Torreón Letargo (Archivo VII)

Recuerdo del primer mensaje :

La sinhadre permaneció pensativa cuando varios hicieron notar que la comida solo sabía mal a veces, recordando que ella misma también lo podía corroborar.
—¡Es cierto! Qué extraño… Que hechizo más raro.
Estaba de acuerdo con Milo en que prefería pensar que fuese cosa de magia y no de alguna porquería como la que había sugerido Rox. Además, en ese caso la comida tendría mal aspecto, ¿no?
>>¡Por supuesto que no! —añadió inmediatamente cuando el irrense le dijo a Neil que no era culpa suya, olvidándose de comentar su anterior pensamiento—. Tú eres el mejor cocinero que conozco: es imposible que sea cosa tuya.

Guille, como de costumbre, continuó arrancándole varias risotadas y, poco después, la apreciación de Eitne desmentida inmediatamente por la propia mona del queso le hizo reír aún más. Aunque para ella resultaba todavía más claro que si también las ramitas estaban malas tenía que ser cosa de magia. El daeliciano le respondió a su pregunta entonces y en un principio Adru compuso una expresión levemente alarmada. Tenía un "¡eso sería horrible!" en la punta de la lengua, pero por una vez recordó que no era la mejor idea soltar el primer pensamiento que le había venido a la cabeza. Lo último que necesitaba el niño era entrar en pánico.
—N-no… ¡No te alarmes, Eitne! —Su vacilzación y gestos exagerados posiblemente resultasen menos convincentes de lo que pretendía—. Además no parece que sean muy buenos lanzando maldiciones porque la comida sabe bien a veces —añadió con una risilla.

No siguió pensando en la inquietante posibilidad que el daeliciano había planteado porque volvió a fijarse en el muñeco de Guille. Zob lo había reconocido como un animal de su mundo… Tenía que pertenecer a un nublino.
—¿Se habrán dejado olvidado ese muñeco aquí el grupo de Ellie y Lulú? —se le ocurrió de pronto, aunque olvidando de tener en cuenta que había pasado una cantidad de tiempo considerable desde aquel encuentro como para que fuese probable.

Su mente ebullía en dudas, dudas tan ruidosas que ni siquiera reaccionó cuando Adru pronunció su nombre. Si de verdad estaba sufriendo amnesia o si solo se estaba dejando llevar por la paranoia, si podría volver a la Tierra a pesar de ser medio-monstruo, si volvería a ver a sus padres alguna vez... inconscientemente, cada vez apretaba con más fuerza la mano de Milo, lo único que realmente le mantenía conectada al resto y le instaba a no marcharse. La urgencia de levantarse e irse sin decir nada era poderosa, pero ya había huido de esa conversación una vez y no podía hacerlo una segunda.

En general los ánimos fueron aumentando, y aunque le hubiera encantado sentirse al menos la mitad de positiva que ellos, la australiana estaba demasiado enfrascada en no hacerlo. Se sorprendió a si misma sintiendo rabia hacia la contagiosa felicidad de Zobriel y la despreocupación de Guille, incluso a pesar de la noticia de que su padre era un maltratador. Rox se sentía menos madura por no querer sentirse bien, por no querer escurrir el bulto y seguir adelante, y eso le molestaba. Se sentía caprichosa por haber vivido en el primer mundo y querer volver a ello, sin cuernos ni parafernalias, por no entender el positivismo del resto.
Era consciente de que si abría la boca podía empeorar las cosas, preocuparles y aumentar sus propios miedos, mas prefería eso a llevar una falsa careta de buen rollo hasta el día de la Luna. El problema es que no sabía como decirlo, y aquello le hacía sentir más paranoica todavía.

—Hoy he soñado algo. —logró decir en alto finalmente. El corazón se le aceleró, pero las manos se le enfriaron más todavía—. Era un sueño normal y corriente, de cuando vivía en Corea... eh, en la Tierra. —se corrigió—. El problema es que después de ese sueño me he dado cuenta de que no recuerdo algunas cosas.— la voz se le fue rompiendo. El irrense podría darse cuenta de que ya no ejercía fuerza alguna con la mano—. No me acuerdo del nombre de uno de mis mejores amigos. No... no me acuerdo ni siquiera de su cara. No ha pasado ni un año desde que le vi, pero no me acuerdo de él. —tomo aire, claramente afectada—. Esta mañana he intentado no comerme la cabeza con el tema, pero ahora... ahora no sé que pensar. No sé de que más cosas me he olvidado. No sé si me voy a olvidar de más.

«No sé si me voy a olvidar de quien soy», pensó, pero fue incapaz de decir en voz alta. A lo mejor no estaba tan lejos de ser como Verael. Bajó la cabeza, mirando directamente a la mesa y soltando a Milo para llevarse ambas manos al pelo. Ni siquiera quería llorar, solo esconderse.

A Nime cada palabra que se decía le dejaba aún peor cuerpo. ¿No era una contradicción que los cosechadores tuvieran aspectos normales pero ellos fuesen a tener garras, alas y otras cosas? Y Nime podía pensar una serie de características que no le importaría tener, pero aquello de no poder decidirlas por sí misma era demasiado turbio. En definitiva, la niña no acababa de entender qué era lo que se suponía que hacía la Luna, y los comentarios que trataban de quitar hierro al asunto solo le hicieron bien a medias. Aunque tenían parte de razón, todo aquello seguía dando miedo.
—¡Yo no quiero alas de escarabajo! Y no sé qué es eso —le respondió a Guille—. No me importaría tener alas, pero que sean bonitas —admitió finalmente—. Como de libélula o mariposa, no sé.
Entrar en aquella conversación como si hablasen de tonterías le había costado, pero se sintió mejor tras hacerlo. Lo necesitaba.

Cuando Rox empezó a hablar, no lo hizo para comentar lo que le gustaría ser, sino que cambió de tema. Nime se la quedó mirando, aunque todavía se sentía algo cohibida a su alrededor, sin saber a dónde quería ir con lo del sueño, y cuando lo supo abrió mucho los ojos. Lo primero que hizo fue repasar si recordaba a su familia y amigos de Libo, y como no encontró lagunas sintió cierto alivio. No debía de ser un efecto de Rocavarancolia.
—No te preocupes, Rox. Creo que esas cosas pueden pasar. A mi abuela le pasaba —dijo, genuinamente convencida de que lo que decía podía hacerla sentirse mejor.

Era evidente que aquella noticia despertaría diferente reacciones sus compañeros, pero Pam se alivió un poco de ver que aunque, con temor e incertidumbre, todos intentaban aportar su grano de arena para que no cundiese el pánico. Ya todos lo sabia al fin y de poco servia montar un drama sobre el asunto, aunque diese miedo, aunque no supiesen que pasaría con ellos ¿tenían otra opción? Mientras estuviesen en esa ciudad aquello les sucedería, sin contar que preocuparse por lo que pasaría cuando llegase la dichosa luna era insignificante sino estaban seguros de si llegarían a ella siquiera. No cuando mas de los suyos habían muerto o había sido heridos en momentos totalmente fuera de su control.

<< Ahora es importante centrarnos en el presente, ya nos preocuparemos de todo eso de tener alas o lo que sea, cuando llegue el momento. >> Pam tenia las cosas clara en ese punto y no es que no le inquiete el asunto o la posibilitad de convertirse en un monstruo, porque ella de dioses les veía poco, peor estando tan rodeado de peligros y diversas formas de morir preocuparse ahora por eso no tenia sentido.

La conversación cambio un poco aun así con las palabras de Rox, que dijo algo que llamo a su atención.¿olvidar cosas? La mona del queso alzo levemente una ceja, preguntándose si eso tendría que ver con la Luna o simplemente era algo propio de Rox.

-Si temes olvidar, escribe todo lo que recuerdes, los nombres de tu familia, amigos, donde vivías, situaciones que viviste, cosas sobre ti...- dijo Pam como consejo pues aunque no sabia el motivo por el que le ocurría eso a Rox era un buen método, tal vez si luego de olvidar algo veía su propia lera escrita hablando de ese algo su cerebro recordara- Así siempre tendrás algo a mano que te permita recordar y de paso saber que cosas olvidaste sin saberlo. - añadió la mona del queso intentando transmitirle algo de seguridad a Rox que lucia claramente nerviosos por lo que le pasaba.

Adru sonrió ante el optimismo renovado de Eitne, Guille y Zob.
—¡Eso es! Además…
No continuó hablando porque el abrazo del nublino le pilló por sorpresa. Su rostro mostró sorpresa unos instantes, pero luego le devolvió el abrazo a Zob con una gran sonrisa. Cuando se separaron levantó el pulgar en señal de aprobación.
>>Por supuesto: los valientes cosechados tienen que ser magníficos. Incluso si tuvieras alas de escarabajo serían unas alas “gloriosas” —añadió tras el comentario de Nime, utilizando la palabra escogida por el nublino a propósito—, porque serías una valiente cosechada, ¿no crees?
La libense parecía la menos convencida de los niños y, aunque la propia sinhadre albergaba dudas en su interior, no veía ningún bien en pensar lo peor. Si Zobriel decía que iban a cambiar irremediablemente tan solo podían aceptarlo. De lo que no tenía ninguna duda, de todos modos, era de que seguirían siendo ellos. Su discurso podría haber sido excesivamente optimista a propósito para levantar los ánimos, pero sus convicciones al respecto eran reales.

A pesar de todo, notó que había otra persona más que no parecía nada convencida, sobre todo porque había esperado que participase para tratar de animar a los más pequeños: Milo no había dicho nada. Observó al irrense con cierta preocupación y, por extensión, a Rox a su lado. Ninguno de los dos tenía muy buena cara y ello hizo que su determinación flaquease un poco. Ellos dos y  Rena eran los que siempre tomaban las decisiones correctas y la sinhadre había aprendido a fiarse de su criterio. No obstante, la coreana no tardó en explicar el porqué de su estado de ánimo. Cuando mencionó un sueño, la edeel no pudo evitar recordar una vez más aquella pesadilla horrible. Pero Rox no parecía asustada por la pesadilla: si no por algo que en realidad daba bastante más miedo. La sinhadre se desinfló un poco más y siguió comiendo en silencio mientras intervenía Pelusa, que siempre sabía qué decir en aquellas situaciones.
—Hum, pero… Suele pasarle solo a personas más mayores, como tu abuela... —contradijo el comentario de Nime. No quería terminar de eliminar el optimismo, pero sabía que la libense se equivocaba por completo y mentir no estaba bien. Había tenido una idea mientras la mona del queso hablaba, no obstante—. A lo mejor fue mientras estabas mal… Igual eso te afectó y te hizo olvidar algunas cosas. Seguro que existe magia que te puede devolver tus recuerdos perdidos.
La edeel confiaba de verdad en que así fuera.

Gracias a Guille, Nime y Adru, Eitne recobró del todo el buen ánimo. Al menos hasta que intervino Rox.

—¡Me encantaría tener alas! —había respondido a Guille—. Sí, Nime, incluso con alas de murciélago serías gloriosa —añadió tras Adru.

Estaba imaginándose cómo sería su nuevo cuerpo (e incluso si tal vez tuviera pierna nueva), cuando Rox les comentó algo que le preocupaba. Eitne pensó también en su yaya y asintió con fuerza tras el comentario de la libense, pero cuando aclararon que eso era por la vejez, torció el morro y no supo qué decir. No quería pensar que lo que le pasaba a Rox les pudiera pasar a todos porque no quería olvidar a su yaya, ni a sus papás, ni a sus vecinas; ni a sus nuevos amigos. Rox tenía que estar enfermo.

—Seguro que sí. Tiene que haber magia para que recuerdes... —añadió tras la sinhadre, con cierta inseguridad.

Mientras Rox confesaba que estaba olvidando cosas el irrense se mordía el labio con impotencia, buscando algo que decir que no sonara a frase inútil para salir del paso. Se sentía estúpido y la conversación a su alrededor se le antojaba irreal, pero no era capaz de abrir la boca para remediar aquella situación. Los demás se esforzaban por impedir que los ánimos acabaran por los suelos, pero él guardaba silencio, sin intervenir, como si eso sirviera para algo. Al final fue la mirada de la edeel lo que le sacó de su trance de mutismo, pues la preocupación en sus ojos lo quemó como si hubiera metido la mano en agua hirviendo.
—Adru tiene razón —dijo tras carraspear, esforzándose por suavizar su expresión—. Es posible que la perdida de memoria tenga que ver con el tiempo que pasaste en cama... —secundó, pellizcándose  el puente del hocico con suavidad—. De magia no se mucho, pero si ellos lo dicen seguro que algo encontraremos, y Pam también esta en lo cierto, apuntar las cosas tal vez ayude. —añadió, dirigiéndole a la coreana una mirada de apoyo incondicional.

Durante unos instantes volvió a guardar silencio, sopesando lo que hacer a continuación, pero estaba decidido a no ahogarse de nuevo en sus propios temores. Siempre había pensado que anteponer el bienestar de los demás al suyo propio era lo correcto, y en aquella ocasión no iba a ser diferente, así que se escudó en su buena cara habitual e intentó no pensar más por el momento en lo que les deparaba el futuro. Lo importante era llegar hasta aquel momento sin perderse por el camino, y para ello era importante no perder de vista los pies. Paso a paso.
—Mirad, no se que va a pasar porque me parece improbable que una luna roja pueda hacer todas cosas, pero a pesar de eso estoy seguro de que si estamos juntos podremos con lo que sea. —dijo al final, esbozando una media sonrisa. No era optimismo vacío, pues en el fondo estaba tan asustado como el resto, pero creía de verdad que las cosas podían salir bien si se mantenían unidos.

Se puso en pie una vez dicho aquello, recogiendo los platos sucios con movimientos rápidos tras anunciar que hoy fregaba él. Necesitaba tener las manos ocupadas un rato y no pensar en nada en particular, pero cuando ya estaba metiendo las manos en el agua del fregadero Mike bajó a decirles que algo estaba pasando en el cielo.
—¿Qué ocurre? —inquirió el norteño, secándose con un trapo limpio. El humano no parecía asustado, lo que indicaba que no había peligro, y para haberse ido solo tras escuchar el fatídico anuncio de Zobriel traía muy buena cara.

- ¡¿Una aurora boreal?! Nunca he visto una- y se acerco a Nime y Eitne, empezando a tirar de ellos- vamos arriba, vamos arriba, vamos a ver la aurora, vengaaaaaa- dijo ya de pie, pegando pequeños saltitos.

-¡Neil Adru dejar lo que estáis haciendo nos vamos arriaba!, y tu Pam! y tu Rox!- mientras seguía moviéndose a todas direcciones y les señalaba- Milo deja de fregar y vamos- dijo mietras le agarro de la camiseta tirando de él, justamente cuando este hizo contacto visual Guille se puso rojo y le soltó volviendose hacia atrás- ¡vamos a subir todos a verlo! -dijo mientras se acercaba poco a poco a las escaleras, conteniéndose las ganas de subir, para esperar a sus amigos.

No tardó en sentirse ridícula y vulnerable por haber hablado. Ante la idea de tener alzheimer, como si de una anciana se tratara, Rox se hizo aún más pequeña en su asiento y chasqueó la lengua ruidosamente, enterrando los dedos entre su pelo. Quería esconder la cabeza en el suelo como un avestruz. Un sonido afirmativo salió de su garganta con el consejo de Pam, atrayendo suficientemente su atención como para desenterrarse lo justo de su sitio. Era buena idea y apreciaba la aportación, mas con la noticia de que iban a transformarse en monstruos muy fresca y la posibilidad de que su pérdida de memoria estuviera ligada a ello, Rox tenía ciertas dificultades para mostrarse agradecida al respecto. Ante cualquier detalle, en realidad. Además... existía la posibilidad de que aparecieran más nombres en blanco según escribiera. Lo que podía descubrir del diario le daba verdadero pánico.
Fueron las palabras de Adru las que lograron hacerla levantar cabeza. Tal como había pasado con Zobriel momentos antes, la edeel acababa de revelar otra opción con sentido y mucho más agradable para la australiana.

—Es verdad... Sí. En plan, —balbuceó entre pausas, pensando a la vez que hablaba—. ¿podría ser un efecto secundario? Incluso de la propia cura. Vamos, lo que no funcione mal en esta ciudad es raro... A cambio de curarme a lo mejor me ha dejado lagunas, o algo así.

No quería venirse muy arriba, pero irremediablemente lo estaba haciendo. Incluso si solo se trataban de una cara y un nombre, poder recuperar sus recuerdos con magia como en las películas era todo un puntazo. Una pequeña sonrisa terminó por aparecer en su rostro, la cual se medio esforzó en ocultar, aún incómoda por todo lo que había sido anunciado esa noche. Seguía sin saber como encajar el asunto, y aún estaba muy lejos de querer llevarlo alegremente, pero tampoco podía culpar a sus amigos por tratar de enfrentarlo lo mejor posible.

—Gracias chicos... Tenéis raz- —la abrupta aparición de Mike sumada a sus nervios a flor de piel hicieron que la coreana diera un bote considerable en el sitio—. ¡La madre que te parió! ¿Espera, ¿qué? ¿¡La aurora boreal!? —repitió, incrédula—. ¿Aquí? ¿En la ciudad?
Tarde, Mike ya había salido disparado. Compartió una mirada fugaz con los demás y se levantó. Puede que no supieran que era una aurora boreal, aunque tampoco es que en la Tierra fuese algo que vieras casualmente desde tu ventana. Siguió a Guille deprisa, en el fondo tan acelerada como él por verlo. Por el tono que había usado el americano, hasta puede que no fuera algo horrible.

De alguna manera intuyó que su aportación no había sido acertada antes incluso de que se lo explicaran. No solía pararse mucho a leer la expresión de la gente, pero la tensión acumulada en aquel momento era difícil de ignorar. Nime decidió no volver a hablar mientras la gente aportaba ideas, ya que los demás parecían tener más claro lo que hacían.

La tristeza de Nime todavía no se había ido, pero por lo menos se dio cuenta de que aquel grupo empezaba a ser como una familia. No era con la que se había criado, pero no estaba sola, ni ella ni ninguno, gracias a seguir juntos. Sin que se parase a pensar en lo importante que era el grupo, lo que siempre la había animado a seguir adelante habían sido ellos.

La conversación todavía no había terminado cuando la súbita carrera de Mike los tomó a todos por sorpresa.
—¿Aulora boreal? ¿Qué es una aulora boreal? —Nime se giró repentinamente en la silla buscando miradas de comprensión para suplicarles una respuesta. Aunque, con la misma, Guille ya estaba levantado y apurándolos, así que ella hizo lo mismo. Debía de ser algo raro, y si había tanta prisa tal vez era porque desaparecía pronto—. ¡Vamos, vamos! —empezó a suplicar a los que tardasen más en levantarse. Sin darse cuenta ya casi había llegado a la escalera.

La sinhadre recuperó por completo el ánimo con la intervención de Milo y el hecho de haber planteado una teoría que dejó a Rox un poco más tranquila. Se disponía a hacer otra de sus escandalosas aportaciones de positivismo cuando Mike llegó corriendo y diciendo que había visto algo, y aunque la sinhadre tampoco tenía ni idea de qué hablaba no dudó en hacer caso a Guille y dejar el tenedor sobre el plato armando un estruendo considerable. Empezó a seguir al pequeño y a Nime, que los instaban a apresurarse, cuando se detuvo en seco al ver a Eitne levantarse cojeando.
—¡Eitne! ¡Súbete a mis hombros! —Cuando el niño se mostró conforme, se agachó junto a la silla del daeliciano para que pudiera reptar por su espalda—. Ayúdale a subir, Neil. ¡Sujétate bien! —Indicó cuando vio las piernas de Eitne deslizarse sobre sus hombros y echó sus manos hacia atrás para que el daeliciano las agarrase.
La edeel comenzó a ponerse en pie, entonces, con la ayuda de su aurva para evitar perder el equilibrio, cosa que estuvo a punto de suceder en un par de ocasiones hasta que finalmente se levantó por completo con Eitne sobre los hombros.
>>¡Allá vamos, no queremos perdernos la “aulora boreal”! ¡Agacha la cabeza en las escaleras!
Y la edeel corrió escaleras arriba lo más deprisa que pudo con el peso añadido de Eitne sobre sus hombros, mientras Neil iba detrás para asegurarse de que no sucedía ningún accidente.

Eitne no pudo sino asentir a las palabras de Rox. Tenía que ser eso, la cura. Tenía que serlo por muchos motivos egoistas para el niño, que no quería enfrentarse al olvido. Bastante tenía con la cojera, cuya existencia no tardó en manifestarse tras la noticia que les trajo Mike. Muchos corrieron enseguida para ver la aurora o aurola boreal, pues para ellos todos los tramos de escalera eran pocos. Para Eitne, sin embargo, todo tramo de escalera era mucho.

Un cóctel de sentimientos le invadió. Por un lado sentía envidia de los que podían subir; por otro, rabia por no poder hacerlo él mismo. Luego una pizca de determinación por llegar hasta arriba, aunque fuera tarde (aunque la aurola boreal se hubiera ido volando antes de que él llegara, porque tenía que ser un pájaro, seguro), y otra pizca de tristeza, por todos los que subieron sin acordarse de él. Por suerte, este último ingrediente del cóctel duró poco. Adru se acercó a él con tanta energía que se le olvidó todo lo malo.

—¡Voy! —Se encaramó a la edeel con la ayuda de su aurva—. ¡Gracias! —dijo a ambos, antes de rodear con las piernas (una y media) el cuello de Adru. Puso mucho cuidado de no hacerle daño y se recostó hacia delante para no caerse—. ¡Estoy listo!

Eitne cubrió todo el trayecto chillando, riendo a carcajada limpia (especialmente cuando casi se caen). Ir sobre Adru era similar a correr, algo que llevaba mucho sin hacer, y sentía el entusiasmo por las nubes.

El daeliciano no sería el primero en asomar la cabeza por la terraza, por lo que, impaciente, preguntó a los que llegaron antes:

—¿Sigue ahí la aurola o aurora? Decidme que no se ha escapado volando. ¡Por favor, por favor, por favor!

Como todas las personas (independientemente de su número de piernas), Eitne no quería perderse lo que fuera que ocurría. Mike no se habrían entusiasmado tanto si no fuera algo bueno.

La mona del queso se mantuvo silenciosa tras sus palabras, sin tener mucho mas que aportar a lo de Rox, es decir no sabían si eso seguiría o solo había sido un olvido temporal. Tampoco es que pudieran seguir mucho mas la conversación pues Mike bajo prácticamente corriendo hablando sobre un aurora boreal. Pam conocía estas aunque nunca había visto uno realmente, por lo que sorprendida por que eso ocurriera en el cielo de Rocavarancolia, que según tenia entendido solo ocurrió cuando hacia frío o algo, le sorprendió. ¿Acaso espera otro preludio a la Luna Roja o algo así? No era normal tantos fenómenos en cielo cuando antes no ocurría nada.

La mona del queso se tomo su tiempo para levantarse viendo como buena parte de sus compañeros,motivados por la sopesa y la emoción subieron prácticamente corriendo a ver el espectáculo en el cielo. No paso desapercibido para la niña como Adru tomo en brazos a un emocionado Eitne para subirlo a grandes zancadas Resultaba de alguna forma agradable ver al niño reírse, emociona de ilusionado tras tantos malos ratos que había pasado. Lo entendí en cierta manera no olvidaba sus días teniendo que ser cargada a todos lados por culpa de las heridas de sus piernas...y lo Etine, era permanente, por el momento, antes que encontrasen alguna forma de devolverlo su movilidad total.

Seguro echaba de menos correr, saltar, jugar con los otros y curiosearlo todo. Pam no pudo evitar sentir un pinchazo de culpabilidad recordando que fue ella quien prácticamente tomo la resolución de salvarle la vida, a costa de su pierna y que fueron sus palabras las que al final se llevaron a cabo. Estaba segura de haber hecho la elección correcta, peor no por eso dejaba de ser menos duro ver como Eitne miraba Guille o a Nime moviéndose de un lado a otro con una libertad que el no poseía.

-Todos aquí como tontos emocionados viendo luces en el cielo y yo aquí pensando mierdas pesimistas -se quejó, fastidiada consigo misma dirigiéndose finalmente hacia lo ato de la torre para admirar la luces que recorrían el cielo nocturno, como si alguien hubiese dado largos brochazos de luz blanca en el cielo, justo frente a ellos. Un pequeño obsequio hermoso de aquella ciudad tras tantas penurias.

¿Auroras boreales? Milo había leído sobre ellas en Irraria, pero no las había visto en las ocasiones en que había viajado por la superficie del planeta, pues era un fenómeno que se daba en los polos magnéticos de su mundo (lugares que se habían vuelto inaccesibles tras la gran glaciación). Durante unos segundos estuvo tentado de salir tras lo demás igual de apresuradamente, sobre todo cuando Guille tiró de su camiseta, pero la lógica se impuso y decidió acabar lo que había empezado.
—Las auroras boreales son fenómenos atmosféricos que produce la radiación solar... —recitó para si un fragmento del texto que había estudiado de niño, fregando los platos rápidamente mientras intentaba ver algo por una de las troneras.

Para cuando acabó la cocina ya estaba vacía, así que se hizo con una antorcha y apagó el resto para seguir a sus compañeros. Subió las escaleras de dos en dos, alcanzando a Pam en la trampilla que llevaba a la azotea, y se aupó tras la mona del queso mirando hacia arriba con expectación.

Lo que vio le dejó sin palabras, pues aunque estaban algo desvaídas aquellas cintas blancas que llenaban el firmamento resultaban hipnóticas. Eran como caminos en el viento que ondulaban al ritmo de una música que nadie más oía.
—Es precioso —murmuró, sentándose en el tejado con los ojos abiertos como platos—. ¿Habíais visto alguna vez algo igual? —preguntó al resto sin dejar de mirar hacia arriba, esta vez en un tono de voz audible.

Espero hasta que alguien se ofreció a cargar con Eitne y una vez que comenzaron a subir subió todo lo rápido que pudo. Cuando casi de encontraba al final de las escaleras, se dio cuenta que faltaba alguien, bajo los escalones en contra de sus compañeros, y se dirigió como una bala a un lado de su cama, donde encima de un mueble se encontraba un oso de peluche con un gorro de Totoro.

-Hola Lechuga, arriba hay una cosa genial, y he pensado que querrías verlo… y lo siento - dijo mientras lo cogía y colocaba para llevarlo a caballito.

Volvió a correr y subir las escaleras otra vez, nada mas salir el cielo se abrió ante él, lleno de luz y formas, el viento se torcía y movía destacando las estrellas y dando color al que hasta hace poco era el monótono cielo de Rocavarancolia.

-Es como si el cielo, cantase…- dijo Guille alucinado con la boca abierta.

—¡Es blanca! —respondió a Zob una vez se encontró junto al resto en la azotea y pudo mirar por fin el fenómeno que había creado tanta expectación. Había puesto tanto énfasis en sus movimientos que Eitne sufrió un pequeño efecto rebote—. Hay muchas… Yo nunca había visto nada parecido —añadió respondiendo a la pregunta de Milo.

Adru no paró quieta en ningún momento, buscando distintos ángulos desde donde ella y el daeliciano pudiesen ver bien aquellos hermosos fenómenos en el cielo. La comparación de Guille le pareció muy acertada y la edeel se acercó al pequeño humano, colocándose justo al lado cuando se dio cuenta de que llevaba a su peluche a caballo igual que ella llevaba a Eitne.
—Esto tiene que ser una buena señal, ¿verdad? Algún día el cielo cantará nuestras hazañas como los auténticos valientes cosechados.
La sinhadre sabía que eso no ocurriría de forma literal, pero sí creía que todos volverían a reunirse como aquella noche para contemplar un espectáculo igual de hermoso, les saliesen cuernos y colas o no.