Torreón Maciel (Archivo VIII)
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Rocavarancolia Rol
Lumichen
LEC
alpeca
Léthe0
Leonart
Bellota
Alicia
Dal
Neith2
Aes
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20 participantes
- Reifon
Ficha de cosechado
Nombre: Nery´s
Especie: Frivy
Habilidades: Velocidad, agilidad, resistencia.Personajes :- Spoiler:
Armas :- Spoiler:
- Arcan Rel: Cuchillos de caza, espada de mano y media, hacha cazahombres.
- Dama Abrazos: Mandobles y manguales gigantes duales, balas cañon.
- Nery´s: Beyesha infinita. Esto que no sabe ni que es.
- Arcan Rel: Cuchillos de caza, espada de mano y media, hacha cazahombres.
Status : Cazador de la luna de sangre.
Humor : JAJAJAJAJA *se marcha riéndose*
Torreón Maciel (Archivo VIII)
15/02/16, 09:43 pm
Recuerdo del primer mensaje :
-Cuando los encontremos sabremos cuales de las opciones son la verdad. -Dijo encogiéndose de hombros. La única parte que esperaba que fuese así era la de otro suministro de agua.
-Te seguimos hermanito.
Y con sonrisa a Eriel se puso en camino con el resto mientras se terminaba su desayuno cuando Dafne le pidió un favorcillo. -Ah, sin problema, le hice bastantes a Bri y no es algo complicado, aunque te tendrás que conformar con algo sin muchos adornos me temo. -Le sonrió. -Cuando vuelva haremos uno cada uno de madera, a no ser que encuentre hueso por el camino o alguna forma de malear metal mejor que acercar mis manos a la hoguera. Nos vemos a la vuelta. -Se despidió.
Siguieron a su hermano un cacho y como este dijo acabaron encontrando casas en algo de mejor estado aunque ahí en medio no parecían mucho más seguras que las mazmorras. Des pues de ir mirando y hablando sobre algunas de ellas como posibles acabaron divisando algo apartado de las casas que parecía un mini fuerte. Se acercaron por curiosidad con cautela para ver que se trataba de un torreón azulado con una muralla y en medio de un foso.
-¿Es eso un nido de seres voladores hecho encima de un esqueleto de animal enorme en lo alto de la torre o me ha sentado mal el desayuno? -Se calló un momento mientras observaba la situación, aquel lugar le parecía sacado de las historias rocavarancolesas, no había ninguna construcción así en su mundo pero era lo más seguro que habían encontrado con bastante diferencia. -El puente esta bajado y parece que se puede cruzar... Diría por esas cuerdas que hay un sistema de poleas para elevarlo e impedir así el paso, si es así y aún funciona dudo que encontremos algo más seguro que esto. -Miró hacia las estirges. -No parece que quieran hacernos algo, pero cuidado con los bichos voladores. -Se dió cuenta de que podía haber ofendido a Sinceridad así que giró su cabeza hacia ella. -Sin ánimo de ofender. -No era la mejor manera del mundo de arreglar eso, pero era mejor que nada. -En fin, vamos allá, con precaución por favor. -Agudizó los sentidos y agarró su cuchillo. Esperaba no tener otra sorpresa como la de hace unos días, pero no se fiaba de su suerte.
-Cuando los encontremos sabremos cuales de las opciones son la verdad. -Dijo encogiéndose de hombros. La única parte que esperaba que fuese así era la de otro suministro de agua.
-Te seguimos hermanito.
Y con sonrisa a Eriel se puso en camino con el resto mientras se terminaba su desayuno cuando Dafne le pidió un favorcillo. -Ah, sin problema, le hice bastantes a Bri y no es algo complicado, aunque te tendrás que conformar con algo sin muchos adornos me temo. -Le sonrió. -Cuando vuelva haremos uno cada uno de madera, a no ser que encuentre hueso por el camino o alguna forma de malear metal mejor que acercar mis manos a la hoguera. Nos vemos a la vuelta. -Se despidió.
Siguieron a su hermano un cacho y como este dijo acabaron encontrando casas en algo de mejor estado aunque ahí en medio no parecían mucho más seguras que las mazmorras. Des pues de ir mirando y hablando sobre algunas de ellas como posibles acabaron divisando algo apartado de las casas que parecía un mini fuerte. Se acercaron por curiosidad con cautela para ver que se trataba de un torreón azulado con una muralla y en medio de un foso.
-¿Es eso un nido de seres voladores hecho encima de un esqueleto de animal enorme en lo alto de la torre o me ha sentado mal el desayuno? -Se calló un momento mientras observaba la situación, aquel lugar le parecía sacado de las historias rocavarancolesas, no había ninguna construcción así en su mundo pero era lo más seguro que habían encontrado con bastante diferencia. -El puente esta bajado y parece que se puede cruzar... Diría por esas cuerdas que hay un sistema de poleas para elevarlo e impedir así el paso, si es así y aún funciona dudo que encontremos algo más seguro que esto. -Miró hacia las estirges. -No parece que quieran hacernos algo, pero cuidado con los bichos voladores. -Se dió cuenta de que podía haber ofendido a Sinceridad así que giró su cabeza hacia ella. -Sin ánimo de ofender. -No era la mejor manera del mundo de arreglar eso, pero era mejor que nada. -En fin, vamos allá, con precaución por favor. -Agudizó los sentidos y agarró su cuchillo. Esperaba no tener otra sorpresa como la de hace unos días, pero no se fiaba de su suerte.
- Dal
Ficha de cosechado
Nombre: Alec (Alasdair)
Especie: Humano; Escocés.
Habilidades: Fuerza bruta, nociones de lucha y resistencia.
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
03/08/18, 11:53 am
Eriel aventuró con el resto cosas de sus posibles transformaciones. No sabía ni qué pensar para sí mismo, le atraía una aurora. Qué significaba aquello no tenía ni idea, no sabía cómo iba a cambiar. Quizá no cambiara en absoluto. Al menos físicamente.
Eriel comió como no había hecho en meses. Hubo gente que apenas tocó la comida pero no le molestó. Entendía que por nervios hubiese gente que no comiese, él era todo lo contrario, cuanto más nervioso más comía.
Eriel se forzó a sonreír a todo el mundo. Era la mejor forma de darles ánimos, de decir que no pasaría nada, de darse ánimos a sí mismo. Después de esa noche todo cambiaría, aunque el más joven de los nublinos esperaba que no cambiase nada, si acaso la relación que todos tenían con Barael.
El tiempo pasó, Eriel no sabría decir cómo pes se le hizo eterno. Cuando echó de menos a su hermano salió a por él y lo llevó dentro. El gesto de su hermano le pareció muy tierno y le sonrió agradecido por aquello.
A falta de un minuto para la salida de la Luna, según Rad y Eriel se fiaba de la percepción de su amigo, salió al patio acompañado por su hermano para observar la salida.
Por la expresión del carabés el nublino fue prediciendo lo que quedaba en segundos. El sol se ocultó, la ciudad se oscureció y a lo lejos se oyó un relámpago.
La Luna Roja se alzó, apenas un trozo visible en el horizonte. Más hermosa de lo que Eriel jamás imaginó, mucho más que cualquier dibujo o grabado suyo. Era casi hipnótica, como si demandase atención de todo el mundo, y lo consiguiese.
El nublino miró a Rad y se fijó en algo que le aparecía en la cara. También otra cosa en el brazo. Se acercó y de pronto notó que le costaba ligeramente moverse, como si tuviese los músculos agarrotados.
-Oye, Rad, no quiero alarmarte pero creo que te están saliendo lunares por la piel - le dijo.- Mírate al agua a ver si no es cos... ¡AH! - Eriel sintió dos tirones muy dolorosos en la espalda y que algo le bajaba por ella. Metió una mano y tocó lo que le corría espalda abajo. Sacó la mano llena de sangre.
Rápidamente se quitó la camiseta, notaba los músculos raros. También sintió una sensación de agobio que nunca había experimentado.
-¿Qué rayos tengo en la espalda? - preguntó, no seguía doliendo pero escocía horrores. A su lado oyó a su hermano soltar un improperio y luego gritar de dolor. Cuando Eriel lo miró vio como se sujetaba el muñón. Más allá, junto a la puerta, Hyun estaba tirado en el suelo.
Aquello era la Luna, esa era su transformación y todos iban a pasar por ella quisieran o no.
Eriel comió como no había hecho en meses. Hubo gente que apenas tocó la comida pero no le molestó. Entendía que por nervios hubiese gente que no comiese, él era todo lo contrario, cuanto más nervioso más comía.
Eriel se forzó a sonreír a todo el mundo. Era la mejor forma de darles ánimos, de decir que no pasaría nada, de darse ánimos a sí mismo. Después de esa noche todo cambiaría, aunque el más joven de los nublinos esperaba que no cambiase nada, si acaso la relación que todos tenían con Barael.
El tiempo pasó, Eriel no sabría decir cómo pes se le hizo eterno. Cuando echó de menos a su hermano salió a por él y lo llevó dentro. El gesto de su hermano le pareció muy tierno y le sonrió agradecido por aquello.
A falta de un minuto para la salida de la Luna, según Rad y Eriel se fiaba de la percepción de su amigo, salió al patio acompañado por su hermano para observar la salida.
Por la expresión del carabés el nublino fue prediciendo lo que quedaba en segundos. El sol se ocultó, la ciudad se oscureció y a lo lejos se oyó un relámpago.
La Luna Roja se alzó, apenas un trozo visible en el horizonte. Más hermosa de lo que Eriel jamás imaginó, mucho más que cualquier dibujo o grabado suyo. Era casi hipnótica, como si demandase atención de todo el mundo, y lo consiguiese.
El nublino miró a Rad y se fijó en algo que le aparecía en la cara. También otra cosa en el brazo. Se acercó y de pronto notó que le costaba ligeramente moverse, como si tuviese los músculos agarrotados.
-Oye, Rad, no quiero alarmarte pero creo que te están saliendo lunares por la piel - le dijo.- Mírate al agua a ver si no es cos... ¡AH! - Eriel sintió dos tirones muy dolorosos en la espalda y que algo le bajaba por ella. Metió una mano y tocó lo que le corría espalda abajo. Sacó la mano llena de sangre.
Rápidamente se quitó la camiseta, notaba los músculos raros. También sintió una sensación de agobio que nunca había experimentado.
-¿Qué rayos tengo en la espalda? - preguntó, no seguía doliendo pero escocía horrores. A su lado oyó a su hermano soltar un improperio y luego gritar de dolor. Cuando Eriel lo miró vio como se sujetaba el muñón. Más allá, junto a la puerta, Hyun estaba tirado en el suelo.
Aquello era la Luna, esa era su transformación y todos iban a pasar por ella quisieran o no.
- Aes
Ficha de cosechado
Nombre: Aniol
Especie: Humano
Habilidades: habilidad manual, automotivación, olfato fino.
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
03/08/18, 03:35 pm
Tayron no tuvo mucho más que contestar a Rad, de hecho, no habló demasiado en el tiempo de espera. Era interminable la sensación de que lo que habían estado esperando tanto tiempo iba a llegar por fin. El “para qué”. No se sentía especial, sino desafortunado. Aunque al menos, entre sus amigos. Un grupo de desafortunados que habían tomado una decisión errónea.
Esperó y esperó hasta que Barael alzó la voz y lo miró con ojos empañados cuando descubrió en su mano una figura de Dafne. Su cara volvió a ser una mueca de dolor, pero esta vez estaba en el mundo real, lejos de su burbuja. Acercó la mano hacia la estatuilla, no le hacía falta para recordar quién quería ser pero necesitaba cualquier cosa que recordara a Dafne. La deslizó por sus dedos.
-Gracias- le habló directamente al nublino, conteniendo las ganas de marcharse solo a las mazmorras- gracias, Barael -era todo lo que podía decir.
El momento fue brutal, se hallaba sentado es las escaleras que precedían la planta baja cuando oyó un murmullo y supo lo que era al instante. Porque a penas hacía siete minutos le había preguntado al carabés cúanto quedaba, y aunque sin don, él también contó los últimos segundos en su cabeza. Como esperando unos fuegos artificiales, que la tierra se partiera en dos o que unas naves gigantes de otros mundos salvadores descendieran del cielo y aullaran “Se ha acabado, niños.” “Despertad”
Y lo haría en su cama, en su pueblo de bélgica, como antes.
Pero el sonido de un peso muerto y varios gritos y voces de alarma lo sacaron de su realidad paralela. El humano se levantó con rapidez agrupándose con sus compañeros. Cuando vio el cuerpo de Hyun echó a correr, alarmado.
-¡Tíos!- llegó hasta a él derrapando con la rodilla en el suelo, como hacía un mes lo hizo con la noruega. No podía repetirse, la escena no podía volver a ocurrir. Las lágrimas acudieron a él antes que cualquier otra cosa de nuevo. Estaba condenado a perder- ¡Hyun! Por favor, despierta- seguía llamando a voces al resto de sus amigos, no podía perder al coreano ahora, la ciudad terminaría por llevárselo a él para siempre entonces. Le dio algunas palmadas en la cara, pero no reaccionaba. ¿Qué le estaba pasando?. La luz fúnebre y roja de la luna parecía enfocarlos, Tay apenas la había mirado un segundo. Inmensa, sublime y dominante ante él. ¿Qué terminaría pasándole a él?- por favor... ¡eh, eh, Hyun!- en su mente las culpables eran las lágrimas. Pero ya llevaba un rato rascándose los ojos y a penas fue consciente de que ya estaba ocurriendo, cuando un dolor en la rabadilla le sorprendió.
Esperó y esperó hasta que Barael alzó la voz y lo miró con ojos empañados cuando descubrió en su mano una figura de Dafne. Su cara volvió a ser una mueca de dolor, pero esta vez estaba en el mundo real, lejos de su burbuja. Acercó la mano hacia la estatuilla, no le hacía falta para recordar quién quería ser pero necesitaba cualquier cosa que recordara a Dafne. La deslizó por sus dedos.
-Gracias- le habló directamente al nublino, conteniendo las ganas de marcharse solo a las mazmorras- gracias, Barael -era todo lo que podía decir.
El momento fue brutal, se hallaba sentado es las escaleras que precedían la planta baja cuando oyó un murmullo y supo lo que era al instante. Porque a penas hacía siete minutos le había preguntado al carabés cúanto quedaba, y aunque sin don, él también contó los últimos segundos en su cabeza. Como esperando unos fuegos artificiales, que la tierra se partiera en dos o que unas naves gigantes de otros mundos salvadores descendieran del cielo y aullaran “Se ha acabado, niños.” “Despertad”
Y lo haría en su cama, en su pueblo de bélgica, como antes.
Pero el sonido de un peso muerto y varios gritos y voces de alarma lo sacaron de su realidad paralela. El humano se levantó con rapidez agrupándose con sus compañeros. Cuando vio el cuerpo de Hyun echó a correr, alarmado.
-¡Tíos!- llegó hasta a él derrapando con la rodilla en el suelo, como hacía un mes lo hizo con la noruega. No podía repetirse, la escena no podía volver a ocurrir. Las lágrimas acudieron a él antes que cualquier otra cosa de nuevo. Estaba condenado a perder- ¡Hyun! Por favor, despierta- seguía llamando a voces al resto de sus amigos, no podía perder al coreano ahora, la ciudad terminaría por llevárselo a él para siempre entonces. Le dio algunas palmadas en la cara, pero no reaccionaba. ¿Qué le estaba pasando?. La luz fúnebre y roja de la luna parecía enfocarlos, Tay apenas la había mirado un segundo. Inmensa, sublime y dominante ante él. ¿Qué terminaría pasándole a él?- por favor... ¡eh, eh, Hyun!- en su mente las culpables eran las lágrimas. Pero ya llevaba un rato rascándose los ojos y a penas fue consciente de que ya estaba ocurriendo, cuando un dolor en la rabadilla le sorprendió.
- Reifon
Ficha de cosechado
Nombre: Nery´s
Especie: Frivy
Habilidades: Velocidad, agilidad, resistencia.
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
03/08/18, 04:01 pm
No le dió ninguna estatua a nadie en particular, aunque sabía quién cogería o rechazaría la de Dafne inmediatamente, el nublino solo asintió mientras volvía a su apatía normal, esta vez con un claro nerviosismo que acabó por impedirle detallar nada más.
Siguió a su hermano afuera, que menos que ver la Luna al fin con él después de tantas cosas. Al menos eso se lo habían ganado, pasase lo que pasase, habían sobrevivido y se convertirían en dioses.
El momento estuvo claro pues la cara de Rad fue un poema del acercamiento, pero aunque sabía que iban a cambiar nada había preparado al nublino para aquello. Todo fue rápido, la luz roja bañándolos, el primer resquicio de la Luna, hermosa, superior e imponente sobre el cielo alzándose como el ente de poder que era y en un instante... Oyó detrás de si el caer de un cuerpo y se giró un segundo para comprobar a Hyun tirado en el suelo y a Tay yendo a por él. Volvió a girararse preocupado y nervioso solo para encontrarse la camiseta de su hermano empezando a sangrar por la espalda.
-Eri... -Quiso comenzar, pero su propio cuerpo no se lo permitió. -¡MIERDA, ¿QUE?! -Su muñón empezó a arder y a chillar de dolor y Barael con ello mientras lo agarraba, solo podía compararlo a otra vez Tuétano reventándolo con su pie mientras el añillo lo curaba. Apretó los dientes y empezó a emitir una mezcla entre gritos y gruñidos humanos mientras luchaba por respirar y por mantenerse de pie, pero pronto la mandíbula se unió a aquella fiesta macabra y alguna zona en su cadera debió gustarle y decidió sumarse también.
Barael se tiró al suelo sin poder articular palabras coherentes ni ver nada. Lo único que veía, sentía, y pensaba, era dolor. Apenas podía siquiera respirar entre grito y grito.
Siguió a su hermano afuera, que menos que ver la Luna al fin con él después de tantas cosas. Al menos eso se lo habían ganado, pasase lo que pasase, habían sobrevivido y se convertirían en dioses.
El momento estuvo claro pues la cara de Rad fue un poema del acercamiento, pero aunque sabía que iban a cambiar nada había preparado al nublino para aquello. Todo fue rápido, la luz roja bañándolos, el primer resquicio de la Luna, hermosa, superior e imponente sobre el cielo alzándose como el ente de poder que era y en un instante... Oyó detrás de si el caer de un cuerpo y se giró un segundo para comprobar a Hyun tirado en el suelo y a Tay yendo a por él. Volvió a girararse preocupado y nervioso solo para encontrarse la camiseta de su hermano empezando a sangrar por la espalda.
-Eri... -Quiso comenzar, pero su propio cuerpo no se lo permitió. -¡MIERDA, ¿QUE?! -Su muñón empezó a arder y a chillar de dolor y Barael con ello mientras lo agarraba, solo podía compararlo a otra vez Tuétano reventándolo con su pie mientras el añillo lo curaba. Apretó los dientes y empezó a emitir una mezcla entre gritos y gruñidos humanos mientras luchaba por respirar y por mantenerse de pie, pero pronto la mandíbula se unió a aquella fiesta macabra y alguna zona en su cadera debió gustarle y decidió sumarse también.
Barael se tiró al suelo sin poder articular palabras coherentes ni ver nada. Lo único que veía, sentía, y pensaba, era dolor. Apenas podía siquiera respirar entre grito y grito.
- Zarket
Ficha de cosechado
Nombre: Rádar
Especie: Carabés
Habilidades: Resistencia, velocidad natatoria, nociones de lucha
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
03/08/18, 04:43 pm
La luz sanguina se colaba por la puerta, aunque el peso sobre su conciencia era una prueba mejor que cualquiera visual. Rádar no miró más allá, no quería y no podía observar el astro que iba a cambiar sus vidas para siempre, no con la presencia perenne que había ocupado en su mente. Todavía necesitaba, al menos, unos minutos antes de enfrentarse a aquello.
La voz de Eriel lo sacó de su ensimismamiento. El tipo E intentó sobreponerse al ahogo que le provocaba aquella luna para comprender y decir algo ante las palabras del nublino. Un vistazo a su mano izquierda confirmó que, de hecho, habia dos lunares nuevos en su piel. Uno de un rojo intenso, otro de un azul casi tan claro como el blanco.
—¿Esto es?
Su murmullo fue bajo y extraño. Rad sentía cierto sentimiento anticlimático, aunque no podía dejar de sentir que aquellas pecas no eran todo. Aquello se mezclaba con alivio, pero también con frustración. No podía ser que el "premio" a todo aquello que había pasado fueran unas simples manchas en la piel, no era justo. Resultaba casi ridículo que el miedo a perderse a él mismo desembocara en... aquello.
Los gritos acabaron con una línea que podría haber acabado en la mezcla de alegría, ira e histeria. A su alrededor sus compañeros sufrían dolores y heridas, que no provocaron sino alivio en el tipo E. Contempló horrorizado las heridas de Eriel, dando medio paso atrás, solo para escuchar las palabras de Tay. Su mente quedaba inundada por la Luna Roja y tantas emociones que resultaba imposible describirlas o, tan solo, deshacer el nudo que habían formado.
Contemplar a Hyun le provocó un terror abisal en sus entrañas, un terror que le hacía recordar las palabras del humano aquella misma mañana. A su alrededor los gritos de agonía seguían, incluso aumentaban. Rádar sacudió la cabeza, sobrepasado, ahogado y enterrado por el caos, por las circunstancias, por el astro que gobernaba en los cielos.
«Tengo que limpiarles la sangre» decidió, sabiendo que no podía curarlos y que no tenían anestesia alguna. Apenas lo único que podía hacer era intentar mantenerlos a salvo y lo menos sufrientes posible.
Sabiendo aquello decidió colgarse la vaina de su espada al cinturón, como cada vez que salía, y luego salir fuera. Se paró un momento ante Tay, quien seguía con Hyun, y lo tomó del hombro.
—¡Tienes que meterlo adentro —era una petición urgente, más que una orden, aunque intentó que se le entendiera claramente entre el ruido de la tormenta y los gritos de dentro—. ¡No estáis seguro aquí fuera, Tay, y menos con esta tormenta! ¡Mételo en el torreón! —Tayron era el único que parecía un poco menos sufriente, por lo que Rad confiaba en que pudiera hacerlo.
En su salida al patio, donde pronto acabó empapado, no dejó de mirar al suelo, intentando mantenerse ajeno a la Luna Roja. La había visto de reojo, y aquello había sido suficiente para ahogarlo con su belleza, pero por esa misma razón se negaba a mirarla directamente. Rádar temía olvidar lo que debía hacer si la observaba.
Caminaba encorvado hacia el pozo, luchando contra el viento y la tormenta. El clima parecía haber enloquecido más allá de toda medida, como si solo aquella fuerza fuera digna de recibir a la Luna Roja. A medio camino el suelo volvió a temblar, un temblor mucho más notable que cualquiera que hubieran vivido aquel día y los anteriores. Rádar acabó cayendo por fin al suelo, sintiendo que se mordía la lengua y escupía sangre, pero aquello no lo detuvo. Se levantó, llegó al pozo y empezo a subir agua por el cubo.
«Aunque lo más probable es que el cubo acabe lleno del agua de la lluvia, no del agua del pozo» pensó, con cierta ironía.
La voz de Eriel lo sacó de su ensimismamiento. El tipo E intentó sobreponerse al ahogo que le provocaba aquella luna para comprender y decir algo ante las palabras del nublino. Un vistazo a su mano izquierda confirmó que, de hecho, habia dos lunares nuevos en su piel. Uno de un rojo intenso, otro de un azul casi tan claro como el blanco.
—¿Esto es?
Su murmullo fue bajo y extraño. Rad sentía cierto sentimiento anticlimático, aunque no podía dejar de sentir que aquellas pecas no eran todo. Aquello se mezclaba con alivio, pero también con frustración. No podía ser que el "premio" a todo aquello que había pasado fueran unas simples manchas en la piel, no era justo. Resultaba casi ridículo que el miedo a perderse a él mismo desembocara en... aquello.
Los gritos acabaron con una línea que podría haber acabado en la mezcla de alegría, ira e histeria. A su alrededor sus compañeros sufrían dolores y heridas, que no provocaron sino alivio en el tipo E. Contempló horrorizado las heridas de Eriel, dando medio paso atrás, solo para escuchar las palabras de Tay. Su mente quedaba inundada por la Luna Roja y tantas emociones que resultaba imposible describirlas o, tan solo, deshacer el nudo que habían formado.
Contemplar a Hyun le provocó un terror abisal en sus entrañas, un terror que le hacía recordar las palabras del humano aquella misma mañana. A su alrededor los gritos de agonía seguían, incluso aumentaban. Rádar sacudió la cabeza, sobrepasado, ahogado y enterrado por el caos, por las circunstancias, por el astro que gobernaba en los cielos.
«Tengo que limpiarles la sangre» decidió, sabiendo que no podía curarlos y que no tenían anestesia alguna. Apenas lo único que podía hacer era intentar mantenerlos a salvo y lo menos sufrientes posible.
Sabiendo aquello decidió colgarse la vaina de su espada al cinturón, como cada vez que salía, y luego salir fuera. Se paró un momento ante Tay, quien seguía con Hyun, y lo tomó del hombro.
—¡Tienes que meterlo adentro —era una petición urgente, más que una orden, aunque intentó que se le entendiera claramente entre el ruido de la tormenta y los gritos de dentro—. ¡No estáis seguro aquí fuera, Tay, y menos con esta tormenta! ¡Mételo en el torreón! —Tayron era el único que parecía un poco menos sufriente, por lo que Rad confiaba en que pudiera hacerlo.
En su salida al patio, donde pronto acabó empapado, no dejó de mirar al suelo, intentando mantenerse ajeno a la Luna Roja. La había visto de reojo, y aquello había sido suficiente para ahogarlo con su belleza, pero por esa misma razón se negaba a mirarla directamente. Rádar temía olvidar lo que debía hacer si la observaba.
Caminaba encorvado hacia el pozo, luchando contra el viento y la tormenta. El clima parecía haber enloquecido más allá de toda medida, como si solo aquella fuerza fuera digna de recibir a la Luna Roja. A medio camino el suelo volvió a temblar, un temblor mucho más notable que cualquiera que hubieran vivido aquel día y los anteriores. Rádar acabó cayendo por fin al suelo, sintiendo que se mordía la lengua y escupía sangre, pero aquello no lo detuvo. Se levantó, llegó al pozo y empezo a subir agua por el cubo.
«Aunque lo más probable es que el cubo acabe lleno del agua de la lluvia, no del agua del pozo» pensó, con cierta ironía.
- GiniroryuGM
Ficha de cosechado
Nombre: Rägjynn
Especie: mjörní
Habilidades: memoria, buen oído y don de lenguas
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
03/08/18, 04:52 pm
Mientras Tayron aun estaba junto a Hyun, de pronto escuchó una voz.
—No os preocupéis: no está muerto.
El humano, y realmente cualquiera que se encontrase consciente y cerca, podría reconocer enseguida aquella voz. Pertenecía a alguien a quien conocían bien, aunque Tayron el que más, por supuesto.
La figura traslúcida de Dafne había llegado flotando por encima del muro en algún momento entre el caos.
—Hola... Estoy... Estoy de vuelta. Más o menos.
La chica parecía nerviosa, como si no supiera qué decir y desvió la mirada unos instantes. A fin de cuentas, ¿cuál era el protocolo para regresar tras morir y en forma de fantasma?
—No os preocupéis: no está muerto.
El humano, y realmente cualquiera que se encontrase consciente y cerca, podría reconocer enseguida aquella voz. Pertenecía a alguien a quien conocían bien, aunque Tayron el que más, por supuesto.
La figura traslúcida de Dafne había llegado flotando por encima del muro en algún momento entre el caos.
—Hola... Estoy... Estoy de vuelta. Más o menos.
La chica parecía nerviosa, como si no supiera qué decir y desvió la mirada unos instantes. A fin de cuentas, ¿cuál era el protocolo para regresar tras morir y en forma de fantasma?
- Alicia
Ficha de cosechado
Nombre: Siete
Especie: Idris
Habilidades: oido musical, orientación, reflejos
Personajes :- Seon: aurva soñadora, 20 años. 163 cm
- Ri:Tengu. Aurva albina, 18 años. 170 cm
- Nero:Sin esencia, edeel. 18 años, 175 cm.
- Siete: idrino cosechado. 18 años. 172 cm.
Heridas/enfermedades : Cicatrices desiguales con forma de arañazo en los gemelos, que se extienden hacia la parte frontal de la pierna. Más anchas y verticales en la pierna derecha.
Status : So. FLUFFY.- Seon: aurva soñadora, 20 años. 163 cm
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
03/08/18, 10:41 pm
- Yo tampoco noto nada- comentó Siete hacia Sox. Hasta entonces no había sido un motivo de ansiedad por sí mismo. Había tenido miedo de hacerse daño y de quedarse solo. Temía que la Luna solo marcase la ejecución del grupo por Tuetano, ya nunca visible en el cielo como el mar quieto antes de las tormentas. Pero entonces, con la cuenta atrás reducida ahora, la preocupación de Sox le era contagiosa. ¿Sería la Luna inmediata? O quizás se quedaran sin más, rodeados de otros dientes como los de Daer, porque no todo el mundo sirviese para aquello aunque estuviesen allí. Sugerirle a Sox la posibilidad de que ellos eran más débiles o que habían fallado, de alguna forma, la prueba de la que tanto hablaban al principio los carabeses, le parecía demasiado cruel y apretó los labios para callárselo.
Hyun le miraba y Siete le devolvió ojos preocupados. Había oído lo de su corazón antes. Entendía que estaba buscando una respuesta pero se quedó unos segundos en silencio, sin palabras.
- Lo sabremos pronto- fue lo mejor que pudo formular y le pareció haberse equivocado al poco de decirlo. Se relamió los labios y hundió la cabeza entre las manos.
“Pronto” se le hizo casi ingenuo. Las horas infinitas, de tiempo libre y silencios largos, se lo comieron por dentro. Siete no comía, y no limpió ni siquiera por buscar lo reconfortante de tener las manos ocupadas. Pensaba, de forma macabra, que quizás necesitara cubos con agua y jabón después. Para qué dejar las paredes limpias, si lo mismo se moría después. Le daba un poco igual donde salpicara su sangre. (Sacudió la cabeza con fuerza al pensar eso último). El viento aullaba furibundo. Siete movía las piernas, o tamborileaba con sus dedos sobre el muslo, marcando el compás de sus últimos momentos.
Siete alzo la vista cuando escuchó que los llamaban y entendió que Barael volvía a hacer un esfuerzo por consolarlos. O eso creía. Miró las estatuillas con las emociones pintadas en la cara, incluida una buena cantidad de desdén y algo parecido a la ternura en un momento. La mayoría de figuras no significaban nada para él y el discurso le parecía vacío. Quizás, si lo hubiera dicho alguien que Siete pudiera pensar que creía en lo que decía. La duda estaba allí. Al menos, efectivamente estaban juntos. Siete deseó con todas sus fuerzas que se quedara así. El dolor de cabeza iba en aumento y llegado un punto, cerró los ojos un buen rato.
El primer temblor lo hizo echarse al sofá con las manos sobre la cabeza. Se agarró a la tela de los cojines al sentirlo de nuevo, emitiendo un gemido.
- Mierda- murmuró mordiéndose los carrillos.
El tiempo empeoraba, oía la lluvia fuera como si quisiera reducir a arena la piedra en una sola noche. Siete tenía el corazón en un puño. Estaba tan asustado que iba a llorar.
Hyun se desplomó. Se hubiera querido levantar a ayudarlo, pero en cambio se dobló sobre si mismo, recogiendo las piernas.
- Mierda, mierda- sollozó. Alguien estaba gritando y una vez más, Siete no lo procesaba. Se llevó las manos a la cabeza, solo para topar con bultos y con algo mojado. El aire salió de sus pulmones tembloroso, como una risa incrédula. Ya había empezado a sangrar, caía por su frente y le teñía el pelo blanco. “Me voy a morir”. El dolor nubló el resto de pensamientos coherentes hasta que oyó una voz familiar.
La primera reacción de Siete fue pensar que ya había pasado, que ya se había muerto,hasta que la vio entre parpadeos furiosos. Dafne allí le dio casi el mismo miedo que haberse muerto de verdad.
Hyun le miraba y Siete le devolvió ojos preocupados. Había oído lo de su corazón antes. Entendía que estaba buscando una respuesta pero se quedó unos segundos en silencio, sin palabras.
- Lo sabremos pronto- fue lo mejor que pudo formular y le pareció haberse equivocado al poco de decirlo. Se relamió los labios y hundió la cabeza entre las manos.
“Pronto” se le hizo casi ingenuo. Las horas infinitas, de tiempo libre y silencios largos, se lo comieron por dentro. Siete no comía, y no limpió ni siquiera por buscar lo reconfortante de tener las manos ocupadas. Pensaba, de forma macabra, que quizás necesitara cubos con agua y jabón después. Para qué dejar las paredes limpias, si lo mismo se moría después. Le daba un poco igual donde salpicara su sangre. (Sacudió la cabeza con fuerza al pensar eso último). El viento aullaba furibundo. Siete movía las piernas, o tamborileaba con sus dedos sobre el muslo, marcando el compás de sus últimos momentos.
Siete alzo la vista cuando escuchó que los llamaban y entendió que Barael volvía a hacer un esfuerzo por consolarlos. O eso creía. Miró las estatuillas con las emociones pintadas en la cara, incluida una buena cantidad de desdén y algo parecido a la ternura en un momento. La mayoría de figuras no significaban nada para él y el discurso le parecía vacío. Quizás, si lo hubiera dicho alguien que Siete pudiera pensar que creía en lo que decía. La duda estaba allí. Al menos, efectivamente estaban juntos. Siete deseó con todas sus fuerzas que se quedara así. El dolor de cabeza iba en aumento y llegado un punto, cerró los ojos un buen rato.
El primer temblor lo hizo echarse al sofá con las manos sobre la cabeza. Se agarró a la tela de los cojines al sentirlo de nuevo, emitiendo un gemido.
- Mierda- murmuró mordiéndose los carrillos.
El tiempo empeoraba, oía la lluvia fuera como si quisiera reducir a arena la piedra en una sola noche. Siete tenía el corazón en un puño. Estaba tan asustado que iba a llorar.
Hyun se desplomó. Se hubiera querido levantar a ayudarlo, pero en cambio se dobló sobre si mismo, recogiendo las piernas.
- Mierda, mierda- sollozó. Alguien estaba gritando y una vez más, Siete no lo procesaba. Se llevó las manos a la cabeza, solo para topar con bultos y con algo mojado. El aire salió de sus pulmones tembloroso, como una risa incrédula. Ya había empezado a sangrar, caía por su frente y le teñía el pelo blanco. “Me voy a morir”. El dolor nubló el resto de pensamientos coherentes hasta que oyó una voz familiar.
La primera reacción de Siete fue pensar que ya había pasado, que ya se había muerto,hasta que la vio entre parpadeos furiosos. Dafne allí le dio casi el mismo miedo que haberse muerto de verdad.
-
- Aes
Ficha de cosechado
Nombre: Aniol
Especie: Humano
Habilidades: habilidad manual, automotivación, olfato fino.
Personajes : ●Ruth: Humana (Israel)
Demonio de Fuego
●Tayron: Humano (Bélgica)
Lémur
●Fleur: Humana (Francia)
Siwani
●Aniol: Humano (Polonia)
Unidades mágicas : 03/12
Síntomas : Querrá salir más del torreón. En ocasiones, aparecerán destellos de luz a su alrededor que duran un instante.
Status : KANON VOY A POR TI
Humor : Me meo ;D
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
04/08/18, 01:18 am
Para el humano los gritos de Barael se perdían en la tormenta, sumado al picor de sus ojos y a su propios nervios producto del estado del coreano para él era imposible escuchar otra cosa que no fuera así mismo pidiendo ayuda. La intensidad de la lluvia y la humedad se calaba en sus huesos aunque todo a su alrededor parecía cobrar fuerza, como si los cimientos de la ciudad supieran que su maestra roja había llegado. Tayron aún se veía deslumbrado por la luz de la luna al tiempo que sacudía a su amigo cuando Rádar hizo acto de presencia. Que lo metiera en el torreón decía. Sí, eso debía hacer.
-¡Ayuda a los otros!- intentó alzarse por encima de la tempestad, viéndose sobrecogido por una fuerte ráfaga que alborotó su pelo e intentaba llevarse su chaqueta de cuero favorita a toda costa.
Se dispuso a portar a su amigo aún con lágrimas cuando se paró en seco, sin haber llegado a cargar a Hyun en sus brazos aún. Si no hubiera estado de rodillas se habría desplomado.
Esa voz, su voz. “Me gustan tus nuevos ojos”. Y entró en la burbuja, una última vez, aislado totalmente de todos, inservible. Si nadie le ayudaba, por parte del humano el cuerpo inerte de Hyun seguiría en la entrada del patio, tan mojado como el suyo propio.
Seis palabras bastaron, en realidad, habría sido suficiente con una sola. Tayron no lo hizo lentamente, aquello solo pasaba en las películas, sino que lo hizo de sopetón y la visión que le llegó le obligó a sentarse en el suelo de un batacazo. Era su cuerpo, su rostro e incluso su voz, pero no podia ser ella. No era... su Dafne. No podía. El temblor se apoderó de él y Tay se ahogaba entre lágrimas, comprendiendo que se había vuelto loco, sin entender, que en realidad, estaba más lúcido que nunca. El llanto de aquel día volvió, en el fondo nunca se había ido, había permanecido al acecho. Fue el momento de soltarlo todo. Tayron se golpeó la cabeza como si fuese a sacarse aquella imagen translúcida a base de golpes.
-¡¿Tú?! No... no- le chilló con la garganta rayando su límite, el azote de la lluvia se unía a su propio llanto- no eres real, no eres real, no eres real- se abrazó a sí mismo. ¿Por qué la Luna le castigaba con aquello?. La chica pareció decir algo pero no conseguía oírla. Estaba atrapado en una vorágine de tristeza y rabia, y miedo. Veía ilusiones. Veía fantasmas del pasado. Su corazón se partía en dos, sencillamente se doblaba. No sabía que dolor era el peor, si el de ver a... a Dafne delante de él tras un mes muerta o el de la rabadilla, que le hacía gemir. Siguió sollozando- te vi morir, te vi... estabas... estabas...- se le emborronó la vista por un momento. Dafne, con él. Allí. Ahora. Retrocedió asustado, confuso y totalmente anulado, incapaz de pensar con claridad, incapaz de ver más allá, sin percatarse de que le había pisado la mano a Hyun con su pierna aunque fuera unos segundos- muerta- y aquella palabra se deshizo en sus labios antes de torcerse de dolor por algo que crecía en él y empezaba abrirse paso por su piel, buscando el vigor de la Luna.
Intercambiaron miradas, Dafne con tristeza y el humano derrotado en su dolor físico y emocional. Sintiendo que se desgarraba su corazón de nuevo, no podía creerlo. No sería débil ahora, lo estaba consiguiendo, le había prometido vivir por ella. Aquello era un espejismo producto de su delirio y mayores deseos. El de verla regresar.
-Estabas muerta.
-Pero estoy aquí.
-Pero estabas muerta- contempló entre pequeñas ráfagas de dolor punzante como el agua tampoco la tocaba. Su cuerpo se dividía, entre querer abalanzarse hacia ella y tocarla y sentir que por fin volvía a completarse, y huir lejos- y también ahora.
-¡Ayuda a los otros!- intentó alzarse por encima de la tempestad, viéndose sobrecogido por una fuerte ráfaga que alborotó su pelo e intentaba llevarse su chaqueta de cuero favorita a toda costa.
Se dispuso a portar a su amigo aún con lágrimas cuando se paró en seco, sin haber llegado a cargar a Hyun en sus brazos aún. Si no hubiera estado de rodillas se habría desplomado.
Esa voz, su voz. “Me gustan tus nuevos ojos”. Y entró en la burbuja, una última vez, aislado totalmente de todos, inservible. Si nadie le ayudaba, por parte del humano el cuerpo inerte de Hyun seguiría en la entrada del patio, tan mojado como el suyo propio.
Seis palabras bastaron, en realidad, habría sido suficiente con una sola. Tayron no lo hizo lentamente, aquello solo pasaba en las películas, sino que lo hizo de sopetón y la visión que le llegó le obligó a sentarse en el suelo de un batacazo. Era su cuerpo, su rostro e incluso su voz, pero no podia ser ella. No era... su Dafne. No podía. El temblor se apoderó de él y Tay se ahogaba entre lágrimas, comprendiendo que se había vuelto loco, sin entender, que en realidad, estaba más lúcido que nunca. El llanto de aquel día volvió, en el fondo nunca se había ido, había permanecido al acecho. Fue el momento de soltarlo todo. Tayron se golpeó la cabeza como si fuese a sacarse aquella imagen translúcida a base de golpes.
-¡¿Tú?! No... no- le chilló con la garganta rayando su límite, el azote de la lluvia se unía a su propio llanto- no eres real, no eres real, no eres real- se abrazó a sí mismo. ¿Por qué la Luna le castigaba con aquello?. La chica pareció decir algo pero no conseguía oírla. Estaba atrapado en una vorágine de tristeza y rabia, y miedo. Veía ilusiones. Veía fantasmas del pasado. Su corazón se partía en dos, sencillamente se doblaba. No sabía que dolor era el peor, si el de ver a... a Dafne delante de él tras un mes muerta o el de la rabadilla, que le hacía gemir. Siguió sollozando- te vi morir, te vi... estabas... estabas...- se le emborronó la vista por un momento. Dafne, con él. Allí. Ahora. Retrocedió asustado, confuso y totalmente anulado, incapaz de pensar con claridad, incapaz de ver más allá, sin percatarse de que le había pisado la mano a Hyun con su pierna aunque fuera unos segundos- muerta- y aquella palabra se deshizo en sus labios antes de torcerse de dolor por algo que crecía en él y empezaba abrirse paso por su piel, buscando el vigor de la Luna.
Intercambiaron miradas, Dafne con tristeza y el humano derrotado en su dolor físico y emocional. Sintiendo que se desgarraba su corazón de nuevo, no podía creerlo. No sería débil ahora, lo estaba consiguiendo, le había prometido vivir por ella. Aquello era un espejismo producto de su delirio y mayores deseos. El de verla regresar.
-Estabas muerta.
-Pero estoy aquí.
-Pero estabas muerta- contempló entre pequeñas ráfagas de dolor punzante como el agua tampoco la tocaba. Su cuerpo se dividía, entre querer abalanzarse hacia ella y tocarla y sentir que por fin volvía a completarse, y huir lejos- y también ahora.
"Ya No Hay Fuego, Pero Sigue Quemando."
"Son Un Sentimiento Suspendido En El Tiempo, A Veces Un Evento Terrible Condenado A Repetirse."
"Deja Que Tu Fe Sea Más Grande Que Tus Miedos."
"¡Se Lo Diré Al Señor Santa!"
- Zarket
Ficha de cosechado
Nombre: Rádar
Especie: Carabés
Habilidades: Resistencia, velocidad natatoria, nociones de luchaPersonajes :
- Spoiler:
- ●Bastel (antes Bran/Branniel): Trasgo de Ewa sexto sacerdote de la Secta, sádico, aficionado a matanzas y luchador en los bajos fondos. No tocarle los cojoncios, que muerde.
●Lanor Gris: demiurgo procedente de Carabás. Tímido, llorica y buena gente.
●Rádar (o Rad): astrario carabés tsundere hacia la magia, mandón, brusco y estricto. Fashion victim. Reloj andante.
●Galiard syl: mago rabiosamente rocavarancolés, despiadado antihéroe brutalmente pragmático y compasivo antivillano bienintencionado.
Armas :- Spoiler:
- ●Bastel (antes Bran): magia, garras, dientes y una espada de longitud media a larga. O lo que haga falta.
●Lanor Gris: magia y sus criaturas.
●Rádar (o Rad): espada de longitud media. Sus habilidades de desviación de hechizos.
●Galiard Syl: magia y, si hace falta, una espada de longitud corta a media.
Status : Jinete del apocalipsis (¡ahora con extra de torpeza social!)
Humor : En muerte cerebral.
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
04/08/18, 12:22 pm
Rádar llevó el cubo por el patio contra viento y tormenta. Intentaba que no se derramara ninguna gota de su contenido, aunque lo que sucedía en realidad (y él lo sabía a la perfección) era que dicho contenido se veía continuamente sustituido por el agua que caía del cielo. Aun así el tipo E no cejaba en su empeño, sabiendo que limpiar la sangre era lo único que podía hacer por sus compañeros.
Cuando vio aparecer el fantasma de Dafne apenas pudo mantenerse en pie. Trastabilló y medio cayó en el suelo, con el cubo perdiendo la mitad de su contenido. Rad lo posó en el suelo casi en trance, mirando a la humana con una profunda mezcla de congoja y horror.
—No... no... Dafne —"no deberías estar aquí" era lo que quería decir. "No mereces esa cárcel" también necesitaba que acudiera a sus labios, sin conseguirlo. Y, por encima de todo, estaba la fría seguridad de que si ellos hubieran reaccionado antes quizás Dafne no se viera condenada a sufrir la eternidad de la no-muerte.
Cuando vio aparecer el fantasma de Dafne apenas pudo mantenerse en pie. Trastabilló y medio cayó en el suelo, con el cubo perdiendo la mitad de su contenido. Rad lo posó en el suelo casi en trance, mirando a la humana con una profunda mezcla de congoja y horror.
—No... no... Dafne —"no deberías estar aquí" era lo que quería decir. "No mereces esa cárcel" también necesitaba que acudiera a sus labios, sin conseguirlo. Y, por encima de todo, estaba la fría seguridad de que si ellos hubieran reaccionado antes quizás Dafne no se viera condenada a sufrir la eternidad de la no-muerte.
- Kial
Ficha de cosechado
Nombre: Hyun-Su
Especie: Humano
Habilidades: memoria, habilidad mental (acertijos, adivinanzas),astucia.Personajes : Hyun-su: el medio coreano medio estadounidense, serio, callado, cobarde, enclenque y egoista impulsado por su miedo.
altura: 1,77m
peso: 67 kg (estilizado)
edad: 15 años
Heridas/enfermedades : -Cicatrices en: mano, pecho, hombro y mejilla.
-Cojera por herida a medio curar en gemelo.
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
04/08/18, 02:19 pm
Uno no sabe y mucho menos se pregunta cuando ha llegado o como ha llegado a donde ha llegado, pero estaba allí y entonces. En un mundo gris incluso en la luna supuestamente roja. Lo que le rodeaba era poco más que una intuición, los personajes y entorno que se desplegaban para él eran más como nubes difusas y cambiantes a las que solo él podía darles nombre con tanta certeza. Estaba en el patio de un torreón que se perdía verticalmente en una nube de oscuridad. Una nube que limitaba la realidad en la que se encontraba.
Sentía miedo, esa era otra certeza. Los personajes frente a él eran sus compañeros de torreón, incluso los muertos excepto Daer. Entre ellos tambien estaban los de margalar, que recordaba que fueron con él a maciel, y que siempre habían estado allí. Todos gritaban, y se retorcían, se agarraban las cabezas y arañaban las caras. Mientras, sus extremidades crecían, sus manos se volvian garras, sus cuerpos se dislocaban en posturas imposibles. Hyun había empezado a andar hacia atras y ahora corria pero la puerta del patio no existía. A su espalda lo que antes eran amigos, ahora eran bestias casi tan altas como el torreón que se acercaban hacia el, iban a comerle. El coreano desesperado empezó a trepar por la pared del torreón, una habilidad que le parecía naturalmente intuitiva y facil. Como si no pesara trepaba sin parar, sin dejar de subir. La nube negra avanzaba con el permitiendole ver más alla. El torreón no tenía final.
Un impulsó lateral, originalmente pensado para buscar la parte por la que recordaba que había visto la luna y el cielo, le mando rodando por la pared. De nuevo como si no pesara o como si la pared fuera una cuesta en vez de completamente vertical. Las garras de las bestias ya lo recibían para comerselo. Pero lo que le estaba ocurriendo no le generaba miedo. Los arañazos y mordiscos no dolían si no que ardían calientes. Y Hyun odiaba, odiaba rocavarancolia, se odiaba a si mismo, a sus compañeros. Odiaba.
Esta no era la primera pesadilla que tenía, muchas otras que ya recordaba a medias la habían precedido. Pero sería la última.
Sentía miedo, esa era otra certeza. Los personajes frente a él eran sus compañeros de torreón, incluso los muertos excepto Daer. Entre ellos tambien estaban los de margalar, que recordaba que fueron con él a maciel, y que siempre habían estado allí. Todos gritaban, y se retorcían, se agarraban las cabezas y arañaban las caras. Mientras, sus extremidades crecían, sus manos se volvian garras, sus cuerpos se dislocaban en posturas imposibles. Hyun había empezado a andar hacia atras y ahora corria pero la puerta del patio no existía. A su espalda lo que antes eran amigos, ahora eran bestias casi tan altas como el torreón que se acercaban hacia el, iban a comerle. El coreano desesperado empezó a trepar por la pared del torreón, una habilidad que le parecía naturalmente intuitiva y facil. Como si no pesara trepaba sin parar, sin dejar de subir. La nube negra avanzaba con el permitiendole ver más alla. El torreón no tenía final.
Un impulsó lateral, originalmente pensado para buscar la parte por la que recordaba que había visto la luna y el cielo, le mando rodando por la pared. De nuevo como si no pesara o como si la pared fuera una cuesta en vez de completamente vertical. Las garras de las bestias ya lo recibían para comerselo. Pero lo que le estaba ocurriendo no le generaba miedo. Los arañazos y mordiscos no dolían si no que ardían calientes. Y Hyun odiaba, odiaba rocavarancolia, se odiaba a si mismo, a sus compañeros. Odiaba.
Esta no era la primera pesadilla que tenía, muchas otras que ya recordaba a medias la habían precedido. Pero sería la última.
- Reifon
Ficha de cosechado
Nombre: Nery´s
Especie: Frivy
Habilidades: Velocidad, agilidad, resistencia.
Personajes :- Spoiler:
Armas :- Spoiler:
- Arcan Rel: Cuchillos de caza, espada de mano y media, hacha cazahombres.
- Dama Abrazos: Mandobles y manguales gigantes duales, balas cañon.
- Nery´s: Beyesha infinita. Esto que no sabe ni que es.
- Arcan Rel: Cuchillos de caza, espada de mano y media, hacha cazahombres.
Status : Cazador de la luna de sangre.
Humor : JAJAJAJAJA *se marcha riéndose*
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
04/08/18, 07:12 pm
El nublino se retorcía en el suelo, entre sangre, lágrimas y gritos. No sabría decir cuando los temblores y rayos inundaron sus oídos, ni cuando empezó a empaparse tirado en el patio.
Poco a poco sus uñas empezaron a cambiar, algún diente empezó a caerse de su boca, sangre se amontonaba alrededor de su rabadilla y algo se iba haciendo paso tanto por ahí como por aquel muñón que estaba deseando arrancarse.
Poco a poco sus uñas empezaron a cambiar, algún diente empezó a caerse de su boca, sangre se amontonaba alrededor de su rabadilla y algo se iba haciendo paso tanto por ahí como por aquel muñón que estaba deseando arrancarse.
- Equilibrio:
Un blanco mas oscuro que el negro.
Un negro mas claro que el blanco.
El gris se desborda en mil tonos.
Y el arcoiris se hunde en monotonia.
Vivimos caminando el sendero dejado por los muertos.
Mientras brindamos nueva muerte a nuestro paso para extenderlo.
- Naeryan
Ficha de cosechado
Nombre:
Especie:
Habilidades:
Personajes :- CLICK:
- ● Shizel/Desidia: idrino transformado en skrýmir, albino y de ojos azules. Tiene buenas dotes sociales y una gran pasión por la magia; es embajador para el castillo.
● Taro: cosechado carabés, cabello negro y ojos amarillos. Practicante de parkour y siempre con unos discretos auriculares, le encanta la música y suele dudar de sus capacidades.
● Sox: (imagen pre-Luna) ángel negro carabés, rubio y de apariencia llamativa. Competitivo y racional, aspira siempre al rendimiento más alto y posee mucha determinación.
Unidades mágicas : DENIED
Armas :- CLICK:
- ● Shizel/Desidia: magia y esgrima idrina, con amplia preferencia por la primera.
● Sox: según la salida, ballesta simple con torno o sable. Al cinto siempre un puñal.
Status : Traumaturga
Humor : Productivo (lo intento)
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
04/08/18, 10:29 pm
Tamborileó pensativo sobre la base de las estatuas con los dedos, sin llegar a cogerlas. Nad, que había sido la primera muerte que habían sufrido, una advertencia de la ciudad que no habían llegado a tomarse lo suficientemente en serio. Sak, Dafne, Daer. Resultaba extraño volver a ver a aquel último como era antes cuando su faz monstruosa de hacía un mes estaba grabada tan a fuego en su mente, y Sox se quedó mirando la efigie fijamente.
No sabía cómo de sincero era Barael, no cuando había soltado amenazas con aquella misma sinceridad, pero había algo de esperanza posible y trémula, de futuro lejano, en saber que todavía le importaba considerarse parte de aquel grupo de alguna forma.
Sox apenas salió del salón aquella tarde. Había consuelo en orbitar unos en torno a otros, compartiendo sus nervios de forma silenciosa y tácita como si así fuesen a diluirse. Cuando alguien pidió a Rad la hora por última vez, apenas a minutos de la salida de la Luna Roja, Sox se inclinó sobre los codos sobre la mesa a la que seguía sentado y se pasó brevemente las manos por la cara, como si sufriera un sofoco. Luego simplemente aguardó. El silencio era ensordecedor pero se hacía más soportable en compañía. Era el de siete chicos que contenían el aliento, los siete que se habían quedado en aquel torreón hasta el final.
Lo habían conseguido. Habían llegado al fin de la prueba.
Lo notó sin necesidad de preguntar a Rad. Una vibración invisible, ondas repentinas en una superficie en calma, un gong en la distancia que solo ellos podían oír. Sox se tensó en la silla. El aire estaba cargado de repente, como si una presencia gigantesca y primordial hubiera acabado de materializarse. El pulso se le aceleró magnetizado por aquel reclamo sobrenatural. La Luna Roja exigía que el corazón de toda criatura viva en la ciudad batiera a su son.
El suelo tembló. Sox se incorporó de la silla, alerta. Varios de sus compañeros estaban ya en el patio, bañados por la luz roja que empezaba a derramarse a través de la puerta y las ventanas abiertas, buscándoles: el astro rojo alargaba sus zarcillos hacia ellos dondequiera que estuviesen.
Y como si aquella campana fatídica hubiera tañido por segunda vez todos empezaron a desplomarse uno por uno. Hyun cayó fulminado cerca de la puerta, Barael y Eriel se doblaron sobre sí mismos presas de un dolor fantasmal y súbito. A Siete le sangraba la cabeza y Tay se restregaba los ojos como tratando de expulsar de ellos la luz de Luna Roja.
Sox se quedó parado durante lo que duró aquel instante. Tuvo el tiempo justo de darse cuenta de que una vez más él no iba a sentir nada, y que una vez más no sabría si era buena señal o no.
Y llegó. La mano invisible de la Luna le tocó por fin, después de días y semanas y meses de indecisión y preguntas sin respuestas y de creerse a salvo de día y de noches sin dormir creyendo que lo peor estaba por llegar, y el dolor fue tan intenso y salvaje que Sox trastabilló casi hasta el suelo. Las dos puñaladas gemelas en la espalda se redoblaron, vengativas, y se le emborronó la vista por las lágrimas.
Volvía a suceder, se habían dejado engañar por la falsa calma, como la ciudad siempre hacía, y ahora algo horrible estaba pasándoles otra vez, el cambio dolería tanto que iba a matarles a todos. Los gritos de Tay le atenazaron el pecho con aquella certeza: habían vuelto a perder a alguien, Hyun no iba a levantarse, la ciudad les aplastaba bajo su peso una vez más. Sox se quedó allí de rodillas, mirando a Rad sin comprender desde el suelo, esperando que le alcanzase el dolor a él también y dándose cuenta de que no le llegaba. Las manchas de colores no parecían hacerle daño: la luz del astro le marcaba sin castigarle.
No lo entendía. ¿Habían llegado hasta allí solo para morir? ¿Era la Luna Roja el último obstáculo que salvar, la última prueba que determinada quién era digno? ¿Todo lo que habían sufrido, todo a lo que habían sobrevivido no había servido para nada? No podía ser, no podía tratarse de un final tan miserable. Que sólo Rad sobreviviera mientras el resto morían en un suspiro como Hyun o sucumbían lentamente al dolor. Era demasiado retorcido, demasiado injusto. A lo mejor Rocavarancolia sólo elegía al más fuerte del grupo, o de la ciudad, y no se conformaba con menos. La rabia le borboteó ultrajada dentro del pecho, entremezclada en una prieta tormenta de miedo y de la electricidad de la Luna Roja en sus entrañas.
La tormenta caía sobre ellos y se colaba por la puerta abierta. Sox gateó desde el suelo como pudo para acercarse a sus compañeros. La espalda todavía le chillaba con el solo pensamiento de levantarse, pero todavía era un dolor soportable. Todavía podía respirar a través de él. Tay y Rad se habían llevado al coreano adentro, pero Hyun seguía derrumbado en el suelo como si estuviera muerto y la espalda de Eriel estaba empapada de sangre, como la suya. Tal vez si aguantaban lo suficiente todo pasaría, y habrían sobrevivido, agonizantes pero vivos; rotos otra vez y con menos gente. Como todas las veces anteriores. Como siempre iba a sucederles.
La tromba de agua le golpeó y el charco que se formó a su alrededor arrastró sangre oscura. Sox sentía cómo le corría por la espalda a borbotones cálidos, ansiosos pero todavía contenidos. Cuando abrió los ojos el carabés alzó la mirada boquiabierto, convencido de que estaba alucinando. No podía ser. Dafne.
Se aproximó al nublino despacio y sin despegar la vista de la aparición que hablaba con Tay, hermanados por el mismo tipo de sufrimiento. Cerca de él Barael gritaba tan fuerte, con tanta agonía, que apenas consiguió hacerse oír.
—Eriel —resolló, pero una nueva puñalada de dolor le cortó la respiración. Eran punzadas espaciadas, de advertencia. Sox sabía, de alguna forma primaria e inequívoca, que iba a doler más, que el cambio iba a hacerle desear estar muerto. Lo que iba a decirle al nublino se quedó en nada: si él también estaba viendo a su compañera muerta delante de ellos, si también intuía todo lo que quedaba por dolerles, si lo notaba él también bajo la piel. El inicio de una presencia, algo que ocupaba espacio. Algo se agazapaba bajo su piel.
Inequívoca, terroríficamente, ese algo se movió.
Sox se llevó las manos a la boca, tan aterrado que durante un momento hecho de fuego blanco y candente olvidó a todos sus compañeros a su alrededor, y dejó de oír los gritos, y se olvidó de la chica que acababa de resucitar en el salón y de la misma luna en el cielo. Joder, joder, joder, joder, hostia puta, mierda, tenía algo en la carne que se movía, que no dejaba de rebullirse, que le hacía daño, joder, estaba dentro, quería salir-
—¡Rad! —la alarma, el miedo salvaje a lo que fuera aquella cosa y el dolor hicieron que su voz se alzase claramente, aunque también temblase con violencia—. ¡Véndame la espalda!
Entera, fuerte hasta que le aplastase las costillas, hasta sellar aquello bajo su piel, hasta que dejara de moverse.
No sabía cómo de sincero era Barael, no cuando había soltado amenazas con aquella misma sinceridad, pero había algo de esperanza posible y trémula, de futuro lejano, en saber que todavía le importaba considerarse parte de aquel grupo de alguna forma.
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Sox apenas salió del salón aquella tarde. Había consuelo en orbitar unos en torno a otros, compartiendo sus nervios de forma silenciosa y tácita como si así fuesen a diluirse. Cuando alguien pidió a Rad la hora por última vez, apenas a minutos de la salida de la Luna Roja, Sox se inclinó sobre los codos sobre la mesa a la que seguía sentado y se pasó brevemente las manos por la cara, como si sufriera un sofoco. Luego simplemente aguardó. El silencio era ensordecedor pero se hacía más soportable en compañía. Era el de siete chicos que contenían el aliento, los siete que se habían quedado en aquel torreón hasta el final.
Lo habían conseguido. Habían llegado al fin de la prueba.
Lo notó sin necesidad de preguntar a Rad. Una vibración invisible, ondas repentinas en una superficie en calma, un gong en la distancia que solo ellos podían oír. Sox se tensó en la silla. El aire estaba cargado de repente, como si una presencia gigantesca y primordial hubiera acabado de materializarse. El pulso se le aceleró magnetizado por aquel reclamo sobrenatural. La Luna Roja exigía que el corazón de toda criatura viva en la ciudad batiera a su son.
El suelo tembló. Sox se incorporó de la silla, alerta. Varios de sus compañeros estaban ya en el patio, bañados por la luz roja que empezaba a derramarse a través de la puerta y las ventanas abiertas, buscándoles: el astro rojo alargaba sus zarcillos hacia ellos dondequiera que estuviesen.
Y como si aquella campana fatídica hubiera tañido por segunda vez todos empezaron a desplomarse uno por uno. Hyun cayó fulminado cerca de la puerta, Barael y Eriel se doblaron sobre sí mismos presas de un dolor fantasmal y súbito. A Siete le sangraba la cabeza y Tay se restregaba los ojos como tratando de expulsar de ellos la luz de Luna Roja.
Sox se quedó parado durante lo que duró aquel instante. Tuvo el tiempo justo de darse cuenta de que una vez más él no iba a sentir nada, y que una vez más no sabría si era buena señal o no.
Y llegó. La mano invisible de la Luna le tocó por fin, después de días y semanas y meses de indecisión y preguntas sin respuestas y de creerse a salvo de día y de noches sin dormir creyendo que lo peor estaba por llegar, y el dolor fue tan intenso y salvaje que Sox trastabilló casi hasta el suelo. Las dos puñaladas gemelas en la espalda se redoblaron, vengativas, y se le emborronó la vista por las lágrimas.
Volvía a suceder, se habían dejado engañar por la falsa calma, como la ciudad siempre hacía, y ahora algo horrible estaba pasándoles otra vez, el cambio dolería tanto que iba a matarles a todos. Los gritos de Tay le atenazaron el pecho con aquella certeza: habían vuelto a perder a alguien, Hyun no iba a levantarse, la ciudad les aplastaba bajo su peso una vez más. Sox se quedó allí de rodillas, mirando a Rad sin comprender desde el suelo, esperando que le alcanzase el dolor a él también y dándose cuenta de que no le llegaba. Las manchas de colores no parecían hacerle daño: la luz del astro le marcaba sin castigarle.
No lo entendía. ¿Habían llegado hasta allí solo para morir? ¿Era la Luna Roja el último obstáculo que salvar, la última prueba que determinada quién era digno? ¿Todo lo que habían sufrido, todo a lo que habían sobrevivido no había servido para nada? No podía ser, no podía tratarse de un final tan miserable. Que sólo Rad sobreviviera mientras el resto morían en un suspiro como Hyun o sucumbían lentamente al dolor. Era demasiado retorcido, demasiado injusto. A lo mejor Rocavarancolia sólo elegía al más fuerte del grupo, o de la ciudad, y no se conformaba con menos. La rabia le borboteó ultrajada dentro del pecho, entremezclada en una prieta tormenta de miedo y de la electricidad de la Luna Roja en sus entrañas.
La tormenta caía sobre ellos y se colaba por la puerta abierta. Sox gateó desde el suelo como pudo para acercarse a sus compañeros. La espalda todavía le chillaba con el solo pensamiento de levantarse, pero todavía era un dolor soportable. Todavía podía respirar a través de él. Tay y Rad se habían llevado al coreano adentro, pero Hyun seguía derrumbado en el suelo como si estuviera muerto y la espalda de Eriel estaba empapada de sangre, como la suya. Tal vez si aguantaban lo suficiente todo pasaría, y habrían sobrevivido, agonizantes pero vivos; rotos otra vez y con menos gente. Como todas las veces anteriores. Como siempre iba a sucederles.
La tromba de agua le golpeó y el charco que se formó a su alrededor arrastró sangre oscura. Sox sentía cómo le corría por la espalda a borbotones cálidos, ansiosos pero todavía contenidos. Cuando abrió los ojos el carabés alzó la mirada boquiabierto, convencido de que estaba alucinando. No podía ser. Dafne.
Se aproximó al nublino despacio y sin despegar la vista de la aparición que hablaba con Tay, hermanados por el mismo tipo de sufrimiento. Cerca de él Barael gritaba tan fuerte, con tanta agonía, que apenas consiguió hacerse oír.
—Eriel —resolló, pero una nueva puñalada de dolor le cortó la respiración. Eran punzadas espaciadas, de advertencia. Sox sabía, de alguna forma primaria e inequívoca, que iba a doler más, que el cambio iba a hacerle desear estar muerto. Lo que iba a decirle al nublino se quedó en nada: si él también estaba viendo a su compañera muerta delante de ellos, si también intuía todo lo que quedaba por dolerles, si lo notaba él también bajo la piel. El inicio de una presencia, algo que ocupaba espacio. Algo se agazapaba bajo su piel.
Inequívoca, terroríficamente, ese algo se movió.
Sox se llevó las manos a la boca, tan aterrado que durante un momento hecho de fuego blanco y candente olvidó a todos sus compañeros a su alrededor, y dejó de oír los gritos, y se olvidó de la chica que acababa de resucitar en el salón y de la misma luna en el cielo. Joder, joder, joder, joder, hostia puta, mierda, tenía algo en la carne que se movía, que no dejaba de rebullirse, que le hacía daño, joder, estaba dentro, quería salir-
—¡Rad! —la alarma, el miedo salvaje a lo que fuera aquella cosa y el dolor hicieron que su voz se alzase claramente, aunque también temblase con violencia—. ¡Véndame la espalda!
Entera, fuerte hasta que le aplastase las costillas, hasta sellar aquello bajo su piel, hasta que dejara de moverse.
"And if you gaze long enough into an abyss, the abyss will gaze back into you."
- Al veros conspirar... (CLICK):
- Al poner un evento... (CLICK):
- Durante el transcurso del evento... (CLICK):
- Alicia
Ficha de cosechado
Nombre: Siete
Especie: Idris
Habilidades: oido musical, orientación, reflejosPersonajes :- Seon: aurva soñadora, 20 años. 163 cm
- Ri:Tengu. Aurva albina, 18 años. 170 cm
- Nero:Sin esencia, edeel. 18 años, 175 cm.
- Siete: idrino cosechado. 18 años. 172 cm.
Heridas/enfermedades : Cicatrices desiguales con forma de arañazo en los gemelos, que se extienden hacia la parte frontal de la pierna. Más anchas y verticales en la pierna derecha.
Status : So. FLUFFY.- Seon: aurva soñadora, 20 años. 163 cm
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
05/08/18, 12:15 am
Siete resbaló del sofá y se quedó en el suelo, resollando. Sentía los pies encogerse de dolor, hundirse en sí mismos como si alguien le retorciese los dedos. La carne se pegaba entre si, como harina amasada con agua. Se arrancó los zapatos, llorando, pero no era lo que le oprimía y hubiera preferido no verse.
Como cada vez que había sufrido, Siete notaba sal y hierro en la lengua, y la memoria misma hubiera sido suficiente para que quisiera vomitar. En cambio, babeó bilis.
- ¿Qué esta pasando? - imploró, a nadie en concreto. Un trueno amenazó con detenerle el corazón entonces, pero el mundo no era piadoso, y Siete estaba vivo todavía. Aulló mientras se agarraba las cosas que le salían del cráneo, empujandolas hacia dentro. La sangre se pegó a sus muñecas y le resbaló por el codo, donde sentía pelo ajeno y mojado.
Se aplastó los oídos después, pero se le movían bajo la palma de las manos.
Siete hizo un esfuerzo por suplicar, con los ojos cerrados, por su vida. Balbuceaba sin sentido, en sollozos, como un niño abandonado a su suerte. Se retorció en las losas de piedra mientras el dolor tomaba sus huesos y la columna se le salía de sitio. Los talones retrocedieron, sus pies se estrujaron, se alargaron em muñones irreconocibles. Las uñas incrustradas en la piel estaban cubiertas de sangre y se extendían de forma pegajosa para tomar formas nuevas.
Siete ya no miraba. La cabeza le ardía. Una única membrana quedaba de sus orejas, se doblaba para arquearse, rosada y sangrienta. Las dos astas se habían detenido, pero todavía dejaban regueros en su pelo y su frente. El dolor se había extendido hasta sus lagrimales, mientras Siete retorcía la cara y se tapaba los ojos.
Por primera vez, Siete encontró que suplicaba para morirse, aunque nadie le entendiese. La agonía lo arrastró a desear la paz de forma nueva.
Como cada vez que había sufrido, Siete notaba sal y hierro en la lengua, y la memoria misma hubiera sido suficiente para que quisiera vomitar. En cambio, babeó bilis.
- ¿Qué esta pasando? - imploró, a nadie en concreto. Un trueno amenazó con detenerle el corazón entonces, pero el mundo no era piadoso, y Siete estaba vivo todavía. Aulló mientras se agarraba las cosas que le salían del cráneo, empujandolas hacia dentro. La sangre se pegó a sus muñecas y le resbaló por el codo, donde sentía pelo ajeno y mojado.
Se aplastó los oídos después, pero se le movían bajo la palma de las manos.
Siete hizo un esfuerzo por suplicar, con los ojos cerrados, por su vida. Balbuceaba sin sentido, en sollozos, como un niño abandonado a su suerte. Se retorció en las losas de piedra mientras el dolor tomaba sus huesos y la columna se le salía de sitio. Los talones retrocedieron, sus pies se estrujaron, se alargaron em muñones irreconocibles. Las uñas incrustradas en la piel estaban cubiertas de sangre y se extendían de forma pegajosa para tomar formas nuevas.
Siete ya no miraba. La cabeza le ardía. Una única membrana quedaba de sus orejas, se doblaba para arquearse, rosada y sangrienta. Las dos astas se habían detenido, pero todavía dejaban regueros en su pelo y su frente. El dolor se había extendido hasta sus lagrimales, mientras Siete retorcía la cara y se tapaba los ojos.
Por primera vez, Siete encontró que suplicaba para morirse, aunque nadie le entendiese. La agonía lo arrastró a desear la paz de forma nueva.
-
- Aes
Ficha de cosechado
Nombre: Aniol
Especie: Humano
Habilidades: habilidad manual, automotivación, olfato fino.
Personajes : ●Ruth: Humana (Israel)
Demonio de Fuego
●Tayron: Humano (Bélgica)
Lémur
●Fleur: Humana (Francia)
Siwani
●Aniol: Humano (Polonia)
Unidades mágicas : 03/12
Síntomas : Querrá salir más del torreón. En ocasiones, aparecerán destellos de luz a su alrededor que duran un instante.
Status : KANON VOY A POR TI
Humor : Me meo ;D
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
05/08/18, 11:16 am
El cuerpo de Tayron empezó a sufrir temblores de los que era incapaz de deshacerse debido a todo lo acumulado. Comenzó por los muslos, extendiéndose hasta las manos manchadas de sangre al haberse tocado la rabadilla. Sentía ardores, y un revuelo familiar en su estómago que quería dominarlo. El humano se llevó las manos a los ojos, que le ardían, a su pecho, que iba a estallar. A todos lados pero sin frenar aquella agonía y al ser translúcido que afirmaba ser su novia. La había visto morir entre sus brazos como una obra de arte de mal gusto firmada por la muerte, había sentido que le arrancaban el corazón de cuajo sin miramientos, un huracán que arrasó tanto sus sentimientos que casí acabó olvidando por lo que había venido allí. Y ahora... ahora tenía que hacer frente a la posibilidad de que....
-Soy real- otra vez aquel martilleo en los oídos, como si sus orejas quisieran cerrarse o negar la horrible verdad de aquella voz. Y entonces hizo algo que volvería a marcarle tan fuerte que nunca podría olvidarlo.
Tayron gritaba sin deshacerse del contacto visual y ello le desveló lo que había estado negando desde que la Luna estaba en lo alto. La expresión de Dafne era de inconfundible tristeza, mirándole a él, cierto, pero también horrorizada por lo que les pasaba a sus amigos. Tan asustada como ellos se dispuso a lanzar hechizos de sanación superficial a quienes estuvieran más cerca, sin ser consciente de que ya no era la misma que en vida.
No le hizo ni cosquillas, el humano pataleó el suelo, sintiendo como algo nuevo y profundo destrozaba su carne y crecía y crecía hasta que con los dedos pudo notarse unos centímetros de pelo mojado en rojo. El dolor iba y venía como un vaivén, o era su consciencia sin poder mantenerse despierto del todo. Solo comprender que aquel acto de humildad solo podía significar que era Dafne le mantenía con la vista fija en algo. Dafne, a quién había llorado hace un mes y enterrado su cuerpo bajo tierra. Una terrible afirmación tan cruel como destapar la manta de un cadáver amigo para reconocerlo. Solo que esta vez a la inversa.
Y se vio superado, vomitó de rodillas tan fuerte que parecía estar echándose a sí mismo en respuesta a lo nuevo que la Luna le daba. Cuando terminó cayó de lado, sin importarle que el vómito tocara su pelo. Ya solo podía estar atento entre lágrimas y picores como la figura translúcida se acercaba hacia él sin tocar el suelo. A lo mejor venía a llevárselo con ella. ¿No era ese su destino?.
“Hasta que la muerte os separe”.
Rocavarancolia cambiaba hasta las leyes más simples.
-Soy real- otra vez aquel martilleo en los oídos, como si sus orejas quisieran cerrarse o negar la horrible verdad de aquella voz. Y entonces hizo algo que volvería a marcarle tan fuerte que nunca podría olvidarlo.
Tayron gritaba sin deshacerse del contacto visual y ello le desveló lo que había estado negando desde que la Luna estaba en lo alto. La expresión de Dafne era de inconfundible tristeza, mirándole a él, cierto, pero también horrorizada por lo que les pasaba a sus amigos. Tan asustada como ellos se dispuso a lanzar hechizos de sanación superficial a quienes estuvieran más cerca, sin ser consciente de que ya no era la misma que en vida.
No le hizo ni cosquillas, el humano pataleó el suelo, sintiendo como algo nuevo y profundo destrozaba su carne y crecía y crecía hasta que con los dedos pudo notarse unos centímetros de pelo mojado en rojo. El dolor iba y venía como un vaivén, o era su consciencia sin poder mantenerse despierto del todo. Solo comprender que aquel acto de humildad solo podía significar que era Dafne le mantenía con la vista fija en algo. Dafne, a quién había llorado hace un mes y enterrado su cuerpo bajo tierra. Una terrible afirmación tan cruel como destapar la manta de un cadáver amigo para reconocerlo. Solo que esta vez a la inversa.
Y se vio superado, vomitó de rodillas tan fuerte que parecía estar echándose a sí mismo en respuesta a lo nuevo que la Luna le daba. Cuando terminó cayó de lado, sin importarle que el vómito tocara su pelo. Ya solo podía estar atento entre lágrimas y picores como la figura translúcida se acercaba hacia él sin tocar el suelo. A lo mejor venía a llevárselo con ella. ¿No era ese su destino?.
“Hasta que la muerte os separe”.
Rocavarancolia cambiaba hasta las leyes más simples.
"Ya No Hay Fuego, Pero Sigue Quemando."
"Son Un Sentimiento Suspendido En El Tiempo, A Veces Un Evento Terrible Condenado A Repetirse."
"Deja Que Tu Fe Sea Más Grande Que Tus Miedos."
"¡Se Lo Diré Al Señor Santa!"
- Zarket
Ficha de cosechado
Nombre: Rádar
Especie: Carabés
Habilidades: Resistencia, velocidad natatoria, nociones de luchaPersonajes :
- Spoiler:
- ●Bastel (antes Bran/Branniel): Trasgo de Ewa sexto sacerdote de la Secta, sádico, aficionado a matanzas y luchador en los bajos fondos. No tocarle los cojoncios, que muerde.
●Lanor Gris: demiurgo procedente de Carabás. Tímido, llorica y buena gente.
●Rádar (o Rad): astrario carabés tsundere hacia la magia, mandón, brusco y estricto. Fashion victim. Reloj andante.
●Galiard syl: mago rabiosamente rocavarancolés, despiadado antihéroe brutalmente pragmático y compasivo antivillano bienintencionado.
Armas :- Spoiler:
- ●Bastel (antes Bran): magia, garras, dientes y una espada de longitud media a larga. O lo que haga falta.
●Lanor Gris: magia y sus criaturas.
●Rádar (o Rad): espada de longitud media. Sus habilidades de desviación de hechizos.
●Galiard Syl: magia y, si hace falta, una espada de longitud corta a media.
Status : Jinete del apocalipsis (¡ahora con extra de torpeza social!)
Humor : En muerte cerebral.
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
05/08/18, 12:02 pm
El mundo se había convertido en horror y sufrimiento, y por alguna especie de retorcida clemencia la Luna Roja había dejado a Rad intacto para que contemplara la agonía de sus amigos. Y ahora, en un tortuoso quiebro final, le enseñaba lo que podía pasarles a todos si morían. La cárcel eterna que simbolizaba Dafne solo contribuía a la asfixia que el carabés iba sintiendo, incapaz de decidir. Con los gritos inundándolo todo, ¿a quién debía ayudar?
Si no los salvaba, ¿estaría condenado a vivir con sus fantasmas?
Rádar se levantó como pudo, arrastrando al cubo hacia dentro e ignorando los gritos. Su mente intentaba priorizar: Tay y Bara se retorcían en el patio, así que arrastrarlos adentro no sería fácil. Se dirigió, por tanto, hacia Hyun.
El breve instante en el que lo recogió vio la nueva cola que le estaba saliendo a Tayron. El tipo E tragó con dificultad, no sintiendo particulares ganas de contemplar aquella carnicería.
Dejó el cuerpo del humano en el suelo, aunque no con demasiada delicadeza: un nuevo temblor casi le hizo caer de bruces. Rad jadeaba con fuerza, al borde de una hiperventilación, sintiéndose superado por todo y todos. A su alrededor solo había gritos, que empezaban a provocarle un fuerte dolor de cabeza, y que había tiempo que lo habían sumido en un pozo de impotencia. El mundo cambiaba de forma horrible, y él no podía hacer nada para evitarlo.
En su mente, la Luna Roja raspaba con saña, con ansia. Exigía pleitesía, y a pesar de todo él era casi incapaz de no darla.
Allí, en el momento en el que medio cayó con Hyun, se dio cuenta de algo más. Los dos lunares de sus mano había ascendido a ocho, y unos cinco más habían aparecido a lo largo de su brazo. Rad tragó con dificultad, preguntándose qué demonios significaba aquello. A lo mejor el dolor acababa llegándole, pero más tarde que al resto.
Esperaba que no.
Los gritos de Sox interrumpieron aquel breve segundo de reflexión, haciendo que se girara. Acudió a él, pero sin vendas, solo para observar qué tal estaba. Lo que se entreveía bajo aquella camiseta empapada de sangre le provocaba un espanto difícil de describir. Por un momento sintió auténtico pavor porque Sox muriera y él quedara solo allí, sin nadie con quien pudiera sentirse conectado a su mundo.
Lo tocó por un segundo, y sentir algo removerse bajo la piel le provocó unas pocas arcadas. Eriel, al lado, estaba igual, y Siete parecía surgido de la más espantosa película de horror biológico. Rad se alejó un par de pasos, negando con la cabeza.
—¡No! ¡Eso... eso se limitará a salir de alguna forma!
Era, o al menos parecía, una excusa aceptable. Perfectamente pausible, viendo la cola de Tay. Rad incluso se la creyó.
A un lado quedó el cubo lleno de agua, ya olvidado.
Si no los salvaba, ¿estaría condenado a vivir con sus fantasmas?
Rádar se levantó como pudo, arrastrando al cubo hacia dentro e ignorando los gritos. Su mente intentaba priorizar: Tay y Bara se retorcían en el patio, así que arrastrarlos adentro no sería fácil. Se dirigió, por tanto, hacia Hyun.
El breve instante en el que lo recogió vio la nueva cola que le estaba saliendo a Tayron. El tipo E tragó con dificultad, no sintiendo particulares ganas de contemplar aquella carnicería.
Dejó el cuerpo del humano en el suelo, aunque no con demasiada delicadeza: un nuevo temblor casi le hizo caer de bruces. Rad jadeaba con fuerza, al borde de una hiperventilación, sintiéndose superado por todo y todos. A su alrededor solo había gritos, que empezaban a provocarle un fuerte dolor de cabeza, y que había tiempo que lo habían sumido en un pozo de impotencia. El mundo cambiaba de forma horrible, y él no podía hacer nada para evitarlo.
En su mente, la Luna Roja raspaba con saña, con ansia. Exigía pleitesía, y a pesar de todo él era casi incapaz de no darla.
Allí, en el momento en el que medio cayó con Hyun, se dio cuenta de algo más. Los dos lunares de sus mano había ascendido a ocho, y unos cinco más habían aparecido a lo largo de su brazo. Rad tragó con dificultad, preguntándose qué demonios significaba aquello. A lo mejor el dolor acababa llegándole, pero más tarde que al resto.
Esperaba que no.
Los gritos de Sox interrumpieron aquel breve segundo de reflexión, haciendo que se girara. Acudió a él, pero sin vendas, solo para observar qué tal estaba. Lo que se entreveía bajo aquella camiseta empapada de sangre le provocaba un espanto difícil de describir. Por un momento sintió auténtico pavor porque Sox muriera y él quedara solo allí, sin nadie con quien pudiera sentirse conectado a su mundo.
Lo tocó por un segundo, y sentir algo removerse bajo la piel le provocó unas pocas arcadas. Eriel, al lado, estaba igual, y Siete parecía surgido de la más espantosa película de horror biológico. Rad se alejó un par de pasos, negando con la cabeza.
—¡No! ¡Eso... eso se limitará a salir de alguna forma!
Era, o al menos parecía, una excusa aceptable. Perfectamente pausible, viendo la cola de Tay. Rad incluso se la creyó.
A un lado quedó el cubo lleno de agua, ya olvidado.
- Dal
Ficha de cosechado
Nombre: Alec (Alasdair)
Especie: Humano; Escocés.
Habilidades: Fuerza bruta, nociones de lucha y resistencia.Personajes :- Enredo : Humano Brujo de las Enredaderas.
- Surásara : Ulterana Naga.
- Varsai : Varmana Licántropo leopardo de las nieves.
- Eriel : Nublino.
Heridas/enfermedades : Finas cicatrices por todo el cuerpo.
Status : Perdido en la ciudad de los milagros y los portentos.
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
06/08/18, 09:24 pm
Dolor, eso era lo que dominaba la mente del nublino. El dolor que sentía Eriel en esos momentos tiraba por tierra el peor dolor que había sentido con el anillo. Era como si en ese momento la Luna se riése de él. "Nada de lo que has sufrido hasta ahora se compara conmigo" parecía decir.
Como pudo intentó arrastrarse hacia la puerta, la espalda sangrante le producía pinchazos de dolor contínuos yendo cada vez a más. Cerca de la puerta se encontró a Sox, también dolorido y la visión del nublino enfocó su espalda.
-Ojalá no te duela tanto como a mí, Sox - consiguió gruñir Eriel tras un pinchazo especialmente doloroso. Parecía sin embargo que el carabés sufría tanto como él.
Eriel trató de incorporarse para descubrir con horror que las piernas no le respondían. Las sentía todavía pero éstas se negaban a moverse.
El dolor sin embargo volvió con más fuerza y desplomó al chico sobre el suelo. Los gritos de Eriel podían oírse por todo el torreón.
Dolía, sentía que la espalda le quemaba y le picaba. Y entre tanto dolor Eriel comenzó a reír. No era una risa alegre, distaba mucho de aquello. Era una risa que bordeaba el masoquismo.
La lluvia arreciaba contra el cuerpo del chico, los relámpagos cruzaba el cielo con sus destellos fugaces seguidos del estruendoso trueno, la tierra entera temblaba ante la presencia de su señora Roja. Y Eriel reía, reía por estar vivo, reía por ganar la partida contra la ciudad, si dolía significaba que estaba vivo y aquello era maravilloso. Y Eriel lloraba, lloraba de dolor, lloraba de rabia e impotencia de no poder hacer nada por sus amigos, lloraba por aquellos que no habían podido llegar hasta allí con ellos.
Eriel no vio a Dafne y las palabras de los demás quedaban ahogadas por los gritos del joven.
Un picor insoportable además del dolor se extendió por su espalda y cuando Eriel intentó moverse apenas pudo. Una suerte de incorporación sobre sus brazos fue todo lo que consiguió.
Pronto todos dejaron de escuchar los gritos de agonía de Eriel. Si lo miraban lo verían paralizado, con una mueca de dolor indescriptible en el rostro y su ojo clavado en la Luna Roja.
Sin embargo y a pesar del dolor que sentía el nublino ya no pudo moverse más. Eso no hizo sino agravar su sufrimiento. Ahora sí oía el dolor de los demás, oía los gritos de Sox, la desesperación en la voz de Rad, el dolor de su hermano le quemaba en lo profundo.
Y entonces llegó el picor, un picor insoportable que se extendía por su cara y por cada cicatriz de su cuerpo. En especial se concentraba en su espalda.
Y entre el dolor y el picor de su espalda algo empezó a asomar. Cediendo poco a poco, milímetro a milímetro. Llevando al nublino a unas cotas de dolor que no habría imaginado nunca.
Como pudo intentó arrastrarse hacia la puerta, la espalda sangrante le producía pinchazos de dolor contínuos yendo cada vez a más. Cerca de la puerta se encontró a Sox, también dolorido y la visión del nublino enfocó su espalda.
-Ojalá no te duela tanto como a mí, Sox - consiguió gruñir Eriel tras un pinchazo especialmente doloroso. Parecía sin embargo que el carabés sufría tanto como él.
Eriel trató de incorporarse para descubrir con horror que las piernas no le respondían. Las sentía todavía pero éstas se negaban a moverse.
El dolor sin embargo volvió con más fuerza y desplomó al chico sobre el suelo. Los gritos de Eriel podían oírse por todo el torreón.
Dolía, sentía que la espalda le quemaba y le picaba. Y entre tanto dolor Eriel comenzó a reír. No era una risa alegre, distaba mucho de aquello. Era una risa que bordeaba el masoquismo.
La lluvia arreciaba contra el cuerpo del chico, los relámpagos cruzaba el cielo con sus destellos fugaces seguidos del estruendoso trueno, la tierra entera temblaba ante la presencia de su señora Roja. Y Eriel reía, reía por estar vivo, reía por ganar la partida contra la ciudad, si dolía significaba que estaba vivo y aquello era maravilloso. Y Eriel lloraba, lloraba de dolor, lloraba de rabia e impotencia de no poder hacer nada por sus amigos, lloraba por aquellos que no habían podido llegar hasta allí con ellos.
Eriel no vio a Dafne y las palabras de los demás quedaban ahogadas por los gritos del joven.
Un picor insoportable además del dolor se extendió por su espalda y cuando Eriel intentó moverse apenas pudo. Una suerte de incorporación sobre sus brazos fue todo lo que consiguió.
Pronto todos dejaron de escuchar los gritos de agonía de Eriel. Si lo miraban lo verían paralizado, con una mueca de dolor indescriptible en el rostro y su ojo clavado en la Luna Roja.
Sin embargo y a pesar del dolor que sentía el nublino ya no pudo moverse más. Eso no hizo sino agravar su sufrimiento. Ahora sí oía el dolor de los demás, oía los gritos de Sox, la desesperación en la voz de Rad, el dolor de su hermano le quemaba en lo profundo.
Y entonces llegó el picor, un picor insoportable que se extendía por su cara y por cada cicatriz de su cuerpo. En especial se concentraba en su espalda.
Y entre el dolor y el picor de su espalda algo empezó a asomar. Cediendo poco a poco, milímetro a milímetro. Llevando al nublino a unas cotas de dolor que no habría imaginado nunca.
Soy Dal, hijo del Estío y el Crepúsculo. Señor del Vacío y Amo del Infinito. Destructor de Mundos y Artífice de Infiernos. Conde de la Nada y Duque de los Océanos. Rey del Purgatorio y Terror del Cielo. Marqués del Inframundo y Barón de la Muerte. Por todos estos titulos, Invitado, reclamo tu vida para mí .
- Reifon
Ficha de cosechado
Nombre: Nery´s
Especie: Frivy
Habilidades: Velocidad, agilidad, resistencia.
Personajes :- Spoiler:
Armas :- Spoiler:
- Arcan Rel: Cuchillos de caza, espada de mano y media, hacha cazahombres.
- Dama Abrazos: Mandobles y manguales gigantes duales, balas cañon.
- Nery´s: Beyesha infinita. Esto que no sabe ni que es.
- Arcan Rel: Cuchillos de caza, espada de mano y media, hacha cazahombres.
Status : Cazador de la luna de sangre.
Humor : JAJAJAJAJA *se marcha riéndose*
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
06/08/18, 10:36 pm
"Crack"
Y los gritos cesaron. Su garganta había dado todo de sí y ahora se hallaba rota y sangrante por dentro, provocando que el sonido de la lluvia fuese todo lo que se oyera del cuerpo del nublino.
Pero el dolor seguía ahí.
Tiritaba en el suelo y ni siquiera sabía por qué. Aún no había notado la lluvia, ni los temblores, ni siquiera los rayos cruzando por encima de su cabeza, solo estaban la Luna y su agonía.
En algún punto algo empezó a moverse de manera extraña y no pudo si no mirar. Aquellas uñas negras empezaron a retorcerse y sus músculos a deformarse, y como si de una flor en primavera se tratase un capullo de carne huesos y venas coronado por aquellas deformidades se abrió paso por la piel del nublino. Intentó gritar, pero su garganta solo quemaba y picaba, a la par que los músculos de su mandíbula empezaron a desgarrarse.
"Crack"
Y esta vez su mandíbula se rompió y se desencajó, buscando espacio en aquella diminuta boca. El nublino solo pudo llorar tirado en el suelo mientras el agua entraba en su boca y el capullo se habría para mostrar una sátira de mano, agujereada e incompleta sin ni un rastro de piel.
Pero aquel dolor infernal pasó y solo quedaban picores y dolores más o menos soportables para aquel psicópata.
Y respiró. Poco a poco sintió la lluvia, dulce lluvia, acariciándole la piel, los temblores cosquilleando por sus huesos y los truenos rugiendo en el cielo. Y aún así nada de aquello era comparable al fulgor rojo que el astro brindaba sobre ellos.
Alzó su nueva mano hacia la Luna y la luz se filtró por los agujeros de esta. Era hermosa, por un instante nada tenía importancia para el nublino, nada estaba mal, no tenía porque hacer nada. Solo alabarla y mirarla, solo aquello lo llenaba.
Eriel...
Aquel pensamiento rompió el embrujo, había cosas que hacer, siempre había cosas que hacer. Se levantó con torpeza mientras la miraba, incapaz de dejar su visión hasta que no fuese estrictamente necesario, temblando de dolor y frío y temblando aun más por los terremotos. Pero lo hizo.
Una cola hecha de huesos, tendones y músculos se agitaba ya en su espalda. Ni siquiera había notado su salida en comparación al muñón.
Barael miró Sox y a su hermano, necesitaban ayuda y así fue a dársela. Un engendro con la mandíbula rota y algún colmillo y mano y cola hechas ambas solo por dentro.
Y los gritos cesaron. Su garganta había dado todo de sí y ahora se hallaba rota y sangrante por dentro, provocando que el sonido de la lluvia fuese todo lo que se oyera del cuerpo del nublino.
Pero el dolor seguía ahí.
Tiritaba en el suelo y ni siquiera sabía por qué. Aún no había notado la lluvia, ni los temblores, ni siquiera los rayos cruzando por encima de su cabeza, solo estaban la Luna y su agonía.
En algún punto algo empezó a moverse de manera extraña y no pudo si no mirar. Aquellas uñas negras empezaron a retorcerse y sus músculos a deformarse, y como si de una flor en primavera se tratase un capullo de carne huesos y venas coronado por aquellas deformidades se abrió paso por la piel del nublino. Intentó gritar, pero su garganta solo quemaba y picaba, a la par que los músculos de su mandíbula empezaron a desgarrarse.
"Crack"
Y esta vez su mandíbula se rompió y se desencajó, buscando espacio en aquella diminuta boca. El nublino solo pudo llorar tirado en el suelo mientras el agua entraba en su boca y el capullo se habría para mostrar una sátira de mano, agujereada e incompleta sin ni un rastro de piel.
Pero aquel dolor infernal pasó y solo quedaban picores y dolores más o menos soportables para aquel psicópata.
Y respiró. Poco a poco sintió la lluvia, dulce lluvia, acariciándole la piel, los temblores cosquilleando por sus huesos y los truenos rugiendo en el cielo. Y aún así nada de aquello era comparable al fulgor rojo que el astro brindaba sobre ellos.
Alzó su nueva mano hacia la Luna y la luz se filtró por los agujeros de esta. Era hermosa, por un instante nada tenía importancia para el nublino, nada estaba mal, no tenía porque hacer nada. Solo alabarla y mirarla, solo aquello lo llenaba.
Eriel...
Aquel pensamiento rompió el embrujo, había cosas que hacer, siempre había cosas que hacer. Se levantó con torpeza mientras la miraba, incapaz de dejar su visión hasta que no fuese estrictamente necesario, temblando de dolor y frío y temblando aun más por los terremotos. Pero lo hizo.
Una cola hecha de huesos, tendones y músculos se agitaba ya en su espalda. Ni siquiera había notado su salida en comparación al muñón.
Barael miró Sox y a su hermano, necesitaban ayuda y así fue a dársela. Un engendro con la mandíbula rota y algún colmillo y mano y cola hechas ambas solo por dentro.
- Equilibrio:
Un blanco mas oscuro que el negro.
Un negro mas claro que el blanco.
El gris se desborda en mil tonos.
Y el arcoiris se hunde en monotonia.
Vivimos caminando el sendero dejado por los muertos.
Mientras brindamos nueva muerte a nuestro paso para extenderlo.
- Naeryan
Ficha de cosechado
Nombre:
Especie:
Habilidades:
Personajes :- CLICK:
- ● Shizel/Desidia: idrino transformado en skrýmir, albino y de ojos azules. Tiene buenas dotes sociales y una gran pasión por la magia; es embajador para el castillo.
● Taro: cosechado carabés, cabello negro y ojos amarillos. Practicante de parkour y siempre con unos discretos auriculares, le encanta la música y suele dudar de sus capacidades.
● Sox: (imagen pre-Luna) ángel negro carabés, rubio y de apariencia llamativa. Competitivo y racional, aspira siempre al rendimiento más alto y posee mucha determinación.
Unidades mágicas : DENIED
Armas :- CLICK:
- ● Shizel/Desidia: magia y esgrima idrina, con amplia preferencia por la primera.
● Sox: según la salida, ballesta simple con torno o sable. Al cinto siempre un puñal.
Status : Traumaturga
Humor : Productivo (lo intento)
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
06/08/18, 11:31 pm
Quiso responder a Eriel con una risotada incrédula pero el suelo volvió a temblar bajo él, y respondiendo a aquella sacudida de la Luna Roja las heridas bulleron con frenesí renovado: el ardor infernal se alternaba con el picor, con palpitaciones eléctricas que parecían morderle la piel. La carne le latía cada vez más rápido, al compás que marcaba el astro que parecía haberse convertido en su segundo corazón. El carabés apretó los dientes hasta que se notó la mandíbula crujir.
Siete se retorcía de dolor en el suelo y los sonidos que salían de él eran antinaturales; Sox no sabía si le estaba viendo deformarse de verdad o si las lágrimas le emborronaban demasiado la visión. Tay estaba tirado en el suelo, acosado por la aparición, y Hyun no había vuelto a abrir los ojos. La nueva imagen de Barael inclinado sobre su hermano nadaba en su visión, negándose a ser creída, y Eriel reía por alguna razón demencial hasta que ya no fue capaz de moverse; la sangre diluida con lluvia encharcaba el suelo del patio, el del torreón, el bajo del sofá contra el que estaba encogido Siete.
La cólera indignada por lo que les estaba pasando se inflamaba dentro de él, contenida a duras penas y saliendo por los resquicios como la sangre de las rendijas de su espalda. Se merecían vivir, se lo merecían después de todo lo que habían pasado. Quería exigirlo, reclamárselo a la Luna que colgaba en lo alto. Sox se encorvó sobre sí mismo hasta hacerse un ovillo arrodillado en el suelo, llorando de impotencia por no poder hacer nada, por ni siquiera sentirse capaz de levantarse del suelo. Sentía la carnicería en su espalda; podía notar los músculos seccionados, la herida abierta y escaldada y la sangre cálida escapándosele por los tajos, cómo éstos se extendían milímetro a milímetro conforme se le abría la piel.
El dolor escalaba y escalaba, acalambrándole la espalda, y la negativa de Rad fue la gota que colmó el vaso. Estaba desangrándose en el suelo y como si el propio día de la Luna quisiera arrojarle la ironía a la cara su compañero todavía seguía llevándole la contraria. El dolor le estaba matando y el carabés estalló.
—¡Rad, me cago en tu puta vida, hazme caso por una condenada vez y VÉNDAME LA PUTA ESPALDA!—el grito le salió descontrolado y transido de histeria. Lloraba de dolor y de pura frustración. El dolor era tal que creyó que así era como iba a morir él, que iba a partírsele la columna en dos y él con ella. La cosa en su espalda reaccionó a su ira y Sox sintió que algo afilado le desgarraba la carne por dentro. El resto de lo que fuese a decir se perdió en un alarido. Ahora luchaba por respirar en resuellos. Ya venía, podía notarlo. Ya venía. Aquello iba a abrirse camino a través de él, y Sox lo soportaría como pudiera o entonces lo que fuese lo mataría. Se encogió todavía más sobre sí mismo, abrazándose las rodillas; comprimiéndose para que su dolor ocupara menos espacio. Cerró los ojos y gritó una última vez, interminable, agónico, hasta que vio luces tras sus párpados.
Salieron de golpe, ávidas por batir, empapadas de su propia sangre. Terminaron de desgarrarle la espalda desde dentro como hoces al rojo vivo; la camiseta reventó en pedazos y un último estallido de líquido oscuro y cálido salpicó las losas.
Se desplegaron a su espalda con un estallido de sonido, afiladas, triunfales.
Alas.
Siete se retorcía de dolor en el suelo y los sonidos que salían de él eran antinaturales; Sox no sabía si le estaba viendo deformarse de verdad o si las lágrimas le emborronaban demasiado la visión. Tay estaba tirado en el suelo, acosado por la aparición, y Hyun no había vuelto a abrir los ojos. La nueva imagen de Barael inclinado sobre su hermano nadaba en su visión, negándose a ser creída, y Eriel reía por alguna razón demencial hasta que ya no fue capaz de moverse; la sangre diluida con lluvia encharcaba el suelo del patio, el del torreón, el bajo del sofá contra el que estaba encogido Siete.
La cólera indignada por lo que les estaba pasando se inflamaba dentro de él, contenida a duras penas y saliendo por los resquicios como la sangre de las rendijas de su espalda. Se merecían vivir, se lo merecían después de todo lo que habían pasado. Quería exigirlo, reclamárselo a la Luna que colgaba en lo alto. Sox se encorvó sobre sí mismo hasta hacerse un ovillo arrodillado en el suelo, llorando de impotencia por no poder hacer nada, por ni siquiera sentirse capaz de levantarse del suelo. Sentía la carnicería en su espalda; podía notar los músculos seccionados, la herida abierta y escaldada y la sangre cálida escapándosele por los tajos, cómo éstos se extendían milímetro a milímetro conforme se le abría la piel.
El dolor escalaba y escalaba, acalambrándole la espalda, y la negativa de Rad fue la gota que colmó el vaso. Estaba desangrándose en el suelo y como si el propio día de la Luna quisiera arrojarle la ironía a la cara su compañero todavía seguía llevándole la contraria. El dolor le estaba matando y el carabés estalló.
—¡Rad, me cago en tu puta vida, hazme caso por una condenada vez y VÉNDAME LA PUTA ESPALDA!—el grito le salió descontrolado y transido de histeria. Lloraba de dolor y de pura frustración. El dolor era tal que creyó que así era como iba a morir él, que iba a partírsele la columna en dos y él con ella. La cosa en su espalda reaccionó a su ira y Sox sintió que algo afilado le desgarraba la carne por dentro. El resto de lo que fuese a decir se perdió en un alarido. Ahora luchaba por respirar en resuellos. Ya venía, podía notarlo. Ya venía. Aquello iba a abrirse camino a través de él, y Sox lo soportaría como pudiera o entonces lo que fuese lo mataría. Se encogió todavía más sobre sí mismo, abrazándose las rodillas; comprimiéndose para que su dolor ocupara menos espacio. Cerró los ojos y gritó una última vez, interminable, agónico, hasta que vio luces tras sus párpados.
Salieron de golpe, ávidas por batir, empapadas de su propia sangre. Terminaron de desgarrarle la espalda desde dentro como hoces al rojo vivo; la camiseta reventó en pedazos y un último estallido de líquido oscuro y cálido salpicó las losas.
Se desplegaron a su espalda con un estallido de sonido, afiladas, triunfales.
Alas.
"And if you gaze long enough into an abyss, the abyss will gaze back into you."
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