Torreón Sendar

Recuerdo del primer mensaje :

Magia:

La divisaron a lo lejos. Una enorme cueva vertical se alzaba desde la tierra, colosal, majestuosa e imponente sobre la calle, y con una vista espléndida sobre esta. Aceleró el paso por curiosidad y esperanza, porque que algo estuviera en mejor estado que las calles que habían atravesado... ya era mucho. Además, no quería seguir hablando de los Hijos de Bakaiar allí, fuera, al descubierto, como si pensar en ellos o mencionarles pudiera atraer al de antes.

Cuando llegaron, sonrió al reconocer un foso, porque le era familiar del hogar, y se maravilló aún más al ver la enorme superficie de madera que lo atravesaba y que conectaba con el edificio.
—No sé si esto es lo que buscábamos, pero tiene buena pinta.

No esperó a los demás. Se había fijado en unos inventos nuevos que sujetaban la madera del foso y que se introducían en la cueva, y quería investigar tanto eso, como el interior como todo lo que pudiera. Se adelantó al grupo y caminó por la lámina de madera con toda la curiosidad del mundo, hasta llegar a la lámina vertical. La reconoció, parecida a las de esa cueva donde despertaron, así que empujó con el hombro hasta que se movió. Y... una vez dentro, se quedó parado en la puerta. ¡Era enorme! ¡Y había un sinfín de cosas sin determinar!  
—¡Esto es alucinante! —exclamó mientras liberaba el camino para entrar.

Le temblaba la pierna derecha, pero de anticipación por querer explorarlo y entenderlo todo. Su mirada saltaba de un artefacto a otro, de una pared a otra, de un punto a otro. Y aún tenía que investigar los hierros que entraban y salían de la cueva y se anclaban a la lámina de madera del exterior. Necesitaba nombres para aquellas cosas nuevas. Ahora sería él quien preguntara a los demás.

El bostezo sorprendió al nombrado, que había perdido la noción del tiempo practicando con el arco. Necesitaba ese ratito a solas antes de ser el foco de atención, pues ese era el lado negativo de entrenar. Paró un momento para saludar a la chica.
—Buenos días, Fleur. Dormí genial, la verdad.

Iba a sugerir que desayunara algo o buscara ropa más adecuada cuando apareció Rua. No supo interpretar si era una queja o no lo que decía, así que se limitó a encogerse de hombros. También fue ella quien habló sobre la ropa que llevaban.
—Sí, mejor será que podáis moveros bien.

Maila llegó poco después, y Toni la siguió. «Tendremos que hacer turnos con las dianas y los demás mientras podrían aprender lo básico de las armas de filo... Sería raro que acierten algo con las flechas hoy, de hecho» Los dos humanos coincidieron en comer algo primero y después la chica le preguntó sobre sus planes.
—Espero que hayáis tenido buena noche. Y a ver... Tenemos que turnarnos con los arcos, pues solo hay tres dianas. Cuando baje Ulmara, nos repartimos. Uno arco, otro metal, y podemos turnarnos con vosotros.

>>Cuando comáis algo y os pongáis ropa para ejercicio, y bajen los demás, lo explicamos todo.

Mientras se preparaban, él seguiría. Probaría varios arcos, eso sí, para comprobar que estaban en condiciones adecuadas.

Antes de que pudiera responderle a Pefka que se alegraba de que pasara una buena noche llegó Rua saludándoles a ambos, Fleur le respondió con neutralidad hasta que la sueca desveló las intenciones del hijo de lunas. >>¡A eso se refería Pefka el día anterior con aprender a defenserse!<<. Qué tonta había sido, debió entenderlo antes, ahora aquel puzzle de armas todas dispuestas y las dianas encajaban mejor en su cabeza.
Fleur reparó en su vestido con asombro cuando Rua hizo mención a ello con una sonrisa juguetona que no supo interpretar. El camisón de un color salmón apagado le tapaba hasta más abajo de las rodillas y sus brazos estaban ocultos por dos grandes mangas hasta la muñeca, sin duda no era la vestimenta adecuada para ningún tipo de ejercicio o entrenamiento pero ni siquiera lo había recordado antes de bajar las escaleras.

-Em... yo...- ¿deseaba usar armas? No se veía empuñando nada de aquellos objetos peligrosos. No no y no. Si ni siquiera era capaz de nombrar la mayoría de ellas. ¿Por qué no podía quedarse tras los muros de aquel torreón?. No había aceptado para esto. Y Dios no querría que lo hiciera, defender a los demás era el trabajo de los chicos y solo de las chicas más valientes. Si fuera una carrera Pefka o Nerys serían los participantes que lograban llegar a la meta y ella simplemente sería la que les ofrecía el agua durante el trayecto. ¿No?. De momento le había ido bien así y siempre había estado protegida si no se salía del camino. Sentía que romper ese esquema mental solo podía alejarla de Dios. ¿Y qué sería de ellos sin su protección?- ...claro- murmuró al fin tras algunas palabras atropelladas. Fleur se dio la vuelta en silencio y completamente colorada por los estiramientos de Rua. Pensaba que era una mala idea y sin embargo no había contradecido a nadie. Se maldijo, evidenciar su camisón delante de Pefka había sido suficiente para que subiera directamente a cambiarse. No se sentía así en el faro con Maila.

Fue al llegar Maila cuando se sintió reconfortada con su abrazo, aunque se despegó rápida de ella para que no notara su mal aliento mezclado con la fruta. Antes de poder escuchar el resto salió disparada hacia arriba dirigiendo un asentimiento a Tony (quién parecía más amable esa mañana) con respecto a desayunar y un leve saludo a Kiki. ¿Qué podía ponerse? Ahora mismo encontraba más urgente rebuscar entre baúles que llenar el estómago, y eso que se moría por probar un poco de pan.

Bajaría poco después mirando de reojo a Rua con una camiseta de tirantes blancas y un pantalón corto verdecito que le quedaba algo ancho en la cintura. Se sentó disimuladamente por la cocina esperando que nadie le dijera nada por sus sandalias y decidió escoger dos trozos de pan y un vaso medio lleno de leche.

La respuesta a su preguntan por parte de Fleur tardo en llegar y no parecía muy convencida de todas formas, Rua la miro por unos instante pero se encogió de hombros dirigiéndose hacia el interior del torreón de nuevo justo cuando bajaba Maila que saludo afectuosamente a Fleur, seguida de Kiki y Toni que menciono sin perder tiempo lo de desayunar. Rua no se quedo hablando allí sino que subió hacia la habitación para cambiarse, no importándole que aun hubiera gente y tomo algo de la ropa que había rescatado durante esos dos días. Se puso un poco de su protección solar especialmente en rostro, brazos y piernas y se vistió  con sus pantalones cortos, una camiseta top de un gris desteñido que dejaba parte de su estomago al descubierto y con ello su piercing, y el mayor tesoro que había logrado encontrar, unos botines muy hechos polvo mas adecuados para correr que sus propias botas. Una vez vestida cogió sus gafas de sol, se la engancho canalillo del top y bajo, sintiéndose ciertamente enérgica ese día a pesar de abrupto despertar ruidoso.

No sabría si tendría que usarlas si practicaba fuera, pero prefería se precavida,  pronto seria las horas de mayor sol y erna una molestia. Se encontró en su camino de vuelta a Fleur subiendo también para cambiarse   una vez abajo se dirigió a la cocina a ver que había, pillando un par de frutas que comenzó a cortar en trocitos sobre un plato para empezar a comérsela relajadamente mientra se veía al resto desayunar también. Pudo sentir la mirada de Fleur sobre ella cuando bajo ya cambiada y la miro de vuelta, dirigiéndole una ligera sonrisa despreocupada y traviesa por haberla pillado mirándola. No podía negar que Fleur era bastante mona, aunque excepcionalmente tímida, demasiado. Tras aquel breve intercambio de miradas Rua miro al resto, recordando vagamentente algo al ver como todos se iba sirviendo sus desayunos.

-Por cierto ¿habéis escuchado alguno a los pregoneros de las bañeras? Por saber si también han pasado hoy, aun tenemos comida, pero por tener un registro de cuando pasan y cada cuanto, como hablamos ayer- no había estado atenta, así que no estaba segura si ya habrían pasado o aun no era la hora en si, pero estar al tanto de eso por saber rutas o cuando pasaban no estaba de mas. Porque otra cosa no, pero salir iban a tener que salir sin mas remedio en algún momento, ya que era la única forma de obtener comida, por eso era que necesitaba empezar a saber cuidarse ellos mismo.

Recordó también la explicación de Pefka diciendo que se dividirían un poco entre el patio y adentro, imaginaba, ya que era la zona mas amplia. ¿Ulmara era la que les enseñaría a usaras las espadas y demás armas irreconocibles que había subido Pefka y que se amontonaban en el patio? Al pensar en ello observo sus uñas, mientras pinchaba un trozo de fruta con su dedo indice y se la llevaba a la boca relamiéndose, pensativa <<Aprender a usar un arma con estas niñas, va a ser una dificultad añadida. El arco no parece muy adecuado para mi. Ademas en el momento que haya mucha luz y no lleves las gafas de sol, apuntar va a ser un problema>> no conocía los manejos de ningún arma, pero lo de arco parecía sentido común.

-Sobre la practica, yo imagino empezare con lo que enseñe Ulmara, ya que estas pequeñas no son muy útiles para tensar un arco y el que parece saber de eso es Pefka...espero que no den problemas para coger cualquier otra arma, porque creo que dedicarme a rasguñar a los bichos de este lugar no parece muy eficiente- añadió sonriendo divertida e irónica buscando ponerle un poco de humor al asunto que les esperaba, mostrando sus uñas con tranquilidad mientras pinchaba otro trozo de fruta y se lo llevaba a la boca. Eran filosas si, pero no tenían mayor utilidad en un enfrentamiento. Y dudaba que fueran a servirle de algo contra una criatura como el kelpie que habían visto el día anterior.

Ulmara se despertó por la luz, que ya atravesaba sus párpados y la incomodaba. Se tapó brevemente con la sábana, respiró hondo. El cuerpo le pedía quedarse ahí durante todo el día, bajo la seguridad y el calor de las mantas, pero la cercana sabía que no podía. La conversación que había mantenido con Pefka había reafirmado la necesidad que tenían de comenzar los entrenamientos y, sinceramente, a Ulmara le aterraba la idea de que alguien se muriera frente a ella. Era un pensamiento que jamás la había atormentado en su hogar, pero aquí las cosas eran mucho más diferentes de lo que se había planteado: ellos no volvían. Ni siquiera estaba segura de si ella o Iemai podrían pasar a la Lejanía desde Rocavarancolia, pero aquella duda quedó rapidamente aparcada. Ya habría tiempo para descubrirlo.

Hizo acopio de energía y se levantó. Se acicaló las plumas y se vistió con un par de prendas viejas, de un blanco amarillento. Eran feas a matar, pero eran las más cómodas para realizar ejercicio y con eso bastaba. Antes de bajar, intentó asomarse por la ventana con los ojos achinados y la mano a modo de visera, distinguió a duras penas todo lo que habían subido desde la armería y esbozó una sonrisa divertida. A ojos de la cercana, habían sobrestimado lo que podrían hacer hoy.

Se calzó con las sandalias, las abrochó con brío y se aferró levemente a su amuleto. Respiró el aroma que invocaba con los ojos apretados, deleitándose justo en las mezclas extrañas que revelaban las muchas cosas que añoraba en ese instante. Irónicamente, al soltar el colgante se sintió renovada de improviso. No tenía nada que ver con la magia, sino con su propio ánimo y la necesidad de seguir adelante.

Bajó directamente a la cocina. Había mucha gente allí ya, lo que quería decir que no tendrían que tirar de nadie para participar en el entrenamiento matutino, y por lo que había oído por el camino, parecían bastante entusiasmados. Un alivio para la cercana, que no tenía tanta paciencia como sus antiguos entrenadores.

—No desayunéis muy fuerte —les recomendó, a modo de buenos días—. U os pesará el culo como una losa ahí fuera.

Lo sabía por experiencia. Ella misma se agenció tan solo una pieza de fruta y fue directamente hacia Rua. El día anterior había mencionado sus gafas para el sol, algo que podría ser muy útil para la cercana en determinadas circunstancias, al menos hasta que se adaptara a los nuevos horarios diurnos..

—Hola, Rua. ¿Puedo hablar contigo un momento? Quería preguntarte por tus lentes protectoras.

Se plantó de pie frente a ella, su lenguaje corporal no transmitía ningún tipo de inseguridad para interactuar. Ulmara no tenía problemas en reconocer que necesitaba ayuda, ni en pedirla, sus dificultades formaban parte de ella y no pasaba nada.

El ruido de la mañana le sacó muy levemente de sus ensoñaciones pues siempre había ruido al despertarse de gente preparándose para un nuevo día y como siempre, mientras no sonara su alarma y nadie lo molestase con caricias indiscretas significaba que podía dormir un poco más. Notó movimiento en la cama y como alguien lo tapaba, pero siguió descansando. Los minutos pasaban y ni su alarma ni la voz de alguien vinieron a sacarlo de su descanso.

Abrió los ojos al fin y se incorporó en la cama. Nadie. Ni a su lado, ni alrededor. Notó cierta presión en el pecho que no sabía identificar, simplemente sabía que aquello no le gustaba. A la vez extrañamente sentía su cuerpo y su cabeza ligeros, llenos de energía, pues era la primera vez en años que había descansado tantos días seguidos. Y a la sensación en su pecho se le mezclo otra, la de no merecerse tal descanso.

Salió de la cama y el frió que azotó sus piernas desnudas fue refrescante para él, era extraño como aquella temperatura podía producirle una sensación agradable, todo aquí para él era extraño.

La mayoría estaba ya desayunando abajo y muchos preparados para entrenar.

-Buenos díis. -Los calzoncillos más gruesos y viejos que llevaba ahora no hacían que se le marcara tanto el paquete aunque se podía ver bien donde estaba, y la camiseta de manga corta que llevaba hacía que se le fueran viendo los abdominales. parecía distraído y sin mirar a nadie ni responder a nada se sentó, cogió una fruta y un cuchillo y comenzó a intentar pelarla muy torpemente, mirando como lo hacía alguien al lado suya para intentar imitarle.

El frio seguramente acabaría por molestarle, pero quería disfrutar de esa sensación lo máximo que pudiera.

-Supervamos a tener que hipercorrer mucho así que... em... si. Yo ultrapuedo ayudaros a poneros en formis. -Frunció el ceño al ver que mas que pelar estaba cortando cachos de piel y fruta y concentró su atención en ello.

En opinión de Iemai se llegó a un punto de hostilidad innecesario, aunque a ella tampoco le había encantado precisamente el tono del frivy. Para la cercana era obvio que estaban todos en el mismo barco, y que tenían que acostumbrarse unos a otros les gustase o no. Si no trabajaban juntos difícilmente iban a resolver aquel enigma, y encima ella los necesitaba para sobrevivir. No podía hacerlo sola dadas sus circunstancias, así que era la más interesada en que hubiese paz  y entendimiento. Gracias a Silárea, las cosas volvieron a su cauce por sí solas.

Cuando acabó de comer no pudo felicitar a Pefka por la combinación de especias, ya que se había ido, así que se limitó a recoger su plato y lo que quedó por la mesa. Se disculpó por no poder ayudar a fregar y se fue a buscar algo que sí estuviese a su alcance, terminando por retomar la tarea que había empezado por la mañana.

Estando sola tuvo mucho tiempo para pensar. En el torreón todavía reinaba un cierto ambiente de desconfianza. Era normal, todos eran demasiado diferentes y se acababan de conocer. La propia Iemai no sabía a veces cómo romper el hielo, y ni siquiera le resultaba fácil acercarse a Ulmara. ¿Qué haría cuando le preguntase a qué se dedicaba antes de llegar a la ciudad? Ni siquiera podía decirle la verdad.

La noche cayó y, gracias a haberse forzado a hacer algo, Iemai tenía mucho sueño. También muchas molestias en el brazo, pero esperaba que el cansancio le ganase la batalla a aquello y a los nervios a flor de piel. Y lo hizo. Tuvo la suerte de dormir del tirón hasta la mañana siguiente, cuando el sol ya estaba bastante alto en el cielo.

Al abrir los ojos se dio cuenta de que muchos ya se habían levantado, y decidió hacer lo propio. Se puso el vestido por encima de la camisa, que había usado para dormir, y bajó a desayunar. Habían acordado racionar la comida, así que su estómago tendría que conformarse con una pieza de fruta.

Abajo se escuchaban voces que provenían de la cocina, y tal vez del patio. No podía acceder a la comida sin interrumpir a los demás, así que no tenía elección.
—Buenos días —saludó al pasar. Se quedaría allí de pie comiendo una fruta anaranjada con una pepita arrugada en el centro. Escuchando, por si alguna conversación le resultaba interesante.

Apenas si quedaba gente ya para bajar y unirse ala mesa para desayunar, ella misma se encontraba ya terminando, observando con extrañeza el estropicio que estaba realizando Nery's, intentando pelear sus frutas. <<Ya sabemos a quien no debemos dejar en la cocina sino queremos salir ardiendo>> pensó ante sus infructuosos intentos con la fruta mientras optaba por volver su atención a los demás en pos de escuchar lago mas interesante.

¿Que podría haberlo ayudado? Pues si ¿Que lo iba a hacer? Claramente no.

Nery's no iba a tener mas remedio que aprender a hacer sus propias cosas, porque no había robots que lo hicieran todo por el, como bien habían mencionado en su discurso del día anterior. Al menos le concedía el punto de que estaba intentándolo y no había pedido de inmediato ayuda.

Estaba ahí distraída escuchando las conversaciones mientras se iba terminando los trozos de fruta, saludando a Iemai también cuando bajo. Vio a Ulmara acercarse, tras avisar que era preferible que comiera ligero. Rua le miró expectante al ver que se le acercaba a ella y se giro en su asiento para darle su atención. Era la primera vez que hablaban juntas, es decir sin que fuese un charla multitudinaria donde todos decían algo.

- ¿Estas interesadas en mis gafas de sol? -preguntó extrañada, una vez vez le pregunto si podrían hablar, a lo que sinceramente no tenia muchos problemas. Claro estaba que no esperaba que su interés fuese por las gafas, la cual desengancho de su escote para enseñárselas- No se si tendrás algo parecido en tu mundo, pero lo mas que pueden hacer es que estés gloriosa...y que protegen los ojos de la luz del sol, que también es importante. Yo las uso porque tengo ojos muy sensibles a la luz – indico señalándose con cuidado con uno de sus dedos a sus ojos de aquel tono rojizo pálido, mientras sostenía gafas cagas entre sus dedos

- ¿Quieres probarlas o algo así? Ya me percate cuando llegamos que tu y Iemai apenas podías abrir los ojos durante el día ¿sois nocturnas?- cuestiono relajada y curiosa mirándola tanto a ella como a Iemai que se también había tomado ya asiento, imaginándose en cierta forma a Iemai y Ulmara como una mezcla de ave rapaz y humano que solo vivían de noche. En realidad Ulmara era bastante llamativa, su pico resaltaba y se veía exótico y curiosos a ojos de Rua, lo que despertabas la pregunta despreocupada de si seria siquiera capaz de ponerse las gafas sin que se deslizaran por el. Por suerte tenia orejas y no era como las aves que solo tenia agujeros cubiertos entre plumajes, sino sostener las gafas seria imposible.

Rua se sorprendía aun así un poco de si misma de lo rápido que se adaptaba a a ver un rostro que tenia alguna peculiaridad que la sacaba de los humanos normales. Había ocurrido lo mismo con Pefka y el hecho de que fuera un maniquí; nadie le iba a sacar eso de la cabeza aunque ya supiese que no lo era.  << Mi mente debe trabajar diferente para sentirme tan normal de estar hablando sobre gafas con una persona con pico. Es algo que hago todos los días mientras desayuno... >> su nivel de adaptación era anormal hasta para ella. Era eso o un mecanismo de defensa natural para no acabar histérica cada cinco minutos ante cualquier anormalidad eventual que se saliera de su  usual vida cotidiana. Sí, tomarse la cosa con humor, cinismo y naturalidad parecía ser una buena forma de evitar colapsos nerviosos.

Ademas, la imagen mental de Ulmara llevando sus gafas, preciosas y a la moda ademas, junto con su piel oscura y cabellos ¿o mas bien era plumaje? Se le hacia digno de ver. Parecía como la portada de un disco. Atrayente, exótico en un nivel diferente, le atraía realmente la idea y la curiosidad <<Ahora soy yo la que tiene toda las ganas de vérselas puestas>> pensó mordisqueándose el peircing con emoción y cierta impaciencia. Una vez que se le metía una idea en la cabeza, difícilmente saldría de ella.

La cercana extendió una mano para coger las gafas y las observó sin dejar de escuchar a Rua. Eran similares a las lentes que se vendían en su tierra, pero los cristales tintados eran algo nuevo. En La Cercanía el sol nunca era una molestia, jamás se habían tenido que plantear siquiera protegerse de él. Sabía que había hechizos para opacar un poco la luz al mirar, pero nada de uso común. Demasiado situacional. Ahora, sin embargo…

Se distrajo brevemente al ver pasar a más compañeros, en especial a Iemai.

—Buenos días —la saludó. Quedaba pendiente de preguntarle qué tal se encontraba.

De vuelta a la conversación, abrió las patillas y alzó las gafas frente a su cara, sin ponérselas. Giró con la cadera hacia la puerta del patio y miró por primera vez a través de los cristales. Se contuvo para que su emoción y la sorpresa no calasen en su porte y se limitó a sonreír. Luego aprovechó para observar los ojos rojizos de la humana.

—¿Se trata de alguna dolencia ocular? Si es así, no me sentiría cómoda pidiéndotelas; pero si no, te agradecería que me las prestaras más adelante. —Se habría quedado ahí, pero decidió que Rua se merecía un poco de la verdad que subyacía a su petición—. No me siento cómoda encerrada, me gustaría poder salir como vosotros; ser de más ayuda.

Lo último lo dijo en voz más baja, para no herir el orgullo de nadie. No se trataba de comparar resultados con los de nadie, sino de la insatisfacción personal de Ulmara.

Vio como Ulmara tomó sus gafas de sol, inspeccionarlas. Por lo que pudo observar Rua le parecían extrañas, pero no le eran totalmente un objeto alíen incomprensible en su uso ¿Tendrían algo parecido en su mundo? Se imagino por un momento a los cercanos llevando gafas de aviador, en un estilo muy ciberpunk y le pareció mas que correcto.

La vio abrir las patillas y mirar hacia el patio a través de ellas, sin ponérselas, mientras se comía uno de sus ultimo trozos de fruta. No llego a ver la expresión que puso cuando vio como funcionaban realmente pero le sonrió relajadamente, pensativa ante su pregunta y el motivo real por el que se las estaba prestado. Aunque aquello lo dijo bastante bajo, como si solo quisiera que ella le escuchase.

-Dolencia ocular...mas o menos, soy fotosensible, especialmente a las luces fuertes y al sol, mi piel no tiene prácticamente protección natural contra este por eso es tan blanca y por eso uso protector solar. No estoy enferma como tal, es de nacimiento, soy albina. Aunque no se si sabrá lo que es – explico, intentando explicárselo de forma simple, sin muchos palabras complejas que probablemente no sabría ni lo que era la melanina o como funcionaba. Y ponerse a explicar todas las características físicas y medicas de su trastorno genético tan temprano era un tedio-  Pero aquí el sol parece ser menos fuerte que en mi mundo, así que realmente solo me molestan mas los ojos a ciertas horas del día- lo había medio comprobado ya en aquellos escasos días en la ciudad, siendo bastante sensible a la iluminación en general, en cuanto era un poco menor de lo que normalmente ya le era molesto lo notaba. La media mañana y cierta horas de la tarde, era bastante molesto salir al patio, no al grado como en la Tierra donde se había imposible prácticamente sin gafas de sol, pero igual le irritaba los ojos pasar demasiado tiempo fuera.

-Así que no te hagas mucho lio por pedírmelas prestadas, sino le estoy dando uso en ese momento, puedo dejártelas. Mientras me las cuides bien, por mi vale -añadió Rua sonriendo divertida, encogiéndose de hombros señalando le con un gesto de cabeza, porque fuera parte de su aceptación había otro pequeño problema entre manos con el hecho de prestárselas- Aunque, te seré sincera, yo te las dejo pero...no estoy segura que se vayan a a sostenerse en tu pico, que parece todo suave. Incluso sobre mi nariz se resbala a veces – comento relajadamente aunque con un buen apunte ¿se sostendrían allí? No creía en realidad y menos si debía llevarlas mientras estaba fuera, donde necesitarían ajustarse bien para no caerse. Su pensamientos anterior de las gafas de aviador volvió a su mente, aunque no pudo evitar arrugar un poco los morros al visualizar sus gafas de esa forma.

No parecía que sus gafas fuesen a quedar igual de guapas y a la moda con una cuerda atada a las patillas, sinceramente. Lo que le hacia llegar aun así a cierta conclusión terrorífica << ¿Tengo que sacrificar lo chulas que son solo por la seguridad de que no se rompan? ¿Primero mi maquillaje y ahora esto? ¿¡Que tortura es esta!? ¿¡Que será lo siguiente!?>> pensó mordiéndose el labio inferior con fuerza, pellizcando insistentemente su piercing, estaba costándole muchísimo decirlo.

-Pero tal vez, podríamos ponerle una cuerda en las patillas para que sujete y no se caiga. Así podría sostener en tu pico y si corremos con ellas puestas, hay menos riesgos de que se rompan- lo dijo en un respiro profundo y rápido, como si cada palabra le costara la vida misma pero lo dijo, tomando una decisión.

Ya esta, ya lo había dicho, ya habría dado un paso mas para el sacrificio de sus pobres gafas de sol para convertirlas en las gafas de sol una anciana a la moda, que necesitaba llevarlas atada al cuello para no perderlas. Era consciente que era lo mas seguro tanto si las usaba ella como si las usaba Ulmara, porque si salieran corriendo allá afuera con ellas puestas corrían mas riesgo de caerse que si las llevaba atadas, pero no dejaba de doler igual. Estaba sacrificando de a poco todo su look por habituarse a ese mundo y sobrevivir a este.

<<¡Me cago en esta ciudad! ¿¡Que tienes contra mi y mi estilo!? Déjame ya en paz, coño>> pensó llevando el ultimo trozo de fruta para intentar endulzar un poco la amargura de su realidad. No funciono. La fruta era mas ácida que dulce <<Puta vida>>.

—Vaya... —Lo de la fotofobia la pilló de improviso y estuvo a punto de recular, pero por suerte no era nada grave. Soltó una carcajada algo agria al escuchar que aquí el sol era leve, ¿qué ironía de los dioses era esa? En el fondo se alegraba, pero no quería saber jamás cómo sería vivir en la Tierra—. Las cuidaré como si fueran mías. Aunque… —esta vez la sonrisa era sincera, no se había planteado cómo quedarían en su pico—. Sí, eso va a ser un problema, pero creo que el cordel es una buena solución.

Para Ulmara no había ningún tipo de disonancia estética con la idea de llevar las gafas atadas. No podía ni plantearse lo que pasaba en esos momentos por la mente de la humana. Lo que no se le pasó fue el tono de voz que había empleado Rua hablando de su problema con el sol, lo anotó mentalmente para no contárselo a nadie hasta que ella misma le diera el visto bueno.

Se giró para buscar a su congénere y alzó la mano en su dirección.

—Hey, Iemai, ¿puedes venir?

A ella también le interesarían las gafas, Ulmara no quería acaparar la generosidad de Rua.

Se volvió invisible, como si no estuviera en el mismo espacio que sus compañeros de torreón, guardo silencio.  No quería hablar con nadie, quedándose en un segundo plano dio vueltas con la cuchara a su comida, no comió demasiado.  

Cuando pudo salió como una corriente de aire frio desde una ventana, solo dejo tras de si el rastro de su larga melena negra. Sola, en su habitación, tumbada mirando el techo, no podía dormir no tenía sueño, no hoy. Ya de noche, se levanto y dio una vuelta mientras repasaba lo que se había dicho durante la comida. Compartía la opinión de Rua, necesitaban prepararse, Sara ya se había dado cuenta que quería salir, no podía seguir como si nada dentro de un torreón quería salir quería arriesgarse y quería saber. Por lo que tenia que mejorar su condición física y aprender a defenderse. La nueva revelación de Nery’s no le hizo más que soportarle aún menos, no solo tenía información que no estaba compartiendo, y además de darse cuenta de que era perfectamente consciente de su irritante forma de hablar y la utilizaba por placer. Sarah tenía claro porque había venido no necesitaba excusas, ni temores, de alguna forma u otra todos habían venido porque habían querido porque deseaban estar aquí al igual que ella, aunque todavía no le vieran tenían que ocuparse de adaptarse a lo que tenían. Pero aun así no tenia claro que quería hacer aquí.Tras el paseo, volvió a su cama y consiguió dormir el resto de la noche.

-Buenos días- saludo a los que estaban ya despiertos.

Se despertó pronto y bajó a la cocina, con la conversación de anoche quiso ver si había traído ella también algo que pudiera ser de utilizad, frente a ella, al abrir su bolso, solo tenía un teléfono las llaves de su casa, su baraja de tarot y cosas de poca importancia. Quizás si lo hubiera sabido habría traído alguna cosa más útil.

La conversación que llamó su atención fue precisamente la que compartían Ulmara y Rua, tal vez porque hablaban de un problema que tenía la chica en común con los cercanos. Se terminó la fruta mientras hablaban, y se enjuagó la mano manchada de jugo en el caldero de agua para secársela luego contra su vestido. Cuando se dio la vuelta, vio bajar a Sarah, y al mismo tiempo se percató de que Ulmara la estaba llamando. No había escuchado algunas partes hacia el final de la conversación, así que no sabía si habían dicho algo de ella o si le hablaba por algún otro motivo.

La cercana rodeó la mesa para acercarse. Miró a los ojos a Rua y luego a Ulmara brevemente.
—Dime —dijo, al no estar segura de por qué la había llamado su compatriota.

Ulmara le dedicó una sonrisa a Iemai a la vez que le tendía las gafas de sol.

—Gracias a Rua, tenemos una solución temporal a nuestra ceguera diurna —le explicó. Al mencionar a la humana asintió levemente a modo de agradecimiento—. Ella también las necesita, pero podremos usarlas si la ocasión se tercia. Todavía falta un cordel para que no se nos resbalen pico abajo, pero eso será pan comido.

La sola idea era suficiente para encender el ánimo de la cercana, que deseaba salir de aquel edificio de piedra para ver en primera persona qué peligros y maravillas la esperaban fuera. No sabía si Iemai se sentía igual, pero aquello había que compartirlo.

—¿Tu brazo qué tal, por cierto?

Se permitió un segundo para saludar con la mano a Sara. Poco a poco, la planta baja se iba llenando y el entrenamiento se acercaba. Ulmara pedía internamente a Aramara que todo fuera bien y que, al final de los ejercicios, no hubiera más huesos rotos que los que ya traían de casa.

Resultó ser por lo que suponía. Iemai alargó la mano para tocar aquellas gafas, y las puso brevemente delante de sus ojos para comprobar el efecto. Atenuaban considerablemente el brillo de las cosas. A través de las ventanas se veía un día menos luminoso, aunque en la penumbra del torreón el efecto era excesivo.
—Es muy interesante —dijo mientras aún miraba a través de ellas. Luego se las quitó y las devolvió, sin saber muy bien si tendérselas a Rua o a Ulmara, así que detuvo la mano entre ellas dos—. Te lo agradezco —dijo entonces mirando a Rua—, pero probablemente no necesite pedírtelas. No creo que salga mucho del torreón —levantó ligeramente el brazo roto para dar a entender a qué se refería—, y ya bastante tendréis con repartíroslas entre dos. Además, no creo que sea por mucho tiempo, los ojos se acostumbran a la luz. —Al decir aquello miró a Ulmara. Se quedó callada un momento y añadió—: conocí a alguna gente que trabajaba de día.
Gente de la que no le podía hablar, por supuesto. Ella también se incluía en el lote.

Aprovechando que su compatriota le había preguntado por su brazo, la cercana cambió de tema rápidamente.
—No me puedo quejar. Va a escocer, pero solo es un brazo, puedo prescindir de usarlo hasta que se empiece a curar.
Notó que algunas personas ya estaban recogiendo los restos de su desayuno y se preguntó varias cosas, que tuvo la necesidad de verbalizar.
»¿Qué se va a hacer ahora? ¿Habéis oído las bañeras de la comida hoy?

Poco a poco los cortes se hacían más precisos, aún así al terminar lo que quedó de la pobre fruta era un poliedro extraño, alejada de su forma natural.

¿Megahace cuanto que no supercomo una fruta sin trocear?

Su mente, aún en proceso de adaptarse a perder su rutina y toda la nueva situación, divagaba por sus recuerdos lejanos, aquellos en los que jugaba con Aery´s y trasteaban como querían con la más lujosa comida y bebida. Su mirada se perdió en la fruta un rato, con su zumo empezando a deslizarse por sus dedos. Simplemente estaba ahí quieto, con una expresión indescifrable en el rostro.

El contacto visual directo con Rua y el hecho de ser pillada mirándola de soslayo terminó por enrojecer a la francesa completamente, logró desviar la vista pero no antes de ver su sonrisa juguetona. >>¿Qué haces?<< se dijo así misma, sorprendiéndose por verse devolviendo una sonrisa estúpida aunque sin intenciones. Cuando ambas cercanas se acercaron a la muchacha comenzó a respirar mucho más tranquila, hasta entonces no sabía dónde meterse. ¿Pensaría quizás que iba enseñando demasiado para ser ella? Aunque se conocían de poco. ¿Simplemente le había gustado su ropa?. La imagen de la escocesa vestida como el primer día aturdió su mente y se obligó a sacudir la cabeza. Imposible, ella jamás podría vestir así, únicamente había adoptado un tono más deportivo dadas las circunstancias.

Y qué circunstancias. Fleur terminó de comer y tras recoger siguió a sus compañeros con rostro de querer desintegresarse en el momento. Un sentimiento inusual de demostrar que tenía cierta resistencia debido al baile afloró en ella, y al pensar en la sonrisa de Maila de aprobación cuando la había visto girar y girar se acercó a ella.
-Si nos ponen por parejas ponte conmigo, porfa.