Barrio de los Mil Dioses

Por una parte, a medida que Rick se acercaba, pudo ver que aquel ser no había apresado a Kalna todavía. Era buena señal, dentro de lo que podía considerarse "bueno" en esa situación. Por otra parte los nervios del chico no hicieron más que aumentar cuando lejos de salir corriendo la libense decidió encararse lanza en mano contra el monstruo. -(Joder, ahora no es el momento)- se quejó mentalmente acompañado de una ligera mueca apretando más el paso. Dentro de lo posible el neoyorquino quería intentar apartar lo suficiente a ambos para poner tierra de por medio, pero si aquello acababa en un combate no dejaría vendida a Kalna. Esperaba que esa opción no se diera.

Cuando la nana pasó a ser un grito de angustia Rick paró al instante. -¿Pero qué...?- preguntó para sí mismo incrédulo ante lo que estaba ocurriendo. Parecía que la libense había acertado en su ataque, pero lejos de contraatacar... ¿el monstruo lloraba? ¿Acaso era otro de esos ciudadanos? Daba mucho más miedo que los tres de la plaza, pero la idea no le parecía descabellada. Pero los otros se habían mantenido alejados de ellos, ¿por qué este se habría acercado tanto? Las hipótesis sin embargo tendrían que quedar para más tarde, porque notó entonces como las sombras que formaban el cuerpo de eso empezaban a agitarse y moverse por el arma de la chica. -¡Kalna!- gritó de la tensión retomando su carrera con fuerza.

Antes de que Rick llegara, el conflicto se habría terminado, o al menos lo parecía. Al principio solo consiguió ver a la libense inmóvil, con la lanza en el suelo. Para cuando estuvo a su lado, el neoyorquino la agarraría del hombro mientras con el sable apuntaba hacia donde estaría el monstruo, diciendo algo alterado: -¡Tenemos que irnos ya!¡Antes de qué...!- Fue entonces cuando empezó a fijarse en los detalles. Lo primero fueron los dos cortes que tenía en la cara, aunque lo que de verdad le dio miedo fue el dedo en cuanto vio la mano. -Oh dios, ¿cómo te ha hecho eso?- preguntó horrorizado con la dolorosa posición del índice. Esperaba que en el torreón tuvieran algo para entablillarlo o curarlo en la medida de la posible, eso ya no tenía nada que ver con las espinas y los cortes.

El lloriqueo del ente le hizo mirar preocupado, en guardia por si decidía atacar. Pero nada más lejos de la realidad. Estaba acurrucado allí, repitiendo una y otra vez un nombre entre lamentos. Aunque algo reticente, el neoyorquino bajó el arma lentamente. -(¿Qué cojones pasa en esta ciudad?)- se cuestionó sin tener ni idea de una explicación para lo que estaba viendo. ¿Una bestia salida de una retorcida pesadilla, de la que estaba sintiendo algo de pena a pesar de las heridas de su compañera? Bien podía ser una farsa, pero...

Prefirió dejar a un lado esos pensamientos. Si había decidido dejar de atacarles, no sería él quien no aprovechara el momento para seguir buscando a Serena y alejarse de allí cuanto antes, por si acaso. -Vámonos, antes de que perdamos a los dos.- se limitaría a decir todavía con algo de preocupación pero con la adrenalina más relajada. La pregunta era ¿hacia donde habían ido? Miró hacia atrás, buscando algún sitio al que podrían seguido huyendo. No había visto hacia donde había ido Abel, así que iba a estar más complicado. Rick intentó pensar con lógica entonces. -(¿Dónde iría para estar tan protegido como en el torreón?)- La respuesta no tardó en verla, más que nada porque era lo que más llamaba la atención si miraba en esa dirección. -Puede que hayan ido hasta el faro. Podríamos mirar- propuso señalando al edificio que brillaba en la distancia.

Una pequeña sonrisa se formó en sus labios cuando la lanza dio en el objetivo. Era un buen comienzo, aunque no sabía cómo de útil. Podía seguir apuntando a otros ojos, sí, pero dudaba mucho que esa cosa pudiera siquiera morir por muy ciega que lograse dejarla. Tampoco era como si su mente contemplase otra opción que esa, luchar hasta el final y morir. Durante un breve instante, cuando la siniestra nana paró, casi pudo pensar que era una buena señal, pero entonces llegaron los gritos desgarradores, el lamento, y aquella postura que de haberla hecho alguien de carne y hueso y no algo de hueso y oscuridad daría lástima.

Entonces las sombras empezaron a descender por la lanza, y a moverse. Aquella pequeña victoria no iba a ser suficiente, estaba claro. Era en ese momento donde moría, como sabía que iba a pasar desde que aquella cosa había aparecido demasiado cerca de ella atravesando paredes. No le tenía miedo a morir, era algo que había aceptado que pasaría en aquel momento, pero sí le tenía miedo a que aquella cosa la matase de una manera horrible y dolorosa. Cerró los ojos al notar la oscuridad en su mano, y se resignó a morir.

Pero la muerte no llegó nunca. Lo que si llegó fue la presión en su mano, los cortes, los mordiscos. Y el dolor. El grito de alguien que no identificó sonó demasiado cerca como para que hubieran seguido corriendo. Notó algo en el cuello, en la cara, en el cuerpo. Dolía, pero no quería gritar. Quería ser fuerte, y apretó los dientes con fuerza cuando notó chasquido antinatural. Abrió los ojos despacio, para encontrarse con el monstruo hecho una bola en medio de la calle, continuando con aquellos sollozos. ¿Por qué había parado de atacarla? Podía haberla matado, la lanza se le había caído y…«La lanza, tengo que recoger…» Al bajar la vista al suelo se topó con su mano, llena de sangre. Los cortes y los mordiscos que le había provocado la oscuridad eran una cosa, por imposible que fuera, pero aquel dedo en aquel ángulo fue su mayor preocupación. Necesitaba colocárselo en la posición correcta y entablillárselo cuanto antes, pero volvían a faltarles medios.

Se quedó allí, inmóvil, sin saber reaccionar a nada. Hacía unos segundos no contaba con seguir respirando, y ahora solo podía mirar alternativamente al monstruo y a su mano, sin entender cómo algo podía causar ese destrozo y luego simplemente… ¿sentarse a llorar? Ahora si identificó la voz. Rick. Le miró, con la respiración aún acelerada y una expresión desconcertada en la cara.
—No lo sé. Era oscuridad, y luego empezó a apretar… —le tembló la voz, y se calló unos segundos para que Rick no lo notase—Y luego se partió.
Se llevó la mano a la cara, a donde había notado los latigazos, y aunque no le sorprendió notar sangre tampoco le hizo gracia. Si apenas se habían podido curar las heridas de las espinas, aquello...  

Recogió la lanza del suelo, con cuidado de no rozar el dedo roto, y se la tendió a Rick. Iba a ser mejor que la llevase él, pero se negaba a ir perdiendo más armas por la ciudad. Ya bastantes peligros tenían. Asintió a su afirmación de irse y buscarles. El torreón podía estar más cerca, pero se negaba a volver sin Serena o sin la comida, cualquiera de las dos.
—¿Sabes hacia dónde han ido? —Kalna les había perdido cuando se giró, y esperaba que al menos Rick hubiera visto en que dirección habían corrido.
Parecía que no del todo, porque hablaba en supuestos, pero la idea del faro le pareció tan buena como cualquier otra. Agarró mas fuerte el escudo y echó a correr tras Rick.

Sigue en el Faro

Tal y como dijo, lo primero que hizo nada más salir, aparte de anclar una burbuja insonorizadora a los tres, fue avisar a los mercenarios de la Brecha a través de su nuevo comunicador, resumiéndoles brevemente pero sin omitir los detalles importantes qué había averiguado y hacia donde se dirigían. Así mismo, les dijo que por lo que sabía ellos tres deberían ser capaces de enfrentarse al krampus, pero desconocía si podía tener cómplices y, en ese caso, la cosa se podría complicar considerablemente.

En cuanto llegaron las monturas de Jace y Kimbra, la nebulomante aceptó la petición del dullahan de subirse en Ares con él. Hubiese utilizado el hechizo de vuelo de no ser así, pero ni le venía mal ahorrar magia por si acaso, ni podría ir tan rápido como el ave de humo sin gastar una considerable cantidad de esta. Por el camino terminó de ultimar los detalles con el grupo de mercenarios, y tanto antes de despegar como durante el trayecto conjuró más hechizos de protección: por lo de pronto la invisibilidad era una prudencia que no iba a dejar pasar, aparte de añadir refuerzos a todas las barreras mágicas que ya llevaban ancladas. No se encargó ella sola de los hechizos, pero teniendo en cuenta su mayor facilidad para obtener reservas y capacidad frente a sus dos amigos, sí de la mayoría.

Mientras aterrizaban en el Barrio de los Mil Dioses y se reunían con Kimbra esperaba que aquellas protecciones fuesen suficientes. Decidió lanzar enseguida un hechizo de niebla mágica, otro de aumento de la percepción sensorial ya que usar su niebla era arriesgado otra vez y por último intangibilidad.
—Estoy buscando a Yukael —les informaría a sus amigos, sus ojos velados por el hechizo de niebla mágica—. Confío en que podamos movernos sin que nos detecten por ahora…

Lo cierto es que no fue particularmente difícil dar con él. Les señaló a Jace y Kimbra un edificio en particular y les describió lo que veía.
—Yukael está ahí y es tal y como lo ha descrito Mízcalo. Está preparando algo ahí dentro. Alguna clase de ritual. De momento no veo a nadie más…
Los mercenarios de la brecha hablaron a través del comunicador para asegurarles que se encontraban ocultos cerca y también estaban observando la situación. Además, al parecer también venían Tayron y Sinceridad de camino, avisados por Jack. Le pareció adecuado ya que el único nombre que habían oído era el de Mónica. La idrina se lo agradeció y decidieron que esperarían de momento. Seguía buscando con la niebla mágica la presencia de otras personas, ya fuera Mónica, cualquiera de los demás desaparecidos, o un desconocido.

Ares les sobrevoló para que localizarle en la primera calle amplia que encontraran nada más salir de los bajos fondos fuera fácil. No volaron muy alto para que la altura no les separase de Kimbra y Ámarok, permitiendo que cualquier hechizo que casteasen Irianna o él pudiera llegar también a la rakshasa y viceversa. Fuera del ejército Jace no usaba tanto la magia como para tener nada mejor en lo que gastarla, asi que recibir un bocado en su recarga no le apenaba. Si acaso aquella situación la requería incluso más.

Tras bajar de su montura el dullahan esperó a las órdenes de Irianna de brazos cruzados, apoyado contra el cuerpo del animal. Tener refuerzos le provocaba tanta seguridad como inquietud, y aunque venía siendo consciente de la naturaleza del caso desde que su amiga les había contado todo con máxima seriedad, ahora es cuando empezaba a sentir realmente su magnitud. Para apaciguar cualquier nervio se sacó un cigarro del bolsillo superior de su chaqueta y lo encendió con una runa que había anclado a la punta del papel antes de liárselo para que prendiera solo. El humo del tabaco se mezcló con el de su cuello antes de expulsarlo.

“¿No ves a nadie más?” dijo abandonando su comfort sobre las plumas de Ares para ver mejor el edificio que la nebulomante les señalaba. “¿Ni siquiera a los secuestrados? Eso… ¿eso es bueno o malo?”

Si aún estaba preparando el ritual significaba que aún no había hecho lo que fuera que quisiera hacer con sus víctimas, o al menos no con todas. Lo mismo no las necesitaba vivas, pero prefirió ahorrarse el fatalismo para sí. Jace no era el cerebro del grupo (sorprendentes declaraciones, lo sé) y visto que esto era mucho más delicado que perseguir a una persona mohosa no cometería la imprudencia de lanzarse de cabeza -o de cuello- contra la casa sin recibir antes la órden de como y cuando.

“¿Dónde está y cómo entramos? ¿Tiene sótano? ¿Reventamos el techo y le caemos encima?”

Kimbra asintió ante las palabras mentales de Irianna mientras tocaba el silbato que siempre llevaba al cuello y que llamaba a Ámarok a varios kilómetros a la redonda. La demonio estaba bastante confiada sobre que los tres fueran capaces de enfrentar solos a Yukael, pero también estaba de acuerdo con Irianna sobre necesitar refuerzos en caso de que tuviera cómplices.

La krabelinense cabalgó a lomos de Ámarok bajo el vuelo de Ares, asegurándose siempre de ir a la misma velocidad para que ninguno de los dos se adelantaran. No era la primera vez que Ámarok y Ares coordinaban su marcha, por lo que tampoco fue algo de lo que se tuvieran que preocupar activamente mientras cada uno lanzaba los hechizos necesarios cubriéndolos a los tres por igual.

Una vez llegaron al Barrio de los Mil Dioses, Irianna les señaló el edificio donde Yukael parecía estar haciendo un ritual.

-¿Es posible que los tenga retenidos en otro edificio colindante? -preguntó tras Jace, bajando del lomo de Ámarok.

La mirada de la demonio viajó por el edificio analizando las posibilidades, aunque las opciones que ofreció Jace no le parecieron tan malas.

-Podemos entrar por distintos puntos y emboscarle -sugirió.

El Barrio de los Mil Dioses. Un laberinto de calles a medio derruir repleto de escombros y templos a medio hacer. Tayron no tenía muchos motivos para ir a ese lugar. No creía en ninguna deidad. Y tampoco tenía muy buenos recuerdos. La última vez que salió de allí lo hizo completamente empapado de sangre tras acabar con la vida de un gran grupo de hienas. Por aquel entonces Dafne seguía siendo de carne y hueso y algunos de sus amigos continuaban con vida. Fue una de las primeras victorias que sumó el grupo antes de la derrota aplastante que sufrieron meses después a manos de la ciudad.

La sensación era amarga. Todos los fragmentos de su cosecha lo eran en realidad al estar empapados de personas que, muertas o no, habían salido de su vida.

No sabía de Sox, ni qué era de la vida de Siete o Arcan. Muchísimo menos a qué se dedicaban ahora Rádar y Obel, o incluso Lorenzo.

Joder. Es que había perdido a todo el mundo. El resto de personas con las que había convivido estaban muertas. Sakrilt, Fahran, Charlie, Daer, Nad, Inna, Eorlir, Hyun.

La lista seguía. Pero no pensaba alargarla. La mirada del lémur se dirigió unos segundos a Sinceridad, la única superviviente viva que conoció a su versión más estúpida e imprudente de hacía casi tres años atrás.

Sólo quedaban la argos magnética y él. Y bueno, quizá todavía Mónica.

—Llegó la caballería —susurró el belga justo cuando se arrodilló junto a Dama Enigma y sus amigos, a quienes todavía no podía reconocer debido al hechizo de invisibilidad que poseían. Al parecer tenían información verídica sobre un tal Yukael. Jack logró avisar a la roquense, y ésta no tardó en hacer lo propio con él para dirigirse al lugar y echar una mano en todo lo que pudieran. Un arrebato de suerte quiso que le pillaran cargado hasta los topes de magia dado que se encontraba charlando con Aurelius y Ancas en su habitación. En cuanto le fue posible conjuró el sortilegio de vuelo sobre sí mismo para seguir el ritmo de Sinceridad. Después siguieron los hechizos más comunes, protecciones básicas y el encantamiento de invisibilidad para quedar ocultos.

De no ser por los amuletos de telepatía no hubieran podido comunicarse con la bruja y saber su posición exacta. Aún se encontraba confuso por escuchar una voz en su cabeza pero el lémur se obligó así mismo prestar atención a lo que tenía en las narices. Resopló, sus dedos negros aún chisporroteaban magia, no estaba cansado pero volar no era un hechizo que hubiera practicado demasiado así que le había costado no estamparse contra un muro varias veces.

—Me llamo Tayron —se presentó en voz queda para los compañeros de la detective—. Me encantaría decir que estoy encantado de conoceros pero el panorama es una mierda.

Apretó el brazo de la argos a su lado en un gesto de cariño como si quisiera controlar sus nervios por más que solo tratara de consolar los suyos. No creía en ninguna divinidad, pero le estaba rezando a todos los dioses paganos y del inframundo para que la española estuviera sana y salva.

Cuando su jefe le avisó, la roquense no podía creérselo. De veras que iban a ayudar en la investigación, pero además iría mucha gente y eso le llenaba de orgullo. Igual que cuando ayudaron en el Macetero a apagar los fuegos. Que tanta gente se uniera por una causa en aquella ciudad... le recordaba a sus misiones de salvamento o extracción en Tierra Bruja. Así que avisó, se armó y partió hacia el lugar con su buen amigo Tay. Fueron volando, uno con su magia y la otra con sus alas, y bien pertrechados con los hechizos del lemur.

Conocía poco el lugar donde les habían citado, pero allí estaban apostados los diferentes grupos y con eso bastaba. Fueron al encuentro de Irianna, que estaba con algunos más. Sinceridad estaba tensa y necesitaría un momento para calmarse. No sabía qué pasaría si detectaba a su amiga o cualquier indicio de los desaparecidos, pero no quería cometer ninguna estupidez. Miró a los demás y se centró en el problema principal. Había un tal Yukael llevando a cabo una especie de ritual y solo con lo que podía implicar eso en Rocavarancolia ya le apestaba a mucho peligro. En silencio pero con una sonrisa, agradeció el apretón cariñoso del lemur ya que se la comían los nervios.
—Y tan mierda. ¿Qué necesitáis, cómo puedo ayudar?

Respondió a Jace y Kimbra con un tinte de urgencia en su tono, sin dejar de buscar con la niebla tanto en el propio edificio donde estaba Yukael como en los colindantes y siguiendo por otros más lejanos.
—No… Es extraño. He buscado en otros edificios ya. Y me temo que no sé la respuesta a esa pregunta —le diría al humano cuando inquirió si se trataba de algo bueno o malo.
Tampoco tenía nada claro cómo responder a las otras cuestiones del dullahan, a excepción de lo más objetivo.
>>No está lejos de la puerta: ese edificio está medio en ruinas. Hay hechizos alrededor: mínimo una barrera protegiendo el lugar donde parece que va a llevar a cabo un ritual, pero es posible que haya más —describió lo que podía ver con claridad.

En ese momento llegaron Tayron y Sinceridad a los que saludó breve pero cordialmente. La presentación del lémur era más que comprensible dadas las circunstancias, al igual que el hecho de que Sinceridad fuese al grano.
—Bienvenidos, estábamos empezando a planear cómo actuar, pero no lo tenemos muy claro. Tal vez la opción que ha propuesto Kimbra de cubrir varios puntos sea la mejor idea… —se dirigió entonces hacia la roquense en particular—. Estoy buscando con la niebla mágica la presencia de más personas, pero solo veo a Yukael. ¿Quizás tu visión de argos pueda ver algo que el hechizo no?

Esperaba que fuera así, porque ella seguía sin ver absolutamente nada. Incluso cuando el krampus sacó una tablilla e hizo algún tipo de hechizo con ella.
—No sé qué está haciendo ahora, pero tiene un artefacto mágico —describió para los que no estuvieran observando el interior y escaneó una vez más todo el edificio y los alrededores lo más rápido que pudo—. Reflejo, aparte de eso ningún cambio… —maldijo— ¿Sinceridad?

Hacía mucho pero muchísimo tiempo que no estaba en una situación así. Las misiones de extracción en las ciudades del Coro de Roca Sagrada consistían exactamente en esto mismo. Se informaban, rastreaban a secuestradores hasta dar con los lugares donde retenían a las víctimas, se citaban allí y esperaban el momento idóneo para rescatarles. La única diferencia era que ahora contaban con la magia y las bendiciones de la Luna Roja... y se enfrentaban a peligros también dignos de la ciudad. Nada que pudiera estar a la altura del Coro.

Así que esperaron y esperaron mientras la bruja les describía lo que iba ocurriendo... hasta que la nombró. Entonces, la tierrabrujeña asintió levemente, tomó aire y volvió a fijarse en el edificio. Hasta entonces todo estaba igual, endiabladamente igual sin alteración alguna... y de repente ya no. Había más gente, habían aparecido de la nada... ¡No podía ser! Pero lo era, no había ninguna duda. Tanto que quien estuviera en su radio de visión podría ver cómo se le erizaba la cresta de plumas de la cabeza. De inmediato levantó el puño derecho y tras un rápido vistazo para confirmar levantó tantos dedos como gente encadenada estaba viendo, y miró a Irianna.
—Acaban de aparecer Mónica y unos cuantos más. Creo que los ha traído con magia. En el sótano del edificio, a esa altura —señaló—. Están inmóviles, encadenados, pero creo que están vivos. Él no está aún no está con ellos, así que tenemos una oportunidad —dijo, rápida y seria, lista para actuar. Después, cogió el brazo de Tay igual que hubiera hecho él minutos antes—. Podemos ir nosotros mientras le acorraláis entre los demás, ¿qué os parece? Entrar, agarrar y salir. Con tu magia y mi transformación nos apañamos —dijo finalmente para Tay, como para darle seguridad.

A Sinceridad le había preocupado que quisiera gritar y lanzarse a por todas si alguna vez encontraban a Mónica, pero vio, sorprendida, que no le estaba pasando eso. Había creído perder la templanza de las misiones de Tierra Bruja y sin embargo estaba serena y concentrada desde el instante en que había visto a su amiga de cosecha. Sería la adrenalina o el miedo a que mataran a su amiga delante de sus ojos.

El dullahan ya estaba tramando en coger con Ares el casquete más exagerado que hubiera entre las ruinas para tirárselo por todo lo alto a Yukael y su estúpido ritual de los cojones, y es que estar a la espera le estaba poniendo negro. Por supuesto no era tan idiota para proceder de verdad… Aún. Irianna no veía a los secuestrados y él se sentía tan impaciente como la navidad que pidió la PlayStation 2. Ahora más que esperar a Santa, estaba esperando que su compinche la cagara de alguna forma.

Dos chicos aparecieron entonces- no. Un chico y un- un algo. Jace estaba tan confuso que su humo hizo momentáneamente la curva de una interrogación, siendo el punto su cuello, y es que no estaba entendiendo que es lo que estaba viendo. Primero había sido la persona seta mohosa y ahora… un pájaro gigante jorobado con los brazos excesivamente largos y una cantidad grotesca de ojos que por alguna razón evitaban su cara. Tuvo que cerrar físicamente la garganta y la mente para no decir nada. Pero es que… ¿¡Qué cojones era eso!?
Bueno, bien, esta vez no había gritado, no tener cabeza era no poder poner cara de asco, pero ninguna de esos puntos suavizaba que Ares se hubiera hinchado como un erizo respondiendo a la hostilidad que el dullahan sentía, o que hubiera solidificado su puto kukri y ahora lo sostuviera con nudillos blancos. Cuando el chaval con pintas afines a su rollo punk se presentó y su amiga habló con ellos con la naturalidad de quien ya les conoce se relajó un poquito, trivializando el hecho de tener un arma en mano como si fuera una cosa que estaba pensadísima de antes. Estrategia, claro, listo para el combate, para naaaada contra ellos. Levantó una mano a modo de saludo, escueto y robótico.

“Ey”.

El pájaro bloodborne resultó ser extremadamente útil, y es que con los chopecientos ojos que tenía podía atravesar paredes rollo Superman para dar justo con lo que estaban buscando: las víctimas. Más que salvar a nadie él quería reventar de hostias a Yukael, así que la idea de la sincera le pareció excelente. Su kukri se deshizo, dejando sitio en sus manos para un hacha de guerra bastante más divertida de usar.

“Me parece de súper puta madre socio. Y cuanto más ruido hagamos nosotros con él, menos putadas para vosotros sacando a los secuestrados. Entiendo que tenemos que hacerle cantar y no cargárnoslo, ¿no jefa?”

Aún les quedaba entrar pero estaba bien ir haciéndose al cuerpo de lo que podía hacer y qué no.

Mientras Irianna contestaba a las preguntas, Kimbra intentó captar notas discordantes del ambiente con sus sentidos, por lo que la llegada de los dos individuos no le pasó desapercibida. Al principio, todo su cuerpo se puso en tensión y la demonio estaba lista y preparada para cualquier ataque que pudiera llegarles por su parte, pero la aparente tranquilidad en la reacción de Irianna a su presencia hizo que sus ojos dejaran de enrojecerse. La nebulomante parecía conocerlos y, aunque no los recordaba como pertenecientes a los Mercenarios de la Brecha, los cuales sí sabía que habían sido avisados por su amiga, la krabelinense rápidamente dedujo que se trataban de otro tipo de refuerzos, quizás conectados de alguna manera con alguno de los secuestrados.

Si bien el saludo de la engendro se limitó a un asentimiento de cabeza en reacción a la presentación de Tayron, tampoco se perdió la reacción de Ares a la tensión del dullahan y, en consecuencia, la de Ámarok, contagiado por su compañero.

-Ámarok -susurró aunque de forma firme como advertencia, tanto para que su montura relajara su rigidez, como para que dejara de verse contagiado por su compañero volador.

El saludo de Jace, a su vez, pareció relajar un poco la propia tensión de sus hombros, por lo que Kimbra decidió restarle importancia por el momento, permitiéndose volverse a centrar en el plan.

-Podemos alejarlo lo máximo posible del sótano para que podáis maniobrar con libertad -sugirió al plan con seriedad, antes de girarse hacia Jace con una ceja levantada-. Y en caso de que podamos, ¿vas a compartir? -preguntó, haciendo una sugerencia sutil sobre sí, de poder matarlo, el dullahan planeaba simplemente cortarle la cabeza o le permitiría a Kimbra divertirse un poco antes.

Dama Enigma les dio la bienvenida nada más llegaron a su encuentro. Tayron continuaba con los brazos tensos cual troncos de un árbol milenario, así que no le prestó mucha atención al hecho de no conocer del todo a los acompañantes de la bruja. Solo pegó un pequeño respingo cuando escuchó aquel "Ey" en su cabeza, estaba seguro de que le sonaban de alguna parte y de que, aún invisibles, a aquellos sujetos les acompañaban sendas bestias.

La situación fue la siguiente. Por mucho que el lémur invocara su propia niebla mágica no fue capaz de ver más allá de lo que contemplaba la Idrina. Se quedó con aquella imagen mental del tal Yukael y apretó los puños, pero sus habilidades encontraron un tope pronto. Por fortuna los dones de su amiga parecían estar hechos a medida y la argos divisó exactamente lo que necesitaban.

—Con mi magia... eh... sí —respondió a Sinceridad, todavía aturdido porque Mónica se encontrara entre aquel grupo de gente encadenada. Jadeó, permitiendo que sus pulmones expulsaran el aire que había contenido tras comprender que la española todavía continuaba con vida. Las cosas podían ponerse feas si alguien metía la pata. ¿Y si no estaba a la altura? Ya no se encontraba practicando hechizos con muñecos de paja. Los objetivos eran móviles y se jugaban la vida, tanto la propia como la de los secuestrados— Está bien está bien, vamos a echarle huevos —declaró, dándose un par de palmadas en la cara para concienciarse.

En otras circunstancias le habría hecho gracia la manera de hablar de aquel muchacho. O se habría preocupado en averiguar qué es lo que tenían planeado repartirse. Pero no tenían mucho tiempo.

—Avisadnos cuando hagáis vuestra mierda para hacer nosotros la nuestra —masculló, incorporándose para tomar una posición alejada de la de ellos—. Suerte —se despidió, obligándose a serenarse.

Era un buen plan... ¿No?

Miró en la dirección que provenía la voz de Sinceridad, que casualmente era la única que podía verla debido a su transformación, cuando esta describió lo que veía. Casi no se lo podía creer: era cierto. Mónica estaba allí, y al parecer más personas. Lo más probable es que fueran varios de los demás desaparecidos, aunque estaba segura de que no iban a tener tanta suerte de que estuviesen todos. La roquense habría afirmado que se trataba de un buen número de gente de ser así y… Bueno, era mejor no profundizar demasiado en ello. Necesitaba centrarse en el presente y en salvar a Mónica y a quien más estuviese allí.

En otras circunstancias se habría reído al ser llamada “jefa” por Jace, pero no podía detenerse en detalles triviales como aquel y se limitó a responder a su pregunta.
—Sí, hay que atraparlo con vida: cabe la posibilidad de que sea el culpable de muchos más secuestros y tenemos que interrogarlo.
Se calló, no obstante, sus suposiciones más funestas que implicaban que, incluso si era así, las probabilidades de que no se encontrasen con vida no eran precisamente bajas. De todos modos, sonsacarle la mayor información posible era igual de importante fuese cual fuese el estado de sus otras potenciales víctimas.

También decidió ignorar el comentario de Kimbra acerca de cumplir precios y centrarse en el que lo había precedido.
>>Estoy de acuerdo con eso: lo más importante es alejarlo primero de los secuestrados. Estoy segura de que debe de tener hechizos de protección y de alarma. Aunque salten los segundos no debería importarnos mucho: puede que incluso nos beneficie para que centre la atención en nosotros. Empezaré desplegando mi niebla y creo que conjuraré un hechizo de disipación potente para intentar deshacer al menos una parte de los hechizos defensivos. Me colocaré por encima todavía invisible: ¿podéis encargaros de atraer su atención en la dirección opuesta de donde nos encontramos? —les preguntaría a sus amigos.

A continuación les preguntaría a la argos y el lémur si tenían comunicación directa con Jack (aunque teniendo en cuenta la visión de la roquense en realidad no era ni siquiera necesario) y les diría que tratasen de llevar a los secuestrados hacia su posición: ellos podían encargarse de protegerlos mientras emboscaban a Yukael. No les sugeriría nada más, pues eran libres de actuar como quisieran a partir de ese momento e imaginaba que podían preferir tanto permanecer junto a Mónica para ponerla a salvo o ayudarles con la encerrona al krampus.
—Suerte también —le devolvió el deseo a Tayron—. En cuanto veáis que Yukael se centra en nosotros no lo penséis más. Por lo que sabemos no es la persona más inteligente de esta ciudad y no parece haber nadie más con él… Al menos de momento.

Sinceridad habría sabido seguro si hubiese alguien más, de todos modos precisamente por si aparecían cómplices era el motivo por el que había pedido la ayuda de los mercenarios de la Brecha. Gracias a la visión de la argos esta podría saber al instante si así era por muy protegidos que estuviesen contra hechizos de búsqueda y rastreo como parecía haber sido el caso con el sótano.

La bruja suspiró para sí, mentalizándose. Si nadie tenía más preguntas ni quería añadir nada más levitaría en dirección al tejado del edificio, lista para desplegar su niebla y llevar a cabo lo que se había propuesto.

“A parte de las cabezas ¿hay algo que no comparta contigo, hermana?” preguntó de vuelta a Kimbra. En realidad se le ocurría una buena serie de cosas que no compartiría con ella.

Sin embargo y como era de esperar, Irianna necesitaba a Yukael vivo. Un pequeño “fo” de decepción sonaría en la mente de la krabelinense. El krampus no sería su primer cobro totalmente inmoral, una pena porque visto lo visto el tío se lo merecía. Por supuesto Jace no se quejó más allá de eso, no estaba tan malito todavía y se conformaba con poco. Irianna les acababa de pedir que llamasen su atención, dar un espectáculo era más que suficiente para tenerle contento y dando pequeños saltos en el sitio, con el hacha alzada por encima de sus hombros como un estandarte de guerra.

“¡JA! ¿Reventar alarmas y hacer ruido? ¡No me lo pidas dos veces!”

Profiriendo pequeñas risas de malas intenciones y canturreando por lo bajini “a liarla, a liarla” el dullahan seguiría a Irianna hasta la casa. A lo mejor era buen momento para cambiar el hacha por el bajo de humo. El chaval de pelo verde no podría verle, pero se volteó a él como si sí para hablarle.

“No va a hacer falta que os avisemos, ¡lo vais a oír en seguida!”