Torreón Letargo (Archivo VII)

Recuerdo del primer mensaje :

La sinhadre permaneció pensativa cuando varios hicieron notar que la comida solo sabía mal a veces, recordando que ella misma también lo podía corroborar.
—¡Es cierto! Qué extraño… Que hechizo más raro.
Estaba de acuerdo con Milo en que prefería pensar que fuese cosa de magia y no de alguna porquería como la que había sugerido Rox. Además, en ese caso la comida tendría mal aspecto, ¿no?
>>¡Por supuesto que no! —añadió inmediatamente cuando el irrense le dijo a Neil que no era culpa suya, olvidándose de comentar su anterior pensamiento—. Tú eres el mejor cocinero que conozco: es imposible que sea cosa tuya.

Guille, como de costumbre, continuó arrancándole varias risotadas y, poco después, la apreciación de Eitne desmentida inmediatamente por la propia mona del queso le hizo reír aún más. Aunque para ella resultaba todavía más claro que si también las ramitas estaban malas tenía que ser cosa de magia. El daeliciano le respondió a su pregunta entonces y en un principio Adru compuso una expresión levemente alarmada. Tenía un "¡eso sería horrible!" en la punta de la lengua, pero por una vez recordó que no era la mejor idea soltar el primer pensamiento que le había venido a la cabeza. Lo último que necesitaba el niño era entrar en pánico.
—N-no… ¡No te alarmes, Eitne! —Su vacilzación y gestos exagerados posiblemente resultasen menos convincentes de lo que pretendía—. Además no parece que sean muy buenos lanzando maldiciones porque la comida sabe bien a veces —añadió con una risilla.

No siguió pensando en la inquietante posibilidad que el daeliciano había planteado porque volvió a fijarse en el muñeco de Guille. Zob lo había reconocido como un animal de su mundo… Tenía que pertenecer a un nublino.
—¿Se habrán dejado olvidado ese muñeco aquí el grupo de Ellie y Lulú? —se le ocurrió de pronto, aunque olvidando de tener en cuenta que había pasado una cantidad de tiempo considerable desde aquel encuentro como para que fuese probable.

Eitne había conseguido dejar de llorar, pero su cara seguía hecha un gran puchero. Esperó sentado en el tresillo hasta que estuvieron todos y salieron al patio y el niño no pudo evitar seguirles a la pata coja. Allí, recuperó su muleta perdida y escuchó en silencio lo que Pam y el resto tenían que decirles.

—No, no, no... —susurró al ver que la mona del queso iba a destapar el cadáver. Aun así, no fue capaz de apartar la mirada. Al ver de nuevo el rostro de Mike y el mordisco, le sobrevinieron nauseas que apenas fue capaz de controlar.

Le sobrevinieron de nuevo las lágrimas y de nuevo se las enjugó con las mangas. Se decía a sí mismo que tenía que ser fuerte como los mayores, en parte ignorante de lo mal que lo estaban pasando ellos, y quería participar en las conversaciones importantes. Sin embargo, no le gustó lo que estaba diciendo Pam, pues abría una puerta peligrosa y el niño quería poder confiar en todos sus amigos. La mención por parte de Rox al lagarto que le atacó también le hizo rechinar los dientes, pero para el niño, su argumento era más cómodo y accesible.

—Rox lleva razón, pero no discutamos, por favor... —No quería que la muerte de Mike provocara una disputa, no era algo bonito, no honraba su vida ni hacía del mundo que el humano había dejado un lugar mejor. Se centró en lo que habían dicho Hiss y Zob y buscó su propia sugerencia a partir de ambos—. No deberíamos enterrarlo en el patio, no hay ningún árbol... ¿Podemos buscar alguno fuera? Un árbol que esté cerquita para que podamos acercarnos y adornarlo entre todos.

De vez en cuando miraba al pajarillo. Quería acercarse a saludarlo, pero no eran las circunstancias adecuadas.

Nime no reaccionó hasta que Guille le dijo que tenían que quedarse en la cocina e intentar ayudar. La niña hizo el ademán de avanzar para ver ella también qué era lo que había en el patio, pero las dudas terminaron por dejarla plantada en el sitio. No sabía qué era lo correcto. ¿Sería una molestia si salía, o sería de ayuda si hacía lo que decía Guille? Finalmente decidió seguir sus indicaciones, aun si sentía que tomaba aquella decisión por cobardía.

Las explicaciones de Eitne no la cogieron por sorpresa, pero le horrorizó imaginarse la caída de Mike y su cuerpo roto. Pero, sobre todo, la idea de que algo acechaba en el torreón y que había intentado comérselo. Nime no quiso alejarse demasiado de nadie llegados a aquel punto, y Pelusa empezó a hablar del posible causante del mordisco, consiguiendo que la libense se estremeciese. Tuviese razón Pam o Rox, no podían relajarse.
—Pe… pero… ¿y si sigue arriba? ¿Si lo que fuera sigue arriba qué hacemos…? —dijo con un hilo de voz mientras se abrazaba a sí misma, clavándose las uñas en los brazos.

La aparición del pájaro causó que los mayores cambiaran de tema hacia qué hacer con el cuerpo, pero Nime quería que resolviesen primero el misterio del mordisco. Su imaginación traía de vuelta a todas las criaturas que habían conocido en aquella ciudad y el miedo no la dejaba pensar con claridad, ni siquiera en Mike. Cuando estuviesen seguros de que estaban a salvo, ya se abriría paso la tristeza.

Adru vio el mordisco por primera vez y se quedó boquiabierta un buen rato escuchando las palabras de Pelusa. La edeel no daba crédito a lo que estaba escuchando, en el sentido más literal: simplemente no podía creerse que lo que decía la mona del queso fuese cierto. El sonido de los pájaros la distrajo momentáneamente y se acercó para intentar espantarlos con algún que otro aspaviento. Estaba dispuesta a hacer caso a Hiss de inmediato, pero Zobriel intervino para decir que quería enterrar allí a Mike de todos modos. Fue entonces cuando Rox intervino y la edeel se sintió tan aliviada al escuchar que uno de los mayores opinaba así que, una vez más, cambió el foco de atención y dejó de prestar atención al ave carroñera. Se acercó a la coreana y encaró a Pelusa junto a ella. Habló después de Nime.
—¡Es verdad! Ha tenido que ser alguna criatura… Puede haberse escapado sin que la viéramos o… Hay que subir arriba —Adru echó la cabeza totalmente hacia atrás, tratando de mirar lo más alto que podía—. Hay que mirar en todo el torreón para asegurarnos de que nadie más corre peligro. Voy a buscar un arma —cerró las manos en puños y los colocó a cada lado—. Y después voy a subir a la azotea, ¿alguien viene conmigo? Otros deberían asegurarse de que no hay nada en el resto de sitios…
Metida en su papel de Capitana, la sinhadre empezaría a moverse en dirección al sótano para buscar su lanza y su arco. Esperaba que lo que fuera que hubiese atacado a Mike ya no estuviera allí, pero la posibilidad existía. Sola o acompañada subiría a la azotea y se aseguraría de registrar bien la planta superior, así como de ayudar a revisar el resto del torreón. Aunque no encontrase nada se negaría a creer que ninguno de sus compañeros hubiera hecho algo tan horrible. Confiaba en ellos.

Si Rena había tenido alguna vez un ápice de confianza en sus habilidades Rocavarancolia se las había apañado para eliminarla por completo. Era extraño, pues su cuerpo estaba en mejor forma que nunca; el constante entrenamiento, las carreras, los combates, la habían moldeado de una forma que la mina no habría podido conseguir, pero de igual forma cada nueva desgracia había quebrado su espíritu. Ni siquiera los pequeños momentos de felicidad que le regalaban sus compañeros habían logrado hacer mucho más que mantenerla a flote a duras penas. Aun así daba las gracias por ellos. Si seguia machacándose y luchando por mantener la compostura era solo por ellos. Si seguía fingiendo y ocultando sus sentimientos, algo que no había hecho en su vida, era para no preocuparles de más. La ciudad le había quitado todo y, aunque tarde, había comprendido por fin que jamás iba a devolverselo. La habían engañado como a una imbécil, ese grupo era lo único que tenía, y de alguna forma sentía que nada de lo que hiciera sería suficiente para protegerlos. La ciudad acabaría con ellos tarde o temprano, ya fuera matándolos o arrebatándoles su esencia como les había explicado Zobriel.

Ese era su mayor miedo, más que a los monstruos y a la muerte y más, aunque le doliese admitirlo, que perder a sus amigos. El paso de los días y la cercanía de esa realidad hacían que su máscara cutre de normalidad y entereza se agrietase y dejase ver lo que había al otro lado: agresividad, frustración, angustia.  

Cuando oyó el barullo por la caída de Mike estaba en la armería afilando sus hachas. Se había despertado bastante temprano por culpa de un mal sueño  y se había escabullido hacia las mazmorras, pasando de largo a los que estaban en la cocina. Estaba de un humor de perros y no quería pagarlo con nadie. Como siempre tenía un cuenco a su lado con un par de peras jugosas y dulces cortadas a gajos. Sus antojos de dulce iban a peor y había llegado al punto de esconder sus frutas favoritas para asegurarse de que nadie más se las comiera o incluso a tomar miel daeliciana en un par de ocasiones a pesar de saber lo mal que le sentaba. No se sentía orgullosa de ello.

Los gritos la sacaron del rumiar de su cabeza  y corrió escaleras arriba, hacha en mano, lista para enfrentarse a lo que fuera que había enturbuiado la paz del torreón. Pero no había ningún monstruo allí. Rena salió al patio donde ya se habían congregado algunos de sus compañeros y se encontró cara a cara con su mayor miedo. Las piernas casi le fallaron y sintió cómo su estómago se encogía. Su primer impulso fue echar a correr lo más lejos de allí pero se obligó a quedarse en el sitio y escuchar las explicaciones de los demás.

Fue un verdadero alivio para ella saber que Mike tenía un mordisco en el cuello, por muy mal que sonase. Eso borraba de golpe muchas posibilidades terroríficas a las que no quería enfrentarse. Se alejó del grupo con disimulo y se apoyó un par de minutos en el arco de entrada para serenarse. << No es un suicidio. Cálmate. No es un suicidio>> Como siempre enterró todos los malos pensamientos en lo más profundo de su mente y se tragó las lágrimas. Tenía otras prioridades en ese momento: si Mike no se había tirado significaba que alguien lo había empujado y eso los ponía a todos en peligro. No le convencían las palabras de Pelusa; visto lo visto en esa ciudad tenían millones de bichos y peligros entre los que elegir como para pensar que podría haber sido alguien del torreón, sin embargo prefirió no decirlo en voz alta.

-Estoy con la Capitana, deberíamos regostrar el torreón, solo para asegurarnos.

Miró a Zobriel que ya estaba moviendo el cuerpo de Mike y al pájaro que sobrevolaba sus cabezas. Había desayunado poco y daba gracias.

-Ayudaré a Zob. No podemos dejarlo a la vista de los carroñeros y tampoco podemos pasearnos con un cuerpo por la ciudad, sería demasiado peligroso -miró a Eitne. La pena hacía que pareciera todavía más cansada de lo que se la veía normalmente. -Lo siento peque, tendremos que buscar otra forma. Voy a por una pala.

Al pasar por su lado le revolvió el pelo, pero no sintió que estuviera reconfortándolo más bien parecía que le estuviera dando una excusa pobre. Se sintió patética. Había muerto otro más y de nuevo no había podido hacer nada.

Volvió con la pala y fue a cavar donde el nublino le indicó.

La mona del queso le lanzó una mirada penetrante y calma a Rox cuando el humano reaccionó claramente en contra de sus palabras, seguido de una buena parte del grupo. Pam frunció el ceño ante lo que decían, pero principalmente lo que mas le enfado, no fue el hecho de que se tomaran sus palabras como tontería o que opinaran diferente a ella, no, claro eso podía entenderlo. Sabía desde el inicio que iba a ser la mala diciendo lo que dijo y que posiblemente nadie la apoyaría en su teoría.  No, lo que realmente le molesto, fue la mirada desafiante de Rox y como buscaba que alguien apoyase lo que ella decía como si lo que dijera no tuviera validez a no ser que se recibiera apoyo del grupo. << Ten mas confianza en ti mismo maldita sea, si crees eso,  apoyalo con todas tus fuerzas, digan lo que digan los demás >> De verdad que esas cosas la ponían muy nerviosa.

<< Si creen que lo que ya dije es tan improbable, la opción de que algo haya venido atacado y se haya ido es igual de pobre que lo que yo dije...esa es la cosa, no sabemos que ha pasado ¿porque se niegan en rotundo a otras opciones? >> aquello realmente le molestaba, pero la reacción de Pam no fue ni gritar ni alterarse, aunque si que se sobresaltó con la llegada de pájaro endemoniado al que lanzo una mirada de rabia. Suspirando un poco mas tranquila, pues la llegada del carroñero había enfriado un poco su enfado bullente, miro a  a sus compañeros fijamente antes de ver como Zobriel decidía llevar el cuerpo de Mike para poder ser enterrado y como Adru de un momento a otro tomaba un poco el control con el fin de buscar al supuesto atacante de Mike en el techo.

-Antes de que os vayáis a buscarlo, dejadme deciros algo- dijo Pam lanzándonos un mirada afilada pero igual de tranquila, buscando ser ante todo razonable y decír lo que quería decir clara y directamente, pesase a quien le pesase- No he negado en ningún momento que algo de fuera pudiera atacarle, simplemente no es mi primera opción...y segundo os recuerdo de nuevo, que ya se que os guste aceptarlo o no, no todos los peligros de esta ciudad van a venir del exterior. No con lo que ya hemos visto, no con lo que ya sabemos. La posibilidad esta ahí, tanto o mas que el que un bichejo nos atacase, simplemente no quiero ignorarla...decidir que no existe no ahora que desparezca- dijo mirándolos un con atención mientras iban donde Zobriel para ayudarle yendo a decir algo mas, pero teniendo que iniciar de nuevo por que se le trababa la lengua, tal vez por intentar expresar lo mejor posible todo lo que pensaba- Tengo exactamente la misma información que ustedes, un mordisco y a Mike muerto, nada mas que eso... el hecho de que piense que pudo ser uno de nosotros no es un simple caza de brujas sin razonamiento, es un intento de ayuda- dijo mas que dispuestas cavar junto a Zobriel y Rena que también iba a unirse,  cosa que aligeraría mucho la cosa, que no se fiaba no vinieran mas de esos dichosos pájaros que le ponían el vello de punta- Porque si mi teoría termina siendo cierta, cosa que sinceramente preferiría que no lo fuera y fue algo externo como ustedes decís, significa que alguien entre nosotros esta sufriendo temiendo ser descubierto y que se le castigue, cosa que desde el principio no es mi intención...

La mona del queso les miro detenidamente, aquella era sencillamente su propia opinión, su teoría, le siguieran o no era suya,. Ellos habían decidido tener otra, estaba bien, expandía simplemente las posibilidades así como el investigar varios flancos, pero no por eso iba a dejarse ganar por la presión de grupo cuando no había pruebas validas y fuertes, ni para ellos ni para ella. Ambos lados estaban igual de perdidos por lo que tanto ambas posibilidades eran posibles. Así que suspirando, añadió para terminar.

-Que piense que fue alguien no significa que desconfié, ni mucho menos que intente realizar una caza, pienso que la persona podría se peligrosa para si misma y para nosotros y si es así es preferible saberlo para poder evitarlo e intentar ayudarle. – dijo volviendo finalmente su vista hacia Mike y el lugar donde lo enterrarían- Ya dije mi punto, ir a buscar a la cosa del techo, a ver si tenéis suerte y lo que dije fue un simple error...ahora si, si no encontráis absolutamente nada, ni pistas ni nada, os voy a pedir que me hagáis un favor cuando bajéis. Espero que lo encontréis sin embargo – no era un sarcasmo en verdad esperaba que si encontraran algo que hiciera que  su teoría se desbaratase, pues aunque esa fuese la que había escogido, la que mas fuerza tenia para ella sin ninguna razón en especial que la apoyase el igual que la del resto, no significaba que le gustase. Simplemente alguien iba a tener que pensar en la circunstancias en la que estaban, en Verael y lo que ocurrió con su grupo y en la dichosa Luna que no sabían exactamente cuando llegaría ni en si ya les estaba afectado de alguna forma o no. En definitiva, todo era una mierda.

Observó al pájaro alzarse con el miedo de que fuese a llamar a otros más. Tenían que enterrarlo cuanto antes, pero Nime y Adru estaban en lo cierto, no sin antes revisar el torreón.
—Yo voy. —dijo, dispuesta a seguir a Adru para hacerse con un arma. Lo cierto es que lo hacía porque no se veía capaz de ayudar enterrando a Mike.

Ya iba a tomar dirección a la armería cuando Pelusa volvió a hablar. Escuchó sus palabras en relativa calma, mas el enfado volvía a tomar cuerpo muy lentamente, como si de pequeños sorbos de alcohol ardiente se tratase. La mona no había dicho nada descabellado, pero era precisamente la frialdad y la calma con la que parecía pronunciar todo aquello lo que la sacaba de quicio. Para la coreana, era como si a la mona del queso no le afectara del todo la muerte de Mike.
Tomó aire y se tragó su molestia con dificultad, chasqueando ruidosamente la lengua cuando esta les dio permiso para irse.
«Que eres ahora, ¿la líder del grupo?»

—O sea, nos estás diciendo que puede que haya un culpable entre nosotros, pero tú idea no es castigarlo ¿Entonces en qué quedamos? ¿Cual es tu intención? ¿Sentarnos a hablar con él mientras nos comemos unas galletas? —hablaba rápido y alto, alerta—. Se ha muerto alguien, Pam. Se ha muerto Mike. Si insinuas que hay un asesino entre nosotros no sé que esperas que hagamos.

Rox se mordió la lengua, pero solo después de haber soltado aquello. El corazón le zumbaba en los oídos. Sabía que era cuestión de segundos para que se sintiese mal por sus propias palabras, pero el arrepentimiento le sabía a poco en ese momento. Puede que en el pasado no se hubiera mojado, menos a pelearse o poner en duda las palabras de un compañero. Pero Rocavarancolia había cambiado más de un aspecto en ella, incluidas su tolerancia y resistencia a callarse las cosas. Si no añadió nada más no era por falta de ganas, sino por respeto a Eitne.
Puso marcha a la armería sin mirar atrás. Fuera del campo de visión del resto se percató de lo muy tensa que estaba. Tenía los brazos entumecidos y vibraban ligeramente, en una sensación similar a la que había sentido antes de quedarse paralizada. Se mordió el labio y, tras un instante que se le hizo eterno, agarró la primera lanza con la que dio.

Neil no pudo evitar sentir nostalgia cuando Adru le dijo que mamá seguro que sabía qué le había pasado. Pensar en Sinhdro era algo ya tan lejano. Pensar en que ya no había esperanza de volver fue doloroso, pero para su sorpresa había menos terror y más resignación en aquella idea, como si su mente, por mera supervivencia, se estuviera acostumbrando ya a la idea de Rocavarancolia como su nuevo hogar, algo que, ya de por sí, lo aterrorizaba.

A la mañana siguiente su culo y el golpecito que Pam le había dado en el brazo habían vuelto a su ser y Neil decidió procurar ir con más cuidado desde ese momento en adelante para evitar que partes importantes de su cuerpo se hundieran sin remedio si es que acaso eso iba a volver a suceder. Aunque tampoco es que pudiera tener mucho control sobre ello, teniendo a una hiperactiva Adru como edeel. Aquella mañana le había despertado, a todo el torreón y a él, al grito de que algo extraño había pasado. Según la nota que le dejaron leer, unos duendes habían escondido los cubiertos. De todas las cosas con las que se habían encontrado y todos los seres con los que se habían cruzado, aquellos duendes y sus actos parecían bastante inofensivos, pero eso no evitó que Neil siguiera el recorrido marcado con precaución y alerta. Tuvieron que recorrer todo el torreón para recuperar todo lo robado por los duendes y el aurva tuvo que admitir que había sido incluso divertido, aunque limpió profundamente los cubiertos antes de comenzar a usarlos, por si acaso.

El resto del día, Neil lo dedicó a experimentar consigo mismo, probando hasta dónde podía hundir el dedo en su brazo o sí realizar cualquier tarea podía suponer una nueva abolladura.

Aquel día el sinhadre se encontraba desperezándose en la cama, toqueteando levemente las marcas de las almohadas y las sabanas en su cuerpo, cuando los gritos de Adru le alertaron. Aunque al principio no se vio capaz de entender lo que su edeel le decía, el terror le invadió al momento, como si su mente hubiera procesado la información antes que él, y sintió como la presión aumentaba a su alrededor, haciendo que sus oídos se taponaran. Confuso, asustado y con la frase "esta muerto" rebotando en su mente, el aurva corrió tras Adru quedando en shock al ver el cuerpo sin vida de Mike tirado en el patio. Su edeel tenía razón, su magia no iba a conseguir curar su cuerpo.

Una parte de Neil podía percibir la discusión que se fraguaba a su alrededor, pero él solo podía mantener la mirada fija en el cadáver de Mike mientras la presión aumentaba de nuevo a su alrededor, sus oídos se taponaban y las arcadas se sucedían. Otros habían perdido la vida o desaparecido en aquella ciudad, pero el sinhadre nunca había visto sus cadáveres. La muerte nunca había estado tan cerca para Neil.

Eitne notó a Rena triste (como a todos) y cuando le dijo que no podría ser, no opuso resistencia. Al contrario, se tomó sus palabras al pie de la letra. ¿Qué podría hacer para intentar apañar algo ceremonial con lo que tenían?

—No pasa nada, Rena... —respondió cabizbajo a la irrense. A él tampoco le salía fingir que todo iba bien.

Pasó la tarde sentado en el suelo del patio, con las muletas cerca y la mirada perdida, a veces en el boquete o en la manta que tapaba el cuerpo, a veces en el huerto o en los pájaros que se posaban en lo alto del torreón, mirándoles. Cuando Eitne no le daba vueltas a qué podían hacer para conseguir un árbol para Mike, pensaba en la conversación que tendría con los pajaritos si volvían a bajar. "No podéis coméroslo, chicos, es nuestro amigo" pensaba que les diría, "Está feo que le piquéis, ¿no preferís carne de la cesta?". Su imaginación voló hasta que, por una cosa u otra, dio con la solución a su problema: para darle a Mike una despedida bonita tal vez el árbol no fuera importante, solo necesitaban los adornos. ¿Y qué mejor que los cristales nuevos?

Satisfecho con su gran revelación, Eitne aguardó a que lo enterraran para tramar su plan decorativo con los más pequeños. Una vez con los cristales arriba, se lo comunicaron a los adultos y estos accedieron con cierta reticencia. Al final, Rena incluso se dejó pinchar por el bien común. Eitne les dio las gracias a todos por no negarse y salió al patio junto a quienes quisieran participar. Con el cristal en la mano y sus pensamientos puestos en el pobre Mike, el daeliciano recordó cómo lo había visto esa mañana y pensó también en Drusar, en Drake y en Ain. Los ojos se le llenaron de lágrimas. No pudieron hacer nada por ellos, sus muertes no habían convertido el mundo en un lugar mejor.

Entonces recordó al hada de los dientes, que seguía viva aunque seguía muerta. El encuentro con ella fue muy raro, pero de alguna manera, ahora le sirvió para abrirle los ojos. Cuando Eitne clavó su cristal sobre la tierra removida de la tumba de Mike, lo dejó junto con un deseo silencioso, otra conversación imaginada: "Por favor, Mike, si vives muerto, cuida de Drusar y Drake y Ain y diles que lo siento mucho, sobre todo a Drusar. Dile que no me pasa nada sin la pierna, que le doy las gracias así de fuerte y que yo estoy muy bien, aunque estoy triste por vosotros. Pero no os preocupéis, ¿vale? Aquí también nos cuidaremos mucho, vosotros tened cuidado".

Los cristales en el suelo y la seguridad de que su amigo le había escuchado le hicieron esbozar una sonrisa; Eitne se secó las lágrimas. Al final no hacía falta el árbol para hacer algo bonito.

Había frenado en seco al escuchar las palabras de Pelusa, pues ya se había dado la vuelta y estaba lista para salir corriendo hacia las mazmorras. No entendía por qué la mona del queso repetía lo que ya había dicho: para Adru nada cambiaba. La posibilidad de que tuvieran un peligro en el torreón y mientras tanto ellos estuviesen sospechando unos de otros, también era muy posible. No comprendía por qué no era la primera opción de Pelusa y nunca sería capaz de entenderlo, incluso si… No, no quería pensar que pudiese tener razón. Se limitó a esperar a que acabase de hablar e irse sin saber qué decir.

El resto del día fue agónico. En cuanto estuvieron seguros de que no había nada en el interior del torreón la edeel ayudó a cavar el hoyo para enterrar a Mike. Ante la propuesta de Eitne, aunque daba la razón a Rena en que los niños no debían andar cortándose con los cristales, la edeel también decidió participar. Se hizo dos cortes, uno por ella y otro por Nime (antes de que lo hiciesen Guille o Eitne) y volvió a derramar un par de lágrimas solitarias. No es que las estuviese conteniendo, es que sus ojos se habían vaciado por completo a lo largo del día. El que hubiese sucedido allí dentro, ante sus ojos y sin que ella pudiese hacer nada le había trastocado más que cualquier otra de las muertes que había presenciado. Incluso si todavía se sentía responsable por Ain aquello era diferente. Se lo habían estado pasando bien el día anterior, el torreón siempre había sido un lugar donde sentirse seguro hasta aquel momento… La sinhadre no recordaba haber llorado tanto en años.

Se fue a la cama agotada como nunca pero sin poder conciliar el sueño durante mucho rato.

La tranquilidad tras el incidente de Neil y las travesuras de Adru y Nime fue breve, pues a pesar de haber disfrutado de unos días amenos e incluso divertidos aquella mañana les alcanzó la tragedia para recordarles donde estaban. Milo dormía tan profundamente que no siquiera escuchó el grito de Mike, pero cuando la edeel subió las escaleras para avisarles se despertó sobresaltado. Apenas se sentía descansado y tenía unas ojeras pronunciadas debidas a la fatiga, pero se puso en pie con urgencia y siguió a los demás hasta el patio.

Ver el cuerpo del americano desmadejado le dejó blanco como el papel, pero se obligó a echar un vistazo de cerca al mordisco para evaluarlo con sus propios ojos. Apenas si escuchó lo que se dijo al respecto de lo sucedido, pues sentía los oídos taponados como si se encontrara debajo del agua, pero se quedó con que había que buscar por el torreón por si había alguna amenaza y con que tenían que enterrar al humano antes de que algún carroñero se acercará a reclamarlo para si.
—Ayudaré a cavar... —murmuró, recorriendo el mismo camino que Rena hasta la mazmorra para hacerse con una pala.

En cuanto se encontró bajo tierra estuvo tentado de quedarse allí abajo, al abrigo de la oscuridad, como si aquello pudiera protegerle del horror que había arriba, pero al final se impuso el sentido común y regresó al patio con expresión lúgubre.

La tierra estaba muy dura, pero el trabajo era una manera de no pensar en nada y Milo se concentró en la tarea de hundir la pala en el suelo. Hubo un par de ocasiones en las que el implante del hacker dejó de funcionar y el brazo izquierdo le colgó muerto a un costado, pero el chico se esforzó en que no se notara y aprovecho dichas pausas involuntarias para beber agua con expresión ausente.

Les llevó casi todo el día, pero al final consiguieron cavar un hoyo bastante profundo en el que Mike podría reposar a salvo de los carroñeros, y cuando la última palada de tierra cubrió su cuerpo todos se reunieron en el patio para despedirse. A Eitne se le había ocurrido decorar la tumba del americano con los cristales que había encontrado el día anterior en la armería, un gesto muy bonito en opinión del norteño, así que aportó también algo de su sangre.
—Adios Mike. —murmuró para si, dejando un vidrio encendido sobre la tierra removida y apartándose para que los demás tuvieran espacio.

El irrense no permaneció mucho mas tiempo fuera y aprovechó la excusa de devolver las palas a la armería para perderse en las mazmorras y derrumbarse a solas. Se metió en una de las celdas vacías y se echó en el catre polvoriento que hacía las veces de cama, llorando en silencio por el compañero perdido y por no haber podido hacer nada para evitarlo.
—Eres estúpido. —masculló para si, recriminándose su debilidad y que no estuviera apoyando a los demás en aquellos momentos.

Milo no tenia fuerzas para levantarse de nuevo, sin embargo, y continuó sollozando en la oscuridad hasta que el agotamiento le venció por completo y se quedó dormido para tener una de las peores pesadillas de toda su vida.

El norteño despertó de sopetón, con un grito ahogado atrapado en la garganta y la seguridad de que estaba ardiendo por dentro. Su expresión era de terror absoluto y durante unos segundos creyó estar agonizando de dolor, pero en cuanto el aire volvió a circular por sus pulmones la sensación desapareció.
—No, no, no... —murmuraba una y otra vez con ojos vidriosos, sin saber que era realidad y que pesadilla, traumatizado ante el recuerdo ficticio de lo que había hecho en aquel laberinto.

Desde el principio lo tuvo claro, habia entrado un monstruo, era lo primero lo que pensó nada mas salir de la cocina y darse cuenta de la situación, al ver que todos habian salido de la cocina ya pasado el peligro, la unica verdad que entendía, ni siquiera se pasaba por la cabeza de Guille que algo asi pudiera haber sido echo por alguien del torreón, imposible. No pudo mirar directamente el cuerpo de Mike en ningún momento,  se quedo a un lado, esperando que todo pasara.

Por la tarde se sento junto a Eitne haciendole compañía, Guille se toco el cuello y mientras lo hacia pensaba, lo facil que era morir, lo rápido que podía pasar, y lo aleatorio que era, el también pudo haber muerto cuando salio del torreón, ¿Que sentido tenia todo esto? ¿Y ese monstruo que mato a Mike habria sido un niño como ellos? Como ellos no podria ser porque ellos no harian daño a sus amigos.

Ayudo a Eitne a poner los cristales, aunque no confiaba en ellos hacer algo bonito nunca era malo, y ayudo a colocarlos. Se quedo ahi en silencio, al igual que el torreón. Siempre que se le olvidaba que Rocavarancolia no era un lugar seguro ni feliz, la ciudad se encargaba de recordárselo.

¿Esto iba a ser asi siempre nunca se iban a poder sentir seguros?

Si quedo sentido en el patio, mientras todo el mundo se iba a hacer sus cosas y se quedo ahi Eitne y Nime mirando las luces.

-¿Creeis que vamos a vivir aquí para siempre?... ¿Que vamos a ser de mayores?...¿Vamos a poder estar todos juntos?...Yo no quiero que dejemos de estar juntos, no quiero que se valla mas gente- dijo Guillermo

Esa noche tardo en dormir pero una vez dormido se quedo encerrado en la pesadilla de brazos y bailes.

Tal como prometió, Pam no volvió a mencionar nada del tema ni siquiera tras las duras palabras finales de Rox que hacia parecer que ella no tenia sentimientos o que no lamentaba lo que acababa de ocurrir.  No, lo que mas le fastidiaron fueron sus preguntas...ella lo quería encontrar para sabe porque hizo lo que hizo, para intentar ayudarle, porque creía que si fue alguien de dentro tal vez fue algo parecido a lo que ocurrió con Verael. Pero aun asi la mona del queso no dijo nada y tan solo le dirigió una afilada mirada silenciosa al humano antes de volver a su quehacer de abrir un hueco en la arena con sus propias manos desnudas mientras Rena y Milo iban por palas.

Mientras lo hacía, mientras sus manos y las palas de sus acompañante abrían la tierra para darle sepulcro a Mike, cuando la tensión inicial desapareció, la mona del queso al fin tuvo su momento de luto. Mike era el único de todos sus compañeros que iban a poder enterrar y no por ello eso le daba tranquilidad, mas que pensar en esos momento en como y porque el humano había muerto, pensó en su simple muerte....en el hecho de que ya no estaría mas que su cuerpo haciéndole compañías desde el patio. Apretándolos dientes y con manos temblorosos, Pam siguió cavando sin hacer caso de sus uñas sucias, del ruido de las palas enterrándose en la tierra a su lado, totalmente sumergida en lo que hacia. Pam no pudo evitar pensar que las últimas palabras que escuchó de Mike, fueron en su pesadilla, reclamos y juicioso...y aquel grito agónico antes de su final.

Se sentía tan impotente, tan cansada por dentro, que ni las lagrimas eran capaces de salir, como si hubieran terminado secando, inundando sus sus ojos si llegar a derramarse. Sentia una real tristeza peor aun así no era capaz de derramar lagrimas por el como si se hubiese bloqueado, pero no por ello lamentando menos lo sucedido. Un nuevo compañero había caído y de nuevo las sombras de una nueva muerte se cernería como un manto sobre ellos.

Al llegar la noche, las manos de Pam estaba adoloridas y sucias, viendo como enterraban finalmente a Mike en el hueco que había dejado para el. Sumida en sus pensamientos, las palabras de Eitne tardaron un poco en llegar a ella. Sin mediar palabra, Pam tomo uno de los cristales de luz y intento cortarse superficialmente un dedo sin éxito. Frustrada, pues sus manos estaba tan adoloridas que ni fuerza parecía tener sosteniendo el cristal, se corto con mas fuerza y por fin un par de gotas bañaron el cristal casi con timidez. <<Mi sangre son como mis  lagrimas ya...tan difíciles de que salgan >> pensó la mona del queso con agotamiento físico y mental dejando su cristal luminoso sobre la tumba.

Tras eso se enjuagó un poco con agua del pozo y subió arriba para cambiarse y tomar la pequeña almohada maltrecha de su cama y una sabana para cubrirse. Esa noche dormiría en el salón, en uno de los sillones pequeños que era bastante para ella. El hecho de que sus compañeros no hubiesen encontrado absolutamente nada en su búsqueda no la tranquilizaba demasiado. Sin contar, que Eitne estaba abajo y no le hacia ninguna gracia dejarlo solo aquella noche.

Aquella noche no ceno, sus estomago estaba demasiado cerrado para ingerir nada y finalmente el sueño terminó venciendo mientras Pam deseaba no volver a soñar, no volver a tener a la imagen de Mike cayendo desde lo alto del torreón como un vivido recuerdo.

Y si llegó a soñar algo o no, nunca llego a saberlo, porque un repentino graznar y aleteo se volvió tan fuerte y tan molesto que Pam despertó en mitad de la noche con un gruñido agotado, con las sienes palpitando de dolor por el precario sueño, sin entender nada de lo que ocurría. <<¿Pajaros? ¿O sigo soñando? >> pensó aturdida medio recordando el pájaro carroñero del día anterior.

-¿Habrá vuelto a dar la lata? Pero se escucha demasiado ajetreo para que sea solo uno- murmuro Pam pellizcándose el puente de la nariz con intención de levantarse y tal ve encender una vela para asomarse al patio para ver que demonios ocurría, sin olvidarse de la honda que había bajado con ella y de su cuchillo, por supuesto. Fue ahí que vio subir a Milo desde las mazmorras, y se pregunto por un instante cuando había bajado, pero al verlo salir con una espada, intuyo que estaba tan contrariad como ella con el ruido de fuera por lo que no tardo en unirse a el para ir a la salida al patio.

En tensión y desconfiada, escuchaba el ajetreo y dada la oscuridad del exterior poco o casi nada lograba realmente vislumbrarse...salvo un único punto. El lugar done había enterrado a Mike y que brillaba a tenuemente por el brillo de los cristales, que inicialmente eran para darle un bonito sepulcro a Mike...y ahora solo iluminaban su cuerpo descubierto rodeado de aquellas cosas.

Los ojos dela mona se abrieron desmesurados por el horror, el enfado y la repulsa,perdiendo cualquier rastro de sueño que aun pudiera quedar en ella.

-¿¡Que mierda os creéis que estáis haciendo!? ¡Basta! -exclamó Pam en voz alta, sintiendo como sus tripas se revolvían con ganas de expulsar lo que ni siquiera había comido. Con nauseas y la rabia recorriéndole todo el cuerpo, incapaz de creer que ni tan siquiera uno de sus compañeros pudiese tener un entierro digno, cogió su honda con mano temblorosa con el fin de disparar uno de las piedras que usaba como proyectil para intentar espantarlas y que dejasen el cuerpo de Mike.

Por  lo que apuntó lo mas cerca que pudo de estos sin intentar darles, esperando que al menos reaccionar y se fueran, sino, no dudaría en lanzar otra piedra esta vez si, intentando dar a ese bichos con todo lo que tenía.

Milo y Pam la acompañaron en su tarea. No pudo evitar que algunos de los críos se quedaran mirando cómo trabajaban, y de alguna forma sentía que tampoco tenía ningún derecho a impedírselo. Cada cual decidía cómo enfrentarse a ello y aquellos niños habían demostrado tener bastantes más cojones que ella misma para afrontar la ciudad.

Con la pala daba golpes en puntos estratéjicos del suelo para desmigajar la tierra. Por primera vez estaba en su elemento, sabía como cavar, había sido su trabajo durante algunos años y el de toda su familia durante generaciones. Era dolorosamente irónico que el único momento desde que llegó a Rocavarancolia en el que de verdad tenía confianza en sus habilidades y era para cavar la tumba de su amigo. Concentrada como estaba no se percató de las dificultades de Milo, y sus comentarios desganados para que Pam dejase de cavar con las manos no sirvieron para nada así que no volvió a hacer ninguno más. Cuando terminaron el agujero estaba oscureciendo.

Rena no sabía mucho sobre rituales funerarios, el único funeral al que había asistido había sido el de su abuela, cuando era muy pequeña; allí se había limitado a mirar la incineradora desde lejos, sentada en un banco. No le convenció la idea de que los niños se cortaran para encender los cristales, que funcionasen con sangre no le inspiraba confianza, pero de nuevo no se sentía con derecho a ser quien les negase su despedida. En el fondo ella también quería despedirse de alguna forma, compensarle a su colega el no haber sido capaz de protegerle ni dentro de su refugio. Ofreció sus sangre para evitar que los niños tuvieran que hacerlo y se quedó junto a la tumba, sentada en el suelo, hasta que el frío de la noche le advirtió que iba siendo hora de volver al torreón. No derramó una sola lágrima, era como si se hubiese secado de pronto.

Se fue a la cama sin cenar, no tenía estómago, incluso cuando apenas había comido a lo largo del día. Le costó mucho dormirse. Cada vez que cerraba los ojos oía a Mike gritar. Al final el cansancio por la actividad física le ganó al miedo. Durmió de un tirón a pesar de las pesadillas, y despertó con los graznidos de los pajarracos.

-Qué cojones... -murmuró con la boca pastosa por el hambre y el sueño.

Se incorporó para ver qué ocurría y sus ojos pronto se desviaron a la ventana. Un mal presentimiento la empujó fuera de la cama. Algo no iba bien.

-Hijos de...

Los jodidos pájaros habían desenterrado a Mike. No tardó en oír a Pam gritar en el piso inferior. Sabía que ella no tardaría en unírsele.

Bajó la escalera a trompicones, descalza. No quería perder el tiempo en bajar a las mazmorras a por sus armas, agarró lo primero que encontró por el camino: una silla.

-¡Jodidos bichos! ¡Sois unos jodidos bichos! ¡Os reviento! -gritó, fuera de sí, blandiendo la silla como una loca, como si de verdad pudiese darle a alguno. Tener el cadáver tan cerca y en esas condiciones, ver el trabajo por darle un poco de dignidad a un amigo destruido por un puñado de pajarracos desató las lágrimas que no había conseguido sacar la noche anterior. Rena agitaba su silla cegada por el llanto y la rabia, gritando y maldiciendo.

Eitne pasó el resto de la noche charlando con unos y otros, especialmente con Guille y Nime, con los cuales compartió unas conversaciones que le parecieron trascendentales, lo fueran o no. El niño se sentía triste, muy triste por Mike, pero de alguna forma, la despedida (y su falta de entendimiento total sobre la situación) lo había dejado relativamente tranquilo, como si hubiera hecho las paces con todo lo que había ocurrido ese día. Unas paces macabras suspendidas de un hilo muy fino.

Disfrutó como siempre de parte de su noche pensando hasta que, en mitad de la madrugada, se habló hasta provocarse sueño. Su charla consigo mismo en esa ocasión fue sobre Mike y sobre el hada de los dientes, sobre la muerte y la vida desde una perspectiva  ingenua, infantil. En cuanto se durmió, sus palabras se convirtieron en leves ronquidos.

Por desgracia, esa noche los sueños no fueron mejores que en otras ocasiones. Cuando el ruido de fuera lo despertó, sus ronquidos leves se convirtieron en un grito de terror. <<¿Qué ocurre?>>. Miró a un lado y a otro y vio a Milo salir con una espada al patio. Pam y él se levantaron casi a la vez, pero el handicap del niño le hizo llegar más tarde que la mona.


La visión del patio lo dejó destrozado, aquellas aves habían cortado el fino hilo que mantenía su paz interna y Eitne rompió a llorar de forma ruidosa, dejando salir todo lo que sentía dentro.

—¡Pájaros malos! —les gritó entre lágrimas y mocos. En esos momentos era Eitne y a la vez era sus padres y su abuela cuando él se portaba mal—. ¡Eso no se hace! ¡Sois malos! ¡Muy malos!

Rena bajó, Eitne abrió los ojos muy fuerte cuando la vio blandir la silla. Se dio cuenta de que todos iban como locos a por los pájaros (la silla, la honda, la espada...) y le sobrevino un terror profundo: los cristales. No podían romperse los cristales. Eitne se impulsó y salió al patio con toda la prisa que le permitían una pata y dos muletas bajo control. En lugar de perseguir a los pájaros, se agachó para recoger sus ornamentos.

—¡Idos de aquí, por favor! —le suplicó a los animales para que se alejaran de él y no molestaran más. Algo dentro de su ser le decía que debía haberselo pedido ayer, que no debía haberse aguantado las ganas de hablar con ellos.

A Eitne le dio igual el cadáver de Mike, en el sentido de que no le provocó más asco del que ya había sentido ayer; no le importó arrodillarse tan cerca, por desagradable que fuera, ni mancharse las ropas viejas que hacían de su pijama. Había sido atacado por un lagarto que le arrancó la pierna, había visto quemaduras, a Rox envenenado, multitud de heridas, monstruos, casas sangrantes... Lo que no había visto en todos esos meses era una despedida amable y el niño no quería cedersela ni a los pájaros, ni a la ciudad. Se merecían que la muerte de Mike hiciera no ya del mundo, sino de Letargo un lugar mejor. Aunque fuera solo un poco y ese poco fueran unos cristales que ya se habían apagado.

Aun con todo, el niño no dejó de llorar.