caballero. —Medio bromeó.

A él le estaba encantando todo aquello, borracho de la energía lunar recorriendo sus músculos, incapaz de sentirse a sí mismo al andar por la nueva fuerza descomunal que poseía, equilibrándose con aquellas descomunales alas gracias al puro peso de su cuerpo crecido. Se sentía vivo. Más que nunca, más de lo que había estado en muchos años, como aquellas primeras noches con la finlandesa pero incluso más gracias a tenerla de nuevo alegre al lado.

Se inclinó para ella notando como saltaba más fuerte clamando su atención y de manera suave posó sus labios sobre los suyos. Aquella cosa tan simple hacía que se le saltara el corazón y un cosquilleo le recorriera. Su luz parpadeó intensificándose y rebajandose con aquel flujo de emoción recorriéndole  Tras acabar aquel beso le dio un piquito en la frente.

—La verdad nunca me hubiera imaginado que mi primera cita sería en lo que parece una ruina postapocalíptica con una Luna mágica sangrienta gigante y habiendo sido transformado en... esto... —rio antes de mirarla fijamente a los ojos. —Pero no cambiaría ni un solo detalle... ni siquiera esto. —Señaló la ahora tan solo marca de cristales de nieve en su pecho. —Además tengo a la mujer más preciosa de todos los mundos acompañándome... no podría tener más suerte~

Podría quedarse todo el día mirándola, observado cada pequeño cambio y cada reflejo de aquella hermosa cornamenta pero entendía que seguían en aquel erial y debían tener cuidado.

—Encontremos ese lugar para sentarnos. —Continuó andando junto a ella intentando encontrar alguna pista del resto del torreón... pero no hubo suerte.

Sigue en Jardines de la memoria.

Habían pasado un par de semanas desde que cumplieron el encargo de encontrar a Lobi y entre los ratos que usaban para buscar pistas sobre el paradero de sus compañeros, tanto Chromsa como Adam habían quedado un par de veces con Erknest para pasar un rato más ameno y que les ayudara dentro de lo posible. Esos días fueron más tranquilos, no había ninguna misión nueva realmente y el ochrorio agradecía el ánimo del caballero. Era un soplo de ánimo entre tantas incertidumbres.

No se espero que en una ocasión les avisará en persona de la siguiente misión. -La siguiente tarea será crucial para que el equipo pueda seguir manteniendo su poderío. Además, es algo de sumo secreto, así que os contaré los detalles en el cuartel general- les anunció con su seriedad poco seria. No era solo ya que la expectación por saber de qué se trataría esta vez, sino que el ochrorio también estaba emocionado por saber como era la casa del chico. Les indicó como llegar hasta el barrio en el que estaba y los citó al día siguiente por la mañana.

Llegado el momento, la pareja se preparó y pusieron rumbo al Barrio de los Mil Dioses. El brujo contemplaba el lugar por el que pasaban, no sonándole de haber estado antes. Ver tantas ruinas le recordaba a las zonas cercanas al primer torreón, aunque las edificaciones que quedaban en pie eran más monumentales que las de su época en la criba. Iba agarrado de la mano del ruso, tanto por el buen humor que sentía como por aliviar un poco la leve tensión que sentía por allí. No era demasiado fuerte, pero su instinto le avisaba que en algún lugar podía haber algo peligroso y ya en un par de ocasiones había escuchado el sonido de un animal que no llegaba a identificar.

No tardaron de divisar a Erknest, esperando junto a una pequeña ermita de un recargado estilo gótico que se mantenía en un sorprendente buen estado. -Hola Erknest, ya estamos aquí.- saludó con una sonrisa cuando llegaron a la altura del héroe. A pesar de las indicaciones, no les había contado tampoco nada de su casa. Bien podría ser aquella construcción u otra cercana. El ochrorio echó una rápida mirada a los edificios cercanos, buscando algo que indicara cual era pero sin mucho éxito.

En las dos semanas que pasaron desde la última mision con Erknest de devolver aquella mascota a su dueña, Adam agradeció que el caballero ciervo estuviese ahí de vez en cuando para pasar el rato en unos momentos menos formales. La incertidumbre de no saber donde estaban sus amigos lo tenía nervioso, la compañía de Erknest disminuía la tensión y el pegaso notaba como la confianza brotaba cada vez más fuerte con el ciudadano.

Aquella vez optó por presentarse el caballero mismo en persona para detallar la siguiente misión que debían cumplir. Adam, ya en lugar de cuestionar a su maestro, asentía con seriedad a lo que decía, emocionado por saber cómo sería la morada de Erknest que en todo lo que llevaba como su escudero no vio en ningún momento. Esperarían hasta mañana para marchar.

Adam se preparó ordenando su pelo un poco y llevando su conjunto de camisa de manga larga azulada, pantalones vaqueros y zapatos formales. Lo que vio aquella mañana en el armario le hizo soltar un grito ahogado. Agarró la corbata azul marino, emocionado. ¿Cómo le quedaría? Sin dudar, se la puso como pudo más o menos recordando como se ponía adornando el conjunto. Por el camino Chromsa y Adam iban de la mano, una cosa que hacían cada vez con más frecuencia. Igualmente iba alerta por el camino, Rocavarancolia no era un lugar seguro y se aseguró de memorizar bien el hechizo de barrera la noche anterior por si acaso.

Encontraron a Erknest y Chromsa saludó el primero—. Buenos días. ¿Cómo va todo Erknest? —siguió Adam con un tono amistoso, ya en confianza y con una sonrisa gentil. El caballero se encontraba al lado de una ermita pequeña de estilo gótico que, para su sorpresa, no estaba ni tan mal. ¿Es esa su base?

El caballero les recibió con una sonrisa pícara, hablando en un tono más bajo de lo normal (que teniendo en cuenta su "tono normal" no variaba demasiado del común del resto): -¡Ah perfecto! Tan puntuales como siempre.- Ya al lado de los dos escuderos, miró a los lados y continuó. -Bien, seguidme. Creo que no hay ningún malvado al acecho, sería terrible si encuentran mi base. Aún así estad atentos.- Después, se giró y comenzó a caminar.

Chromsa no se esperaba tanta discreción, aunque creía poder entender los motivos de Erknest. -Va-Vale- asintió sin mucha seguridad mientras lo seguía, intentando hacer por si acaso el menor ruido posible, incluso mantuvo sus hojas cerca de él.

Por un momento le dio la impresión de que iban a entrar en la ermita, pero el joven héroe siguió por la callejuela que había a la izquierda del edificio. Continuaron hasta llegar a un cruce, en el que giraron en la misma dirección y siguieron adentrándose los tres en varias calles y giros más hasta llegar a una minúscula plazoleta con un pozo y una sola casa al final de ella. Erknest los miró, recobrando su energía habitual: -Vale, ya hemos perdido cualquier peligro que acechara. ¡Contemplad, el Cuartel General del Caballero Ciervo!- Con un exagerado aspaviento de los brazos les señaló la casa que tenían delante antes de dirigirse a ella. Era una casa pequeña de un solo piso, muy modesta con lo que uno esperaría de un "cuartel general". Se notaba claramente que había sido restaurada lo mejor posible, pero los conocimientos de arquitectura se habían quedado por el camino, dando lugar a que tuviera una apariencia frágil. -Por favor, pasad y poneos cómodos- les invitó abriendo la puerta.

Chromsa se había quedado al inicio de la plazoleta, contemplando con curiosidad la casita. La llamada de su mentor le hizo centrarse de nuevo y se acercó para pasar al interior. -Con permiso- dijo antes de entrar al fin. El fauno dio dos pasos más y se quedó en el sitio contemplando el lugar, entre sorprendido y algo desilusionado.

-¡Bienvenidos a la guarida de la justicia, el centro desde el que me preparo para luchar por el bien!- exclamó orgulloso en cuanto Adam entró también y cerró la puerta antes de ir con ellos.

El interior del cuartel... era un caos. La única estancia que tenía el lugar no estaba demasiado limpia y había trastos por todas las mesas a la vista. A la izquierda había una pequeña cocina con un par de pilas de platos, mientras que a la derecha había una mesa redonda con un taburete junto a un cofre de un buen tamaño. En las esquinas podía verse además una figura sencilla hecha con varios palos que, aunque el ochrorio no tenía claro para qué era, podía intuirse que era donde descansaba la "armadura" del caballero cuando no la llevaba puesta y en la contraria un escritorio lleno de papeles y una lona vieja que intentaba delimitar a duras penas la cama del resto de la estancia.

Chromsa no daba crédito a todo aquello. Incluso las pocas comodidades que habían tenido antes de la Luna eran más apetecibles que el destartalado estado del lugar. -(¿Acaso no puede vivir en Serpentaria o en la Sede?)- se preguntó extrañado. Podía ser que igual que Edén tuviera un motivo de peso para quedarse allí, pero de momento no parecía tener un jardín en el que estuvieran enterrados sus compañeros o algo similar.

Esta vez Erknest no levantó tanto la voz, andándose con algo más de reserva que lo acostumbrado. Por lo que dijo, estaba inseguro de que otros tipos malvados encontrasen su guarida. Adam se preguntó si el caballero ciervo tendría muchas enemistades como para afirmar eso.

El pegaso notó en Chromsa una ligera vacilación ante las palabras de Erknest y no pudo negar que él estaba algo confuso también. Por unos momentos, claras miradas de duda se manifestaron en los ojos de Adam si el fauno le devolvía la mirada, abriendo sus pensamientos con discrección.

Parecía ser que de la ermita no se trataba y Adam exhaló una queja silenciosa, tenía curiosidad de ver aquel edificio por dentro pero supuso que se esperó demasiado, quizá. Adentrándose en varios cruces que parecían complicados de memorizar las expectativas del pegaso crecieron de nuevo, imaginó una base llena de planos, artilugios, mapas y muuuuchas velas, por algun motivo.
Hasta que llegaron al cuartel general, que por fuera más que un cuartel parecia… algo distinto. Erknest parecía super motivado enseñando con un decente meneo de sus largos brazos su hogar.

El pegaso torció la cabeza, examinando el sitio. ¿Era estable como para entrar? Tampoco quería juzgar de primeras y quizás el interior sería otra cosa—. Yo voy a entrar ta… tambien —tartamudeó de la sorpresa. Cuantísimas cosas acumuladas, era todo un desastre caótico. Claro que habían cosas interesantes pero no podía equilibrar la balanza con ese pedazo montón de platos y los papeles que casi que tapaban el escritorio. ¿Sería una persona con mucha información confidencial como para tener tanto papel ahí acumulado?

Se sintió un pelín incómodo en el momento que pisó el interior, intentando no delatarse del todo por lo nervioso que le ponían esos papeles. Le daban ganas de pillarlos y colocarlos como era debido pero no quiso meter sus manos en cosas privadas, lo mismo lo haría luego. Una cosa que le llamó la atención para bien era la figura hecha de palos que sujetaba la armadura de su maestro, le pareció interesante.

Adam juntó sus brazos en una palmada, pegándo a sus labios y haciendo un sonido con la boca cerrada, de los nervios—. Hmmmm. ¡Bueno! —apuntó sus palmas juntas al caballero ciervo—. Ehhh, puedes... ¿ir contando los detalles Erknest? —alzó las cejas mucho en una sonrisa muy muy estirada, ese monton de papeles y la cocina le traían por la calle de la amargura. ¿No había sitios mejores donde vivir? Tampoco conocía mucho Rocavarancolia y no sabía lo que costaría encontrar algo más sólido.

Chromsa buscó disimuladamente con la mirada al ruso. Ya fuera se había extrañado tanto como él con todo el secretismo para llegar hasta la casa y no sabía que pensaba del estado de la "guarida". Le bastó con ver su expresión antes de que dijeran nada para saber que también estaba confuso con todo el desorden del sitio. -(Supongo que las aventuras no le dan tiempo para limpiar)- pensó buscando una explicación.

Apartando ese asunto, se centró en el caballero para atender a la respuesta. -Cierto. ¿Qué va a ser esta vez?- preguntó con una sonrisilla algo emocionado por saber los detalles.

-¡Ah, claro! Os contaré los detalles, por supuesto- empezó con su altanería. -La cosa es que he estado pensando... Por supuesto como héroe de Rocavarancolia soy más que capaz de enfrentarme al mal sin problemas. Pero...- Para el ochrorio no pasó desapercibido que, a pesar de su tono habitual, le estaba costando encontrar las palabras, como si estuviera dando un rodeo a la respuesta rápida. Se cruzó de brazos visiblemente extrañado por ese comportamiento. El caballero continuó hablando, gesticulando "heroicamente": -Bueno, el asunto es que entreno a diario para perfeccionar el arte de la espada, que obviamente ya manejo bien. Pero... me preguntaba sí...- Erknest los miró, mostrando cierta timidez en sus gestos y voz cuando dijo: -¿Podríais...Podríais enseñarme a hacer magia?-

Los ojos de Chromsa se abrieron como platos, no esperándose en absoluto que su nueva misión fuera algo así. Su mentor llevaba un año más en la ciudad que ellos, ¿nunca había aprendido antes a realizar conjuros? Ni siquiera se le pasó en el momento la posibilidad de que por su transformación no pudiera hacer magia. Simplemente cuando procesó la petición, tardando unos segundos, respondió con una amplia sonrisa: -¡Pues claro, no hay problema! Sabemos bastantes conjuros sencillos por los que podríamos empezar.-

El pegaso, relajando un poco su cuerpo, bajó los brazos con sus manos todavía entrelazadas. Todavía quedaba la misión y cierto es que las dos últimas que hicieron fueron la mar de interesantes y aprendieron mucho por el camino. Adam estaba bastante emocionado debido a eso, ¿qué clase de aventuras les esperarían a los tres, escuderos y maestro?

Erknest parecía algo más pensativo de lo normal. Hablaba de su habilidad para enfrentar problemas pero algo raro sucedía, dudaba mucho en sus palabras y tardaba más de la cuenta en decirlo que le pasaba. Al fin el caballero pudo decir, con una pincelada de timidez, que quería aprender a hacer magia.

Adam abrió un poco la boca, no se esperaba tal misión. Pero no se lo tomó para mal, al contrario, tenía curiosidad. Llevaba más tiempo que ellos y, ¿no sabía ningún hechizo? Quizás su transformación le permitía hacer todo lo necesario o no le habrá dado por la magia en particular. Comprendía que hechizos en concreto se pueden tornar difíciles y también depende del caudal mágico de cada uno.

—¡Claro que si! —se unió a la fauno, ya con más entusiasmo que nerviosismo por la cocina y los papeles—. Yo tengo un poco menos de poder que Chromsa pero los dos sabemos algunos hechizos de memoria.

Se le pegó una sonrisa mucho más honesta que la del principio. Se le pasó por la cabeza el por qué Erknest en su época de cosechado no le diese por aprender algún libro pero había tantas posibilidades como que antes de la luna él un hubiese tenido magia o no haya encontrado libros adecuados que prefirió no comerse más la cabeza con ello.

Miró al fauno, con una sonrisa muy concreta en la que escondía algo que iba a decir y que seguramente su pareja caería en ello. Al fin y al cabo, era algo más personal—. ¿Empezamos con el hechizo de levitación? Yo empecé por ahí, si me lo enseñaste a mí tan fácil seguro que el maestro no tiene problemas. —Eso le traía muy buenos recuerdos, sonrojándose un poco.

Erknest recuperó el ánimo poco a poco con el entusiasmo de los dos a ayudarle con la magia. -¡A-Ah, perfecto! Pues, eh... ¡Cuando estéis listos, estoy más que preparado!- dijo alegre y volviendo a su tono normal. Se quedó en tensión, esperando expectante las indicaciones de los escuderos.

Chromsa miró a Adam, pensando por cuál deberían empezar. Había bastantes que eran sencillos, pero no se terminaba por decantar por uno concreto. Sin embargo, la sonrisa del ruso le demostraba que él lo tenía claro. Antes de que dijera nada, el ochrorio ya sabía cual iba a proponer, enrojeciéndose un poco al confirmar la sospecha. -Buena idea. Es de los mejores para empezar, la verdad- reafirmó. -¿Qué podríamos usar para practicar?- preguntó el brujo llevándose la mano al mentón mirando a su alrededor.

Se movió por la estancia un poco hasta que cayó en los papeles del escritorio. Se giró para preguntar al caballero: -Erknest, ¿podemos usar algunos de estos?-
-Claro, no hay problema alguno- le contestó.

El fauno asintió y cogió entonces un puñado de hojas para llevarlas a la mesa central. Algunas estaban en blanco, aunque si alguien echaba un vistazo rápido a lo que había en el resto vería lo que parecían cartas, entradas de un diario de gestas y algún que otro dibujo del que Erknest se sentía enormemente orgulloso aún con la evidente falta de técnica que cualquiera que supiera un mínimo de dibujo vería. Con los papeles dispuestos en la mesa, preguntó con una sonrisa: -Adam, ¿quieres hacer los honores?-

El fauno asintió a la idea de que Erknest aprendiese el hechizo de levitación y ofreció como objetos de prueba una pila de hojas del caballero ciervo quien no parecía molesto por su uso en la prueba. El pegaso se acercó a la pila por curiosidad, la mayoría estaban en blanco aunque había algun que otro escrito. No quería mirar a los textos, tampoco quería cotillear, sin embargo no pudo evitar ver uno de los dibujos, parecía un croquis de gente que estaría en la lista de clientes de Erknest y tampoco quería ver cosas privadas. Aunque tambien el estilo de dibujo del caballero era cuanto menos, curioso.

—Por supuestísimo —respondió a Chromsa, emocionado por hacer magia.

Se frotó las manos, un gesto innecesario pero que lo motivaba cuando hacía algún hechizo.

—Vale Erknest, el primer paso es dejar vacía tu mente y concentrarte en el objeto que quieres levitar. Debes desearlo mucho y cuando ya estés listo ejecuta estos movimientos y debes recitar… —Adam hizo el conjuro, realizando los movimientos y palabras necesarios con un dominio que se notaba que para nada era ya su primera vez. Cuando hubo terminado, la hoja se alzaba con facilidad por el aire a órdenes del pegaso haciéndola volar por los alrededores, alrededor de Erknest y Chromsa y danzando alrededor de las hojas para luego volver al sitio donde pertenecía. Como era un objeto muy liviano, era bastante sencillo hacerlo mover—. Si tienes alguna duda, consúltanos sin problemas y puedo repetirlo si lo necesitas —aclaró Adam, sonriente.

Chromsa asintió con una ligera sonrisa y le dejó espacio para que pudiera maniobrar bien con el hechizo. El brujo miró la explicación impecable del ruso, recordando la escena tan parecida que habían tenido meses atrás. Ver el folio flotar con maestría entre sus hojas le llenaba de orgullo hacia Adam. -(Y pensar que antes no podía hacer ningún hechizo y ahora los maneja sin problema)- pensó feliz por los logros de su pareja.

Erknest atendió a la lección concentradísimo, cosa que bajó drásticamente cuando siguió con la mirada fascinado el folio pasando entre ellos y volando por toda la habitación. Cuando se posó de nuevo en la mesa, miró hacia Adam recobrando su confianza y altanería al menos en parte: -Po-Por supuesto. Está todo memorizado, seguro que no es rival para el héroe de Rcavarancolia.-

Con toda la seriedad y decisión del mundo, miró inquisitivamente al folio que tenía delante, un dibujo de él mismo levantando heroicamente una espada que podía haber sido hecho por un niño pequeño (probablemente no fuera el caso). Hubo unos segundos de miradas tensas entre su versión dibujada y él, que se rompieron al fin cuando realizó los movimientos más exagerados de la cuenta y con una pronunciación algo cuestionable. El folio ni se inmutó. Probó un par de veces más, obteniendo el mismo resultado.

Chromsa decidió intervenir antes del cuarto intento que estaba a punto de hacer el caballero. -Un momento.- dijo para que parara y le prestara atención. El ochrorio se acercó de nuevo al escritorio y tomó uno de los lápices. Volvió entonces al lado de los dos y escribió en un folio en blanco las palabras exactas del hechizo. -Así será más fácil recordarlo- explicó para luego llamarle la atención para que me mirara la continuación -Los movimientos no están mal del todo, pero tienen que ser más lentos. Si los haces con calma y simples seguro que lo tienes.- El brujo hizo una demostración, elevando uno de los folios para luego dejarlo caer, recitando el hechizo con cuidado y moviendo las manos con delicadeza. -Prueba de nuevo, venga- le animó.

Erknest asintió. -E-Entendido- dijo un pelín nervioso. Volvió a mirar al folio para un segundo asalto, ahora intentando encontrar la calma antes de intentar nada. Después de un par de respiraciones, recitó el hechizo acompañado de gestos mucho más normales. Los tres pudieron ver como la hoja, esta vez, se elevó en el aire. Se levantó un par de palmos de la mesa, básicamente porque Erknest perdió al instante la concentración de la impresión. Con ojos y boca abiertas todo lo posible, miró el folio y sus manos alternando varias veces. -Lo he hecho... He hecho magia...-

El caballero comenzó a saltar de la emoción, lleno de felicidad y sorpresa por la hazaña. -¡PUEDO HACER MAGIA! ¡SE HACER MAGIA!- vociferaba.

Chromsa no pudo evitar soltar una carcajadas de alegría al ver la reacción tan risueña de su maestro. Tanta felicidad genuina le contagiaba el buen humor, le encantaba verlo así. -Ha sido perfecto, felicidades Erknest- le dijo con una amplia sonrisa.

El Caballero Ciervo, miró entonces tanto a él como a Adam y se dirigió para darles la mano y abrazarles, a modo de agradecimiento: -¡Muchas gracias! ¡Muchísimas gracias, mis escuderos!-

El fauno le devolvió el abrazo, aunque no se esperaba la efusividad del chico en un primer momento. Con una sonrisa sincera respondió: -No tienes que darlas. Al fin y al cabo, es lo que los amigos hacen, ¿no?-

No era fácil de describir lo que el pegaso sintió al saber que Erknest lo miraba con esa fascinación. Se veía a sí mismo como si fuese veterano en algo y era la segunda vez que enseñaba algo. Cuando enseñó algunos ritmos en el tambor a Kradko y ahora ésto, era algo a lo que Adam no estaba del todo acostumbrado pero estuvo satisfecho con su explicación.

Erknest parecía muy motivado, teniendo muchísima confianza en sí mismo por lo que dijo. Eligió como objetivo un folio con un curioso dibujo de un señor levantando una espada y después de un rato el caballero se dispuso a realizar los pasos… con mucha energía. No parecía ir a ningún lado con varios intentos y Chromsa aconsejó a Erknest de realizarlos con mayor lentitud y tomando apuntes del hechizo para dejarlo más claro, intervención que Adam agradeció. Quizás con ese empujoncito lo lograría, junto a la demostración que su pareja hizo.

—¡Animo Erknest! Casi lo tienes. Es normal fallar, no te preocupes por eso —dijo el pegaso con ganas para motivar a su maestro, estaba seguro de que lo lograría.

Y así fue. Brevemente la hoja se alzó un poco de la mesa, flotando y cayendo porque Erknest se impresionó tanto que perdió la concentración. Adam sonrió eufórico, sorprendido por el recién descubierto talento mágico de su maestro. Y no era el único, siendo que Erknest estaba básicamente como una moto y más feliz que nunca. El pegaso se rió junto a Chromsa, qué felicidad más contagiosa tenía el caballero.

—¡Jajaja! ¡No hay de que, lo has hecho de put- lo has hecho genial! —se frenó esa forma soez de hablar casi impulsada por el momento, estaba tan, pero tan contento por el abrazo que se lo devolvió con muchísima fuerza no controlada por sus sentimientos. Al cabo de un rato lo soltó, con una gran sonrisa en el rostro por lo que el fauno dijo. Más razón no pudo haber tenido su pareja—. Claro que sí. Mientras te saquemos una sonrisa, merecerá la pena.

El caballero resistió los fuertes abrazos de sus compañeros, al fin y al cabo él también estaba apretando. Aún así, el abrazo de oso de Adam casi lo dejaba sin aliento. Por el ánimo compartido lo aguantó, pero en otras circunstancias habría necesitado un par de bocanadas de aire después de aquello.

Chromsa asintió a las palabras de su pareja. -Exactamente. Después de todo lo que nos has ayudado es lo mínimo que podemos hacer.- dijo con sinceridad. Conocían a más veteranos, cierto, pero si se estaban adaptando rápido a la vida en la ciudad era en parte por todo lo que había hecho el héroe.

Erknest los miró a los dos, conservando el júbilo aunque con un sentimiento nuevo que se reflejó en su cara. -Amigos... Claro, sí. Amigos- dijo con una leve sonrisa extraña y un tono entre la extrañeza y la melancolía, al menos si le preguntaban al ochrorio lo que parecía transmitir.

Lo cierto era que a Chromsa no le pasó desapercibida su reacción, cruzándose de brazos y ladeando un poco la cabeza por el desconcierto. No se le ocurría ni una sola vez que hubiera visto a su maestro así. Vale, aparte de su exagerada personalidad alguna vez lo había visto asustado o cosas así, pero no con esa momentánea expresión tan indescifrable.

De nuevo, el fauno no soltaba de su boca más que verdades. Si no fuese por el caballero ciervo, tanto Adam como Chromsa no conocerían la mitad de lo que ya saben de la ciudad. Era un guía espléndido y él no se arrepentía de estar siguiéndolo como su escudero, además de estar sirviendo de ayuda para una persona tan buena.

Sin embargo en el rostro del héroe hubo algo raro, aunado con la extraña respuesta. El tono de voz empleado y la expresión fueron algo nuevo no solo para el pegaso. Chromsa también pareció detectar discrepancias en ello y Adam lo miró primero a él extrañado. ¿Habían tocado algo sensible en Erknest?

Adam se acercó un poco, con calma pero preocupado por la disonancia emocional de su amigo.

—Erknest, ¿todo anda bien? —dijo de buena fe, mostrando su interés en escuchar algo sobre aquella extraña reacción.

Erknest rompió el trance en el que estaba sumida su mente cuando Adam le preguntó sobre aquello. Lo miró perplejo, sin tener muy claro como reaccionar y con la boca algo abierta buscando las palabras. -¡Ah! Eh... No es nada, estoy perfectamente.- dijo como una evidente mentira mientras negaba lo dicho por el ruso con los brazos.

Retomó su tono y maneras características, explicando con bastante gesticulación: -El Caballero Ciervo es el adalid de la esperanza y la justicia, es imposible que los villanos y los problemas me desmotiven. Es solo que no esperaba tan juviloso término, nada más.- Puso los brazos en jarra y los miró a ambos con orgullo: -Ha sido toda una suerte encontrar unos escuderos tan diligentes y considerados. Seguro que el bien triunfará pronto.- Terminó con una carcajada hacia el cielo, intentando parecer la risa del héroe de alguna serie antigua aunque acababa siendo algo forzada.

Antes de que Chromsa pudiera decir nada, el caballero preguntó con entusiasmo: -¿Y qué otros hechizos podéis enseñarme? Seguramente puedo con ellos, por supuesto.-

El ochrorio estaba intentando procesar todo lo que estaba diciendo. Era obvio que había algo, fuera lo que fuera, pero la rapidez en la contestación de Erknest no le permitía ahondar algo más para ayudar en lo posible. Con la pregunta su mente, que ya estaba con otra cosa, cortocircuitó. -Eh, pues...- dijo mirando a Adam para que le echara una mano. En otras circunstancias habría propuesto varios que conocía, pero ahora mismo no se le ocurría ninguno.

Adam pudo ver a través de Erknest en su respuesta, no estaba siendo honesto del todo. No lo conocía tanto como a sus compañeros de Silente pero lo suficiente como para saber que estaba mintiendo, reaccionando poco convencido pero comprensivo ante los motivos que le impulsaban a no ser sincero del todo. ¿Sería orgullo u otra cosa?

Esas preguntas mentales en parte fueron respondidas por el Caballero Ciervo, enfrentando con positivismo a la pregunta del pegaso escudándose con su reputación y deberes. ¿No se esperaba que lo llamasen “amigo”? Adam no pudo evitar sentir algo que no le gustaba proyectar a otros pero Erknes le generó mucha, muchísima lástima. A eso se le sumó el agradecimiento de su maestro por tener buenos escuderos, con esa carcajada un poco forzada para ser él.

Le encantaría indagar más en el asunto pero le daba muchísimo apuro meterse en algo privado del héroe, además de que cambió el tema justo antes de que siquiera Chromsa pudiese decir nada.

—¡Ah! Amm… —Adam fue pillado de improvisto, mirando al fauno que también parecía haberse dado cuenta de lo extraña que fue aquella respuesta. Siendo que Erknest preguntó con algo más de entusiasmo acerca de más hechizos, el ruso hizo el esfuerzo de pensar en uno espectacular para subir el ánimo y, quizás, repetir el intento de preguntar más sobre quien tenía delante—. Verás Erknest, no es que tenga mucho repertorio puesto que la gran mayoría que sé son de curación. Podría enseñártelos en un futuro pero sin una demostración práctica lo tenemos chungo —inició siendo sincero acerca de sus habilidades mágicas pero una sonrisa leve contradijo aquel comienzo— ¡Pero aprendí uno más en su día que te gustará seguro! —sumó con energía a la oración, tenía ganas de enseñarlo. Fue el primero que aprendió en la torre, aunque no era demasiado útil—. Te presento… ¡La Llama Índigo!

Ahí el pegaso actuó con una teatralidad extraña en él, no llegando al nivel de Erknest pero quería trasmitir ánimo y positividad a su maestro. Realizó el hechizo con soltura, invocando en sus manos una llama azulada bastante brillante intentando hacerlo espectacular. A Adam personalmente le encantaba como era visualmente.

—Este hechizo, tal y como su propio nombre indica, invoca una llama de color azul. Lo curioso de esta llama es que se puede ver incluso detrás de muros, puede ser una buena forma de ser localizado —de hecho, descartó el uso habitual de ese hechizo porque era lo que menos le convenía siendo un pegaso, que lo detectasen por todos lados. Solo se lo enseñó una vez a Chromsa, en su momento le hacía ilusión.