De estrellas, dioses y hogares

La cercana había agradecido cada estrella que nacía en el cielo por dos motivos: el primero era que, en la Cercanía, ver las estrellas era un fenómeno extraño, algo por lo que pedir deseos de pequeño; el segundo, porque cada una era un punto de luz, un foco apuntando a la ciudad que hacía la noche menos obtusa para sus ojos nocturnos. Era muy temprano todavía, pero el sol ya se había puesto en Rocavarancolia y el aire se movía de forma agradable, transportando con él un frescor que la cercana agradecía.

Ulmara guardaba silencio, sentada en el patio junto al resto de sus compañeros, pero también abstraída. Recostada contra el muro, intentaba comunicarse con Aramara mientras mantenía la vista en el firmamento y contaba puntitos. Su mano izquierda descansaba contra el pecho, cerrada alrededor de su colgante para hacer de aquel rato algo más agradable. Desde hacía semanas, el olor del colgante había sido siempre el mismo y eso la preocupaba.

Sin embargo, cada día que pasaba en Rocavarancolia, el silencio que le devolvía Aramara resultaba más pesado y ella se cansaba antes de intentar alcanzarla. Parecía inútil y, para eso, prefería entablar conversaciones con sus compañeros, que no solo la hacían sentir más segura de lo que posiblemente estaba, sino que además, al contrario que ningún dios, respondían bastante a menudo.

Por eso mismo, aprovechó un silencio grupal para hacer una pregunta que a lo mejor no era la más interesante, pero era la que se hacía:

—¿Creeis que Pefka lleva razón? ¿Que las estrellas están abriendo paso a sus diosas lunares? —preguntó sin agachar la mirada, todavía concentrada en el cielo—. Me pregunto cómo son en realidad —añadió. Aquello valía tanto para las diosas como para las estrellas.

El frío en el patio era sobrellevable. Caía la noche e Iemai se había tapado con una manta vieja para acompañar a sus compañeros al exterior. Las estrellas no dejaban de ser un gran misterio para ellos por sus características atípicas, algo para lo que ni Iemai había encontrado alguna explicación. Sucedía y punto, pero no podía ser algo malo.

A la cercana le resultaba agradable la presencia de las estrellas en el cielo, poder verlas. A medida que la ciudad se volvía más fría, al menos el cielo nocturno se volvía más cálido. Para ella, como mínimo, las estrellas eran un buen presagio.

—No tengo ni idea —respondió a Ulmara con sinceridad—. ¿Acaso no tendrá cada plano sus propios dioses? O cada individuo —añadió lo último en voz baja. Iemai no sabía poner nombre a cómo se sentía acerca de las creencias religiosas, mucho menos ahora que sabía que cada cultura tenía las suyas. Los dioses podían existir o no hacerlo, pero lo que tenía claro era que, de existir, no tenían demasiado interés en sus propias creaciones.

La aparición de las estrellas en el cielo habían sido algo surgido repentinamente y era algo que había terminado llamando la atención. ¿Cómo no hacerlo? Un cielo completamente oscuro durante largo tiempo de pronto era salpicado de una brillante estrella luego otra, y otra y otra. Noche tras noche, como si alguien estuviera dejando caer pequeñas y brillantes joyas, en un cuentagotas, sobre un manto negro.

A Rua al inicio le había parecido extraño, incomodado en cierta forma. Ella estaba acostumbrada a ver estrellas, a ver la luna. A cielos claros donde no parecían existir la oscuridad total, incluso había llegado a las auroras boreales, tan diferente a la oscuridad de aquella ciudad.

Aquella noche sin embargo se había reunido en el patio a verlas. Rua se había sentado en el suelo, apoyada contra el muro cerca de la entrada, con una pequeña manta cubriendo sus piernas incluso si no hacia frio realmente, ella estaba más que acostumbrada a este, y con una taza de leche caliente en las manos, a falta de chocolate. Eso sí le recordaba a una noche en su casa, en su balcón, hecha una bolita bajo una manta mientras miraba todo desde allí.

En el silencio existente de los allí reunidos, la voz de Ulmara fue la primer en cortarlo. Y lo hizo con una pregunta bastante mística.  No era algo nuevo lo que preguntaba, sin embargo, no era un misterio para nadie las palabras de Pefka. Rua no era especialmente creyente en lo que a dioses se refería, no es que pensara que todos pudiera explicarse de una forma completamente racional, el hecho de poder hace magia había derrumbado parte de esa creencia para empezar.

- No sé, pero…seria inusual ¿no? A saber a cuantos años luz nos encontramos cada uno de nuestro planeta original– añadió con suavidad, no porque desmintiera la creencia de Pefka, pero Iemai tenía razón ahí, cuando Pefka hablaba de las diosas de su mundo siempre hablaba de dos lunas y eso chocaba con lo que tenían en la propia Tierra y seguramente con el mundo de alguno más de los presentes. No debería ser igual.- En la Tierra ni siquiera tenemos dos lunas, solo hay una- añadió Rua suavemente asintiendo a las palabras de Iemai- Y si me pusiera hablar de dioses de mi mundo y como cada cual simboliza algo distinto en relación a la luna y estrellas, no terminaría nunca. Supongo tambien pasaria con ustedes- añadió suspirando levemente tomando un sorbo de su leche caliente, mirando hacia el cielo de forma distraída.

La aparición de las estrellas y de auroras en el cielo había asombrado al frivy estos días. Hacía de las noches algo mucho menos amenazador y mucho más relajante y hermoso. Aquellos días no era raro verle subir a la azotea mientras Kiki estudiaba a tan solo contemplar las ruinas de la ciudad alumbradas ligeramente en la noche por los vórtices incompletos y las escasas estrellas.

Se encontraba sentado envuelto en una manta, con su suerte de bufanda y un té caliente entre las manos. El frio parecía pasarle bastante factura al frivy incluso después de tantos meses aclimatado. Escuchó con calma a los demás pues su opinión y su mundo parecían los más dispares del grupo en ese tema.

-No sé si guiar o abrir paso a dioses pero yo creo que estamos conectando de alguna manera con todas partes. Que cada estrella es de un lugar distinto. Después de todo este es el lugar que conecta todos nuestros mundos. -Le dio un sorbo al té pensativo en lo que decían y en las posibilidades. La magia era ya de por si tan especial que la existencia de dioses ya no se le antojaba tan raro.

-Es verdad, ¿a qué llamáis planos? -Siguió la pregunta de Fleur considerándola bastante buena en la situación.

Ulmara parecía abstraída, con la mano todavía en el colgante y la mirada perdida en un ladrillo concreto de la fachada. El regalo de su padre evocaba el frescor del bosque en una noche húmeda, de niebla espesa, y los recuerdos que venían con el aroma la ayudaban a relajarse a pesar de las múltiples capas de terror que rodeaban el secuestro y el encierro. Sin embargo, no estaba distraída en absoluto.

—Puede ser —dijo tras la cercana, sin alzar mucho la voz.

Todo lo que giraba en torno a los dioses era más sencillo cuando solo existían los suyos, Rocavarancolia les había encerrado en una ciudad de mierda, pero a la vez había abierto sus horizontes y les había demostrado que el universo comprendía muchos más planos de los que conocían. Ulmara se preguntaba si no sería Rocavarancolia el centro de la existencia, conectando con todos los planos posibles. Rua les habló de los cielos terrestres y utilizó una expresión por la que, sin duda, preguntaría más tarde (años luz) y Nery’s les contó una teoría que le hizo mucha gracia.

—Entonces es posible que esté viendo estrellas de la Cercanía que no había visto antes por culpa de la niebla —conjeturó—. Aunque nuestros dioses no rigen ninguna —añadió, al respecto de lo que había hablado Rua. Luego volvió al tema de los planos para responder a Fleur y al frivy—. Son… O más bien creo que son —se corrigió— lo que vosotros llamáis mundos. Las distintas capas de existencia. La Cercanía, nuestro mundo, está superpuesto con la Lejanía. Cuando nuestro cuerpo es demasiado viejo o recibe daños irreparables decimos que pasamos de la Cercanía a la Lejanía, nuestro… ¿Espíritu? Se alza como lejano y abandona el plano terrenal, es translúcido e intangible, como el bibliotecario, y permanece con nosotros antes de encaminarse hacia lo Desconocido y desvanecerse.

>>No sé… —no sabía muchas cosas, ni siquiera por dónde seguir hablando, las ideas que habían sido sagradas e inamobibles ahora se deshacían en su lengua. Tenía miedo de hablar de la muerte, de pensar en la suya propia—. Supongo que esto forma parte de lo Desconocido, de alguna manera.

Rua utilizó un término que la cercana no pudo comprender, pero no preguntó a qué se refería exactamente. Cada uno podía hacer interpretaciones muy diferentes en base a su cultura, y era exactamente lo que estaba pasando con cada intervención. Iemai no habló de su visión de todo aquel asunto, le parecía irrelevante agregar lo que podría haber dicho en otras circunstancias. Ya no creía en nada de eso.

Sus compañeros se interesaron por la existencia de los planos, un concepto que no acababa de encajar con lo que sus compañeros comprendían como mundos, ya que en el caso de estos no se solapaban en la misma realidad. Era un error mezclar mundos y planos, pero también un reflejo difícil de perder si se era cercano.
—Yo creo que los planos no son lo mismo que los mundos. Nunca hemos tenido contacto con ninguno de sus mundos antes. Lo más probable es que cada mundo tenga sus propios planos. A lo mejor tiene razón Nery’s y Rocavarancolia es un sitio donde se unen los mundos y los planos, y por eso estamos todos aquí —agregó.

Iemai no dijo nada acerca de los lejanos, ya que para ella era algo completamente natural, pero era consciente de que el resto de sus compañeros no estaban tan familiarizados con el término.

Siempre que los científicos hablaban acababa surgiendo el tema de lo poco que conocían. Él estaba seguro de que los rary´s se morirían por ir a investigar en el fascinante plantea de Ulmara e Iemai, así como el resto de la población chillarían horrorizados por aquellas palabras.

-¿H-habéis hablado con los espíritus? ¿Entonces las "almas" existen? No somos solo electricidad en nuestro cerebro... Eso es bastante que digerir...

-Creo que lo que llamáis planos nosotros lo llamamos dimensiones... o algo así. Los mundos están físicamente lejos de nosotros, girando a las estrellas que iluminan el cielo. Muchos de ellos ni siquiera contienen vida son simplemente enormes masas flotando en el espacio. Normalmente nunca podrías viajar de un mundo con vida a otro porque hay tantísima distancia que probablemente lo que llegarían serían tus descendientes lejanos. Por yo que sé, veinte o treinta generaciones o muchísimo más. Seguramente Kiki os pueda dar datos más precisos si le preguntáis... Pero aquí estamos. Reunidos de mundos diferentes...

Volvió a beber del té mientras esperaba las respuestas a lo que planteaba Fleur.

Ulmara escuchaba a todos con atención, curiosa y sabedora de que estaba lejos de tener el conocimiento exacto de lo que estaban hablando. No le costó nada asentir tras Iemai para darle la razón a su aclaración.

—Suena mejor eso —reconoció.

La pregunta de Fleur le sacó una sonrisa, en parte porque se acordó de una de sus tatarabuelas, la última lejana de la familia en partir a lo Desconocido. Le sorprendió, no obstante, que pensase que era un tema delicado, igual que le sorprendió el proceso de aceptación de Nery’s.

—Supongo que lo más delicado ahora es responderla, ya no sé qué creer. O no del todo —dijo, pensativa—. Los lejanos son bastante comunes, especialmente en aquellos cuyos cuerpos mueren antes de tiempo y sienten que aún les quedaban cosas por hacer en la Cercanía. Los ancianos y los cercanos más fuertes, sin embargo, suelen pasar directamente a lo Desconocido, pero hay de todo. ¿En vuestros mundos no ocurre nunca? —preguntó con curiosidad. Si había tantos planos y tantos mundos y tantas... Tantas cosas... Tal vez los humanos y los frivys fueran directamente a lo Desconocido. Tal vez no estuvieran condenados a no existir más por culpa de Rocavarancolia.

Frunció levemente el ceño cuando Nery’s contraatacó con información que le costaba entender a ella. Alzó la vista al cielo, sin despegar la mano del colgante.

—¿Entonces alrededor de estas estrellas vive gente? —preguntó.

Entornó los ojos como si aquel gesto le fuera a permitir observar a las criaturas que vivieran flotando en torno a los astros de fuego. Pensó que, tal vez, podrían ser dragones. Por lo que había visto de ellos y lo que le acababan de explicar, bien podrían tener estrellas dentro esos lagartos.

Iemai asintió a la información que dio Nery’s, llanamente aceptándola. No tenía bases para contradecir que los planos y las dimensiones fuesen lo mismo, pero todo lo demás tenía sentido. Tras eso, la cercana se imaginó que el tema de la conversación cambiaría en cuanto Fleur preguntó acerca de los lejanos. Para ellas no era una pregunta delicada como la humana parecía creer, pero sí podía ser difícil de explicar.

Iemai dejó que Ulmara respondiese, sin dejar de observar las estrellas entre tanto. Cuando su compatriota preguntó acerca de los mundos del resto, Iemai volvió a abrir la boca.
—¿Y aquí? ¿Creéis que aquí hay lejanos? Me sorprendería que no los hubiese.
Rocavarancolia era un lugar donde se juntaban mundos y planos y magia. Iemai no sabía por qué había hecho aquella pregunta, pero le gustaba tener conversaciones como esa con sus compañeros sobre lo que podría ser o no ser, sobre todo lo que ellos desconocían.

La última pregunta de Ulmara, volviendo al tema de conversación anterior, la hizo centrar de nuevo su mirada en las estrellas, preguntándose si alguna de ellas era la suya, o iluminaba un mundo mucho más amigable para vivir que aquel en el que estaban.