Torreón Sendar

Recuerdo del primer mensaje :

Magia:

La divisaron a lo lejos. Una enorme cueva vertical se alzaba desde la tierra, colosal, majestuosa e imponente sobre la calle, y con una vista espléndida sobre esta. Aceleró el paso por curiosidad y esperanza, porque que algo estuviera en mejor estado que las calles que habían atravesado... ya era mucho. Además, no quería seguir hablando de los Hijos de Bakaiar allí, fuera, al descubierto, como si pensar en ellos o mencionarles pudiera atraer al de antes.

Cuando llegaron, sonrió al reconocer un foso, porque le era familiar del hogar, y se maravilló aún más al ver la enorme superficie de madera que lo atravesaba y que conectaba con el edificio.
—No sé si esto es lo que buscábamos, pero tiene buena pinta.

No esperó a los demás. Se había fijado en unos inventos nuevos que sujetaban la madera del foso y que se introducían en la cueva, y quería investigar tanto eso, como el interior como todo lo que pudiera. Se adelantó al grupo y caminó por la lámina de madera con toda la curiosidad del mundo, hasta llegar a la lámina vertical. La reconoció, parecida a las de esa cueva donde despertaron, así que empujó con el hombro hasta que se movió. Y... una vez dentro, se quedó parado en la puerta. ¡Era enorme! ¡Y había un sinfín de cosas sin determinar!  
—¡Esto es alucinante! —exclamó mientras liberaba el camino para entrar.

Le temblaba la pierna derecha, pero de anticipación por querer explorarlo y entenderlo todo. Su mirada saltaba de un artefacto a otro, de una pared a otra, de un punto a otro. Y aún tenía que investigar los hierros que entraban y salían de la cueva y se anclaban a la lámina de madera del exterior. Necesitaba nombres para aquellas cosas nuevas. Ahora sería él quien preguntara a los demás.

Sonreía. Pero a cada segundo que pasaba cada vez era más algo externo. Había un vacio en el pecho que se agrandaba y tiraba de él. No podía evitar volver su cabeza de nuevo hacia las escaleras. Esa sensación de remordimiento se apoderaba de él gritándole.

No quiero que pase sin ella al lado.

En un momento se excusó y empezó a subir las escaleras. Nervioso, indeciso, pero sin cesar de caminar. Después de aquellas discusiones sabía que se había acabado pasando por el mar humor y por lo inestable que estaba el mismo y aún así seguía enfadado con aquellas palabras hirientes que le dedicó.

Al final se paró en la puerta de la terraza y tomando aire salió a verlas. tan solo escuchando lo último. Parecía que estaban charlando con cierta tranquilidad y que Sarah estaba intentando sacarla del pozo también lo cual le tranquilizó y despertó un poquito un sentimiento que nunca había tenido. Celos.

—Kiki, tienes la objetividad de un artista en pleno estallido creat- —Se paró en seco mientras andaba hacia ellas cerrando los ojos y llevandose las manos a la cabeza. El dolor empezó a surgir de la nada y escaló tan rápidamente que no pudo articular más palabras. Empezó a respirar en pánico notando como la sangre empezaba a caerle de la cabeza y amenazaba con cegarle. Alzó la vista de nuevo solo para ver que Sarah se había derrumbado y Kiki estaba sangrando.

Balbuceó sus nombres pero algo empezó a moverse en su espalda dentro suya y el dolor se intensificó y el frivy cayó de rodillas intentando torpemente quitarse la cazadora entre jadeos y lagrimas empezando a caer.

Qwara negó levemente con la cabeza cuando Rua también se unió al aullido, sonriendo a pesar de todo mientras más de sus compañeros iban llegando al salón. El primero en aparecer fue Pefka, aullando también y eclipsando con sus pintas a todos los presentes, y mientras se dirigía tintineando por todo lo que llevaba encima hacia el patio Toni bajó desde las habitaciones. Fue la sueca la primera en señalar las similitudes del krabeliense con un ent, cosa que tenía bastante gracia, pero en opinión de la sudafricana el chico guardaba más parecido con una especie de chamán del paleolítico.
—A lo mejor tendríamos que habernos disfrazado todos. —comentó con una mueca divertida, saludando a Ulmara, Nery’s y Maila con la mano cuando también se les unieron.

En el sofá a la albina le había dado un ataque de risa gracias al hijo de las lunas, ataque que se le pegó también a la francesa mientras la cercana señalaba las similitudes con los de su pueblo y el susodicho explicaba el porqué de sus ropajes, y temiendo que le alcanzaran aquellas carcajadas contagiosas la morena decidió levantarse para prepararse una infusión.
—¿Alguien quiere té? —preguntó mientras se dirigía a la cocina, rascándose inconscientemente la palma de su mano izquierda.

Aquel gesto se había convertido en una especie de tic para la muchacha, pues la sequedad de su piel en aquella zona era realmente molesta, pero mientras lanzaba unas astillas de madera al fuego para avivarlo no pudo evitar fijarse en las perturberancias que habían aparecido en los talones de sus manos y en la humedad viscosa que sentía entre los dedos. No le dio tiempo a extrañarse, sin embargo, pues el violento fogonazo que salió de la puerta del horno le hizo trastabillar hacia atrás hasta caer de culo.
—¡Joder! —exclamó sobresaltada, buscando algo con lo que sofocar cualquier posible incendio mientras se ponía de pie.

Se hizo con un trapo que descansaba sobre la encimera con bastante rapidez, aunque por suerte no había llamas descontroladas a la vista, pero al rozar la tela con la punta de los dedos un siseo de dolor se le escapó entre los dientes. Con expresión de incredulidad la sudafricana vio como una de sus uñas se desprendía, dejándole una sensación de quemazón en el hueco en carne viva, y para su horror personal no tardó en percatarse de que las demás no parecían muy estables.
—¿Q-qué está pasando… ? —balbuceó, volviendo hacia el salón con cara de circunstancias mientras buscaba a sus compañeros con la mirada.

Antes de que se adentrara mucho en la estancia un dolor intenso la dejó clavada en el sitio y le hizo llevarse las manos a la cabeza, jadeando de la impresión mientras algo que solo podía ser sangre empezaba a correrle desde la frente.

Maila sonrió con la explicación del krabelinense sobre su vestimenta. Lo cierto es que era muy gracioso y con tanta risa por lo anterior tuvo que aguantarse un poco para no soltar una carcajada, ya que parecía una especie de chamán. Pefka acabó por irse al patio y la hawaiana pensó que quizás podrían ir todos más tarde con él a bailar.

La chica estaba a punto de aceptar la invitación del té de Qwara cuando escuchó su grito y se levantó sobresaltada del sillón. Se había convertido en una suerte de acto reflejo ponerse alerta cuando algo no iba bien y los balbuceos de la sudafricana no hicieron más que asustarla. Maila fue a acercarse rápidamente mientras la veía llevarse las manos a la cabeza y emanar sangre de su frente.

-¡Qwara! ¿Qué te ocurre?- Preguntó con un tono asustadizo y preocupado mientras le tocaba el hombro con una mano e intentaba ver el origen de la herida. Sin embargo de repente y sin previo aviso algo cambió en el rostro de la hawaiana. Una expresión de curiosidad y desconcierto. Algo la estaba llamando, desde el patio. Y ella quería descubrir qué era.-Yo... yo tengo que ir al patio un momento...-Comentó visiblemente confundida mientras se apartaba de su compañera rápidamente. -Yo... encargaos de ella, ¿vale? Lo siento, es que t-tengo que comprobar algo, no sé qué ocurre ahí fuera.- Pidió mirando intermitentemente a su amiga y al resto sabiendo lo raro que sonaba todo aquello.

Y sin más dilación fue hacia el patio con paso apresurado y sin mirar lo confusos que podrían estar o lo dolorida que estaría la sudafricana. Maila salió a la noche, al exterior. Acudía a la llamada.

Fleur estaba tan a gusto revoleada en el sofá contra el cuerpo de Rúa sin parar de reír que por una vez a penas atendía a lo que pasaba a su alrededor. Le costó unos minutos más tranquilizarse hasta que dejara de perder fuerza por la boca y asentir a la proposición de Pefka, era bonito por su parte que hubiera pensado en todos ellos. Se uniría a él ante el fuego y bailando con sus colgantes pero quizás solo un poco más tarde, cuando pudiera quitarse la tontería y estuviera más mentalizada.

Lo bueno en cambio duró poco, y la francesa pegó un pequeño saltito en el sofá cuando escuchó el fogonazo del horno y la consecuente caída de Qwara. Maila fue la primera en acudir y al principio creyó que no había sido más que un susto pero no tardó en descubrir que se trataba de algo más.
—¿Estás bien? —se había incorporado con torpeza con un repentino dolor de cuello, seguramente por la postura tan incómoda que había tomado contra Rúa, se dijo. Al acercarse pudo ver que de la frente de la sudafricana corría sangre, palideció un poco tras la hawaiana—. ¿Te has dañado la cabeza? —por lo menos ella solo había atinado a ver que cayó de culo—. Pero qué... —fue su única respuesta ante la huida de Maila, sabía que las cosas entre ambas estaban mal, pero no hasta el punto que por su acercamiento se marchara de esa manera tan extraña. ¿Qué estaba ocurriendo?—. ¡Espera, voy a por paños! —dijo con urgencia, si se había hecho una brecha en la cabeza no les convenía que se desangrara. Trasteando en la cocina se le ocurrió que quizá tendrían que llamar a Kiki, pero algo la interrumpió al pasarse las manos por el cabello con nerviosismo. Con sus dedos había palpado unos bultos en la línea del pelo que picaban mucho, y sentía un cosquilleo en las mejillas. Fleur no lo sabía pero estaba perdiendo las pestañas.

Cuando terminó de preparar la hoguera, no se fijó mucho en si los demás se le unían o no. Con un vistazo al cielo decidió que era buen momento de encender el fuego, pero antes entró a la cocina para coger un poco de pan. Después, con las llamas danzando ante sí, dejó un par de huesos como los que había dicho a un lado, se anudó el manto al cuello, cogió su flauta, y se puso a bailar alrededor del fuego. Iba dando vueltas, brincando, girando sobre sí mismo. De vez en cuando se agachaba y cambiaba la flauta por el par de huesos y golpeaba estos durante otras tantas vueltas. Pensaba en las lunas, en los bailes de la ciudad de los seguidores, en sus sospechas de que hubiera dragones despertando en el subsuelo (de ahí los temblores), en la energía superior, en los vínculos con sus compañeros y amistades...

En cierto momento empezó a notar molestias y le falló el equilibrio. No llegó a caerse, pero tuvo que parar y sacudirse la cabeza. De alguna manera había notado algo extraño en los pies, por los tobillos. Se sentó, pensando en limpiarse la tierra de ahí para echar un vistazo, pero también pudo notar la misma extrañeza en los brazos al moverlos.  No alcanzaba a entender qué era, pero no quería dejar de bailar por cualquier contratiempo así que se levantó con cuidado y llegó al pozo. Usó un par de cubos para aclararse todo el polvo, tierra y hollín del cuerpo, y descubrió qué pasaba cuando se palpó la coraza. Estaba muchísimo más blanda que esa misma mañana. Con más exploración pudo percibir que, cualquiera que fuera ese proceso estaba en marcha, pues vio porciones de coraza que se agitaban bajo sus dedos y perdían su dureza.

Sacudió la cabeza y habló para sí.
—Allá vamos...

No sabía qué sería de su cuerpo, pero estaba cambiando. Recordó la pesadilla y descartó el miedo de un manotazo al aire. No sería un fracaso. Aceptaría el cambio. Seguiría bailando hasta que la transformación no se lo permitiera.

Así, decidido y a trompicones, terminó de aclararse, se empapó el pelo y la cara, se deshizo del pantalón, y volvió a danzar envuelto únicamente en su manto de piel. No quería que nada obstaculizase su mutación y por eso se había desnudado. Aún notaba y seguiría notando el cosquilleo de la coraza, igual que tropezaría y perdería el equilibrio, pero no se detendría. Ni siquiera para saludar a Maila, a quien apenas pudo entrever pues prácticamente bailaba con el ojo cerrado. Solo lo abría cuando su cuerpo amenazaba con darse contra el suelo.

Tampoco se detuvo cuando empezó a dolerle el cuello, pues asumió que se debía a la agitación con la que se movía alrededor del fuego. Estaba convencido de que debía continuar pasara lo que pasara, hasta caer rendido o que la transformación se lo impidiera de verdad, no solo por perder el equilibrio. Y su convicción era plena. No quería abrazar el cambio por temor a las Lunas y su decepción, sino por alcanzar un plano superior, estar a la altura de la energía superior y ser realmente digno. No se arrastraría por miedo al fracaso como en el sueño.

Ulmara se había separado del grupo por instinto. El mismo júbilo que la había animado a aullar parecía crecer dentro de su cuerpo a pasos agigantados, era una efervescencia recorriendo sus venas; un antojo irrefrenable. Notaba el pulso en su pecho, fuerte y constante, marcando la percusión de una música hecha de magia vieja y sangre nueva. Ulmara se dejó llevar, como cada vez hacía más a menudo, y se encontró a sí misma en el sótano. Quería salir. Debía salir. Y algo en lo más profundo de sus entrañas le aseguraba que era la decisión correcta. Sus compañeros no la podían mantener encerrada, como esta mañana. Su voluntad se afianzaba mientras giraba la manivela que bajaba el puente y abría el camino.

Era tal el ansia por salir que no cogió nada, ni armas ni armadura, ni escudo ni arco. Subió las escaleras de dos en dos y llegó arriba en un suspiro que se le hizo incluso largo. Llegó a la planta baja dispuesta a enfrentarse a sus compañeros, imaginándose que escucharían el puente e irían a pedirle cuidado como en otras tantas y merecidas ocasiones, pero se encontró con la chispa de un caos inesperado. Atisbó de un vistazo rápido la sangre cayendo por la cara de Qwara y se horrorizó, tras lo cual vio de lejos la hoguera, y Pefka, y a Maila... Había algo extraño en el rostro de Fleur, pero estaba demasiado nerviosa como para ubicar la caída de las pestañas. En el ambiente flotaban polvillos rojos y varios haces de luz del mismo color se intuían fuera, rompiendo el cielo encapotado como una fuerza ominosa. El tipo de imagen que habría esperado de los dioses en los que ya no creía.

—Ha comenzado... —les dijo en un susurro lleno de sorpresa a Fleur y Qwara,  las más cercanas. Era obvio para ellas, porque las estaba cambiando por fuera de una forma completamente distinta a lo que sentía Ulmara por dentro. Ese cambio, esa chispa de magia y vitalidad, le provocó un escalofrío que le erizó el plumaje. La preocupación que sentía por ellas (y por aquellos a los que no veía) quedaba opacada por ese tirón magnético y su ansia por salir. <<Estaréis bien>> se dijo a sí misma, convencida por su propia autosugestión y una fe extraña en la magia de la Luna Roja—. Lo... Lo siento mucho —mintió.

Esprintó hasta la puerta, la abrió con la prisa de una presa que escapa de su jaula, agitada, y pisó el puente con los mismos nervios que había sentido cuando vio Rocavarancolia por primera vez. Le removía las entrañas una mezcla de miedo y curiosidad morbosa, la sensación imperiosa de que algo importante para ella la esperaba al otro lado de Sendar. Algo o alguien, quizás su verdadero yo. Aguardó allí unos instantes y enseguida la recibió la lluvia. Ulmara miró hacia arriba como si viera llover por primera vez; abrió la boca, tragó agua y, ¡qué cojones!, aulló de nuevo a pleno pulmón.

Después dio un par de pasos tímidos al ritmo de sus latidos y luego se dejó llevar por la intuición, rumbo a lo Desconocido.

Sigue en el Barrio de los Mil Dioses

Que Fleur comenzara a reirse con ella, solo provoco que su propio ataque de risa se retroalimentara, haciendo que las lagrimas cayeran ante eso, el dolor de estomago casi dejandola sin aire.

La risa comenzo a menguar con mucho esfuerzo, sintiendo el peso de Fleur sobre su hombro, viendo como mas de sus amigos bajabana, el coro de aullido dando fin, cuando parecieron por alli Ulmara, Maila y  Nery's, luciendo de alguna forma satisfechos.

- Dios...me duele el estomago- añadio Rua limpiandose apenas las lagrimas, mirando de reojo a Fleur, mientras escuchaba el comentario de Qwara de que iria a preparar algo a la cocina- Porfavor...Qwara, yo si quiero un té, el mio ya debe estar frio. Joder no me habia reido asi en mucho tiempo...que absurdo.- acepto la oferta de  la africana mientras intentaba a recuperar el aliento todod lo que pudiera mientras sonreia ante la explciaciond e Pefka del poeque de su inusual apariencia. Lo vio salir hacia el aptio a continuar con lo que era su baile ritual, la idea de unirse o al menos osbervar mas de cerca se le paso por la cabeza, pero decidido quedarse tranquila un segundo y recueprar el aire, cerrando momentaneamente los ojos antes que la risa tonta le sobreviviniera de nuevo. <<Me he reido tanto que hasta la cabeza empieza a dolerme.>> penso algo molesta por el dolor corta rollos.

EL momento de intentar relajarse no duro, primero proque el dolor de la cabeza se hizo aun mas punzante en vez de calmarse y segundo porque escuchó el  el golpe llegando ende la cocina. Rua abrio los ojos de golpe aturdida al tnoar a Fleur moverse a su lado rapidamente.

-¿Qwara...estas bien?- logro preguntar apenas incoporandose para ir hacia ella, viendo que Fleur y Maila se habian adelantado, pero  apenas habia lo hizoun nueva punzada de dolor en la frente se hizo ya contante y continua y con un quejido se llevo la mano  ala cabeza, abriendo mucho los ojos cona turdimiento cuando noto como su frente se sentia abultada- ¿Que....? Auch...- se quejo  entre acerrando apenas los ojos, el dolor haciendose mas fuerte, parecia que la cabeza fuese a amenazarle con estallar.  Aparto la mano de su frente un poco nerviosa cuando sintio algo calido deslizando por su nariz y al apartar su mano, nerviosa y ver la sangre sintio algo de angustia ¿Ya estaba ocurriendo?

- Oh mierda, mierda...creo...que ya anda pasando- dijo Rua acercandose a Qwara y Fleur, a su alrededor las cosas estaba desarrollandose a un ritmo sin sentido, Maila paso por su aldo como hinptizada en direccion al patio.  Fleur lucia extraña. Qwara....¿eso era tambien era dos bultos y sangre en su frente? - Qwara...tu...tu frente- murmuro apenas cuando  como como un sombra Veloz Ulmara paso en direcicon cotnraria por donde Maila habia ido, en direccion a la puerta del torreon- Ulmara...¿¡no, que ha...? - entrecerro los ojos sin tener tiempo a reaccionar y frenarla, el dolor empezaba a ser cada vez mas fuerte y insisitente, no refrenaba sino que empeoraba. Rua intento limpiarse la sangre que se deslizaba por su frente e intentaba cegarla pero el notar como entre la sangre su piel parecia emitir un brillo sutil, paulatino pero constante se quedo paralizada entre el asombro y el dolor. ¿¡Estaba comenzando jodidamente a brillar!?

Lo primero que notó fue la lluvia empapando su piel y ropa y a Pefka semidesnudo bailando, aunque no le prestó demasiada atención tan pendiente como estaba de buscar lo que la llamaba. La tormenta era fuerte allí fuera, como si estuviera celebrando la llegada de la Luna Roja. Era enorme y la hawaiana abrió los ojos de par en par maravillada ante su presencia, por otro lado su tamaño le producía una especie de terror ominoso como si la ciudad entera estuviera siendo juzgada por el astro carmesí. Volutas rojas flotaban en el aire, al igual que pavesas volando, pero nada de eso era de su interés.

De repente algo lo fue, pudo notarlo desde arriba y desde el suelo. A su alrededor. Maila no fue consciente de ello al principio al ser solo unos pocos granos de arena, pero cuando empezaron a acumularse pudo observarlo con claridad. Eso era lo que buscaba.

La arena había empezado a arremolinarse en torno a ella y la chica soltó un grito ahogado de la sorpresa y el susto. Notaba cómo le golpeaba la piel, cómo la arena la tocaba en su afán de girar, pero sin provocarle daño alguno. La hawaiana en cuestión de pocos segundos intentó apartarse de aquella pequeña tormenta dando varios pasos rápidos hacia atrás. En su cabeza no dejaba de recordar repetidamente aquel sueño tan extraño que tuvo y su trágico final.<<¿Qué está ocurriendo?>> Pensaría completamente confusa.

Dolor. Se extendía desde sus huesos a todos sus músculos. Se retorcía en su espalda y manaba de los laterales de su cabeza. Al principio había sido más la sorpresa pero ahora podía notar cómo se incrementaba a cada segundo, con cada respiración.

La lluvia cayó súbitamente sobre sus cabezas y él lo agradeció. El frio era relajante, había aprendido a disfrutarlo aquellos meses junto al viento y ahora mismo sus propios temblores le aliviaban.

Escuchaba amortiguados por la tormenta los gritos de la persona a la que quería mezclándose con el rechinar de las cadenas del puente.

«¡ULMARAAAAAA!» —quiso gritar pero aquellas cosas en su espalda le robaban el aire de sus pulmones al intentar llenarlos con su presión.

Se incorporó como pudo mientras Kiki intentaba quitarle sin éxito la cazadora, aquella presión le impedía también abrir los brazos sin morirse de dolores. Sintió sus manos heladas rozándole la piel descubierta, tan agradable para el en aquelos momentos.

«Anotar...»

Acercándose a ella tomó una de sus manos. E intentó mirarla a los ojos.

—Bajada de temperatura extrema, aparición de bultos sangrantes en los laterales de la cabeza, —jadeó un poco y se retorció en una mueca de dolor antes de seguir— cabello... en proceso de aclaración... factor de idiotez... sin cambios.

Sonrió de a través de aquella mueca pero simplemente se retorció sobre si mismo momentos después.

—Lo siento... por haber sido un idiota yo también.

No quería soltar la mano de la humana pero el dolor se hacía insoportable por momentos.

La luz rojiza empezaba a bañar la escena causando reflejos en la sangre obsidiana que manaba del frivy empapandole la cazadora y bajando por su espalda y cara.

Apartó su mano rápidamente.
—¿T- te duelen también?

Soltó un bufido de risa ante la declaración de ser el único idiota. Y quiso replicar pero le fallaron las fuerzas de nuevo. Por un momento volvió a hundirse en el dolor, a perder toda consciencia de lo que pasaba. Duró un par de segundos.

Cuando volvió en si se dejó hacer para quitarse la cazadora entre respiraciones agónicas. Abrió los ojos de golpe con la mención de las notas y el comenzar de sus lágrimas.

Ya sin la cazadora se levantó de golpe y gritó. Para desafiar el dolor, para desafiarse a si mismo e incluso a la Luna.

—Voy. —Fue lo único que dijo.

Moviéndose tambaleante por culpa de aquella sensación en su espalda se encaminó a recoger las notas y cubrirlas con el cuerpo como podía. Estaban desparramadas pero aún no se habían perdido del todo y las fue recogiendo sobre su pecho mordiéndose los labios.

Acto seguido corrió hacia el cuerpo inerte de Sarah. Y con otro de los gritos intentó echársela al hombro.

Se levantó, pero parecía a punto de caerse hacia algún lado.

-¡¡¡Bájala bájala BAJALA!!! ¡¡¡No seas imbecil!!! – se lanzó contra el dándole golpecitos que solo la partían de dolor a ella y obligándolo a tirar los papeles al suelo a pesar que sus manos la acuchillaban. Estaba llorando de dolor y la cabeza le daba vueltas pero aun así jalo el cuerpo de Sarah suavemente para que Nery’s lo bajara y ella pudiera cuidar su cuello. – ¡¡No puedes cargarla así, aunque este desmayada!!! Que pasa si lo que sea que le esta pasando la ha vuelto más frágil o esta cambiando algo dentro de ella…por a...mor a los dioses primigenios del cielo y la tierra no solo actúes…deja...esos papeles y ayúdame a llevarla con...con cuidado….

Se quito la bufanda que tenia enrollada en su mano entre agónicos quejidos y lagrimas que se mezclaban con la lluvia y la envolvió en el cuello de la humana tratando de que se mantuviera firme mientras trataba de levantar un poco sus pies.

-anda se que duele, pero hazlo con cuidado, por favor…imagina que soy yo…- le dijo en voz baja al final mientras apretaba los dientes y trataba de posicionarse bien para entrara a la otra humana.

Jadeaba. Tan solo tenerse en pie era una tortura en sí misma y la realidad parecía apagarse y encenderse por las oleadas de dolor. En un parpadeo ella le estaba gritando algo que se encadenaba poco a poco en su cabeza hasta formar algo coherente. Notó que le había quitado las notas y simplemente respondió llevándolo más abajo con cuidado, hasta una posición en la que pudiera poner su cabeza en su pecho, aunque intentó preguntarle algo.

—Cabeza.... a mi pecho o tu...? —su boca quedó abierta sin respirar y dos lagrimones surcaron su cara. Se escuchó un sonido gelatinoso en la espalda del frivy  este se dobló ligeramente sobre sí mismo en una expresión agónica aún con Sarah en brazos. Ambos bultos tomaron más volumen y más sangre empezó a brotar de ellos.

El dolor en su cabeza era cada vez más intenso y Qwara solo pudo devolverle la mirada a Maila sin saber que responder, notando como la sangre le goteaba entre los dedos mientras su cuerpo experimentaba el cambio sobre el que tanto se había teorizado. No sabía que pensar, la verdad, pero no tardó en darse cuenta de que ella no era la única que tenía problemas. Cuando Fleur se acercó a ver como estaba la hawaiana se alejó hacia la puerta del patio como si estuviera en trance, algo bastante raro que rápidamente eclipsó el hecho de que Rua había empezado a brillar levemente.
—Esto es de locos… —le susurró a la francesa mientras se alejaba hacia la cocina, sobresaltándose cuando las cadenas del puente empezaron a chirriar.

Fuera había empezado a llover, o eso creía la sudafricana por los sonidos que llegaban desde el exterior, y si por si eso no fuera suficiente extraño unas motas de luz roja flotaban en el ambiente dándole a la escena un filtro ominoso. La Luna Roja estaba llegando y el caos que se iba a desatar no era equiparable a nada que ninguno de los sendarios hubiera visto antes. Qwara podía olerlo en el ambiente, notaba el tirón en su pecho y la euforia irracional no tardaría en sacudirla, pero la fugaz aparición de la cercana y su huida hacia la tormenta completamente desarmada la anclaron de nuevo a la realidad.
—¡Ulmaraaaa! —gritó hacia su espalda, viendo como se alejaba sin mirar atrás—. No podemos dejar que se vaya sola… —dijo para los demás con tono angustiado.

La humana no pensó, solo actuó, y mordiéndose el labio inferior para no gruñir de dolor siguió los pasos de la alaí hacia el exterior. Al pasar junto a la puerta asió la lanza que Nery’s solía dejar allí por puro reflejo, para no ir igual de desarmada que su compañera, pero al igual que ella no miró atrás mientras se internaba bajo la lluvia. Fuera del torreón el clima era aún peor de lo que se había imaginado, pero lo cierto es que no parecía importar demasiado mientras el agua le corría por el rostro y se llevaba la sangre con ella.

Qwara echó a correr tras Ulmara en cuanto la avistó en la distancia, siguiendo su estela con más ligereza de la que cabría esperar en aquella situación mientras intentaba no perderla de vista. A pesar del dolor la muchacha se sentía bien, reconfortada, y mientras tanto los rayos partían el cielo y una luz antinatural teñía el mundo de rojo.

Continúa tras Ulmara en alguna parte.