Primer sueño de Rubina

<< ¡Joder, que mareo! >> fue el primer pensamiento de la sueca, mientras sentía como su cuerpo era girado una y otra vez por aquellas manos de largas uñas. Solo oscuridad había frente a sus ojos, que aun así cerró bajo la venda, instintivamente.

No sabía cómo había acabado jugando a la gallinita ciega, maldita sea por dejarse convencer. Eso tenía que ser cosa Isak, ese mocoso tramposo con carita adorable, era el único capaz de convencerla de hacer algo así. Y acabo aún más convencida de que debía ser el cuándo escuchó aquella voz cantarina y alegre, con aquella risa infantil, cuando por fin el mundo dejo de girar. Aun así se tambaleo un poco el sitio, totalmente desorientada, poniendo las manos hacia el frente instintivamente.

-Verás cuando te agarre Isak. ¡Y no me llames Rubina, engendro del demonio! – exclamó hacia su hermano con reproche, esbozando finalmente un sonrisa burlona y maliciosa, con un ligero tic. Decidido. Lo iba a atrapar y cuando lo atrapase nadie lo iba a salvar de su ira por llamarla Rubina.

Segura de ello, dio un paso hacia adelante un tanto titubeante con las manos por delante, sintiendo el crujir de la madera bajo sus pies, intentando tocar algo para no acabar dándose de morros contra nada.

-Vamos a ver dónde está ese moc… ¡Coño, joder! ¿¡que ha sido eso!? –exclamó Rua dando un bote en el sitio, cuando sintió aquella cosa desconocida y peluda rosando repentinamente su pierna. Un escalofrió le recorrió por la sorpresa antes de sentir algo dar contra su estómago, sobresaltándola de nuevo. Se aferró a lo que parecía una mesa de madera con las manos, con el corazón a mil por hora por el susto. << ¿Que mierdas fue eso? ¿Un gato? ¿¡Una rata!? >> pensó confundida, escuchando aquel tintineo resonando en la silenciosa habitación, donde solo podía oírse sus pobre latidos.

-Isak, ¿metiste un gato en casa sin permiso otra vez? Sabes que a mama Ebba no le gusta que hagas eso sin avisar – añadio llevando sus manos hacia la venda para quitársela y buscar a lo que suponía era un gato. Había querido jugar en serio aquel juego, pero no si su hermano iba a jugar sucio buscando asustarla.

Los ojos de Rua se abrieron en toda su capacidad apenas se acostumbró a la luz tras haber estado totalmente a oscuras. Ningún sonido logró salir de su boca, presa de un total estado de incredulidad, y ahora sí, un naciente miedo que atravesó su espina con un escalofrió que erizo toda su piel.

Esa no era su casa. ¡ESA NO ERA SU JODIDA CASA!

<<¿¡Qué…QUÉ!? ¿¡DONDE COJONES ESTOY!? >> el gemido, mitad grito, que resonó en el fondo de su cabeza, lo sintió como si lo hubiera llegado a emitir por su boca, cosa que nunca llego a ocurrir. Sus labios estaban pálidos, prensados en un cierre casi hermético sin emitir sonido alguno, casi sin respirar, tensa y alterada. Su mirada rojiza vagó todas partes intentando buscarle alguna explicación, mientras toda su calma casi juguetona de antes era sustituida por una naciente ansiedad. Se abrazó a si misma con todas sus fuerzas, buscando respirar a un ritmo pausado.

Solo cuando sintió que sus pulmones no iban a explotar y logró pensar con algo más de claridad, vio más claramente a su alrededor, aun sintiendo aun su pulso rápido en sus sienes. Una mesa con tres platos de diferentes tamaños llenos de sopa, acompañada de tres sillas también de tres tamaños. Aquel escenario le sonaba. Miró hacia la ventana, afuera solo parecía haber un bosque espeso envuelto en una noche oscura. Su confusion fue en aumento. << ¿¡Cómo demonios he acabado en una especie de cabaña en medio de un bosque oscuro!? ¿Y por qué coño esto parece el escenario del cuento de ricitos de oro!? >> pensó viniéndole de golpe a la mente aquel cuento. << Eso era lo que me sonaba…Los platos, las sillas. ¡Son iguales al maldito cuento! >> aquel descubrimiento lejos de calmarla solo la alteraba aún más. Porque en el dichoso cuento de ricitos de oro, no solo estaba la cría, había tres osos. ¡Tres condenados osos!

Miró tras ella de inmediato, tensa, como si en cualquier momento los tres mencionados osos fueran aparecer a su espalda. Por allí parecía estar la salida de la cabaña. << ¿Y a dónde voy? ¡No se ve una mierda allá fuera! ¡Acabare perdiéndome seguro!>> adentrarse más en la cabaña tampoco la parecía la mejor de las ideas.

<<No, piensa con lógica no pueden ser tres osos. ¡Eso es un cuento! ¡Debe vivir gente, gente real de carne y hueso en esta casa! ¡Yo escuche un niño! Debo encontrarlo, que me diga donde estoy y como salir de este bosque>> pensó mordiéndose el labio inferior dolorosamente, ahora dudando que ese que había oído fuese Isak ¿pero y si lo era? ¡No podia dejarlo en esa cabaña solo!

Otro pasillo oscuro como boca de lobo le esperaba al otro lado de la mesa. Sintió el impulso infantil de echarse a llorar, pero se contuvo. Bien, estaba decidido.

<<Voy a ir a la cárcel…allanamiento de morada, destrucción de propiedad privada y como me encuentre a alguien aterrador, posible asesinato por sillazo >> pensó intentando infringir una especie de humor negro a sus pensamientos para sobrellevar el estado de terror que no le abandonaba, mientras rodeaba la mesa aun abrazándose a sí misma. No iba a adentrarse profundamente en la casa sin más, por eso intentaría coger la silla más pequeña para protegerse.

Pudo agarrar la silla. Bien, se sentía más segura con su nueva arma-escudo.

Una seguridad que le duro apenas una milésima de segundo. Porque fue coger la silla y fue como si activara alguna especie de sensor invisible de “vamos a hacer que se cague” por que empezó a escuchar murmullos lejanos acercándose.

Voces apresuradas a cercándose a la casa <<¡¡LOS TRES OSOS!!>> exclamó con un grito interno, agarrando con fuerza la silla en sus manos hasta que sus nudillos quedaron casi blancos. Ya había concluido antes que no podría haber osos de verdad, pero el pánico no ayudaba demasiado a pensar con claridad. Se mordió el labio inferior mirando hacia la entrada y hacia el pasillo oscuro, la casa no paraba de tener sonidos que estaba poniéndole la piel de gallina.

Y para variar, las luces comenzaron a parpadear, dándole un susto de muerte. << ¡¡Me cago en…todos los santos!!>> exclamo con el corazón a mil por hora, sostuvo la mini silla frente a ella.

No, ni de coña iba a enfrentarse a un grupo de extraños. La oscuridad no le daba miedo, maldita sea, además tenía que buscar aun a Isak. Con la silla al frente y mirando aun hacia la entrada desconfiad, se adentró en el pasillo con la silla preparada para atizar si era necesario o protegerse, cuidando de intentar ir cerca de la pared, con suerte daría con un interruptor. Aunque ciertamente encender ms luces cuando había gente que se acercaba la cabaña, no le parecia la mejor de las ideas.

<<¡Ojos acostumbraros a la poca luz, acostumbraros a la poca luz, joder!>> pensó su intención no era alejarse demasiado e la cocina, la unica fuente de luz que tenía, sino mantearse oculta a ser posible en la oscuridad. Necesitaba ver quien es eran esas personas que llegaban, con suerte no sería gente peligrosa y valdria la pena contarles su situacion. Esperaba que fuese así.

<<¡COÑO CON LA LUZ!>> exclamó Rua en su mente, pegando un bote en el sitio y alzando la silla instintivamente. Sintió que sus pulmones se descompriman en su pecho tras el susto y como su corazón parecía volver a su sitio.

Ni siquiera le daba miedo la oscuridad, pero poder tenía tan tensión en el cuerpo que estaba con los nervios de punta. Se pegó a la pared mirando con desconfianza a la oscuridad que provenía ahora de la cocina. ¿Habrían entrados los que venía? ¿Y si estaban ahí, silenciosos, viéndola en mitad del pasillo súper iluminado? Sintió un escalofrío recorriéndole la columna, alejándose de la entrada a la cocina pegada a la pared, atenta a cualquier ruido.

<< No, calma, calma si hubiera entrado lo sabrías…todo cruje en esta casa. >> intento calmar el rápido latido de su corazón y su respiración. <<¿¡Quien mierda encendió la luz!? ¡No hay ningún interruptor! ¡No puede ser que haya sensor de movimiento en esta pocilga!>> pensó con una mezcla de rabia y miedo. Parecía que la jodida casa estaba jugando con ella.

No mucho más tranquila, pero sin respirando con mas normalidad, Rua se fijó en más detalle en el pasillo donde estaba, silla en ristre. Y sus ojos se posaron en una fotografía, con absoluto desconcierto, un agujero creciente en su estómago, una mezcla de sorpresa, nostalgia y confusión. <<Son Isak…y mama Ebba y Nora  ¿Por qué están sus fotos aquí? ¿¡Porque no estoy yo!?>> pensó empezando a aponerse cada vez más nerviosa al ver fotos de cuando era pequeño con sus dos madres, pero ella no estaba por ninguna parte. Parecían estar cronológicamente.  Y no solo eso ¿¡porque estaba tan siquiera fotos de su familia allá en una casa en el bosque!?

-¿¡Qué clase de broma es esta!?- exclamo por lo bajo sin poder evitarlo incredulidad obvia al ver como su familia empezaba a mutar en algunas fotos, obteniendo vello facial y corporal, hasta acabar siendo tres osos en una de las últimas. << ¿Qué mierda de Photoshop de coña es este!? >> pensó siendo lo único a lo que podía concluir. Aquello debía ser algún a especie de broma de muy mal gusto, una broma sobradamente inquietante eso sí.

Rua apretó con fuerza la silla, molesta y asustad a partes iguales, con un peso en la boca del estómago, siguió avanzando, apartando su mirada de las fotos. No, no iba a tomárselas en serio, todo el mundo con conocimientos al respecto podría hacer algo así por ordenador. Le inquietaba mas el hecho que tuvieran fotos de su familia en aquel lugar.

<< ¡Me cago en los muertos de la luz! ¿¡Quieres parar de hacer eso!? >> pensó cuando la luz parpadeo un instante y le vino todo el terror de golpe de pensar que se quedaría totalmente a oscuras.

Iba a terminar dándole un ataque a este ritmo. Volvió a mirar el pasillo. Dos puertas cerradas y unas escaleras que iban segundo piso. Una de las puertas parecía una alacena debajo de las escaleras. Miró esta con desconfianza. La alacena en las películas de miedo siempre era sospechosa, eran también donde te llevabas el susto madre. O donde acababas encerrada cuando la habrías, o te saltaba algo de ella, cosas así.

Pero eso también podría atribuirse a la otra puerta o incluso a las escaleras al segundo piso. <<Vale, vamos a echarle ovarios a la cosa, no puedo irme sin comprobar que mierda hay en estas puertas y que no haya nadie escondido antes de subir…>> pensó con el pulso a mil por hora. Tomo aire profundamente antes de dejarlo escapar, agarrando el pomo de la puerta con una mano y girar el pomo para abrir la alacena. La silla en la otra mano, en alto, más que dispuesta a usarla.

Rua suspiro de alivio cuando nada le salto de la alacena, pero como aprecia ser ya costumbre desde que entró en esa maldita casa, el alivió le duro exactamente eso, un suspiro.

Un crujido proveniente del interior de la cabaña y murmullos que ahora si fueron entendibles para la sueca. La incredulidad naciente, al escuchar la voz infantil de su hermano Isak, que aún no había pasado por el cambio de voz, más ronca de lo que la recordaba. << ¿Qué? ¿¡que!? ¿Viene de la entrada!? ¡También está mama! Pero vienen desde fuera ¿¡quién me estaba pidiendo jugar a la gallinita ciega entonces!? >> sus pensamientos se aturrullaron sin saber que hacer. Era un puñetero foco de luz en medio del pasillo, con una silla en la mano. Invisible no era precisamente. Corre arriba. Escóndete en la alacena. <<Joder, este sería el primer lugar en el que yo mirara si veo la luz del pasillo encendida. ¡Socorro! >> Rua no fue capaz de pensar más que eso, a pesar de saber que ese sitio era el lugar menos seguro, se metió de una en la alacena, con silla incluida, abrazándola con fuerza cual escudo, demasiada influenciad por el temor intento cerrar de la forma más silenciosa posible.

<<¿¡Que cojones está pasando!? Mierda, mierda, ¡no debí meterme aquí, debí subir, me van a encontrar!>> sentía su corazón latiendo con fuerza en sus oídos, contuvo a la respiración cuanto pudo intentando no ser escuchada. No sabía porque no iba sin mas hacia su madre y hermano pero no le gustaba, estaba demasiado nerviosa, no le gustaba un pelo lo que estaba pasando. Y esas fotos, esas fotos donde ella no salía le inquietaban. Y ese maldito photoshop de osos de su familia. Y la jodida voz infantil que le había pedido jugar y que inicialmente habia creido era de Isak, pero no lo era. Nada tenía maldito sentido.