Primer sueño de Fleur

Felicidad. Significaba movimientos efusivos sin perder la elegancia que la caracterizaba, describiendo alguna que otra acrobacia con arcos amplios y cambiando el ritmo cuando fuera conveniente. Pero la emoción que expresaba con su cuerpo no es la que sentía en su interior, Fleur bailaba y bailaba incluso sin saber por qué y sin quererlo. Simplemente no podía pararse y con un nudo atenazado en su estómago continuó con la representación de aquella obra.

Su garganta se abrió en el momento en que Akeyo Kau entró dentro de su campo de visión cambiante. ¡La conocía! Aunque no vestía el vestido amarillo de la única vez que pudo hablar con ella. Ahora en cambio lucía un tutú contrario a la gama de color usado por ella.
—¡Ayudame! Por favor —pero sus intenciones eran hostiles y la francesa pudo ver con sus propios ojos cómo la maldecía sin poder hacer nada mientras bailaba junto a ella. Una maldición que ni siquiera alcanzaba a comprender— ¡No, te lo ruego! —fue su último grito de súplica, en aquel mismo instante se encontraba en el aire realizando un salto con las piernas flexionadas en toda su extensión y el tutú flotando a su compás, cuando la joven volvió a tocar el suelo ya no era la misma. En lugar de aterrizar con sus menudos pies lo hizo con unas nuevas patas palmeadas. Akeyo no mentía, y ahora era un cisne, solo que al igual que antes no era capaz de hacer nada para cambiarlo.

>>¡Socorro!<<. Exclamaba su mente, pues solo era capaz de dar graznidos. ¿Cómo podía escapar de aquello? ¿El...amor verdadero?. La tristeza y desesperación se abrían paso con fuerza pero Fleur continuó danzando en una sucesión de aleteos y plumas blancas. Giraba con más torpeza mientras a su alrededor solo encontraba flores y más flores, al parecer perteneciente a sus propios jardines, pues era una princesa. >>Por favor... libérame<<. Se lamentó, esperando que la bruja pudiera escucharla aún en aquella forma.

Los jardines y las flores parecieron desvanecerse de pronto, dando lugar a un lago en el que Fleur cisne nadaba rodeada de al parecer ahora sus iguales. Su largo cuello giró en diversas direcciones buscando un algo, cualquier cosa que pudiera ayudarla. Y fue cuando pudo ver algo más aparte de un profundo bosque frondoso, en la orilla alguien bailaba y pudo descifrar que con melancolía. Ya no estaba condenada a danzar en aquella forma y acudió de inmediato, agitando sus patas con energía y dejando un pequeño surco de ondas a su paso.

Lo que descubrió era una sorpresa agridulce. >>¡Maila!<<. Estaba allí, pero... ¿cómo podía hacer que la reconociera?. Se fijó en sus vestidos y adornos dorados al tiempo que intentaría salir de la orilla y graznar para llamar su atención. Miró el cielo una vez más, estaba atardeciendo y faltaba menos para llegar la noche. Confiaba en que no se marchara hasta entonces y pudiera explicárselo todo, por supuesto en el caso de que Akeyo dijera la verdad y la maldición hiciera efecto solo con el sol en el cielo. >>¡Soy yo!<< Aleteó y volvió a graznar.

Todo iba mal, había captado su atención pero tal y como suponía Maila no la reconocía, no había forma de que la ayudara en aquella forma y volvió a graznar desesperada. Aunque aquello no duró demasiado, con la caída de la luz solar sus plumas brillaron y antes de lo esperado su cuerpo retornó al original. Pero la frustración no pudo desaparecer pues parecía que la capacidad del habla le había sido robada y tampoco podía hacer preguntas.

Su cuerpo se movía impulsada de nuevo por algo que no podía controlar y sus ojos buscaron a los de la hawaiana con lágrimas al tiempo que giraba. Solo se le ocurría algo, y era intentar contárselo mediante su baile. Así que sin parar de danzar intentó relatar con movimientos muy exagerados la maldición de la bruja, señalando el cielo en posiciones dramáticas y moviendo sus brazos como las alas de un cisne de manera triste y melancólica. >>¡Ayudáme, tienes que ayudarme!. Confío en  que puedas entenderlo<<. Y siguió girando sin evitar aquella condena.

Aunque entendió que al menos la chica parecía comprender algo de su mensaje... su mundo se vino abajo cuando no pareció reconocerla. Aceptó el baile encantada con la esperanza de que con un acercamiento recordara quién era, aunque lo cierto es que tampoco podía negarse. Cada vez que Maila la miraba con algo de fascinación Fleur le devolvía la mirada con intensidad, pero sobre todo demostrando una expresión afligida. Estaba aterrada y no podía ni describir lo que sentía cuando su amiga le tocaba la piel, y más en un momento en el que su proximidad podía ser su salvación.

Pero las cosas se torcieron pues Akeyo Kau volvió a hacer acto de presencia. Sin poder decir ni una palabra gritó internamente mientras sus ojos volvían a anegarse de lágrimas. La malvada mujer que la había maldecido se encontraba allí de nuevo. ¿Y si le hacía algo malo a Maila?. Con sus movimientos intentó advertirle del peligro, pero la presencia de la tercera bailarina la intimidaba y su concentración no era la misma de antes así que solo compuso una amalgama de gestos confusos. >>¡Huye, aléjate de ella!<<.

Maila se interpuso entre ambas aunque la francesa no se sintió ni una pizca más segura por ello. Luego escuchó atentamente con asombro las palabras de la bruja y cómo de alguna manera se había segurado de que la maldición solo tuviera una escapatoria.

La oscuridad las separó y Fleur anheló estar lejos, muy lejos de allí con Maila y sus hermanos en el faro, y no siendo víctima de algún embrujo. La voz de su amiga fue perdíendose en la lejanía junto con las esperanzas de encontrar una solución y Fleur intentaría zafarse de las manos de Akeyo mientras contemplaba sus rasgos entre aquella neblina a duras penas. >>Puede que ella no me recuerde, pero me niego a olvidarla<<. Si podía, intentaría buscar de nuevo a la hawaiana entre la negrura. Akeyo quería que se alejara de ella por alguna razón, y eso la impulsó a hacer precisamente lo contrario.

La oscuridad dio paso a otro lugar y Fleur cisne se encontraba volando por lo alto de unos grandes jardines. Al principio pensó que se trataba de los suyos pero segundos después un gran castillo con una apariencia claramente familiar asombró sus ojos. >>Es el faro... verdaderamente lo parece<<.

El bullicio de la gente y las claras palabras del emisario calaron hondo en su interior y con su vuelo la joven se apresura entre aleteos hasta posarse en una de las cristaleras con cortinas abiertas. >>Un compromiso... escoger pareja entre los invitados. ¡Pero Maila no quiere casarse, y no está preparada para tener pareja. Debo impedirlo, no puede ocurrir!<<. Y además, ¿qué pasaba con ella?. Quizás el Rey Arthur pudiera ayudarla, o tuviera algún hechicero capaz de romper su maldición mediante un método alternativo. >>Maila...<<. Miró una vez más al cielo de la tarde girando su largo cuello antes de intentar colarse en el castillo. Y por Dios, esperaba que aquella mujer no volviera a parecer, quizás no se atreviera a la luz de tantos invitados.