Torreón Letargo (Archivo VII)

Recuerdo del primer mensaje :

La sinhadre permaneció pensativa cuando varios hicieron notar que la comida solo sabía mal a veces, recordando que ella misma también lo podía corroborar.
—¡Es cierto! Qué extraño… Que hechizo más raro.
Estaba de acuerdo con Milo en que prefería pensar que fuese cosa de magia y no de alguna porquería como la que había sugerido Rox. Además, en ese caso la comida tendría mal aspecto, ¿no?
>>¡Por supuesto que no! —añadió inmediatamente cuando el irrense le dijo a Neil que no era culpa suya, olvidándose de comentar su anterior pensamiento—. Tú eres el mejor cocinero que conozco: es imposible que sea cosa tuya.

Guille, como de costumbre, continuó arrancándole varias risotadas y, poco después, la apreciación de Eitne desmentida inmediatamente por la propia mona del queso le hizo reír aún más. Aunque para ella resultaba todavía más claro que si también las ramitas estaban malas tenía que ser cosa de magia. El daeliciano le respondió a su pregunta entonces y en un principio Adru compuso una expresión levemente alarmada. Tenía un "¡eso sería horrible!" en la punta de la lengua, pero por una vez recordó que no era la mejor idea soltar el primer pensamiento que le había venido a la cabeza. Lo último que necesitaba el niño era entrar en pánico.
—N-no… ¡No te alarmes, Eitne! —Su vacilzación y gestos exagerados posiblemente resultasen menos convincentes de lo que pretendía—. Además no parece que sean muy buenos lanzando maldiciones porque la comida sabe bien a veces —añadió con una risilla.

No siguió pensando en la inquietante posibilidad que el daeliciano había planteado porque volvió a fijarse en el muñeco de Guille. Zob lo había reconocido como un animal de su mundo… Tenía que pertenecer a un nublino.
—¿Se habrán dejado olvidado ese muñeco aquí el grupo de Ellie y Lulú? —se le ocurrió de pronto, aunque olvidando de tener en cuenta que había pasado una cantidad de tiempo considerable desde aquel encuentro como para que fuese probable.

Adru dedicó a Nime una sonrisa de complicidad cuando nadie miraba, o al menos eso creía, antes de seguir a Guille escaleras abajo. El pequeño había acertado de pleno y Pelusa no tardó en dar con la segunda nota, y en resolverla. Aunque la edeel se llevó una mano a la boca aguantándose una risilla, porque sabía que no les sería tan fácil encontrar los cuchillos en la armería. Dio rienda suelta a sus ganas al escuchar las tonterías de Guille, pretendiendo que se reía únicamente por ese motivo.
Transcurrieron unos instantes en los que el grupo buscó por la armería sin encontrar los cuchillos. La edeel empezaba a temer que creyesen que habían interpretado mal la pista y fuesen a buscar a otro sitio, aunque en realidad no había transcurrido tanto tiempo y tan solo su impaciencia pensaba por ella, como de costumbre.
—Hum… Yo tampoco estoy encontrando nada —dijo mientras miraba en el interior de un carcaj tras haber vaciado las flechas que contenía. Comenzó a caminar todavía con el utensilio en la mano, fingiendo que trataba de examinarlo a fondo guiñando un ojo… Para tropezar “accidentalmente” con uno de los escudos tirados en el suelo—. ¡Ouch! —exclamó a través del estruendo que hizo el metal restallando contra el suelo—. ¡Anda! Mirad: aquí hay un cuchillo… Pero solo uno. ¿Estarán los demás por aquí?
Considerando que aquello era pista suficiente, la sinhadre se limitó a recoger las flechas que había tirado y guardar el carcaj que había utilizado como “coartada” mientras esperaba a que reaccionase cualquiera de los que no eran cómplices de la broma.

Nime se volvió a la cama aguantándose las risas como podía por la travesura que acababan de llevar a cabo. Aunque difícilmente era una travesura cuando habían dejado notas con pistas, cosa para la que ella nunca habría tenido suficiente delicadeza.

La espera se le hizo eterna a pesar de que Eitne y Adru no tardaron tanto en subir a despertarlos a todos. Nime esperaba que todo el mundo se quedase muy sorprendido, pero al final las únicas reacciones en las que se fijó fueron las de los más jóvenes. Nime se levantó de un salto y les imitó.
—¿Duendes? ¿Cómo que duendes? ¿Y por qué nos esconden los cubiertos? —dijo, mientras se ponía los zapatos a toda prisa. Tenía los pies helados de haber recorrido el torreón descalza para no hacer ruido. A veces se preguntaba por qué a los sinhadres eso no parecía importarles demasiado.

Le entristeció que Guille diese con la clave para encontrar las cucharas tan rápido, pero no dejó que se notase, y puso cara de sorpresa en su lugar.
—¡Pero si estaban justo al lado! Los duendes son un poco tontos —dijo, y miró a Adru fugazmente, conteniendo la risa.

Pam también fue muy rápida interpretando la siguiente pista, y se plantaron en la armería. La niña esperaba que tardasen más en esa ocasión, por lo que se entretuvo revisando recovecos que sabía que no tenían nada. Y sí parecía que iban a tardar en dar con ellos, hasta que Adru decidió —o lo hizo sin querer, no lo tenía claro— tropezar con uno de los escudos. Nime la miró con reproche, pero no podía dejar que viesen sus miradas de complicidad, por lo que fue muy breve.

No le quedó otra que acercarse a los escudos para rebuscar. Ella no se había encargado de aquella zona, así que al mover el siguiente escudo ya encontró la nota junto a otro de los cuchillos. No importaba demasiado. Si la encontraba ella, al menos disimulaba un poco.
—Aquí dice…”ahora que podéis cortar queso ya falta menos para el almuerzo, pero si aún queréis los tenedores tendréis que buscarlos donde haya flores”. ¡Qué obvio! ¿No? —preguntó mirándolos a todos intermitentemente—. Pero a ver si encontramos todos los cuchillos primero.

El grito emocionado de Guille le hizo alzar una ceja negando con la cabeza mientras iban a la armería, que solo era una pista esencial de donde estaba, ahora quedaba rebuscar entre cosas filosas, cosa que a Pam no la convencía demasiado por lo que se mantuvo un poco lejos de las armas mas pesadas.

Se acerco a Eitne cuando lo vio abrir un baúl con un monto de cristales en su interior que llamaron su atención por un momento << ¿Para que narices guarda alguien docenas de cristales en la armería?>> se pregunto  extrañada por lo rara que era la gente mientras tomaba uno en su mano con cuidado, intentando buscarle que tenia de especial. Pero nada solo era un cristal sin mas. Ell repentino estruendo de Adru al tirar cosas, la hizo sobresaltarse del susto, ya temiendo que alguien se hubiese hecho daño con alguna de las armas y dado que llevaba el cristal en la mano, termino cortándose.

-¡Auch!- Se quejo dejándose caer el cristal manchada de sangre al suelo por la sorpresa, llevando el dedo herido a la boca instintivamente- A ver si tenemos mas cuidado -reclamó Pam viendo que al menos aunque se había ganando una cortaba bastante larga en el pulgar, al menos había descubierto que si que se encontraban los cuchillos en la armería.

Suspirando, Pam negó con la cabeza volviendo a buscar el cristal ensagrentado para devolverlo con lo otros y no dejarlo por el suelo donde alguien mas pudiese herirse Y lo encontró no muy lejos de sus pies, junto a la caja de cristales y no muy lejos de Eitne, manchado de sangre...y brillando. miro hacia Eitne para ver si se había dado cuenta mostrandole su desconcierto  <<¿Brillaba así antes?>> parpadeo confundida y con sorpresa, yendo  agarrarlo de nuevo pero esta no con la mano desnuda sino que lo envolvió con cuidado en un pequeño pañuelo que llevaba en el bolsillo. <<Mm, tal vez...>> iba a decir algo al respecto a los niños, pero justamente en ese momento escuchó a Nime mencionar que acababa de encontrar la siguiente pista, que no ponía en duda donde se encontraban los tenedores.

<< Luego lo comentare, tal vez ni sea realmente importante >> pensó Pam guardando el cristal envuelto en el pañuelo en el delantal.

-Eitne luego lo mencionamos, que sino interrumpiremos el juego- le dijo al niño, antes de que llamase la atención del resto,porque seguro se centrarían en el dichosos cristal,que tal vez nada importante tenia y al final no encotnrarian ni los cuchillos faltantes ni los tenedores.

Guillermo siguió a los demás y busco entre las armas y debajo de los escudos para poder encontrar más cuchillos. Y al escuchar la siguiente pista pensó que quizás estaría en el patio. Entre las risas y la ausencia de tensión se olvidó de donde estaba, de lo que había pasado, nadie estaba asustado, volvió otra vez al patio del colegio, donde jugaba al escondite con sus amigos.

- ¿Te has hecho una pupa? ¿Estás bien? - dijo Guille moviendo su vista a donde se encontraba Pam que acababa de quejarse.
Al ver que Pam seguía buscando no se preocupó más y siguió buscando.

- ¿Quizás este en patio o algun sitio con flores o en el tejado? ¿Encontráis algún otro cuchillo? - Dijo mientras seguía buscando e intentaba no hacerse daño con nada.

Eitne no podía buscar mucho más debido las muletas, así que dejó que el resto se encargaran de encontrar los cuchillos. Estaba pendiente de ellos cuando vio que Pam se cortó y se llevó las manos a la boca. Estuvo a nada de preguntarle si se había hecho daño, pero el leve fulgor del cristal le robó la lengua. «¡Magia!». ¿Habían tenido algo poderoso todo este tiempo y no se habían enterado? Esbozó una sonrisa y abrió la boca, esta vez intentando hablar, pero Pam le interrumpió. Asintió a lo que le dijó y guardó silencio, ahora doblemente emocionado. Al final los duendes les habían hecho un favor.

Mientras tanto, Nime había encontrado la siguiente nota y Eitne aplaudió con cuidado de no caerse.

—Flores, flores... El patio podría ser, sí... —repitió tras Guille, no muy convencido. Si Adru había estado en el patio entrenando, tal vez estaban muy bien escondidos y por eso no los había visto. Sin embargo, se le ocurrió otra teoría que podía tener sentido, al menos para él—. ¡También pueden estar en mi baúl! —dijo—. Donde guardo mi peto de flores.

Adru notó la mirada de reproche de Nime pero tan solo le devolvió una sonrisa tonta que se las apañó para que pareciese que se refería a la situación en general, desviando su vista de inmediato hacia el resto del grupo.
—Solo hay un sitio con flores… ¿no? —Preguntó haciéndose la despistada cuando la libense leyó la nueva nota.
Se encargó de recoger más cuchillos mientras el resto debatía a qué se refería la pista.
>>¡Oh! Buena idea, Eitne —señaló al niño cuando mencionó las flores de su baúl. No se les había pasado por la cabeza esconder nada ahí, pero precisamente por eso creía que podía ser una buena forma de hacer que sospechasen aún menos del autor de toda aquella búsqueda del tesoro… o al menos eso pensaba la sinhadre—. Puedo subir yo corriendo a mirar mientras vais al patio, así iremos más rápido —se ofreció.

Sin llegar a esperar realmente una respuesta, confió los cuchillos a Pelusa y salió corriendo escaleras arriba. Si alguien, totalmente desinteresado de la vista de aquellos “duendes” se había vuelto a la cama, probablemente estaría maldiciendo a Adru en aquellos momentos. Como un huracán, la edeel subió a toda prisa para fingir que rebuscaba en el baúl que había mencionado el daeliciano, por si alguien estaba fijándose en lo que hacía. Y con la misma rapidez volvió a bajar, teniendo que evitar un tropiezo al final de las escaleras para no caerse rodando por ellas.
—¡No había nada! —Anunció desde el umbral de la puerta del patio—. ¿Hay suerte por aquí?

Entre todos empezaron a encontrar cuchillos detrás de los escudos, y Nime ayudó también.
—Un poco guarretes sí que se han puesto, ¿no? —dijo, tras el comentario de lavarlos de Zob. La niña pensó que aquello eran efectos colaterales y no le reconcomía la conciencia en absoluto. Eitne y Guille parecían están disfrutando de la búsqueda, e incluso alguien como Pam estaba volcada en aquello en vez de dejárselo a otros. La libense estaba pasándoselo bien con todo aquello.

Lo siguiente que tenían que encontrar eran los tenedores. La idea de Eitne sorprendió a Nime, que le sonrió y dijo algo similar a Adru, aunque solo fue esta la que corrió a comprobar los baúles.  Entre tanto, los demás salieron al patio.
—Pues no se ve nada. ¿Dónde se podría esconder algo aquí? ¿Enterrado? —Revisó el suelo, como buscando tierra que hubiese sido removida recientemente, a paso lento. Entre tanto, Adru ya regresó—. Nada aún. Mira a ver si ves tierra movida o algo —le respondió.

Agradeció que Eitne le siguiera la corriente por el momento,dejando la conversación del cristal brillante para mas tarde, cuando tuviera todos sus cubiertos de vuelta, no quería romperles ilusión de ella besuqueada al resto. Sin contar que necesitaban esos cubiertos y averiguar que era todo eso delos duendes. <<¿Por que los cubiertos, ademas? Mas que malvados parece una simple travesura >> conjeturo algo confundida pues no parecía haber maldad alguna en esa búsqueda del tesoro.

Eitne dio una idea donde podrían estar los cubiertos, aunque Pam le sonaba mas que pudiera estar en el patio, pues era el único sitio con flores de todo el torreón. Pero no atinó a decir anda cuando Adru ya estaba junto a ella entregándole los cuchillos que habían encontrado y que Pam cogió con cuidado de no cortarse de nuevo, no permitiendo que los niños fuesen a ayudarla con ello.

Tras eso fueron rápido al patio, Pam se aseguró de que Eitne subía sin problemas con sus muletas manteniéndose junto a el,  para ver si estaban allí los tenedores, escuchando la exclamación de Adru sobre que en el baúl de Eitne no estaba y viendo que en su carrera, había despertado a otro desafortunado.

-Gracias Zobriel- dijo cuando el nublino se le acercó para ayudarla a cargar los cuchillos y cucharas que ya habían recogido hasta el momento- Parecen estar en buen estado, aunque habría que lavarlos bien luego y comprobar que no hacen cosas raras -añadió ante la posibilidad de que estuviesen hechizados y de pronto se pusieran a bailar solos o algo así, aunque lo dudaba porque esto ese rato solo se habitan comportado como cubiertos normales, es decir, inmóviles.

Ya en el patio junto a los niños vio a Nime mirar en el pequeño huerto buscando tierra removida, pensativa.

-¿Como era lo que decía la nota?- dijo haciendo memoria de lo que había dicho Nime- 'Buscarlos donde hay flores' – era lo que mas destacaba en sus oídos, y volvió mirar de nuevo al pequeño huerto y luego a las enredaderas que poblaban el torreón-¿Tal vez estén entre las enredaderas? No tiene flores pero si capullos de flor. Porque como hayan enterrarlos tenedores hay que matarlos, porque harria que limpiarlos a conciencia- dijo Pam frunciendo un poco la nariz.

Siguió a los demas y mientras buscaba por el camino, solo faltan los tenedores pensaba Guillermo.

Llevaba demasiado tiempo sin salir del torreón, y los dias se habian vuelto un poco repetitivos, ahi encerrado sentía que habia muchas cosas que ver en la ciudad que se estaba perdiendo, ¿iba a ser así para siempre? Aunque feliz pensaba que no estaba avanzando daba la impresión de estar esperando sin tener muy claro el qué. Al menos hoy habia ocurrido algo nuevo y divertido que le estaba sacando de la monotonía.

-Tienes razón Nime, la tierra estara movida- dijo al comentario de Nime y tras la indicación de Pam Guillermo se ofreció a ir- Voy yo!!- fue corriendo a escabar cerca de las enredaderas, donde empezo a mover la tierra con las manos- aquí no veo nada, no parece que esten aqui.- dijo mientras se limpiaba las manos en la camiseta.

-¿Donde hay más flores?-dijo mientras pensaba, y con las manos todavi sucias de sujetaba la cabeza manchandola también.

Se acerco a la estatua del patio, una ninfa atravesada por cientos de estacas todavía en pié, que a Guille le parecio de muy mal gusto, la ninfa no tenia cara de que le gustará, y se puso a buscar alrededor mientras intentaba escalarla con éxito pero sin mucha gracia. Aunque al final no encontraria nada en la estatua.

Adru ayudó a mover la tierra cuando vio que buscaban allí, así como entre las enredaderas. Empezaba a pensar que tendría que ayudarles de nuevo, aunque decidió esperar más porque a Nime no parecía haberle gustado su intervención en las mazmorras y finalmente lograron dar con los tenedores: dentro del cubo del pozo.
—¡Vaya! Esta era más complicada, ¿no? —dijo riéndose mientras recogía la siguiente nota para leerla—. “Ya casi ha terminado, pero sin el resto de utensilios no podréis tener un almuerzo adecuado. Para buscar lo que falta necesitaréis fuerza y entereza, ¡esperamos que no os dé pereza!"
Aquella última pista resultaba algo más sencilla que la anterior, por lo que el grupo no tardó demasiado en dirigirse hacia el piso superior y que a alguien se le ocurriera buscar en el interior de los muñecos de entrenamiento. Allí habían escondido los utensilios de cocina que faltaban como la espumadera, las espátulas… Y una última nota: “Bien hecho, lo habéis logrado. Vuestra determinación se ha recompensado. Firmado: los duendes”.

Se encontraban de vuelta en la cocina, con los utensilios recién conseguidos que era necesario lavar para poder usar de nuevo, pero el grupo parecía haberse divertido con aquella búsqueda del tesoro y la edeel se encontraba feliz por ello. Se había ofrecido a ir a buscar agua para lavar las cosas y volvía corriendo –y salpicando agua, por supuesto- con un cubo lleno mientras sonreía ampliamente.
—Al final no parecían tan malos esos duendes, ¿no?

No tardaron demasiado en encontrarlos cuchillos y cuando la siguiente pista llego a las manos de todos, supieron de inmediato donde se encontraban lo faltante. A esas alturas Pam se encontraba mas pensativa en el asunto de los duendes que en la búsqueda en si. El hecho de que todo fuese un búsqueda simple, sin maldad le era sumamente extraño, teniendo en cuenta lo...amable, que era la ciudad, esa travesura parecía mas un acto de juego infantil, mas que otra cosa.

<< Un momento...¿no fueron Adru las que no despertó mas temprano? >> pensó Pam arrugando un poco la nariz pensativa cuando los otros andaban encontrando la cosas en lo sacos que usaban para entrenar, mientras una idea se hacia cada vez mas clara en su mente. Si, fueron duendes sin dudas la que escondieron las cosas, no hay duda alguna...y estaba segura que fue dicha duendecilla con nombre la causante de esa búsqueda del tesoro. Que fueran la primera en enterarse y el que cuando lo hiciera  lo contara mas que temor, intentaran incentivar la búsqueda de una forma de algo graciosos a algo temerosos daba que pensar, teniendo en cuenta que decía que había pasado algo raro de nuevo en el torreón.

Pam suspiro levemente mientras daban fin a la búsqueda y mientras bajaban de vuelta miro a lo niños con atención y a las dos duendecillas en particular, especialmente cuando Adru saco a colación aquella pregunta mientras lavaba los utensilios de cocina.

-Desde luego, aunque la próxima vez les pediría, que si vana esconder los cuchillos no lo hagan en la armería, es peligroso. Lastima que no vayan a escucharme ¿cierto?- dijo Pam como quien no quiere la cosa, mientras secaba los cubiertos que Adru lavaba para poder iniciar a hacer algo de desayunar porque otra cosa no,pero la búsqueda había despertado el apetito- Aunque bueno la búsqueda en la armería también sirvió de algo mas que de encontrar los cuchillos...aunque fue por herirme en el proceso, pero bueno, mirad esto...-dijo Pam sacando de su delantal el cristal envuelto en el pañuelo enseñándoles este que se encontraba manchado con su sangre y aun emitía cierto brillo

-Hay un baúl repleto de estos cristales en la armería, lo encontró Eitne hace un rato...y este cristal cuando tuvo contacto con mi sangre, empezó a brillar -indico dejando con cuidado el cristal sobre la mesa aun sobre el pañuelo- No tengo idea de porqué, pero como a todo lo incomprensible en este sitio se le llama magia, es posible que estas cosas sea para esta, como un potenciador mágico o algo así ¿no? -dijo con curiosidad viendo especialmente Eitne que era el único realmente entendido de magia de todo el grupo, ya que en su mundo si existía- Eitne habló hace tiempo de una especie de amuletos que ayudaba a su abuela con la magia...tal vez este cristal se trate de algo de eso. Eso o simplemente es un cristal particular que le gusta la sangre...- indico Pam cogiendo el cristal con cuidado, esperando que de sus suposiciones la correcta fuese la primera, pues si era así, con suerte con uno de esos cristales por fin podría hacer la tan ansiada magia que sentía cosquilleando en sus dedos peor que rebelde no deseaba salir. No podía esperara para intentar comprobar si su teoría era cierta.

Eitne dio las gracias a Pam por ayudarle a moverse por todo el torreón. Cuando acabó la busqueda, se quedó con una sensación extraña. Por un lado se alegraba de que hubieran encontrado los utensilios de la cocina, pero por otro no entendía por qué los duendes lo habían hecho. Por si eso fuera poco, se habían escondido tan bien que el daeliciano no había podido ver a ninguno durante toda la búsqueda de los tesoros.

—No mucho —le reconoció a Adru. De todas las cosas que habían visto en la ciudad, los duendes parecían los más benignos—. Pero jo, yo quería encontrarme encontrarme a uno... —se quejó al final.

Por suerte para él, todavía tenían el misterio de los cristales que brillaban. Eitne jamás había visto nada similar. Su abuela tenía cristales brillantes usados para dar luz a las casas y amuletos para cargar magia, pero  eran objetos independientes y los segundos no emitían luz. Tampoco hacía falta cortarse para usarlos. Eitne frunció el ceño como prueba tangible de que estaba intentando pensar.

—Los amuletos de la yaya no necesitan sangre —explicó, no sin duda—. Si estaban guardados abajo, a lo mejor es porque pueden hacer mucho daño, como las espadas o las lanzas... —Miró a los niños y luego a los más adultos. Su expresión era de preocupación—. Espero que no exploten.

Guillermo continuo la búsqueda de los utensilios, se entretuvo , escaló y escabó, todo lo pudo y final mente los encontraron.

-Y así una vez más el torreón se ha salvado gracias a las supernenas, tatatarararara- dijo poniendo pose de éxito- y donde estan  esos duendes?- dijo mientras mostraba sus movimientos de kárate, buscándolos debajo de cosas absurdas donde obviamente no estarían.

-No me gustan esos cristales, si comen sangre no son buenos- sentenció.

Incluso cuando cambiaron el tema, Guille siguió centrado en los duendes que no aparecían.

- ¿Se habran perdido? Yo quería hablar con ellos, seguro que eran majos- dijo cruzado de brazos.

Nime se aguantó la risa lo mejor que pudo mientras los demás buscaban. Le resultaba imposible no mirar a Adru de vez en cuando con complicidad, a pesar de que algo así pudiese delatarlas si se fijaban en sus expresiones. Con todo, la libense estaba convencida de que habían sido sutiles.

Cuando reunieron la cubertería se había hecho más tarde de lo habitual para desayunar, pero aunque Nime tenía hambre, sentía que no había sido en vano. Se habían divertido, Adru y ella por cuenta doble, y nadie se había molestado realmente por la broma.

La niña no era suficientemente hábil como para captar las implicaciones del tono de Pelusa, además que estaba más interesada en que los cuchillos estuviesen limpios pronto para poder cortar rebanadas de pan. Sin embargo, su descubrimiento captó su atención de inmediato.
—¿Son mágicos? ¡Teníamos cosas mágicas desde el principio y no lo sabíamos! ¡No me lo puedo creer! —dejó todo lo que estaba haciendo y se acercó a Pelusa para observar mejor.

No le había llamado especialmente la atención que la sangre los pusiera a funcionar, ya que aquello sonaba a rito místico, pero cuando Eitne habló de posibles explosiones se preguntó qué clase de magia había visto el daeliciano para decir aquello.
—No creo… llevan ahí mucho tiempo, ¿no? Y nunca ha pasado nada. —Puso aquella excusa para calmarse un poco antes de echar una carrera a buscar el baúl que decía Pam. Sabía cuál era, ya habían usado esos cristales antes. Subió un puñado de ellos y los dejó sobre la mesa—. Quiero ver cómo funciona.

No había sido raro que en su anterior vida la retasen a hacer tonterías en las que pudiese hacerse daño. Lejos de inquietarle ver su propia sangre, Nime estaba más que dispuesta a derramarla a propósito con tal de ser vista como alguien valiente, y por eso no dudó a la hora de hacerse un pinchazo con el cristal. Eran afilados, como si aquel hubiese sido siempre su propósito.

—No brilla —dijo al cabo de un tiempo prudencial—. Este está roto.
La niña agarró otro de los cristales y le pasó el dedo que se había cortado, sin conseguir nada de nuevo. Arrugó el ceño de frustración.
—¡Jo! —protestó—. ¿Tú le echaste más sangre? —le preguntó a Pelusa.

Había mirado pensativa a Pelusa cuando esta hizo alusión a pedir a los duendes que tuvieran más cuidado la próxima vez. ¿Se había dado cuenta la mona del queso? La edeel estaba convencida de que ya sabía que se había tratado de una broma, aunque no estaba segura de si sospechaba quiénes habían sido. Compartió una mirada fugaz con Nime, aunque la niña no pareció reaccionar ante las palabras de Pelusa. La atención se desvió por el momento a otra cosa, de todos modos: Eitne y Pelusa habían encontrado cristales mágicos que brillaban.
—Con… ¿Sangre? —Preguntó sorprendida al escuchar la explicación.
La sinhadre no estaba familiarizada con ningún tipo de ritual que involucrase el uso de sangre, por lo que le resultó extraño y enseguida trató de buscar una explicación que le convenciese más.

—A lo mejor también funcionan con agua y otras cosas líquidas… Deberíamos probar —dijo cuando Nime ya había intentado hacer brillar uno con su propia sangre… sin resultado—. A ver… vamos a probar a meter este en el cubo… ¡Ouch! ¡No esperaba que estuviese tan afilado!
Como no podía ser de otra manera, la sinhadre se había cortado al recoger el cristal sin poner cuidado, y este comenzó a brillar al entrar en contacto con la sangre.
>>Vaya, pues sí que funciona, ¿por qué será que a ti no te ha funcionado? —Miró pensativa a la libense—. ¿No servirá la sangre de las personas de tu mundo? ¿Será porque eres demasiado pequeña? ¡Ah! No hace falta que os cortéis para comprobarlo Guille y Eitne, podríais haceros daño —aclaró enseguida sonriendo torpemente al darse cuenta de que su frase podría incitar a los pequeños a intentarlo—. Además no sabemos para qué sirven y si solo es para tener luz no creo que valga la pena hacerse daño solo para eso, ¿no?
Por supuesto, no se incluía a ella misma en su última frase, ya que si alguna vez necesitaban alumbrar algo no dudaría en hacerse un pequeño corte para activar un cristal.

Adrune quiso llevar a cabo de todos modos su experimento y se hizo con un tercer cristal inactivo, con mucho más cuidado en esa ocasión, y lo sumergió en agua. Mientras tanto, Eitne y Guille habían continuado hablando sobre los duendes, preguntándose dónde estaban. La edeel miró una vez más hacia la libense como queriendo preguntar “¿qué decimos?” pero fue entonces cuando intervino alguien que había estado mayormente en silencio hasta el momento, pero presente desde hacía un buen rato.

—Yo creo tener cierta idea acerca de esos “duendes” —Hiss miraba en particular a Nime y Adru mientras sacaba su cuaderno del bolsillo para mostrar el aspecto que tenían sus páginas—. Me han robado las hojas para las pistas y solo pudo ser anoche o esta mañana. O esos duendes nos espían desde hace tiempo para saber dónde tenía el cuaderno o… Venga, confesad. ¿Cuál de vosotras dos ha sido? —Señaló a Adru y a Nime.

El tono de Hiss, aunque firme, no le había parecido enfadado, pero aun así la edeel compuso un gesto de fingida confusión y dejó escapar una risa nerviosa, no queriendo delatarse. Volvió a intercambiar una mirada con Nime, aunque pensó que no sería extraño ya que eran a las que acusaban directamente.
—Pues… ¡Qué raro! ¿No? Pero está claro que esa no es mi letra —dijo señalando una de las notas que había sobre la mesa—. ¡Neil os lo puede decir! Y… Bueno… ¿Tú sabes algo, Nime? ¡Vaya, parece que el cristal tampoco funciona con el agua!
Disimular no se encontraba entre las cosas que se le daban bien Adru.

A pesar de lo turbio que era ver a sus compañeros cortarse, el color de su sangre servía para disminuír la impresión. De ser del mismo color que la suya, probablemente Eitne se habría horrorizado y no se habría atrevido a seguirles el juego. Así, se acercó a Adru justo cuando Hiss apareció. El niño se la quedó mirando de la misma manera que miraba a los vecinos con los que no se hablaba apenas. Escuchar a Hiss tal vez fuera más extraño que el hecho de que los cristales se iluminaran.

Por un instante, se olvidó de todo y la escuchó hablar. Tras la acusación que hizo, el niño abrió los ojos como platos y los clavó en Adru; sin embargo, la explicación de la sinhadre fue suficiente para él. Aprovechó para darle un toquecito en la mano y levanta su izquierda frente a ella.

—¿Me pinchas tú? Pero flojito, porfa —le pidió, desoyendo sus palabras.

Aunque no lo pareciera, Eitne estaba atento a lo que Nime tuviera que decir. Que no existieran los duendes era a la vez una pena y un alivio, así que no le enfadaba. Además, se lo habían pasado muy bien y no le importaría volver a jugar a buscar cosas al día siguiente. Mientras esperaba, le dirigió a Guille una mirada llena de dudas y movió los labios, diciendo de forma muda: "¿Tú qué crees?". Por si no era evidente a qué se refería, inclinó levemente la cabeza en dirección a Nime.