Torreón Maciel (Archivo VIII)
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20 participantes
- Reifon
Ficha de cosechado
Nombre: Nery´s
Especie: Frivy
Habilidades: Velocidad, agilidad, resistencia.Personajes :- Spoiler:
Armas :- Spoiler:
- Arcan Rel: Cuchillos de caza, espada de mano y media, hacha cazahombres.
- Dama Abrazos: Mandobles y manguales gigantes duales, balas cañon.
- Nery´s: Beyesha infinita. Esto que no sabe ni que es.
- Arcan Rel: Cuchillos de caza, espada de mano y media, hacha cazahombres.
Status : Cazador de la luna de sangre.
Humor : JAJAJAJAJA *se marcha riéndose*
Torreón Maciel (Archivo VIII)
15/02/16, 09:43 pm
Recuerdo del primer mensaje :
-Cuando los encontremos sabremos cuales de las opciones son la verdad. -Dijo encogiéndose de hombros. La única parte que esperaba que fuese así era la de otro suministro de agua.
-Te seguimos hermanito.
Y con sonrisa a Eriel se puso en camino con el resto mientras se terminaba su desayuno cuando Dafne le pidió un favorcillo. -Ah, sin problema, le hice bastantes a Bri y no es algo complicado, aunque te tendrás que conformar con algo sin muchos adornos me temo. -Le sonrió. -Cuando vuelva haremos uno cada uno de madera, a no ser que encuentre hueso por el camino o alguna forma de malear metal mejor que acercar mis manos a la hoguera. Nos vemos a la vuelta. -Se despidió.
Siguieron a su hermano un cacho y como este dijo acabaron encontrando casas en algo de mejor estado aunque ahí en medio no parecían mucho más seguras que las mazmorras. Des pues de ir mirando y hablando sobre algunas de ellas como posibles acabaron divisando algo apartado de las casas que parecía un mini fuerte. Se acercaron por curiosidad con cautela para ver que se trataba de un torreón azulado con una muralla y en medio de un foso.
-¿Es eso un nido de seres voladores hecho encima de un esqueleto de animal enorme en lo alto de la torre o me ha sentado mal el desayuno? -Se calló un momento mientras observaba la situación, aquel lugar le parecía sacado de las historias rocavarancolesas, no había ninguna construcción así en su mundo pero era lo más seguro que habían encontrado con bastante diferencia. -El puente esta bajado y parece que se puede cruzar... Diría por esas cuerdas que hay un sistema de poleas para elevarlo e impedir así el paso, si es así y aún funciona dudo que encontremos algo más seguro que esto. -Miró hacia las estirges. -No parece que quieran hacernos algo, pero cuidado con los bichos voladores. -Se dió cuenta de que podía haber ofendido a Sinceridad así que giró su cabeza hacia ella. -Sin ánimo de ofender. -No era la mejor manera del mundo de arreglar eso, pero era mejor que nada. -En fin, vamos allá, con precaución por favor. -Agudizó los sentidos y agarró su cuchillo. Esperaba no tener otra sorpresa como la de hace unos días, pero no se fiaba de su suerte.
-Cuando los encontremos sabremos cuales de las opciones son la verdad. -Dijo encogiéndose de hombros. La única parte que esperaba que fuese así era la de otro suministro de agua.
-Te seguimos hermanito.
Y con sonrisa a Eriel se puso en camino con el resto mientras se terminaba su desayuno cuando Dafne le pidió un favorcillo. -Ah, sin problema, le hice bastantes a Bri y no es algo complicado, aunque te tendrás que conformar con algo sin muchos adornos me temo. -Le sonrió. -Cuando vuelva haremos uno cada uno de madera, a no ser que encuentre hueso por el camino o alguna forma de malear metal mejor que acercar mis manos a la hoguera. Nos vemos a la vuelta. -Se despidió.
Siguieron a su hermano un cacho y como este dijo acabaron encontrando casas en algo de mejor estado aunque ahí en medio no parecían mucho más seguras que las mazmorras. Des pues de ir mirando y hablando sobre algunas de ellas como posibles acabaron divisando algo apartado de las casas que parecía un mini fuerte. Se acercaron por curiosidad con cautela para ver que se trataba de un torreón azulado con una muralla y en medio de un foso.
-¿Es eso un nido de seres voladores hecho encima de un esqueleto de animal enorme en lo alto de la torre o me ha sentado mal el desayuno? -Se calló un momento mientras observaba la situación, aquel lugar le parecía sacado de las historias rocavarancolesas, no había ninguna construcción así en su mundo pero era lo más seguro que habían encontrado con bastante diferencia. -El puente esta bajado y parece que se puede cruzar... Diría por esas cuerdas que hay un sistema de poleas para elevarlo e impedir así el paso, si es así y aún funciona dudo que encontremos algo más seguro que esto. -Miró hacia las estirges. -No parece que quieran hacernos algo, pero cuidado con los bichos voladores. -Se dió cuenta de que podía haber ofendido a Sinceridad así que giró su cabeza hacia ella. -Sin ánimo de ofender. -No era la mejor manera del mundo de arreglar eso, pero era mejor que nada. -En fin, vamos allá, con precaución por favor. -Agudizó los sentidos y agarró su cuchillo. Esperaba no tener otra sorpresa como la de hace unos días, pero no se fiaba de su suerte.
- Aes
Ficha de cosechado
Nombre: Aniol
Especie: Humano
Habilidades: habilidad manual, automotivación, olfato fino.
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
21/06/17, 12:40 pm
Tayron no pasó por alto el sonrojo de Eriel y acabó por ponerse colorado también él. El belga le guiñó un ojo antes de salir de la habitación.
-Ya te gustaría que me quedara ¿eh?, de tonto no tienes ni un pelo- y aguardó un poco en el umbral de la puerta antes de marcharse- y de nada, para lo que quieras. Me voy a ir antes de tirarte a la bañera de cabeza.
El día tan esperado había llegado, por fin darían rienda suelta a todo el entrenamiento. Lo cierto es que estaba nervioso, notaba la tensión en todas las fibras de su cuerpo incluso antes de partir. Si salía o bien o mal era de vital importancia, pero de lo que más seguro estaba es que la afrenta sería recordada, esperaba que no solo por los que se quedaban.
-Nos vemos- se despidió de Dafne, la cual emitió una sonrisa extraña que dejó un mal sabor de boca.
Ya con su lanza en las manos decidieron que era el momento. Tayron juntó sus manos como si fuera a beber agua de ellas y depositó un pequeño caracol en ellas. Luego lo colocó en el hombro soltando un suspiro. Si Tersa los observaba, no estaría demás que supiera que iban a luchar con todas sus fuerzas. Morir no podía ser una opción.
Con los primeros pasos ya fuera levantó la mirada, escudriñando el cielo en busca de Tuétano. Ojalá también ella se diera cuenta de que pelearían con uñas y dientes. Que no eran tan monstruos y sí niños que querían sobrevivir.
-Vamos allá.
Sigue en Territorio de las hienas
-Ya te gustaría que me quedara ¿eh?, de tonto no tienes ni un pelo- y aguardó un poco en el umbral de la puerta antes de marcharse- y de nada, para lo que quieras. Me voy a ir antes de tirarte a la bañera de cabeza.
El día tan esperado había llegado, por fin darían rienda suelta a todo el entrenamiento. Lo cierto es que estaba nervioso, notaba la tensión en todas las fibras de su cuerpo incluso antes de partir. Si salía o bien o mal era de vital importancia, pero de lo que más seguro estaba es que la afrenta sería recordada, esperaba que no solo por los que se quedaban.
-Nos vemos- se despidió de Dafne, la cual emitió una sonrisa extraña que dejó un mal sabor de boca.
Ya con su lanza en las manos decidieron que era el momento. Tayron juntó sus manos como si fuera a beber agua de ellas y depositó un pequeño caracol en ellas. Luego lo colocó en el hombro soltando un suspiro. Si Tersa los observaba, no estaría demás que supiera que iban a luchar con todas sus fuerzas. Morir no podía ser una opción.
Con los primeros pasos ya fuera levantó la mirada, escudriñando el cielo en busca de Tuétano. Ojalá también ella se diera cuenta de que pelearían con uñas y dientes. Que no eran tan monstruos y sí niños que querían sobrevivir.
-Vamos allá.
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- Naeryan
Ficha de cosechado
Nombre:
Especie:
Habilidades:
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
21/06/17, 02:59 pm
Sox dejó sin querer que aquellas palabras sedimentaran una vez las registró. El carabés procuraba centrarse siempre en el aquí y ahora, y oír todo lo que había pasado en apenas el espacio de unos meses fue como un cubo de agua fría. Era sentar otra brecha entre su mundo original y él, entre la persona que había sido al traspasar el portal y la que era ahora; incluso si, al contrario de lo que creían Rad y él, alguna vez lograban regresar. ¿Cómo iba a hablar con otros sobre exámenes y grupos de trabajo como si fueran lo más importante de su vida, cuando había presenciado muerte y temido por la suya?
—Te dejamos sola, entonces —necesitaba alejarse de aquellos pensamientos, y la misma Mónica lo había pedido.
Sigue en el Territorio de las hienas.
—Te dejamos sola, entonces —necesitaba alejarse de aquellos pensamientos, y la misma Mónica lo había pedido.
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- Bellota
Ficha de cosechado
Nombre: Mónica Gutiérrez.
Especie: Humana (Española, madrileña de las afueras).
Habilidades: Espontaneidad, automotivación, imaginación.
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
21/06/17, 10:41 pm
Cuando los carabeses se alejaron la chica suspiró. La verdad es que no sabía qué era mejor, si estar sola con sus pensamientos o dejarse llevar por la algarabía de los demás.
Estuvo sentada un rato más, mirando a la nada y sacando de cuando en cuando un espejito para escrutarse los ojos, bizqueando como loca, pero lo cierto es que comenzaba a aburrirse. Ya había limpiado, puesto los dulces en la azotea, limpiado otra vez… cierto, podría darse otro baño, pero ¿y los caracoles? Mónica movió los pies, ociosa, tratando de decidir qué quería hacer, y casi sin darse cuenta se había puesto en pie y estaba volviendo a asomarse a la azotea para ver el progreso de su «soborno». Cuando se volvió para entrar otra vez, casi se chocó con Doña Plumitas, que la observaba con curiosidad.
—¡Dios! ¡Puto susto! —se dejó caer al suelo agarrándose el pecho con dramatismo—. ¡Me podría haber dado un infarto!
La roquense le preguntó qué hacía y, reticente, Mónica se lo contó, soltándole también lo mismo que le había dicho a Mandón y Vampy. Así comenzaron a charlar y, tras un rato, el tema viró a los dos sinhadres y su desaparición.
—No creo que estén muertos —dijo la chica, algo desafiante y sorprendiéndose cuando Sinceridad estuvo de acuerdo con ella. Entonces relajó el tono, volviéndolo casi suplicante—. Estoy segura de que viven. En algún lugar, aquí. Querría ir a buscarlos, pero me da miedo ir sola…
—Yo seguiría buscando —replicó la roquense—. Este sitio es muy grande y podemos estar buscando mal. También creo que están en alguna parte.
Días después Mónica había cambiado totalmente de opinión respecto a la roquense en relación con los primeros días de convivencia. Con ella había charlado largo de su vida y su nostalgia, y aunque Sinceridad era más reservada que ella y Mon creía que no se lo estaba contando todo, era un descanso poder hablar de su vida «normal» largo y tendido, así como hacer planes que no iban a ninguna parte para rescatar a los sinhadres. Casi sin que se dieran cuenta, Íñigo Montoya se les unió creyendo, al igual que ellas, que estaban ahí. Que se les podía encontrar.
Sigue en Calles
Estuvo sentada un rato más, mirando a la nada y sacando de cuando en cuando un espejito para escrutarse los ojos, bizqueando como loca, pero lo cierto es que comenzaba a aburrirse. Ya había limpiado, puesto los dulces en la azotea, limpiado otra vez… cierto, podría darse otro baño, pero ¿y los caracoles? Mónica movió los pies, ociosa, tratando de decidir qué quería hacer, y casi sin darse cuenta se había puesto en pie y estaba volviendo a asomarse a la azotea para ver el progreso de su «soborno». Cuando se volvió para entrar otra vez, casi se chocó con Doña Plumitas, que la observaba con curiosidad.
—¡Dios! ¡Puto susto! —se dejó caer al suelo agarrándose el pecho con dramatismo—. ¡Me podría haber dado un infarto!
La roquense le preguntó qué hacía y, reticente, Mónica se lo contó, soltándole también lo mismo que le había dicho a Mandón y Vampy. Así comenzaron a charlar y, tras un rato, el tema viró a los dos sinhadres y su desaparición.
—No creo que estén muertos —dijo la chica, algo desafiante y sorprendiéndose cuando Sinceridad estuvo de acuerdo con ella. Entonces relajó el tono, volviéndolo casi suplicante—. Estoy segura de que viven. En algún lugar, aquí. Querría ir a buscarlos, pero me da miedo ir sola…
—Yo seguiría buscando —replicó la roquense—. Este sitio es muy grande y podemos estar buscando mal. También creo que están en alguna parte.
***
Días después Mónica había cambiado totalmente de opinión respecto a la roquense en relación con los primeros días de convivencia. Con ella había charlado largo de su vida y su nostalgia, y aunque Sinceridad era más reservada que ella y Mon creía que no se lo estaba contando todo, era un descanso poder hablar de su vida «normal» largo y tendido, así como hacer planes que no iban a ninguna parte para rescatar a los sinhadres. Casi sin que se dieran cuenta, Íñigo Montoya se les unió creyendo, al igual que ellas, que estaban ahí. Que se les podía encontrar.
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- Los motes:
-Barael.
-Daerhien: Gominola.
-Dafne: Lerdafne.
-Eorlir: Picasso
-Eriel: Cenizo.
-Innadriel: Calimero.
-Lorenzo: Íñigo Montoya.
-Nad: Zanahoria/Zana.
-Rádar: Mandón.
-Sakrilt: Krit.
-Siete: Tritón.
-Sinceridad: Doña Plumitas.
-Sox: Vampy.
-Fahran Xaorhalan: Rapunzel.
-Tayron: T-fichas.
- OJO:
- Shass ha participado en la supervisión de este post
- Jack
Ficha de cosechado
Nombre: Tawar
Especie: Repobladore de la montaña
Habilidades: Artesanía, habilidad manual y resistencia
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
22/06/17, 01:04 am
La roquense decidió quedarse. No entendía las ganas de salir a pelear por gusto. Lo entendería si fueran a cazar, pero estaban bien abastecidos. Así que se quedó. Podría seguir vigilando a los caracoles o investigar lo de los dulces que aparecían por ahí, pero primero se asomó para verles marchar.
Cuando les perdió de vista, se puso manos a la obra... pero caminó demasiado rápido y por poco chocó con Mónica. La miró con el ceño ligeramente fruncido, con curiosidad. ¿De dónde venía o a dónde iba? Sospechaba de todos, pero algunos tenían más "puntos".
—¡Por mis plumas que no te vi! —obviedad al canto. ¿Y qué sería un infarto?
Le preguntó, claro que le preguntó. Y no supo cómo, pero la conversación se fue alargando y alargando. Para bien... y para mal, porque acabaron llegando a los sinhadres. Esa espina clavada que no se arrancaría hasta que los viera, vivos o muertos. No le convencía el método de búsqueda, no le convencía el tiempo que lo habían intentado, no le convencía nada. Y por lo visto parecía no ser la única. Se dieron la razón.
—Yo seguiría buscando —replicó—. Este sitio es muy grande y podemos estar buscando mal. También creo que están en alguna parte.
Quizá podrían seguir hablándolo más a fondo las dos o entre todos. El tiempo quiso que, de momento, lo hablasen en privado. Y no solo sobre eso sino que, y de hecho fue lo mejor del asunto, también hablaron de ellas. De sus vidas antes de la llegada a la ciudad, de sus mundos, de... de lo que fuera. Sinceridad tenía sus dudas con aquellas charlas, porque les quería contar la verdad, desmontar todo lo que había inventado sobre los fanáticos religiosos de Tierra Bruja... Pero no se sentía capaz. Se sentía tan incapaz de seguir con la mentira como de revelar la verdad, pero no sabía cómo arreglarlo. Para colmo, esas dudas le afectaban y se notaba en su narración de esto o aquello, pero, por suerte, pensaba, Mónica no indagaba. Había esperado no tener un vínculo con nadie para poder mantener aquella mentira, pero les había cogido algo de cariño y no lo veía adecuado... Al menos,
Cuando hablaban del presente, de cualquier cosa posterior a conocerse, era totalmente fiel a su deseo y disfrutaba de las conversaciones. Y, cuando salía el tema de los sinhadres, no solo recuperaba la seguridad sino que se notaba que le había afectado. Una muerte era una muerte, pero desconocer qué les había pasado... Su opinión no cambiaría. Pero sí que cambió sobre algunos que, también en privado, revelaron que no creían que estuvieran muertos y que, en definitiva, deberían seguir buscando. Mónica y Lorenzo. Eran tres. Con Lorenzo se bastaba para buscarles y sobrevivir por su cuenta, y con la humana crecían en número. No es que no contara con ella para defenderse llegado el caso, pero prefería que no tuviera que llegar a esa situación. <<Habrá que hablarlo con los demás>>
Cuando les perdió de vista, se puso manos a la obra... pero caminó demasiado rápido y por poco chocó con Mónica. La miró con el ceño ligeramente fruncido, con curiosidad. ¿De dónde venía o a dónde iba? Sospechaba de todos, pero algunos tenían más "puntos".
—¡Por mis plumas que no te vi! —obviedad al canto. ¿Y qué sería un infarto?
Le preguntó, claro que le preguntó. Y no supo cómo, pero la conversación se fue alargando y alargando. Para bien... y para mal, porque acabaron llegando a los sinhadres. Esa espina clavada que no se arrancaría hasta que los viera, vivos o muertos. No le convencía el método de búsqueda, no le convencía el tiempo que lo habían intentado, no le convencía nada. Y por lo visto parecía no ser la única. Se dieron la razón.
—Yo seguiría buscando —replicó—. Este sitio es muy grande y podemos estar buscando mal. También creo que están en alguna parte.
Quizá podrían seguir hablándolo más a fondo las dos o entre todos. El tiempo quiso que, de momento, lo hablasen en privado. Y no solo sobre eso sino que, y de hecho fue lo mejor del asunto, también hablaron de ellas. De sus vidas antes de la llegada a la ciudad, de sus mundos, de... de lo que fuera. Sinceridad tenía sus dudas con aquellas charlas, porque les quería contar la verdad, desmontar todo lo que había inventado sobre los fanáticos religiosos de Tierra Bruja... Pero no se sentía capaz. Se sentía tan incapaz de seguir con la mentira como de revelar la verdad, pero no sabía cómo arreglarlo. Para colmo, esas dudas le afectaban y se notaba en su narración de esto o aquello, pero, por suerte, pensaba, Mónica no indagaba. Había esperado no tener un vínculo con nadie para poder mantener aquella mentira, pero les había cogido algo de cariño y no lo veía adecuado... Al menos,
Cuando hablaban del presente, de cualquier cosa posterior a conocerse, era totalmente fiel a su deseo y disfrutaba de las conversaciones. Y, cuando salía el tema de los sinhadres, no solo recuperaba la seguridad sino que se notaba que le había afectado. Una muerte era una muerte, pero desconocer qué les había pasado... Su opinión no cambiaría. Pero sí que cambió sobre algunos que, también en privado, revelaron que no creían que estuvieran muertos y que, en definitiva, deberían seguir buscando. Mónica y Lorenzo. Eran tres. Con Lorenzo se bastaba para buscarles y sobrevivir por su cuenta, y con la humana crecían en número. No es que no contara con ella para defenderse llegado el caso, pero prefería que no tuviera que llegar a esa situación. <<Habrá que hablarlo con los demás>>
- Leonart
Ficha de cosechado
Nombre: Reina Tomoe
Especie: Humana, Asiática
Habilidades: Punteria, Reflejos, Oido Musical
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
22/06/17, 02:58 pm
Lorenzo
Aquella fue una vez pra recordar. Pensaba el diestro, despues de tanto tiempo, como podrian narrar los hechos acontecidos en aquella ciudad perdida, aquella ciudad enrruinada. Si vivian para contarlo, claro estaba. Los monstrous, maldiciones y penurias acechaban en las sombras, buscando atentar contra las suyas vidas.
Y asi el diestro habia practicado y rezado. Portaba una espada de mano y media y rodela, usando las técnicas Carrancistas, habia logrado recuperar su propia tecnica, ya sanado, cual bestia saca ss garras y afila sus dientes. Confiado, algo más, pero no demasiado, salia a las aventuras. Sin duda, las charlas de magia le repulsaban. Non queria valerse del poder de Luciferator por sobrevivir, pues su alma valiale más que su vida, pero aun así, no trató de desistir a otros de practicarla. Desesperados, asustados como estaban, ¿quien podria decirle a aquellos nenos que no debian usar todas las herramientas a su disposición para perdurar?
Suspiraba mucho, sobretodo cuando se quedaba a solas con sus pensamientos pero más aun cando oyó de la nueva nena y su correspondencia inaudita. No solo les acechaban fuera, pero tambien dentro del torreon. No habia donde escapar de la mirada del mal, pensaba el español e intentó en su buena medida en no facer caso de tal letreo que traiase el inesperado y misterioso adulador, sin mucho exito, pues la lozana niña haciale oidos sordos en todo caso.
Vigilaba a Mónica, quien poco a poco pareciase estabilizar, pero no recuperarse del todo, como todos, pero que aquel dolor, aquella rabia quedasela ella para adentro, como los demás, era una buena señal. Asi podria hacer uso de ella, en vez de ser una marioneta bajo su control.
Tajos, contrapuntos y entradas, un baile que se repetia. Intercalación de medios y proporciones. Fuerzas contra flaquezas. Arquevoltos, pasos, puñaladas y picadas. Aquello era lo quel diestro sabia. Aquello era lo quel diestro mejor se le daba. No tanto esto por lo que pasaba.
Su baile sonaba en el patio, derrotando diferentes monstruosidades, valiendose de entremeces, golpes de rodela, penitencias y de otras ventajas.
Recordaba, con rabia, la impotencia sufrida ante las muertes, el dolor. Y no fue aquello sino en el día que los nenos volvieron a hacer oidos sordos ante él. Ya cansado, ya exhausto, deseoles lo mejor, implorolé a la virgen por su seguridad, pues Dios sabia ya que les habia intentado entrenar hasta lo mejor de sus capacidades.
Habiase enterado, algo más tarde, de como Mónica tenia el presentimiento que los sinhadres aun vivian. La amargura hizo de Lorenzo que se callase. Mantuvo silencio largo rato antes de informarla que, él tambien, pensaba igual.
La plumífera Sinceridad habia estado parlando con Mónica tambien. Si o bien por su descontento conjunto, o porque una convenció a la otra, habian formado un acuerdo en salir a buscar a los sinhadres.
Lorenzo dudaba. Aquello llevariales tiempo, llevariales esfuerzo y llevariales peligros. Sin contar, dejaban a los demás atrás. Les dejaban igual que ellos habian abandonado a los dos nenos. Ira. Ira e impotencia. Lorenzo aceptó.
Saldria con ellos. Saldria a buscarlos nenos. Habria que protegerlas las dos. Sinceridad aun podia valerse, Mónica... Non, non queria ni pensarlo.
Tras aceptar, petrechose a fondo y animó a los demás a hacer lo mismo. Cuando hizo esto, logró entreveer a la refinada mujer lavanda, Farán Chaoniquecuentos, que dabale la ojeriza escéptica, cual gitana echandole mal de ojo. Non habia paciencia pa los sus juegos de mente y altiva personalidad.
Lorenzo enfretose a la joven. Su voz, livida, dejaba entreveer en cuanta impotencia se hallaba, pero informole a la lavanda andante de los sus planes de irse a buscar a los dos nenos perdidos. Notola aprensiva unos instantes. Asustada y casi en pánico unos momentos, pero se recuperó con impretérito espíritu. Normalmente el diestro soprendiriase si no fuera por el hecho que acostumbrado estaba ya a que aquella nena timbrase de su propia campanilla más que otra cosa.
Y, tras esto, unioseles el cuarto jugador. Otrá más a la que proteger, pensaba. Y en su caso, ni una clase de destreza habia atendido. Sin embargo, habia algo optimista en el diestro mientras salia del torreón con las otras tres.
Aquella fue una vez pra recordar. Pensaba el diestro, despues de tanto tiempo, como podrian narrar los hechos acontecidos en aquella ciudad perdida, aquella ciudad enrruinada. Si vivian para contarlo, claro estaba. Los monstrous, maldiciones y penurias acechaban en las sombras, buscando atentar contra las suyas vidas.
Y asi el diestro habia practicado y rezado. Portaba una espada de mano y media y rodela, usando las técnicas Carrancistas, habia logrado recuperar su propia tecnica, ya sanado, cual bestia saca ss garras y afila sus dientes. Confiado, algo más, pero no demasiado, salia a las aventuras. Sin duda, las charlas de magia le repulsaban. Non queria valerse del poder de Luciferator por sobrevivir, pues su alma valiale más que su vida, pero aun así, no trató de desistir a otros de practicarla. Desesperados, asustados como estaban, ¿quien podria decirle a aquellos nenos que no debian usar todas las herramientas a su disposición para perdurar?
Suspiraba mucho, sobretodo cuando se quedaba a solas con sus pensamientos pero más aun cando oyó de la nueva nena y su correspondencia inaudita. No solo les acechaban fuera, pero tambien dentro del torreon. No habia donde escapar de la mirada del mal, pensaba el español e intentó en su buena medida en no facer caso de tal letreo que traiase el inesperado y misterioso adulador, sin mucho exito, pues la lozana niña haciale oidos sordos en todo caso.
Vigilaba a Mónica, quien poco a poco pareciase estabilizar, pero no recuperarse del todo, como todos, pero que aquel dolor, aquella rabia quedasela ella para adentro, como los demás, era una buena señal. Asi podria hacer uso de ella, en vez de ser una marioneta bajo su control.
Tajos, contrapuntos y entradas, un baile que se repetia. Intercalación de medios y proporciones. Fuerzas contra flaquezas. Arquevoltos, pasos, puñaladas y picadas. Aquello era lo quel diestro sabia. Aquello era lo quel diestro mejor se le daba. No tanto esto por lo que pasaba.
Su baile sonaba en el patio, derrotando diferentes monstruosidades, valiendose de entremeces, golpes de rodela, penitencias y de otras ventajas.
Recordaba, con rabia, la impotencia sufrida ante las muertes, el dolor. Y no fue aquello sino en el día que los nenos volvieron a hacer oidos sordos ante él. Ya cansado, ya exhausto, deseoles lo mejor, implorolé a la virgen por su seguridad, pues Dios sabia ya que les habia intentado entrenar hasta lo mejor de sus capacidades.
Habiase enterado, algo más tarde, de como Mónica tenia el presentimiento que los sinhadres aun vivian. La amargura hizo de Lorenzo que se callase. Mantuvo silencio largo rato antes de informarla que, él tambien, pensaba igual.
La plumífera Sinceridad habia estado parlando con Mónica tambien. Si o bien por su descontento conjunto, o porque una convenció a la otra, habian formado un acuerdo en salir a buscar a los sinhadres.
Lorenzo dudaba. Aquello llevariales tiempo, llevariales esfuerzo y llevariales peligros. Sin contar, dejaban a los demás atrás. Les dejaban igual que ellos habian abandonado a los dos nenos. Ira. Ira e impotencia. Lorenzo aceptó.
Saldria con ellos. Saldria a buscarlos nenos. Habria que protegerlas las dos. Sinceridad aun podia valerse, Mónica... Non, non queria ni pensarlo.
Tras aceptar, petrechose a fondo y animó a los demás a hacer lo mismo. Cuando hizo esto, logró entreveer a la refinada mujer lavanda, Farán Chaoniquecuentos, que dabale la ojeriza escéptica, cual gitana echandole mal de ojo. Non habia paciencia pa los sus juegos de mente y altiva personalidad.
Lorenzo enfretose a la joven. Su voz, livida, dejaba entreveer en cuanta impotencia se hallaba, pero informole a la lavanda andante de los sus planes de irse a buscar a los dos nenos perdidos. Notola aprensiva unos instantes. Asustada y casi en pánico unos momentos, pero se recuperó con impretérito espíritu. Normalmente el diestro soprendiriase si no fuera por el hecho que acostumbrado estaba ya a que aquella nena timbrase de su propia campanilla más que otra cosa.
Y, tras esto, unioseles el cuarto jugador. Otrá más a la que proteger, pensaba. Y en su caso, ni una clase de destreza habia atendido. Sin embargo, habia algo optimista en el diestro mientras salia del torreón con las otras tres.
- Reifon
Ficha de cosechado
Nombre: Nery´s
Especie: Frivy
Habilidades: Velocidad, agilidad, resistencia.
Personajes :- Spoiler:
Armas :- Spoiler:
- Arcan Rel: Cuchillos de caza, espada de mano y media, hacha cazahombres.
- Dama Abrazos: Mandobles y manguales gigantes duales, balas cañon.
- Nery´s: Beyesha infinita. Esto que no sabe ni que es.
- Arcan Rel: Cuchillos de caza, espada de mano y media, hacha cazahombres.
Status : Cazador de la luna de sangre.
Humor : JAJAJAJAJA *se marcha riéndose*
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
24/06/17, 02:23 am
Miedo por sus vidas y un pequeño destello de esperanza, ambas cosas se trajo al torreón Barael después de su charla con la pequeña. El grupo acabó por decidir llevarse la ropa al torreón pese a lo que pudiera pasar, no entendía el porqué, pero a todos se les veía felices por ello así que no objetó. Aquella noche se pasó en tensión, con las armas bajo la almohada y él sin haberse quitado la armadura, pero la mañana llegó y el alivio con ella.
Había algo... Ver a su hermano enfadado por la charla le dolía PERO era posible que madurara con ello. Ver a una cría como diosa solo reafirmaba que aquel lugar estaba mal PERO se podía cambiar, podía mejorarse con las nuevas generaciones que pensaran como él. Ver la ciudad en decadencia era desolador PERO aquel edifico le recordaba las posibilidades, lo que pueden encontrar y sobre todo, lo que pueden llegar a construir. Había algo... -¿Esperanza? -se preguntó. -¿Optimismo? ¿Felicidad quizás? -No lo sabía con seguridad, pero estaba bien.
Si, estaba bien. Seguirían adelante, podían sobrevivir, podían...
Entonces todo se rompió. ¿Miedo, impotencia, ira, tristeza? No tenía sentido preguntar cual, eran todas. No había vuelto a pensar en ello, más bien no había querido, incluso con aquel vacio en su cuerpo. Pero aquella visión era demasiado palpable como para no recordar.
¿Y ahora qué?
A partir de ahí fue a peor, la poca simpatía que Barael había ido liberando como un gotero remitió a la apatía de sus primeros días de torreón y se obsesionó en entrenar, en encontrar formas de sobrevivir a aquel desastre, debía estar preparado para cuando la Luna se alzase y la ley dejase de protegerles. Probó su magia una vez más, colocó una pieza de metal entre paja y lanzó el hechizo térmico con intención de crear un fuego, nada, la pieza quemaba al tacto y eso era todo. Probó a intentar hacer más ligero su propio cuerpo con la levitación ya que no podía levantarse en el aire, pero nada, la magia ni siquiera funcionaba ahí. En una estimación comprobó que alrededor de unos 40 kilos era su máximo a la hora de levantar peso con el hechizo. Descartados aquellos dos usos más prácticos empezó a intentar levitar una daga mientras entrenaba, al principio simplemente se caía al primer espadazo que daba, pero poco a poco fue capaz de mantenerlo ahí y moverlo, incluso en los últimos días antes de aquella locura había podido mover y dirigir la daga de manera simple mientras las estocadas iban y venían.
Paso a dormir la mayor parte de las veces en la mazmorray las pocas cosas que lo sacaban de su mudez eran las charlas o clases de costura con Dafne, los alegres ánimos del grandullón de Charlie usualmente en la armería, lo que hablaba con su hermano y poco más, dado que Lorenzo parecía distraído con algo últimamente.
Al final de las dos semanas estalló una discusión con su hermano que solo empeoró las cosas, con Rad apoyándolo y Sox en contra. No quería a su hermano afuera con aquella imbécil revoloteando sobre ellos como un carroñero pero tuvo que darse por vencido ante su insistencia, había sudado enormemente para Sox, no le importaba la lógica si no que su hermano estuviera a salvo.
Volvía a estar cabreado y amargado aunque la rutina de entrenar hasta estar caer exhausto y salir a por las cestas lo ayudaba, el día llegó y él se preparó, como siempre lo hacía. No hacía falta preguntarle, su expresión y su mirada decían toda la opinión que tenía de aquello.
Subió de prepararse y cogió una manzana, necesitaba desayunar ligero para lo que se venía y se sentó donde estaban Siete, Daer y Charlie. Entonces se acordó de que debía darle las gracias por cortarle el pelo de alguna forma mejor al idrino que simplemente con unas palabras, pero no estaba pendiente de ello últimamente. Ya encontraría algo que hacer por él o algo que darle. A decir verdad, aquel pelo corto era muchísimo más cómodo que como lo solía llevar en nubla.
No había tampoco mucho tiempo que perder, apuró la manzana y salió con el resto.
Había algo... Ver a su hermano enfadado por la charla le dolía PERO era posible que madurara con ello. Ver a una cría como diosa solo reafirmaba que aquel lugar estaba mal PERO se podía cambiar, podía mejorarse con las nuevas generaciones que pensaran como él. Ver la ciudad en decadencia era desolador PERO aquel edifico le recordaba las posibilidades, lo que pueden encontrar y sobre todo, lo que pueden llegar a construir. Había algo... -¿Esperanza? -se preguntó. -¿Optimismo? ¿Felicidad quizás? -No lo sabía con seguridad, pero estaba bien.
Si, estaba bien. Seguirían adelante, podían sobrevivir, podían...
Entonces todo se rompió. ¿Miedo, impotencia, ira, tristeza? No tenía sentido preguntar cual, eran todas. No había vuelto a pensar en ello, más bien no había querido, incluso con aquel vacio en su cuerpo. Pero aquella visión era demasiado palpable como para no recordar.
¿Y ahora qué?
A partir de ahí fue a peor, la poca simpatía que Barael había ido liberando como un gotero remitió a la apatía de sus primeros días de torreón y se obsesionó en entrenar, en encontrar formas de sobrevivir a aquel desastre, debía estar preparado para cuando la Luna se alzase y la ley dejase de protegerles. Probó su magia una vez más, colocó una pieza de metal entre paja y lanzó el hechizo térmico con intención de crear un fuego, nada, la pieza quemaba al tacto y eso era todo. Probó a intentar hacer más ligero su propio cuerpo con la levitación ya que no podía levantarse en el aire, pero nada, la magia ni siquiera funcionaba ahí. En una estimación comprobó que alrededor de unos 40 kilos era su máximo a la hora de levantar peso con el hechizo. Descartados aquellos dos usos más prácticos empezó a intentar levitar una daga mientras entrenaba, al principio simplemente se caía al primer espadazo que daba, pero poco a poco fue capaz de mantenerlo ahí y moverlo, incluso en los últimos días antes de aquella locura había podido mover y dirigir la daga de manera simple mientras las estocadas iban y venían.
Paso a dormir la mayor parte de las veces en la mazmorray las pocas cosas que lo sacaban de su mudez eran las charlas o clases de costura con Dafne, los alegres ánimos del grandullón de Charlie usualmente en la armería, lo que hablaba con su hermano y poco más, dado que Lorenzo parecía distraído con algo últimamente.
Al final de las dos semanas estalló una discusión con su hermano que solo empeoró las cosas, con Rad apoyándolo y Sox en contra. No quería a su hermano afuera con aquella imbécil revoloteando sobre ellos como un carroñero pero tuvo que darse por vencido ante su insistencia, había sudado enormemente para Sox, no le importaba la lógica si no que su hermano estuviera a salvo.
Volvía a estar cabreado y amargado aunque la rutina de entrenar hasta estar caer exhausto y salir a por las cestas lo ayudaba, el día llegó y él se preparó, como siempre lo hacía. No hacía falta preguntarle, su expresión y su mirada decían toda la opinión que tenía de aquello.
Subió de prepararse y cogió una manzana, necesitaba desayunar ligero para lo que se venía y se sentó donde estaban Siete, Daer y Charlie. Entonces se acordó de que debía darle las gracias por cortarle el pelo de alguna forma mejor al idrino que simplemente con unas palabras, pero no estaba pendiente de ello últimamente. Ya encontraría algo que hacer por él o algo que darle. A decir verdad, aquel pelo corto era muchísimo más cómodo que como lo solía llevar en nubla.
No había tampoco mucho tiempo que perder, apuró la manzana y salió con el resto.
- Equilibrio:
Un blanco mas oscuro que el negro.
Un negro mas claro que el blanco.
El gris se desborda en mil tonos.
Y el arcoiris se hunde en monotonia.
Vivimos caminando el sendero dejado por los muertos.
Mientras brindamos nueva muerte a nuestro paso para extenderlo.
- Dal
Ficha de cosechado
Nombre: Alec (Alasdair)
Especie: Humano; Escocés.
Habilidades: Fuerza bruta, nociones de lucha y resistencia.Personajes :- Enredo : Humano Brujo de las Enredaderas.
- Surásara : Ulterana Naga.
- Varsai : Varmana Licántropo leopardo de las nieves.
- Eriel : Nublino.
Heridas/enfermedades : Finas cicatrices por todo el cuerpo.
Status : Perdido en la ciudad de los milagros y los portentos.
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
14/07/17, 12:12 pm
Llegó al torreón en el mismo estado en que había salido de la biblioteca. No vio el puente descender, se limitó a caminar por él. No vio a ninguno de los que se habían quedado en el edificio a la espera, se limitó a subir a su habitación. No se quitó el arco ni el carcaj antes de tirarse cuan largo era sobre la cama, sólo cuando ambos le molestaron los arrojó con furia contra el suelo sin importarle lo más mínimo si se rompían. Él ya estaba roto, todo en la ciudad estaba roto, qué importaba una cosa más.
<<Y lo que no está roto no tarda en romperse>> fue su pensamiento.
Allí esperó en completo silencio, sólo roto por la voz de su mente. La cual, insidiosa, no dejaba de recordarle la falta de sonidos que no llegaban a sus oídos.
<<Y lo que no está roto no tarda en romperse>> fue su pensamiento.
Allí esperó en completo silencio, sólo roto por la voz de su mente. La cual, insidiosa, no dejaba de recordarle la falta de sonidos que no llegaban a sus oídos.
Soy Dal, hijo del Estío y el Crepúsculo. Señor del Vacío y Amo del Infinito. Destructor de Mundos y Artífice de Infiernos. Conde de la Nada y Duque de los Océanos. Rey del Purgatorio y Terror del Cielo. Marqués del Inframundo y Barón de la Muerte. Por todos estos titulos, Invitado, reclamo tu vida para mí .
- Alicia
Ficha de cosechado
Nombre: Siete
Especie: Idris
Habilidades: oido musical, orientación, reflejosPersonajes :- Seon: aurva soñadora, 20 años. 163 cm
- Ri:Tengu. Aurva albina, 18 años. 170 cm
- Nero:Sin esencia, edeel. 18 años, 175 cm.
- Siete: idrino cosechado. 18 años. 172 cm.
Heridas/enfermedades : Cicatrices desiguales con forma de arañazo en los gemelos, que se extienden hacia la parte frontal de la pierna. Más anchas y verticales en la pierna derecha.
Status : So. FLUFFY.- Seon: aurva soñadora, 20 años. 163 cm
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
14/07/17, 06:03 pm
Siete esperó doblado sobre la mesa de la cocina, con la mano hundida en el pelo. ¿Tendría que haber dicho algo en contra?¿Habría servido de algo si quiera? Pero era incapaz de ir con ellos sabiendo que iban de cara al peligro. Siete sabía que era un cobarde, pero le sabía especialmente amargo mezclado con la preocupación. La ciudad solo le había dado miedos nuevos. Levantó la mirada al oír que se sentaban a su lado. El brazo pasó a escudarlo, cruzándose sobre el que estaba ya en la mesa, hasta que se dio cuenta de que era Daer. Relajó un poco la postura.
- ¿estás bien? - preguntó el daeliciano.
- No. No creo que consiga estarlo hasta que regresen- respondió, en voz baja.
Hubo un silencio de comprensión. El chico posó la mano en su brazo un momento, a través de la mesa. Fue un gesto tímido, que oprimió un poco el pecho de Siete.
- Yo estoy nervioso también. Tú le cortaste el pelo a Sox y Rad, ¿verdad? - dijo después. Siete asintió-. A lo mejor podrías recortar un poco el mío. Si sabes rapar... Ya no se me ve la estrella.
- Me viene bien una distracción- reconoció, con el agradecimiento impreso en el tono-. Puedo intentarlo.
Siete sólo se descubrió con más nausea después de tomarse tiempo en tratar se arreglar el pelo del chico en el patio, sin saber medir cuanto llevaban allí y cuanto más tendrían que esperar. Se disculpó a medias y volvió a dar vueltas por el torreón, y luego a refugiarse en la cocina.
Quería dar un paseo pero no quería alejarse de la entrada del torreón y no creía que fuera el momento de estar solo en la calle.
Esperó.
No supo que le golpeó antes. El olor, los recuerdos, o las ideas. Alguien había abierto, avisando de que llegaban cubiertos en sangre. A Siete empezó a latirle el corazón desbocado. Los nublinos tenían cara de haber llorado. Tayron estaba bañado en visceras secas y no parecía apoyar el peso por igual. Eriel se fue a subir las escaleras directamente sin decir nada. Lo llamó. El nublino no hizo gesto de haberle oido, y Siete no se atrevió a llamarlo de nuevo o subir tras él.
- ¿Qué...? ¿Está bien? ¿Que ha pasado? - Todos. Estaban todos. Siete señaló el patio-. Necesitais lavaros, no... No deberíais manchar arriba y no hay tiempo para que todos os bañeis. - explicó con dificultad- Eriel...
El idrino tenía ganas de vomitar y debajo, un alivio ligero, porque no era él. Frunció el ceño y sacó con prisa el agua del pozo. Echó un cubo sobre Rad con toda la delicadeza posible, sin pensar en la temperatura.
- ¿estás bien? - preguntó el daeliciano.
- No. No creo que consiga estarlo hasta que regresen- respondió, en voz baja.
Hubo un silencio de comprensión. El chico posó la mano en su brazo un momento, a través de la mesa. Fue un gesto tímido, que oprimió un poco el pecho de Siete.
- Yo estoy nervioso también. Tú le cortaste el pelo a Sox y Rad, ¿verdad? - dijo después. Siete asintió-. A lo mejor podrías recortar un poco el mío. Si sabes rapar... Ya no se me ve la estrella.
- Me viene bien una distracción- reconoció, con el agradecimiento impreso en el tono-. Puedo intentarlo.
Siete sólo se descubrió con más nausea después de tomarse tiempo en tratar se arreglar el pelo del chico en el patio, sin saber medir cuanto llevaban allí y cuanto más tendrían que esperar. Se disculpó a medias y volvió a dar vueltas por el torreón, y luego a refugiarse en la cocina.
Quería dar un paseo pero no quería alejarse de la entrada del torreón y no creía que fuera el momento de estar solo en la calle.
Esperó.
No supo que le golpeó antes. El olor, los recuerdos, o las ideas. Alguien había abierto, avisando de que llegaban cubiertos en sangre. A Siete empezó a latirle el corazón desbocado. Los nublinos tenían cara de haber llorado. Tayron estaba bañado en visceras secas y no parecía apoyar el peso por igual. Eriel se fue a subir las escaleras directamente sin decir nada. Lo llamó. El nublino no hizo gesto de haberle oido, y Siete no se atrevió a llamarlo de nuevo o subir tras él.
- ¿Qué...? ¿Está bien? ¿Que ha pasado? - Todos. Estaban todos. Siete señaló el patio-. Necesitais lavaros, no... No deberíais manchar arriba y no hay tiempo para que todos os bañeis. - explicó con dificultad- Eriel...
El idrino tenía ganas de vomitar y debajo, un alivio ligero, porque no era él. Frunció el ceño y sacó con prisa el agua del pozo. Echó un cubo sobre Rad con toda la delicadeza posible, sin pensar en la temperatura.
-
- Naeryan
Ficha de cosechado
Nombre:
Especie:
Habilidades:
Personajes :- CLICK:
- ● Shizel/Desidia: idrino transformado en skrýmir, albino y de ojos azules. Tiene buenas dotes sociales y una gran pasión por la magia; es embajador para el castillo.
● Taro: cosechado carabés, cabello negro y ojos amarillos. Practicante de parkour y siempre con unos discretos auriculares, le encanta la música y suele dudar de sus capacidades.
● Sox: (imagen pre-Luna) ángel negro carabés, rubio y de apariencia llamativa. Competitivo y racional, aspira siempre al rendimiento más alto y posee mucha determinación.
Unidades mágicas : DENIED
Armas :- CLICK:
- ● Shizel/Desidia: magia y esgrima idrina, con amplia preferencia por la primera.
● Sox: según la salida, ballesta simple con torno o sable. Al cinto siempre un puñal.
Status : Traumaturga
Humor : Productivo (lo intento)
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
14/07/17, 09:01 pm
En otras circunstancias podrían haberse dado incluso por más que satisfechos. Nadie estaba volviendo herido de gravedad, habían conseguido exactamente lo que habían venido a buscar y de la forma en que habían esperado hacerlo. No Tuétanos, ninguna Nad. Sin embargo la sordera sorpresa de Eriel había agriado la salida en el último momento, y la incertidumbre sobre su permanencia pendía sobre la mente de más de uno. Entre ellos Sox.
Otros con los brazos desocupados eran los que cargaban con los libros. Las prisas les habían impedido seleccionarlos con todo el cuidado que le habría gustado, pero el cansancio acumulado hacía que la curiosidad hubiese pasado a un segundo plano en la mente del carabés, sustituido por la monotonía del largo rodeo de vuelta a casa. El brazo sano se resentía por tanto rato de cargar con la ballesta sin poder cambiar de mano, y más que por ponerse a leer el rubio se moría por lavarse y luego echarse indefinidamente en un sofá. Le costaba imaginar cómo los que habían estado abajo haciendo ejercicio constantemente conseguían ahora mover un solo músculo.
Resopló audiblemente cuando por fin bajaron el puente para ellos. Sin embargo hasta ver la expresión de Siete, transparente como una ventana directa a su proceso mental, Sox no se dio cuenta del espectáculo que ofrecían. El anillo no reparaba ni limpiaba la ropa ensangrentada al fin y al cabo. Eriel subió directamente y diablos si Sox sería el que subiera tras él. Ni siquiera poniéndose en su lugar se le ocurría qué querría que le dijeran. Probablemente querría que le dejasen en paz y punto.
Siguió automáticamente las indicaciones de Siete, el instinto de hacer caso a alguien que sonaba razonable adueñándose de él ahora que estaba cansado. Acompañó al patio a los que iban a lavarse.
—Me vendría bien una mano —admitió. Mientras esperaba su turno deshizo con torpeza el vendaje que le habían improvisado entre Eriel y Sak. La herida parecía haber dejado de sangrar, la sangre secándose como una corteza en torno a ella. Sox apartó la tela para que pudieran lavarla también luego. No sabía cómo no había pensado antes en ello, en una medida tan simple como llevar vendas preparadas, pero fuese como fuese lo recordaría ahora.
—Lo conseguimos —le explicó a Siete. Hizo recuento mental, más despacio de lo habitual. Por una vez no tenía ganas de pensar—. Sólo quedamos heridos Tay y yo. Parece peor de lo que es.
Otros con los brazos desocupados eran los que cargaban con los libros. Las prisas les habían impedido seleccionarlos con todo el cuidado que le habría gustado, pero el cansancio acumulado hacía que la curiosidad hubiese pasado a un segundo plano en la mente del carabés, sustituido por la monotonía del largo rodeo de vuelta a casa. El brazo sano se resentía por tanto rato de cargar con la ballesta sin poder cambiar de mano, y más que por ponerse a leer el rubio se moría por lavarse y luego echarse indefinidamente en un sofá. Le costaba imaginar cómo los que habían estado abajo haciendo ejercicio constantemente conseguían ahora mover un solo músculo.
Resopló audiblemente cuando por fin bajaron el puente para ellos. Sin embargo hasta ver la expresión de Siete, transparente como una ventana directa a su proceso mental, Sox no se dio cuenta del espectáculo que ofrecían. El anillo no reparaba ni limpiaba la ropa ensangrentada al fin y al cabo. Eriel subió directamente y diablos si Sox sería el que subiera tras él. Ni siquiera poniéndose en su lugar se le ocurría qué querría que le dijeran. Probablemente querría que le dejasen en paz y punto.
Siguió automáticamente las indicaciones de Siete, el instinto de hacer caso a alguien que sonaba razonable adueñándose de él ahora que estaba cansado. Acompañó al patio a los que iban a lavarse.
—Me vendría bien una mano —admitió. Mientras esperaba su turno deshizo con torpeza el vendaje que le habían improvisado entre Eriel y Sak. La herida parecía haber dejado de sangrar, la sangre secándose como una corteza en torno a ella. Sox apartó la tela para que pudieran lavarla también luego. No sabía cómo no había pensado antes en ello, en una medida tan simple como llevar vendas preparadas, pero fuese como fuese lo recordaría ahora.
—Lo conseguimos —le explicó a Siete. Hizo recuento mental, más despacio de lo habitual. Por una vez no tenía ganas de pensar—. Sólo quedamos heridos Tay y yo. Parece peor de lo que es.
"And if you gaze long enough into an abyss, the abyss will gaze back into you."
- Al veros conspirar... (CLICK):
- Al poner un evento... (CLICK):
- Durante el transcurso del evento... (CLICK):
- Zarket
Ficha de cosechado
Nombre: Rádar
Especie: Carabés
Habilidades: Resistencia, velocidad natatoria, nociones de luchaPersonajes :
- Spoiler:
- ●Bastel (antes Bran/Branniel): Trasgo de Ewa sexto sacerdote de la Secta, sádico, aficionado a matanzas y luchador en los bajos fondos. No tocarle los cojoncios, que muerde.
●Lanor Gris: demiurgo procedente de Carabás. Tímido, llorica y buena gente.
●Rádar (o Rad): astrario carabés tsundere hacia la magia, mandón, brusco y estricto. Fashion victim. Reloj andante.
●Galiard syl: mago rabiosamente rocavarancolés, despiadado antihéroe brutalmente pragmático y compasivo antivillano bienintencionado.
Armas :- Spoiler:
- ●Bastel (antes Bran): magia, garras, dientes y una espada de longitud media a larga. O lo que haga falta.
●Lanor Gris: magia y sus criaturas.
●Rádar (o Rad): espada de longitud media. Sus habilidades de desviación de hechizos.
●Galiard Syl: magia y, si hace falta, una espada de longitud corta a media.
Status : Jinete del apocalipsis (¡ahora con extra de torpeza social!)
Humor : En muerte cerebral.
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
15/07/17, 11:12 pm
Habían tenido que irse deprisa, deseosos ya de quitarse aquella salida de encima. Rádar no era el que menos ganas tenía de llegar al torreón, por lo que ni llegó a devolver el libro de ilustraciones que había cogido.
El camino de vuelta fue mucho más largo de lo que esperaban debido a las malditas hienas. Rádar apretaba su mandíbula, harto de todo, sintiendo que debía dejar salir su frustración y sin saber de qué forma hacerlo. No solo estaba enfadado con la decepción que suponía aquella biblioteca para lo que había costado llegar a ella, ni con el tema de su herida y Charlie. Ni siquiera estaba así porque la nueva discapacidad de Eriel hubiera enturbiado aquella pírrica victoria sobre la ciudad. Lo que en realidad le afectaba es que, de alguna forma, sentía que habían cedido un poco a Rocavarancolia. La ridiculez de aquel pensamiento le enfurecía.
No le extrañó que el nublino se fuera hacia arriba y quisiera estar solo, él estaría en aquella misma situación de estar en su lugar. Suspiró, cansado y preocupado, echando una mirada de reojo hacia Barael. El carabés no estaba seguro de que sus esfuerzos fueran a dar fruto, aunque dependía de cuál era exactamente el daño que había provocado el hechizo en el más joven del grupo. Aun así esperaba que el siguiente uso del anillo, como mínimo, se discutiera. La pérdida de la audición en Eriel podía ser lamentable, pero peor sería si Sox o Tay acababan cogiendo una infección con aquellas heridas.
Su mente era una vorágine de situaciones y preguntas, y fue en ese momento cuando cayó en que la anterior vez ninguno había caído enfermo, lo cual no dejaba de ser extraño. Se habían lavado bien, era cierto, pero los daños que habían sufrido le parecían excesivos como para que ni un solo miserable bacilo se hubiera puesto las botas. Y desde luego lo que tenía claro es que en Rocavarancolia no había hechizos de asepsia por ninguna parte: no pegaba con su absoluta falta de moral.
«Pero qué mierdas pasa aquí».
Soltó gemidos entrecortados mientras Siete le echaba el agua por encima, dejando que otros le explicaran al idrino la sordera de Eriel. En aquel momento, la verdad, no le apetecía hablar.
El camino de vuelta fue mucho más largo de lo que esperaban debido a las malditas hienas. Rádar apretaba su mandíbula, harto de todo, sintiendo que debía dejar salir su frustración y sin saber de qué forma hacerlo. No solo estaba enfadado con la decepción que suponía aquella biblioteca para lo que había costado llegar a ella, ni con el tema de su herida y Charlie. Ni siquiera estaba así porque la nueva discapacidad de Eriel hubiera enturbiado aquella pírrica victoria sobre la ciudad. Lo que en realidad le afectaba es que, de alguna forma, sentía que habían cedido un poco a Rocavarancolia. La ridiculez de aquel pensamiento le enfurecía.
No le extrañó que el nublino se fuera hacia arriba y quisiera estar solo, él estaría en aquella misma situación de estar en su lugar. Suspiró, cansado y preocupado, echando una mirada de reojo hacia Barael. El carabés no estaba seguro de que sus esfuerzos fueran a dar fruto, aunque dependía de cuál era exactamente el daño que había provocado el hechizo en el más joven del grupo. Aun así esperaba que el siguiente uso del anillo, como mínimo, se discutiera. La pérdida de la audición en Eriel podía ser lamentable, pero peor sería si Sox o Tay acababan cogiendo una infección con aquellas heridas.
Su mente era una vorágine de situaciones y preguntas, y fue en ese momento cuando cayó en que la anterior vez ninguno había caído enfermo, lo cual no dejaba de ser extraño. Se habían lavado bien, era cierto, pero los daños que habían sufrido le parecían excesivos como para que ni un solo miserable bacilo se hubiera puesto las botas. Y desde luego lo que tenía claro es que en Rocavarancolia no había hechizos de asepsia por ninguna parte: no pegaba con su absoluta falta de moral.
«Pero qué mierdas pasa aquí».
Soltó gemidos entrecortados mientras Siete le echaba el agua por encima, dejando que otros le explicaran al idrino la sordera de Eriel. En aquel momento, la verdad, no le apetecía hablar.
- Alicia
Ficha de cosechado
Nombre: Siete
Especie: Idris
Habilidades: oido musical, orientación, reflejosPersonajes :- Seon: aurva soñadora, 20 años. 163 cm
- Ri:Tengu. Aurva albina, 18 años. 170 cm
- Nero:Sin esencia, edeel. 18 años, 175 cm.
- Siete: idrino cosechado. 18 años. 172 cm.
Heridas/enfermedades : Cicatrices desiguales con forma de arañazo en los gemelos, que se extienden hacia la parte frontal de la pierna. Más anchas y verticales en la pierna derecha.
Status : So. FLUFFY.- Seon: aurva soñadora, 20 años. 163 cm
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
16/07/17, 02:33 pm
El agua salió rojiza y se perdió en la tierra. La sangre pegada al carabés era casi negra a veces. Le dio repelús. Con aire indeciso al principio, Siete pasó la mano por la piel de Rad, para ayudar al agua a limpiar. Luego alguien le pasó jabón. Pidió un cuchillo con el que partir un pedazo para repartirlo. Durante el segundo cubo de agua para Rad, frenó el agua, preocupado por aquel gemido entrecortado. Tardó un poco en comprender.
- Lo siento - dijo de sopetón-. Lo siento, Rad, ¿esta muy fría para ti? Ya he terminado pero...
Se calló después igual de brusco que se había disculpado, consciente de que el chico tenía actitudes extrañas hacia aquellas cosas. Se limitó a echarle una mirada de disculpa y a hacerle un gesto para decir que era libre. Tayron estaba ocupado con Dafne, que ya estaba encargada de mimarlo. Sox había dicho que ellos dos eran los únicos heridos y Siete se giró hacia él. Ya había cubos preparados al lado del pozo, del resto de compañeros que se habían reunido en el patio. Intentó recordar el hechizo de temperatura. En un par de intentos sintió el flujo de magia y el esfuerzo asociado a ella. Siete no solía calentarse agua para los baños, o le bastaba una olla para conseguir una temperatura agradable, pero sabía que el resto prefería baños calientes. Quizás tendría que haber pensado en ello antes.
- Espero que esto esté bien - dijo, antes de echar agua templada sobre Sox, repartiendo con cuidado. Igual que con Rad, alargó la mano para ayudar a enjabonar la herida y para arrastrar la sangre fuera de la piel.
Casi no habían dicho nada sobre la excursión.
- Y... Eh... ¿Eriel? -preguntó. Si no estaba herido, ¿por qué se había ido así?, ¿Por qué habían estado llorando los dos hermanos? La voz de Siete estaba teñida por su miedo a la respuesta.
- Lo siento - dijo de sopetón-. Lo siento, Rad, ¿esta muy fría para ti? Ya he terminado pero...
Se calló después igual de brusco que se había disculpado, consciente de que el chico tenía actitudes extrañas hacia aquellas cosas. Se limitó a echarle una mirada de disculpa y a hacerle un gesto para decir que era libre. Tayron estaba ocupado con Dafne, que ya estaba encargada de mimarlo. Sox había dicho que ellos dos eran los únicos heridos y Siete se giró hacia él. Ya había cubos preparados al lado del pozo, del resto de compañeros que se habían reunido en el patio. Intentó recordar el hechizo de temperatura. En un par de intentos sintió el flujo de magia y el esfuerzo asociado a ella. Siete no solía calentarse agua para los baños, o le bastaba una olla para conseguir una temperatura agradable, pero sabía que el resto prefería baños calientes. Quizás tendría que haber pensado en ello antes.
- Espero que esto esté bien - dijo, antes de echar agua templada sobre Sox, repartiendo con cuidado. Igual que con Rad, alargó la mano para ayudar a enjabonar la herida y para arrastrar la sangre fuera de la piel.
Casi no habían dicho nada sobre la excursión.
- Y... Eh... ¿Eriel? -preguntó. Si no estaba herido, ¿por qué se había ido así?, ¿Por qué habían estado llorando los dos hermanos? La voz de Siete estaba teñida por su miedo a la respuesta.
-
- Naeryan
Ficha de cosechado
Nombre:
Especie:
Habilidades:
Personajes :- CLICK:
- ● Shizel/Desidia: idrino transformado en skrýmir, albino y de ojos azules. Tiene buenas dotes sociales y una gran pasión por la magia; es embajador para el castillo.
● Taro: cosechado carabés, cabello negro y ojos amarillos. Practicante de parkour y siempre con unos discretos auriculares, le encanta la música y suele dudar de sus capacidades.
● Sox: (imagen pre-Luna) ángel negro carabés, rubio y de apariencia llamativa. Competitivo y racional, aspira siempre al rendimiento más alto y posee mucha determinación.
Unidades mágicas : DENIED
Armas :- CLICK:
- ● Shizel/Desidia: magia y esgrima idrina, con amplia preferencia por la primera.
● Sox: según la salida, ballesta simple con torno o sable. Al cinto siempre un puñal.
Status : Traumaturga
Humor : Productivo (lo intento)
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
16/07/17, 05:40 pm
Sox entrecerró los ojos al ver encogerse a Rad, anticipando su propio turno de agua fría. Nadie parecía tener prisa por elaborar sobre lo sucedido, y había una calma atípica en el patio.
—Sí, gracias —se alegró de que le hubiese tocado el turno de agua fría. El primer contacto de la corriente de agua contra la herida tierna no fue agradable, pero sí lo fue la sensación de que la limpieza se llevaba la sangre y la suciedad fuera de ella. Ver a Siete calentar el agua antes le hizo preguntarse si podría hacer magia con el brazo herido. Había un par de gestos que le requerían levantarlo y no sabía si se podía prescindir de ellos.
—Creíamos que ya había pasado el peligro, y antes de subir a la biblioteca Eriel pisó una baldosa con un dibujo extraño. Debía tener algo anclado, y se ha quedado sordo —no conocía otra forma de contar las cosas más que tal cual—. No sabemos si es permanente, así que hemos vuelto a toda prisa con los libros a cuestas.
—Sí, gracias —se alegró de que le hubiese tocado el turno de agua fría. El primer contacto de la corriente de agua contra la herida tierna no fue agradable, pero sí lo fue la sensación de que la limpieza se llevaba la sangre y la suciedad fuera de ella. Ver a Siete calentar el agua antes le hizo preguntarse si podría hacer magia con el brazo herido. Había un par de gestos que le requerían levantarlo y no sabía si se podía prescindir de ellos.
—Creíamos que ya había pasado el peligro, y antes de subir a la biblioteca Eriel pisó una baldosa con un dibujo extraño. Debía tener algo anclado, y se ha quedado sordo —no conocía otra forma de contar las cosas más que tal cual—. No sabemos si es permanente, así que hemos vuelto a toda prisa con los libros a cuestas.
"And if you gaze long enough into an abyss, the abyss will gaze back into you."
- Al veros conspirar... (CLICK):
- Al poner un evento... (CLICK):
- Durante el transcurso del evento... (CLICK):
- Aes
Ficha de cosechado
Nombre: Aniol
Especie: Humano
Habilidades: habilidad manual, automotivación, olfato fino.Personajes : ●Ruth: Humana (Israel)
Demonio de Fuego
●Tayron: Humano (Bélgica)
Lémur
●Fleur: Humana (Francia)
Siwani
●Aniol: Humano (Polonia)
Unidades mágicas : 03/12
Síntomas : Querrá salir más del torreón. En ocasiones, aparecerán destellos de luz a su alrededor que duran un instante.
Status : KANON VOY A POR TI
Humor : Me meo ;D
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
17/07/17, 01:37 pm
Tayron no le prestó atención a la biblioteca más allá de que era territorio seguro y resultaba ser una decepción. Un lugar antiguo y más pequeño de lo que el belga se había imaginado no parecía una buena recompensa para la batalla anteriormente librada. Pero eso no importaba. El mayor premio era seguir vivos. No es que los libros le hicieran especial ilusión de todas formas. Solo si tenían que ver con aventuras o magia le echaría ratos a ojear sus páginas. Ahora solo le atañían las heridas. Y vaya sí dolían.
Las horas que el grupo había pasado fuera no se hicieron presentes hasta la llegada a Maciel. Incluso, a Tayron le pareció que hacía más de medio día que habían abandonado el torreón. No pasó por alto la incertidumbre de Siete, que fue el primero en recibirlos, pero el belga miraba más allá de él. Descubrió a Dafne buscándole entre la gente con un tono blanquecino en la piel, cuando ambas miradas se cruzaron el corazón le dio un vuelco.
-No es mía, no es mía- fue lo que repetía cuando la chica, contra todo pronóstico y sin decir nada lo apretó entre su brazos, manchándose la ropa de rojo. Su aliento pegado a la oreja le hizo sentir a salvo. Dafne deslizó sus dedos por los mechones de cabello del chico, como si intentara convencerse de que estaba ahí, de que estaba bien- la sangre- insistió con un temblor en la voz por el arrebato emocional que estaba sintiendo. Aumentó la intensidad del abrazo a pesar de que aquello acrecentaba el dolor- la sangre no es mía, no toda. Sí, sí, estoy bien- y en parte era cierto, el olor de la noruega no tapaba el de las vísceras pero inspiraba seguridad. Calor- no hemos perdido, estoy aquí- y ella estaba allí, e hizo todo lo posible para que lo notara. Dafne le apartó el pelo de la frente y le besó con rapidez en un gesto de protección, debió advertir que a pesar de la fachada de confianza que Tay transmitía sus manos temblaban.
Dafne vertió los cubos por todo su cuerpo con delicadeza, y cada fibra de su cuerpo agradeció el gesto. El agua fría se coló por la ropa, la piel, y limpió las heridas. Le gustaba el efecto, notar aquel contacto helado en la espalda y la nuca, barrer toda la mierda. Significaba en parte que todo había acabado, que Rocavarancolia apartaba su mano fúnebre de su cuerpo por unos instantes y lo dejaba respirar.
Agotado y desde el suelo, Tayron pedía un abrazo más con la mirada. Dafne se inclinó a su lado y enroscó los brazos en su cuello con cuidado.
-Estamos bien- seguía diciendo- encontraremos una solución a lo de Eriel, tiene que haberla- aseguró con firmeza su voz, pero no en cambio sus ojos. Noruega y belga cruzaron una mirada cargada de palabras que no hacía falta pronunciar como tantas otras veces habían hecho. La verdad es que nadie sabía el futuro del nublino. Puede que permaneciera así para siempre.
Las horas que el grupo había pasado fuera no se hicieron presentes hasta la llegada a Maciel. Incluso, a Tayron le pareció que hacía más de medio día que habían abandonado el torreón. No pasó por alto la incertidumbre de Siete, que fue el primero en recibirlos, pero el belga miraba más allá de él. Descubrió a Dafne buscándole entre la gente con un tono blanquecino en la piel, cuando ambas miradas se cruzaron el corazón le dio un vuelco.
-No es mía, no es mía- fue lo que repetía cuando la chica, contra todo pronóstico y sin decir nada lo apretó entre su brazos, manchándose la ropa de rojo. Su aliento pegado a la oreja le hizo sentir a salvo. Dafne deslizó sus dedos por los mechones de cabello del chico, como si intentara convencerse de que estaba ahí, de que estaba bien- la sangre- insistió con un temblor en la voz por el arrebato emocional que estaba sintiendo. Aumentó la intensidad del abrazo a pesar de que aquello acrecentaba el dolor- la sangre no es mía, no toda. Sí, sí, estoy bien- y en parte era cierto, el olor de la noruega no tapaba el de las vísceras pero inspiraba seguridad. Calor- no hemos perdido, estoy aquí- y ella estaba allí, e hizo todo lo posible para que lo notara. Dafne le apartó el pelo de la frente y le besó con rapidez en un gesto de protección, debió advertir que a pesar de la fachada de confianza que Tay transmitía sus manos temblaban.
Dafne vertió los cubos por todo su cuerpo con delicadeza, y cada fibra de su cuerpo agradeció el gesto. El agua fría se coló por la ropa, la piel, y limpió las heridas. Le gustaba el efecto, notar aquel contacto helado en la espalda y la nuca, barrer toda la mierda. Significaba en parte que todo había acabado, que Rocavarancolia apartaba su mano fúnebre de su cuerpo por unos instantes y lo dejaba respirar.
Agotado y desde el suelo, Tayron pedía un abrazo más con la mirada. Dafne se inclinó a su lado y enroscó los brazos en su cuello con cuidado.
-Estamos bien- seguía diciendo- encontraremos una solución a lo de Eriel, tiene que haberla- aseguró con firmeza su voz, pero no en cambio sus ojos. Noruega y belga cruzaron una mirada cargada de palabras que no hacía falta pronunciar como tantas otras veces habían hecho. La verdad es que nadie sabía el futuro del nublino. Puede que permaneciera así para siempre.
"Ya No Hay Fuego, Pero Sigue Quemando."
"Son Un Sentimiento Suspendido En El Tiempo, A Veces Un Evento Terrible Condenado A Repetirse."
"Deja Que Tu Fe Sea Más Grande Que Tus Miedos."
"¡Se Lo Diré Al Señor Santa!"
- Zarket
Ficha de cosechado
Nombre: Rádar
Especie: Carabés
Habilidades: Resistencia, velocidad natatoria, nociones de luchaPersonajes :
- Spoiler:
- ●Bastel (antes Bran/Branniel): Trasgo de Ewa sexto sacerdote de la Secta, sádico, aficionado a matanzas y luchador en los bajos fondos. No tocarle los cojoncios, que muerde.
●Lanor Gris: demiurgo procedente de Carabás. Tímido, llorica y buena gente.
●Rádar (o Rad): astrario carabés tsundere hacia la magia, mandón, brusco y estricto. Fashion victim. Reloj andante.
●Galiard syl: mago rabiosamente rocavarancolés, despiadado antihéroe brutalmente pragmático y compasivo antivillano bienintencionado.
Armas :- Spoiler:
- ●Bastel (antes Bran): magia, garras, dientes y una espada de longitud media a larga. O lo que haga falta.
●Lanor Gris: magia y sus criaturas.
●Rádar (o Rad): espada de longitud media. Sus habilidades de desviación de hechizos.
●Galiard Syl: magia y, si hace falta, una espada de longitud corta a media.
Status : Jinete del apocalipsis (¡ahora con extra de torpeza social!)
Humor : En muerte cerebral.
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
17/07/17, 09:31 pm
—No pasa nada —se apresuró a aclarar al idrino, no queriendo ser demasiado quejica—. Es mucho mejor que un mordisco de hiena.
El intento de broma no le mejoró mucho el ánimo, en especial al ver cómo Siete calentaba el agua para Sox. «Los magos se ayudan entre ellos» su pensamiento estaba cargado de cierto veneno, pero al final se limitó a bufar. Esperaba que tras la Luna Roja aquella eterna atmósfera de favoritismo mágico que encontraba allí por donde pasase desapareciera.
—Habrá que investigar más, buscar más magia... y esperar —apostilló tras el humano y el otro carabés, con un tono profundamente amargo. Lo cierto era que no le apetecía en especial hablar del tema en aquel momento, pero bien sabía que había que poner siempre la lógica antes que los deseos—. Pero si es permanente... a tenor de lo visto no sé si vamos a conseguir encontrar nada con lo que consigamos curarlo.
Rádar no lamentaba ser tan brutalmente sincero. Lo cierto es que en aquel momento no estaba para agradar a otros.
El intento de broma no le mejoró mucho el ánimo, en especial al ver cómo Siete calentaba el agua para Sox. «Los magos se ayudan entre ellos» su pensamiento estaba cargado de cierto veneno, pero al final se limitó a bufar. Esperaba que tras la Luna Roja aquella eterna atmósfera de favoritismo mágico que encontraba allí por donde pasase desapareciera.
—Habrá que investigar más, buscar más magia... y esperar —apostilló tras el humano y el otro carabés, con un tono profundamente amargo. Lo cierto era que no le apetecía en especial hablar del tema en aquel momento, pero bien sabía que había que poner siempre la lógica antes que los deseos—. Pero si es permanente... a tenor de lo visto no sé si vamos a conseguir encontrar nada con lo que consigamos curarlo.
Rádar no lamentaba ser tan brutalmente sincero. Lo cierto es que en aquel momento no estaba para agradar a otros.
- Dal
Ficha de cosechado
Nombre: Alec (Alasdair)
Especie: Humano; Escocés.
Habilidades: Fuerza bruta, nociones de lucha y resistencia.Personajes :- Enredo : Humano Brujo de las Enredaderas.
- Surásara : Ulterana Naga.
- Varsai : Varmana Licántropo leopardo de las nieves.
- Eriel : Nublino.
Heridas/enfermedades : Finas cicatrices por todo el cuerpo.
Status : Perdido en la ciudad de los milagros y los portentos.
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
17/07/17, 11:34 pm
La mente de Eriel era un caos, una vorágine mezcla de rabia, dolor, vacío y tristeza. Hubo un punto en que no soportó mantener los ojos cerrados, al hacerlo se veía privado totalmente de otro sentido, uno que ahora necesitaba de forma desesperada.
Se levantó, movió la cama hasta dejarla bajo una ventana abierta y se tumbó a mirar el cielo a través de la abertura. Recordó el sueño que tuvo en su momento y las palabras "Hijo de los cielos, hiejo de los antigüos dioses" resonaron en su mente. Sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas y los sollozos no llegaron a sus oídos pero los espasmos eran inconfundibles.
No tardó en quedarse dormido rendido por las emociones y el cansancio del día. Horas después se despertó con un fuerte dolor de cabeza, sentía como si se hubiera dado un tremendo golpe en ella. Un grito quedo brotó de sus labios cuando ese dolor pasó de su cabeza a sus oídos. Y de pronto nada.
Eriel se revolvió en la cama confundido y entonces sucedió, el sonido de tela contra tela llegó a sus oídos. Tardó en procesar aquella información sumido de nuevo en un estado de shock.
-¿Ho...la? - se atrevió a decir. Esta vez si lo oyó, volvía a oír. El nublino se carcajeó y aquel sonido, aquel simple sonido le pintó un mundo nuevo.- ¡BIEN! - el grito resonó por toda la torre y Eriel salió a toda velocidad por la puerta de la habitación.
Se puso a cantar. Cantaba fatal y más de una vez se había definido a sí mismo como un dolor de oídos andante pero, esta vez, el dolor de oídos era la cosa más maravillosa que existía.
-¡VUELVO A OÍR! - gritó una vez en el salón entre carcajadas y cantos.
Se levantó, movió la cama hasta dejarla bajo una ventana abierta y se tumbó a mirar el cielo a través de la abertura. Recordó el sueño que tuvo en su momento y las palabras "Hijo de los cielos, hiejo de los antigüos dioses" resonaron en su mente. Sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas y los sollozos no llegaron a sus oídos pero los espasmos eran inconfundibles.
No tardó en quedarse dormido rendido por las emociones y el cansancio del día. Horas después se despertó con un fuerte dolor de cabeza, sentía como si se hubiera dado un tremendo golpe en ella. Un grito quedo brotó de sus labios cuando ese dolor pasó de su cabeza a sus oídos. Y de pronto nada.
Eriel se revolvió en la cama confundido y entonces sucedió, el sonido de tela contra tela llegó a sus oídos. Tardó en procesar aquella información sumido de nuevo en un estado de shock.
-¿Ho...la? - se atrevió a decir. Esta vez si lo oyó, volvía a oír. El nublino se carcajeó y aquel sonido, aquel simple sonido le pintó un mundo nuevo.- ¡BIEN! - el grito resonó por toda la torre y Eriel salió a toda velocidad por la puerta de la habitación.
Se puso a cantar. Cantaba fatal y más de una vez se había definido a sí mismo como un dolor de oídos andante pero, esta vez, el dolor de oídos era la cosa más maravillosa que existía.
-¡VUELVO A OÍR! - gritó una vez en el salón entre carcajadas y cantos.
Soy Dal, hijo del Estío y el Crepúsculo. Señor del Vacío y Amo del Infinito. Destructor de Mundos y Artífice de Infiernos. Conde de la Nada y Duque de los Océanos. Rey del Purgatorio y Terror del Cielo. Marqués del Inframundo y Barón de la Muerte. Por todos estos titulos, Invitado, reclamo tu vida para mí .
- Alicia
Ficha de cosechado
Nombre: Siete
Especie: Idris
Habilidades: oido musical, orientación, reflejosPersonajes :- Seon: aurva soñadora, 20 años. 163 cm
- Ri:Tengu. Aurva albina, 18 años. 170 cm
- Nero:Sin esencia, edeel. 18 años, 175 cm.
- Siete: idrino cosechado. 18 años. 172 cm.
Heridas/enfermedades : Cicatrices desiguales con forma de arañazo en los gemelos, que se extienden hacia la parte frontal de la pierna. Más anchas y verticales en la pierna derecha.
Status : So. FLUFFY.- Seon: aurva soñadora, 20 años. 163 cm
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
18/07/17, 11:48 pm
La mirada de horror de Siete se quedó impresa durante el intercambio. Las reaseguraciones de Tayron a Dafne sonaban ya inciertas antes de que Rad aportase la versión menos optimista y el concepto le resultaba terrible. El anillo había curado heridas graves, hasta el punto de que parecía que eran solo malos tragos, pero aun así podías perder una mano, y podías perder un sentido. La mente de Siete intentó imaginar los dibujos del suelo. Después se imaginó sin sonido, sin voces ni música ni el viento contra los oidos. Las olas en silencio, los pájaros callados. Era aterrador de una forma nueva, que algo que amaba y era parte de él pudiera irse con un paso. Podía haber sido él y no había sido él. Estaba a salvo.
Enfrentado a la idea de que la magia podía arrebatarte los oídos, Siete sólo podía marearse de alivio, porque había pasado en otra parte. No volvería a pisar el suelo de la misma forma. Hundió las manos en su pelo, con un resoplido. Se mojó en el proceso, y eso lo tranquilizó en parte. Entonces, con retraso, Eriel volvió a ser una prioridad en su cabeza, por su desgracia en si misma.
No se atrevió a decir nada. Estaba convencido de que leían en él que era mezquino y débil . Su carácter en ese momento no le servía a nadie. Tembló un poco y se mordió el labio para contenerlo. Terminó de ayudar a los recién llegados a limpiarse y volver a vendarse las heridas.
Se sentía culpable y eso evitaba que fuera a molestar a Eriel, por quien en realidad estaba preocupado. Dio un respingo al oir su voz, y más tarde entendió lo que decía. Fue la segunda oleada de alivio de la tarde, y esta vez le supo mucho mejor. Se lanzó a los brazos del nublino al verlo bajar por las escaleras, abrazandolo con fuerza. "Menos mal". Lo soltó para que Barael pudiera hacer lo propio. Se rió en voz alta.
- Menos mal
Enfrentado a la idea de que la magia podía arrebatarte los oídos, Siete sólo podía marearse de alivio, porque había pasado en otra parte. No volvería a pisar el suelo de la misma forma. Hundió las manos en su pelo, con un resoplido. Se mojó en el proceso, y eso lo tranquilizó en parte. Entonces, con retraso, Eriel volvió a ser una prioridad en su cabeza, por su desgracia en si misma.
No se atrevió a decir nada. Estaba convencido de que leían en él que era mezquino y débil . Su carácter en ese momento no le servía a nadie. Tembló un poco y se mordió el labio para contenerlo. Terminó de ayudar a los recién llegados a limpiarse y volver a vendarse las heridas.
Se sentía culpable y eso evitaba que fuera a molestar a Eriel, por quien en realidad estaba preocupado. Dio un respingo al oir su voz, y más tarde entendió lo que decía. Fue la segunda oleada de alivio de la tarde, y esta vez le supo mucho mejor. Se lanzó a los brazos del nublino al verlo bajar por las escaleras, abrazandolo con fuerza. "Menos mal". Lo soltó para que Barael pudiera hacer lo propio. Se rió en voz alta.
- Menos mal
-
- Naeryan
Ficha de cosechado
Nombre:
Especie:
Habilidades:
Personajes :- CLICK:
- ● Shizel/Desidia: idrino transformado en skrýmir, albino y de ojos azules. Tiene buenas dotes sociales y una gran pasión por la magia; es embajador para el castillo.
● Taro: cosechado carabés, cabello negro y ojos amarillos. Practicante de parkour y siempre con unos discretos auriculares, le encanta la música y suele dudar de sus capacidades.
● Sox: (imagen pre-Luna) ángel negro carabés, rubio y de apariencia llamativa. Competitivo y racional, aspira siempre al rendimiento más alto y posee mucha determinación.
Unidades mágicas : DENIED
Armas :- CLICK:
- ● Shizel/Desidia: magia y esgrima idrina, con amplia preferencia por la primera.
● Sox: según la salida, ballesta simple con torno o sable. Al cinto siempre un puñal.
Status : Traumaturga
Humor : Productivo (lo intento)
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
20/07/17, 01:31 am
Se aferró a las palabras de Tay y Rad como a un clavo ardiendo. Acababan de demostrar que podían sobrevivir si sabían elegir sus peleas. Habían regresado con la recompensa que habían ido a buscar, aunque no pudieran saber hasta qué punto había valido la pena hasta que la examinaran. Si habían conseguido aquello podrían conseguir algo que le sirviera a Eriel. Cosas mucho más descabelladas que una cura anidaban en Rocavarancolia: las habían visto.
Encontrarían algo, aunque el anillo no sirviera. La certeza de ello, sin embargo, se veía asfixiada a medias por el remordimiento. Que alguien saliera herido o perdiese la audición era una cosa; verle llorar por ello sin saber qué decir era otra muy distinta.
La caída de la tarde los encontró a todos dispersos por el torreón. Sox se había cambiado de ropa y había añadido la que había llevado puesta a la excursión a la pila de prendas manchadas de sangre. Otro tendría que hacer la colada, otro con los dos brazos intactos. Había tenido que devolver la ballesta tal cual a la armería: cuando tuviera el brazo mejor intentaría volver a ponerla a punto de nuevo.
Había pedido ayuda para que volvieran a vendarle el brazo: no era lo mismo que un cabestrillo, pero uno de ésos no podría ser mucho más aparatoso. Podía mover los dedos al menos, pero si intentaba levantar algo más arriba del codo el brazo se le quedaba a medio camino, sin hablar ya de coger peso. Y dolía como los infiernos, claro.
Después de que todo estuviera en su sitio Sox bajó al salón a hacer bulto por allí. Quedaba pan cortado de aquella mañana y se hizo con cierta torpeza un bocadillo con él. Tenía que habérsele quedado muerto precisamente el brazo útil, maldita sea. Se preguntó cómo se las había apañado Barael las primeras semanas de manquez sin patear nada: él al menos podía mover la mano aunque le doliera, y aun así el mero acto de abrocharse los botones de la camisa con la mano torpe le había costado un buen porcentaje de su paciencia.
El revuelo de su llegada ya se había apagado en su mayoría, y Sox revisó el montoncito de libros que habían traído consigo. Había algunos que estaban escritos en otro idioma muy parecido al rocavarancolés y que probablemente había sido la causa de la confusión, pero también los había legibles de verdad. El carabés identificó a continuación una edición de bolsillo que estaba íntegramente en el idioma de la fuente, y también lo que parecían uno o dos compendios de ilustraciones. Sox pasó a revisar el primero de ellos, para comprobar si efectivamente eran todo grabados o si había texto entre ellos. Pasó las páginas despacio. Habría existido algo familiar en ello de no ser por cómo le ardía la herida, distrayéndole cuando cambiaba de posición para ponerse más cómodo.
Una horda de espantos adoraba a una luna escarlata, el éxtasis demente en sus rostros grabado con una exactitud perturbadora. En la página siguiente una manada de seres lupinos, mayores todos ellos que un hombre adulto, desmembraban a mordiscos a un gigante con una corona en la cabeza. En otro grabado una goleta llena de seres escuálidos en la cubierta. Un banquete con ojos y entrañas frescos en la mesa. Un desfile de monstruos se arrojaba con abandono a un precipicio. Una araña magnífica y monstruosa se alzaba triunfal sobre una ciudad en llamas.
Tal vez fuese el efecto de aquellas imágenes grotescas, pero casi dio un bote del susto en el sofá al oír el grito repentino de Eriel. Miró hacia la boca de las escaleras antes de registrar lo que había dicho, y su cerebro procesó al mismo tiempo en que Siete se tiraba a darle un abrazo. El alivio le bañó como si le hubieran arrojado un nuevo cubo de agua templada: despacio y reconfortante. El pulso acelerado se le tranquilizó poco a poco, incrédulo aún de que pudiese hacerlo sin represalias horribles.
—Enhorabuena—dijo con el alivio palpable en su voz. "Menos mal" había quedado ya dicho. Se paró a pensar ahora sobre el balance que había estado posponiendo pensar hasta entonces, aquella buena noticia inesperada aún asentándose en su mente cuando hacía mucho tiempo que había dejado de esperar aquella clase de sorpresas en la ciudad. Eriel se había puesto bien. Lo que tenían Tay y él era reparable: habían visto obrar la magia del anillo para cosas mucho peores.
No habían salido ilesos, pero en lo que a Sox respectaba habían ganado.
Alguien había descubierto entre las páginas del libro de mano un montoncito de hojas sueltas con anotaciones, y había avisado a los demás de que parecían instrucciones para hechizos a medio traducir. Aburrido y mascando el mal humor de una herida que le estorbaba para dormir, que le molestaba cuando empezaba a emprender un trote y que no le dejaba siquiera coger la ballesta, Sox dedicó muchas horas en aquellas dos semanas a repasar los libros que habían traído. Podría encontrársele con frecuencia en el sofá, en ocasiones haciendo alguna anotación escribiendo con torpeza con la mano izquierda. Iba más rápido cuando alguien se ofrecía a escribir por él. Las últimas motas de color artificial en sus ojos se desvanecieron en ese tiempo, y a partir de entonces mantendrían su azul natural. No le molestó tanto como lo había hecho en su día la pérdida de las mechas: a su forma era otro cambio de aspecto. Era lógico que el Sox de entonces, el que vivía en una ciudad monstruosa y dilapidada, ofreciese una imagen distinta al que había venido de Carabás. La cicatriz blanco hueso en el brazo derecho formaba parte de ello.
Ver a otros cargar el anillo sabiendo que uno de los destinatarios de la cura era él constituía una sensación completamente distinta a cuando no; Sox cargó con ella aquellos días con un deje de culpabilidad. El día en que le dijeron que lo probara Sox dio las gracias, pero esperó a que un grupo de los demás hubiera salido a por cestas. Fue a una celda del sótano, se sentó en una esquina y gritaría desde allí. Volvería a subir aun un buen rato más tarde de que le cura hubiese terminado. Tenía la cara aún algo enrojecida, sobre todo alrededor de los ojos, y le dolía de forma sorda un puño de cuando había dado un puñetazo a la pared con tal de descargar aquel dolor insoportable, pero el brazo estaba curado.
No volvieron a hacer ninguna salida grande en grupo en aquellos días que pasaron. En los meses que habían transcurrido Sox notaba que se había acostumbrado a aquel ritmo: prepararse para explorar algo, sufrir lo que tocase, pasar un tiempo lamiéndose las heridas y luego volver poco a poco al tajo. Volvieron a ver a Tuétano una vez que salieron a por comida; la dragona de hueso persistía en vigilar sin atacarles, y Sox persistía en no saber cómo tomárselo. ¿Pretendía de verdad esperar hasta la Luna Roja sin perderles de vista?
Había quien todavía vacilaba a la hora de dar a los sinhadres por muertos. Los que estaban dispuestos a poner aún más énfasis en las búsquedas terminaron por decidir marcharse y buscar otra base desde donde poder realizarlas más rápido y más cómodamente. Los preparativos llevaron algo de tiempo, pero éste no perdonaba en Rocavarancolia más que en cualquier otro lugar: el momento de separarse no se hizo esperar. Sox no pudo evitar preguntarse al verlos marchar si la ciudad no se los tragaría a ellos también, como amenazaba hacer con todo lo que se perdía de vista.
Las mañanas eran un buen momento para hacer la colada: había menos gente ocupando espacio en el patio y además la ropa cogía más horas de sol. Desde que eran cuatro personas menos el volumen de prendas que colgar en el patio era menor, pero seguían siendo demasiadas para hacerlo y que los demás pudiesen entrenar al mismo tiempo.
Hacía tiempo que Sox había renunciado a que las huellas de sangre en algunas ropas desaparecieran por completo. Ya habían llegado secas al torreón, y el agua fría y el jabón ya habían hecho el máximo papel que podían en su día. Los bordes eran más difíciles de borrar, pero también eran más fáciles de ignorar. Aun así el carabés frotaba aquellas prendas con un poco más de encono antes de tenderlas. Cabezonería tal vez.
Al levantar la mirada vio a Rad en otro punto del patio y le boca se le torció con acritud. Aquella vez no tenía nada que ver con el tipo E en sí, sino en el mero hecho de saber que iba a tener que pedirle un favor. El tiempo que había pasado con el brazo vendado y sin poder hacer nada le había volver a pensar mil veces sobre lo que había pasado en la torre con la hiena que se les había escapado. de haber estado solo a saber si la alimaña no le habría arrancado la mitad de la cara a mordiscos antes de que él consiguiera matarla a cuchillazos. No quería sentir aquella clase de indefensión nunca más.
Nada más terminó de tender y recogió la cuerda fue a hablar con él. No le gustaba la noción, pero menos le gustaba la sensación de posponer las cosas.
—Rad —llamó. Se le notaba en la cara que no le gustaba tener que pedir aquello—. Quiero aprender a defenderme con la espada. ¿Das consejos o te los reservas?
Encontrarían algo, aunque el anillo no sirviera. La certeza de ello, sin embargo, se veía asfixiada a medias por el remordimiento. Que alguien saliera herido o perdiese la audición era una cosa; verle llorar por ello sin saber qué decir era otra muy distinta.
La caída de la tarde los encontró a todos dispersos por el torreón. Sox se había cambiado de ropa y había añadido la que había llevado puesta a la excursión a la pila de prendas manchadas de sangre. Otro tendría que hacer la colada, otro con los dos brazos intactos. Había tenido que devolver la ballesta tal cual a la armería: cuando tuviera el brazo mejor intentaría volver a ponerla a punto de nuevo.
Había pedido ayuda para que volvieran a vendarle el brazo: no era lo mismo que un cabestrillo, pero uno de ésos no podría ser mucho más aparatoso. Podía mover los dedos al menos, pero si intentaba levantar algo más arriba del codo el brazo se le quedaba a medio camino, sin hablar ya de coger peso. Y dolía como los infiernos, claro.
Después de que todo estuviera en su sitio Sox bajó al salón a hacer bulto por allí. Quedaba pan cortado de aquella mañana y se hizo con cierta torpeza un bocadillo con él. Tenía que habérsele quedado muerto precisamente el brazo útil, maldita sea. Se preguntó cómo se las había apañado Barael las primeras semanas de manquez sin patear nada: él al menos podía mover la mano aunque le doliera, y aun así el mero acto de abrocharse los botones de la camisa con la mano torpe le había costado un buen porcentaje de su paciencia.
El revuelo de su llegada ya se había apagado en su mayoría, y Sox revisó el montoncito de libros que habían traído consigo. Había algunos que estaban escritos en otro idioma muy parecido al rocavarancolés y que probablemente había sido la causa de la confusión, pero también los había legibles de verdad. El carabés identificó a continuación una edición de bolsillo que estaba íntegramente en el idioma de la fuente, y también lo que parecían uno o dos compendios de ilustraciones. Sox pasó a revisar el primero de ellos, para comprobar si efectivamente eran todo grabados o si había texto entre ellos. Pasó las páginas despacio. Habría existido algo familiar en ello de no ser por cómo le ardía la herida, distrayéndole cuando cambiaba de posición para ponerse más cómodo.
Una horda de espantos adoraba a una luna escarlata, el éxtasis demente en sus rostros grabado con una exactitud perturbadora. En la página siguiente una manada de seres lupinos, mayores todos ellos que un hombre adulto, desmembraban a mordiscos a un gigante con una corona en la cabeza. En otro grabado una goleta llena de seres escuálidos en la cubierta. Un banquete con ojos y entrañas frescos en la mesa. Un desfile de monstruos se arrojaba con abandono a un precipicio. Una araña magnífica y monstruosa se alzaba triunfal sobre una ciudad en llamas.
Tal vez fuese el efecto de aquellas imágenes grotescas, pero casi dio un bote del susto en el sofá al oír el grito repentino de Eriel. Miró hacia la boca de las escaleras antes de registrar lo que había dicho, y su cerebro procesó al mismo tiempo en que Siete se tiraba a darle un abrazo. El alivio le bañó como si le hubieran arrojado un nuevo cubo de agua templada: despacio y reconfortante. El pulso acelerado se le tranquilizó poco a poco, incrédulo aún de que pudiese hacerlo sin represalias horribles.
—Enhorabuena—dijo con el alivio palpable en su voz. "Menos mal" había quedado ya dicho. Se paró a pensar ahora sobre el balance que había estado posponiendo pensar hasta entonces, aquella buena noticia inesperada aún asentándose en su mente cuando hacía mucho tiempo que había dejado de esperar aquella clase de sorpresas en la ciudad. Eriel se había puesto bien. Lo que tenían Tay y él era reparable: habían visto obrar la magia del anillo para cosas mucho peores.
No habían salido ilesos, pero en lo que a Sox respectaba habían ganado.
-
Alguien había descubierto entre las páginas del libro de mano un montoncito de hojas sueltas con anotaciones, y había avisado a los demás de que parecían instrucciones para hechizos a medio traducir. Aburrido y mascando el mal humor de una herida que le estorbaba para dormir, que le molestaba cuando empezaba a emprender un trote y que no le dejaba siquiera coger la ballesta, Sox dedicó muchas horas en aquellas dos semanas a repasar los libros que habían traído. Podría encontrársele con frecuencia en el sofá, en ocasiones haciendo alguna anotación escribiendo con torpeza con la mano izquierda. Iba más rápido cuando alguien se ofrecía a escribir por él. Las últimas motas de color artificial en sus ojos se desvanecieron en ese tiempo, y a partir de entonces mantendrían su azul natural. No le molestó tanto como lo había hecho en su día la pérdida de las mechas: a su forma era otro cambio de aspecto. Era lógico que el Sox de entonces, el que vivía en una ciudad monstruosa y dilapidada, ofreciese una imagen distinta al que había venido de Carabás. La cicatriz blanco hueso en el brazo derecho formaba parte de ello.
Ver a otros cargar el anillo sabiendo que uno de los destinatarios de la cura era él constituía una sensación completamente distinta a cuando no; Sox cargó con ella aquellos días con un deje de culpabilidad. El día en que le dijeron que lo probara Sox dio las gracias, pero esperó a que un grupo de los demás hubiera salido a por cestas. Fue a una celda del sótano, se sentó en una esquina y gritaría desde allí. Volvería a subir aun un buen rato más tarde de que le cura hubiese terminado. Tenía la cara aún algo enrojecida, sobre todo alrededor de los ojos, y le dolía de forma sorda un puño de cuando había dado un puñetazo a la pared con tal de descargar aquel dolor insoportable, pero el brazo estaba curado.
No volvieron a hacer ninguna salida grande en grupo en aquellos días que pasaron. En los meses que habían transcurrido Sox notaba que se había acostumbrado a aquel ritmo: prepararse para explorar algo, sufrir lo que tocase, pasar un tiempo lamiéndose las heridas y luego volver poco a poco al tajo. Volvieron a ver a Tuétano una vez que salieron a por comida; la dragona de hueso persistía en vigilar sin atacarles, y Sox persistía en no saber cómo tomárselo. ¿Pretendía de verdad esperar hasta la Luna Roja sin perderles de vista?
Había quien todavía vacilaba a la hora de dar a los sinhadres por muertos. Los que estaban dispuestos a poner aún más énfasis en las búsquedas terminaron por decidir marcharse y buscar otra base desde donde poder realizarlas más rápido y más cómodamente. Los preparativos llevaron algo de tiempo, pero éste no perdonaba en Rocavarancolia más que en cualquier otro lugar: el momento de separarse no se hizo esperar. Sox no pudo evitar preguntarse al verlos marchar si la ciudad no se los tragaría a ellos también, como amenazaba hacer con todo lo que se perdía de vista.
-
Las mañanas eran un buen momento para hacer la colada: había menos gente ocupando espacio en el patio y además la ropa cogía más horas de sol. Desde que eran cuatro personas menos el volumen de prendas que colgar en el patio era menor, pero seguían siendo demasiadas para hacerlo y que los demás pudiesen entrenar al mismo tiempo.
Hacía tiempo que Sox había renunciado a que las huellas de sangre en algunas ropas desaparecieran por completo. Ya habían llegado secas al torreón, y el agua fría y el jabón ya habían hecho el máximo papel que podían en su día. Los bordes eran más difíciles de borrar, pero también eran más fáciles de ignorar. Aun así el carabés frotaba aquellas prendas con un poco más de encono antes de tenderlas. Cabezonería tal vez.
Al levantar la mirada vio a Rad en otro punto del patio y le boca se le torció con acritud. Aquella vez no tenía nada que ver con el tipo E en sí, sino en el mero hecho de saber que iba a tener que pedirle un favor. El tiempo que había pasado con el brazo vendado y sin poder hacer nada le había volver a pensar mil veces sobre lo que había pasado en la torre con la hiena que se les había escapado. de haber estado solo a saber si la alimaña no le habría arrancado la mitad de la cara a mordiscos antes de que él consiguiera matarla a cuchillazos. No quería sentir aquella clase de indefensión nunca más.
Nada más terminó de tender y recogió la cuerda fue a hablar con él. No le gustaba la noción, pero menos le gustaba la sensación de posponer las cosas.
—Rad —llamó. Se le notaba en la cara que no le gustaba tener que pedir aquello—. Quiero aprender a defenderme con la espada. ¿Das consejos o te los reservas?
"And if you gaze long enough into an abyss, the abyss will gaze back into you."
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