Torreón Letargo (Archivo VII)

Recuerdo del primer mensaje :

La sinhadre permaneció pensativa cuando varios hicieron notar que la comida solo sabía mal a veces, recordando que ella misma también lo podía corroborar.
—¡Es cierto! Qué extraño… Que hechizo más raro.
Estaba de acuerdo con Milo en que prefería pensar que fuese cosa de magia y no de alguna porquería como la que había sugerido Rox. Además, en ese caso la comida tendría mal aspecto, ¿no?
>>¡Por supuesto que no! —añadió inmediatamente cuando el irrense le dijo a Neil que no era culpa suya, olvidándose de comentar su anterior pensamiento—. Tú eres el mejor cocinero que conozco: es imposible que sea cosa tuya.

Guille, como de costumbre, continuó arrancándole varias risotadas y, poco después, la apreciación de Eitne desmentida inmediatamente por la propia mona del queso le hizo reír aún más. Aunque para ella resultaba todavía más claro que si también las ramitas estaban malas tenía que ser cosa de magia. El daeliciano le respondió a su pregunta entonces y en un principio Adru compuso una expresión levemente alarmada. Tenía un "¡eso sería horrible!" en la punta de la lengua, pero por una vez recordó que no era la mejor idea soltar el primer pensamiento que le había venido a la cabeza. Lo último que necesitaba el niño era entrar en pánico.
—N-no… ¡No te alarmes, Eitne! —Su vacilzación y gestos exagerados posiblemente resultasen menos convincentes de lo que pretendía—. Además no parece que sean muy buenos lanzando maldiciones porque la comida sabe bien a veces —añadió con una risilla.

No siguió pensando en la inquietante posibilidad que el daeliciano había planteado porque volvió a fijarse en el muñeco de Guille. Zob lo había reconocido como un animal de su mundo… Tenía que pertenecer a un nublino.
—¿Se habrán dejado olvidado ese muñeco aquí el grupo de Ellie y Lulú? —se le ocurrió de pronto, aunque olvidando de tener en cuenta que había pasado una cantidad de tiempo considerable desde aquel encuentro como para que fuese probable.

Desde el principio lo tuvo claro, habia entrado un monstruo, era lo primero lo que pensó nada mas salir de la cocina y darse cuenta de la situación, al ver que todos habian salido de la cocina ya pasado el peligro, la unica verdad que entendía, ni siquiera se pasaba por la cabeza de Guille que algo asi pudiera haber sido echo por alguien del torreón, imposible. No pudo mirar directamente el cuerpo de Mike en ningún momento,  se quedo a un lado, esperando que todo pasara.

Por la tarde se sento junto a Eitne haciendole compañía, Guille se toco el cuello y mientras lo hacia pensaba, lo facil que era morir, lo rápido que podía pasar, y lo aleatorio que era, el también pudo haber muerto cuando salio del torreón, ¿Que sentido tenia todo esto? ¿Y ese monstruo que mato a Mike habria sido un niño como ellos? Como ellos no podria ser porque ellos no harian daño a sus amigos.

Ayudo a Eitne a poner los cristales, aunque no confiaba en ellos hacer algo bonito nunca era malo, y ayudo a colocarlos. Se quedo ahi en silencio, al igual que el torreón. Siempre que se le olvidaba que Rocavarancolia no era un lugar seguro ni feliz, la ciudad se encargaba de recordárselo.

¿Esto iba a ser asi siempre nunca se iban a poder sentir seguros?

Si quedo sentido en el patio, mientras todo el mundo se iba a hacer sus cosas y se quedo ahi Eitne y Nime mirando las luces.

-¿Creeis que vamos a vivir aquí para siempre?... ¿Que vamos a ser de mayores?...¿Vamos a poder estar todos juntos?...Yo no quiero que dejemos de estar juntos, no quiero que se valla mas gente- dijo Guillermo

Esa noche tardo en dormir pero una vez dormido se quedo encerrado en la pesadilla de brazos y bailes.

Tal como prometió, Pam no volvió a mencionar nada del tema ni siquiera tras las duras palabras finales de Rox que hacia parecer que ella no tenia sentimientos o que no lamentaba lo que acababa de ocurrir.  No, lo que mas le fastidiaron fueron sus preguntas...ella lo quería encontrar para sabe porque hizo lo que hizo, para intentar ayudarle, porque creía que si fue alguien de dentro tal vez fue algo parecido a lo que ocurrió con Verael. Pero aun asi la mona del queso no dijo nada y tan solo le dirigió una afilada mirada silenciosa al humano antes de volver a su quehacer de abrir un hueco en la arena con sus propias manos desnudas mientras Rena y Milo iban por palas.

Mientras lo hacía, mientras sus manos y las palas de sus acompañante abrían la tierra para darle sepulcro a Mike, cuando la tensión inicial desapareció, la mona del queso al fin tuvo su momento de luto. Mike era el único de todos sus compañeros que iban a poder enterrar y no por ello eso le daba tranquilidad, mas que pensar en esos momento en como y porque el humano había muerto, pensó en su simple muerte....en el hecho de que ya no estaría mas que su cuerpo haciéndole compañías desde el patio. Apretándolos dientes y con manos temblorosos, Pam siguió cavando sin hacer caso de sus uñas sucias, del ruido de las palas enterrándose en la tierra a su lado, totalmente sumergida en lo que hacia. Pam no pudo evitar pensar que las últimas palabras que escuchó de Mike, fueron en su pesadilla, reclamos y juicioso...y aquel grito agónico antes de su final.

Se sentía tan impotente, tan cansada por dentro, que ni las lagrimas eran capaces de salir, como si hubieran terminado secando, inundando sus sus ojos si llegar a derramarse. Sentia una real tristeza peor aun así no era capaz de derramar lagrimas por el como si se hubiese bloqueado, pero no por ello lamentando menos lo sucedido. Un nuevo compañero había caído y de nuevo las sombras de una nueva muerte se cernería como un manto sobre ellos.

Al llegar la noche, las manos de Pam estaba adoloridas y sucias, viendo como enterraban finalmente a Mike en el hueco que había dejado para el. Sumida en sus pensamientos, las palabras de Eitne tardaron un poco en llegar a ella. Sin mediar palabra, Pam tomo uno de los cristales de luz y intento cortarse superficialmente un dedo sin éxito. Frustrada, pues sus manos estaba tan adoloridas que ni fuerza parecía tener sosteniendo el cristal, se corto con mas fuerza y por fin un par de gotas bañaron el cristal casi con timidez. <<Mi sangre son como mis  lagrimas ya...tan difíciles de que salgan >> pensó la mona del queso con agotamiento físico y mental dejando su cristal luminoso sobre la tumba.

Tras eso se enjuagó un poco con agua del pozo y subió arriba para cambiarse y tomar la pequeña almohada maltrecha de su cama y una sabana para cubrirse. Esa noche dormiría en el salón, en uno de los sillones pequeños que era bastante para ella. El hecho de que sus compañeros no hubiesen encontrado absolutamente nada en su búsqueda no la tranquilizaba demasiado. Sin contar, que Eitne estaba abajo y no le hacia ninguna gracia dejarlo solo aquella noche.

Aquella noche no ceno, sus estomago estaba demasiado cerrado para ingerir nada y finalmente el sueño terminó venciendo mientras Pam deseaba no volver a soñar, no volver a tener a la imagen de Mike cayendo desde lo alto del torreón como un vivido recuerdo.

Y si llegó a soñar algo o no, nunca llego a saberlo, porque un repentino graznar y aleteo se volvió tan fuerte y tan molesto que Pam despertó en mitad de la noche con un gruñido agotado, con las sienes palpitando de dolor por el precario sueño, sin entender nada de lo que ocurría. <<¿Pajaros? ¿O sigo soñando? >> pensó aturdida medio recordando el pájaro carroñero del día anterior.

-¿Habrá vuelto a dar la lata? Pero se escucha demasiado ajetreo para que sea solo uno- murmuro Pam pellizcándose el puente de la nariz con intención de levantarse y tal ve encender una vela para asomarse al patio para ver que demonios ocurría, sin olvidarse de la honda que había bajado con ella y de su cuchillo, por supuesto. Fue ahí que vio subir a Milo desde las mazmorras, y se pregunto por un instante cuando había bajado, pero al verlo salir con una espada, intuyo que estaba tan contrariad como ella con el ruido de fuera por lo que no tardo en unirse a el para ir a la salida al patio.

En tensión y desconfiada, escuchaba el ajetreo y dada la oscuridad del exterior poco o casi nada lograba realmente vislumbrarse...salvo un único punto. El lugar done había enterrado a Mike y que brillaba a tenuemente por el brillo de los cristales, que inicialmente eran para darle un bonito sepulcro a Mike...y ahora solo iluminaban su cuerpo descubierto rodeado de aquellas cosas.

Los ojos dela mona se abrieron desmesurados por el horror, el enfado y la repulsa,perdiendo cualquier rastro de sueño que aun pudiera quedar en ella.

-¿¡Que mierda os creéis que estáis haciendo!? ¡Basta! -exclamó Pam en voz alta, sintiendo como sus tripas se revolvían con ganas de expulsar lo que ni siquiera había comido. Con nauseas y la rabia recorriéndole todo el cuerpo, incapaz de creer que ni tan siquiera uno de sus compañeros pudiese tener un entierro digno, cogió su honda con mano temblorosa con el fin de disparar uno de las piedras que usaba como proyectil para intentar espantarlas y que dejasen el cuerpo de Mike.

Por  lo que apuntó lo mas cerca que pudo de estos sin intentar darles, esperando que al menos reaccionar y se fueran, sino, no dudaría en lanzar otra piedra esta vez si, intentando dar a ese bichos con todo lo que tenía.

Milo y Pam la acompañaron en su tarea. No pudo evitar que algunos de los críos se quedaran mirando cómo trabajaban, y de alguna forma sentía que tampoco tenía ningún derecho a impedírselo. Cada cual decidía cómo enfrentarse a ello y aquellos niños habían demostrado tener bastantes más cojones que ella misma para afrontar la ciudad.

Con la pala daba golpes en puntos estratéjicos del suelo para desmigajar la tierra. Por primera vez estaba en su elemento, sabía como cavar, había sido su trabajo durante algunos años y el de toda su familia durante generaciones. Era dolorosamente irónico que el único momento desde que llegó a Rocavarancolia en el que de verdad tenía confianza en sus habilidades y era para cavar la tumba de su amigo. Concentrada como estaba no se percató de las dificultades de Milo, y sus comentarios desganados para que Pam dejase de cavar con las manos no sirvieron para nada así que no volvió a hacer ninguno más. Cuando terminaron el agujero estaba oscureciendo.

Rena no sabía mucho sobre rituales funerarios, el único funeral al que había asistido había sido el de su abuela, cuando era muy pequeña; allí se había limitado a mirar la incineradora desde lejos, sentada en un banco. No le convenció la idea de que los niños se cortaran para encender los cristales, que funcionasen con sangre no le inspiraba confianza, pero de nuevo no se sentía con derecho a ser quien les negase su despedida. En el fondo ella también quería despedirse de alguna forma, compensarle a su colega el no haber sido capaz de protegerle ni dentro de su refugio. Ofreció sus sangre para evitar que los niños tuvieran que hacerlo y se quedó junto a la tumba, sentada en el suelo, hasta que el frío de la noche le advirtió que iba siendo hora de volver al torreón. No derramó una sola lágrima, era como si se hubiese secado de pronto.

Se fue a la cama sin cenar, no tenía estómago, incluso cuando apenas había comido a lo largo del día. Le costó mucho dormirse. Cada vez que cerraba los ojos oía a Mike gritar. Al final el cansancio por la actividad física le ganó al miedo. Durmió de un tirón a pesar de las pesadillas, y despertó con los graznidos de los pajarracos.

-Qué cojones... -murmuró con la boca pastosa por el hambre y el sueño.

Se incorporó para ver qué ocurría y sus ojos pronto se desviaron a la ventana. Un mal presentimiento la empujó fuera de la cama. Algo no iba bien.

-Hijos de...

Los jodidos pájaros habían desenterrado a Mike. No tardó en oír a Pam gritar en el piso inferior. Sabía que ella no tardaría en unírsele.

Bajó la escalera a trompicones, descalza. No quería perder el tiempo en bajar a las mazmorras a por sus armas, agarró lo primero que encontró por el camino: una silla.

-¡Jodidos bichos! ¡Sois unos jodidos bichos! ¡Os reviento! -gritó, fuera de sí, blandiendo la silla como una loca, como si de verdad pudiese darle a alguno. Tener el cadáver tan cerca y en esas condiciones, ver el trabajo por darle un poco de dignidad a un amigo destruido por un puñado de pajarracos desató las lágrimas que no había conseguido sacar la noche anterior. Rena agitaba su silla cegada por el llanto y la rabia, gritando y maldiciendo.

Eitne pasó el resto de la noche charlando con unos y otros, especialmente con Guille y Nime, con los cuales compartió unas conversaciones que le parecieron trascendentales, lo fueran o no. El niño se sentía triste, muy triste por Mike, pero de alguna forma, la despedida (y su falta de entendimiento total sobre la situación) lo había dejado relativamente tranquilo, como si hubiera hecho las paces con todo lo que había ocurrido ese día. Unas paces macabras suspendidas de un hilo muy fino.

Disfrutó como siempre de parte de su noche pensando hasta que, en mitad de la madrugada, se habló hasta provocarse sueño. Su charla consigo mismo en esa ocasión fue sobre Mike y sobre el hada de los dientes, sobre la muerte y la vida desde una perspectiva  ingenua, infantil. En cuanto se durmió, sus palabras se convirtieron en leves ronquidos.

Por desgracia, esa noche los sueños no fueron mejores que en otras ocasiones. Cuando el ruido de fuera lo despertó, sus ronquidos leves se convirtieron en un grito de terror. <<¿Qué ocurre?>>. Miró a un lado y a otro y vio a Milo salir con una espada al patio. Pam y él se levantaron casi a la vez, pero el handicap del niño le hizo llegar más tarde que la mona.


La visión del patio lo dejó destrozado, aquellas aves habían cortado el fino hilo que mantenía su paz interna y Eitne rompió a llorar de forma ruidosa, dejando salir todo lo que sentía dentro.

—¡Pájaros malos! —les gritó entre lágrimas y mocos. En esos momentos era Eitne y a la vez era sus padres y su abuela cuando él se portaba mal—. ¡Eso no se hace! ¡Sois malos! ¡Muy malos!

Rena bajó, Eitne abrió los ojos muy fuerte cuando la vio blandir la silla. Se dio cuenta de que todos iban como locos a por los pájaros (la silla, la honda, la espada...) y le sobrevino un terror profundo: los cristales. No podían romperse los cristales. Eitne se impulsó y salió al patio con toda la prisa que le permitían una pata y dos muletas bajo control. En lugar de perseguir a los pájaros, se agachó para recoger sus ornamentos.

—¡Idos de aquí, por favor! —le suplicó a los animales para que se alejaran de él y no molestaran más. Algo dentro de su ser le decía que debía haberselo pedido ayer, que no debía haberse aguantado las ganas de hablar con ellos.

A Eitne le dio igual el cadáver de Mike, en el sentido de que no le provocó más asco del que ya había sentido ayer; no le importó arrodillarse tan cerca, por desagradable que fuera, ni mancharse las ropas viejas que hacían de su pijama. Había sido atacado por un lagarto que le arrancó la pierna, había visto quemaduras, a Rox envenenado, multitud de heridas, monstruos, casas sangrantes... Lo que no había visto en todos esos meses era una despedida amable y el niño no quería cedersela ni a los pájaros, ni a la ciudad. Se merecían que la muerte de Mike hiciera no ya del mundo, sino de Letargo un lugar mejor. Aunque fuera solo un poco y ese poco fueran unos cristales que ya se habían apagado.

Aun con todo, el niño no dejó de llorar.

Nime no entendía bien lo que estaba pasando, por mucho que odiase admitirlo. No se sintió medianamente segura hasta que registraron cada rincón del torreón, y aun tras eso la inquietud jamás la abandonó. No quiso ver el cuerpo de Mike, salvo de reojo, y evitó el patio durante todo el día, mientras otros cavaban.

Sin embargo, para honrar a Mike si estuvo dispuesta a ayudar. La idea de los cristales de Eitne le pareció muy bonita, aunque los entierros que ella conocía no fuesen así. De todos modos, era la primera vez que le dejaban asistir a uno. Tal vez por eso quiso participar de la mejor forma que supo, e insistió en intentar encender cristales a pesar de la reticencia de los mayores. Pero nada cambiaba, y seguían sin encenderse con su sangre.

Cuando las cosas se calmaron por fin y los niños se quedaron observando las luces, el ambiente a Nime se le antojaba tremendamente contradictorio. Aquella calma era artificial tras el día tan horrendo que habían pasado. Tampoco supo qué responder a Guille.
—No sé… Ojalá. Ojalá no se vaya nadie más, ojalá nos hagamos más fuertes. Cuando salga esa Luna, si Zob tiene razón, seremos más fuertes, seguro. Como sea, pero más fuertes.

La niña tenía más ganas que nunca de un abrazo de su padre o de dormir abrazada a sus hermanos, pero no tenía sentido desear lo que no podía tener. En cambio, se arrebujó pegada a sus nuevos hermanos y no se separó de ellos hasta que los mayores los mandaron irse a la cama.

Lo peor de estar sola con sus pensamientos en la oscuridad, era que Nime no podía dejar de pensar en monstruos escondidos en el torreón, o peor, entre sus amigos, ni tampoco dejar de vigilar la ventana. No pudo pegar ojo. Cuando empezó a haber barullo en el torreón, estaba en una especie de estado de duermevela por puro agotamiento, y reconectó con la realidad de forma dolorosa. Su cabeza palpitaba, pero se levantó igualmente, asustada, y bajó las escaleras solo para ver cómo los pájaros lo habían estropeado todo. Gracias a la oscuridad no pudo ver bien el estado de Mike, pero tampoco necesitaba saber que lo habían estado picoteando para enfadarse.

—¡No! —gritó, horrorizada. Antes de que pudiese dar un paso al exterior sus compañeros estaban siendo atacados. Sucedió tan rápido que lo único que pudo hacer fue quedarse paralizada, pero en cuanto los pájaros graznaron para irse, Nime corrió a donde estaba Eitne y empezó a tirar de él para sacarlo de allí—. ¡Son peligrosos! No vale la pena… ¡seguro que vuelven!

No sabía ni qué estaba haciendo, pero no quería que nadie más fuese atacado por los pájaros. De cerca, pudo ver las heridas de Eitne y, aunque habría preferido no hacerlo, el estado en que se encontraba Mike. Aquella imagen la perseguiría durante mucho tiempo, por difusa que fuese debido a la oscuridad.

Había entrado  en un estado de duermevela cuando se desató aquel nuevo caos, por lo que tardó en reaccionar del todo. Cuando se dio cuenta de lo que podía implicar aquel jaleo, salió corriendo de la cama, lo que le costó un mareo considerable y tuvo que detenerse en su camino hacia las escaleras o se hubiese caído por ellas. En cuanto se vio en condiciones volvió a echar a correr en dirección al patio. De un vistazo rápido vio lo que los pájaros carroñeros estaban haciendo y volvió a darse la vuelta para ir a por un arma.
Cuando regresó, jadeando y sudando, ya se habían ido. Una vez más no había podido hacer nada. Se sintió impotente al ver los restos de su amigo y los cristales que habían puesto para despedirlo desenterrados de aquella forma. El esfuerzo perdido cavando el hoyo le daba igual, pero no le gustaba que hubieran tirado por tierra el ritual.
—¿Estáis todos bien? —Preguntó alarmada al darse cuenta de que varios de sus compañeros tenían heridas. Se giró después hacia Nime—. Igual deberíamos echar a Mike al foso… —Hizo una mueca al darse cuenta de lo horrible que sonaba aquella frase, pero siguió hablando—. No creo que bajen tanto esos pájaros, además ya deben de estar saciado esos maleducados.
Había dejado caer el arco al regresar, por lo que se cruzó de brazos con disgusto y esperó a ver qué opinaba el resto.

Por mucho que buscaron, no encontraron nada. En un intento desesperado, Rox fue golpeando y agitando la alabarda contra cada tela, mueble y esquina del torreón sospechosa, como si esperase ver a la criatura saltar de su rincón como una mosca espantada. A pesar de no haber rastro alguno de monstruo, seguiría creyendo que era obra de uno. Simplemente no veía motivos de peso suficiente para que no lo fuese.
La coreana se escondió en su labor de buscar rastros para no salir fuera, aunque no tuviera esperanza alguna de encontrar nada. No quería ver más el cadáver de Mike. De pequeña había enterrado a su perro y a su tortuga, y si ya bastante duro le había parecido hacerlo con sus mascotas, como para querer repetir la experiencia con un ser humano.
En esos momentos en los que se quedaba a solas, Rox aprovechaba para sentarse y dejar que la devoraran los pensamientos. Se imaginaba encontrando al monstruo, tal como se imaginaba no oponiendo resistencia alguna. Le tenía miedo a la muerte, especialmente tras haber sobrevivido a ella en carne propia. Y a pesar de ello, se replanteaba si haberse salvado había sido buena suerte o más bien todo lo contrario. Después de todo, la suya habría sido una manera bastante suave de morir. El entierro de Mike y su "velatorio" con cristales la sacaron de sus pensamientos, acto al que no dudó en participar con tal de compensar su incapacidad durante todo el día. Tener que cortarse en nombre del chico fue una casualidad irónica a su estado anímico.

Esa noche no durmió nada. Miró al techo, pensando en como estarían sus padres, en si ellos también habían celebrado un entierro para ella tras haberla dado por muerta. Pensó en sus amigos, en su casa y toda su vida antes de Rocavarancolia. Lloró en silencio hasta que perdió toda noción del tiempo, pero no lloró por Mike. Esa noche lloró por sí misma y por todo lo que había dejado atrás.
Para cuando empezó el movimiento por el torreón, Rox estaba drenada y con los sentidos embotados. Notó a la gente apurada a su alrededor, así como el ruido en el piso de abajo, pero tal era su agotamiento que tardó en salir de la cama más de lo que debería. Como si su cuerpo se hubiera pegado al colchón, sabiendo que una vez saliese de ahí las cosas irían mal.
Y no se equivocaba.

Llegó a tiempo para ver como los pájaros picaban a sus amigos y salían volando. Más adelante, el cuerpo de Mike, otra vez en tierra y en peor estado.
—Su puta madre.
A pesar de no haber participado directamente, la impotencia que sentía era la misma que la del resto. Deseó tener uno de esos pájaros a mano para desemplumarlo vivo y obligarlo a comerse sus propias plumas, a ser posible mientras el resto de los de su especie miraban. Con reacciones lentas, fruto de no haber dormido más de media hora con los ojos abiertos, la australiana se acercó al daeliciano y lo cargó con la intención de llevarlo lejos de lo que quedaba de Mike. La idea de tirar al humano en el foso le dio escalofríos.

—Deberíamos quemarlo. —añadió. Susurró un "lo siento" al daeliciano según le dejaba en el suelo de nuevo—. No podemos atraer más cosas cerca del torreón... Mientras haya rastros, no sabemos que puede pasar.
«Y si le prendemos fuego a todo casi que me haríais un favor.»

Le apartó el pelo de la frente al pequeño para ver mejor las heridas y de paso, curarlas con un hechizo. Le dedicó una mirada a Milo y a Rena, otra más fugaz a Pam, haciéndoles un gesto con la mano para que se acercaran.

Cuando vio que los pájaros atacaban a Eitne Rena soltó la silla y corrió a hacerle de escudo hasta que Nime fue a por él. Desgraciadamente no fue lo bastante rápido y pudo ver con horror al niño marcharse con la frente ensangrentada. Los pájaros se ensañaron con ella y con Milo, menos con Pam. Ninguno de sus ataques fue efectivo, por mucha fuerza que hiciera o muy alto que gritara, ellos solo tenían que esquivarla y abalanzarse contra su piel expuesta una vez más. No pudo hacer nada, ni siquiera para evitar que último pajarraco le arrancase la mejilla a Mike. Siguió berreando, llena de rabia y frustración, y se quedó allí plantada junto al cadáver hasta que se le gastó la adrenalina. Se sentía como una niña pequeña, impotente y humillada, avergonzada por haber tenido esperanzas de que la maldita ciudad les dejaría tener una despedida apacible.

Tenía diversos picotazos en la cara y el brazo izquierdo y sangraba. No se podía decir que no le doliese pero se negó a hacer caso a la llamada de Rox por miedo a dejar a Mike solo. ¿Y si los pajarracos volvían? Necesitaron convencerla para que se pusiese a salvo y dejase que se ocuparan de sus heridas, y aun así sus ojos se escapaban constantemente hacia la puerta del patio.

-No vamos a tirar a Mike al foso -sentenció. -Y quemarlo... es lo que hacemos en Irraria -Miró a Milo de reojo -Pero aquí no tenemos incineradoras y con una hoguera no alcanzaríamos bastante temperatura.

La idea de estar oliendo el cuerpo de Mike mientras se quemaba le revolvía las tripas, sin embargo tampoco tenían muchas más opciones. Sacarlo del torreón era demasiado arriesgado pero cada minuto que se quedaba en el patio, expuesto era peligroso para ellos, tenían que deshacerse de él cuanto antes.

Al final el grupo decidió volver a enterrarlo, pero esta vez cubriendo su tumba con piedras para que los carroñeros no pudieran desenterrarlo. No hubo más ceremonias, todo se llevó a cabo de forma rápida y eficiente. En su cabeza Rena trató de unir ambos entierros como si hubiesen sido uno, con su final feliz; era lo mejor para su salud mental.

Las dos semanas siguientes consistieron en el ya conocido periodo de acostumbrarse a que había una persona menos en el grupo. Poner un plato de menos en la mesa, calcular una ración menos, no alarmarse cuando notaba que faltaba alguien a la vuelta de una salida o que había otra cama vacía en el dormitorio... Cada momento de consciencia era un pinchazo en el pecho de Rena, incluso en los entrenamientos, su principal herramienta de distracción. Mike era un buen compañero de sparring, igual que lo había sido Ain en su momento.

Pasaba gran parte del tiempo sola, aunque siempre controlando donde estaba el resto del grupo. Aún a pesar de no haber creído en las sospechas de Pam sobre el atacante de Mike, las pesadillas y en general la constante sensación de peligro después de haber visto comprometido su refugio estaba haciendo mella en su humor. Cada vez dormía menos y las horas que pasaba en vela simplemente atendía a las respiraciones de sus compañeros y a los ruidos naturales del torreón. Cualquier chasquido de la madera o silvido la hacían saltar, pero a la vez saberse rodeada de los demás letarguinos, durmientes o no, la tranquilizaba. Estaban allí, con ella, podía oírlos, podía verlos si giraba la cabeza, nadie iba a atacarles, nadie iba a atacarla a ella.

Una vez el periodo de luto por Mike se hubo disipado y los ánimos del grupo se hubieron estabilizado (todo lo que Rocavarancolia les permitía) Pam sacó de nuevo su intención de ir a ver el otro torreón. Rena se sentía dividida; por un lado la niña sonámbula loca le daba mal rollito, por mucho que fuera del mundo de Adru y Neil, y por otro lado quería saber qué tal les iba, cómo se las estaban apañando en la ciudad. En cierto modo sentía que tendrían que haberse interesado más por ellos, al fin y al cabo estaban todos en el mismo barco y toda alianza era poca en un lugar donde todo quiere matarte. Al final decidió que iría con el grupo que saliera, si a los demás les parecía bien.

Hervía de rabia y de frustración, era demasiado injusto que ni siquiera en la muerte pudieran estar en paz o llorarle como era debido. No le importó ni siquiera cuando las aves se lanzaron contra ellos, protegiéndose a duras penas la cara y cabeza con los brazos cuanto pudo, escuchando los gritos y graznidos de sus compañeros que también eran atacados por las malditas aves antes de finalmente obtener lo que querían. Pam sentía el escozor en los brazos y en su mejila derecha, lugar donde no alcanzo a cubrirse ni de casualidad cuando ya tenia los pájaros sobre ella. La visión de sus compañeros cubiertos de heridas le provoco un nudo en el estomago. La adrenalina sentida se evaporo de su menudo cuerpo, suspirando agotada mientras frustrada observaba sus brazos llenas de largos cortes y picotazos pero que a simple vistan lucían ligeramente mas leves que la de sus compañeros, cosa que le parecía incomprensible.

No le dio muchas vueltas ene se momento, suponiendo que por su menor tamaño pudo cubrirse algo mejor o las aves simplemente profieren atacar a los demás. La frustración era creciente y la visión de Mike custodiado por Rena, en ese estado, no era mucho mejor.

-Estoy con Rena aquí, es preferible enterrarlo adecuadamente con piedras...así nada podrá desenterrarlo. Mike se  merece ya un poco de descanso y nosotros el poder velarlo en paz, esto es demasiado -murmuró Pam mordiéndose el labio inferior viendo el cuerpo del humano antes de dirigirse a Rox que se encontraba curando a los heridos. La mirada del humano fue mas que evidente para Pam, no necesitaba palabras para entender que aun debía tener esa espinita clavada sobre su comentario de la mañana, sobre que posiblemente fue uno de ellos quien ataco a Mike. No dijo anda, sin embargo, esperando su turno para curar sus heridas que eran a simple vista menos notorias que las del resto.

Fue una larga noche devolviendo a Mike a su lugar de reposo, no había forma de relajarse incluso si la adrenalina del momento ya se había terminado cuando la mañana llego, Pam se sentiría a una agotada. Las siguientes dos semanas fueron incomodas para la mona del queso, que  tras la muerte de Mike se traslado a dormir cada noche al salón, junto a Eitne para dormir, o al menos intentarlo pues cada ve se hacia mas y mas difícil por las estúpidas pesadillas que la asediaban sin descanso. No podía sacarse de la mente la muerte de Mike, al que siempre que salia al patio y veía el lugar que había dejado para el con las piedra, se lo recordaba. No se sentía cómoda no sabiendo que había ocurrido y el, acercarse a la tumba del humano para hacerle compañía, sin hablar, tan solo rememorando la connivencia con el, solo hacia todo mas difícil.

Tampoco ayudaba saberse la intransigente del grupo, la que opinaba diferente, al igual que Zobriel, que al menos había sido mas prudente que ella para no insistir. Y aunque no era capaz de discernir que pensaba el resto, si estaba segura que alguno aun se sentía incomodos con ella. Rox como poco lo estaba, probablemente porque fue al que mas le afecto sus palabras desde el inicio. Pero dejo que simplemente los días pasaran y que se le pasase, comportandose con toda la naturalidad que podía siendo que ahora eran uno menos. La mona del queso pensaba que se iba a endureciendo con cada muerte, afectándole menos y menos cada vez, pero mas bien y aunque sonara tan triste, simplemente era “esperable” ...habían muerto tantos de formas tan dispares, tan traicioneras e imprevistas, tan injustas, que aunque sonara horrible incluso para ella misma, era algo que iba parejo a vivir en ese sitio.

<<Aun así...por favor...por la suerte, nadie mas >> rogó con cansancio, incluso si probablemente nadie escuchara su plegaria silenciosa. Endurecerse no implicaba no lamentarlo, sino tener una recubierta protectora como una coraza para no acabar  tan destruido que no pudiese volver a moverse. Porque con cada muerte sentía mas ansias de vivir  y de luchar, por su vida y también un poco por la de aquellos que ya no podrían acompañarles.

A ese grado se habían vuelto importante el resto para ella, que había pensado siempre solo en si misma, incluso sino lo admitiría jamas en voz alta.

El luto para Pam cuando llego a esa conclusión fue mas calmado, ya no podían hacer mucho por Mike, pero si creía aun podían hacer algo por quien provoco aquello. Pues seguía con su teoría inicial y no dejaba de investigarla, con prudencia con calma, sin prisas observando al resto siempre que tenia oportunidad con la simple convivencia.  No necesitaba controlar cada movimiento del resto, perseguirlos o acosarlos, bastaba ir observándolos en el día a día, Y si la suerte le hacia compañía, tal vez en algún momento descubriría algo.

Las dos semanas transcurrieron y por fin el ambiente se amenizo lo suficiente para que Pam sacara a relucir esa misma mañana lo que habían dejado pendiente por todo lo que había sucedido y que en ningún momento había olvidado, aunque lo hubiese relegado a un segundo pensamiento.

-Me gustaría encontrar a  los del grupo de Lulú hoy, o intentarlo...- indico a sus compañeros una vez se reunieron para poder desayunar algo- Quedamos al otra vez en que seriamos nosotros quienes fuéramos...y también hace tiempo que no ha dado mas acto de presencia- añadió Pam observándolos esperando que estuviesen de acuerdo pues ella si quería salir a  buscarles. No quería quedarse ahí encerrada salvo por salidas a las cestas y poco mas, debían seguir en movimiento seguir obteniendo mas información , mas magia, por cada día las ciudad parecía volverse mas y mas peligrosa para ellos. Necesitaban toda la fuerza que pudieran reunir para protegerse contra ella ...o para atacarla si era necesario

-Se que no hay muchas ganas de salir – No había que ser muy inteligente para notarlo- Pero ellos están en nuestra misma situación y hasta ahora nos ayudaron bastante...tal vez puedan necesitar nuestra ayuda...y sino simplemente para ver si hay alguna novedad – indico Pam esperando que accedieran y al menos alguno quisiera ir con ella, mirando a Rena especialmente, pues la irrense generalmente siempre estaba a favor debía salir y sinceramente su presencia siempre le era tranquilizadora en cualquier salida, cuanto poco incluso si su animo estaba tan decaído como el de todos. Así que le alegro saber que ella aceptaría ir . Espero que alguno mas se decidiera mientras recogía su bolsa de piedras,  su daga y su honda para armarse y colocarse los zapatos que usaba para salir, también se llevo un par de ramitas en el saco de piedras, porque no sabia cuanto tardaran en encontrar el otro torreon.

Cuando ya estuvo lista espero que le resto se armase y cogiera lo que necesitaban para poder salir.

En esta ciudad que no entiende ni respeta los deseos de unos niños. Guille, se despertó asustado por los gritos de sus compañeros, como pudo se dirigió al patio para ver que pasaba. Cuando llegó los pájaros ya se estaban yendo. Todos habian  luchado contra esas bestias, todos estaba sangrando, Eitne estaba siendo ayudado por Nime. Rena, Pam, y Milo también sangraban con pequeñas heridas.

Mike volvía a estar ahí, como una mala broma para hacer mas daño, tendido en el suelo como un muñeco tétrico sin trozos, desenterrado de una tierra que nisiquiera le importaba, no era mas que otro cadáver. Guille se quedo mirandolo fijamente. Soñaria con Mike con el cuerpo saliendo de la tierra primero las manos y después el resto del cuerpo, durante dias.

Las semanas fueron silenciosas, el luto se escendia a todo el torreón. Guille no contó nada del miedo que le daba el recuerdo del cuerpo de Mike, y se quedo intentando sacar conversaciones triviales con todos en el torreón.  

Esa misma mañana Guillermo se proponia salir con el grupo, habían tenido la idea de salir a buscar la casa de la chica sonámbula y sus amigos. Guille queria ayudar.

-¿Puedo ir? No molestaré, me quedaré detras, y si veo algo peligroso me aparto.- dijo mirando a sus compañeros serio- Quiero hablar con la chica fantasma sonámbula.

Guillermo estaba preocupando, no le pareció qie la trataran muy bien, además estaba seguro que ella tendria muchas respuestas de lo que pasaba en los sueños, porque no podian descansar ni siquiera en sus propios sueños.

Se preparó, se cogió un escudo y se aseguró que no llevara muchas cosas que no le limitaran el movimiento. Estaba asustado muy asustado, mientras esperaba en la puerta, le temblaban las piernas. Pero si esto iba a ser así siempre el también tenia que aprender a ser fuerte incluso antes de la transformación que hablaban sus compañeros. Solo podía recordar la ultima vez que salió junto a sus compañeros. Y ahora volvían a estar apunto de salir.


Sigue en Barrio de los mil dioses

Eitne no era capaz de moverse, solo de llorar anclado al suelo. Sintió a Nime tirando de él, pero cojo y petrificado, poco pudo hacer por avanzar. No fue hasta que Rox llegó y lo cargó que se movió. El daeliciano estaba tenso y abrazaba los pocos cristales que había podido coger entre picotazos. El dolor en la frente era suave, nada que ver con el de una pierna colgando de un trozo de hueso; como una melodía de fondo que acompañara al destrozo que habían hecho los animales con el entierro. Eitne sentía que era su culpa, por no haber hablado antes con ellos. Que si lo hubiera hecho ayer, hoy no habrían desenterrado a Mike, no habrían roto lo último que hicieron en su nombre.

El niño se dejó curar, pero ocultó los cortes de las manos, provocados por el intento que hizo de proteger los cristales. Seguía llorando, cada vez de forma menos ruidosa, pero aun incapaz de decir ni una palabra. Así, no fue capaz de dar las gracias a Nime ni a Rox, ni fue capaz de opinar en las decisiones posteriores que se tomaran. Se limitó a recuperar sus muletas y a dejar trabajar a los adultos. Cuando se sintió más calmado, sacó un cubo de agua del pozo y se sentó en el huerto con las manos en remojo. Los cortes no dolían tanto y con el frío eran casi agradable. Eitne pensó que, si dejaban cicatrices, serían otra forma de recordarse todo lo que le dijo a Mike.


Los días sucesivos, Eitne los pasó cabizbajo. Su horario seguía desajustado: si las pesadillas no le molestaban demasiado, despertaba para la hora de comer y se dormía muy entrada la madrugada. Cada anochecer salía con un cristal, una manta y un cojín y se tumbaba en el suelo para ver como cambiaba el cielo de colores. Había algo en los tonos rojizos que le reconfortaba de una forma que ninguna palabra podía, como si le aportara claridad de pensamiento o fuerzas para afrontar todos los peligros. Cuando el cielo se oscurecía por completo, el daeliciano se pinchaba el dedo (le había perdido el miedo gracias a los pájaros), encendía el cristal y lo colocaba alrededor de la piedra que salvaguardaba la tumba de Mike.

Eitne no volvía al interior hasta que la piedra se apagara, a veces incluso más tarde. Este pequeño gesto duró poco más de una semana, hasta que los cristales que adornaban la tumba le parecieron suficientes. Lo que Eitne no abandonó fueron las salidas al patio.

Por suerte, no tardó mucho en volver a los juegos y a los entrenamientos mágicos. Los muertos debían hacer el mundo mejor también para los vivos y Eitne sabía que no tenía sentido hundirse. Cada vez eran menos y se necesitaban más.

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Eitne despertó por el bullicio y se incorporó a la conversación hasta que tocaron un tema sensible: las salidas. Eitne quería ver a los sendarios también, sabía que tenían un daeliciano y lo quería conocer, igual que al bichito pequeño o al ordes malvado. Quería saber quiénes eran, ponerles caras. Pero un cojo no podía correr si les perseguían los monstruos. Un cojo no podía blandir un arma y sujetar las muletas a la vez. Un cojo solo podía quedarse en casa. El daeliciano pidió a Guille que saludara al daeliciano de su parte y volvió a la cama. Se tumbó, desvelado, y se quedó mirando al techo.

Con los ojos clavados en el gris, el niño fantaseaba con el día de la luna: ¿cómo sería ese anochecer? Eitne sospechaba que sería mágico. Puede que incluso cuando se convirtiera en un monstruo recuperara la pierna o tal vez tendría alas. Tenía muchas ganas de volar. Sin darse cuenta volvió a pensar en los pájaros y de ellos saltó a los murciélagos flamígeros. Los veía todas las noches en el patio, pero por algún motivo le daban miedo y nunca les hablaba. Pensó entonces en el ganado del pueblo, en los paseos en vhadkhas y en todo lo que hacían los rumiantes por ellos. Con ellas siempre le había gustado hablar. Eran muy serenas y tenían unos ojos muy grandes con los que le miraban mucho. La abuela le decía que les escudriñaban a través de la piel y veían si los niños eran buenos o malos para saber a quiénes se podían acercar.

Ojalá les hubiera pedido a las vhadkhas que cuidaran de la yaya y de papá y de mamá.

Nime no quería volver adentro sin Eitne, que se resistía a moverse de donde estaba, y no lo hizo hasta que Rox lo sacó de allí por la fuerza. Siguió a la chica al interior sin volver la vista atrás, incapaz de posar sus ojos en Mike. Su cara destrozada era todo en lo que podía pensar. Una vez más (de tantas), Nime tuvo que reprimir con todas sus fuerzas las ganas de echarse a llorar, de tener la pataleta de su vida pidiendo volver a casa. Lo único que le impedía hacerlo eran su orgullo y las ganas de demostrar que era mayor y capaz.

No participó en el debate sobre qué hacer con el cuerpo, ni ayudó más tarde a cubrirlo de nuevo. Lo único que quería era no volver a verlo, así que regresó a su cama cuando las cosas se calmaron un poco. Le resultó imposible dormir aquella noche.


Conforme el torreón volvía a su funcionamiento normal, Nime continuaba sintiéndose incómoda de formas que hasta ese momento no había experimentado. Evitó la azotea en todo momento, todavía convencida de que allí estaban expuestos a los monstruos del exterior. Nime no solo no creía en la teoría de Pam sino que ni siquiera volvió a pensar en la posibilidad de que fuesen a matarse entre ellos. No debía, si no quería volverse loca.

Fue difícil seguir adelante, pero para bien o para mal, no era ni la primera ni la segunda vez que pasaban por aquello. La diferencia, esa vez, era que no había hecho falta salir del torreón para ver morir a un compañero. Aun así, Nime hizo lo posible por recuperarse y seguir adelante. Las cosas no podían estar peor, pero de alguna manera eso le dio fuerzas para continuar creyéndose valiente. Aunque aquella valiente tendía a eludir las salidas a por comida.

Aquel día no fue diferente. Cuando una buen número de sus compañeros se interesó en encontrar el torreón de la niña sonámbula, Nime estuvo dividida entre querer conocerlos, y reñirles si seguían tratando mal a la sinhadre, y no querer abandonar el torreón. Pero cuando pensó que Eitne no podría salir, decidió quedarse con él, lo que la ayudaba a no atribuir su decisión a la cobardía. Aunque se sintió mal cuando supo que Guille sí saldría.

A pesar de haberse quedado por él, Eitne no parecía tener ganas de levantarse de su cama ni hacer nada, y Nime se sentó en la cocina a desayunar con calma, sin dejar de mirar a Eitne o los que se paseasen por la planta baja, con cara de aburrimiento. Finalmente se fue a los sillones para despatarrarse en uno, con los pies en alto y la cabeza del revés. Suspiró de forma exagerada para ver si su amigo se daba por aludido.

Tras dos semanas asentándose, ese día por fin iban a romper el molde, y Rox no estaba conforme. Desde que las salidas habían empezado a salirse de madre, el coreano seguía a rajatabla su política de solo salir cuando era estrictamente necesario. No se opuso a esta, pero tampoco la apoyó de ninguna forma. Esperó a ver quienes conformaban el grupo en silencio, aliviado de fueran bastantes y con suficientes dedos de frente como para no tener que actuar de refuerzo. Había pasado de tener curiosidad por el resto de cosechados a preferir preocuparse por aquellos que le quedaban.

Deseó suerte al grupo de partida y volvió dentro para rebuscar en las cestas. No tenía hambre, pero la sensación de inseguridad le pedía comer para distraerse. El intervalo de espera entre ida y vuelta era la peor parte de quedarse en el torreón.
El ruidoso suspiro de Nime le sacó de babia. Paseó los ojos por el salón, atento a ella y Eitne, pensando en lo desagradable que tenía que ser quedarse sabiendo que Guille estaba fuera. Algo que llevaba queriendo hacer desde hace tiempo le dio una idea para distraerles.

—Ey, nanos. —dijo, apoyando los codos en el sillón en el que estaba la libense. —¿Si os doy unas tijeras me hacéis algo chulo en el pelo?

Sonrió y se quitó la coleta, dejando ver el largo real de este. Ya le llegaba por los hombros. Desde que su único espejo era la pantalla de su iPod, algo en lo que había sido tan cuidadoso como con su peinado había perdido relevancia. Antes habría preferido perder un dedo a dejar que le cortaran el pelo dos críos, pero ahora... como si querían dejarle calvo.

Eitne seguía encadenando pensamientos vagos cuando captó el suspiro de Nime. En realidad él también estaba un poco aburrido. Se incorporó para sugerir jugar a algo, pero Rox se adelantó y les ofreció algo mucho más divertido que nada que se le hubiera ocurrido al daeliciano. Abrió los ojos con sorpresa, alegre, y buscó con un gesto complicidad de Nime. Pensó inmediatamente en los peinados que estaban de moda en su pueblo y dio un par de palmas.

—¡Sí, sí, sí! —Tenía una sonrisa de oreja a oreja.

Mientras Rox buscara las tijeras, Eitne se llevaría las manos a su propio pelo. Sus rizos se habían quedado algo feos y su mata de pelo afro había crecido irregular y mal cuidada.

—Cuando acabemos, ¿me lo cortáis a mí también, porfa?

Quizás por lo cotidiano del asunto, el niño estaba contento de repente. Todo lo contento que podía estarse en Rocavarancolia.