Torreón Maciel (Archivo VIII)
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Rocavarancolia Rol
Lumichen
LEC
alpeca
Léthe0
Leonart
Bellota
Alicia
Dal
Neith2
Aes
Naeryan
Lops
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20 participantes
- Reifon
Ficha de cosechado
Nombre: Nery´s
Especie: Frivy
Habilidades: Velocidad, agilidad, resistencia.Personajes :- Spoiler:
Armas :- Spoiler:
- Arcan Rel: Cuchillos de caza, espada de mano y media, hacha cazahombres.
- Dama Abrazos: Mandobles y manguales gigantes duales, balas cañon.
- Nery´s: Beyesha infinita. Esto que no sabe ni que es.
- Arcan Rel: Cuchillos de caza, espada de mano y media, hacha cazahombres.
Status : Cazador de la luna de sangre.
Humor : JAJAJAJAJA *se marcha riéndose*
Torreón Maciel (Archivo VIII)
15/02/16, 09:43 pm
Recuerdo del primer mensaje :
-Cuando los encontremos sabremos cuales de las opciones son la verdad. -Dijo encogiéndose de hombros. La única parte que esperaba que fuese así era la de otro suministro de agua.
-Te seguimos hermanito.
Y con sonrisa a Eriel se puso en camino con el resto mientras se terminaba su desayuno cuando Dafne le pidió un favorcillo. -Ah, sin problema, le hice bastantes a Bri y no es algo complicado, aunque te tendrás que conformar con algo sin muchos adornos me temo. -Le sonrió. -Cuando vuelva haremos uno cada uno de madera, a no ser que encuentre hueso por el camino o alguna forma de malear metal mejor que acercar mis manos a la hoguera. Nos vemos a la vuelta. -Se despidió.
Siguieron a su hermano un cacho y como este dijo acabaron encontrando casas en algo de mejor estado aunque ahí en medio no parecían mucho más seguras que las mazmorras. Des pues de ir mirando y hablando sobre algunas de ellas como posibles acabaron divisando algo apartado de las casas que parecía un mini fuerte. Se acercaron por curiosidad con cautela para ver que se trataba de un torreón azulado con una muralla y en medio de un foso.
-¿Es eso un nido de seres voladores hecho encima de un esqueleto de animal enorme en lo alto de la torre o me ha sentado mal el desayuno? -Se calló un momento mientras observaba la situación, aquel lugar le parecía sacado de las historias rocavarancolesas, no había ninguna construcción así en su mundo pero era lo más seguro que habían encontrado con bastante diferencia. -El puente esta bajado y parece que se puede cruzar... Diría por esas cuerdas que hay un sistema de poleas para elevarlo e impedir así el paso, si es así y aún funciona dudo que encontremos algo más seguro que esto. -Miró hacia las estirges. -No parece que quieran hacernos algo, pero cuidado con los bichos voladores. -Se dió cuenta de que podía haber ofendido a Sinceridad así que giró su cabeza hacia ella. -Sin ánimo de ofender. -No era la mejor manera del mundo de arreglar eso, pero era mejor que nada. -En fin, vamos allá, con precaución por favor. -Agudizó los sentidos y agarró su cuchillo. Esperaba no tener otra sorpresa como la de hace unos días, pero no se fiaba de su suerte.
-Cuando los encontremos sabremos cuales de las opciones son la verdad. -Dijo encogiéndose de hombros. La única parte que esperaba que fuese así era la de otro suministro de agua.
-Te seguimos hermanito.
Y con sonrisa a Eriel se puso en camino con el resto mientras se terminaba su desayuno cuando Dafne le pidió un favorcillo. -Ah, sin problema, le hice bastantes a Bri y no es algo complicado, aunque te tendrás que conformar con algo sin muchos adornos me temo. -Le sonrió. -Cuando vuelva haremos uno cada uno de madera, a no ser que encuentre hueso por el camino o alguna forma de malear metal mejor que acercar mis manos a la hoguera. Nos vemos a la vuelta. -Se despidió.
Siguieron a su hermano un cacho y como este dijo acabaron encontrando casas en algo de mejor estado aunque ahí en medio no parecían mucho más seguras que las mazmorras. Des pues de ir mirando y hablando sobre algunas de ellas como posibles acabaron divisando algo apartado de las casas que parecía un mini fuerte. Se acercaron por curiosidad con cautela para ver que se trataba de un torreón azulado con una muralla y en medio de un foso.
-¿Es eso un nido de seres voladores hecho encima de un esqueleto de animal enorme en lo alto de la torre o me ha sentado mal el desayuno? -Se calló un momento mientras observaba la situación, aquel lugar le parecía sacado de las historias rocavarancolesas, no había ninguna construcción así en su mundo pero era lo más seguro que habían encontrado con bastante diferencia. -El puente esta bajado y parece que se puede cruzar... Diría por esas cuerdas que hay un sistema de poleas para elevarlo e impedir así el paso, si es así y aún funciona dudo que encontremos algo más seguro que esto. -Miró hacia las estirges. -No parece que quieran hacernos algo, pero cuidado con los bichos voladores. -Se dió cuenta de que podía haber ofendido a Sinceridad así que giró su cabeza hacia ella. -Sin ánimo de ofender. -No era la mejor manera del mundo de arreglar eso, pero era mejor que nada. -En fin, vamos allá, con precaución por favor. -Agudizó los sentidos y agarró su cuchillo. Esperaba no tener otra sorpresa como la de hace unos días, pero no se fiaba de su suerte.
- Aes
Ficha de cosechado
Nombre: Aniol
Especie: Humano
Habilidades: habilidad manual, automotivación, olfato fino.
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
05/08/18, 11:16 am
El cuerpo de Tayron empezó a sufrir temblores de los que era incapaz de deshacerse debido a todo lo acumulado. Comenzó por los muslos, extendiéndose hasta las manos manchadas de sangre al haberse tocado la rabadilla. Sentía ardores, y un revuelo familiar en su estómago que quería dominarlo. El humano se llevó las manos a los ojos, que le ardían, a su pecho, que iba a estallar. A todos lados pero sin frenar aquella agonía y al ser translúcido que afirmaba ser su novia. La había visto morir entre sus brazos como una obra de arte de mal gusto firmada por la muerte, había sentido que le arrancaban el corazón de cuajo sin miramientos, un huracán que arrasó tanto sus sentimientos que casí acabó olvidando por lo que había venido allí. Y ahora... ahora tenía que hacer frente a la posibilidad de que....
-Soy real- otra vez aquel martilleo en los oídos, como si sus orejas quisieran cerrarse o negar la horrible verdad de aquella voz. Y entonces hizo algo que volvería a marcarle tan fuerte que nunca podría olvidarlo.
Tayron gritaba sin deshacerse del contacto visual y ello le desveló lo que había estado negando desde que la Luna estaba en lo alto. La expresión de Dafne era de inconfundible tristeza, mirándole a él, cierto, pero también horrorizada por lo que les pasaba a sus amigos. Tan asustada como ellos se dispuso a lanzar hechizos de sanación superficial a quienes estuvieran más cerca, sin ser consciente de que ya no era la misma que en vida.
No le hizo ni cosquillas, el humano pataleó el suelo, sintiendo como algo nuevo y profundo destrozaba su carne y crecía y crecía hasta que con los dedos pudo notarse unos centímetros de pelo mojado en rojo. El dolor iba y venía como un vaivén, o era su consciencia sin poder mantenerse despierto del todo. Solo comprender que aquel acto de humildad solo podía significar que era Dafne le mantenía con la vista fija en algo. Dafne, a quién había llorado hace un mes y enterrado su cuerpo bajo tierra. Una terrible afirmación tan cruel como destapar la manta de un cadáver amigo para reconocerlo. Solo que esta vez a la inversa.
Y se vio superado, vomitó de rodillas tan fuerte que parecía estar echándose a sí mismo en respuesta a lo nuevo que la Luna le daba. Cuando terminó cayó de lado, sin importarle que el vómito tocara su pelo. Ya solo podía estar atento entre lágrimas y picores como la figura translúcida se acercaba hacia él sin tocar el suelo. A lo mejor venía a llevárselo con ella. ¿No era ese su destino?.
“Hasta que la muerte os separe”.
Rocavarancolia cambiaba hasta las leyes más simples.
-Soy real- otra vez aquel martilleo en los oídos, como si sus orejas quisieran cerrarse o negar la horrible verdad de aquella voz. Y entonces hizo algo que volvería a marcarle tan fuerte que nunca podría olvidarlo.
Tayron gritaba sin deshacerse del contacto visual y ello le desveló lo que había estado negando desde que la Luna estaba en lo alto. La expresión de Dafne era de inconfundible tristeza, mirándole a él, cierto, pero también horrorizada por lo que les pasaba a sus amigos. Tan asustada como ellos se dispuso a lanzar hechizos de sanación superficial a quienes estuvieran más cerca, sin ser consciente de que ya no era la misma que en vida.
No le hizo ni cosquillas, el humano pataleó el suelo, sintiendo como algo nuevo y profundo destrozaba su carne y crecía y crecía hasta que con los dedos pudo notarse unos centímetros de pelo mojado en rojo. El dolor iba y venía como un vaivén, o era su consciencia sin poder mantenerse despierto del todo. Solo comprender que aquel acto de humildad solo podía significar que era Dafne le mantenía con la vista fija en algo. Dafne, a quién había llorado hace un mes y enterrado su cuerpo bajo tierra. Una terrible afirmación tan cruel como destapar la manta de un cadáver amigo para reconocerlo. Solo que esta vez a la inversa.
Y se vio superado, vomitó de rodillas tan fuerte que parecía estar echándose a sí mismo en respuesta a lo nuevo que la Luna le daba. Cuando terminó cayó de lado, sin importarle que el vómito tocara su pelo. Ya solo podía estar atento entre lágrimas y picores como la figura translúcida se acercaba hacia él sin tocar el suelo. A lo mejor venía a llevárselo con ella. ¿No era ese su destino?.
“Hasta que la muerte os separe”.
Rocavarancolia cambiaba hasta las leyes más simples.
- Zarket
Ficha de cosechado
Nombre: Rádar
Especie: Carabés
Habilidades: Resistencia, velocidad natatoria, nociones de lucha
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
05/08/18, 12:02 pm
El mundo se había convertido en horror y sufrimiento, y por alguna especie de retorcida clemencia la Luna Roja había dejado a Rad intacto para que contemplara la agonía de sus amigos. Y ahora, en un tortuoso quiebro final, le enseñaba lo que podía pasarles a todos si morían. La cárcel eterna que simbolizaba Dafne solo contribuía a la asfixia que el carabés iba sintiendo, incapaz de decidir. Con los gritos inundándolo todo, ¿a quién debía ayudar?
Si no los salvaba, ¿estaría condenado a vivir con sus fantasmas?
Rádar se levantó como pudo, arrastrando al cubo hacia dentro e ignorando los gritos. Su mente intentaba priorizar: Tay y Bara se retorcían en el patio, así que arrastrarlos adentro no sería fácil. Se dirigió, por tanto, hacia Hyun.
El breve instante en el que lo recogió vio la nueva cola que le estaba saliendo a Tayron. El tipo E tragó con dificultad, no sintiendo particulares ganas de contemplar aquella carnicería.
Dejó el cuerpo del humano en el suelo, aunque no con demasiada delicadeza: un nuevo temblor casi le hizo caer de bruces. Rad jadeaba con fuerza, al borde de una hiperventilación, sintiéndose superado por todo y todos. A su alrededor solo había gritos, que empezaban a provocarle un fuerte dolor de cabeza, y que había tiempo que lo habían sumido en un pozo de impotencia. El mundo cambiaba de forma horrible, y él no podía hacer nada para evitarlo.
En su mente, la Luna Roja raspaba con saña, con ansia. Exigía pleitesía, y a pesar de todo él era casi incapaz de no darla.
Allí, en el momento en el que medio cayó con Hyun, se dio cuenta de algo más. Los dos lunares de sus mano había ascendido a ocho, y unos cinco más habían aparecido a lo largo de su brazo. Rad tragó con dificultad, preguntándose qué demonios significaba aquello. A lo mejor el dolor acababa llegándole, pero más tarde que al resto.
Esperaba que no.
Los gritos de Sox interrumpieron aquel breve segundo de reflexión, haciendo que se girara. Acudió a él, pero sin vendas, solo para observar qué tal estaba. Lo que se entreveía bajo aquella camiseta empapada de sangre le provocaba un espanto difícil de describir. Por un momento sintió auténtico pavor porque Sox muriera y él quedara solo allí, sin nadie con quien pudiera sentirse conectado a su mundo.
Lo tocó por un segundo, y sentir algo removerse bajo la piel le provocó unas pocas arcadas. Eriel, al lado, estaba igual, y Siete parecía surgido de la más espantosa película de horror biológico. Rad se alejó un par de pasos, negando con la cabeza.
—¡No! ¡Eso... eso se limitará a salir de alguna forma!
Era, o al menos parecía, una excusa aceptable. Perfectamente pausible, viendo la cola de Tay. Rad incluso se la creyó.
A un lado quedó el cubo lleno de agua, ya olvidado.
Si no los salvaba, ¿estaría condenado a vivir con sus fantasmas?
Rádar se levantó como pudo, arrastrando al cubo hacia dentro e ignorando los gritos. Su mente intentaba priorizar: Tay y Bara se retorcían en el patio, así que arrastrarlos adentro no sería fácil. Se dirigió, por tanto, hacia Hyun.
El breve instante en el que lo recogió vio la nueva cola que le estaba saliendo a Tayron. El tipo E tragó con dificultad, no sintiendo particulares ganas de contemplar aquella carnicería.
Dejó el cuerpo del humano en el suelo, aunque no con demasiada delicadeza: un nuevo temblor casi le hizo caer de bruces. Rad jadeaba con fuerza, al borde de una hiperventilación, sintiéndose superado por todo y todos. A su alrededor solo había gritos, que empezaban a provocarle un fuerte dolor de cabeza, y que había tiempo que lo habían sumido en un pozo de impotencia. El mundo cambiaba de forma horrible, y él no podía hacer nada para evitarlo.
En su mente, la Luna Roja raspaba con saña, con ansia. Exigía pleitesía, y a pesar de todo él era casi incapaz de no darla.
Allí, en el momento en el que medio cayó con Hyun, se dio cuenta de algo más. Los dos lunares de sus mano había ascendido a ocho, y unos cinco más habían aparecido a lo largo de su brazo. Rad tragó con dificultad, preguntándose qué demonios significaba aquello. A lo mejor el dolor acababa llegándole, pero más tarde que al resto.
Esperaba que no.
Los gritos de Sox interrumpieron aquel breve segundo de reflexión, haciendo que se girara. Acudió a él, pero sin vendas, solo para observar qué tal estaba. Lo que se entreveía bajo aquella camiseta empapada de sangre le provocaba un espanto difícil de describir. Por un momento sintió auténtico pavor porque Sox muriera y él quedara solo allí, sin nadie con quien pudiera sentirse conectado a su mundo.
Lo tocó por un segundo, y sentir algo removerse bajo la piel le provocó unas pocas arcadas. Eriel, al lado, estaba igual, y Siete parecía surgido de la más espantosa película de horror biológico. Rad se alejó un par de pasos, negando con la cabeza.
—¡No! ¡Eso... eso se limitará a salir de alguna forma!
Era, o al menos parecía, una excusa aceptable. Perfectamente pausible, viendo la cola de Tay. Rad incluso se la creyó.
A un lado quedó el cubo lleno de agua, ya olvidado.
- Dal
Ficha de cosechado
Nombre: Alec (Alasdair)
Especie: Humano; Escocés.
Habilidades: Fuerza bruta, nociones de lucha y resistencia.
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
06/08/18, 09:24 pm
Dolor, eso era lo que dominaba la mente del nublino. El dolor que sentía Eriel en esos momentos tiraba por tierra el peor dolor que había sentido con el anillo. Era como si en ese momento la Luna se riése de él. "Nada de lo que has sufrido hasta ahora se compara conmigo" parecía decir.
Como pudo intentó arrastrarse hacia la puerta, la espalda sangrante le producía pinchazos de dolor contínuos yendo cada vez a más. Cerca de la puerta se encontró a Sox, también dolorido y la visión del nublino enfocó su espalda.
-Ojalá no te duela tanto como a mí, Sox - consiguió gruñir Eriel tras un pinchazo especialmente doloroso. Parecía sin embargo que el carabés sufría tanto como él.
Eriel trató de incorporarse para descubrir con horror que las piernas no le respondían. Las sentía todavía pero éstas se negaban a moverse.
El dolor sin embargo volvió con más fuerza y desplomó al chico sobre el suelo. Los gritos de Eriel podían oírse por todo el torreón.
Dolía, sentía que la espalda le quemaba y le picaba. Y entre tanto dolor Eriel comenzó a reír. No era una risa alegre, distaba mucho de aquello. Era una risa que bordeaba el masoquismo.
La lluvia arreciaba contra el cuerpo del chico, los relámpagos cruzaba el cielo con sus destellos fugaces seguidos del estruendoso trueno, la tierra entera temblaba ante la presencia de su señora Roja. Y Eriel reía, reía por estar vivo, reía por ganar la partida contra la ciudad, si dolía significaba que estaba vivo y aquello era maravilloso. Y Eriel lloraba, lloraba de dolor, lloraba de rabia e impotencia de no poder hacer nada por sus amigos, lloraba por aquellos que no habían podido llegar hasta allí con ellos.
Eriel no vio a Dafne y las palabras de los demás quedaban ahogadas por los gritos del joven.
Un picor insoportable además del dolor se extendió por su espalda y cuando Eriel intentó moverse apenas pudo. Una suerte de incorporación sobre sus brazos fue todo lo que consiguió.
Pronto todos dejaron de escuchar los gritos de agonía de Eriel. Si lo miraban lo verían paralizado, con una mueca de dolor indescriptible en el rostro y su ojo clavado en la Luna Roja.
Sin embargo y a pesar del dolor que sentía el nublino ya no pudo moverse más. Eso no hizo sino agravar su sufrimiento. Ahora sí oía el dolor de los demás, oía los gritos de Sox, la desesperación en la voz de Rad, el dolor de su hermano le quemaba en lo profundo.
Y entonces llegó el picor, un picor insoportable que se extendía por su cara y por cada cicatriz de su cuerpo. En especial se concentraba en su espalda.
Y entre el dolor y el picor de su espalda algo empezó a asomar. Cediendo poco a poco, milímetro a milímetro. Llevando al nublino a unas cotas de dolor que no habría imaginado nunca.
Como pudo intentó arrastrarse hacia la puerta, la espalda sangrante le producía pinchazos de dolor contínuos yendo cada vez a más. Cerca de la puerta se encontró a Sox, también dolorido y la visión del nublino enfocó su espalda.
-Ojalá no te duela tanto como a mí, Sox - consiguió gruñir Eriel tras un pinchazo especialmente doloroso. Parecía sin embargo que el carabés sufría tanto como él.
Eriel trató de incorporarse para descubrir con horror que las piernas no le respondían. Las sentía todavía pero éstas se negaban a moverse.
El dolor sin embargo volvió con más fuerza y desplomó al chico sobre el suelo. Los gritos de Eriel podían oírse por todo el torreón.
Dolía, sentía que la espalda le quemaba y le picaba. Y entre tanto dolor Eriel comenzó a reír. No era una risa alegre, distaba mucho de aquello. Era una risa que bordeaba el masoquismo.
La lluvia arreciaba contra el cuerpo del chico, los relámpagos cruzaba el cielo con sus destellos fugaces seguidos del estruendoso trueno, la tierra entera temblaba ante la presencia de su señora Roja. Y Eriel reía, reía por estar vivo, reía por ganar la partida contra la ciudad, si dolía significaba que estaba vivo y aquello era maravilloso. Y Eriel lloraba, lloraba de dolor, lloraba de rabia e impotencia de no poder hacer nada por sus amigos, lloraba por aquellos que no habían podido llegar hasta allí con ellos.
Eriel no vio a Dafne y las palabras de los demás quedaban ahogadas por los gritos del joven.
Un picor insoportable además del dolor se extendió por su espalda y cuando Eriel intentó moverse apenas pudo. Una suerte de incorporación sobre sus brazos fue todo lo que consiguió.
Pronto todos dejaron de escuchar los gritos de agonía de Eriel. Si lo miraban lo verían paralizado, con una mueca de dolor indescriptible en el rostro y su ojo clavado en la Luna Roja.
Sin embargo y a pesar del dolor que sentía el nublino ya no pudo moverse más. Eso no hizo sino agravar su sufrimiento. Ahora sí oía el dolor de los demás, oía los gritos de Sox, la desesperación en la voz de Rad, el dolor de su hermano le quemaba en lo profundo.
Y entonces llegó el picor, un picor insoportable que se extendía por su cara y por cada cicatriz de su cuerpo. En especial se concentraba en su espalda.
Y entre el dolor y el picor de su espalda algo empezó a asomar. Cediendo poco a poco, milímetro a milímetro. Llevando al nublino a unas cotas de dolor que no habría imaginado nunca.
- Reifon
Ficha de cosechado
Nombre: Nery´s
Especie: Frivy
Habilidades: Velocidad, agilidad, resistencia.
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
06/08/18, 10:36 pm
"Crack"
Y los gritos cesaron. Su garganta había dado todo de sí y ahora se hallaba rota y sangrante por dentro, provocando que el sonido de la lluvia fuese todo lo que se oyera del cuerpo del nublino.
Pero el dolor seguía ahí.
Tiritaba en el suelo y ni siquiera sabía por qué. Aún no había notado la lluvia, ni los temblores, ni siquiera los rayos cruzando por encima de su cabeza, solo estaban la Luna y su agonía.
En algún punto algo empezó a moverse de manera extraña y no pudo si no mirar. Aquellas uñas negras empezaron a retorcerse y sus músculos a deformarse, y como si de una flor en primavera se tratase un capullo de carne huesos y venas coronado por aquellas deformidades se abrió paso por la piel del nublino. Intentó gritar, pero su garganta solo quemaba y picaba, a la par que los músculos de su mandíbula empezaron a desgarrarse.
"Crack"
Y esta vez su mandíbula se rompió y se desencajó, buscando espacio en aquella diminuta boca. El nublino solo pudo llorar tirado en el suelo mientras el agua entraba en su boca y el capullo se habría para mostrar una sátira de mano, agujereada e incompleta sin ni un rastro de piel.
Pero aquel dolor infernal pasó y solo quedaban picores y dolores más o menos soportables para aquel psicópata.
Y respiró. Poco a poco sintió la lluvia, dulce lluvia, acariciándole la piel, los temblores cosquilleando por sus huesos y los truenos rugiendo en el cielo. Y aún así nada de aquello era comparable al fulgor rojo que el astro brindaba sobre ellos.
Alzó su nueva mano hacia la Luna y la luz se filtró por los agujeros de esta. Era hermosa, por un instante nada tenía importancia para el nublino, nada estaba mal, no tenía porque hacer nada. Solo alabarla y mirarla, solo aquello lo llenaba.
Eriel...
Aquel pensamiento rompió el embrujo, había cosas que hacer, siempre había cosas que hacer. Se levantó con torpeza mientras la miraba, incapaz de dejar su visión hasta que no fuese estrictamente necesario, temblando de dolor y frío y temblando aun más por los terremotos. Pero lo hizo.
Una cola hecha de huesos, tendones y músculos se agitaba ya en su espalda. Ni siquiera había notado su salida en comparación al muñón.
Barael miró Sox y a su hermano, necesitaban ayuda y así fue a dársela. Un engendro con la mandíbula rota y algún colmillo y mano y cola hechas ambas solo por dentro.
Y los gritos cesaron. Su garganta había dado todo de sí y ahora se hallaba rota y sangrante por dentro, provocando que el sonido de la lluvia fuese todo lo que se oyera del cuerpo del nublino.
Pero el dolor seguía ahí.
Tiritaba en el suelo y ni siquiera sabía por qué. Aún no había notado la lluvia, ni los temblores, ni siquiera los rayos cruzando por encima de su cabeza, solo estaban la Luna y su agonía.
En algún punto algo empezó a moverse de manera extraña y no pudo si no mirar. Aquellas uñas negras empezaron a retorcerse y sus músculos a deformarse, y como si de una flor en primavera se tratase un capullo de carne huesos y venas coronado por aquellas deformidades se abrió paso por la piel del nublino. Intentó gritar, pero su garganta solo quemaba y picaba, a la par que los músculos de su mandíbula empezaron a desgarrarse.
"Crack"
Y esta vez su mandíbula se rompió y se desencajó, buscando espacio en aquella diminuta boca. El nublino solo pudo llorar tirado en el suelo mientras el agua entraba en su boca y el capullo se habría para mostrar una sátira de mano, agujereada e incompleta sin ni un rastro de piel.
Pero aquel dolor infernal pasó y solo quedaban picores y dolores más o menos soportables para aquel psicópata.
Y respiró. Poco a poco sintió la lluvia, dulce lluvia, acariciándole la piel, los temblores cosquilleando por sus huesos y los truenos rugiendo en el cielo. Y aún así nada de aquello era comparable al fulgor rojo que el astro brindaba sobre ellos.
Alzó su nueva mano hacia la Luna y la luz se filtró por los agujeros de esta. Era hermosa, por un instante nada tenía importancia para el nublino, nada estaba mal, no tenía porque hacer nada. Solo alabarla y mirarla, solo aquello lo llenaba.
Eriel...
Aquel pensamiento rompió el embrujo, había cosas que hacer, siempre había cosas que hacer. Se levantó con torpeza mientras la miraba, incapaz de dejar su visión hasta que no fuese estrictamente necesario, temblando de dolor y frío y temblando aun más por los terremotos. Pero lo hizo.
Una cola hecha de huesos, tendones y músculos se agitaba ya en su espalda. Ni siquiera había notado su salida en comparación al muñón.
Barael miró Sox y a su hermano, necesitaban ayuda y así fue a dársela. Un engendro con la mandíbula rota y algún colmillo y mano y cola hechas ambas solo por dentro.
- Naeryan
Ficha de cosechado
Nombre:
Especie:
Habilidades:
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
06/08/18, 11:31 pm
Quiso responder a Eriel con una risotada incrédula pero el suelo volvió a temblar bajo él, y respondiendo a aquella sacudida de la Luna Roja las heridas bulleron con frenesí renovado: el ardor infernal se alternaba con el picor, con palpitaciones eléctricas que parecían morderle la piel. La carne le latía cada vez más rápido, al compás que marcaba el astro que parecía haberse convertido en su segundo corazón. El carabés apretó los dientes hasta que se notó la mandíbula crujir.
Siete se retorcía de dolor en el suelo y los sonidos que salían de él eran antinaturales; Sox no sabía si le estaba viendo deformarse de verdad o si las lágrimas le emborronaban demasiado la visión. Tay estaba tirado en el suelo, acosado por la aparición, y Hyun no había vuelto a abrir los ojos. La nueva imagen de Barael inclinado sobre su hermano nadaba en su visión, negándose a ser creída, y Eriel reía por alguna razón demencial hasta que ya no fue capaz de moverse; la sangre diluida con lluvia encharcaba el suelo del patio, el del torreón, el bajo del sofá contra el que estaba encogido Siete.
La cólera indignada por lo que les estaba pasando se inflamaba dentro de él, contenida a duras penas y saliendo por los resquicios como la sangre de las rendijas de su espalda. Se merecían vivir, se lo merecían después de todo lo que habían pasado. Quería exigirlo, reclamárselo a la Luna que colgaba en lo alto. Sox se encorvó sobre sí mismo hasta hacerse un ovillo arrodillado en el suelo, llorando de impotencia por no poder hacer nada, por ni siquiera sentirse capaz de levantarse del suelo. Sentía la carnicería en su espalda; podía notar los músculos seccionados, la herida abierta y escaldada y la sangre cálida escapándosele por los tajos, cómo éstos se extendían milímetro a milímetro conforme se le abría la piel.
El dolor escalaba y escalaba, acalambrándole la espalda, y la negativa de Rad fue la gota que colmó el vaso. Estaba desangrándose en el suelo y como si el propio día de la Luna quisiera arrojarle la ironía a la cara su compañero todavía seguía llevándole la contraria. El dolor le estaba matando y el carabés estalló.
—¡Rad, me cago en tu puta vida, hazme caso por una condenada vez y VÉNDAME LA PUTA ESPALDA!—el grito le salió descontrolado y transido de histeria. Lloraba de dolor y de pura frustración. El dolor era tal que creyó que así era como iba a morir él, que iba a partírsele la columna en dos y él con ella. La cosa en su espalda reaccionó a su ira y Sox sintió que algo afilado le desgarraba la carne por dentro. El resto de lo que fuese a decir se perdió en un alarido. Ahora luchaba por respirar en resuellos. Ya venía, podía notarlo. Ya venía. Aquello iba a abrirse camino a través de él, y Sox lo soportaría como pudiera o entonces lo que fuese lo mataría. Se encogió todavía más sobre sí mismo, abrazándose las rodillas; comprimiéndose para que su dolor ocupara menos espacio. Cerró los ojos y gritó una última vez, interminable, agónico, hasta que vio luces tras sus párpados.
Salieron de golpe, ávidas por batir, empapadas de su propia sangre. Terminaron de desgarrarle la espalda desde dentro como hoces al rojo vivo; la camiseta reventó en pedazos y un último estallido de líquido oscuro y cálido salpicó las losas.
Se desplegaron a su espalda con un estallido de sonido, afiladas, triunfales.
Alas.
Siete se retorcía de dolor en el suelo y los sonidos que salían de él eran antinaturales; Sox no sabía si le estaba viendo deformarse de verdad o si las lágrimas le emborronaban demasiado la visión. Tay estaba tirado en el suelo, acosado por la aparición, y Hyun no había vuelto a abrir los ojos. La nueva imagen de Barael inclinado sobre su hermano nadaba en su visión, negándose a ser creída, y Eriel reía por alguna razón demencial hasta que ya no fue capaz de moverse; la sangre diluida con lluvia encharcaba el suelo del patio, el del torreón, el bajo del sofá contra el que estaba encogido Siete.
La cólera indignada por lo que les estaba pasando se inflamaba dentro de él, contenida a duras penas y saliendo por los resquicios como la sangre de las rendijas de su espalda. Se merecían vivir, se lo merecían después de todo lo que habían pasado. Quería exigirlo, reclamárselo a la Luna que colgaba en lo alto. Sox se encorvó sobre sí mismo hasta hacerse un ovillo arrodillado en el suelo, llorando de impotencia por no poder hacer nada, por ni siquiera sentirse capaz de levantarse del suelo. Sentía la carnicería en su espalda; podía notar los músculos seccionados, la herida abierta y escaldada y la sangre cálida escapándosele por los tajos, cómo éstos se extendían milímetro a milímetro conforme se le abría la piel.
El dolor escalaba y escalaba, acalambrándole la espalda, y la negativa de Rad fue la gota que colmó el vaso. Estaba desangrándose en el suelo y como si el propio día de la Luna quisiera arrojarle la ironía a la cara su compañero todavía seguía llevándole la contraria. El dolor le estaba matando y el carabés estalló.
—¡Rad, me cago en tu puta vida, hazme caso por una condenada vez y VÉNDAME LA PUTA ESPALDA!—el grito le salió descontrolado y transido de histeria. Lloraba de dolor y de pura frustración. El dolor era tal que creyó que así era como iba a morir él, que iba a partírsele la columna en dos y él con ella. La cosa en su espalda reaccionó a su ira y Sox sintió que algo afilado le desgarraba la carne por dentro. El resto de lo que fuese a decir se perdió en un alarido. Ahora luchaba por respirar en resuellos. Ya venía, podía notarlo. Ya venía. Aquello iba a abrirse camino a través de él, y Sox lo soportaría como pudiera o entonces lo que fuese lo mataría. Se encogió todavía más sobre sí mismo, abrazándose las rodillas; comprimiéndose para que su dolor ocupara menos espacio. Cerró los ojos y gritó una última vez, interminable, agónico, hasta que vio luces tras sus párpados.
Salieron de golpe, ávidas por batir, empapadas de su propia sangre. Terminaron de desgarrarle la espalda desde dentro como hoces al rojo vivo; la camiseta reventó en pedazos y un último estallido de líquido oscuro y cálido salpicó las losas.
Se desplegaron a su espalda con un estallido de sonido, afiladas, triunfales.
Alas.
- Alicia
Ficha de cosechado
Nombre: Siete
Especie: Idris
Habilidades: oido musical, orientación, reflejos
Personajes :- Seon: aurva soñadora, 20 años. 163 cm
- Ri:Tengu. Aurva albina, 18 años. 170 cm
- Nero:Sin esencia, edeel. 18 años, 175 cm.
- Siete: idrino cosechado. 18 años. 172 cm.
Heridas/enfermedades : Cicatrices desiguales con forma de arañazo en los gemelos, que se extienden hacia la parte frontal de la pierna. Más anchas y verticales en la pierna derecha.
Status : So. FLUFFY.- Seon: aurva soñadora, 20 años. 163 cm
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
07/08/18, 01:03 am
Siete se arañó las mejillas. Lloraba todavía, de la forma inconexa que le permitía el dolor. Se había encogido y tensado, con el palpitar acelerado de su pecho resonando en la piel abierta, en los nuevos nervios. Su corazón latía como si quisiera salir por su garganta y aleteara vivo entre sus costillas para huir de aquella noche.
La lluvia llenaba sus oídos superpuesta a las voces conocidas. Aunque tenía los ojos cerrados a la luz de la Luna, podía oler su rojo hundido en el puente de su nariz con una intensidad insoportable. La consciencia lo reclamaba por cada poro.
Cuando Siete pateó para arrastrarse lejos de los estímulos, arañó las losas con uña dura en vez de piel. Sollozó, hundiendo los codos en la piedra para girar sobre su mismo. Le picaban las piernas, sentía un hormigueo cubrirlas y Siete creyó de verdad que aquello era el precedente a ser devorado antes de morirse, o de que terminasen de prenderse fuego sus extremidades hasta deformarlo en carne y hueso y robarle hasta la garganta.
Su final no llegó. Siete jadeó, tosió y se arrastró unos centímetros antes de entender que ya había pasado lo peor. Goteaba sobre el suelo saliva y sangre. Se limpió los ojos con las manos oscurecidas por la penumbra rojiza que iluminaba todo. Temblando, se agarró al sofá para tratar de incorporarse. Las piernas respondían, pero su estructura era nueva. Le escocían las orejas como si las tuviera en carne viva y se le agitaban a los lados de la cabeza.
Siete soltó el aire de los pulmones en una risa nerviosa que fue luego un gemido. Los gritos le aterrorizaban. Se puso en pie de forma endeble al momento de un alarido, impulsado por una sensación de amenaza. Siete estaba listo para correr, aunque sus rodillas le cedieran, para huir en dirección contraria.
Dio dos pasos atrás, y por primera vez, vio lo que quedaba de ellos. No así mismo, aún, con las pupilas dilatadas en una expresión más animal que humana, la sangre seca en sus sienes, sus orejas deformes, cubiertas de pelusa, pisando de puntillas sobre pezuñas, si no a Tayron encogido a través de la imagen difusa de Dafne. El cadáver de Hyun, abandonado en el suelo y empapado de agua. A Rad. Luego había un bulto envuelto en mantas membranosas al que absolutamente no se quería acercar.
Siete se tambaleó hacia lo menos peligroso, con el pecho oprimido de preocupación.
- ¿Estais bien?
La lluvia llenaba sus oídos superpuesta a las voces conocidas. Aunque tenía los ojos cerrados a la luz de la Luna, podía oler su rojo hundido en el puente de su nariz con una intensidad insoportable. La consciencia lo reclamaba por cada poro.
Cuando Siete pateó para arrastrarse lejos de los estímulos, arañó las losas con uña dura en vez de piel. Sollozó, hundiendo los codos en la piedra para girar sobre su mismo. Le picaban las piernas, sentía un hormigueo cubrirlas y Siete creyó de verdad que aquello era el precedente a ser devorado antes de morirse, o de que terminasen de prenderse fuego sus extremidades hasta deformarlo en carne y hueso y robarle hasta la garganta.
Su final no llegó. Siete jadeó, tosió y se arrastró unos centímetros antes de entender que ya había pasado lo peor. Goteaba sobre el suelo saliva y sangre. Se limpió los ojos con las manos oscurecidas por la penumbra rojiza que iluminaba todo. Temblando, se agarró al sofá para tratar de incorporarse. Las piernas respondían, pero su estructura era nueva. Le escocían las orejas como si las tuviera en carne viva y se le agitaban a los lados de la cabeza.
Siete soltó el aire de los pulmones en una risa nerviosa que fue luego un gemido. Los gritos le aterrorizaban. Se puso en pie de forma endeble al momento de un alarido, impulsado por una sensación de amenaza. Siete estaba listo para correr, aunque sus rodillas le cedieran, para huir en dirección contraria.
Dio dos pasos atrás, y por primera vez, vio lo que quedaba de ellos. No así mismo, aún, con las pupilas dilatadas en una expresión más animal que humana, la sangre seca en sus sienes, sus orejas deformes, cubiertas de pelusa, pisando de puntillas sobre pezuñas, si no a Tayron encogido a través de la imagen difusa de Dafne. El cadáver de Hyun, abandonado en el suelo y empapado de agua. A Rad. Luego había un bulto envuelto en mantas membranosas al que absolutamente no se quería acercar.
Siete se tambaleó hacia lo menos peligroso, con el pecho oprimido de preocupación.
- ¿Estais bien?
-
- Aes
Ficha de cosechado
Nombre: Aniol
Especie: Humano
Habilidades: habilidad manual, automotivación, olfato fino.
Personajes : ●Ruth: Humana (Israel)
Demonio de Fuego
●Tayron: Humano (Bélgica)
Lémur
●Fleur: Humana (Francia)
Siwani
●Aniol: Humano (Polonia)
Unidades mágicas : 03/12
Síntomas : Querrá salir más del torreón. En ocasiones, aparecerán destellos de luz a su alrededor que duran un instante.
Status : KANON VOY A POR TI
Humor : Me meo ;D
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
07/08/18, 05:55 pm
Dafne estaba asombrada, deseaba ayudarlos de verdad, cuidar los males de todos pero tras darse cuenta de que no era lo suficiente fuerte ¿qué podía hacer?. No solo Tayron llamaba su atención, la fantasma se veía superada, como si tuviera que cumplir un papel de médico para el que no estaba preparada. Tanto dolor y tanta sangre... .
Barael chillaba con una cola en su espalda, su hermano no parecía en mejores condiciones, no mantuvo la vista lo suficiente para ver a Siete. Y Con el estallido de sangre de Sox retrocedió asustada, algo se agitaba en su espalda, vivo y afilado. Alas.
-Tengo que hacer algo.
Tayron era incapaz de hablar con ella, quería articular palabras, frases hechas. Todos aquellos esquemas mentales que se plantean decir a una persona muerta de mentira, pensando en qué hablarías si volviera a estar presente codo con codo. Y la Luna se lo impedía, en forma de una lanza de dolor clavada tras de sí, músculos y carne rasgándose con burbujeos de sangre espesa sobre el patio. Tayron lloraba como un condenado, con la vista fija en el poder de la Luna, sintiendo como se colaba en su interior y traspasaba su cuerpo con un calor intenso producto del delirio. Por mucho que pataleara el suelo o se tirara de su propio cabello no cesaba ni disminuía, las lágrimas solo le dejaban ver un astro difuso alzarse sobre él y un cielo estrellado que le miraba con sorna. Sintió que la Luna se lo llevaba, que lo arrastraba hacia ella con su gravedad, como si unas garras invisibles lo arroparan haciendo de una madre terrible que ahogaba a su hijo tras nacer. Dejó caer la cabeza hacia atrás, exhausto y tardó unos segundos más en comprender que estaba siendo levitado hacia el interior del salón. A penas levantó un poco la cabeza para confirmarlo, a unos metros de él una figura borrosa y translúcida le hablaba y extendía las manos hacia su posición. Conforme se alejaba, iba dejándola atrás y la lluvia tormentosa dejó de tocarlo, transformándose en un toldo de piedra familiar.
Casi vomitó de nuevo al percibir con pánico que aunque a penas a dos palmos del suelo, arrastraba algo trás de sí.
-¡Aguanta Tay! ¡Aguantad!.
Dafne lloraba, o eso creía. La visión la dejaba sin habla, Tayron siendo llevado hacia dentro por ella misma y dejando un reguero de sangre tras de sí. Entre sus piernas flácidas y colgantes una cola de un brazo de longitud serpentaba sin gracia por el patio, aún incompleta. Pero ya monstruosamente grande. Dafne le depositó en el salón boca abajo para que lo que tuviera que salir al menos lo hiciera más rápido. Ya con Hyun en el aire volvió a sorprenderse. Tayron levantaba la cabeza a unos metros de ella con dificultad. Se percató al instante e hizo el gesto de tragar saliva, sus irises empezaban a dejar atrás el marrón rojizo hacia algo más claro. No había la oscuridad necesaria para contemplar todo su esplendor pero ya desde ahí podía verlo, comenzaban a teñirse de amarillos.
Barael chillaba con una cola en su espalda, su hermano no parecía en mejores condiciones, no mantuvo la vista lo suficiente para ver a Siete. Y Con el estallido de sangre de Sox retrocedió asustada, algo se agitaba en su espalda, vivo y afilado. Alas.
-Tengo que hacer algo.
Tayron era incapaz de hablar con ella, quería articular palabras, frases hechas. Todos aquellos esquemas mentales que se plantean decir a una persona muerta de mentira, pensando en qué hablarías si volviera a estar presente codo con codo. Y la Luna se lo impedía, en forma de una lanza de dolor clavada tras de sí, músculos y carne rasgándose con burbujeos de sangre espesa sobre el patio. Tayron lloraba como un condenado, con la vista fija en el poder de la Luna, sintiendo como se colaba en su interior y traspasaba su cuerpo con un calor intenso producto del delirio. Por mucho que pataleara el suelo o se tirara de su propio cabello no cesaba ni disminuía, las lágrimas solo le dejaban ver un astro difuso alzarse sobre él y un cielo estrellado que le miraba con sorna. Sintió que la Luna se lo llevaba, que lo arrastraba hacia ella con su gravedad, como si unas garras invisibles lo arroparan haciendo de una madre terrible que ahogaba a su hijo tras nacer. Dejó caer la cabeza hacia atrás, exhausto y tardó unos segundos más en comprender que estaba siendo levitado hacia el interior del salón. A penas levantó un poco la cabeza para confirmarlo, a unos metros de él una figura borrosa y translúcida le hablaba y extendía las manos hacia su posición. Conforme se alejaba, iba dejándola atrás y la lluvia tormentosa dejó de tocarlo, transformándose en un toldo de piedra familiar.
Casi vomitó de nuevo al percibir con pánico que aunque a penas a dos palmos del suelo, arrastraba algo trás de sí.
-¡Aguanta Tay! ¡Aguantad!.
Dafne lloraba, o eso creía. La visión la dejaba sin habla, Tayron siendo llevado hacia dentro por ella misma y dejando un reguero de sangre tras de sí. Entre sus piernas flácidas y colgantes una cola de un brazo de longitud serpentaba sin gracia por el patio, aún incompleta. Pero ya monstruosamente grande. Dafne le depositó en el salón boca abajo para que lo que tuviera que salir al menos lo hiciera más rápido. Ya con Hyun en el aire volvió a sorprenderse. Tayron levantaba la cabeza a unos metros de ella con dificultad. Se percató al instante e hizo el gesto de tragar saliva, sus irises empezaban a dejar atrás el marrón rojizo hacia algo más claro. No había la oscuridad necesaria para contemplar todo su esplendor pero ya desde ahí podía verlo, comenzaban a teñirse de amarillos.
"Ya No Hay Fuego, Pero Sigue Quemando."
"Son Un Sentimiento Suspendido En El Tiempo, A Veces Un Evento Terrible Condenado A Repetirse."
"Deja Que Tu Fe Sea Más Grande Que Tus Miedos."
"¡Se Lo Diré Al Señor Santa!"
- Kial
Ficha de cosechado
Nombre: Hyun-Su
Especie: Humano
Habilidades: memoria, habilidad mental (acertijos, adivinanzas),astucia.Personajes : Hyun-su: el medio coreano medio estadounidense, serio, callado, cobarde, enclenque y egoista impulsado por su miedo.
altura: 1,77m
peso: 67 kg (estilizado)
edad: 15 años
Heridas/enfermedades : -Cicatrices en: mano, pecho, hombro y mejilla.
-Cojera por herida a medio curar en gemelo.
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
08/08/18, 05:27 pm
La vista de Hyun volvía a captar luz, pero no el color. Su mente a captar la realidad, pero era una realidad distorsionada. El sueño por su parte todavía parecía un recuerdo de verdad. El odio y la frustración si eran verdad. Hyun empezó a llorar, no veía bien, no sentía bien, intuía que se encontraba en el suelo, pero quería levantarse. Irse a donde fuera, pero salir de ese torreón que veía de más. Intentó usar su brazo, apoyarlo en el suelo e impulsarse. Pero no uso el brazo, ni tocó realmente el suelo. Su aura golpeó a alguien en su intento de levantarse, aunque el coreano tardaría en darse cuenta que era Tayron el que había recibido el golpe. Y no debió ser suave porque verdaderamente le impulsó, e incluso lo hizo de más. Hyun aterrizó en su cara. Tardo un rato en recomponerse no dejando de ver, oir o sentir ni con los ojos cerrados y levanto suavemente su cabeza. Esta vez si tocaba el suelo con su mano. Golpeó el suelo con el puño cerrado y el aura al rededor de este se le unió. El coreano dió un grito entre dientes y siguió llorando.
No solo su vista estaba cambiada, olía todo a su alrededor, y tambien lo oía todo como si viniera de delante suya, e incluso lo saboreaba todo. Las nauseas y el mareo iban en aumento y tras un segundo intento de ponerse en pie y andar, vomitó. La frustración herbía su sangre, las lagrimas no dejaban de caer. Hyun gritaba y gruñía a cada nuevo intento, su cara se enrojecía de la ira. Y no paraba ni un segundo no queriendo descubrir que eran siquiera las figuras que lo rodeaban. Pero no dejaba de fallar impedido por sus propios sentidos que lo mareaban. Otro intento fallido, y Hyun empezó a golpear, dirigiendo con sus brazos a su aura, el suelo con toda la fuerza que tuviera y pudiera, y no importando que pudiera aplastar con ésta. Quería salir, y no podía. Odiaba su vida y su suerte porque no podía hacer nada.
Cayó al suelo una vez más y dejó de intentarlo, pasando simplemente a llorar sin más. Estaba sobre sus rodillas derrotado por si mismo. La espera permitía que las cosas volverían a tener sentido. Al menos todo el que pudieran tener. A su alrededor podía ver a Tayron con una enorme cola saliendole de la rabadilla, Siete con cuernos y unas piernas deformes. Rad corríeniendo de un lado a otro, Sox gritando mientras dos alas le salían por la espalda. Y Dafne. Si la linea de la realidad y los sueños no fuera tan clara, esta sería otra pesadilla. No eran bestias alargadas, pero no dejaban de ser potencialmente peligrosos. Y Dafne, no podia ser Dafne. Hyun se tiró para atras y empezó a arrastrarse, no teniendo claro que dirección estaba tomando, ni que era "atras".
- ¿¡Q-qué eres!? ¿¡Que ha-haces aquí!?¡¿Que quieres!? - Gritaba a la figura flotante frente a él, o detrás. Por un instante pensó que venía a torturarle por haber huido cuando ella y Charlie morían. Pero no. Tenía que ser algo peor un engaño de rocavarancolia, otra manera de matarlos. Que mal momento para no ver bien, penso el coreano.
No solo su vista estaba cambiada, olía todo a su alrededor, y tambien lo oía todo como si viniera de delante suya, e incluso lo saboreaba todo. Las nauseas y el mareo iban en aumento y tras un segundo intento de ponerse en pie y andar, vomitó. La frustración herbía su sangre, las lagrimas no dejaban de caer. Hyun gritaba y gruñía a cada nuevo intento, su cara se enrojecía de la ira. Y no paraba ni un segundo no queriendo descubrir que eran siquiera las figuras que lo rodeaban. Pero no dejaba de fallar impedido por sus propios sentidos que lo mareaban. Otro intento fallido, y Hyun empezó a golpear, dirigiendo con sus brazos a su aura, el suelo con toda la fuerza que tuviera y pudiera, y no importando que pudiera aplastar con ésta. Quería salir, y no podía. Odiaba su vida y su suerte porque no podía hacer nada.
Cayó al suelo una vez más y dejó de intentarlo, pasando simplemente a llorar sin más. Estaba sobre sus rodillas derrotado por si mismo. La espera permitía que las cosas volverían a tener sentido. Al menos todo el que pudieran tener. A su alrededor podía ver a Tayron con una enorme cola saliendole de la rabadilla, Siete con cuernos y unas piernas deformes. Rad corríeniendo de un lado a otro, Sox gritando mientras dos alas le salían por la espalda. Y Dafne. Si la linea de la realidad y los sueños no fuera tan clara, esta sería otra pesadilla. No eran bestias alargadas, pero no dejaban de ser potencialmente peligrosos. Y Dafne, no podia ser Dafne. Hyun se tiró para atras y empezó a arrastrarse, no teniendo claro que dirección estaba tomando, ni que era "atras".
- ¿¡Q-qué eres!? ¿¡Que ha-haces aquí!?¡¿Que quieres!? - Gritaba a la figura flotante frente a él, o detrás. Por un instante pensó que venía a torturarle por haber huido cuando ella y Charlie morían. Pero no. Tenía que ser algo peor un engaño de rocavarancolia, otra manera de matarlos. Que mal momento para no ver bien, penso el coreano.
- Zarket
Ficha de cosechado
Nombre: Rádar
Especie: Carabés
Habilidades: Resistencia, velocidad natatoria, nociones de lucha
Personajes :
- Spoiler:
- ●Bastel (antes Bran/Branniel): Trasgo de Ewa sexto sacerdote de la Secta, sádico, aficionado a matanzas y luchador en los bajos fondos. No tocarle los cojoncios, que muerde.
●Lanor Gris: demiurgo procedente de Carabás. Tímido, llorica y buena gente.
●Rádar (o Rad): astrario carabés tsundere hacia la magia, mandón, brusco y estricto. Fashion victim. Reloj andante.
●Galiard syl: mago rabiosamente rocavarancolés, despiadado antihéroe brutalmente pragmático y compasivo antivillano bienintencionado.
Armas :- Spoiler:
- ●Bastel (antes Bran): magia, garras, dientes y una espada de longitud media a larga. O lo que haga falta.
●Lanor Gris: magia y sus criaturas.
●Rádar (o Rad): espada de longitud media. Sus habilidades de desviación de hechizos.
●Galiard Syl: magia y, si hace falta, una espada de longitud corta a media.
Status : Jinete del apocalipsis (¡ahora con extra de torpeza social!)
Humor : En muerte cerebral.
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
08/08/18, 06:38 pm
El grito de Sox lo dejó congelado por unos instantes, sorprendiendo al tipo E casi tanto como las mutaciones que había a su alrededor. Su compatriota podía ser directo, seco incluso, y un poco impaciente, pero aquello era totalmente nuevo. La histeria y el dolor le desgarraban, a Rad no pudo sino sentir una tremenda conmiseración por la agonía de su compañero, pero eso no logró que cumpliera sus órdenes. No solo le provocaba un desagrado absoluto aquellas cosas que se movían bajo la espalda del mago del torreón: tenía el firme convencimiento de que, de una manera u otra, saldría. Solo podía confiar en que fuera mejor no estorbarlas.
La salida de las alas fue una escena tan dantesca como, en cierto sentido, hermosa. La crudeza de la Luna Roja, la poca misericordia de sus cambios, se desplegó ante Rad en toda su magnificencia. Los cambios de Siete eran profundamente desagradables de ver, pero aquello no. Aquellas alas eran, cuanto menos, impresionantes.
La voz de Siete lo sacó de su trance. El caos a su alrededor parecía haberse tranquilizado un poco, pero Rad seguía sintiendo el mismo ahogo que hasta el momento. Poco sabía el astrario recién nacido que aquel sentimiento no tenía nada que ver con el sufrimiento del resto de macieleros, sino con la información astronómica que, poco a poco, empezaba a percibir su cuerpo.
—Yo sí. Me han salido pecas —hubo una risita, a medias histérica y a medias incrédula, acompañando a aquella sentencia. Entonces se fijó en los nuevos cambios de su compañero y, tras contemplarlo con el más absoluto pasmo, sacudió un poco la cabeza. Señaló a Sox—. ¿Puedes asegurarte de que está bien? Yo... voy a meter a los demás aquí dentro.
Cuando salió al vendaval y la tormenta de fuera, sin poder resistirlo más, miró hacia lo alto. La Luna Roja lo recibió en todo su esplendor, y aquella visión perfecta, sublime, lo dejó mucho más asfixiado que el caos o su sentido astronómico. En ese momento Rad comprendió por qué aquella sociedad enloquecida parecía haberse formado en torno a su adoración, por qué su fundador viajaría hasta ella para arrancarle un pedazo. Si él fundara una ciudad también querría que un pedazo de aquel astro tan hermoso como brutal estuviera siempre en ella.
«Incluso con los cañones es increíble» pensó muchas veces, tiempo después, al leer en profundidad sobre su naturaleza.
Ni la danza del polen de la Luna, ni las nubes que llenaban el cielo, ni los relámpagos que caían de vez en cuando, ni la tormenta que parecía querer destruir toda Rocavarancolia parecían poder eclipsarla: su existencia le pareció, más bien, una oda a la Luna Roja, un regalo de bienvenida. El único digno, quizás, de la ferocidad y majestuosidad de aquel astro. El único que probablemente una ciudad tan salvaje como aquella podía otorgar.
Un rayo cercano lo sacó de su ensimismamiento. Rad parpadeó, sumido en un trance, y tras contemplarla apenas un segundo más bajó sus ojos al caos de su alrededor.
Se encontraba ya empapado más allá de todo nivel, pero su atención se enfocó en Eriel. Su inmovilidad no le gustó nada, y menos todavía las alas que parecían empezar a emerger de su espalda, por lo que el tipo E fue hacia él. Si podía evitar que un relámpago lo calcinase mucho mejor.
Se paró antes al ver a Barael, con cambios tan radicales como Siete, aunque sí un poco más perturbadores. La visión fue de inmediato a la mano que acababa de recuperar, con una mezcla de alivio, cautela y fascinación. ¿Hasta dónde llegaba el poder de aquella luna?
—¡Tenemos que llevarlo dentro o le caerá un rayo en cualquier momento!
El nublino mayor estuvo de acuerdo con él, por lo que no tardaron mucho en cargarlo entre ambos. La inmovilidad de Eriel era total, y aquello era quizás lo que más miedo le provocaba al carabés, pero sabía que en aquel momento en particular no podía hacer nada más que llevarlo a un lugar más seguro. El peso era mayor de lo esperado, aunque a pesar de aquello pudo llevarlo bien.
Al llegar dentro una voz le interrumpió. Rad posó a Eriel como pudo en el suelo para contemplar a un Hyun despierto que no dejaba de lanzar gritos hacia la presencia que tanto se había esforzado en evitar los últimos minutos. El tipo E tragó con dificultad al contemplar una sombra a su alrededor, como una especie de nube oscura que hubiera decidido colocarse únicamente sobre Hyun.
Todos sus compañeros mutaban, gritaban y sangraban. Él se miró sus manos, donde le había salido una peca más. Un sentimiento de terror empezaba a competir con el alivio por no sufrir, aunque intentó ignorarlo en la medida de lo posible.
La salida de las alas fue una escena tan dantesca como, en cierto sentido, hermosa. La crudeza de la Luna Roja, la poca misericordia de sus cambios, se desplegó ante Rad en toda su magnificencia. Los cambios de Siete eran profundamente desagradables de ver, pero aquello no. Aquellas alas eran, cuanto menos, impresionantes.
La voz de Siete lo sacó de su trance. El caos a su alrededor parecía haberse tranquilizado un poco, pero Rad seguía sintiendo el mismo ahogo que hasta el momento. Poco sabía el astrario recién nacido que aquel sentimiento no tenía nada que ver con el sufrimiento del resto de macieleros, sino con la información astronómica que, poco a poco, empezaba a percibir su cuerpo.
—Yo sí. Me han salido pecas —hubo una risita, a medias histérica y a medias incrédula, acompañando a aquella sentencia. Entonces se fijó en los nuevos cambios de su compañero y, tras contemplarlo con el más absoluto pasmo, sacudió un poco la cabeza. Señaló a Sox—. ¿Puedes asegurarte de que está bien? Yo... voy a meter a los demás aquí dentro.
Cuando salió al vendaval y la tormenta de fuera, sin poder resistirlo más, miró hacia lo alto. La Luna Roja lo recibió en todo su esplendor, y aquella visión perfecta, sublime, lo dejó mucho más asfixiado que el caos o su sentido astronómico. En ese momento Rad comprendió por qué aquella sociedad enloquecida parecía haberse formado en torno a su adoración, por qué su fundador viajaría hasta ella para arrancarle un pedazo. Si él fundara una ciudad también querría que un pedazo de aquel astro tan hermoso como brutal estuviera siempre en ella.
«Incluso con los cañones es increíble» pensó muchas veces, tiempo después, al leer en profundidad sobre su naturaleza.
Ni la danza del polen de la Luna, ni las nubes que llenaban el cielo, ni los relámpagos que caían de vez en cuando, ni la tormenta que parecía querer destruir toda Rocavarancolia parecían poder eclipsarla: su existencia le pareció, más bien, una oda a la Luna Roja, un regalo de bienvenida. El único digno, quizás, de la ferocidad y majestuosidad de aquel astro. El único que probablemente una ciudad tan salvaje como aquella podía otorgar.
Un rayo cercano lo sacó de su ensimismamiento. Rad parpadeó, sumido en un trance, y tras contemplarla apenas un segundo más bajó sus ojos al caos de su alrededor.
Se encontraba ya empapado más allá de todo nivel, pero su atención se enfocó en Eriel. Su inmovilidad no le gustó nada, y menos todavía las alas que parecían empezar a emerger de su espalda, por lo que el tipo E fue hacia él. Si podía evitar que un relámpago lo calcinase mucho mejor.
Se paró antes al ver a Barael, con cambios tan radicales como Siete, aunque sí un poco más perturbadores. La visión fue de inmediato a la mano que acababa de recuperar, con una mezcla de alivio, cautela y fascinación. ¿Hasta dónde llegaba el poder de aquella luna?
—¡Tenemos que llevarlo dentro o le caerá un rayo en cualquier momento!
El nublino mayor estuvo de acuerdo con él, por lo que no tardaron mucho en cargarlo entre ambos. La inmovilidad de Eriel era total, y aquello era quizás lo que más miedo le provocaba al carabés, pero sabía que en aquel momento en particular no podía hacer nada más que llevarlo a un lugar más seguro. El peso era mayor de lo esperado, aunque a pesar de aquello pudo llevarlo bien.
Al llegar dentro una voz le interrumpió. Rad posó a Eriel como pudo en el suelo para contemplar a un Hyun despierto que no dejaba de lanzar gritos hacia la presencia que tanto se había esforzado en evitar los últimos minutos. El tipo E tragó con dificultad al contemplar una sombra a su alrededor, como una especie de nube oscura que hubiera decidido colocarse únicamente sobre Hyun.
Todos sus compañeros mutaban, gritaban y sangraban. Él se miró sus manos, donde le había salido una peca más. Un sentimiento de terror empezaba a competir con el alivio por no sufrir, aunque intentó ignorarlo en la medida de lo posible.
- Dal
Ficha de cosechado
Nombre: Alec (Alasdair)
Especie: Humano; Escocés.
Habilidades: Fuerza bruta, nociones de lucha y resistencia.Personajes :- Enredo : Humano Brujo de las Enredaderas.
- Surásara : Ulterana Naga.
- Varsai : Varmana Licántropo leopardo de las nieves.
- Eriel : Nublino.
Heridas/enfermedades : Finas cicatrices por todo el cuerpo.
Status : Perdido en la ciudad de los milagros y los portentos.
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
09/08/18, 01:06 am
Dolor. Eso era lo diría Eriel si alguien le preguntaba por su tiempo paralizado. Su mente era una vorágine que variaba de pensamientos entre el dolor, la ira, el picor, sus amigos, su hermano e insultos varios que dedicaba a nada en concreto.
No podía moverse, no podía gritar, no podía llorar. Sólo podía ver el astro rojo que tenía a la vista.
El picor se incrementó por todo su cuerpo, le picaba la cara, le picaban todas las cicatrices que tenía y, por si fuera poco, le empezaron a picar y a doler tanto manos como pies.
Lo que le crecía a la espalda seguía saliendo, cada vez más grande, cada vez doliendo más.
Y por encima del dolor estaba la Luna Roja. Preciosa, grandiosa, magnífica. Podía haber un rey y un consejo, pero toda la ciudad sabía quién era la verdadera soberana. Ella los había creado a todos, sin ella no eran nada. Era como una madre que hacía sufrir a sus hijos porque los quería, porque quería que fueran mejores, imbatibles. Dioses.
Y esa visión se fue de sus ojos cuando entre su hermano y Rad lo movieron hacia dentro del salón. Gracias a alguna fuerza superior no lo dejaron boca arriba o Eriel se habría acordado de todos sus difuntos. Y a los de Barael los conocía a todos personalmente.
Lo que fuera que le estaba saliendo en la espalda aceleró su salida, el picor y dolor de manos y pies se intensificó. Eriel creía que antes había sentido dolor pero ahora se hallaba en el infierno.
Eriel no tardó en llegar a su límite, deseó morir. Deseó que aquello que le había pedido a Rad esa mañana lo cumpliese y le ahorrase sufrimiento. Y cuando el nublino creyó que el dolor iba a matarlo o a volverlo loco paró. Dejó de doler. Y de picar. Y Eriel quiso poder llorar de alegría.
No supo en qué momento había recuperado su ojo, pero el nublino no se percataba aún de que le había crecido uno nuevo.
Poco a poco pudo mover su cara y lo siguiente fue su cabeza. Parecía que aquello le iba a llevar unos minutos.
-Joder, mierda de todo - fue lo primero que dijo en cuanto pudo.
No podía moverse, no podía gritar, no podía llorar. Sólo podía ver el astro rojo que tenía a la vista.
El picor se incrementó por todo su cuerpo, le picaba la cara, le picaban todas las cicatrices que tenía y, por si fuera poco, le empezaron a picar y a doler tanto manos como pies.
Lo que le crecía a la espalda seguía saliendo, cada vez más grande, cada vez doliendo más.
Y por encima del dolor estaba la Luna Roja. Preciosa, grandiosa, magnífica. Podía haber un rey y un consejo, pero toda la ciudad sabía quién era la verdadera soberana. Ella los había creado a todos, sin ella no eran nada. Era como una madre que hacía sufrir a sus hijos porque los quería, porque quería que fueran mejores, imbatibles. Dioses.
Y esa visión se fue de sus ojos cuando entre su hermano y Rad lo movieron hacia dentro del salón. Gracias a alguna fuerza superior no lo dejaron boca arriba o Eriel se habría acordado de todos sus difuntos. Y a los de Barael los conocía a todos personalmente.
Lo que fuera que le estaba saliendo en la espalda aceleró su salida, el picor y dolor de manos y pies se intensificó. Eriel creía que antes había sentido dolor pero ahora se hallaba en el infierno.
Eriel no tardó en llegar a su límite, deseó morir. Deseó que aquello que le había pedido a Rad esa mañana lo cumpliese y le ahorrase sufrimiento. Y cuando el nublino creyó que el dolor iba a matarlo o a volverlo loco paró. Dejó de doler. Y de picar. Y Eriel quiso poder llorar de alegría.
No supo en qué momento había recuperado su ojo, pero el nublino no se percataba aún de que le había crecido uno nuevo.
Poco a poco pudo mover su cara y lo siguiente fue su cabeza. Parecía que aquello le iba a llevar unos minutos.
-Joder, mierda de todo - fue lo primero que dijo en cuanto pudo.
Soy Dal, hijo del Estío y el Crepúsculo. Señor del Vacío y Amo del Infinito. Destructor de Mundos y Artífice de Infiernos. Conde de la Nada y Duque de los Océanos. Rey del Purgatorio y Terror del Cielo. Marqués del Inframundo y Barón de la Muerte. Por todos estos titulos, Invitado, reclamo tu vida para mí .
- Reifon
Ficha de cosechado
Nombre: Nery´s
Especie: Frivy
Habilidades: Velocidad, agilidad, resistencia.
Personajes :- Spoiler:
Armas :- Spoiler:
- Arcan Rel: Cuchillos de caza, espada de mano y media, hacha cazahombres.
- Dama Abrazos: Mandobles y manguales gigantes duales, balas cañon.
- Nery´s: Beyesha infinita. Esto que no sabe ni que es.
- Arcan Rel: Cuchillos de caza, espada de mano y media, hacha cazahombres.
Status : Cazador de la luna de sangre.
Humor : JAJAJAJAJA *se marcha riéndose*
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
09/08/18, 03:11 am
Lluvia, dulce lluvia, cuantos meses habían pasado sin ella, cuantos meses sin el recuerdo de los caminos en su piel. Quería sentirse cansado y derrotado, era lo lógico, ¿no?, tumbarse y taparse para resguardarse del frio con los que quieres, una caricia... un beso...
El sonido sordo de un trueno.
Sangre y dolor.
Su hermano paralizado bajo la lluvia.
Una nueva euforia que inundaba su mente y su cuerpo poco a poco.
Paso a paso se acercó hasta su hermano y se inclinó para recogerlo, el siguiente era Sox estaba demasiado afuera. Un grito sobre la lluvia y un estallido. Alas, imponentes, rojas, hermosas. Rad se acercó y algo dijo, quería llevarlos adentro intuyó y simplemente asintió, levantando a su hermano, ligero, ¿porque era tan ligero?, Sox, ahí está Sox, extendió su nueva mano y lo levanto de forma brusca hacia él rodeándolo con el brazo para llevarlo más adentro. Dejo con cuidado a ambos en el suelo y comenzó a acariciar a su hermano con la mano buena, observando a todo el mundo en caos.
Poco a poco sentia su mandibula volver a engancharse y crecer, poco a poco su mano y su cola se iban recubriendo de un pelaje grisaceo con motas verdosas, poco a poco comenzaba a mover de manera consciente su cola.
El sonido sordo de un trueno.
Sangre y dolor.
Su hermano paralizado bajo la lluvia.
Una nueva euforia que inundaba su mente y su cuerpo poco a poco.
Paso a paso se acercó hasta su hermano y se inclinó para recogerlo, el siguiente era Sox estaba demasiado afuera. Un grito sobre la lluvia y un estallido. Alas, imponentes, rojas, hermosas. Rad se acercó y algo dijo, quería llevarlos adentro intuyó y simplemente asintió, levantando a su hermano, ligero, ¿porque era tan ligero?, Sox, ahí está Sox, extendió su nueva mano y lo levanto de forma brusca hacia él rodeándolo con el brazo para llevarlo más adentro. Dejo con cuidado a ambos en el suelo y comenzó a acariciar a su hermano con la mano buena, observando a todo el mundo en caos.
Poco a poco sentia su mandibula volver a engancharse y crecer, poco a poco su mano y su cola se iban recubriendo de un pelaje grisaceo con motas verdosas, poco a poco comenzaba a mover de manera consciente su cola.
- Equilibrio:
Un blanco mas oscuro que el negro.
Un negro mas claro que el blanco.
El gris se desborda en mil tonos.
Y el arcoiris se hunde en monotonia.
Vivimos caminando el sendero dejado por los muertos.
Mientras brindamos nueva muerte a nuestro paso para extenderlo.
- Alicia
Ficha de cosechado
Nombre: Siete
Especie: Idris
Habilidades: oido musical, orientación, reflejosPersonajes :- Seon: aurva soñadora, 20 años. 163 cm
- Ri:Tengu. Aurva albina, 18 años. 170 cm
- Nero:Sin esencia, edeel. 18 años, 175 cm.
- Siete: idrino cosechado. 18 años. 172 cm.
Heridas/enfermedades : Cicatrices desiguales con forma de arañazo en los gemelos, que se extienden hacia la parte frontal de la pierna. Más anchas y verticales en la pierna derecha.
Status : So. FLUFFY.- Seon: aurva soñadora, 20 años. 163 cm
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
09/08/18, 01:16 pm
Siete trató de asentir, pero se podía leer en su rostro que no quería acercarse a menos de dos metros de Sox.
Se tambaleó en sus nuevas piernas tratando de acunclillarse.
- S-sox- probó desde donde estaba, arrastrando las letras de su nombre. Sin embargo, Siete descubrió que podía correr en el momento que llegó un grito inesperado y él saltó hacia atrás, alejándose en cinco zancadas del origen.
Hyun. Estaba vivo. Siete se sintió inmediatamente culpable por haber huido de él. Balbuceó, intentando encontrar las palabras correctas en aquel momento, sin éxito. Se habían prometido estar juntos en la Luna Roja, pero cada cual sufría a ritmos distintos y cambios incomparables. Apestaba a sangre. Desde el momento que les había tocado la luz ya eran otros, despojados del todo de la última sombra de control que habían querido pretender. Esta era la respuesta que la Luna les daba a sus preguntas: un sinsentido. Más desesperación.
- Hyun - ¿resiste? ¿Calmate? Sonaba absurdo-. Somos nosotros.
Se tambaleó en sus nuevas piernas tratando de acunclillarse.
- S-sox- probó desde donde estaba, arrastrando las letras de su nombre. Sin embargo, Siete descubrió que podía correr en el momento que llegó un grito inesperado y él saltó hacia atrás, alejándose en cinco zancadas del origen.
Hyun. Estaba vivo. Siete se sintió inmediatamente culpable por haber huido de él. Balbuceó, intentando encontrar las palabras correctas en aquel momento, sin éxito. Se habían prometido estar juntos en la Luna Roja, pero cada cual sufría a ritmos distintos y cambios incomparables. Apestaba a sangre. Desde el momento que les había tocado la luz ya eran otros, despojados del todo de la última sombra de control que habían querido pretender. Esta era la respuesta que la Luna les daba a sus preguntas: un sinsentido. Más desesperación.
- Hyun - ¿resiste? ¿Calmate? Sonaba absurdo-. Somos nosotros.
-
- Naeryan
Ficha de cosechado
Nombre:
Especie:
Habilidades:
Personajes :- CLICK:
- ● Shizel/Desidia: idrino transformado en skrýmir, albino y de ojos azules. Tiene buenas dotes sociales y una gran pasión por la magia; es embajador para el castillo.
● Taro: cosechado carabés, cabello negro y ojos amarillos. Practicante de parkour y siempre con unos discretos auriculares, le encanta la música y suele dudar de sus capacidades.
● Sox: (imagen pre-Luna) ángel negro carabés, rubio y de apariencia llamativa. Competitivo y racional, aspira siempre al rendimiento más alto y posee mucha determinación.
Unidades mágicas : DENIED
Armas :- CLICK:
- ● Shizel/Desidia: magia y esgrima idrina, con amplia preferencia por la primera.
● Sox: según la salida, ballesta simple con torno o sable. Al cinto siempre un puñal.
Status : Traumaturga
Humor : Productivo (lo intento)
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
09/08/18, 06:49 pm
La ausencia de dolor le empujó de vuelta a la realidad con la brusquedad propia de un latigazo, pero aquel repentino silencio en su cuerpo donde antes había habido sólo dolor le indujo al carabés, por el contrario, la paranoia de una presa acosada que advierte que su perseguidor ha desaparecido sin previo aviso. Sox abrió un ojo a modo tentativo, luego el otro, pero no movió todavía ni un solo músculo.
Oyó su nombre. Parecía Siete, al que había visto por última vez retorciéndose de dolor. ¿Cómo estaba ahora? Los otros también habían dejado de gritar, poco a poco. Ya no oía todas las voces.
Vacilante, se convenció de que el dolor no iba a volver y fue atreviéndose entonces a salir de su inmovilidad poco a poco: asimilando que había sobrevivido, que el cambio parecía haber terminado. Jadeando se incorporó, aún con la espalda encorvada y tensa como temiendo que el dolor se reanudase como castigo por haberse confiado. Se dio cuenta de forma distante de que ya no llevaba camiseta. Se notaba empapado de sudor, de sangre y de lluvia. Cuando reposicionó las piernas para probar a levantarse notó un peso que tiraba de él hacia atrás, un peso muy considerable.
Las peores posibilidades se abalanzaron sobre él en aquella décima de segundo. Imaginó un tumor gigante, tentáculos, las patas de la araña de Margalar.
Un borrón escarlata que captó por el rabillo del ojo detuvo en seco su tren de pensamiento.
Eran alas. Rojas, completas, imposibles.
Se quedó completamente inmóvil de nuevo, aún a medias de rodillas y mirando fijamente por encima de su hombro, como si no parpadeando pudiera pillar a aquellas alucinaciones desapareciendo momentáneamente fuera de la existencia.
Pasado un tiempo indefinible para él continuó incorporándose lentamente, con infinito cuidado. Las alas siguieron ahí, testarudas en su inverosimilitud. Dos, advirtió, de cerca de metro y medio de envergadura cada una y membranosas, como de murciélago. Goteaban sangre, su sangre.
Sólo entonces se le vino encima de golpe lo cansado que estaba. Todo lo que sus músculos habían sufrido con la tensión del cambio, toda la energía que le había sorbido el dolor y lo mareado que se sentía por la pérdida de sangre.
Nada más ponerse en pie notó el peso de las alas (sus alas. Sus alas) tirando de él hacia atrás, y se sintió ridículo encorvándose hacia adelante para no caerse. El peso de su cuerpo se había redistribuido de una forma totalmente nueva, y Sox plantó los pies en tierra de forma inestable, desorientado.
Barael acudió para estabilizarle y llevarle dentro. Había algo de incorrecto, que no cuadraba, en el hecho de que el nublino pudiera sujetarle de aquella manera, pero el carabés no lograba atar los cabos de por qué. Sox se encontró mirándole fijamente a la cara en su lugar: el nublino era la imagen de la irrealidad. Tenía la mandíbula desencajada de donde la recordaba y más prominente; existía el inicio de pelaje en algunas de las partes que la ropa dejaba al descubierto. El carabés tenía mil preguntas en el cerebro pero no lograba darles salida.
Cuando el nublino le dejó ir Sox reposicionó las piernas y probó de nuevo a incorporarse con cuidado. Las heridas abiertas de la espalda le protestaron pero el dolor ahora era manso, soterrado bajo un escozor nuevo, exigente. La piel parecía chispearle por dentro, electrizada con el cambio. Este no solo tenía lugar en su espalda sino bajo su piel, en todo el cuerpo, en lo más profundo de sí.
No sabía exactamente lo que iba a pasar ahora, pero algo en sus entrañas le comunicaba que su cuerpo estaba entablando un intercambio silencioso con la Luna Roja; un diálogo en que la segunda ladraba órdenes y el primero obedecía. Sox se quedó mirando hipnotizado al inmenso astro durante un momento largo, clavando la mirada en el firmamento más allá de la puerta del patio. La tormenta no hacía nada por ocultar a la Luna Roja. Se sentía ingrávido, como si la inmensa masa carmesí que pendía del cielo tirase de él. Necesitaba salir al aire libre, necesitaba... ¿Qué necesitaba?
Soltó una risa incrédula a media voz al oír las palabras del menor de los nublinos.
—Sí —coincidió. Dejó que su mirada paseara por los nuevos rasgos de Eriel, apabullado, y ésta se detuvo especialmente en los dos bultos que se abrían paso por su espalda—. Te han salido alas a ti también —dijo todavía sin lograr creérselo del todo. Paladeó la palabra "también" con fascinación. Las notaba tirándole de la espalda, podía sentir la juntura donde se unían a su torso. Eran suyas. ¿Era ése el cambio para él?
La risotada sin humor volvió sin permiso, una mezcla extraña de escape al nerviosismo y la euforia que parecía contagiar el ambiente, cada partícula de aire que iluminaba la Luna Roja. Sox se tapó la boca con la mano para contenerla.
—¿Qué nos está pasando? ¿Ha terminado ya?
El picor se le extendía al brazo derecho, bullendo atareado. La maraña de cicatrices que le había dejado la hiena estaba siendo sustituida lentamente por piel nueva aunque el carabés no se diera cuenta, negra y coriácea. Lo mismo estaba sucediendo, a medida que avanzaban los minutos, con los tatuajes con los que había llegado a Rocavarancolia, los agujeros que se había hecho en Carabás para dejar espacio a los piercings y los pendientes. La Luna Roja estaba borrando todo lo que había traído consigo de su antiguo mundo.
El grito le sobresaltó. Se giró con brusquedad y a su espalda aquellos dos cúmulos rojos que a Sox aún le costaba reconocer como propios se movieron con él. Hyun estaba vivo, y a cierta distancia de él Siete estaba irreconocible de cintura para abajo. A Tay le colgaba lo que inconfundiblemente era una cola tras de sí. Rad era el único que parecía normal. Quiso preguntar, expresar su incredulidad en voz alta de alguna forma, pero no fue capaz. El terror del coreano le hizo seguir su mirada y ésta topó con la imitación de Dafne.
Sox miró con intenso recelo a la aparición. Algo a su espalda se acartonó sin permiso, afilado, en respuesta a la amenaza percibida, pero apenas lo notó.
—¿Qué es eso? ¿Por qué está aquí? —la confusión y la alarma se traslucían con claridad en su tono. Se refería tanto a Dafne como a la sombra difusa que rodeaba a Hyun.
Oyó su nombre. Parecía Siete, al que había visto por última vez retorciéndose de dolor. ¿Cómo estaba ahora? Los otros también habían dejado de gritar, poco a poco. Ya no oía todas las voces.
Vacilante, se convenció de que el dolor no iba a volver y fue atreviéndose entonces a salir de su inmovilidad poco a poco: asimilando que había sobrevivido, que el cambio parecía haber terminado. Jadeando se incorporó, aún con la espalda encorvada y tensa como temiendo que el dolor se reanudase como castigo por haberse confiado. Se dio cuenta de forma distante de que ya no llevaba camiseta. Se notaba empapado de sudor, de sangre y de lluvia. Cuando reposicionó las piernas para probar a levantarse notó un peso que tiraba de él hacia atrás, un peso muy considerable.
Las peores posibilidades se abalanzaron sobre él en aquella décima de segundo. Imaginó un tumor gigante, tentáculos, las patas de la araña de Margalar.
Un borrón escarlata que captó por el rabillo del ojo detuvo en seco su tren de pensamiento.
Eran alas. Rojas, completas, imposibles.
Se quedó completamente inmóvil de nuevo, aún a medias de rodillas y mirando fijamente por encima de su hombro, como si no parpadeando pudiera pillar a aquellas alucinaciones desapareciendo momentáneamente fuera de la existencia.
Pasado un tiempo indefinible para él continuó incorporándose lentamente, con infinito cuidado. Las alas siguieron ahí, testarudas en su inverosimilitud. Dos, advirtió, de cerca de metro y medio de envergadura cada una y membranosas, como de murciélago. Goteaban sangre, su sangre.
Sólo entonces se le vino encima de golpe lo cansado que estaba. Todo lo que sus músculos habían sufrido con la tensión del cambio, toda la energía que le había sorbido el dolor y lo mareado que se sentía por la pérdida de sangre.
Nada más ponerse en pie notó el peso de las alas (sus alas. Sus alas) tirando de él hacia atrás, y se sintió ridículo encorvándose hacia adelante para no caerse. El peso de su cuerpo se había redistribuido de una forma totalmente nueva, y Sox plantó los pies en tierra de forma inestable, desorientado.
Barael acudió para estabilizarle y llevarle dentro. Había algo de incorrecto, que no cuadraba, en el hecho de que el nublino pudiera sujetarle de aquella manera, pero el carabés no lograba atar los cabos de por qué. Sox se encontró mirándole fijamente a la cara en su lugar: el nublino era la imagen de la irrealidad. Tenía la mandíbula desencajada de donde la recordaba y más prominente; existía el inicio de pelaje en algunas de las partes que la ropa dejaba al descubierto. El carabés tenía mil preguntas en el cerebro pero no lograba darles salida.
Cuando el nublino le dejó ir Sox reposicionó las piernas y probó de nuevo a incorporarse con cuidado. Las heridas abiertas de la espalda le protestaron pero el dolor ahora era manso, soterrado bajo un escozor nuevo, exigente. La piel parecía chispearle por dentro, electrizada con el cambio. Este no solo tenía lugar en su espalda sino bajo su piel, en todo el cuerpo, en lo más profundo de sí.
No sabía exactamente lo que iba a pasar ahora, pero algo en sus entrañas le comunicaba que su cuerpo estaba entablando un intercambio silencioso con la Luna Roja; un diálogo en que la segunda ladraba órdenes y el primero obedecía. Sox se quedó mirando hipnotizado al inmenso astro durante un momento largo, clavando la mirada en el firmamento más allá de la puerta del patio. La tormenta no hacía nada por ocultar a la Luna Roja. Se sentía ingrávido, como si la inmensa masa carmesí que pendía del cielo tirase de él. Necesitaba salir al aire libre, necesitaba... ¿Qué necesitaba?
Soltó una risa incrédula a media voz al oír las palabras del menor de los nublinos.
—Sí —coincidió. Dejó que su mirada paseara por los nuevos rasgos de Eriel, apabullado, y ésta se detuvo especialmente en los dos bultos que se abrían paso por su espalda—. Te han salido alas a ti también —dijo todavía sin lograr creérselo del todo. Paladeó la palabra "también" con fascinación. Las notaba tirándole de la espalda, podía sentir la juntura donde se unían a su torso. Eran suyas. ¿Era ése el cambio para él?
La risotada sin humor volvió sin permiso, una mezcla extraña de escape al nerviosismo y la euforia que parecía contagiar el ambiente, cada partícula de aire que iluminaba la Luna Roja. Sox se tapó la boca con la mano para contenerla.
—¿Qué nos está pasando? ¿Ha terminado ya?
El picor se le extendía al brazo derecho, bullendo atareado. La maraña de cicatrices que le había dejado la hiena estaba siendo sustituida lentamente por piel nueva aunque el carabés no se diera cuenta, negra y coriácea. Lo mismo estaba sucediendo, a medida que avanzaban los minutos, con los tatuajes con los que había llegado a Rocavarancolia, los agujeros que se había hecho en Carabás para dejar espacio a los piercings y los pendientes. La Luna Roja estaba borrando todo lo que había traído consigo de su antiguo mundo.
El grito le sobresaltó. Se giró con brusquedad y a su espalda aquellos dos cúmulos rojos que a Sox aún le costaba reconocer como propios se movieron con él. Hyun estaba vivo, y a cierta distancia de él Siete estaba irreconocible de cintura para abajo. A Tay le colgaba lo que inconfundiblemente era una cola tras de sí. Rad era el único que parecía normal. Quiso preguntar, expresar su incredulidad en voz alta de alguna forma, pero no fue capaz. El terror del coreano le hizo seguir su mirada y ésta topó con la imitación de Dafne.
Sox miró con intenso recelo a la aparición. Algo a su espalda se acartonó sin permiso, afilado, en respuesta a la amenaza percibida, pero apenas lo notó.
—¿Qué es eso? ¿Por qué está aquí? —la confusión y la alarma se traslucían con claridad en su tono. Se refería tanto a Dafne como a la sombra difusa que rodeaba a Hyun.
"And if you gaze long enough into an abyss, the abyss will gaze back into you."
- Al veros conspirar... (CLICK):
- Al poner un evento... (CLICK):
- Durante el transcurso del evento... (CLICK):
- Aes
Ficha de cosechado
Nombre: Aniol
Especie: Humano
Habilidades: habilidad manual, automotivación, olfato fino.Personajes : ●Ruth: Humana (Israel)
Demonio de Fuego
●Tayron: Humano (Bélgica)
Lémur
●Fleur: Humana (Francia)
Siwani
●Aniol: Humano (Polonia)
Unidades mágicas : 03/12
Síntomas : Querrá salir más del torreón. En ocasiones, aparecerán destellos de luz a su alrededor que duran un instante.
Status : KANON VOY A POR TI
Humor : Me meo ;D
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
10/08/18, 01:07 pm
Tayron miraba el suelo agónico sintiendo los últimos tirones tras de sí como si de un parto se tratara cuando se llevó el golpe. Rodó hasta darse la vuelta, cayendo sobre su nueva cola y esgrimiendo palabrotas sin cesar. ¿Qué había sido eso?. De no ser porque estaba en el suelo lo habría tumbado sin lugar a dudas. Intentó levantarse pero un último movimiento de su nueva extremidad le redujo a ponerse de rodillas. Tayron abrió la boca con los ojos llorosos en una mueca de dolor final, con la voz rasgada y los dedos ahora negros apoyados en el suelo. Su aullido cayó en silencio al instante en que terminó y quedó resoplando. Giró la vista hacia atrás asustado. Una enorme cola embadurnada en vino se extendía más a lo largo que su propio cuerpo, de momento inerte y ajena. Tay podía sentir que estaba ahí porque tiraba de él hacia atrás pero la percibía como un parásito, sin poder llegar a creer que aquello había brotado realmente de él. Deshaciéndose de las lágrimas con el dorso de la mano pudo comprobar que no era completamente lisa, más bien parecía estar dotada de dos colores, uno más claro que el otro pero cualquiera lo díria con la sangre encima. Fue capaz de moverla tirando de sus nuevos músculos pero sin llegar a alzarla en alto.
Tras aquello por fin pudo contemplar a su alrededor, a su lado su amigo Hyun azotaba el suelo con una fuerza fuera de lo común en él y envuelto en una aura negra que lo abrazaba como si fuese su propia sombra, debía haberle golpeado él. Un cambiado Siete intentaba calmarlo, Tay le echó un vistazo, a sus nuevas patas, a las alas de Sox, al pelaje con motas de Barael. A Rad y sus pecas. Sintió rabia, porque él se salvara de todo aquel sufrimiento a pesar de saber que por ser su amigo tendría que desear lo contrario.
Tayron estalló en una risa espontánea y llena de resentimiento, sin ningún motivo aparente y sin pizca de cordura para al final volverse en más sollozos amargos. Se abrazó así mismo como si pudiera deshacerse de toda el agua sucia que le cubría y entonces reunió el valor para volver a mirarla, creyendo que habría decepción en sus ojos por ver en qué se había convertido. Pero cuando encontró una expresión infinita de amor y tristeza se le cayó el alma a los pies. Y el tormento seguía desatándose cuando Sox hablaba de Dafne de esa forma, quiso partirle la cara. Irónico, porque él mismo se hacía aquellas preguntas. Solo que creía que merecía decirlas en voz alta y no ninguno de ellos.
Dafne se veía acorralada entre la oportunidad que le ofrecía la muerte y lo que la vida, que tantas oportunidades le había dado, ahora le negaba. Mentiría si decía que no le importaban ninguno de ellos excepto Tayron, que no sintió dolor aún en su forma de espectro con los gritos de Hyun, con quién había compartido conversaciones y de quién se consideraba amiga. Y estaría mintiendo otra vez si las palabras de Sox no le dieran ganas de marcharse y pensar que aquello había sido otra mala idea. Una de muchas de las que tenía. Como el colgante. Porque tenía razón. ¿Qué hacia allí?.
-Dafne...- la chica miró al belga directamente. Sin despegar la vista de sus nuevos ojos, amarillos y deslumbrantes, como dos faros. Y se sentía como una náufraga. Sí, sí y Sí otra vez. Ahora lo recordaba. Todo era por él. Y no se había imaginado el momento como aquel, era cierto. Pero merecía la pena, incluso si no quería volver a verla más. Dafne se deslizó por el aire cruzando el patio con timidez, como si el propio torreón fuera a cobrar vida y expulsarla. Como si no hubiera vivido allí con ellos meses atrás y fuera una extraña. Más parecida a Tuétano y Tersa que a una novia o amiga. Pero lo hizo, atraída por el dolor del chico, adivinando sus pensamientos de culpabilidad e inutilidad. Siendo consciente de que se sentía inservible, que estaría pensando que por qué a él la Luna le había dotado de una cola y a sus compañeros en cambio un par de alas. Pero ella lo veía tan hermoso... tan Tayron.
-Tay, me gustan tus nuevos ojos.
Parecía flotar como lo hacía ella. Tay se sentía cargado, más enérgico, algo nuevo y potencial circulaba por sus venas y era una sensación parecida a la de estar dos días sin practicar un solo hechizo. Pletórico. Pero su cuerpo y sus pensamientos no iban de acuerdo al vigor rojo.
-Dafne- y la noruega se acercó y realmente estaba cerca de su cara. A apenas un palmo cuando ella descendió a su altura- eres tú.
-Fui yo y nadie más- dijo sin corresponder a sus palabras- ni siquiera Daer. Yo lo causé.
No quería hablar de ello, no podía. Sentía que había algo mal en eso cuando ella misma había muerto ese día. Quería negarlo, decirle que no era verdad, gritárselo a todos. Pero el efecto de pensar que era capaz de todo y el de volver a verla le traicionó. Tayron se echó hacia adelante con impulso para abrazarla y estrecharla en sus brazos como siempre había pensado que haría, deseaba enterrar su boca en el cuello, entre sus pelos sin importar que le hicieran cosquillas. Pero la horrible verdad le hizo frente, desafiándolo. El muchacho encontró aire al principio donde debía estar Dafne y luego piedra fría y gris, acompañado de un escalofrío que nacía en su cuello para morir en su cola. La había atravesado.
Tras aquello por fin pudo contemplar a su alrededor, a su lado su amigo Hyun azotaba el suelo con una fuerza fuera de lo común en él y envuelto en una aura negra que lo abrazaba como si fuese su propia sombra, debía haberle golpeado él. Un cambiado Siete intentaba calmarlo, Tay le echó un vistazo, a sus nuevas patas, a las alas de Sox, al pelaje con motas de Barael. A Rad y sus pecas. Sintió rabia, porque él se salvara de todo aquel sufrimiento a pesar de saber que por ser su amigo tendría que desear lo contrario.
Tayron estalló en una risa espontánea y llena de resentimiento, sin ningún motivo aparente y sin pizca de cordura para al final volverse en más sollozos amargos. Se abrazó así mismo como si pudiera deshacerse de toda el agua sucia que le cubría y entonces reunió el valor para volver a mirarla, creyendo que habría decepción en sus ojos por ver en qué se había convertido. Pero cuando encontró una expresión infinita de amor y tristeza se le cayó el alma a los pies. Y el tormento seguía desatándose cuando Sox hablaba de Dafne de esa forma, quiso partirle la cara. Irónico, porque él mismo se hacía aquellas preguntas. Solo que creía que merecía decirlas en voz alta y no ninguno de ellos.
____
Dafne se veía acorralada entre la oportunidad que le ofrecía la muerte y lo que la vida, que tantas oportunidades le había dado, ahora le negaba. Mentiría si decía que no le importaban ninguno de ellos excepto Tayron, que no sintió dolor aún en su forma de espectro con los gritos de Hyun, con quién había compartido conversaciones y de quién se consideraba amiga. Y estaría mintiendo otra vez si las palabras de Sox no le dieran ganas de marcharse y pensar que aquello había sido otra mala idea. Una de muchas de las que tenía. Como el colgante. Porque tenía razón. ¿Qué hacia allí?.
-Dafne...- la chica miró al belga directamente. Sin despegar la vista de sus nuevos ojos, amarillos y deslumbrantes, como dos faros. Y se sentía como una náufraga. Sí, sí y Sí otra vez. Ahora lo recordaba. Todo era por él. Y no se había imaginado el momento como aquel, era cierto. Pero merecía la pena, incluso si no quería volver a verla más. Dafne se deslizó por el aire cruzando el patio con timidez, como si el propio torreón fuera a cobrar vida y expulsarla. Como si no hubiera vivido allí con ellos meses atrás y fuera una extraña. Más parecida a Tuétano y Tersa que a una novia o amiga. Pero lo hizo, atraída por el dolor del chico, adivinando sus pensamientos de culpabilidad e inutilidad. Siendo consciente de que se sentía inservible, que estaría pensando que por qué a él la Luna le había dotado de una cola y a sus compañeros en cambio un par de alas. Pero ella lo veía tan hermoso... tan Tayron.
-Tay, me gustan tus nuevos ojos.
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Parecía flotar como lo hacía ella. Tay se sentía cargado, más enérgico, algo nuevo y potencial circulaba por sus venas y era una sensación parecida a la de estar dos días sin practicar un solo hechizo. Pletórico. Pero su cuerpo y sus pensamientos no iban de acuerdo al vigor rojo.
-Dafne- y la noruega se acercó y realmente estaba cerca de su cara. A apenas un palmo cuando ella descendió a su altura- eres tú.
-Fui yo y nadie más- dijo sin corresponder a sus palabras- ni siquiera Daer. Yo lo causé.
No quería hablar de ello, no podía. Sentía que había algo mal en eso cuando ella misma había muerto ese día. Quería negarlo, decirle que no era verdad, gritárselo a todos. Pero el efecto de pensar que era capaz de todo y el de volver a verla le traicionó. Tayron se echó hacia adelante con impulso para abrazarla y estrecharla en sus brazos como siempre había pensado que haría, deseaba enterrar su boca en el cuello, entre sus pelos sin importar que le hicieran cosquillas. Pero la horrible verdad le hizo frente, desafiándolo. El muchacho encontró aire al principio donde debía estar Dafne y luego piedra fría y gris, acompañado de un escalofrío que nacía en su cuello para morir en su cola. La había atravesado.
"Ya No Hay Fuego, Pero Sigue Quemando."
"Son Un Sentimiento Suspendido En El Tiempo, A Veces Un Evento Terrible Condenado A Repetirse."
"Deja Que Tu Fe Sea Más Grande Que Tus Miedos."
"¡Se Lo Diré Al Señor Santa!"
- Kial
Ficha de cosechado
Nombre: Hyun-Su
Especie: Humano
Habilidades: memoria, habilidad mental (acertijos, adivinanzas),astucia.Personajes : Hyun-su: el medio coreano medio estadounidense, serio, callado, cobarde, enclenque y egoista impulsado por su miedo.
altura: 1,77m
peso: 67 kg (estilizado)
edad: 15 años
Heridas/enfermedades : -Cicatrices en: mano, pecho, hombro y mejilla.
-Cojera por herida a medio curar en gemelo.
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
10/08/18, 06:32 pm
Estaba claro que no iba a responder. También lo estaba que a los demás no les importaba probablemente con la excepción de Sox. Daba igual, porque nadié iba a hacer nada. Y si "Dafne" les atacaba o resultaba otro monstruo de rocavarancolia estaban perdidos. Y Hyun no podía hacer nada. Si se movia la vista no le acompañaba, ya veía todo a su alrededor. Sus propios sentidos lo seguían detrás. Luego estaba el sabor, no en su lengua, tambien en el suelo, en los muebles, en su propia bilis que había expulsado y también, ahora reconocía el sabor, en la sangre de sus compañeros. Una vez más vomitó no le importó, ya estaba bañado en ella, ahogado en ella, en su olor, en su tacto. Recorría no solo su piel también partes que hubiera pensado que no existían, zonas que no sabía que tenía. Las nauseas no iban a parar. Notaba hasta aquello que hubiera estado seguro que no estaba tocando. Las lagrimas que creía llorar y expulsar, seguían dentro de él, la sal y el calor partían el espacio entre su cuerpo y aura. Su cuerpo ya no cubría sus sentidos, ni los protegía. La luna le había dado la vuelta desde dentro, se había metido en él como en un bolsillo y había tirado de su alma; la había desparramado a su alrededor.
La voz sin embargo seguía saliendole de dentro, y no con mucha fuerza todavía con el ardor del vomito.
- Te enterramos...- fue lo único que alcanzó a decir. Y escondió la cabeza en sus rodillas como si le cubrieran de algo. Pero Hyun seguía oyendolos, y oía a la Dafne hablar, y a Tayron. Levantó la cabeza alarmado al ver al otro humano acercarse a la fantasma, pero no pasó nada. Y eso venía con todo lo malo que significaba, principalmente para Tayron, por el que por un segundo olvidó su propía desesperación para sentir pena. Pena por el chico de pelos verdes desteñidos, que había sido tan buen amigo, y al que había abandonado las últimas semanas.
Tras un segundo de reflexión el coreano había vuelto a su propio dolor. Devolviendo la cara al sitio que no le escondía de ver, de oir, de vivir. Hyun veía todo, veía lo que le rodeaba y no le gustaba, no le gustaba la realidad que se presentaba frente a él. No le gustaba la situación en la que estaban, no le gustaba lo irreal que era ese grupo niños deformes. Odiaba rocavarancolia, y que ésta no les fuera a dejar irse ni al morir como demostraba Dafne. Él quería irse de ahí, más ahora que nunca, no quería seguir siendo el niño que sentía todo simultaneamente a su alrededor. Quería que esto terminara, que se pasase.
- Quiero irme a casa.- Lloraba como el niño que era. Se limpiaba sin control las lagrimas y mocos, a veces con sus manos reales, a veces a distancias que ni controlaba. Siempre tardando encontrarse la cara y luego los ojos. Con las manos envueltas en algo que no era capaz de ver, ni sentir en si mismo, porque era con lo que sentía. Y seguía llorando cada vez más fuerte, como si eso lo fuera a sacar de ahí, como si sus deseos fueran a ser cumplidos. - ¡No quiero seguir aquí! ¡QUIERO IRME A CASA!
La voz sin embargo seguía saliendole de dentro, y no con mucha fuerza todavía con el ardor del vomito.
- Te enterramos...- fue lo único que alcanzó a decir. Y escondió la cabeza en sus rodillas como si le cubrieran de algo. Pero Hyun seguía oyendolos, y oía a la Dafne hablar, y a Tayron. Levantó la cabeza alarmado al ver al otro humano acercarse a la fantasma, pero no pasó nada. Y eso venía con todo lo malo que significaba, principalmente para Tayron, por el que por un segundo olvidó su propía desesperación para sentir pena. Pena por el chico de pelos verdes desteñidos, que había sido tan buen amigo, y al que había abandonado las últimas semanas.
Tras un segundo de reflexión el coreano había vuelto a su propio dolor. Devolviendo la cara al sitio que no le escondía de ver, de oir, de vivir. Hyun veía todo, veía lo que le rodeaba y no le gustaba, no le gustaba la realidad que se presentaba frente a él. No le gustaba la situación en la que estaban, no le gustaba lo irreal que era ese grupo niños deformes. Odiaba rocavarancolia, y que ésta no les fuera a dejar irse ni al morir como demostraba Dafne. Él quería irse de ahí, más ahora que nunca, no quería seguir siendo el niño que sentía todo simultaneamente a su alrededor. Quería que esto terminara, que se pasase.
- Quiero irme a casa.- Lloraba como el niño que era. Se limpiaba sin control las lagrimas y mocos, a veces con sus manos reales, a veces a distancias que ni controlaba. Siempre tardando encontrarse la cara y luego los ojos. Con las manos envueltas en algo que no era capaz de ver, ni sentir en si mismo, porque era con lo que sentía. Y seguía llorando cada vez más fuerte, como si eso lo fuera a sacar de ahí, como si sus deseos fueran a ser cumplidos. - ¡No quiero seguir aquí! ¡QUIERO IRME A CASA!
- Zarket
Ficha de cosechado
Nombre: Rádar
Especie: Carabés
Habilidades: Resistencia, velocidad natatoria, nociones de lucha
Personajes :
- Spoiler:
- ●Bastel (antes Bran/Branniel): Trasgo de Ewa sexto sacerdote de la Secta, sádico, aficionado a matanzas y luchador en los bajos fondos. No tocarle los cojoncios, que muerde.
●Lanor Gris: demiurgo procedente de Carabás. Tímido, llorica y buena gente.
●Rádar (o Rad): astrario carabés tsundere hacia la magia, mandón, brusco y estricto. Fashion victim. Reloj andante.
●Galiard syl: mago rabiosamente rocavarancolés, despiadado antihéroe brutalmente pragmático y compasivo antivillano bienintencionado.
Armas :- Spoiler:
- ●Bastel (antes Bran): magia, garras, dientes y una espada de longitud media a larga. O lo que haga falta.
●Lanor Gris: magia y sus criaturas.
●Rádar (o Rad): espada de longitud media. Sus habilidades de desviación de hechizos.
●Galiard Syl: magia y, si hace falta, una espada de longitud corta a media.
Status : Jinete del apocalipsis (¡ahora con extra de torpeza social!)
Humor : En muerte cerebral.
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
10/08/18, 07:46 pm
Las súbitas palabras de Eriel hicieron que Rad le mirara sorprendido, aunque pronto se unió a la risita de Sox. El tipo E podía ver que la paz volvía, poco a poco, al torreón, y eso aportó un poco de tranquilidad. No mucha: todavía sentía cómo la Luna Roja se quedaba clavada en las alturas, su presencia le aplastaba el alma de una forma asfixiante, con una fuerza que dejaba en nada a la que había sentido antes de su salida.
—La Luna Roja. Os ha dado alas —contestó a su congénere, sin mencionar que también les había regalado una dosis de dolor sádica en exceso—. A mí me ha dado pecas —aquella frase fue dicha en un susurro mientras se miraba uno de sus brazos, donde le acababan de salir dos más. El tipo E suspiró, preguntándose si valía la pena no experimentar la agonía de sus compañeros a cambio de, básicamente, unos lunares.
Las palabras de Sox le hicieron volver a mirar hacia el lémur y... la fantasma. Rad no era capaz de sentir otra cosa que un profundo pesar por la existencia torturada a la que Dafne había sido condenada, y aquel sentimiento se extendió a Tay cuando intentó abrazarla. «Ya no puedes» pensó, sin atreverse a decírselo. «Ya no pertenece a nuestro mundo» y, a pesar de todo, la joven se veía obligada a estar en él. Y Tay a contemplarla, con todo lo que aquello significaría, una situación paradójica donde ella ni se iba ni se quedaba.
Rad se apoyó contra la pared, exhausto y extasiado. La Luna Roja le exigía entregarse a su brutal belleza mientras que la escena a su alrededor le impelía a acurrucarse en un rincón.
Los gritos de Hyun interrumpieron sus pensamientos y, por un momento, el astrario pensó que había surgido algún peligro. Por suerte no era así: aquella escena solo era una pataleta, unos gritos desesperados de un niño. Él mismo había sentido aquello muchas veces, aunque nunca los había expresado de forma tan cruda, tan incorrecta para los estándares de su mundo. Rad, en parte, entendía a Hyun, aunque lo cierto era que ya no sentía aquel afán.
Por primera vez desde que había llegado no deseaba volver a Carabás. Lo único que ansiaba era, más bien, salir y entregarse a la Luna Roja. Y, de forma contradictoria, también subir a su habitación y dormir horas y días.
—La Luna Roja. Os ha dado alas —contestó a su congénere, sin mencionar que también les había regalado una dosis de dolor sádica en exceso—. A mí me ha dado pecas —aquella frase fue dicha en un susurro mientras se miraba uno de sus brazos, donde le acababan de salir dos más. El tipo E suspiró, preguntándose si valía la pena no experimentar la agonía de sus compañeros a cambio de, básicamente, unos lunares.
Las palabras de Sox le hicieron volver a mirar hacia el lémur y... la fantasma. Rad no era capaz de sentir otra cosa que un profundo pesar por la existencia torturada a la que Dafne había sido condenada, y aquel sentimiento se extendió a Tay cuando intentó abrazarla. «Ya no puedes» pensó, sin atreverse a decírselo. «Ya no pertenece a nuestro mundo» y, a pesar de todo, la joven se veía obligada a estar en él. Y Tay a contemplarla, con todo lo que aquello significaría, una situación paradójica donde ella ni se iba ni se quedaba.
Rad se apoyó contra la pared, exhausto y extasiado. La Luna Roja le exigía entregarse a su brutal belleza mientras que la escena a su alrededor le impelía a acurrucarse en un rincón.
Los gritos de Hyun interrumpieron sus pensamientos y, por un momento, el astrario pensó que había surgido algún peligro. Por suerte no era así: aquella escena solo era una pataleta, unos gritos desesperados de un niño. Él mismo había sentido aquello muchas veces, aunque nunca los había expresado de forma tan cruda, tan incorrecta para los estándares de su mundo. Rad, en parte, entendía a Hyun, aunque lo cierto era que ya no sentía aquel afán.
Por primera vez desde que había llegado no deseaba volver a Carabás. Lo único que ansiaba era, más bien, salir y entregarse a la Luna Roja. Y, de forma contradictoria, también subir a su habitación y dormir horas y días.
- Reifon
Ficha de cosechado
Nombre: Nery´s
Especie: Frivy
Habilidades: Velocidad, agilidad, resistencia.Personajes :- Spoiler:
Armas :- Spoiler:
- Arcan Rel: Cuchillos de caza, espada de mano y media, hacha cazahombres.
- Dama Abrazos: Mandobles y manguales gigantes duales, balas cañon.
- Nery´s: Beyesha infinita. Esto que no sabe ni que es.
- Arcan Rel: Cuchillos de caza, espada de mano y media, hacha cazahombres.
Status : Cazador de la luna de sangre.
Humor : JAJAJAJAJA *se marcha riéndose*
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
10/08/18, 08:32 pm
Las palabras de su hermano hicieron todo aquello más ligero y que se olvidara de toda aquella agonía. La mandíbula se le recolocó con otro crujido y empezó a moverla y a hablar.
-Bueno, veo que estás perfecto. -Bromeó con él.
Acarició con más alegría a su hermano y se levantó de su lado no sin apoyarle contra un sofá, sorprendiéndose de lo fácil que era.
Miró a su alrededor preguntándose que les habría dado da Luna a todos más allá del cambio físico y extrañado de no ver todavía a Tuétano por ninguna parte. En el fondo se la había esperado tanto a ella como al fulgor de la Luna.
-En principio eso parece. -Respondió a Sox.
Quería reír con su hermano y salir a la Luna aunque la situación lo impedía, correr, saltar e incluso volar y probar que regalo les había concedido esta, en qué tipo de dioses se habían convertido. Pero primero lo primero. Se empezó a acercar a Dafne mientras intentó poner un poco de orden.
-Ya ha pasado Hyun, seguro que puedes visitar tu mundo dentro de poco. -Dijo sin acercarse a aquella negrura que lo rodeaba, tampoco había tenido trato con él y parecía que le tenía más odio incluso que el resto así que para que insistir.
Bordeó aquellas alas gigantes y puso la mano buena en el hombro de Sox. -Tranquilo. Observó el intento de Tay a sabiendas de lo que pasaría, preguntándose si él mismo llegaría a sentir aquello algún día pues la Luna no parecía haber interferido en ese tema. -Va a ser complicado. -Susurró a Sox. -Con calma.
Quería decirle algo a ambos pero paró, Tayron debía darse cuenta por sí mismo, ya luego lo apoyarían los más cercanos a él.
-Bueno, veo que estás perfecto. -Bromeó con él.
Acarició con más alegría a su hermano y se levantó de su lado no sin apoyarle contra un sofá, sorprendiéndose de lo fácil que era.
Miró a su alrededor preguntándose que les habría dado da Luna a todos más allá del cambio físico y extrañado de no ver todavía a Tuétano por ninguna parte. En el fondo se la había esperado tanto a ella como al fulgor de la Luna.
-En principio eso parece. -Respondió a Sox.
Quería reír con su hermano y salir a la Luna aunque la situación lo impedía, correr, saltar e incluso volar y probar que regalo les había concedido esta, en qué tipo de dioses se habían convertido. Pero primero lo primero. Se empezó a acercar a Dafne mientras intentó poner un poco de orden.
-Ya ha pasado Hyun, seguro que puedes visitar tu mundo dentro de poco. -Dijo sin acercarse a aquella negrura que lo rodeaba, tampoco había tenido trato con él y parecía que le tenía más odio incluso que el resto así que para que insistir.
Bordeó aquellas alas gigantes y puso la mano buena en el hombro de Sox. -Tranquilo. Observó el intento de Tay a sabiendas de lo que pasaría, preguntándose si él mismo llegaría a sentir aquello algún día pues la Luna no parecía haber interferido en ese tema. -Va a ser complicado. -Susurró a Sox. -Con calma.
Quería decirle algo a ambos pero paró, Tayron debía darse cuenta por sí mismo, ya luego lo apoyarían los más cercanos a él.
- Equilibrio:
Un blanco mas oscuro que el negro.
Un negro mas claro que el blanco.
El gris se desborda en mil tonos.
Y el arcoiris se hunde en monotonia.
Vivimos caminando el sendero dejado por los muertos.
Mientras brindamos nueva muerte a nuestro paso para extenderlo.
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