Barrio de los Mil Dioses

No era fácil de describir lo que el pegaso sintió al saber que Erknest lo miraba con esa fascinación. Se veía a sí mismo como si fuese veterano en algo y era la segunda vez que enseñaba algo. Cuando enseñó algunos ritmos en el tambor a Kradko y ahora ésto, era algo a lo que Adam no estaba del todo acostumbrado pero estuvo satisfecho con su explicación.

Erknest parecía muy motivado, teniendo muchísima confianza en sí mismo por lo que dijo. Eligió como objetivo un folio con un curioso dibujo de un señor levantando una espada y después de un rato el caballero se dispuso a realizar los pasos… con mucha energía. No parecía ir a ningún lado con varios intentos y Chromsa aconsejó a Erknest de realizarlos con mayor lentitud y tomando apuntes del hechizo para dejarlo más claro, intervención que Adam agradeció. Quizás con ese empujoncito lo lograría, junto a la demostración que su pareja hizo.

—¡Animo Erknest! Casi lo tienes. Es normal fallar, no te preocupes por eso —dijo el pegaso con ganas para motivar a su maestro, estaba seguro de que lo lograría.

Y así fue. Brevemente la hoja se alzó un poco de la mesa, flotando y cayendo porque Erknest se impresionó tanto que perdió la concentración. Adam sonrió eufórico, sorprendido por el recién descubierto talento mágico de su maestro. Y no era el único, siendo que Erknest estaba básicamente como una moto y más feliz que nunca. El pegaso se rió junto a Chromsa, qué felicidad más contagiosa tenía el caballero.

—¡Jajaja! ¡No hay de que, lo has hecho de put- lo has hecho genial! —se frenó esa forma soez de hablar casi impulsada por el momento, estaba tan, pero tan contento por el abrazo que se lo devolvió con muchísima fuerza no controlada por sus sentimientos. Al cabo de un rato lo soltó, con una gran sonrisa en el rostro por lo que el fauno dijo. Más razón no pudo haber tenido su pareja—. Claro que sí. Mientras te saquemos una sonrisa, merecerá la pena.

El caballero resistió los fuertes abrazos de sus compañeros, al fin y al cabo él también estaba apretando. Aún así, el abrazo de oso de Adam casi lo dejaba sin aliento. Por el ánimo compartido lo aguantó, pero en otras circunstancias habría necesitado un par de bocanadas de aire después de aquello.

Chromsa asintió a las palabras de su pareja. -Exactamente. Después de todo lo que nos has ayudado es lo mínimo que podemos hacer.- dijo con sinceridad. Conocían a más veteranos, cierto, pero si se estaban adaptando rápido a la vida en la ciudad era en parte por todo lo que había hecho el héroe.

Erknest los miró a los dos, conservando el júbilo aunque con un sentimiento nuevo que se reflejó en su cara. -Amigos... Claro, sí. Amigos- dijo con una leve sonrisa extraña y un tono entre la extrañeza y la melancolía, al menos si le preguntaban al ochrorio lo que parecía transmitir.

Lo cierto era que a Chromsa no le pasó desapercibida su reacción, cruzándose de brazos y ladeando un poco la cabeza por el desconcierto. No se le ocurría ni una sola vez que hubiera visto a su maestro así. Vale, aparte de su exagerada personalidad alguna vez lo había visto asustado o cosas así, pero no con esa momentánea expresión tan indescifrable.

De nuevo, el fauno no soltaba de su boca más que verdades. Si no fuese por el caballero ciervo, tanto Adam como Chromsa no conocerían la mitad de lo que ya saben de la ciudad. Era un guía espléndido y él no se arrepentía de estar siguiéndolo como su escudero, además de estar sirviendo de ayuda para una persona tan buena.

Sin embargo en el rostro del héroe hubo algo raro, aunado con la extraña respuesta. El tono de voz empleado y la expresión fueron algo nuevo no solo para el pegaso. Chromsa también pareció detectar discrepancias en ello y Adam lo miró primero a él extrañado. ¿Habían tocado algo sensible en Erknest?

Adam se acercó un poco, con calma pero preocupado por la disonancia emocional de su amigo.

—Erknest, ¿todo anda bien? —dijo de buena fe, mostrando su interés en escuchar algo sobre aquella extraña reacción.

Erknest rompió el trance en el que estaba sumida su mente cuando Adam le preguntó sobre aquello. Lo miró perplejo, sin tener muy claro como reaccionar y con la boca algo abierta buscando las palabras. -¡Ah! Eh... No es nada, estoy perfectamente.- dijo como una evidente mentira mientras negaba lo dicho por el ruso con los brazos.

Retomó su tono y maneras características, explicando con bastante gesticulación: -El Caballero Ciervo es el adalid de la esperanza y la justicia, es imposible que los villanos y los problemas me desmotiven. Es solo que no esperaba tan juviloso término, nada más.- Puso los brazos en jarra y los miró a ambos con orgullo: -Ha sido toda una suerte encontrar unos escuderos tan diligentes y considerados. Seguro que el bien triunfará pronto.- Terminó con una carcajada hacia el cielo, intentando parecer la risa del héroe de alguna serie antigua aunque acababa siendo algo forzada.

Antes de que Chromsa pudiera decir nada, el caballero preguntó con entusiasmo: -¿Y qué otros hechizos podéis enseñarme? Seguramente puedo con ellos, por supuesto.-

El ochrorio estaba intentando procesar todo lo que estaba diciendo. Era obvio que había algo, fuera lo que fuera, pero la rapidez en la contestación de Erknest no le permitía ahondar algo más para ayudar en lo posible. Con la pregunta su mente, que ya estaba con otra cosa, cortocircuitó. -Eh, pues...- dijo mirando a Adam para que le echara una mano. En otras circunstancias habría propuesto varios que conocía, pero ahora mismo no se le ocurría ninguno.

Adam pudo ver a través de Erknest en su respuesta, no estaba siendo honesto del todo. No lo conocía tanto como a sus compañeros de Silente pero lo suficiente como para saber que estaba mintiendo, reaccionando poco convencido pero comprensivo ante los motivos que le impulsaban a no ser sincero del todo. ¿Sería orgullo u otra cosa?

Esas preguntas mentales en parte fueron respondidas por el Caballero Ciervo, enfrentando con positivismo a la pregunta del pegaso escudándose con su reputación y deberes. ¿No se esperaba que lo llamasen “amigo”? Adam no pudo evitar sentir algo que no le gustaba proyectar a otros pero Erknes le generó mucha, muchísima lástima. A eso se le sumó el agradecimiento de su maestro por tener buenos escuderos, con esa carcajada un poco forzada para ser él.

Le encantaría indagar más en el asunto pero le daba muchísimo apuro meterse en algo privado del héroe, además de que cambió el tema justo antes de que siquiera Chromsa pudiese decir nada.

—¡Ah! Amm… —Adam fue pillado de improvisto, mirando al fauno que también parecía haberse dado cuenta de lo extraña que fue aquella respuesta. Siendo que Erknest preguntó con algo más de entusiasmo acerca de más hechizos, el ruso hizo el esfuerzo de pensar en uno espectacular para subir el ánimo y, quizás, repetir el intento de preguntar más sobre quien tenía delante—. Verás Erknest, no es que tenga mucho repertorio puesto que la gran mayoría que sé son de curación. Podría enseñártelos en un futuro pero sin una demostración práctica lo tenemos chungo —inició siendo sincero acerca de sus habilidades mágicas pero una sonrisa leve contradijo aquel comienzo— ¡Pero aprendí uno más en su día que te gustará seguro! —sumó con energía a la oración, tenía ganas de enseñarlo. Fue el primero que aprendió en la torre, aunque no era demasiado útil—. Te presento… ¡La Llama Índigo!

Ahí el pegaso actuó con una teatralidad extraña en él, no llegando al nivel de Erknest pero quería trasmitir ánimo y positividad a su maestro. Realizó el hechizo con soltura, invocando en sus manos una llama azulada bastante brillante intentando hacerlo espectacular. A Adam personalmente le encantaba como era visualmente.

—Este hechizo, tal y como su propio nombre indica, invoca una llama de color azul. Lo curioso de esta llama es que se puede ver incluso detrás de muros, puede ser una buena forma de ser localizado —de hecho, descartó el uso habitual de ese hechizo porque era lo que menos le convenía siendo un pegaso, que lo detectasen por todos lados. Solo se lo enseñó una vez a Chromsa, en su momento le hacía ilusión.

Adam también estaba igual que el ochrorio, aunque por suerte encontró las palabras que a él le faltaban. Asintió levemente de brazos cruzados con la explicación sobre su especialización mágica. -(Pues sí, no es algo que se pueda practicar tan fácilmente)- le dio la razón mentalmente. Intentaba pensar mientras tanto en algún hechizo, ahora que ya estaba más centrado, pero el tono repentino del ruso le impresionó y lo miró de inmediato. No llegaba a la teatralidad de Erknest, pero no tenía nada que envidiarle. ¿Tanto se les había acabado pegando las maneras de su maestro?

Erknest escuchó con atención al pegaso, con más expectación aún cuando elevó la voz. Al aparecer la llama épicamente (al menos a su criterio) los ojos le hicieron chiribitas y no pudo evitar ilusionarse sobremanera: -¡AAAAAAAAH! ¡Como mola!- Se había acercado tanto para contemplarla que a poco se quedó de meter la cara en el fuego. Miró al chico cuando explicó los detalles, retrocediendo un poco y volviendo a su semblante habitual. -Ya veo. Es muy interesante. Voy a probar entonces- Erknest imitó a conciencia los movimientos y palabras del conjuro y esta vez, tal vez ayudado por el éxito del anterior, la llama azulada apareció a la primera. Con la alegría e ilusión de un niño exclamó levantándola: -Ja,ja,ja. No hay hechizo que se me resista. Caballero y mago, ahora sí que no podrán derrotarnos.- Las risas genuinas se le contagiaron a Chromsa, compartiendo también su ánimo.

-¡Muy bien hecho! Aprendes rápido- lo animó. Comparado con ellos, la verdad que había aprendido bastante más rápido, aunque era cierto que no habían tenido alguien que les enseñara y habían tenido que averiguar como funcionaban. El brujo tomó de nuevo lápiz y una de las hojas vacías y dijo: Creo que voy a escribirte unos cuantos hechizos que conozco para que puedas practicarlos. En principio son hechizos sencillos, aunque voy a dejarte alguno más complicado por si quieres intentarlo.- Le miró momentánemante antes de continuar, para remarcar lo que iba a comentar: -Aunque hay algunos hechizos que no se pueden hacer a pesar de que lo intentes una y otra vez. Al parecer las transformaciones limitan la magia que podemos hacer.-

Después de terminar de redactar unos cuantos hechizos, se los ofreció a Erknest, el cual se lo agradeció con bastante ánimo: -Muchas gracias. Los probaré todos.-

—Sabía que te gustaría. Es bastante espectacular, ¿a que sí? —la sonrisilla de orgullo que se le escapó al decir eso era una rareza en el Adam actual, volviendo un poco a sus raíces en cuanto se sintió elogiado por Erknest. La sonrisa se le mezcló un poco con la preocupación de que se estaba acercando mucho el caballero y apartó la llama como pudo—. ¡C-cuidado Erknest! ¡Quema como una llama normal jajajaja!

Adam se estaba riendo en grandes cantidades por toda la situación en general. La reacción del Caballero Ciervo la atesoraría por mucho tiempo ya que le encantó verlo tan animado y decidido a partes iguales en cuanto quiso probar. Para sorpresa de ambos, lo consiguió en el primer intento levantando triunfante la llama índigo como si de un trofeo se tratase.

—¡¿A la primera?! Wow, tienes talento. A mí me salió a la séptima sinceramente —el pegaso dijo al héroe, alabando la velocidad a la que lo ejecutó con éxito y asintiendo a las alabanzas de Chormsa también. Éste último decidió tomar apuntes en una hoja en blanco para el caballero-mago, unos cuantos hechizos para que vaya practicando—. ¡Eh, buena idea! —felicitó a Chromsa acercándose a ver los que iba documentando, la mayoría los reconocía.

También era verdad lo que el fauno dijo: algunos hechizos se le podrían resistir tal y como era su propio caso. Chromsa desde luego tenía un gran talento para la magia y pensó si Erknest podría llegar a tener el nivel de su pareja.

Después de aquel momento tan memorable, los tres estuvieron envueltos en una simpática tertulia. Los temas de conversación iban y venían, de todo tipo. Algunos más importantes que otros pero no por ello dejaban de ser agradables al conversar entre ellos. Su maestro, entre las charlas, comentó un trabajo en el que haría de guardaespaldas. Sonaba interesante, la verdad. Después de eso algunas risas más florecieron dentro de la guarida, era un momento incluso hogareño para el pegaso que, lamentablemente, tuvo que detenerse en cuanto se dieron cuenta de que era ya algo tarde para ellos dos.

En la puerta del hogar del Caballero Ciervo los tres se detuvieron, listos para despedirse —Bueno Erknest, espero que te vaya muy bien con ese trabajo. No dudes en llamarnos si necesitas ayuda, para eso están los amigos —eso lo soltó un poco adrede, insistiendo para que se le quedase bien a su maestro cómo lo veía en realidad—. Y si tienes dudas con cualquier hechizo ya nos comentas, estaremos encantados de enseñarte mas —aderezó con una enorme sonrisa, feliz por el entretenido día. Si aceptaba algo más que un apretón de manos, lo estrujaría de vuelta usando su abrazo de oso con palmadas contundentes en su espalda.

El resto del encuentro pasó muy agradablemente. Después de entregarle los hechizos, a petición de Erknest y viendo su entusiasmo al respecto, Chromsa le hizo demostraciones de algunos de ellos, que el caballero imitó con más o menos intentos hasta que le salieron.

Cuando ya empezaron a cansarse, decidieron recoger un poco la mesa y sentarse a charlar con una improvisada merienda. Los temas fueron todo lo diversos que podían ser: algunos proyectos de los dos neotransformados, cantares de gesta de aventuras pasadas del héroe (la gran mayoría algo... exageradas probablemente), discusiones sobre magia y los posibles límites de la transformación de Erknest, simples conversaciones tranquilas... En ningún momento faltaron las risas, lo cual alegraba al ochrorio después del extraño bajón momentáneo de su maestro.

Un tema que llamó la atención del brujo fue la mención de un trabajo nuevo que le habían encargado al héroe. -Hace unos días me contactó un ciudadano de bien para que lo protegiera durante unos meses. Un chico llamado Sagaz, bastante majo la verdad. A partir de mañana le serviré por mi honor de caballero para que pueda seguir contribuyendo a la ciudad sin miedo a posibles villanos.- explicó con orgullo.

-¡Qué bien! Me alegro mucho, Erknest- respondió sonriente. Desde el encargo de la dueña de Lobi no había tenido otro trabajo tan grande, así que entendía el entusiasmo del chico por ello. Aun con todo, preguntó: -Pero no hay nada peligroso, ¿no?-

-En absoluto- negó el caballero sin vacilación. -Solo es un humilde comerciante que quiere contar con algo de ayuda por si acaso. Que lo entiendo, que te ayude un héroe de mi porte es una oportunidad que no se puede dejar escapar- explicó con unas carcajadas al final. -En principio el acuerdo solo es conmigo, aunque si queréis conocerlo un día de estos no habrá problema.- Chromsa asintió a la propuesta, siempre le hacía ilusión conocer a más ciudadanos.

Se lo estaban pasando tan bien que cuando quisieron darse cuenta era el momento de la despedida. Chromsa se sumó a las palabras de su pareja: -¡Claro! Sea con una cosa u otra solo tienes que avisar. Y mucha suerte con lo de Sagaz, ojalá lo podamos conocer más adelante.-

Erknest se había acercado a la puerta con ellos, tan sonriente como los otros dos. Aquel "amigos" del ruso lo encajó mejor, aunque se podría ver un evidente escalofrío en él. -Po-Por supuesto. Os avisaré.- tartamudeó mientras que aceptaba el abrazo de los dos. Antes de dárselo a Chromsa tuvo que recobrarse momentáneamente del tremendo agarre de Adam, que esta vez si lo había dejado casi sin aire.

Después, el brujo y el pegaso salieron por fin, despidiéndose de su maestro. -Hasta luego. Nos vemos a la próxima.-
Erknest le devolvió el adiós desde la puerta, con mucha efusividad también. Cuando cerró, el chico se sentó en el escritorio con el dibujo de él mismo delante. Al principio lo estaba mirando, luego simplemente... su mente estaba en otra parte.

El ruso parecía mantener la calma dentro de lo posible, pero ya iba entendiendo la situación. -Vale- respondió taciturno. Por la Acromía, esperaba que llegaran a tiempo fuera lo que fuera.

No tardaron más en ponerse rumbo a la casa de Erknest, con suerte estaría allí. Adam apretaba cada vez más el ritmo. Al principio de la inquietud el ochrorio estaba yendo más lento de lo que debería, pero a medida que pasaban por calles consiguió coger fuerza para estar a la altura del ruso. Poco después corrieron todo lo que sus cuerpos les permitían.

Chromsa no tenía ni idea de cuánto pasó, pero el camino se le hizo eterno. Llegar al Barrio de los Mil Dioses fue un ligero alivio, pero todavía les quedaba un trecho más. La mano con la que agarraba la de Adam no se había soltado en ningún momento, aunque aquello hiciera que en algún que otro momento se hubieran llevado ambos algún tirón del otro. La respiración llevaba rato que se le entrecortaba y se movía por inercia ignorando el cansancio, la prioridad era llegar a la guarida. -(Por favor que esté bien)- rezaba mentalmente.

A toda velocidad cogieron un par de calles estrechas hasta que llegaron frente a la casa del caballero. -¡Erknest! ¡Erknest!- gritó llamándole. El instinto de presa le avisaba de que podía haber peligros cerca, pero se arriesgó igualmente a alzar mucho la voz. Corrió hasta la puerta, volviendo a llamarle y tocando en las tablas de la entrada. Aunque dejó pasar unos segundos, nadie abrió ni se escuchaba nada dentro. -Mierda...- se quejó por lo bajo antes de decidir entrar igualmente.

Para suerte de ambos, con girar el picaporte pudieron entrar y... Chromsa dio unos pasos al interior, mirando por todas partes. Estaba bastante claro. Miró al instante a Adam, diciendo lo evidente: -¡Aquí no hay nadie! ¿Dónde está, Adam?- Estaba muy asustado, ya no solo porque su mentor no estuviera allí, sino porque toda la casa estaba intacta. No en orden, porque ya sabían que Erknest tenía una relación curiosa con la limpieza, pero no había ningún signo de pelea o algo similar allí. Tenía que haber salido fuera, ¿pero a dónde?

Llevaron por un largo rato el ritmo apresurado, cada vez más ligeros. En partes del tramo se hizo un poco caótico el ir de la mano, habiendo tirones pero ambos se negaban a soltarse. Adam notaba que el miedo de Chromsa era igual o incluso mayor que el suyo con ese gesto, a veces temblaba incluso.

El camino se lo sabían pero no por ello se hizo menos agobiante cruzar todos aquellas estrechas calles y los cerrados giros en el Barrio de los Mil Dioses. Izquierda… Derecha… Derecha… El corazón le iba a mil, solo quería ver salo y salvo a su amigo dentro de su casa haciendo sus labores de héroe.

Al fin tenían el sitio delante de ellos. Adam jadeaba algo cansado de la tremenda carrera, sintiendo un poco de alivio al llegar al fin. Sin embargo ahí no acababa la cosa, debían confirmar que todo estaba bien. Chromsa lo llamó a voces pero no hubo respuesta. En lo que el fauno fue a la puerta rápido a llamar, Adam fue detrás en movimientos pausados de los nervios, estaba teniendo pánico interno.

—¡¿Erknest?! —entró a la casa, mirando a todos los lados. No habiá nada, nada que indicase que algo entró a la fuerza. Todo estaba… normal. Chromsa le preguntó, presa del pánico y del miedo—. ¡N-no lo se Chromsa, no lo sé! —ahí levantó demasiado la voz, gritando a su pareja en un alarido desesperado. Él no sabía nada de la situación, se sentía impotente por eso. Bajó la cabeza, frunciendo el ceño—. Quizás con el hechizo de búsqueda podamos hacer algo. Tan solo… déjame respirar coño —era la primera vez que insultaba al aire delante de él, tenía miedo y lo manifestaba en un ramalazo de agresividad general. Se volvió, buscando algo que pudiese servir entre la cocina y el escritorio, algo que lo guiase hasta Erknest.

El grito del pegaso no se lo esperó y se sorprendió un poco por ello. No recordaba haberlo visto tan alterado como hasta ahora y mucho menos que le gritara. No se lo tuvo demasiado en cuenta, más que nada por la situación. No podía culparle de estar de los nervios, él también lo estaba al fin y al cabo. -Está bien, con calma. Voy a ver si hay algo que pueda servir- le respondió intentando transmitir calma, convenciéndose a sí mismo también de lo mismo. El hechizo seguro que les llevaría con el héroe y estando en su casa no sería difícil dar con algo suyo que pudiera guiarles.

Miró por la cocina, el escritorio y algunas de las estanterías, buscando algo idóneo para el conjuro. Se decantó al final por un broche de metal (pintado en amarillo, claro) circular representando la cornamenta de un ciervo. Alguna vez se lo había visto puesto junto con la armadura y siendo pequeño no sería complicado de llevar. Se acercó entonces a Adam y se lo entregó: Toma, creo que con esto funcionará.-

El ruso lo aceptó y sin dudarlo se dispuso a conjurar el hechizo de búsqueda. En un inicio ya con eso darían pronto con Erknest, pero algo andaba mal. A Adam no le terminaba de salir el hechizo. Lo intentó hacer un par de veces y no terminaba de que se produjeran los efectos. Si el ochrorio ya estaba nervioso, aquello solo hizo que se impacientara más. -¿Va todo bien?- preguntó preocupado. -Si no te sale puedo intentarlo-

Buscando por donde le tocaba, Adam no llegó a ver nada que fuese lo suficientemente cercano a Erknest como para ser útil para el hechizo. Chromsa hizo también su búsqueda y le pidió calma, pero esas voces, esa estática estaba en su mente y le aterrorizaba. Intentaba descifrarlo, algo que fuese útil en esos sonidos tan extraños…

Chromsa lo sacó de ese círculo de pensamientos, entregándole un broche metálico que parecía ser de Erknest. Si, recordó verlo puesto en el propio caballero.

—Vale, algo tenemos para empezar —infló sus pulmones al máximo, arrastrando la angustia previa. Había silencio, estaban solos en aquella casa pero eso no ayudaba para nada. Tomó aire de nuevo, debía hacerlo bien por el bienestar de Erknest. Formuló las palabras y gestos y… nada. Chasqueó la lengua, intentándolo de nuevo. Debía concentrarse en el héroe, debían encontrarlo. Formuló de nuevo el hechizo y de nuevo hubo una pifia.

Fueron tres intentos más de error tras error. Adam intentaba calmarse, hacerlo bien pero no paraba de pensar en qué podría haber pasado, en esos sonidos del colgante. Chromsa le preguntó directamente si iba bien con ello, era lógico después de esa mala racha. Adam alzó la vista hacia su pareja, visiblemente preocupado. Al pegaso se le apagó un poco la vista.

—Estoy algo… nervioso. Pero debo hacerlo bien, por Erknest. Esta será la buena, lo juro.

No era el momento ni el lugar para sentir culpabilidad o temor, debían hacer algo. Respiró con lentitud un par de veces, bajando los nervios poco a poco y cerrando sus ojos. «Tranquilo, puedes hacerlo. Visualiza a Erknest, visualízalo». Se ordenaba mentalmente, una y otra vez. Formuló las palabras necesarias, sintió el objeto y a la persona, la persona y al objeto. Ubicación, ubicación…

—¡Lo tengo! —Adam abrió los ojos de golpe, mostrándose sus globos oculares completamente negros y sintió el lugar inconscientemente. Tenía un sitio, al fin lo tenía—. S-sígueme, está cerca.

Ambos salieron del hogar, siguiendo los instintos del hechizo por el barrio.

La mirada de su pareja dolía, per mantenía la esperanza aún con sus fallos. Con una sonrisa tierna se acercó y le puso la mano en el hombro, acariciando con suavidad. -Confío en tí. Te saldrá bien, solo ve con calma.- lo tranquilizó. Luego le dejó espacio y esperó el resultado, esperando que efectivamente fuera la buena.

Y lo fue. Chromsa se alegró al ver los ojos oscuros en el ruso, signo de que tenían un camino que seguir, además no muy lejos. -Vamos, hay que darse prisa- asintió mientras ya se acercaba a abrir la puerta para que ambos salieran.

Dado la función del hechizo, ahora no podían ir a la carrera como antes, pero sí que intentaron ir con cierta rapidez. Al menos inconscientemente el ochrorio aceleraba de vez en cuando, pero volvía al lado del ruso en cuanto se daba cuenta que lo estaba adelantando. -Perdón- repitió un par de veces por el camino. Se habían adentrado en otras callejuelas igual de estrechas, dando un sin fin de giros. Tardaron unos minutos hasta que llegaron a calles más anchas, con edificios más intactos.

Giraron en la última calle a la izquierda, llegando a una corta avenida que podía confundirse con una pequeña plazoleta. Daba igual lo poco que viera desde esa distancia, el brujo se horrorizó de la escena que les estaba esperando. Las fachadas de esa zona tenían partes calcinadas y otras destrozadas, pero lo más llamativo estaba en el suelo. Ya en el centro se podía ver el final de un reguero de sangre cuyo origen daba casi al final de la calle. No estaba seguro de quien, pero algo o alguien estaba allí tirado. Inerte. Muerto. -Erknest...- dijo blanco del terror, dando unos pasos por inercia.

Miró en todas las direcciones, buscando algo que le desmintiera la macabra posibilidad que estaba apareciendo en su mente. Se fijó en una figura medio incrustada en la pared derecha más o menos a mitad de la calle-plaza, en lo que parecía un hueco hecho por un fuerte golpe. Estaba sentada, inmóvil mirando al frente. Cualquiera lo reconocería con la "armadura" que llevaba. Aún con eso, no era un alivio para Chromsa. -¡Por la Acromía! ¡Erknest!- gritó desesperado mientras corría hasta él con lágrimas que empezaban a caer.

A diferencia de la ida a la casa de Erknest, esta vez fueron bastante más lentos. El hechizo requería concentración para enfocarse en el lugar exacto al que debían ir. Chromsa estaba impaciente y Adam pedía calma, estaban cerca, cada vez más.

Al girar la ultima calle a la izquierda, el horror se hizo. Hubo algo, los destrozos y las zonas que indicaban que hubo fuego acompañaban al líquido carmesí en el suelo, el final de un reguero de sangre. Adam deshizo el hechizo involuntariamente, mortificado por la escena y cuando ya sus ojos se acostumbraron a la tenue luz fue testigo de una verdadera masacre.

—Ostia puta… —un cuerpo, o lo que quedaba de él se mostraba al final de la calle. Montones de carne sanguinolenta se amontonaban encima de una piscina roja, nauseabundo. La muerte se olía en el aire y el susurro del fauno lo asustó—. N-no puede ser.

Se le humedecieron los ojos, intentando buscar algo, cualquier cosa que indicase lo contrario. ¿Aquel cadáver destrozado era…? Un grito ahogado se le escapó al ver a la derecha a otra persona, reconoció la armadura al instante y con un nudo en la garganta se acercó detrás de Chromsa, más angustiado que nunca.

—No puede ser, no puede ser… ¡Erknest! —ya no pudo evitar sollozar en mitad del llanto, acerándose a quien parecía ser su maestro. Cualquier cosa se esperaba aunque pensó en el peor escenario posible. Se acercó al lado del afectado, intentando no respirar por la nariz para no vomitar de la inmundicia que estaba en el aire. No cabía duda, sí que era el Caballero Ciervo y estaba horriblemente magullado con la armadura destrozada—. ¿¡Erknest?! ¡Erknest, hablame por favor! ¿¡Quien te hizo esto!? —las lágrimas le caían del rostro, le dolía verlo tan apalizado.

Las vistas eran horribles y Chromsa empezaba a ser consciente del vomitivo olor que llegaba desde lo que fuera que quedaba al final de la calle. No quiso centrarse en eso aunque le costara, no mientras Erknest estuviera herido. Cuando llegó hasta el joven se arrodilló para poder comprobar cómo estaba. -¡Erknest, ya estamos aquí! ¿Qué ha pasado?- añadió a las preguntas de Adam, que se encontraba prácticamente igual que el brujo.

El joven kamaitachi seguía mirando al frente, respirando entrecortádamente y sujetándose el brazo izquierdo. Temblaba de forma muy ligera, perceptible por el tintineo de las piezas de armadura. Buena parte estaba abollada sino directamente rota, algunas estando desperdigadas cerca de él junto a polvo y escombros. Dentro de lo bueno que cabía esperar no parecía tener heridas superficiales, quitando algún pequeño corte. en la cara y las manos.

Viendo que no parecía reaccionar, el ochrorio volvió a hablar preocupado: -¿Erknest, nos escuchas? Por favor, ¿qué ha pasado aquí?- La pesadumbre le estaba carcomiendo, seguían cayendo lágrimas por sus mejillas. De hecho, ahora que estaba cerca, las mejillas del chico también parecían estarlo.

Erknest terminó esta vez por captar la presencia y las palabras de los dos, moviendo lentamente la cabeza para mirarlos. O al menos lo intentaba, daba la sensación de que estaba aturdido. Luego de verlos a los dos, un hilillo de voz salió de su boca: -Sa-Sagaz... El... cocodrilo... Yo...- Acabó mirando de nuevo a la nada, para cambiarlo unos segundos después por el suelo.

El caballero parecía estar consciente, respiraba con esfuerzo pero al menos estaba vivo y eso lo agradeció Adam con todas sus fuerzas. Antes de que dijese nada, el pegaso preparó sortilegios de curación cerrando las heridas más grandes que tenía, empezando por la cara.

—E-estamos aquí contigo... No hay peligro, de verdad —añadió a las preguntas de Chromsa para intentar calmar al kamaitachi, centrándose en aliviar un poco las magulladuras que iba curando poco a poco. ¿Quién diantres ha sido capaz de hacer tal atrocidad a Erknest y a ese pobre diablo que yacía hecho cachos, desecho por completo?

El herido alzó la cabeza lentamente, con la mirada totalmente perdida del aturdimiento. Adam apretó los dientes, pasando a sentir rabia por dentro. Pudo hablar, formular unas pocas palabras antes de pasar a mirar al suelo. Ya hacía un buen rato que el hechizo de curación no cerraba los cortes por la pérdida de concentración.

—¿¡S-Sagaz!? ¿¡Qué pasó con él!? —¿qué decía? ¿un cocodrilo? Adam miraba a Chromsa con la cara humedecida y luego al cadáver, no entendía nada. Esa masa despedazada era irreconocible. ¿Era Sagaz el muerto, o era otro? ¿Sagaz le hizo algo a su guardaespaldas?—. ¡H-hey, no te desmayes Erknest! ¡Quédate con nosotros, sigue hablando!

Adam apoyó sus manos en los hombros de Erknest, buscando cualquier actividad en el confundido héroe desesperadamente.

Chromsa agradeció en que Adam fuera más rápido y curara las heridas de su maestro, él con la impresión ni siquiera había caído en un primer momento. Estaba demasiado confuso, la situación le estaba abrumando aún viendo a salvo y en teoría más o menos sano al terrestre. El hedor de la muerte no ayudaba, claro, ni la sensación de que no estaban seguros del todo allí.

Las palabras de Erknest lo único que hacían era generar más dudas de las que ya tenían, aunque al menos era un intento de explicación. Él, Sagaz y ¿un cocodrilo? El brujo no tenía ni idea de qué era eso, pero quedaba claro que no era bueno si tenían en cuenta la sangre del otro cuerpo. Más terror aún empezaba a apoderarse del ochrorio mientras hilaba las posibilidades sobre quien yacía al final de la calle. -A-Adam, ¿no será...?- dijo tembloroso mientras echaba giraba lentamente la cabeza hasta mirar lo otro, para confirmar su sospecha. El fauno no llegó a confirmarlo de vista, pero tenía la macabra certeza de que aquello era lo que quedaba de Sagaz. Se arrepintió de mirar al instante, dando gracias de no poder bien en detalle lo que había allí. Apartó la mirada para mantener su cordura y evitar el vómito.

Erknest, con la mirada perdida en el suelo, no terminaba de prestar atención a lo que estaban diciéndole. Sin embargo, cuando el ruso apoyo sus manos en los hombros del chico volvió a la realidad.  No alzó la cabeza, pero un quejido entre dientes y un apretón más fuerte al brazo que se estaba aguantando indicaba que aquello le había dolido.

Chromsa lo notó, al igual que seguramente el pegaso, pero aún así no dudó en hacérselo ver apartándolo un poco intentando que dejara de tocarle los hombros: -¡Tiene más heridas, con cuidado!- Miró al kamaitachi, dolorido de verlo en ese estado. El chico levantó por fin la mirada, justo a tiempo para la pregunta del ochrorio: -¿Quién ha podido hacer todo esto?-

Erknest se limitó a decir en el mismo tono que antes: -El cocodrilo... Masacre...-