Primer sueño de Lethe

Aguardó pertrechada contra el muro de la parte superior del torreón, en completo silencio y arrebujada en una capa. De vez en cuando asomaba el arco y la parte superior de su cabeza en busca de un posible blanco que nunca llegó. Lo que si llegaron fueron los gritos.
—Mierda, mierda, mierda…
La enderth se irguió de un salto al escuchar el grito de Chromsa, preparándose para descender de la azotea. Algo la detuvo al escuchar también los gritos de Luci y Qirra. Un pensamiento. Un repentino momento de claridad. ¿Qué estaba haciendo? Aquellos tipos podían hacer magia o no hubiesen sido capaces de entrar en absoluto silencio a través de las medidas que habían adoptado. Encima ella no era ninguna guerrera, como había reiterado en incontables ocasiones a sus compañeros. ¿Por qué le habían asignado de pronto un papel como aquel? ¿Qué lucios había ocurrido allí de todas formas? ¿Quiénes eran los que los atacaban y por qué?

Daba igual, ya no iba a obtener respuestas porque todos sus compañeros estaban muertos. Lethe no tenía ninguna duda de que ese era el destino inevitable de Luci y Qirra. No, su única opción era huir. Se subió al muro y se lanzó, abriendo las alas para planear. Aquella era una altura tremenda y era muy arriesgado lo que estaba haciendo, pero era su única opción.

No sufrió daños durante el descenso, pero supo enseguida que ahí era donde finalizaba su suerte: un escalofrío le recorrió la espina dorsal. Los pasos de la asesina. No quería detenerse para mirar, pero cometió el error de girar la cabeza mientras se recomponía tras el planeo. No era aquella tal Maila la que salía en ese momento del torreón. Era alguien, probablemente, mucho peor. La enderth no tuvo que ver el color de la sangre para saber a quiénes pertenecía la que manchaba sus garras, ni tampoco necesitaba preguntar para conocer las intenciones del reptil inmundo. Echó a correr en la dirección opuesta, buscando perderse entre las calles de la ciudad y tratar de despistarlo.

Sin aliento y sin entender por qué sus pasos la habían llevado hasta allí la enderth acabó en el lugar de la cita. Estaba segura de que no había corrido en dirección a aquel lugar maldito, pero el hecho era que allí se encontraba. Allí estaba aquella humana asesina. ¿O quizás había sido el reptil quien los había matado a todos? No importaba: eran todos un grupo de psicópatas. Si no, ¿cómo se habían aliado con aquel al que habían visto provocar una masacre allí mismo?

Lethe mira a un lado y a otro como le cortan cualquier huida posible. O eso creen ellos. La chica que parece ser su líder o algo por el estilo le habla. Sus palabras vuelven a no tener ningún sentido.
—La responsabilidad es vuestra que sois quiénes los habéis matado —le dice sin ceder ni un milímetro—. Yo ni siquiera sé qué está pasando aquí, ni quiénes sois. Lo único que tengo claro es que sois unos asesinos.
Ya no consideró prudente hacer más tiempo para recuperar el aliento, por lo que echó a correr otra vez. Saltaría a la fachada del edificio más cercano y comenzaría a escalar. Si no podía seguir huyendo por el suelo tendría que hacerlo desde las alturas.

La enderth hacía oídos sordos a lo que le decía la mamífera. ¿Decisiones? ¿Liderar? Ella no había hecho nada de eso. La única decisión que había tomado había sido la más sensata y si aquello no había servido era porque nada lo haría. Las palabras de una mera asesina no iban a desestabilizar a Lethe. El fogonazo, no obstante, sí.

Fue tan repentino que no le dio tiempo ni a gritar. El golpetazo sacudió todo su cuerpo y la enderth cayó a plomo magullada por todas partes. El dolor era terrible: probablemente tenía rotos varios huesos. O todos. Agonizaba de dolor en el suelo, incapaz de incorporarse. Solo consiguió arrastrarse para apoyarse contra el muro y mirar hacia la tal Maila, que portaba dos enormes cuchillos en sus manos.
—No —respondió aparentando toda la tranquilidad que era capaz de fingir—. Acaba con esto de una vez.

La frustración le hizo sobreponerse al dolor y se incorporó: no se había hecho tanto daño como creía, pero tampoco le prestó mucha atención a este hecho.
—¿¿Qué os pasa a los mamíferos en la cabeza?? ¿Ahora me sales con esas? ¡Se acabó para mí! Tenéis toda la maldita plaza bloqueada y podéis hacer magia. ¿Qué lucios quieres de mí?
Se tapó la cara con los brazos para recibir en ellos la cuchillada. No pensaba dejar que se divirtiese torturándola y prefería desviar los daños a sus brazos. En un arrebato de furia sacó torpemente su arco de la espalda y lo partió en dos, tirándolo al suelo junto con el carcaj de flechas. A continuación se despojó también de su capa, para que pudieran ver que estaba completamente desarmada.
>>Si me vas a matar hazlo de una condenada vez. Nada de esto tiene el más mínimo sentido.

La enderth cada vez se estaba enajenando más. Aquella situación era surrealista y se sentía completamente sobrepasada por ella. Debería estar ya muerta y ahorrarse todo aquel sinsentido, pero allí estaba, recibiendo cada vez más y más heridas de una loca.
—¡Me importa un pepino de mar lo que tengas que demostrar! ¡Ojalá os partiese un rayo a todos ahora mismo! ¿Tan desesperada estás por recibir daño antes de matarme? ¡Muy bien!
Lethe trataría entonces de recoger una de las flechas que había tirado, esquivando como pudiese alguna de las arremetidas de Maila, y buscaría clavársela en cualquier sitio que pudiese.

Lethe no tiene voluntad para defenderse y simplemente deja que Maila destroce la flecha y deja caer lo que queda de ella. Se intentó apartar por instinto del placaje de la humana, pero de nada sirvió. Pronto se vio inmovilizada en el suelo y sin poder hacer nada. Cuando el cuchillo se acercó a su garganta pensó <<¿va a terminar por fin con esta farsa?>> pero ni eso se le concedía. Un dolor agudo en rostro, justo lo que quería evitar, le dejó claro que la loca buscaba torturarla. Mientras la sangre nublaba su visión y se mezclaba con las de las heridas de sus brazos, la enderth trataría de empujar su cabeza hacia el filo del cuchillo. Si la loca psicópata no quería, ella misma forzaría el final.

La sensación de su propio ojo cayendo por su rostro le desagradó enormemente, pero al menos parecía que la mamífera psicópata se había rendido. Una voz inesperada interrumpió lo que estaba a punto de ocurrir. <<¿Y ahora qué?>> pensó con fastidio. Pero lo último que se esperaba era que aquello se fuese a convertir en, finalmente, una vía de escape. Atendió a las conversación entre las tres mujeres que habían aparecido en aquel mismo lugar hacía unos cuantos días. La mayoría era una charla sin sentido, pero sí que le quedó clara una cosa: iban a detener aquello. Lethe apartó a Maila de un pequeño empujón y trató de limpiar la sangre que le cubría su único ojo con la capa que había tirado al suelo. No entendía nada de nada. ¿Qué significaba que le iban a dar Rocavarancolia? ¿Qué lucios había ocurrido antes de la muerte de Kradko? En realidad en aquel punto no podía importarle menos.
—Sí —respondió ante la pregunta de la mamífero despellejada—. ¿Quién me paga mi caña?