Torreón Letargo (Archivo VII)

Recuerdo del primer mensaje :

La sinhadre permaneció pensativa cuando varios hicieron notar que la comida solo sabía mal a veces, recordando que ella misma también lo podía corroborar.
—¡Es cierto! Qué extraño… Que hechizo más raro.
Estaba de acuerdo con Milo en que prefería pensar que fuese cosa de magia y no de alguna porquería como la que había sugerido Rox. Además, en ese caso la comida tendría mal aspecto, ¿no?
>>¡Por supuesto que no! —añadió inmediatamente cuando el irrense le dijo a Neil que no era culpa suya, olvidándose de comentar su anterior pensamiento—. Tú eres el mejor cocinero que conozco: es imposible que sea cosa tuya.

Guille, como de costumbre, continuó arrancándole varias risotadas y, poco después, la apreciación de Eitne desmentida inmediatamente por la propia mona del queso le hizo reír aún más. Aunque para ella resultaba todavía más claro que si también las ramitas estaban malas tenía que ser cosa de magia. El daeliciano le respondió a su pregunta entonces y en un principio Adru compuso una expresión levemente alarmada. Tenía un "¡eso sería horrible!" en la punta de la lengua, pero por una vez recordó que no era la mejor idea soltar el primer pensamiento que le había venido a la cabeza. Lo último que necesitaba el niño era entrar en pánico.
—N-no… ¡No te alarmes, Eitne! —Su vacilzación y gestos exagerados posiblemente resultasen menos convincentes de lo que pretendía—. Además no parece que sean muy buenos lanzando maldiciones porque la comida sabe bien a veces —añadió con una risilla.

No siguió pensando en la inquietante posibilidad que el daeliciano había planteado porque volvió a fijarse en el muñeco de Guille. Zob lo había reconocido como un animal de su mundo… Tenía que pertenecer a un nublino.
—¿Se habrán dejado olvidado ese muñeco aquí el grupo de Ellie y Lulú? —se le ocurrió de pronto, aunque olvidando de tener en cuenta que había pasado una cantidad de tiempo considerable desde aquel encuentro como para que fuese probable.

La idea de la acampada encantó a Nime como a la que más. No importaba el frío si aquel fenómeno no iba a volver a repetirse. Nime bajó a trompicones a por su chaqueta y le dieron varias mantas para repartir. Cuando ya se había subido casi todo se arrebujó en una de las mantas y se arrimó a quienes ya estuviesen empezando a ocupar el suelo.
—Dormir apilados es muy divertido, ¿también lo hacíais de vez en cuando? Yo con mis hermanos, cuando salíamos al campo y nos cogía la hora de la siesta. —Charloteaba sin parar mientras se llevaban a cabo los preparativos.

No calló hasta que todo el mundo estuvo colocado y observando las auloras en la paz de la noche. Aun así, a Nime no le importaba romperla cada dos por tres con comentarios aleatorios sobre el fenómeno del cielo.

Pero aquellas luces también estaban teniendo un efecto hipnótico en ella. Seguirlas con la mirada era tranquilizador, y la niña no tardó en sentirse adormilada, y tranquila. Una parte de ella sabía que no debía relajarse demasiado. ¿Y si se les posaba encima uno de los roedores en llamas y les prendía las mantas? Pero, por otro lado, la presencia de los demás era tranquilizadora. Aunque empezase a aprender que ir en grupo no significaba que estuviese a salvo, seguían estando en el torreón.

La respuesta de Adru y Guille dejaron a Eitne contento, pensativo. Mientras el resto subía y bajaba para llevar los colchones, las mantas o las almohadas, él se recostó contra una almena y miró en silencio las luces a lo alto. ¿Brillarían así ellos cuando saliera la luna? ¿Cuánto tardaría en apagarse? Una vez estuvo todo colocado, se tumbó entre sus compañeros y se colocó bocarriba, incapaz de separar los ojos del cielo, fascinado.

Le costó seguir las conversaciones porque las luces no dejaban de moverse y él no quería perderse ni un requiebro que hicieran. Sin embargo, conforme pasó el tiempo, las voces fueron callando y sus amigos caían ante el sueño. Pocos silencios fueron tan bonitos en la ciudad como lo fue el que quedó esa noche, antes de que las propias luces decidieran acostarse.

—Qué pena —le dijo a Milo, el único que aún no se había dormido—. ¿Crees que la aurora volverá mañana?

Le embargó un sentimiento de tristeza repentino y se dijo a sí mismo que lo mejor sería dormirse. No quería pensar que algo tan bonito no volviera a aparecer, porque le daba pie a interpretar que las cosas bonitas no duraban en Rocavarancolia. Se tumbó de lado, se arropó bien arropado y abrazó la almohada, dejando que pasaran los minutos.

Como siempre que intentaba dormir callado, el sueño no vino, y Eitne acabó hablándose en susurros hasta que entró en estado de duermevela. El daeliciano habló lento, le puso voz a cada pensamiento nocturno que tuvo y cayó rendido a sus propias palabras:

—Tienes que dormirte, Eitne, o mañana te costará despertarte y te quedarás solo en la azotea y podría venir un pájaro y comerte. La aurora va a volver. Tal vez llegue antes y aparezca en el atardecer. Va a ser muy bonito, como nosotros cuando nos salgan las alas y los cuernos y brillemos... Cuando te vea, la yaya se va a poner muy contentaAaAAAA... —El primer bostezo—. Y le presentarás a tus amigos y les hará sopita y pasteles, y tus peluches conocerán a lechuga y dormireis en el bosque durante las fiestaAAAaAs —El segundo y último bostezo—. Ojalá Drusar estuviera aquí y hubiera visto la luz. Seguro que le recordaba a las de su desierto... Sí, le habría encantado...Y a Ain y a Drake... ¿Incluso a Hyun? Sí, tal vez... Cuando estemos en casa cantaremos también por ellos...

A partir de ahí, roncó levemente.

—Yo nunca he dormido así... —respondió a la respuesta de Nime con voz somnolienta y dando paso a un sonoro bostezo—. Aunque sí que dormí muchas veces la siesta en... —otro bostezo—. Las ramas de un árbol...
Adru no llegó a escuchar a Eitne murmurando para sí mismo, porque aunque quería mantenerse despierta un rato más para poder seguir viendo las auroras boreales el sueño pudo con ella. Se levantaba cada vez más temprano y llevaba muchas horas despierta, y aquel era el primer día en bastante tiempo que se sentia verdaderamente bien.

Las auroras no volvieron a aparecer, pero cada vez el clima de Rocavarancolia era más varíado y eso ayudaba a romper la monotonía. Aquella mañana, la edeel fue la primera en levantarse, como siempre, y llevaba unos minutos en el patio practicando con el arco cuando su estómago comenzó a rugir. Se dijo que no pasaría nada si comía un poco de pan y fruta aunque fuese tan temprano y se dirigió a la cocina.

El desayuno quedó olvidado instantáneamente, no obstante y dejó caer el arco sobresaltada al ver una figura flotante. La reconoció pronto, no obstante, y corrió hacia ella.
—¿Erevelin?
La aprendiz de sacerdotisa se dirigía hacia las escaleras e ignoró por completo su llamada. Adru apretó el paso y estiró su brazo para tratar de tirar del de ella... Y lo atravesó.
>>¿¡Qué!? ¡Erevelin! ¿Por qué no te puedo tocar? ¡Despierta! ¡Tus compañeros estarán preocupados por ti otra vez!
Incapaz de hacer nada, siguió a la otra edeel flotante en su ascenso hasta las escalera. Seguramente medio torreón ya se habría despertado con las voces que había dado tratando de hablar con Erevelin, pero esprintaría en dirección al cuarto para avisar de aquella saegunda visita inesperada, ya que la sendaria se estaba tomando su tiempo para llegar.

Intento por todas sus fuerzas quedarse despierto para ver la aurora todo lo posible. Participaba en las conversaciones, escuchó atentamente cuando Nime comenzó la ronda de anécdotas, y guille no quiso quedarse atrás y se puso a contar todas las historias que se le pasaron por la cabeza, hasta que, en medio de uno de su turno de contar una tontería, ya gran parte se habían acostado, no pudo aguantarse más y se durmió.
Guille recordó ese día como uno de sus favoritos, había descubierto que Rox era Mulan, que la luna roja les trasformaría en “Monstruos buenos con poderes y todo” y habían visto las voces del viento.



Esa mañana su sueño fue interrumpido por las voces de la capitana, Guille se levanto de un brinco, y pensó con miedo si habría dejado algo tirado o si no había recogido su plato. Se quitó la sabana que le molestaba, cogio a su cuco y el nuevo integrante de grupo, el oso hormiguero, que apracecio en su cama la noche de la aurora, y con uno en cada mano, salto de la cama y se dirigió a la cocina.

-Adelante grumete hormiguero junto al oficial cuco nos enfrentaremos a la terrible capitana, Adru Pocahontas - decia mientras bajaba las escaleras con las figuritas haciendo como si volaran.

Justamente ahí se encontró con la invitada que cruzaba con aire fantasmagórico y atravesando todo sin ningún problema, mientras se dirigía hacia arriba.

- ARGGGG UN FANTASMAAAA!- grito de nuevo Guillermo entre la sorpresa, el miedo y la ilusión- UN FANTASMAA!

—Yo también, pero con mis amigos. Sobre todo en verano. Nos quedábamos toda la noche en la playa. —sonrió, respondiendo a Nime—. O cuando había festivales de música, nos íbamos a la zona de acampada, pero nadie dormía. Y cuando era pequeña los invitaba al jardín de mi casa y hacíamos como si estuviéramos en medio del bosque...
Una punzada de nostalgia le achicó el corazón y no se quitó el sentimiento en toda la noche. No era una sensación completamente desagradable, y aunque nada podría reemplazar su antigua vida, Rox no se dejó llevar por la pena y disfrutó junto a los demás. Tardó en dormirse, puesto que según más cosas contaban, más despierta se sentía. Aún así, no aguantó para ver el amanecer. No solía moverse mucho al dormir, mas debió caer tan redonda esa noche que despertó con media pierna sobre Milo y, además, babeando.

Los siguientes días fueron igual de leves que ese. La coreana aún tenía que acostumbrarse a su nueva libertad delante de sus compañeros. Detalles como tratarse a sí misma en femenino o usar un tono de voz menos grave y forzado se le seguían pasando por alto.


Esa mañana Rox despertó con el corazón en un puño, alarmada por los gritos. Se incorporó tan deprisa en la cama que la bajada de tensión le impidió levantarse o procesar las voces durante unos segundos, obligándola a sujetarse al colchón aunque la urgencia la instase a lo contrario. Mientras recuperaba la visión, su cerebro bullía por la angustia de haber entendido perfectamente el último alarido de Guille: "fantasma".
De todas las cosas que veía en peliculas de terror, la australiana aguantaba perfectamente la mayoría: zombies, payasos, criaturas grotescas, niñas exorcizadas, muñecos malvados... pero si habia algo que la aterrorizaba casi tanto como los tiburones gigantes, esas eran las apariciones. Si para colmo se añade que en esa ciudad las películas de terror no son ficción, los previos sucedos con el Huésped y las llamadas a la puerta, tienes como resultado a una australiana paranóica para toda la semana. No hacía falta estar muy cerca suya para ver lo blanca que se le había puesto la cara.
Con una velocidad pasmosa para alguien que acababa de despertar con un mareo, Rox cogió su almohada y salió de la cama de un brinco. Cuando Adru entró a toda prisa, casi se la lanza a la cabeza como reacción inmediata, y no bajó el brazo hasta que le quedó claro que era ella.

—¡¿Qué pasa?! —preguntó con urgencia—. ¿Qué fantasma?

Guille y Rox no tardaron en responder. Adru comenzó a gesticular exageradamente cuando vio a la coreana alarmada por los gritos del niño.
—¡No, no, no! No hay ningún fantasma. Es Erevelin.
Salió del cuarto, en busca del pequeño humano.
>>Es Erevelin, Guille, ¿es que ya no te acuerdas? —Le dijo señalando a la sinhadre flotante—. Entró volando igual que la otra vez... Aunque por algún motivo ahora no se le puede tocar.
Como demostración, volvió a intentar sujetar a la aprendiz de sacerdotisa por el brazo, pero lo atravesó limpiamente como si no existiera.

Las luces en el cielo sirvieron como una suerte de buen augurio y los días siguientes fueron tranquilos, incluso agradables, a pesar de que de vez en cuando Eitne recordaba lo que les pasaría con la Luna. Como hizo ese mismo día, seguía convenciéndose a sí mismo de que los cambios podían ser bonitos, tal vez cambiaría de colores o le crecería el pelo o se le pintarían las uñas con dibujos.

El buen ambiente se le contagió y el pequeño daeliciano abandonó bajo el tresillo el pedazo de madera al que le había intentado dar la forma de su pie perdido. Cuando se acordaba no le apetecía (empezaba a entenderse con las muletas) o no podía hacer nada, porque estaban sus compañeros y le daba vergüenza. Tal vez sería buena idea tirarlo al foso durante alguna noche.

---

La voz de Adru y los gritos de Guille lo despertaron. Eitne seguía afincado en la planta baja, con su cama flotando en el centro del salón como una isla de sábanas, colchón viejo y somier desgastado. El niño pegó un brinco en el sitio y se arrodilló sobre la almohada, para asomar la cabeza sobre el cabecero. Los gritos venían de las escaleras

Se incorporó con torpeza mañanera, agarró sus muletas y se acercó a los primeros escalones. Por suerte, igual que oyó los gritos, oyó las explicaciones.

—¡Hala! ¡Yo quiero conocer a Erevelin!

Y comenzó a subir los escalones con la misma torpeza con la que se había levantado de la cama, pero también con mucha ilusión. ¡Niños vivos!

Nime no tardó demasiado en caer rendida mientras hablaban, reconfortada por la cercanía a los demás, aunque como era lo habitual, no consiguió dormir bien ni del tirón. Durante la charla incluso olvidó la conversación que habían tenido por la mañana, más o menos, y eso la ayudó a que, en los siguientes días, empezase a acostumbrarse al hecho de que Rox no podía ser lo que ella esperaba que fuese. Aunque continuase sin entenderlo.

Los días pasaron mientras la niña evitaba pensar también en lo que les había contado Zob, hasta llegar a aquella mañana en que el revuelo la sacó de la cama. Descalza y sin apenas ropa encima se asomó por el hueco de las escaleras.
—¿Pero q…? —llegó a decir antes de que ver a la extraña le cerrase la boca. Una chica de pelo azul muy largo subía por las escaleras como si nada. La niña entonces entendió por qué se había mencionado un nombre que le sonaba pero no recordaba de qué: era la misma intrusa de la última vez. Pensó que eso no podía ser malo, porque aquel grupo era amigo, y a lo mejor sabían algo de Hyun. Con ellos no podía estar o habrían vuelto a traerlo hace tiempo, pero a lo mejor habían visto algo el día de su visita anterior.



La sinhadre tardó en reaccionar, pero al escuchar las voces a su alrededor comenzó a hablar casi en susurros.
—No lo entienden. Por mucho que suba no hay ningún fantasma. Pero cuando están en sueños…
Una voz potente interrumpió a cualquiera que intentase escuchar. Por la tronera más cercana había entrado un grito.
—¿Erevelin? ¡Sabemos que estás ahí! —Se trataba de Granta. Si alguien se asomaba, podría verle en la calle con gesto impaciente.
—Chicos, ¿nos oís? ¿Está Ere ahí?
El segundo grito era de Noah. Allá abajo solo había tres personas, y parecían sin aliento. El tercero era Miguel.

—Pues… —permaneció dubitativa unos instantes, buscando en su memoria la respuesta a la pregunta de Zobriel—. La metimos en la cama porque seguía dormida, y cuando llegaron Ellie y los demás la despertaron. Pero ahora no creo que podamos meterla en la cama… —En contraste con el rechazo del nublino hacia el hecho de atravesar el cuerpo intangible de la otra edeel, Adru volvió atravesar un brazo de su congénere para enfatizar por quincuagésima vez aquel fascinante hecho.
>>Bueno, aquí la tienes. —Le dijo a Eitne señalando a la aprendiz de sacerdotisa flotante que volví a murmurar incoherencias igual que la otra vez—. Aunque si no despierta es un poco difícil conversar con ella…

Las voces que venían de fuera hicieron que la edeel corriese hacia la ventana más cercana para asomarse. Desde aquella habitación no podía ver el portón del torreón, pero pudo oír con más claridad los gritos.
—¡Son ellos! Los compañeros de Erevelin. O eso creo, no he oído la voz de Ellie o de Lulú —Adru no recordaba más nombres, ni siquiera podía acordarse realmente de cómo sonaban sus voces, pero sabía que no era ninguna de las que había escuchado—. Pero preguntan por ella. ¡Voy a abrir!
La edeel, sin perder un instante, bajó corriendo las escaleras librándose de un tropiezo fatal por poco e, igualmente de forma torpe y deslavazada, llegó hasta el mecanismo del puente para bajarlo.

—Yo hace mucho que no veo a mis hermanas pequeñas —murmuró en respuesta a la pregunta de Nime, sin muchas ganas de tener que dar explicaciones al respecto. Las luces en el cielo tenían atrapados a todos, sin embargo, y sus palabras pasaron desapercibidas entre las historias que empezarón a circular entre los letarguinos. Milo guardó silencio la mayor parte de la noche, pero asintió a las palabras del daeliciano cuando solo quedaban ambos despiertos.
—Una pena, si —coincidió, sin saber que responder a su pregunta—. La verdad es que no lo se, pero seguro que seguiremos viendo cosas extraordinarias Eitne. —aseguró, dedicándole una sonrisa antes de que el pequeño se arrebujara entre las mantas.

Aquella noche Milo no durmió en absoluto y vio el amanecer recostado entre el revoltijo que eran sus compañeros, pero cuando Guille dijo que se había encontrado otra figurita entre sus sábanas el irrense no supo decir de donde había salido. El misterio le quitó las ganas de tomar el pelo a Rox por su manera de dormir, pero con el paso de los días dejó de darle demasiada importancia. De vez en cuando pensaba en la llegada de la Luna y en lo que esto les depararía, pero intentaba centrarse en el momento presente cuando eso ocurría. Lo importante era sobrevivir, no tenía sentido preocuparse por algo que no podían controlar estando en la situación en la que estaban.


La mañana de la inesperada visita el norteño también había madrugado, como Adru, pero se había levantado mas tarde que la sinhadre y había subido a la última planta a entrenar con el muñeco de prácticas. No llevaba mucho tiempo allí arriba cuando le llegaron las voces de la edeel por las escaleras, por lo que se apresuró a bajar para reunirse con los demás. Solo había visto a la aprendiz de sacerdotisa una vez y durante un instante fugaz, pero recordaba su cara, y verla flotando dormida era bastante inquietante.
—Buenos días. —saludó el irrense a los demás, incapaz de apartar la mirada de la peliazul. Lo que la muchacha murmuraba no tenía sentido para él, pero prestó atención por si decía algo que indicara que hacía allí.

Desde el exterior los gritos de los sendarios anunciaron nuevas visitas y Adru se apresuró a abrirles. El hacker la siguió instantes después, no sin antes chasquear los dedos frente al rostro de Erevelin por si obtenía algún resultado, y tras recibir a los compañeros de la sinhadre junto a la capitana les indicaron donde podían encontrarla.
—Esta escaleras arriba. —dijo, dejando que fuera la edeel  la que diera mas detalles al respecto.

Al mirarla fijamente se dio cuenta que no era un fantasma, era Erevelin la chica que apareció dormida en el torreón hace ya un tiempo.
"Pues le han gustado mucho nuestras camas, tampoco son tan comodas la verdad" pensaba mientras la miraba fijamente, escuchando lo que decia, mientras se empezaron a escuchar voces Guillermo se quedo alado de su invitada. Guardando sus figuritas en sus bolsillos.

-Hey- dijo mientras levantaba el brazo para que le chocase el puño a modo de saludo, aunque solo serviria para quedarse un rato con el puño en alto y bajarlo mas tarde despues de un silencio incómodo.

- ¿Que pasa cuando estan soñando? No te he podido escuchar- y se acerco más a Erevelin.

Eitne acabó de subir las escaleras mientras respondía a Adru.

—¡Qué bien! Ho... —Su gozo en un pozo—. Oh, jo. Ojalá despierte...

La miró con los ojos muy abiertos y expresión curiosa y acabó imitando a otros, intentando tocarla. Le hacía mucha gracia ver cómo su mano la traspasaba y la niña se le escurría en el aire. A Eitne le encantaría tener sus hechizos para desplazarse por el torreón sin miedo a caerse.

Cuando oyeron los gritos, Eitne se llevó un pequeño susto, pero se repuso rápido y esperó pacientemente a que los compañeros de la niña flotante subieran. Una vez allí, los examinó a todos de arriba abajo y arrugó un poco el gesto. Le habían dicho que había una criatura diminuta y otra peluda y mala y, ¡sobre todo!, un daeliciano como él; pero los que entraron eran... muy como los otros.

—¡Hola, soy Eitne! —los saludó con efusividad, aun a pesar de todo—. ¿Y vuestro daeliciano? ¿No viene? ¿Está bien?

No pudo evitar mirarse la pierna. ¿Y si a su congénere le había pasado algo igual o peor?

Fue Noah quien respondió a Eitne mientras Granta se ponía en marcha con Miguel siguiéndolo.
—Aldhias no ha podido venir. Esto nos cogió por sorpresa, la mayoría ni se enteraron de que nos fuimos del torreón persiguiendo a Erevelin.

La sinhadre tampoco había ignorado a Guille, sin embargo parecía haber perdido el hilo de lo que intentaba decir antes de haber sido interrumpida.
—Cuando están soñando… cuando duermes nunca estás solo. Todos sueñan, todos caen. Todos sangran.

Diciendo aquello fue como se la encontró Granta al subir las escaleras.
—¡¿Ya estás otra vez?! ¡Despierta de una maldita vez, loca!
—Nos os acerquéis a ella, podría ser peligroso —añadió Miguel. Se notaba que seguía intangible, así era como huía de su torreón y se colaba en otros.

Los gritos de Granta lograron que Erevelin volviese a poner los pies en la tierra, real y figuradamente. La joven miró al asreniano y a Miguel apenas un instante antes de dirigir la vista al suelo, sin decir ni una palabra. Granta la agarró por el antebrazo y tiró de ella para llevársela escaleras abajo.
—No es… es que cada vez lo hace más a menudo. Se pone en peligro, y nos pone en peligro también a los demás. —Miguel trataba de justificar la situación mientras seguía a sus compañeros escaleras abajo. Había varios letarguinos congregados en estas, y los de abajo también podrían escucharle.
—Sentimos todo esto —añadió Noah al verlos volver. A Erevelin ni siquiera la miró, aunque ella seguía sin levantar la vista del suelo—. No os molestaremos más, no son horas.

Granta no se detuvo, simplemente continuó hacia la puerta sin dejar de tirar de Erevelin, a pesar de que esta no se resistía.



Nime, que seguía en la escalera, se quedó boquiabierta con la irrupción del asreniano. Más que con las palabras extrañas de la chica. Para la libense simplemente fue más chocante la forma de tratar a su compañera que tenía aquel chico que se parecía a Drusar. Solo en el exterior. Drusar era mucho mejor persona, y recordarle no ayudó a mejorar su humor en aquel momento.
—¡Eh, oye! ¡No seas bruto! —decía la niña mientras los seguía escaleras abajo—. ¡No le dejes hacer eso, Erevelin!
No la conocía de más que historias, pero de repente se sentía un poco más unida a aquella chica desconocida, aunque solo fuese para animarla a no dejarse dominar por una simple panda de chicos.