Primer sueño de Pefka

El sonido, o la ausencia de ruido, le sorprendió, porque en el torreón siempre había pasos o voces. Quizá era aún de noche, porque estaba a oscuras y tenía frío... Ladeó la cabeza e intentó mirar a otras partes, por si reconocía la habitación. Sabía que estaba de pie, y no recordaba haberse levantado, así que se paralizó por el miedo y la desorientación mientras intentaba acostumbrarse a la poca luz.

Lo primero que salió del Hijo de Lunas cuando comprendió el lugar en que estaba... fue un grito. Un grito que acalló rápidamente con las manos, pues temía quedarse sin aire.

Agua por todas partes, menos en el lecho marino donde se encontraba. Trastabilló, pues un peso extraño detuvo su paso en el momento de iniciarlo. ¡Llevaba algo enganchado a las piernas! Se agachó de manera muy pesada para trastear con la cadena y la bola aquellas, pero no veía forma de soltarse. Ni de subir allí donde los rayos del sol atravesaban la superficie. Incluso intentó bracear, por instinto, pero por supuesto no se movió un ápice del sitio.

¿Y a su alrededor? ¿Quizá algo en el fondo marino le ayudase a liberarse? No... no encontró nada. Andar le cansaba y sabía que el esfuerzo le costaba segundos de vida. Tan solo pudo ver unas extrañas ruidas sumergidas... con símbolos extraños y mensajes que no comprendía. Y lo que sí comprendía no tenía sentido en aquel momento. «¡Levyna y Kepryna, ¿cómo he acabado aquí?!» A punto estuvo de abrir la boca para decirlo, pero se contuvo para mantener lo que le quedara de aire. Y para colmo estaba temblando de frío y pateaba como podía la cadena de la bola... No dejaba de mirar hacia arriba, por si aparecían sus compañeros buscándole. ¿Cómo habría llegado allí, por qué no se acordaba? ¿Pero qué importaba eso? ¡Se iba a ahogar!

De pronto, entre sus sacudidas por intentar soltarse, le llegó el rumor de unas voces. Se paró un momento para prestar atención y entonces arrugó el entrecejo. ¿Hablaban de él? ¿Pero dónde estaban? ¿Se referían al mensaje que había escrito más allá? ¿"Por favor"? ¿Y por qué le insultaban? ¿Había acabado allí como colofón final a la prueba de Rocavarancolia?

Sabía que solo sería capaz de echar burbujas... y su cuerpo y todo su miedo le pedían destaparse la boca y la nariz para respirar, así que sentía que sería lo último que haría. Si ese era el final que la naturaleza había dispuesto para él, lo aceptaría, pero no entendía cómo había acabado allí abajo y no quería morir sin saberlo, sinceramente. «¡Por favor, lunas Levyna y Kepryna, ayudadme!» Pensó a la vez que lo decía en alto, o todo lo alto que creía que podría decirlo.

Sin embargo, por aguantar la respiración había inspirado antes de hablar, por reflejo, y ahora su cara, la cara de alguien que no se estaba ahogando aunque seguía cagado de miedo, sería un poema para quien le estuviera observando.

De pronto, el mundo alrededor del Hijo de Lunas dio un vuelco y como por arte de magia todos sus sentidos empezaron a registrar algo muy diferente de lo que le rodeaba hacía escasos segundos. Tuvo que parpadear varias veces y también esforzarse en recuperar y calmar la respiración. Pudo comprobar que estaba en la superficie de aquel lago, más concretamente sobre una especie de hoja o planta gigante que flotaba sobre el agua... y aún llevaba la bola en los pies. Y entre el peso que no le hundía y lo fantástico de las circunstancias... asumió que debía ser presa de algún hechizo.

Lo que no le chocó tanto fue la aparición de esos... esas criaturas que habían saltado a otras hojas como la suya. Tampoco le chocó que le hablasen, pero sí que se refirieran a algún tipo de prueba y supieran su nombre...
—Disculpad, pero ¿quiénes sois y qué hago aquí, qué queréis de mí? —les preguntó cuando se callaron. No entendía nada, ¿de verdad las lunas le estaban poniendo a prueba así?

Confuso estaba, sí, y mucho. No entendía nada, había agachado la cabeza en cuanto volvieron a insultarle, y ni siquiera alcanzaba a comprender cómo todo el rompecabezas de Rocavarancolia y las lunas le había llevado a aquella situación tan absurda... Para colmo cada cosa que le decían lo empeoraba y su cabeza era un torrente de pensamientos a toda veloidad. Dudas, sobre todo.

Sin embargo, en seguida le dieron algo "tangible". Intentó centrarse y serenarse. Miró a su espalda y se giró para observar las ruinas que le indicaban.
—¿Qué tengo que hacer con eso?

El hijo de Lunas les miraba patidifuso sin saber si interrumpirles, porque no entendía nada. Después, les vio saltar y afloró en él esa maravilla ante el comportamiento de criaturas y bestias cuando les escuchó cantar. Cantaban cada vez más fuerte y más rápido... y entonces entendió que había más de tres ranas y sapos, muchas más. Por todas partes, por el lago y quizás más allá. Le dieron ganas de imitarles, o de bailar, pero se lo impedían tanto el desconcierto como el peso de la bola, respectivamente.

Y entonces lo oyó. Se giró justo a tiempo de ver qué sucedía a su espalda. Los símbolos en las ruinas empezaron a brillar, y casi podría jurar que lo hacían con la misma intensidad que el canto de las criaturas. Tuvo que taparse el ojo un momento hasta que pudo acostumbrarse a la luz que desprendían... hasta que vio el pasaje que se había abierto en la piedra.

No tenía que preguntar nada, tenía claro lo que debía hacer. No sabe cómo llegará, si la planta sobre la que se encuentra aguantará, o si tiene que lanzarse al agua para acercarse, pero empezó a caminar hacia las ruinas mientras arrastraba la bola como podía. No dejaba de darle vueltas a lo extraña que era esa prueba, después de todo lo que les había pasado en la ciudad.

Llegó sin más problemas que el peso que arrastraba con él, y se asomó con cautela. Dentro solo le esperaban una antorcha y un pasaje estrecho con más antorchas... y un símbolo que se iluminaba a su lado en la pared según avanzaba. No sabía su significado hasta que este se le apareció como si siempre lo hubiera sabido. ¿Pero qué significaba aquello, realmente?

Estaba en un camino sin salida, la única forma de seguir era volver atrás pero estaba claro que fuera no le esperaba nada más que las criaturas y su canto. Así que miró a su alrededor, miró la piedra, las paredes, el techo... «"iluminación", iluminación... es verdad que desde que entré voy más a oscuras...»Y entonces se fijó, o más bien recordó, en que solo había visto una única antorcha encendida. La primera, en la misma entrada. ¿Habría alguien observando? ¿O quizás había magia en aquel símbolo y debía acercarle una luz?

Fue a por ella, con intención de cogerla y volver al lugar donde acababa el pasillo... ¿O quizás debería encender las demás y acercar su luz al resto de símbolos?
—"Iluminación" está repetida por toda la pared... ¿tiene sentido?

Coger la antorcha fue sencillo. Volver a retomar el pasillo y dirigirse a encender las demás, también. Lo que no entendía era por qué tenía que hacerlo con una bola de acero que frenaba sus pasos, porque esto solo le retrasaba en su labor de avanzar antorcha en mano encendiendo las demás; no le impedía nada.