Primer sueño de Kahlo y Kradko

De repente, ahí estaba. Se sentía como si acabara de despertar en algún lugar que no había visto nunca y, al mismo tiempo, como si conociera aquel lugar desde hacía una eternidad. La pequeña giró la cabeza para observar a su alrededor y aceptando su nueva realidad tal como se le presentaba. Confusa y tranquila, observando cómo observaba mientras observaba aquella extraña sala. Las paredes presentaban un patrón de cuadrados del blanco más brillante o del negro más abismal. Tal era el contraste que ambos colores parecían alimentarse el uno al otro. El suelo, en cambio, parecía confundirse con su propio caparazón de tal forma que le pareció como una extensión de su cuerpo.

De repente, una voz sonó. Sin saber determinar muy bien de dónde venía, la pequeña giró en círculos hasta que observó una ligera imperfección en el perfecto patrón. Fijando su vista en aquel punto, se preguntó de qué le sonaba aquella voz. Tan cercana y lejana al mismo tiempo.

Así llegó el minuto.

A pesar del extraño lugar Kahlo no se sentía arrancada de la realidad, es más, no sabría ni decir cuanto tiempo llevaba ahí. El tacón de sus botines resonaba por la habitación en eco mientras se paseaba para ver mejor los dibujos de las paredes. Había algo en ellos que le ponía los pelos de punta, y no tardó en reconocer formas más lógicas en ellos: una orquídea, un escarabajo, unos pulmones. Una voz habló, pero la chica no se sobresaltó ni extrañó. Tan solo pensó que 30 segundos era muy poco tiempo y que esperaba que las preguntas no fueran demasiado difíciles. Ante la espera a que llegara dicha prueba se plantó en medio del cuarto, buscando desde ahí con la mirada una forma de salir de la habitación, puerta o ventana. Ver que no había nada parecido le ponía algo nerviosa.

Kahlo esperó con moderada impaciencia por la prueba, fijándose entonces en la rejilla de la que parecía provenir el sonido. En los 5 segundos de espera la joven puso la espalda recta, como si por buena postura fuese a mejorar algo, dar una buena impresión o quitarle los incipientes nervios de encima.
No tenía muy claro que tipo de preguntas le harían, y su rostro desde luego expresó la confusión que sentía al recibir la primera. «¿La correcta de qué? se preguntó a sí misma frunciendo el ceño. Sin contexto aquello no tenía ni pies ni cabeza, y si había recibido indicaciones antes ya no las recordaba. Tardó unos segundos en ver algo en común con las tres manchas (insectos), pero ni siquiera eso le decía nada. Sentía que algo se le escapaba así que tardó en responder, tratando de buscarle lógica sin demasiado resultado. Al final era mejor responder que dejarlo en blanco y se acercó a la mancha con forma de libélula para presionarla con la palma, dudosa. De todas, esa era la que se le asimilaba más al animal real.

La pequeña clinger no podía ni empezar a comprender qué se suponía que debía hacer. Algunas de las cuadrículas ahora mostraban unas manchas que se suponía que eran figuras de algo que no era capaz de identificar.

—¿Qué se supone que tengo que hacer? —preguntó en vano.

En las tres opciones solo cambiaba una de ellas, la que le parecía que intentaba representar una especie de cabeza de dinosaurio alargada mirando hacia un lado. De las otras no tenía ni idea, así como del significado del cambio de posición. Aunque se hubiera criado en la Tierra, no hubiera sido capaz de comprender esto último. Como no tenía ninguna pista, simplemente avanzó hacia la que mostraba el caballo a la izquierda.

—Pero dame más pistas para la próxima, jo.

Kahlo cerró los ojos sobresaltada por el estridente sonido. No había, sin embargo, sorpresa alguna en su expresión.

—¿Cómo iba a ser correcta si no me habéis dado instrucciones, ineptos? —respondió irritada. Se giró al oír un mecanismo activarse detrás suya y se acercó al atril a medida que surgía del suelo, aún de morros. No le gustaba como sonaba eso de la penalización, y menos fue su gusto ver que las instrucciones de los botones eran tan escuetas como eran—. Esto es un chiste, ¿verdad?

Se pinzó el morro con los dedos y resopló con fuerza. Si la mariposa representaba el cuarto en el que estaba no le interesaba darle a ese botón, ¿no? Tras observar ambos unos segundos decidió pulsar el de los rectágulos.

—Pues claro que está mal… —dijo con voz resignada.

Kradko tampoco entendió muy bien la siguiente pregunta. Aunque sabía, por eso, que una penalización era sin duda algo malo, un castigo. Sin duda iba a tratar de evitar esta alternativa a toda costa. Se acercó a los botones que acababan de aparecer y lo que vio le dejó otra vez en la paralizada. ¿Cómo se suponía que iba a saber cuál no era la penalización? La clinger se resignó de nuevo y pulsó el botón de la mariposa. En el preciso momento en que le daba pensó que, tal vez, la mariposa era ella. Esperaba que no, ella no era ninguna mariposa. «Soy una clinger».

Algo había hecho mal, sin duda, y su razonamiento sobre los botones debía de estar muy equivocado. Kahlo pegó un chillido breve cuando el estruendo la ensordeció, cerrando los ojos y pegando sus brazos al cuerpo por la sorpresa, temiendo lo que fuera a pasarle. No tardó en taparse las orejas con las manos. Cuando el ruido paró y abrió los ojos soltó otro ruido de sorpresa, encontrándose la pared que antes estaba a un brazo de distancia prácticamente a sus narices. Al mirar a su alrededor descubriría que no era la única: todas se habían acercado.

¿Era cosa del botón o había cabreado a alguien por lo de llamarles ineptos? El susto le subió por la garganta como fuego encendiendo gasolina. Se quedó sin habla y en cuestión de un pestañeo empezó a temblar.

«Uh-oh». El estruendo le recordaba a algo muy grande y pesado arrastrándose, mezclado en algún punto por algo que le pareció un grito. Le daba muy mal rollo a la clinger. Miró alrededor para ver si algo sucedía. Nada a sus tres, nada a sus seis, nada a sus nueve. El barullo cesó tan de repente como se había iniciado. En ese momento, Kradko decidió probar su suerte. Había oído algo más, algo más vivo que la voz fría que le hacía aquellas preguntas sin sentido.

—¡Hola! ¿Hay alguien ahí?