Torreón Letargo (Archivo VII)

Recuerdo del primer mensaje :

La sinhadre permaneció pensativa cuando varios hicieron notar que la comida solo sabía mal a veces, recordando que ella misma también lo podía corroborar.
—¡Es cierto! Qué extraño… Que hechizo más raro.
Estaba de acuerdo con Milo en que prefería pensar que fuese cosa de magia y no de alguna porquería como la que había sugerido Rox. Además, en ese caso la comida tendría mal aspecto, ¿no?
>>¡Por supuesto que no! —añadió inmediatamente cuando el irrense le dijo a Neil que no era culpa suya, olvidándose de comentar su anterior pensamiento—. Tú eres el mejor cocinero que conozco: es imposible que sea cosa tuya.

Guille, como de costumbre, continuó arrancándole varias risotadas y, poco después, la apreciación de Eitne desmentida inmediatamente por la propia mona del queso le hizo reír aún más. Aunque para ella resultaba todavía más claro que si también las ramitas estaban malas tenía que ser cosa de magia. El daeliciano le respondió a su pregunta entonces y en un principio Adru compuso una expresión levemente alarmada. Tenía un "¡eso sería horrible!" en la punta de la lengua, pero por una vez recordó que no era la mejor idea soltar el primer pensamiento que le había venido a la cabeza. Lo último que necesitaba el niño era entrar en pánico.
—N-no… ¡No te alarmes, Eitne! —Su vacilzación y gestos exagerados posiblemente resultasen menos convincentes de lo que pretendía—. Además no parece que sean muy buenos lanzando maldiciones porque la comida sabe bien a veces —añadió con una risilla.

No siguió pensando en la inquietante posibilidad que el daeliciano había planteado porque volvió a fijarse en el muñeco de Guille. Zob lo había reconocido como un animal de su mundo… Tenía que pertenecer a un nublino.
—¿Se habrán dejado olvidado ese muñeco aquí el grupo de Ellie y Lulú? —se le ocurrió de pronto, aunque olvidando de tener en cuenta que había pasado una cantidad de tiempo considerable desde aquel encuentro como para que fuese probable.

Guillermo le seguía dando vueltas, nisiquiera entendendia bien lo der ser chico o chica ni eso de género fluido. Sus pensamientos goteaban en su cabeza enseñando una mueca y otra que mostraban que estaba pensando "¿sera una gema de cristal? Seguramente sea una granate, es una experiencia" . Pronto se dio por satisfecho, solto todo de golpe, bajando las manos, con una sonrisa de nuevo en la cara.

-No lo se, no lo entiendo muy bien... No sere tan mayor...Pero aunque no lo entienda, yo te quiero igual- se acerco y dió un abrazo todo lo fuerte que podía a Rox- seas lo que seas eres mi gema de cristal favorita, Mulan.

Cuando se dió por satisfecho solto a Rox, asintio decidido, dando por concluida su investigación y se fue a terminar de desayunar.

Asintió con la boca entreabierta y expresión un tanto perpleja a la aclaración de Rox acerca de la diferencia entre genitales y género. En realidad nunca se le había pasado por la cabeza que pudieran ser dos cosas distintas, pero le había hecho empezar a entender un poco mejor a qué se refería la coreana. Estaba claro que en la Tierra no era igual que en Sinhdro, en cualquier caso. No pudo evitar reír ante la pregunta de Eitne: estaba claro que el pequeño no lo había entendido… Y Nime al parecer, tampoco. Adru estaba tratando de pensar cómo explicarles a los niños que aquello no tenía que ver con lo que ellos creían, pero la propia Rox se lo aclaró. La sinhadre volvió a asentir, incluso si realmente no terminaba de entender por completo el asunto y no hubiese podido explicar nada. Solo sabía que los niños lo estaban entendiendo mal, pero eso era todo.  Pelusa, no obstante, sí supo aclarar algunas cosas más y Adru también asintió a sus palabras a pesar de que se perdió un poco a media explicación.
—Si no te pueden llamar “papá” o “mamá” te pueden llamar Rox, ¿no? —Intervino finalmente cuando la coreana se hizo aquella pregunta—. Yo conocía a un niño que llamaba a sus padres por sus nombres… ¡Y si no siempre puedes pedirles que te llamen “pamá” o “mapá”!
Se echó a reír, divertida por su propia idea. A continuación vio como Guille se acercaba para abrazar a la coreana y volvió a asentir por quincuagésima vez, esbozando una gran sonrisa.

Cuando Zob propuso salir a desayunar fuera los letarguinos apoyaron rápidamente la idea, por lo que Milo los siguió al patio y se sentó contra el pozo para seguir la conversación. Estaba cansado, sin embargo, y pronto perdió el hilo de la misma cuando su mente empezó a divagar, pero cuando Rox soltó lo de su género el irrense regresó al momento presente de sopetón.

No se esperaba que la coreana sacara el tema tan de repente después de haberselo guardado durante tanto tiempo e intercambio una mirada confundida con Rena, pero guardó silencio y prestó atención a las reacciones de sus compañeros. No esperaba que ninguna fuera de rechazo, pues en Irraria aquello no era un asunto extraño, pero el desconocimiento de los más pequeños era palpable y hasta  a Zobriel le pilló por sorpresa.

El apuro que estaba pasando su compañera a pesar del tono de broma con que intentaba tomarselo era más que evidente, sobre todo por el bombardeo de presguntas de los más pequeños, pero por suerte Pam intervino y Adru también le quito hierro al asunto. La reacción de Guille, además, fue enternecedora.
—Ellas tienen razón —se apresuró a secundar las palabras de sus compañeras con un asentimiento convencido—, el género no tiene porque depender del físico de cada uno, es una cuestión de como te sientes contigo mismo —añadió con una media sonrisa de apoyo dirigida a la medio australiana—. Rox es la de siempre, no es una persona distinta ni nada por el estilo, y deberíais agradecer que se sincere con vosotros. Seguro que no le es fácil tratar el tema, ¿no creéis? —les preguntó a Nime y a Eitne.

Eitne escuchó con atención, durante todo momento con el mismo gesto de sorpresa que se le había quedado en un principio. Al principio le costó asimilar lo que se estaba hablando y guardó silencio. Luego escuchó una frase que, de repente, se lo aclaró todo. O eso creía. Así que... ¿No hacía falta tener pito para ser un chico?

—No sabía eso —reconoció.

Asintió cuando Pam dijo que los niños no eran tontos, porque ahí no le faltaba razón. Guille, Nime y él eran ya lo suficientemente mayores como para entender las cosas más difíciles, si no bien por edad, sí por estar en Rocavarancolia, que les hacía crecer deprisa. O algo así. Se lo había dicho el Huésped antes de portarse mal.

A Eitne se le escapó un "AUUUUUU" lleno de ternura en cuanto ocurrió el abrazo entre Guille y Rox. No había entendido la mitad de lo que dijo el niño, pero precisamente, lo más bonito se escondía en lo familiar que ellos dos encontraban esas expresiones tan ajenas para el daeliciano. «Ojalá estuvieran aquí mamá o papá. O la abuela...», pensó con leve añoranza, en ese instante. Conforme el tiempo pasaba, Eitne se sentía más y más lejos de casa. Tanto que ya no quería que vinieran los tres, le bastaba con uno.

Sumergido en ese pensamiento, las palabras de Milo le hicieron sentir el doble de culpable y se le arrugó el gesto por la preocupación de haber dicho algo feo que pudiera herir a Rox.

—Es verdad... —Agachó brevemente la mirada—. Siento si dije algo feo... Y gracias por contárnoslo. A mí me da igual si eres chica o chico o las dos cosas a la vez —le dijo en voz bajita, ahora que creía que lo entendía. Se habría acercado a darle un abrazo, como Guille, pero sin una pierna se le hacía aparatoso. A cambio, intentó decir algo más, algo que fuera bonito—: Además bailas muy bien.

La facilidad con la que la mona del queso comprendía las cosas nunca dejaba de sorprenderle. A pesar de sus propias dudas Rox ni siquiera pensaba tener hijos, nunca había sido una idea que se replantease, mucho menos en Rocavarancolia, pero eso no le quitaba nada de valor a las palabras de Pam.

Desde ese momento, el corazón se le fue prendiendo con la leña que sus compañeros iban añadiendo al fuego, en el mejor de los sentidos. Hacía tiempo que no se conmovía tanto, al menos no de forma positiva. Con Guille sintió una pequeña explosión en el pecho y tardó en reaccionar a su abrazo. Sabía que el pequeño no la defraudaría y pillaría la referencia, pero no había pronosticado una respuesta tan tierna como lo fue aquella.
El apoyo de Adru, la defensa de Milo y como no, la respuesta final de Eitne, todo el conjunto la había dejado sin palabra. Para rematar, la australiana se sentía como si se hubiera tomado cuatro cafés seguidos. De repente todo daba igual: estar a años luz de la tierra, olvidar a sus viejos amigos, e incluso estar atrapados en Rocavarancolia, no podía quejarse de estar con quienes estaba, y se sentía extrañamente afortunada.

—Sois... sois los mejores. —añadió finalmente, sin saber bien que decir. Llevaba rato sonrojada, y la cara empezaba a dolerle—. Yo... ¡¡Aah!! ¡Me estais haciendo muy difícil odiar esta ciudad de mierda, buf!

Se rio con una facilidad que no tenía en mucho tiempo. Necesitaba enfocar sus sentimientos de alguna manera, pero estaba tan desbordada que le resultaba imposible. Le dolían tanto las mejillas de sonreír que tuvo que llevarse una mano a la cara para tapársela, y de paso, masajearse el rostro. Estaba bloqueada y sintiéndose una bomba de relojería. Se dio la vuelta, tomó aire varias veces, y cuando la cara dejó de arderle tan bruscamente volvió a dirigirse a ellos.

—Es que soy tonta, debería habéroslo contado antes.—resopló, nerviosa—. ¡Pero eh! ¿A que no me habríais pillado si no digo nada? Bendita sea mi androginia. —se rio con suavidad—. Y no pasa nada, no hay nada que perdonar. Mucho menos de mi mejor aprendiz de baile.

Se acercó al daeliciano, y, al igual que había hecho Guille con ella, se agachó y le dió un abrazo con cuidado, revolviéndole el pelo a él y Nime según se reincorporaba. Tras ello, sacando de dentro la costumbre de familia, hizo una reverencia al resto como gesto de agradecimiento, haciendo que su colgante chocara contra su nariz.

—¡E-En serio, sois los mejores! ¡Si no os doy un abrazo grupal es porque me da todo el corte! Os mereceis algo más que un desayuno roñoso.

Pam no podía discernir con exactitud cuan difícil había podido ser para el humano, o humana, que mas daba, el contarles aquello, pues aunque Pam ya lo sabia era ahora que se había enterado con mas detalles.

Supuso que el hecho de que Rox hubiese podido decir nada hasta el momento era por que se trataba de algo personal, por una parte y que temía ser juzgado por ello, por otra. Descubrir que no recibiria nada de eso, debía ser como por fin poder respirar. Pam solo podía verle una cierta similar remota, pues eran asuntos muy diferentes pero que al fin de cuenta afectaban al usuario en gran medida, a cuando ella contó que era una esclava. Habia pensado también que cambiaría la forma en que la miraba, que la juzgarían y aunque por norma general le daba un poco igual lo que pensase de ella, la opinión que despertaba en lo demás era de cierta importancia para la mona del queso. Especialmente al inicio, cuando no se conocían, era especialmente importante que la forma en la que el resto la viera fuese de forma positiva, mera cuestión de supervivencia, pues así era mas sencillo conseguir sus favores y que no le dieran la espalda. Y lo habia conseguido, no tenia muy claro como dado que no era especialmente sociable y jamas sonreía, que los demás confiasen en su palabra y juicio pese a su pequeño tamaño.

Por todo ello y aunque ciertamente eran casos diferentes, le alegraba ver la expresión relajada de Rox, esperaba realmente ese nuev odescubrimiento le fuese de ayuda.


~·~·~·~


La mona del queso aprovechó buena parte del dia para poder poner un poco en practica su nueva honda, apuntando con ella a objetivos específicos en el patio, frustrándose cuando ejercía demasiada poca fuerza o demasiada y no atinaba. Iba a llevarle algún tiempo pillarle el truco a eso, pero no le desagradaba.

Paro cuando la oscuridad fue cerniéndose sobre la ciudad resultando imposible para ella el seguir con su entrenamiento con la honda. Suspirando, Pam observo el cielo notándo los primeros puntos de luz en este. Ahí estaban, igual que noches anteriores. Pensativa se dirigió hacia el interior para la cena esperando que resultase menos asquerosa que el desayuno y almuerzo. Se preparo tranquilamente una ensalada de frutas, para luego sentarse a la mesa para comer, con su mente aun puesta en aquellas luces en el cielo.

Distraída, busco con la mirada a Zobriel por unos instantes, evocando la conversación que habían mantenido hacia algo de tiempo, cuando sufría las quemaduras en sus pies, recordando la renombrada mención de la Luna Roja, que era evidente no se encontraba aun en el cielo. << Ya ha pasado bastante tiempo ¿cuando sera su aparición? >> aun recordaba la sorpresa que había sentido aquella mañana cuando Rena les contó el tiempo que había transcurrido en la ciudad. Era casi medio año. ¿Les quedaría entonces otro medio año para que esa cosa apareciera? Suponiendo que fuese ese el tiempo en el que lo hiciera. Pues ni siquiera Zobriel parecía tenerlo muy claro cuando hablaron a pesar de  si saber con certeza, que en seria el momento en el que se convertirían en "dioses".


-Estaba pensado en la conversación de esta mañana - dijo mirando distraidamente su comida, captando la atención de sus compañeros- No lo de Rox exactamente, sino pensaba en el tiempo que llevábamos aquí - añadió levantando la vista de frutas para observarles, dando un mordisco a una y arrugando la nariz. Asquerosos de nuevo. De verdad que no lo entendía- Y me acorde de algo a lo que he estado dándole vueltas desde hace un tiempo. ¿Recordáis el discurso de cuando llegamos? Bueno los que llegamos a oírlo- indico pues había gente presente que llegaron al torreón mas tarde, como ocurría con Guille, por ejemplo.

-Mencionaron la llegada de una Luna Roja en un futuro si sobrevivíamos en la ciudad y que con ella vendrían respuestas, aparte de demostrar de ser aptos o algo así- indico no mirando a Zobriel en ningún momento, pues no pensaba explicar lo que este había dicho, algo le decía que cundiría el pánico ante eso, por lo que calmada los observo y siguió hablando- No se si cuando hablaban de esa Luna roja se referían a algún acontecimiento o literalmente, a un astro rojo; o de cuando ocurriría. Pero sea como sea...el cielo esta cambiando. ¿Lo habéis notado, no?- indico Pam de forma algo enrevesada pues por los nervios parecía que la lengua se le estaba trabando pese a lucir tranquila. No intentaba asustarlos, solo constataba un hecho

-Antes solo existía un cielo nocturno tan oscuro como una cueva...y ahora, aparte de los bichos esos de fuego que revolotean por doquier, hay estrellas. - indico Pam que había llegado a notar aquello de casualidad la otra noche y de nuevo aquella vez, pues aunque no sabia a ciencia cierta cuando se produjo el cambio, si recordaba bien que antes no estaban y ahora si.

Nime fue consciente del nerviosismo de Rox al responder, pero estaba dispuesta a seguir presionando con tal de obtener las respuestas que quería. La libense estaba confusa, porque no había escuchado a alguien hablar en aquellos términos en su vida. Y para ella claro que importaba si se era chico o chica, solo de imaginarse a su padre en el ejército le daba la risa.

Pero no le salieron las cosas como esperaba, porque Pam intervino para dar explicaciones. De hecho, todo el mundo parecía empezar a comprenderlo y aportar sus propios puntos de vista. Nime se sintió extraña, porque parecía ser la única que no lo entendía y a la que aquellas explicaciones no le resultaban suficientes. Pero la clave para acabar cerrándole la boca estuvo en la intervención de Milo y los agradecimientos de Rox que la siguieron. Que Rox les diese las gracias o que le revolviese el pelo la hicieron callar, pero no sentirse mejor. No podía ir a contracorriente después de aquello, pero quería hacerlo. Lo único que la detenía era saber que nadie se iba a poner de su parte.

A consecuencia de eso, durante el resto del día estuvo más pensativa de lo normal, incluso distante. La niña trataba de asimilar la información nueva que había recibido, pero no podía evitar sentirse incómoda; parecía haber olvidado cómo relacionarse con Rox con naturalidad. Como había dicho Zob, seguía siendo Rox, pero no sabía cómo tratarla. La veía como una mujer, pero ella no quería serlo, o no siempre, si no había malinterpretado las explicaciones. Y Nime se preguntaba por qué. «¿Qué tiene de malo? Yo no querría ser un chico».

Muchas elucubraciones infantiles después, Nime empezaba a asumir que la rara era ella, por poca gracia que le hiciera. Su humor no era el mejor cuando se sentaron a cenar, pero disimuló no diciendo nada. Al menos no lo hizo hasta que comenzó la conversación sobre los cambios en el cielo. Era solo otro de tantos misterios, pero notó a Zob extraño cuando empezó a hablar. Parecía que el tartamudeo de Eitne se había mudado a su garganta.
—¿A qué te refieres? —preguntó en cuanto mencionó que iban a cambiar muchas cosas. Nime sí creía que iba a salir aquella luna, habiendo interpretado literalmente el discurso, y pensaba que para entonces habrían pasado la prueba y podrían volver a casa cubiertos de gloria. Como decía Pam, los cambios en el cielo podían significar que ese momento se acercaba.

Adru correteó por el patio, eufórica por el buen ambiente generalizado y de ver a Rox tan feliz por haberles contado algo importante para ella. Ya que estaba, utilizó sus energías aumentadas por aquello y que habían desayunado en el patio para continuar practicando.

Llegó la noche y se habían vuelto a reunir en la cocina para cenar. Una vez más la comida no sabía especialmente bien. La edeel se levantó para rebuscar algo en las cestas: una ramita de una especia que tenía un sabor mentolado muy fuerte. Mientras el resto hablaban, la sinhadre rascó con el tenedor para echar un poco de aquella especia en su plato, y a continuación lo probó. El resultado fue… peculiar, pero la chica se encogió de hombros y siguió comiendo mientras atendía a lo que Pelusa tenía que decir. Inmediatamente desvió la mirada hacia Zob cuando se mencionó la Luna Roja, recordando la conversación “secreta” que habían mantenido hacia un tiempo en aquella misma cocina. Con un pequeño respingo volvió a fijar su atención en el plato en un acto de disimulo horriblemente llevado a cabo.

No obstante, parecía que aquel era el día finalmente en el que el nublino decidiría compartir el secreto con todos, tal y como le había dicho. Se lo veía nervioso y Adru trató de infundirle ánimos asintiendo con firmeza en su dirección. Nime fue la primera en expresar su confusión al respecto, pero probablemente muchos la seguirían después.
—A mí también me gustan las estrellas, y esos ratones voladores en llamas que se ven ahora más a menudo. Además, ahora hay nubes en el cielo a veces. Me gustan las nubes. Y a veces cuando me levanto por la mañana mientras todos dormís veo rocío en las plantas del huerto —añadió agitando un dedo en el aire al haberse acordado súbitamente de que era posible que solo ella lo hubiese visto, porque se desvanecía bastante rápido—. Todas esas cosas son cambios buenos, ¿no? Es menos aburrido así —aportó en lo que creía que era un intento de aligerar el peso sobre Zobriel.

Eitne pasó el resto del día distraído. El buen humor que reinaba le había ayudado a escapar de los peores pensamientos, que siempre volvían a él cada pocos días, y nisiquiera había tocado la madera con la que planeaba moldear su nueva pierna. Habló con unos y con otros, dio un repaso a los hechizos nuevos y, para cuando quiso darse cuenta, ya tocaba cenar.

Lo primero que hizo fue resoplar a la mesa, en cuanto descubrió que la comida seguía insípida. Luego calló para escuchar a sus amigos hablar de la luna, las estrellas... y se distrajo, pensando en lo bonitos que le resultaban los anocheceres de la ciudad. Cuando volvió a prestar oído, Zob hablaba algo nervioso, casi peleándose con su propia lengua. Eitne no pensó en lo mucho que le habría recordado a él, ni en el tiempo que llevaba él mismo sin tartamudear.

—¿Seremos dioses como los tuyos o como los nuestros? —preguntó a Zobriel, con curiosidad inocente. Las religiones de sus amigos siempre le confundían—. No sé si ningún daeliciano querría tener como dios a un demiurgo cojo... —pensó en voz alta.

Rox se sentía como si se hubiera reencontrado, como si se hubiera perdido durante todo este tiempo y acabase de recordar quien era. Volvía a ser ella misma, al menos en un aspecto muy anterior a Rocavarancolia, incluso previo a su vida en Corea.

Subir al cuarto para quitarse el binder no le produjo ansiedad por primera vez. Poder ponerse un sujetador normal y corriente había sido todo un lujo para ella hasta ahora, uno que se había negado a pesar de los dolores de espalda, y hombros, provocados ocasionalmente por el dichoso binder. Las pocas veces que se había atrevido a no llevarlo había pasado el día nerviosa y asegurándose de vestir ropa lo más ancha posible, todo con tal de no hacer visible su pecho. En la mayoría de ellas había terminado volviendo a él por apuro, a pesar de sus quejas físicas.
Todo eso se había acabado. Aún necesitaría dar pasos pequeños para estar completamente cómoda delante de sus compañeros, después de todo, había sido mucho tiempo acostumbrándose a ocultar ciertas cosas, pero ya era un alivio considerable.


El resto del día marchó como la seda, tanto que, irónicamente, la coreana olvidó la preocupación con la que se había despertado esa misma mañana: las lagunas que estaba sufriendo su memoria.
Cuando llegó la cena, sin embargo, se le refrescó. Por muy bien que se encontrara seguían estando en Rocavarancolia, y de algo no tenía duda: había perdido varios recuerdos, mas el de su encontronazo con Zobriel no era uno de ellos. Le habría encantado no acordarse de eso, pero la experiencia estaba pegada a su cráneo como un chicle mal pisado. Desde el día que sucedió Rox se había esforzado en no volver a pensar en ello lo más mínimo, pero era evidente que no podía seguir así para siempre. Todo el concepto de la Luna y los dioses había sido algo tan abstracto para ella que la nueva conversación la puso en tensión.

—Sí. Las estrellas son preciosas. Las echaba de menos. —respondió, en un intento de deshacerse del malestar. Bajo la mesa juntó ambas manos. Las tenía heladas—. No había pensado en ellas como algo malo.

Zobriel siguió hablando, y la mención de los dioses despertó vividamente el recuerdo. Sin embargo, esta vez no se sentía tan violenta como la primera vez. De hecho, podía notar los nervios aflorando en Pam, las dudas y el vacío que sentía Zobriel, y de alguna manera, entender el sentimiento le impedía replicar malamente, por mucho que la palabra "dioses" le produjera un odio intenso. La incertidumbre, por otro lado, se le contagió. Tragó saliva y se apretó las manos.

—¿Puedes ser más específico? —preguntó. Hablaba en una calma amenazante y con cierto retintín—. O sea, ¿a qué te refieres exactamente con que vamos a ser dioses?

Según Rox formulaba la pregunta, una teoría cobró forma en su mente, como si después de todos esos meses tan solo le hubiera faltado decirlo en voz alta para hacerse una remota idea. Tanto tiempo negándose dicha información, y por primera vez la australiana parecía comprender lo que las palabras del nublino implicaban. En su expresión sería fácil leer la duda y el disgusto.

No había iniciado la conversación específicamente para que Zobriel contase todo que ya le había contado meses atrás, especialmente por el temor que este había mostrado con la reacción que podría tener los demás, pero de algún modo su comentario le dio fuerzas para por fin desvelar uno de los misterios que buena parte de sus compañeros aun no conocían. Pam se mantuvo silenciosa, expectante y observadora mientras Zobriel dificultosamente hablaba e intentaba explicarse, mientras sus ojos se posaban en los rostro de sus compañeros que escuchaban por primera  aquellas palabras del siempre tranquilo nublino, que ahora parecía tan nervioso.

Se notaba claramente el desconcierto de algunos d sus compañeros ante la explicación inicial, pero todo quedo bastante claro para todos ante las palabras finales del nublino, momento que Pam decidió era el adecuado para intervenir. Inconscientemente había empujado a este contar un poco sobre la veracidad de la llagada de la luna, y por consiguiente lo que vendría con ella y teniendo en cuenta los horribles encontronazos que habían tenido todos con los "dioses" de Zobriel, estaba bastante segura habría gente que no iba a reaccionar del todo bien. Mas cuando el nublino parecía a punto de sufrir un colapso nervioso.

-Yo ya lo sabía -respondió Pam mirándolos de forma tan calmada como si la situación no la turbase. Ya lo había hecho en su momento y había llegado a la conclusión, que patalear, asustarse, maldecir o rabiar, no iba a cambiar lo evidente. No tenía forma alguna de hacer que la Luna Roja no aparecería, ni por tanto de impedir lo que ella provocaría y de haberla, no la conocían-Lo se desde hace meses, desde que me herí en la casa en llamas.

-Y fui yo quien le pedí que buscase un buen momento para decirlo y no se si este lo será, pues dudo que exista un buen momento para decirlo...- indico mirándolos pensativamente, osbervandolos con atención, viendo sus rostros- Sea como sea, yo llegue a la conclusión de que asustarme, alterarme o maldecir no me llevara a nada...incluso si llego a cambiar por esa luna, ni esta ni nadie, va a hacer que Pam desaparezca. Aunque claro, esta es mi forma de verlo...me han dañado tantas veces en mi vida y me he llevado tantos golpes, que uno mas, ya no me duele.- añadió encogiéndose ligeramente de hombros, moviendo distraída su ensalada-No me esperaba esto cuando me decidí a venir....pero yo, al menos, en mi opinión, lo prefiero a como vivía antes...- concluyo dando su mera respuesta a las palabras de Zobriel. Tendría gente en encontrar, alterada y asustada, por supuesto, que era normal. Ella también lo había estado al inicio,, no es como si quisiera ser un "dios" o lo que fuese, pero ya para que escandalizarse. La suerte estaba echada.

Y tal vez fuese muy ilusa pensado así cuando no sabia que pasaría realmente con ella, cuanto cambiaría, cuanto sufriría, sino dañaría a los demás....pero en serio, le daba lo mismo, pues fuese lo que fuese, solo tenia una cosa muy segura. La luna la forzaría a cambiar, como los ordeses le forzaban a hacer todo en Ordesta, vale...aceptaría eso....pero lo que hiciera, dijera y pensara tras esa imposición era solo y únicamente, cosa de ella. De nadie mas.

Era difícil, todo era difícil, Rocavarancolia era un lugar cruel, enigmático pero hermoso, Guille noto también los cambios, todo empezaba a tener más vida, pero era duro saber que quizás lo más hermoso de este lugar fuesen unos niños encerrados en un torreón como flores a punto de ser aplastadas mientras perdían sus pétalos.
El simple roció, las nubes y las pocas estrellas, le traía esperanza. Le aliviaba darse cuenta de que todo pasaba, que al fin y al cabo todo cambiaba.

Estaba en la cocina cenando, la comida sabia igual, procuro no quejarse, todos la estaba comiendo aunque no estuviera buena, así que Guille hizo lo mismo. Escucho las conversaciones de la mesa, aunque siempre hablaba y siempre buscaba de alguna manera saltar a la palestra, lo que más feliz hacia a Guillermo era ver a la gente reunida y de alguna manera en esa mesa ya se respiraba la suficiente confianza como para poder estar en silencio sin sentirse incomodo, para poder confiar en ellos, de alguna manera todo esto era reconfortante. Siguió sus conversaciones, aunque rápidamente se enganchó a la conversación que pronto acapararía toda la mesa.

Pam saco el tema, la luna roja, Guille nunca había escuchado sobre algo así, más temas se unieron a la conversación, Zobriel parecía que de alguna manera sabía que era este lugar que les traformarian en dioses o demonios. Guille siguió escuchando la conversación atentamente, ¿porque nunca se había preguntado que hacía aquí?, en el fondo se había dejado llevar y no sabía ni siquiera el porqué. Pero entonces se asustó aún más, ¿cuánto tiempo llevaba sin desear volver a casa? Parecía un recuerdo tan lejano.

-Quizás… ya haya comenzado…no sé, siento que somos distintos…pero no es nada malo no se…-dice mientras de alguna manera le pesan las palabras, de alguna manera se separa de ese Guille de la tierra, pam tenía razón aunque nada desaparece del todo- siempre se cambia y aunque nos salga cola, o alas o tengamos cuernos, no seremos monstruos, todos somos distintos y eso no nos hace ser monstruos…en la tierra hay monstruos, pero no tienen cuernos ni alas ni dientes afilados, los monstruos están dentro- cogió aire y entre inspiración y  espiración se quedó parado un segundo- mi padre era un monstruo- en el fondo lo sabía desde hace mucho tiempo- hacia daño a mi mama…una luna no nos va volver monstruos, un monstruo lo tiene dentro... todos habeis sido muy buenos siempre y eso no lo puede cambiar una Luna

La respuesta de Zobriel era exactamente lo que sospechaba. Lo de Verael no era una maldición, era una transformación, lo mismo que le iba a pasar a ellos.

«No. No, no, no.»

Todo resquicio de hostilidad desapareció de un soplido, dejando tan solo espacio para el shock. Cada trozo de su cuerpo se volvió de piedra. Su semblante era difícil de descifrar, ya que ni ella misma sabía como sentirse. Los hechos le taladraban la cabeza y se sentía estúpida por no haberse tomado las palabras del nublino en serio, de forma más literal, por no haberle creido antes. En su momento se había tomado aquello como un deseo surrealista de su compañero y nada más, no como un hecho real. El nublino no quería simplemente ser un dios, no, es que todos se iban a transformar en ellos con la llegada de la Luna. Rox se quedó sin aire.

Apartó el plato de delante suya, conmocionada, procurando respirar lento a pesar de estar muy agitada. Si la comida estaba asquerosa de por sí, ahora le resultaba simplemente intragable. El cuerpo se le había cortado entero y se sentía como si le hubieran pisado el estómago.

No quería cuernos. No quería cola. No quería garras. No quería de dejar de ser como era. No quería terminar como Verael, dominada por el instinto. No quería pensar que el hombre de cola de escorpión fue una vez como ellos, o que todos los monstruos de la ciudad habían sido niños y adolescentes antes. Si eso no era perderse a si mismo...

¿Qué pasa si su pérdida de memoria estaba ligada a eso?

Su mente se quedó en blanco, más que su propio rostro. Se llevó una mano a la cara y presionó a consciencia, bajándola lentamente mientras tomaba una bocanada de aire profunda, aparcándola finalmente sobre su boca para evitar que el miedo se escapara de su interior.
Rox buscó la mano de Milo bajo la mesa antes de que le diera un ataque, evadiendo los ojos de nadie. El frío se le extendió hasta los pies y el nudo le bloqueó la garganta.

«Quiero irme a casa.»

No dijo nada. Puede que se estuviera precipitando, o puede que no. Tal como decía Guille, los monstruos están dentro, pero las normas cambian si te olvidas de quien eres.