Torreón Sendar

Recuerdo del primer mensaje :

Magia:

La divisaron a lo lejos. Una enorme cueva vertical se alzaba desde la tierra, colosal, majestuosa e imponente sobre la calle, y con una vista espléndida sobre esta. Aceleró el paso por curiosidad y esperanza, porque que algo estuviera en mejor estado que las calles que habían atravesado... ya era mucho. Además, no quería seguir hablando de los Hijos de Bakaiar allí, fuera, al descubierto, como si pensar en ellos o mencionarles pudiera atraer al de antes.

Cuando llegaron, sonrió al reconocer un foso, porque le era familiar del hogar, y se maravilló aún más al ver la enorme superficie de madera que lo atravesaba y que conectaba con el edificio.
—No sé si esto es lo que buscábamos, pero tiene buena pinta.

No esperó a los demás. Se había fijado en unos inventos nuevos que sujetaban la madera del foso y que se introducían en la cueva, y quería investigar tanto eso, como el interior como todo lo que pudiera. Se adelantó al grupo y caminó por la lámina de madera con toda la curiosidad del mundo, hasta llegar a la lámina vertical. La reconoció, parecida a las de esa cueva donde despertaron, así que empujó con el hombro hasta que se movió. Y... una vez dentro, se quedó parado en la puerta. ¡Era enorme! ¡Y había un sinfín de cosas sin determinar!  
—¡Esto es alucinante! —exclamó mientras liberaba el camino para entrar.

Le temblaba la pierna derecha, pero de anticipación por querer explorarlo y entenderlo todo. Su mirada saltaba de un artefacto a otro, de una pared a otra, de un punto a otro. Y aún tenía que investigar los hierros que entraban y salían de la cueva y se anclaban a la lámina de madera del exterior. Necesitaba nombres para aquellas cosas nuevas. Ahora sería él quien preguntara a los demás.

El resto del día fue mucho más tranquilo y relajado, aunque lo cierto es que no pudo parar de pensar en la charla que tendría con Maila cuando estuvieran más a solas. Fue al caer la noche cuando tuvo lugar y pudo respirar más tranquila tras aquello, saber lo que ocurría en la cabeza de su amiga era básico para comprenderla y terminó con la sensación de que al menos había sido de ayuda.

El resto de días ocurrieron de manera apacible y sin incidentes, sobretodo en su caso que permaneció en el torreón como siempre mientras sus compañeros salían fuera a por los cestos de comida. Su rutina se estableció un poco más, su resistencia en los entrenamientos se estabilizó a uno más parecido al que tenía cuando practicaba ballet y el arco le llamó la atención sobre todas las armas para defenderse en caso de ser necesario, puede que por su elegancia y su forma de usarlo pero el caso es que la humana prestó más atención a las clases sobre ello notando un dolor agudo en los hombros en los siguientes días. No era ingenua al respecto, siempre supo que se trataría de algo complicado y de momento no se atrevía a practicar sin ninguna mirada atenta que le diera indicaciones, pero se consideraba una persona muy constante y aquello distraía su mente en los momentos más bajos a pesar de que le dolieran los dedos. Quizás tuviera que buscar algún tipo de protección en la armería. ¡Lo que la hacía pensar... Ella en la armería! Sin duda había sido sometida a una situación compleja y estaba realizando cosas que nunca pensaría, incluso notaba como cada vez se quedaba menos fuera de las conversaciones que sucedían a su alrededor incluyendo algunas con los compañeros que más le imponían (como Rua). Sí se mantuvieron otras de sus constantes, la primera de ellas no inmiscuirse más de lo necesario en conflictos ajenos y la segunda sus rezos nocturnos, por todos ellos y el grupo que andaba fuera. Esperaba que estuvieran bien después de aquel duro golpe.

Con un pijama de color malva y un moño recién hecho en lo alto de su cabello Fleur se fue a dormir aquella noche con el cuerpo muy cansado y no le costó nada conciliar el sueño.

El resto del día de la trampa discurrió sin mucho lío para el nombrado, y por lo que pudo notar en los días venideros la conversación había ido a mejor de lo que él había esperado. Es más, incluso Ulmara se le acercó para señalarle que no debía haberse ido en mitad de la reunión. Debería haberse quedado, aunque hubiera sido en silencio, al menos. Que sí, que al final se habían arreglado y puesto de acuerdo, pero él se había enterado después y les había dado plantón. ¿Pero por qué era todo tan complicado? Solo tenían que llevarse bien el tiempo suficiente y luego cada cual volvería a su casa. Daba igual, si al fin y al cabo querían llevarse mejor, mejor para todos.

Ese día terminó sin pena ni gloria para él y muchos siguieron igual. La rutina de entrenamientos y salidas a por cestas seguía como siempre. Lo más remarcable fueron dos descubrimientos. Uno, los extraños cristales que habían encontrado mientras ellos estaban atrapados, y que creían que estaban relacionados de alguna manera con la energía superior. No sabían nada más, pero el mismo hijo de lunas pudo comprobar por sí mismo que brillaban con su sangre. Y, lo segundo, el día que avistaron a lo lejos unas criaturas hasta entonces nunca vistas por ellos en la ciudad: dragones. En opinión de Pefka eran diminutos, por supuesto, pero para los demás eran colosales. Y en honor a la verdad, si se topasen con uno de frente podrían darse por muertos por muy "diminutos" que le parecieran al nombrado. Por suerte solo los vieron cruzar los cielos a gran velocidad, pero él y los demás no dejarían de ocultarse cada vez que les hicieran sombra.

Su búsqueda de ocio seguía acabando en aburrimiento como siempre. Casi siempre. Algunas noches en las que veía a los murciélagos flamígeros las pasó bailando en el patio, sin su añorada música, y con el cuerpo pintado con los restos del fuego de la cocina. Y después el baile evolucionó. Tomabs prestados dos de los leños de la cocina y o bien rasgaba la pared con ellos al pasar cerca o bien los golpeaba con el suelo del patio cada vez que se agachaba después de un salto. No se le ocurría de dónde o cómo conseguir recursos sin ponerse en peligro o sin cazar, así que se contentaría con aquella danza de momento. Y, por supuesto, sin molestar cuando se fueran a dormir... Excepto algunas veces en que perdía la noción de la realidad y debían chistarle.

Y así llegó a otra noche, con las energías bien agotadas en su danza improvisada. A dormir en sus pieles y a por otro día en aquella ciudad.

Después de aquella charla el día se tornó mucho más apacible, algo que la hawaiana agradecía de veras. <<Al menos se ha llegado a una especie de entendimiento>>. Pensaría la chica. Incluso la cena, horas después, estuvo envuelta en un aire de calma. Sin embargo antes de dormir las preocupaciones volverían a asaltar a Maila y decidió que ya era el momento de tener esa conversación pendiente con Fleur. Muy dentro de ella, en su fuero interno, estaba al borde del colapso. No sabía cómo estarían sus hermanos sin ella, cómo se las apañarían y ese pensamiento la estaba quemando como un veneno. Tras terminar de hablar con la francesa Maila se quedaría mucho más tranquila, las palabras de la rubia fueron como un bálsamo que la hiciera revivir

Los días que vinieron después se pudo apreciar a una Maila mucho más alegre y conversadora, que  de alguna manera estaba acostumbrándose a la ciudad y a su rutina, o al menos todo lo que se podía en una situación así, tras volver a salir a por comida con el resto tras varios dias confinada en el torreón con miedo al exterior. Decidió tomarse bastante en serio los entrenamientos físicos y sobretodo con armas, especialmente con un machete que encontró en la armería. De ninguna de las maneras había sido su primera opción, de hecho le tenía echado el ojo a una espada curva, pero aunque no pesara una barbaridad si que tenía algo más de dificultad y decidió no usarla en el exterior hasta tenerla más dominada. También descubrió que era nula disparando con el arco tras muchos intentos fallidos y concretó que sería mejor dejárselo a gente como Pefka, de momento. <<Si tengo tiempo de algo es de aprender todo lo que pueda...>> Pensaría la hawaiana.

Las salidas a por comida no estuvieran llenas de sorpresa, era como si la misma ciudad les estuviera dando un respiro tras tanto jaleo. <<O que estamos en el ojo de la tormenta>> Se decía en su cabeza cada vez que pensaba en el tema. Esa tormenta pareció llegar con la aparición de dragones en el cielo y Maila solo pudo correr con el resto  de vuelta al torreón mientras pensala en lo terroríficos que eran. En las películas se veían majestuosos, y ciertamente lo eran, pero verlos en la vida real le hacía pensar en lo diminutos que eran en comparación y lo fácil que sería morir en sus fauces. <<¿A qué se debe que los hayamos visto ahora? ¿Dónde han estado antes?>> Esas preguntas la acompañaron en aquellos días de supervivencia.

Aquella noche se acostó temprano tras un agotador día. Lo último que vería antes de cerrar los ojos  sumirse en el sueño sería la cara de Fleur a su lado. Ajenas ambas a lo que estaba por llegar.

Al ver como Qwara le acercaba un vaso de agua, consiguió darle las gracias entre dientes, bebió como si del elixir de la eterna juventud se tratase.
-Gracias- volvió decirle.

Durante los sucesivos días, Toni intentó desconectar todo lo que pudo, entretener la cabeza en otras actividades que le permitiesen no pensar demasiado. A veces observaba como Perfka bailaba manchado de carbón a la luz de los murciélagos flamígeros, le parecía curioso como se movía en el más absolutos de los silencios, solo roto por los aullidos extraños seres desconocidas o por el aleteo de las criaturas que le aportaban cierta luz. Otras bajaba a ordenar las armas: las limpiaba, las observaba intentando ver cual serían todos sus usos más allá del bélico.

El español no quiso salir del torreón desde que habían caído en la trampa aquella que los mantuvo encerrado, le había cogido algo de respeto a las piedras que pueden transformarse en trampas. La idea del huerto se quedó solo en una idea,  a nadie pareció gustarle y todos creían que con la comida que recogían les era suficiente. Toni se mantuvo en silencio durante los días que siguieron a su desvanecimiento. Luchando con sus pensamientos, con la violencia que naciò como una llama  y se instaló en el vientre.
Sin ser consciente de ello, Toni comenzó a conocerse. Durante aquél tiempo de reflexión, una pregunta empezaba a fraguarse tras el sonido de sus pensamientos.
¿Cómo era realmente?
Toni, la persona que le devolvía la mirada en el reflejo del pozo al lavarse la cara con agua de aquella ciudad que lo obligaba a luchar por su supervivencia,  a entrenar con criaturas desconocidas que ahora parecían más cercanas a él de lo que su familia lo era en la Tierra. O, por otra parte, José Antonio, la criatura insípida, sin apenas caracter, que habían raptado de su cama, arrastrándolo a vivir todo aquello.

Las tensiones acumuladas aquel día se fueron rebajando. Puede que no se hubiesen ido del todo, pero el grupo parecía entender que era más importante ser un equipo que discutir por tonterías. Cuanto mejor conocían la ciudad mejor debían comprenderlo: el lagarto del primer día no era ni de lejos lo peor que podían encontrarse en Rocavarancolia.

Otro aspecto de la ciudad que el grupo conoció con el paso de los días fue la presencia de dragones cabalgados por jinetes que, a veces, daban vueltas por el cielo. No parecían interesados en ellos, por suerte, aunque Iemai no quería estar fuera cuando los veían maniobrar en la distancia. El espectáculo que proporcionaban no compensaba el riesgo.

Por lo demás, tuvieron bastante suerte de no tener sobresaltos importantes en las salidas a por las cestas. La trampa les había quitado las ganas de explorar y vuelto más cautelosos. Iemai, por su parte, seguía sin abandonar el torreón, pero ya empezaba a notar cierta mejoría en su brazo. Todavía estaba hinchado, pero en dos o tres semanas más debería estar recuperada por completo, algo que tenía que agradecerle a Kiki por sus cuidados. No podía negar que le daba miedo recuperarse, porque no tenía ganas de tener que empezar a salir allí afuera.

Mientras tanto, pasaba el tiempo hablando con sus compañeros y ayudando en lo que podía. Incluso a veces se unía a los ejercicios matutinos, aunque fuese haciéndolos a su manera, porque no quería que se le entumeciesen las piernas. Iemai no se llevaba mal con nadie: no quería. Les beneficiaba estar unidos y no iba a ser ella quien buscase problemas. Algunas de las personas con quienes más habló fueron Ulmara y Qwara. Una era de su propio mundo, y  ambas le inspiraban confianza, tal vez por su aspecto familiar. Además, eran directas y tenían la cabeza sobre los hombros.

Por lo demás, los días pasaban de forma monótona, sin que Iemai pudiese hacer nada más que hablar o ayudar en las tareas domésticas. Aunque quisiese ser algo más creativa, como Pefka, no habría podido. La cercana no tenía ninguna habilidad artística o útil que explotar, y desde luego no se iba a unir a los rituales extraños del hijo de lunas, aunque a veces se lo quedaba observando.

La tensión que había sido protagonista durante la comida se fue rebajando hasta desaparecer completamente antes de la hora de la cena, algo de agradecer teniendo en cuenta las últimas vivencias que habían compartido todos. Qwara no tenía ganas de seguir presenciando mamoneos entre sus compañeros, pues su paciencia estaba a punto de agotarse, y aquella especie de tregua le permitió volver a centrarse hacia un estado de ánimo mucho más calmado alejado del malestar de la última semana.

Después de aquello los días se sucedieron con tranquilidad en Sendar, aderezando la rutina con una monotonía que no venía nada mal. Las salidas a por las cestas eran el único riesgo que corrían por necesidad, midiendo bien sus pasos en cada trayecto y usando rutas que se conocían al dedillo para evitar la mayor cantidad de peligros posibles durante los mismo. El desastroso resultado de la excursión al barrio de los templos en ruinas les había dejado tocados a todos y nadie tenía muchas ganas de proponer otra expedición todavía, pero aquella prórroga de algo inevitable que tendrían que afrontar en algún momento les sirvió también para prepararse mejor.

La sudafricana continuó con los entrenamientos con energía, ayudando a quien lo necesitara y contribuyendo a que todos los que participaban fueran ganando resistencia en carrera, lo único que al final les podía salvar la vida en caso de necesidad. Entendía que las rutinas a las que ella estaba acostumbrada no eran para todo el mundo y muchas veces continuaba con sus ejercicios en solitario, momentos que aprovechaba para evadirse de aquella ruinosa ciudad, pero a pesar de todo mejoró bastante en su trato con los demás.

La morena, estando mucho más relajada, se volvió también más habladora y entabló conversaciones amenas con sus compañeros con más frecuencia. Aunque fueran de otro planeta le resultaba especialmente fácil hablar con Iemai y Ulmara, pues ambas parecían tener la cabeza muy bien amueblada, y dejando a un lado plumas y pico no eran tan distintas entre sí. Esto último le inspiraba cierta familiaridad que era inevitable echar en falta.

Lo único reseñable en aquella sucesión de días muy parecidos entre sí fue el avistamiento de dragones volando en la distancia con jinetes a su espalda. Lo que de entrada fue una noticia preocupante terminó relegada a una más de las numerosas curiosidades de aquella ciudad, pues no tardaron en percatarse de que nos les prestaban ninguna atención. A pesar de todo procuraban ocultarse cuando veían las maniobras a lo lejos, pues nadie estaba dispuesto a tentar a la suerte más de la cuenta, y siempre que alguna sombra surcaba el cielo rara era la ocasión que no generaba alguna conversación al respecto.

Aquella última noche observó en silencio la danza de Pefka en el patio, comparándola inevitablemente con los bailes de los que le había hablado su madre tiempo atrás, y pensando lo mucho que ella disfrutaría charlando con el krabeliense la morena se fue a dormir con una sonrisa. Se echó en la cama con unos pantalones cortos de pijama y una camiseta de tirantes holgada, arropándose con las sábanas sin imaginarse lo que pasaría a la mañana siguiente.

Fue un dia raro. Ulmara se sentía ajena a todos los conflictos y, por un lado muy bien, pero por otro sentía que se había perdido cosas importantes, discusiones que podrían haberse zanjado antes y trampas que, sinceramente, ahora que sabía que eran benignas le picaban la curiosidad. Era feo pensar así después de todo lo que les podría haber pasado, pero desde fuera el peligro se difuminaba y el interés empujaba el doble. Estaba claro que la cercana quería ver más de aquel mundo nuevo, tanto como se lo permitiera la luz radiante del día.

Gracias a la conversación que tuvieron tras la comida, los dias siguientes pasaron sin pena ni gloria. Ulmara se acercó a Pefka y le recomendó que no se retirara tan rápido cuando surgieran estos encontronazos porque, aunque no se lo dijo, a la larga ese comportamiento le podría perjudicar y alejarle ligeramente de un grupo en proceso de cohesión. Dudaba que fuese a hacerse amiga de todos (Nery’s se lo ponía dificil a veces), pero como mínimo se aseguraba un poco de cordialidad y buen ambiente. Alguna gente parecía tanto o más apagada que de costumbre y la cercana procuraba tener conversación para todos, conversaciones que, con frecuencia, se convertían en bombardeos de preguntas.

Sin darse cuenta, se acercaba más a las chicas (la proporción ayudaba), sobre todo a Iemai por la cercanía aparente que sentía con ella. Su brazo le preocupaba tanto como la… ¿relación? ¿Qué era lo que tenían Kiki y Nery’s? ¿Hasta qué punto era algo buscado por ambos? La humana parecía haber accedido, pero cualquier síntoma de coacción desembocaría en un problema para el frivy, como mínimo por parte de Ulmara. Por suerte para él, no había síntoma ninguno. Incluso mantuvieron los entrenamientos, alternando clases para que nadie acabara extenuado.

Así, más o menos descansada, saldría siempre que Rua le prestara las gafas, aunque fuera solo para el paseo rutinario tras las bañeras. No tuvieron incidentes, lo cual le alegraba tanto como le resultaba…. ¿Aburrido? También habló de eso con Aramara, otra cosa que a lo mejor no estaba bien pensar. ¿Acaso quería ver a otro chiquillo comido por un dragón de esos? ¿O otro kelpie? El aburrimiento era una buena señal, tal vez incluso un favor de sus dioses velando por ella.

Y ahí estaba Ulmara, mientras tanto, llena de contradicciones.

Sigue en las Calles.

Miró con preocupación a Toni y luego le echó un vistazo a Rua.

-Megatratad de comer bastante. Hoy os superhabéis llevado al límite y ultranecesitais descansar bien. Hipersi os duele mucho la espalda mañana no forcéis nada.

Se rió con la puñalada de Ulmara y simplemente asintió a las palabras de Maila e Iemai.

Acto seguido le pidió al resto ayuda para que ellos dos se pudieran dar un baño caliente y tras terminar las tareas y descansar un rato aquella tarde entrenó primero el cuerpo y después su puntería.

Antes de irse a la cama llamó a Rua y le ofreció sus set de arreglos para cuando lo necesitara, y no solo como ofrenda de paz pues si se había estropeado mínimamente las uñas aquello era mucho más importante desde el punto de vista de Nery´s de solucionar que cualquier problema que tuvieran ellos dos.

Los días pasaban para él de manera extraña, como si estuviera dando tumbos entre ellos más que avanzando. Todo el tiempo que pasaba con Kiki no hacía más que alegrarle día a día y abierta la veda debido a los besos de la humana ante todos Nery´s se volvió mucho más empalagoso a su alrededor y así hubiera seguido si ella no le hubiera frenado. Así que los repentinos morreos explícitos dieron paso a suaves besos en las mejillas o en la frente y los achuchones interminables... no, esos ahí siguieron.

Tras la nueva puesta de acuerdo en cómo seguir entrenando, sin cambios, la curiosidad y la necesidad se mezclaron en aquellos días para que Nery´s bebiera de las técnicas de los otros tres maestros. Cada vez conseguía acertar mejor a la diana aunque fuera poco a poco, aprendía a cargar, defender y golpear con el escudo, a manejar la cimitarra y la alabarda junto a este y en solitario la segunda, el juego de pies necesario para esquivar con eficacia e incluso los golpes con sus propios puños codos y rodillas para casos de emergencia. Debido a que el frivy ya estaba en prácticamente el pico de su condición física cualquier mejora sobre la técnica se notaba bastante, sobre todo en el sonido al restallar de sus golpes contra un muñeco de práctica.


En el novedoso, vasto y aburrido tiempo libre del que disponía siempre tenía una sonrisa y charla para todos los que quisieran e incluso acabó por unirse a los bailes de Pefka, los cuales le resultaban tan extraños y primitivos que el frivy se emocionaba y pasaba a mezclar los pasos con piruetas que solían acabar en orgullosas carcajadas.

No se le pasó la atención que les ponía Ulmara a él y a Kiki aunque poco le importaba, si la humana le diese permiso hacerlo en medio de todos no le suponía ni el más mínimo problema.

La noche era sin duda su momento preferido del día. Las charlas que parecían interminables y los mimos que las acompañaban hacía que se mantuviera feliz. Y aquella noche no fue diferente. Y en su burbuja de calma y seguridad, no se esperaba para nada lo que les deparaba la mañana siguiente.




Aquellos golpecitos a los que ya estaba más que acostumbrado abrieron sus ojos y le hicieron bostezar y estirarse.

-¡Entonces megahas escogido la muerte! -Bromeó y besó su mejilla succionando un poco para que hiciera "blop" al despegarse. Se levantó y comenzó a ponerse los pantalones y un poncho nublino que a él le llegaba hasta poco más de la cintura.

-¿Superquieres algo más? Fruta, leche, queso, aspagarcy´s... -Ante la negación de Kiki puso mala cara.
-Deberías comer algo peque...

En respuesta recibió una almohada voladora en su cara así que tras ir a devolvérsela a petición de ella, le dio un par de besos más en la frente y se fue abajo.

Abrió la puerta con los ojos cerrados y tras un gran bostezo saludo como de costumbre.

-Buenos días chi.... -Pero al abrir los ojos se quedó parado en el sitio, completamente extrañado. Solía ser el último o de los últimos en levantarse y ver la cocina/salón completamente vacíos le chocó bastante.

«¿Megame pasé ayer con los entrenamientos?» -Dijo pensando que quizás todos estaban cansados en sus camas.

El ahora claro sonido de sus pasos le recordaba constantemente su extraña situación pero simplemente avanzó hasta la cocina de leña. Aún había agua hervida de ayer pero el fuego no estaba encendido. Por suerte para él tras un mes allí ya sabía cómo apañarse, más o menos. Encendió el fuego como pudo, con mucho miedo a quemarse y lo dejó avivándose cuando fue a por un cubo entero de agua para hervir. Fue entonces cuando vio un conjunto de pieles revueltas en vez de a Pefka ahí durmiendo.

Aquello empezó a ponerle nervioso, una sensación de inseguridad y miedo. Por puro instinto miró hacia la entrada y su mochila y armas seguían ahí, preparado para las salidas. Aquello le calmó un poco aunque un malestar general ya se había aposentado en su cuerpo.

«Ultradebe estar abajo haciendo algo o quizas arriba superintentando quitarse el miedo de nuevo...»

Llenó un cubo de agua y volvió para echarlo en una pota encima de la placa de metal, pero aún le faltaba un rato para calentarse así que cogió el agua hervida de ayer que les quedaba y rellenó una jarra vieja para que Kiki pudiera beber en abundancia.

Al subir las escaleras el silencio le estaba matando, abierta la puerta un mínimo de ruido de Pefka abajo o de alguien moviendose en la habitación grupal debería llegarle pero... nada.

Como era costumbre la visión de Kiki le calmo, pero ella podía ver la preocupación en su rostro.

-Toma, hiperno había nadie abajo así que ultrahe tenido que encender yo el fuego. Aún está avivándose y tardará un rato el agua en calentarse... -La mano de Nery´s se deslizó hacia debajo del abdomen de Kiki y ella sentiría el calor aliviante que desprendía su mano al posarse allí. -¿Cómo te encuentras? -Le dijo preocupado. Incluso ya sabiendo que aquello era normal no dejaba de asustarle bastante. -¿Y superhas oído a alguien? Todo megaestá extrañamente... callado.

Ulmara salió la última, en teoría porque le parecía lo mejor cubrir la retaguardia, en la práctica también porque seguía desenvolviéndose regular con la cantidad de luz de día y así tendría por delante a todos los demás. Si alguien se tropezaba ante ella, la cercana podría reconducir sus pasos para evitar su propia caída. Tampoco sabía si estaban tomando la mejor decisión, pero ¿qué decisión era la buena? <<Ninguna>>, pensó.

Debían parecer el paseo de la vergüenza, pero en lugar de esclavos de guerra eran niños en pijamas viejos, sucios y rotos, con más o menos ropa, despeinados, perdidos y asustados. Volvían a un refugio que no refugiaba, en busca de dos personas que bien podrían estar muertas. A cada paso descalzo, a cada piedra que le hacía levantar el pie con dolor, Ulmara se explicaba menos cómo mantenía su entereza y se preguntaba cuánto tardaría en desmoronarse. Y se avergonzaba a sí misma por aquella debilidad interior, un sentimiento mucho, mucho más cercano de lo que ella creía.

El torreón estaba cerca, aunque el paseo fue largo. El puente estaba alzado y no podían pasar. ¿Cómo los habían sacado? ¿Levitando? Ulmara resopló.

—Rezadle a todos los dioses que conozcáis —dijo a nadie en concreto, o a todos.

Acto seguido se limpió en el pijama la mano libre (la que no sostenía una roca como si fuese un salvavidas) y se llevó dos dedos a la boca. Silbó con todo el aire de sus pulmones y buscó con su mirada las ventanas. <<Aramara…>> pidió. Sin darse cuenta, comenzó a zapatear con la pierna izquierda, ligeramente nerviosa por lo que pudiera pasar ahora.

Torció el labio haciendo una mueca de preocupación y acarició con mimo a la humana antes de que ella le apartase la mano.

Se inclinó para ayudarla, abrazándola para que no tuviera que hacer esfuerzo al levantarse. Aquella manera despreocupada que tenía de acercársele y mimarlo para el se sentía como si Kiki tirara una cerilla a una piscina de napalm. Sus preocupaciones se disipaban entre aquellos besos y él respondía con toda la calma que podía pero cada día se le hacía más difícil que el anterior y esta vez la besó directamente en los labios mientras una de sus manos apretaba las sabanas para contenerse. Como tantas otras veces e las noches ella podía sentir perfectamente las ganas del frivy de seguir, y como tantas otras sabría que por muy fogoso que se pusiera nunca iba más allá, esperando con paciencia a las palabras de la humana que permitieran todo aquello que se guardaba.

El silbido lo detuvo en seco.

-Así que ultrasí han salido. ¿Quien megase habrá quedado dentro para el puente? No he visto a nadie.

Siguió a la humana hasta la ventana pero no le hizo falta mirar para preocuparse, solo con el ritmo de los golpes de la humana supo al instante que algo andaba mal.

-¿¿¿En pijama??? -Algo les había pasado en su salida que no comprendía, menos aún por el detalle del pijama, y el frivy bajó las escaleras de tres en tres a toda prisa y corrió hacia la manivela del puente.

«Mierda, mierda, mierda.»

Afuera podrían ver como el puente bajaba deprisa pues el frivy estaba usando toda su fuerza en aquello.

Esperó un poco y volvió a subirlo con rapidez subiendo al acabar para verlos.

Estaban todos allí, lo cual solo le confundió aún más. Y con una mezcla de miedo, preocupación y confusión les intentó preguntar sin atinar que decir.

-Chicos.... ¿Qué...? ¿Qué...? -Los miraba atónito sin entender que estaba pasando.

En el exterior no les esperaba nada, tan solo el silencio de la calle y sus preguntas y preocupaciones expresadas en voz alta. Y así siguió siendo hasta que llegaron al torreón. Pero, incluso aunque hubieran llegado sanos y salvos, aquello no tenía sentido. El puente estaba arriba y el edificio no parecía alterado en ningún modo. Nada indicaba que allí había pasado algo o que hubiera salido alguien. ¿Cómo, lunas, los habían sacado de allí? ¿Y por qué habían podido volver sin más preocupación que sus propias dudas?

La cercana fue quien dio el silbido de aviso y el nombrado esperó con la boca cerrada, pero también recordó algo. No se había percatado ni preocupado antes, ya que el peso familiar del silbato le hacía pasar desapercibido, pero el silbido de Ulmara le hizo llevarse la mano a su colgante. Seguía allí. Menos mal.

Después, miró al torreón con aprensión. No sabían qué o quién podía haber dentro, aunque sinceramente esperaba que Nery's y Kiki estuvieran bien. Un rato atrás, Toni había expresado sus sospechas al respecto, pero no tenía sentido que ellos dos les hubieran podido sacar de allí sin despertar a nadie así que le había ignorado sin más. En su lugar, Pefka miraba a su alrededor, desconfiando enormemente de las ruinas y calles. ¿Y si les estaba siguiendo quien fuera que les había capturado? ¿Pero por qué capturarles y luego dejarles escapar? Ni siquiera habían tenido que desmantelar una barrera de energía superior para salir de aquella casa abandonada...

Escuchó voces en el interior. Por fin, el mecanismo crujió y el puente descendió. Entraron... y dentro les esperaban las mismas dudas que les acompañaron desde aquel despertar tan extraño. El nombrado les miraba atónito. Estaban ilesos. Y por las pintas, parecía que llevaban poco tiempo despiertos.
—Menos mal que estáis bien... Y no tenemos ni idea... Nos hemos despertado en unas ruinas cerca de aquí —dijo mientras se dejaba caer en una silla con la cabeza mirando al techo y pensó que eso, el techo del torreón, era lo único que tenía sentido aquella mañana. La intriga pudo con él y volvió a abrir la boca—. ¿No habéis escuchado nada esta noche o por la mañana? Esto no tiene sentido...

Su amiga la asió por los hombros y contra todo pronóstico logró convencerla mientras se limpiaba las lágrimas con el dorso de la mano. Las palabras de sus compañeros también ayudaron y consiguieron que mirara hacia todos lados de aquella casa ruinosa, buscando a Nery´s y Kiki. >>Oh, Dios santo. Esto no puede ser peor<<. Pero sí que podía y Fleur lo sabía, por eso debían comprobar que ellos dos estuvieran bien.
—Vale —admitió incorporándose y negando con la cabeza. No quería escuchar las tontas acusaciones de Tony ni lo que se decía sobre un pinchazo en su brazo, ni siquiera se atrevió a mirar si tenía alguna marca. Solo deseaba estar a salvo, y quizás el único lugar en el que había creído estarlo había perdido la cualidad de protegerla.

Junto con la mayor parte del grupo partió a paso ligero y bastante asustada sin querer quedarse atrás. Luego volvió a quedarse algo petrificada cuando vio que el puente no estaba bajado como creía. Aquello podía significar varias cosas, ninguna que aliviara todo el estrés que su cuerpo estaba soportando. Solo se giró hacia Ulmara cuando dijo que rezaran a todos los dioses que conocieran. Eso estaba hecho.

—Oh, estáis bien, gracias a Dios— dijo cuando se les dio acceso de nuevo a Sendar, nunca una pequeña espera que se le había hecho tan larga, pensar que quizás nadie acudiera a su llamada solo empeoraría las cosas. Fleur se adentró aún con los nervios disparatados y emocionada por que los dos últimos integrantes del grupo no tuvieran percances. Incapaz de razonar o hablar tras Pefka permaneció en silencio y todo rastro de volver a expresar su opinión se había esfumado. Ojalá pudiera olvidar aquella mañana pero sabía que debían hablar de ello y que quizás tuviera que participar. Pero un temor más espinoso la martilleaba mientras tomaba asiento para recuperarse del disgusto. ¿Volvería a ocurrirles?.

El repentino ataque nervioso de Fleur diciendo que no podía ir al torreón, fue oportunamente tranquilizado por Maila. Aun así, Rua entendió su miedo.  ¿Peor que opciones tenían? Por suerte nadie más puso pegas en salir, y hasta la propia Fleur también se encamino con ellos.

El paseo, aunque fue corto en sí, fue cargado de tensión, docenas de preguntas silenciosas y dolor en los pies. Porque ir descalzo por esa ciudad en ruinas era una pequeña tortura para los pies, con las piedras clavándose en las plantas a cada paso, aun así, Rua se aguantó las quejas, abrazándose a si misma con un brazo y sosteniendo la piedra con el otro.  Ya frente al torreón, Rua lo miro por todos lados, itnentando ver si había algo diferente mientras Ulmara silbaba.

El torroen se veía igual, con la excepción que el puente estaba levantado ¿Cómo narices los había sacado con el puente levantado? << Supongo que igual a como entraron por nosotros, tiene que haber algún tipo de magia…o que sé que permita sacar la gente incluso si puerta esta cerrad y el puente levantado >> y pensar eso no le era para anda tranquilizador ¿Cómo se enfrentaba uno contra algo que podía llegar a ellos sin siquiera tener que abrirle la puerta? ¿Existia alguna jodida magia contra eso <<Y aún si existiera no sabemos cómo encontrarla>> lo de la amiga le había parecido lo de menos en un inicio, pero ahora empezaba a entender cuán importante le estaba siendo encontrarla.

Necesitaban un mínimo de seguridad do iban a terminar haciendo lo que sugirió Toni, dormir todos en comuna cogiditos de la mano. << O que haya alguien vigilando cada noche >> la mente de Rua bullía intentando tranquilizarse por el momento de espera pasar saber si Nery’s y Kiki seguían dentro o si había alguien más, o peor si nos les habría anda, estaba carcomiéndola.

Pero el puente se bajó, la puerta se abrió y la expresión incrédula y espantada de Nery’s les dio la bienvenida. No parecía tener idea de que estaba pasando así que estaba claro lo que sea que hubiera pasado no parecía haberle afectado a él o a Kiki.

- ¿Qué mierda está pasando aquí? - gruño, adentrándose al torreón junto al resto viendo los muros con desconfianza- No solo eso – dijo añadiendo algo más a las palabras de Pefka- Todos parece que hemos aparecido con un pinchazo en nuestros brazos…- dijo mostrando este, pues en el trayecto había notado que alguno de sus compañeros también lo tenía, con eso que había vuelto prácticamente apiñados desconfiados de su entorno.

Maila salió detrás de la sueca y en primera instancia todo parecía muy normal. Las calles estaban desiertas y por suerte el torreón no estaba lejos. Durante el trayecto de vuelta laa hawaiana se dedicó a pensar en aquella situación. Sin dejar de darle vueltas al afortunado hecho de que quien los había secuestrado los estaba dejando ir. <<No te animes, tanto... Si no estamos muertos es porque ya tiene lo que quería.>> Se dijo preocupada, a la par que se miraba el pinchazo en el brazo.

De vez en cuando miraba a Fleur para ver cómo iba la chica, consciente de que para ella esa situación tenía que ser mucho más dura. En una parte del corto trayecto Maila se retrasó un poco para ir al lado de la francesa e intentar que le fuera más ameno todo.

Cuando llegaron al torreón Maila no pudo evitar dar un paso atrás sorprendida. El puente no estaba bajado, y aquella imagen tan ilógica la desconcertó.  <<Sea lo que sea lo que noss ha sacado hecho con magia o tenía alas...>> Pensó con un escalofrío al recordar a aquel bicho con alas. Cuando Ulmara dio un silbido para avisar la hawaiana giró rápido la cabeza en todas direcciones, temerosa de que algo más pudiera oírlo. <<Espero que Kiki y Nery´s estén aquí...>> Como si hubiera oído sus pesares Maila pudo ver a Kiki asomarse por la ventana, a la cual saludó con una mano insistentemente. Segundos más tarde el puente bajó y el frivy los recibió con cara de no saber qué estaba ocurriendo. Eso le dio incluso más miedo.

Cuando el puente por fin volvió a subirse Maila respiró aliviada, aunque en el fondo sabía que esa tranquilidad era de todo menos real. Al fin y al cabo era ahí dónde los habían raptado. Tras coger una silla y sentarse cerca de Fleur se dispuso a hablar, tras escuchar a sus compañeros.

-Este sitio... este sitio no es seguro-. Comentó echando miradas a a todos lados, como si el culpable de todo aquello siguiera por ahí. -Quizás deberíamos buscar otro lugar...-

Nadie se opuso a ver qué había pasado en el torreón y allí se dirigieron. Iemai se mantuvo pegada al grupo, incluso intentando caminar en el medio de sus compañeros. Miraba en todas direcciones, tan preocupada por lo que se pudiesen encontrar allí fuera que ni siquiera le dedicó más que un par de pensamientos al malestar que sentía al pisar descalza el suelo pedregoso.

Se detuvieron ante el torreón, que estaba como siempre y tenía el puente subido. Iemai solo podía pensar que los habían echado del refugio, y no entendía por qué, ni quién o quiénes. Esperó expectante tras el silbido de Ulmara y el silbato de Pefka, y genuinamente se sorprendió cuando Kiki y Nery’s se asomaron por una tronera con cara de sorpresa. Iemai aún entendió menos la situación entonces.

El mecanismo del puente empezó a chirriar enseguida. La cercana se quedó plantada esperando, preguntándose si en ese corto periodo de tiempo la pareja había descubierto algo dentro del torreón. No pareció ser así cuando les preguntaron qué había pasado, estupefactos.

Iemai se abrió paso hacia el torreón, pero ni siquiera se sintió mejor allí dentro. No les habían echado, o lo habrían hecho con todos, ¿no? ¿Eran Nery’s y Kiki la clave para entender lo que había pasado? ¿Sería acaso una maldita broma? Aunque el pinchazo que todos decían tener le aterraba. No lo veía en su piel por el color de esta, pero no era tan ilusa como para creer que hubiesen hecho una excepción con ella.

—No hay otro sitio a dónde ir —respondió a Maila, con voz apagada. Tras eso, comenzó a saltar con la mirada de unos a otros—. No hay ningún sitio al que podamos ir donde estemos protegidos de… de la magia, de lo que se puede hacer con ella, porque eso no pudo ser cosa de animales. Aquí, por lo menos, tenemos foso, tenemos puente. Necesitamos entender lo que ha pasado esta noche, y no creo que tenga nada que ver con… con el motivo por el que estamos en esta ciudad. —Hablaba de forma vacilante, mientras se apretaba inconscientemente el hombro del brazo herido hasta casi clavarse las uñas—. ¿O sí?