Torreón Maciel (Archivo VIII)
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Tak
Rocavarancolia Rol
Lumichen
LEC
alpeca
Léthe0
Leonart
Bellota
Alicia
Dal
Neith2
Aes
Naeryan
Lops
Jack
20 participantes
- Reifon
Ficha de cosechado
Nombre: Nery´s
Especie: Frivy
Habilidades: Velocidad, agilidad, resistencia.Personajes :- Spoiler:
Armas :- Spoiler:
- Arcan Rel: Cuchillos de caza, espada de mano y media, hacha cazahombres.
- Dama Abrazos: Mandobles y manguales gigantes duales, balas cañon.
- Nery´s: Beyesha infinita. Esto que no sabe ni que es.
- Arcan Rel: Cuchillos de caza, espada de mano y media, hacha cazahombres.
Status : Cazador de la luna de sangre.
Humor : JAJAJAJAJA *se marcha riéndose*
Torreón Maciel (Archivo VIII)
15/02/16, 09:43 pm
Recuerdo del primer mensaje :
-Cuando los encontremos sabremos cuales de las opciones son la verdad. -Dijo encogiéndose de hombros. La única parte que esperaba que fuese así era la de otro suministro de agua.
-Te seguimos hermanito.
Y con sonrisa a Eriel se puso en camino con el resto mientras se terminaba su desayuno cuando Dafne le pidió un favorcillo. -Ah, sin problema, le hice bastantes a Bri y no es algo complicado, aunque te tendrás que conformar con algo sin muchos adornos me temo. -Le sonrió. -Cuando vuelva haremos uno cada uno de madera, a no ser que encuentre hueso por el camino o alguna forma de malear metal mejor que acercar mis manos a la hoguera. Nos vemos a la vuelta. -Se despidió.
Siguieron a su hermano un cacho y como este dijo acabaron encontrando casas en algo de mejor estado aunque ahí en medio no parecían mucho más seguras que las mazmorras. Des pues de ir mirando y hablando sobre algunas de ellas como posibles acabaron divisando algo apartado de las casas que parecía un mini fuerte. Se acercaron por curiosidad con cautela para ver que se trataba de un torreón azulado con una muralla y en medio de un foso.
-¿Es eso un nido de seres voladores hecho encima de un esqueleto de animal enorme en lo alto de la torre o me ha sentado mal el desayuno? -Se calló un momento mientras observaba la situación, aquel lugar le parecía sacado de las historias rocavarancolesas, no había ninguna construcción así en su mundo pero era lo más seguro que habían encontrado con bastante diferencia. -El puente esta bajado y parece que se puede cruzar... Diría por esas cuerdas que hay un sistema de poleas para elevarlo e impedir así el paso, si es así y aún funciona dudo que encontremos algo más seguro que esto. -Miró hacia las estirges. -No parece que quieran hacernos algo, pero cuidado con los bichos voladores. -Se dió cuenta de que podía haber ofendido a Sinceridad así que giró su cabeza hacia ella. -Sin ánimo de ofender. -No era la mejor manera del mundo de arreglar eso, pero era mejor que nada. -En fin, vamos allá, con precaución por favor. -Agudizó los sentidos y agarró su cuchillo. Esperaba no tener otra sorpresa como la de hace unos días, pero no se fiaba de su suerte.
-Cuando los encontremos sabremos cuales de las opciones son la verdad. -Dijo encogiéndose de hombros. La única parte que esperaba que fuese así era la de otro suministro de agua.
-Te seguimos hermanito.
Y con sonrisa a Eriel se puso en camino con el resto mientras se terminaba su desayuno cuando Dafne le pidió un favorcillo. -Ah, sin problema, le hice bastantes a Bri y no es algo complicado, aunque te tendrás que conformar con algo sin muchos adornos me temo. -Le sonrió. -Cuando vuelva haremos uno cada uno de madera, a no ser que encuentre hueso por el camino o alguna forma de malear metal mejor que acercar mis manos a la hoguera. Nos vemos a la vuelta. -Se despidió.
Siguieron a su hermano un cacho y como este dijo acabaron encontrando casas en algo de mejor estado aunque ahí en medio no parecían mucho más seguras que las mazmorras. Des pues de ir mirando y hablando sobre algunas de ellas como posibles acabaron divisando algo apartado de las casas que parecía un mini fuerte. Se acercaron por curiosidad con cautela para ver que se trataba de un torreón azulado con una muralla y en medio de un foso.
-¿Es eso un nido de seres voladores hecho encima de un esqueleto de animal enorme en lo alto de la torre o me ha sentado mal el desayuno? -Se calló un momento mientras observaba la situación, aquel lugar le parecía sacado de las historias rocavarancolesas, no había ninguna construcción así en su mundo pero era lo más seguro que habían encontrado con bastante diferencia. -El puente esta bajado y parece que se puede cruzar... Diría por esas cuerdas que hay un sistema de poleas para elevarlo e impedir así el paso, si es así y aún funciona dudo que encontremos algo más seguro que esto. -Miró hacia las estirges. -No parece que quieran hacernos algo, pero cuidado con los bichos voladores. -Se dió cuenta de que podía haber ofendido a Sinceridad así que giró su cabeza hacia ella. -Sin ánimo de ofender. -No era la mejor manera del mundo de arreglar eso, pero era mejor que nada. -En fin, vamos allá, con precaución por favor. -Agudizó los sentidos y agarró su cuchillo. Esperaba no tener otra sorpresa como la de hace unos días, pero no se fiaba de su suerte.
- Aes
Ficha de cosechado
Nombre: Aniol
Especie: Humano
Habilidades: habilidad manual, automotivación, olfato fino.
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
17/07/17, 01:37 pm
Tayron no le prestó atención a la biblioteca más allá de que era territorio seguro y resultaba ser una decepción. Un lugar antiguo y más pequeño de lo que el belga se había imaginado no parecía una buena recompensa para la batalla anteriormente librada. Pero eso no importaba. El mayor premio era seguir vivos. No es que los libros le hicieran especial ilusión de todas formas. Solo si tenían que ver con aventuras o magia le echaría ratos a ojear sus páginas. Ahora solo le atañían las heridas. Y vaya sí dolían.
Las horas que el grupo había pasado fuera no se hicieron presentes hasta la llegada a Maciel. Incluso, a Tayron le pareció que hacía más de medio día que habían abandonado el torreón. No pasó por alto la incertidumbre de Siete, que fue el primero en recibirlos, pero el belga miraba más allá de él. Descubrió a Dafne buscándole entre la gente con un tono blanquecino en la piel, cuando ambas miradas se cruzaron el corazón le dio un vuelco.
-No es mía, no es mía- fue lo que repetía cuando la chica, contra todo pronóstico y sin decir nada lo apretó entre su brazos, manchándose la ropa de rojo. Su aliento pegado a la oreja le hizo sentir a salvo. Dafne deslizó sus dedos por los mechones de cabello del chico, como si intentara convencerse de que estaba ahí, de que estaba bien- la sangre- insistió con un temblor en la voz por el arrebato emocional que estaba sintiendo. Aumentó la intensidad del abrazo a pesar de que aquello acrecentaba el dolor- la sangre no es mía, no toda. Sí, sí, estoy bien- y en parte era cierto, el olor de la noruega no tapaba el de las vísceras pero inspiraba seguridad. Calor- no hemos perdido, estoy aquí- y ella estaba allí, e hizo todo lo posible para que lo notara. Dafne le apartó el pelo de la frente y le besó con rapidez en un gesto de protección, debió advertir que a pesar de la fachada de confianza que Tay transmitía sus manos temblaban.
Dafne vertió los cubos por todo su cuerpo con delicadeza, y cada fibra de su cuerpo agradeció el gesto. El agua fría se coló por la ropa, la piel, y limpió las heridas. Le gustaba el efecto, notar aquel contacto helado en la espalda y la nuca, barrer toda la mierda. Significaba en parte que todo había acabado, que Rocavarancolia apartaba su mano fúnebre de su cuerpo por unos instantes y lo dejaba respirar.
Agotado y desde el suelo, Tayron pedía un abrazo más con la mirada. Dafne se inclinó a su lado y enroscó los brazos en su cuello con cuidado.
-Estamos bien- seguía diciendo- encontraremos una solución a lo de Eriel, tiene que haberla- aseguró con firmeza su voz, pero no en cambio sus ojos. Noruega y belga cruzaron una mirada cargada de palabras que no hacía falta pronunciar como tantas otras veces habían hecho. La verdad es que nadie sabía el futuro del nublino. Puede que permaneciera así para siempre.
Las horas que el grupo había pasado fuera no se hicieron presentes hasta la llegada a Maciel. Incluso, a Tayron le pareció que hacía más de medio día que habían abandonado el torreón. No pasó por alto la incertidumbre de Siete, que fue el primero en recibirlos, pero el belga miraba más allá de él. Descubrió a Dafne buscándole entre la gente con un tono blanquecino en la piel, cuando ambas miradas se cruzaron el corazón le dio un vuelco.
-No es mía, no es mía- fue lo que repetía cuando la chica, contra todo pronóstico y sin decir nada lo apretó entre su brazos, manchándose la ropa de rojo. Su aliento pegado a la oreja le hizo sentir a salvo. Dafne deslizó sus dedos por los mechones de cabello del chico, como si intentara convencerse de que estaba ahí, de que estaba bien- la sangre- insistió con un temblor en la voz por el arrebato emocional que estaba sintiendo. Aumentó la intensidad del abrazo a pesar de que aquello acrecentaba el dolor- la sangre no es mía, no toda. Sí, sí, estoy bien- y en parte era cierto, el olor de la noruega no tapaba el de las vísceras pero inspiraba seguridad. Calor- no hemos perdido, estoy aquí- y ella estaba allí, e hizo todo lo posible para que lo notara. Dafne le apartó el pelo de la frente y le besó con rapidez en un gesto de protección, debió advertir que a pesar de la fachada de confianza que Tay transmitía sus manos temblaban.
Dafne vertió los cubos por todo su cuerpo con delicadeza, y cada fibra de su cuerpo agradeció el gesto. El agua fría se coló por la ropa, la piel, y limpió las heridas. Le gustaba el efecto, notar aquel contacto helado en la espalda y la nuca, barrer toda la mierda. Significaba en parte que todo había acabado, que Rocavarancolia apartaba su mano fúnebre de su cuerpo por unos instantes y lo dejaba respirar.
Agotado y desde el suelo, Tayron pedía un abrazo más con la mirada. Dafne se inclinó a su lado y enroscó los brazos en su cuello con cuidado.
-Estamos bien- seguía diciendo- encontraremos una solución a lo de Eriel, tiene que haberla- aseguró con firmeza su voz, pero no en cambio sus ojos. Noruega y belga cruzaron una mirada cargada de palabras que no hacía falta pronunciar como tantas otras veces habían hecho. La verdad es que nadie sabía el futuro del nublino. Puede que permaneciera así para siempre.
- Zarket
Ficha de cosechado
Nombre: Rádar
Especie: Carabés
Habilidades: Resistencia, velocidad natatoria, nociones de lucha
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
17/07/17, 09:31 pm
—No pasa nada —se apresuró a aclarar al idrino, no queriendo ser demasiado quejica—. Es mucho mejor que un mordisco de hiena.
El intento de broma no le mejoró mucho el ánimo, en especial al ver cómo Siete calentaba el agua para Sox. «Los magos se ayudan entre ellos» su pensamiento estaba cargado de cierto veneno, pero al final se limitó a bufar. Esperaba que tras la Luna Roja aquella eterna atmósfera de favoritismo mágico que encontraba allí por donde pasase desapareciera.
—Habrá que investigar más, buscar más magia... y esperar —apostilló tras el humano y el otro carabés, con un tono profundamente amargo. Lo cierto era que no le apetecía en especial hablar del tema en aquel momento, pero bien sabía que había que poner siempre la lógica antes que los deseos—. Pero si es permanente... a tenor de lo visto no sé si vamos a conseguir encontrar nada con lo que consigamos curarlo.
Rádar no lamentaba ser tan brutalmente sincero. Lo cierto es que en aquel momento no estaba para agradar a otros.
El intento de broma no le mejoró mucho el ánimo, en especial al ver cómo Siete calentaba el agua para Sox. «Los magos se ayudan entre ellos» su pensamiento estaba cargado de cierto veneno, pero al final se limitó a bufar. Esperaba que tras la Luna Roja aquella eterna atmósfera de favoritismo mágico que encontraba allí por donde pasase desapareciera.
—Habrá que investigar más, buscar más magia... y esperar —apostilló tras el humano y el otro carabés, con un tono profundamente amargo. Lo cierto era que no le apetecía en especial hablar del tema en aquel momento, pero bien sabía que había que poner siempre la lógica antes que los deseos—. Pero si es permanente... a tenor de lo visto no sé si vamos a conseguir encontrar nada con lo que consigamos curarlo.
Rádar no lamentaba ser tan brutalmente sincero. Lo cierto es que en aquel momento no estaba para agradar a otros.
- Dal
Ficha de cosechado
Nombre: Alec (Alasdair)
Especie: Humano; Escocés.
Habilidades: Fuerza bruta, nociones de lucha y resistencia.
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
17/07/17, 11:34 pm
La mente de Eriel era un caos, una vorágine mezcla de rabia, dolor, vacío y tristeza. Hubo un punto en que no soportó mantener los ojos cerrados, al hacerlo se veía privado totalmente de otro sentido, uno que ahora necesitaba de forma desesperada.
Se levantó, movió la cama hasta dejarla bajo una ventana abierta y se tumbó a mirar el cielo a través de la abertura. Recordó el sueño que tuvo en su momento y las palabras "Hijo de los cielos, hiejo de los antigüos dioses" resonaron en su mente. Sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas y los sollozos no llegaron a sus oídos pero los espasmos eran inconfundibles.
No tardó en quedarse dormido rendido por las emociones y el cansancio del día. Horas después se despertó con un fuerte dolor de cabeza, sentía como si se hubiera dado un tremendo golpe en ella. Un grito quedo brotó de sus labios cuando ese dolor pasó de su cabeza a sus oídos. Y de pronto nada.
Eriel se revolvió en la cama confundido y entonces sucedió, el sonido de tela contra tela llegó a sus oídos. Tardó en procesar aquella información sumido de nuevo en un estado de shock.
-¿Ho...la? - se atrevió a decir. Esta vez si lo oyó, volvía a oír. El nublino se carcajeó y aquel sonido, aquel simple sonido le pintó un mundo nuevo.- ¡BIEN! - el grito resonó por toda la torre y Eriel salió a toda velocidad por la puerta de la habitación.
Se puso a cantar. Cantaba fatal y más de una vez se había definido a sí mismo como un dolor de oídos andante pero, esta vez, el dolor de oídos era la cosa más maravillosa que existía.
-¡VUELVO A OÍR! - gritó una vez en el salón entre carcajadas y cantos.
Se levantó, movió la cama hasta dejarla bajo una ventana abierta y se tumbó a mirar el cielo a través de la abertura. Recordó el sueño que tuvo en su momento y las palabras "Hijo de los cielos, hiejo de los antigüos dioses" resonaron en su mente. Sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas y los sollozos no llegaron a sus oídos pero los espasmos eran inconfundibles.
No tardó en quedarse dormido rendido por las emociones y el cansancio del día. Horas después se despertó con un fuerte dolor de cabeza, sentía como si se hubiera dado un tremendo golpe en ella. Un grito quedo brotó de sus labios cuando ese dolor pasó de su cabeza a sus oídos. Y de pronto nada.
Eriel se revolvió en la cama confundido y entonces sucedió, el sonido de tela contra tela llegó a sus oídos. Tardó en procesar aquella información sumido de nuevo en un estado de shock.
-¿Ho...la? - se atrevió a decir. Esta vez si lo oyó, volvía a oír. El nublino se carcajeó y aquel sonido, aquel simple sonido le pintó un mundo nuevo.- ¡BIEN! - el grito resonó por toda la torre y Eriel salió a toda velocidad por la puerta de la habitación.
Se puso a cantar. Cantaba fatal y más de una vez se había definido a sí mismo como un dolor de oídos andante pero, esta vez, el dolor de oídos era la cosa más maravillosa que existía.
-¡VUELVO A OÍR! - gritó una vez en el salón entre carcajadas y cantos.
- Alicia
Ficha de cosechado
Nombre: Siete
Especie: Idris
Habilidades: oido musical, orientación, reflejos
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
18/07/17, 11:48 pm
La mirada de horror de Siete se quedó impresa durante el intercambio. Las reaseguraciones de Tayron a Dafne sonaban ya inciertas antes de que Rad aportase la versión menos optimista y el concepto le resultaba terrible. El anillo había curado heridas graves, hasta el punto de que parecía que eran solo malos tragos, pero aun así podías perder una mano, y podías perder un sentido. La mente de Siete intentó imaginar los dibujos del suelo. Después se imaginó sin sonido, sin voces ni música ni el viento contra los oidos. Las olas en silencio, los pájaros callados. Era aterrador de una forma nueva, que algo que amaba y era parte de él pudiera irse con un paso. Podía haber sido él y no había sido él. Estaba a salvo.
Enfrentado a la idea de que la magia podía arrebatarte los oídos, Siete sólo podía marearse de alivio, porque había pasado en otra parte. No volvería a pisar el suelo de la misma forma. Hundió las manos en su pelo, con un resoplido. Se mojó en el proceso, y eso lo tranquilizó en parte. Entonces, con retraso, Eriel volvió a ser una prioridad en su cabeza, por su desgracia en si misma.
No se atrevió a decir nada. Estaba convencido de que leían en él que era mezquino y débil . Su carácter en ese momento no le servía a nadie. Tembló un poco y se mordió el labio para contenerlo. Terminó de ayudar a los recién llegados a limpiarse y volver a vendarse las heridas.
Se sentía culpable y eso evitaba que fuera a molestar a Eriel, por quien en realidad estaba preocupado. Dio un respingo al oir su voz, y más tarde entendió lo que decía. Fue la segunda oleada de alivio de la tarde, y esta vez le supo mucho mejor. Se lanzó a los brazos del nublino al verlo bajar por las escaleras, abrazandolo con fuerza. "Menos mal". Lo soltó para que Barael pudiera hacer lo propio. Se rió en voz alta.
- Menos mal
Enfrentado a la idea de que la magia podía arrebatarte los oídos, Siete sólo podía marearse de alivio, porque había pasado en otra parte. No volvería a pisar el suelo de la misma forma. Hundió las manos en su pelo, con un resoplido. Se mojó en el proceso, y eso lo tranquilizó en parte. Entonces, con retraso, Eriel volvió a ser una prioridad en su cabeza, por su desgracia en si misma.
No se atrevió a decir nada. Estaba convencido de que leían en él que era mezquino y débil . Su carácter en ese momento no le servía a nadie. Tembló un poco y se mordió el labio para contenerlo. Terminó de ayudar a los recién llegados a limpiarse y volver a vendarse las heridas.
Se sentía culpable y eso evitaba que fuera a molestar a Eriel, por quien en realidad estaba preocupado. Dio un respingo al oir su voz, y más tarde entendió lo que decía. Fue la segunda oleada de alivio de la tarde, y esta vez le supo mucho mejor. Se lanzó a los brazos del nublino al verlo bajar por las escaleras, abrazandolo con fuerza. "Menos mal". Lo soltó para que Barael pudiera hacer lo propio. Se rió en voz alta.
- Menos mal
- Naeryan
Ficha de cosechado
Nombre:
Especie:
Habilidades:
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
20/07/17, 01:31 am
Se aferró a las palabras de Tay y Rad como a un clavo ardiendo. Acababan de demostrar que podían sobrevivir si sabían elegir sus peleas. Habían regresado con la recompensa que habían ido a buscar, aunque no pudieran saber hasta qué punto había valido la pena hasta que la examinaran. Si habían conseguido aquello podrían conseguir algo que le sirviera a Eriel. Cosas mucho más descabelladas que una cura anidaban en Rocavarancolia: las habían visto.
Encontrarían algo, aunque el anillo no sirviera. La certeza de ello, sin embargo, se veía asfixiada a medias por el remordimiento. Que alguien saliera herido o perdiese la audición era una cosa; verle llorar por ello sin saber qué decir era otra muy distinta.
La caída de la tarde los encontró a todos dispersos por el torreón. Sox se había cambiado de ropa y había añadido la que había llevado puesta a la excursión a la pila de prendas manchadas de sangre. Otro tendría que hacer la colada, otro con los dos brazos intactos. Había tenido que devolver la ballesta tal cual a la armería: cuando tuviera el brazo mejor intentaría volver a ponerla a punto de nuevo.
Había pedido ayuda para que volvieran a vendarle el brazo: no era lo mismo que un cabestrillo, pero uno de ésos no podría ser mucho más aparatoso. Podía mover los dedos al menos, pero si intentaba levantar algo más arriba del codo el brazo se le quedaba a medio camino, sin hablar ya de coger peso. Y dolía como los infiernos, claro.
Después de que todo estuviera en su sitio Sox bajó al salón a hacer bulto por allí. Quedaba pan cortado de aquella mañana y se hizo con cierta torpeza un bocadillo con él. Tenía que habérsele quedado muerto precisamente el brazo útil, maldita sea. Se preguntó cómo se las había apañado Barael las primeras semanas de manquez sin patear nada: él al menos podía mover la mano aunque le doliera, y aun así el mero acto de abrocharse los botones de la camisa con la mano torpe le había costado un buen porcentaje de su paciencia.
El revuelo de su llegada ya se había apagado en su mayoría, y Sox revisó el montoncito de libros que habían traído consigo. Había algunos que estaban escritos en otro idioma muy parecido al rocavarancolés y que probablemente había sido la causa de la confusión, pero también los había legibles de verdad. El carabés identificó a continuación una edición de bolsillo que estaba íntegramente en el idioma de la fuente, y también lo que parecían uno o dos compendios de ilustraciones. Sox pasó a revisar el primero de ellos, para comprobar si efectivamente eran todo grabados o si había texto entre ellos. Pasó las páginas despacio. Habría existido algo familiar en ello de no ser por cómo le ardía la herida, distrayéndole cuando cambiaba de posición para ponerse más cómodo.
Una horda de espantos adoraba a una luna escarlata, el éxtasis demente en sus rostros grabado con una exactitud perturbadora. En la página siguiente una manada de seres lupinos, mayores todos ellos que un hombre adulto, desmembraban a mordiscos a un gigante con una corona en la cabeza. En otro grabado una goleta llena de seres escuálidos en la cubierta. Un banquete con ojos y entrañas frescos en la mesa. Un desfile de monstruos se arrojaba con abandono a un precipicio. Una araña magnífica y monstruosa se alzaba triunfal sobre una ciudad en llamas.
Tal vez fuese el efecto de aquellas imágenes grotescas, pero casi dio un bote del susto en el sofá al oír el grito repentino de Eriel. Miró hacia la boca de las escaleras antes de registrar lo que había dicho, y su cerebro procesó al mismo tiempo en que Siete se tiraba a darle un abrazo. El alivio le bañó como si le hubieran arrojado un nuevo cubo de agua templada: despacio y reconfortante. El pulso acelerado se le tranquilizó poco a poco, incrédulo aún de que pudiese hacerlo sin represalias horribles.
—Enhorabuena—dijo con el alivio palpable en su voz. "Menos mal" había quedado ya dicho. Se paró a pensar ahora sobre el balance que había estado posponiendo pensar hasta entonces, aquella buena noticia inesperada aún asentándose en su mente cuando hacía mucho tiempo que había dejado de esperar aquella clase de sorpresas en la ciudad. Eriel se había puesto bien. Lo que tenían Tay y él era reparable: habían visto obrar la magia del anillo para cosas mucho peores.
No habían salido ilesos, pero en lo que a Sox respectaba habían ganado.
Alguien había descubierto entre las páginas del libro de mano un montoncito de hojas sueltas con anotaciones, y había avisado a los demás de que parecían instrucciones para hechizos a medio traducir. Aburrido y mascando el mal humor de una herida que le estorbaba para dormir, que le molestaba cuando empezaba a emprender un trote y que no le dejaba siquiera coger la ballesta, Sox dedicó muchas horas en aquellas dos semanas a repasar los libros que habían traído. Podría encontrársele con frecuencia en el sofá, en ocasiones haciendo alguna anotación escribiendo con torpeza con la mano izquierda. Iba más rápido cuando alguien se ofrecía a escribir por él. Las últimas motas de color artificial en sus ojos se desvanecieron en ese tiempo, y a partir de entonces mantendrían su azul natural. No le molestó tanto como lo había hecho en su día la pérdida de las mechas: a su forma era otro cambio de aspecto. Era lógico que el Sox de entonces, el que vivía en una ciudad monstruosa y dilapidada, ofreciese una imagen distinta al que había venido de Carabás. La cicatriz blanco hueso en el brazo derecho formaba parte de ello.
Ver a otros cargar el anillo sabiendo que uno de los destinatarios de la cura era él constituía una sensación completamente distinta a cuando no; Sox cargó con ella aquellos días con un deje de culpabilidad. El día en que le dijeron que lo probara Sox dio las gracias, pero esperó a que un grupo de los demás hubiera salido a por cestas. Fue a una celda del sótano, se sentó en una esquina y gritaría desde allí. Volvería a subir aun un buen rato más tarde de que le cura hubiese terminado. Tenía la cara aún algo enrojecida, sobre todo alrededor de los ojos, y le dolía de forma sorda un puño de cuando había dado un puñetazo a la pared con tal de descargar aquel dolor insoportable, pero el brazo estaba curado.
No volvieron a hacer ninguna salida grande en grupo en aquellos días que pasaron. En los meses que habían transcurrido Sox notaba que se había acostumbrado a aquel ritmo: prepararse para explorar algo, sufrir lo que tocase, pasar un tiempo lamiéndose las heridas y luego volver poco a poco al tajo. Volvieron a ver a Tuétano una vez que salieron a por comida; la dragona de hueso persistía en vigilar sin atacarles, y Sox persistía en no saber cómo tomárselo. ¿Pretendía de verdad esperar hasta la Luna Roja sin perderles de vista?
Había quien todavía vacilaba a la hora de dar a los sinhadres por muertos. Los que estaban dispuestos a poner aún más énfasis en las búsquedas terminaron por decidir marcharse y buscar otra base desde donde poder realizarlas más rápido y más cómodamente. Los preparativos llevaron algo de tiempo, pero éste no perdonaba en Rocavarancolia más que en cualquier otro lugar: el momento de separarse no se hizo esperar. Sox no pudo evitar preguntarse al verlos marchar si la ciudad no se los tragaría a ellos también, como amenazaba hacer con todo lo que se perdía de vista.
Las mañanas eran un buen momento para hacer la colada: había menos gente ocupando espacio en el patio y además la ropa cogía más horas de sol. Desde que eran cuatro personas menos el volumen de prendas que colgar en el patio era menor, pero seguían siendo demasiadas para hacerlo y que los demás pudiesen entrenar al mismo tiempo.
Hacía tiempo que Sox había renunciado a que las huellas de sangre en algunas ropas desaparecieran por completo. Ya habían llegado secas al torreón, y el agua fría y el jabón ya habían hecho el máximo papel que podían en su día. Los bordes eran más difíciles de borrar, pero también eran más fáciles de ignorar. Aun así el carabés frotaba aquellas prendas con un poco más de encono antes de tenderlas. Cabezonería tal vez.
Al levantar la mirada vio a Rad en otro punto del patio y le boca se le torció con acritud. Aquella vez no tenía nada que ver con el tipo E en sí, sino en el mero hecho de saber que iba a tener que pedirle un favor. El tiempo que había pasado con el brazo vendado y sin poder hacer nada le había volver a pensar mil veces sobre lo que había pasado en la torre con la hiena que se les había escapado. de haber estado solo a saber si la alimaña no le habría arrancado la mitad de la cara a mordiscos antes de que él consiguiera matarla a cuchillazos. No quería sentir aquella clase de indefensión nunca más.
Nada más terminó de tender y recogió la cuerda fue a hablar con él. No le gustaba la noción, pero menos le gustaba la sensación de posponer las cosas.
—Rad —llamó. Se le notaba en la cara que no le gustaba tener que pedir aquello—. Quiero aprender a defenderme con la espada. ¿Das consejos o te los reservas?
Encontrarían algo, aunque el anillo no sirviera. La certeza de ello, sin embargo, se veía asfixiada a medias por el remordimiento. Que alguien saliera herido o perdiese la audición era una cosa; verle llorar por ello sin saber qué decir era otra muy distinta.
La caída de la tarde los encontró a todos dispersos por el torreón. Sox se había cambiado de ropa y había añadido la que había llevado puesta a la excursión a la pila de prendas manchadas de sangre. Otro tendría que hacer la colada, otro con los dos brazos intactos. Había tenido que devolver la ballesta tal cual a la armería: cuando tuviera el brazo mejor intentaría volver a ponerla a punto de nuevo.
Había pedido ayuda para que volvieran a vendarle el brazo: no era lo mismo que un cabestrillo, pero uno de ésos no podría ser mucho más aparatoso. Podía mover los dedos al menos, pero si intentaba levantar algo más arriba del codo el brazo se le quedaba a medio camino, sin hablar ya de coger peso. Y dolía como los infiernos, claro.
Después de que todo estuviera en su sitio Sox bajó al salón a hacer bulto por allí. Quedaba pan cortado de aquella mañana y se hizo con cierta torpeza un bocadillo con él. Tenía que habérsele quedado muerto precisamente el brazo útil, maldita sea. Se preguntó cómo se las había apañado Barael las primeras semanas de manquez sin patear nada: él al menos podía mover la mano aunque le doliera, y aun así el mero acto de abrocharse los botones de la camisa con la mano torpe le había costado un buen porcentaje de su paciencia.
El revuelo de su llegada ya se había apagado en su mayoría, y Sox revisó el montoncito de libros que habían traído consigo. Había algunos que estaban escritos en otro idioma muy parecido al rocavarancolés y que probablemente había sido la causa de la confusión, pero también los había legibles de verdad. El carabés identificó a continuación una edición de bolsillo que estaba íntegramente en el idioma de la fuente, y también lo que parecían uno o dos compendios de ilustraciones. Sox pasó a revisar el primero de ellos, para comprobar si efectivamente eran todo grabados o si había texto entre ellos. Pasó las páginas despacio. Habría existido algo familiar en ello de no ser por cómo le ardía la herida, distrayéndole cuando cambiaba de posición para ponerse más cómodo.
Una horda de espantos adoraba a una luna escarlata, el éxtasis demente en sus rostros grabado con una exactitud perturbadora. En la página siguiente una manada de seres lupinos, mayores todos ellos que un hombre adulto, desmembraban a mordiscos a un gigante con una corona en la cabeza. En otro grabado una goleta llena de seres escuálidos en la cubierta. Un banquete con ojos y entrañas frescos en la mesa. Un desfile de monstruos se arrojaba con abandono a un precipicio. Una araña magnífica y monstruosa se alzaba triunfal sobre una ciudad en llamas.
Tal vez fuese el efecto de aquellas imágenes grotescas, pero casi dio un bote del susto en el sofá al oír el grito repentino de Eriel. Miró hacia la boca de las escaleras antes de registrar lo que había dicho, y su cerebro procesó al mismo tiempo en que Siete se tiraba a darle un abrazo. El alivio le bañó como si le hubieran arrojado un nuevo cubo de agua templada: despacio y reconfortante. El pulso acelerado se le tranquilizó poco a poco, incrédulo aún de que pudiese hacerlo sin represalias horribles.
—Enhorabuena—dijo con el alivio palpable en su voz. "Menos mal" había quedado ya dicho. Se paró a pensar ahora sobre el balance que había estado posponiendo pensar hasta entonces, aquella buena noticia inesperada aún asentándose en su mente cuando hacía mucho tiempo que había dejado de esperar aquella clase de sorpresas en la ciudad. Eriel se había puesto bien. Lo que tenían Tay y él era reparable: habían visto obrar la magia del anillo para cosas mucho peores.
No habían salido ilesos, pero en lo que a Sox respectaba habían ganado.
-
Alguien había descubierto entre las páginas del libro de mano un montoncito de hojas sueltas con anotaciones, y había avisado a los demás de que parecían instrucciones para hechizos a medio traducir. Aburrido y mascando el mal humor de una herida que le estorbaba para dormir, que le molestaba cuando empezaba a emprender un trote y que no le dejaba siquiera coger la ballesta, Sox dedicó muchas horas en aquellas dos semanas a repasar los libros que habían traído. Podría encontrársele con frecuencia en el sofá, en ocasiones haciendo alguna anotación escribiendo con torpeza con la mano izquierda. Iba más rápido cuando alguien se ofrecía a escribir por él. Las últimas motas de color artificial en sus ojos se desvanecieron en ese tiempo, y a partir de entonces mantendrían su azul natural. No le molestó tanto como lo había hecho en su día la pérdida de las mechas: a su forma era otro cambio de aspecto. Era lógico que el Sox de entonces, el que vivía en una ciudad monstruosa y dilapidada, ofreciese una imagen distinta al que había venido de Carabás. La cicatriz blanco hueso en el brazo derecho formaba parte de ello.
Ver a otros cargar el anillo sabiendo que uno de los destinatarios de la cura era él constituía una sensación completamente distinta a cuando no; Sox cargó con ella aquellos días con un deje de culpabilidad. El día en que le dijeron que lo probara Sox dio las gracias, pero esperó a que un grupo de los demás hubiera salido a por cestas. Fue a una celda del sótano, se sentó en una esquina y gritaría desde allí. Volvería a subir aun un buen rato más tarde de que le cura hubiese terminado. Tenía la cara aún algo enrojecida, sobre todo alrededor de los ojos, y le dolía de forma sorda un puño de cuando había dado un puñetazo a la pared con tal de descargar aquel dolor insoportable, pero el brazo estaba curado.
No volvieron a hacer ninguna salida grande en grupo en aquellos días que pasaron. En los meses que habían transcurrido Sox notaba que se había acostumbrado a aquel ritmo: prepararse para explorar algo, sufrir lo que tocase, pasar un tiempo lamiéndose las heridas y luego volver poco a poco al tajo. Volvieron a ver a Tuétano una vez que salieron a por comida; la dragona de hueso persistía en vigilar sin atacarles, y Sox persistía en no saber cómo tomárselo. ¿Pretendía de verdad esperar hasta la Luna Roja sin perderles de vista?
Había quien todavía vacilaba a la hora de dar a los sinhadres por muertos. Los que estaban dispuestos a poner aún más énfasis en las búsquedas terminaron por decidir marcharse y buscar otra base desde donde poder realizarlas más rápido y más cómodamente. Los preparativos llevaron algo de tiempo, pero éste no perdonaba en Rocavarancolia más que en cualquier otro lugar: el momento de separarse no se hizo esperar. Sox no pudo evitar preguntarse al verlos marchar si la ciudad no se los tragaría a ellos también, como amenazaba hacer con todo lo que se perdía de vista.
-
Las mañanas eran un buen momento para hacer la colada: había menos gente ocupando espacio en el patio y además la ropa cogía más horas de sol. Desde que eran cuatro personas menos el volumen de prendas que colgar en el patio era menor, pero seguían siendo demasiadas para hacerlo y que los demás pudiesen entrenar al mismo tiempo.
Hacía tiempo que Sox había renunciado a que las huellas de sangre en algunas ropas desaparecieran por completo. Ya habían llegado secas al torreón, y el agua fría y el jabón ya habían hecho el máximo papel que podían en su día. Los bordes eran más difíciles de borrar, pero también eran más fáciles de ignorar. Aun así el carabés frotaba aquellas prendas con un poco más de encono antes de tenderlas. Cabezonería tal vez.
Al levantar la mirada vio a Rad en otro punto del patio y le boca se le torció con acritud. Aquella vez no tenía nada que ver con el tipo E en sí, sino en el mero hecho de saber que iba a tener que pedirle un favor. El tiempo que había pasado con el brazo vendado y sin poder hacer nada le había volver a pensar mil veces sobre lo que había pasado en la torre con la hiena que se les había escapado. de haber estado solo a saber si la alimaña no le habría arrancado la mitad de la cara a mordiscos antes de que él consiguiera matarla a cuchillazos. No quería sentir aquella clase de indefensión nunca más.
Nada más terminó de tender y recogió la cuerda fue a hablar con él. No le gustaba la noción, pero menos le gustaba la sensación de posponer las cosas.
—Rad —llamó. Se le notaba en la cara que no le gustaba tener que pedir aquello—. Quiero aprender a defenderme con la espada. ¿Das consejos o te los reservas?
- Zarket
Ficha de cosechado
Nombre: Rádar
Especie: Carabés
Habilidades: Resistencia, velocidad natatoria, nociones de lucha
Personajes :
- Spoiler:
- ●Bastel (antes Bran/Branniel): Trasgo de Ewa sexto sacerdote de la Secta, sádico, aficionado a matanzas y luchador en los bajos fondos. No tocarle los cojoncios, que muerde.
●Lanor Gris: demiurgo procedente de Carabás. Tímido, llorica y buena gente.
●Rádar (o Rad): astrario carabés tsundere hacia la magia, mandón, brusco y estricto. Fashion victim. Reloj andante.
●Galiard syl: mago rabiosamente rocavarancolés, despiadado antihéroe brutalmente pragmático y compasivo antivillano bienintencionado.
Armas :- Spoiler:
- ●Bastel (antes Bran): magia, garras, dientes y una espada de longitud media a larga. O lo que haga falta.
●Lanor Gris: magia y sus criaturas.
●Rádar (o Rad): espada de longitud media. Sus habilidades de desviación de hechizos.
●Galiard Syl: magia y, si hace falta, una espada de longitud corta a media.
Status : Jinete del apocalipsis (¡ahora con extra de torpeza social!)
Humor : En muerte cerebral.
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
20/07/17, 04:49 pm
Antes de entrar en el salón se preguntó fugazmente qué hora sería. ¿Algo más tarde de la una y media, quizás? Se paró casi abruptamente, reprimiendo un escalofrío, y echó un vistazo al reloj de sol que tenían allí. La hora rozaba las dos menos veinticinco. No fue capaz de reprimir un segundo escalofrío y decidió entrar dentro antes de que nadie notara aquello, preguntándose qué significaba su nueva obsesión por la hora.
El carabés no estuvo de ánimos particularmente altos el resto de la tarde. Se supone que habían vencido, sí, pero él no tenía esa sensación. Ninguno había muerto de puro milagro, Eriel etaba sordo y a saber si podrían solucionarlo, él había sufrido una herida y curación brutales, ahora tenían que volver a pasar horas al día cargando aquel anillo infernal, y encima no dejaba de encontrar favoritismo hacia magos ni siquiera en Rocavarancolia.
Se estaba preparando un bocadillo cuando le llegó el grito de Eriel. El brinco casi le dejó sin mano, pero por suerte el cuchillo cayó a unos milímetros de esta. Todavía con el corazón a un ritmo que le hacía pensar si no le estallaría el tipo E miró al nublino, con una sonrisa alegre e incrédula. Suspiró, aliviado, pensando en los sucesos del día.
Al final, quizás, sí que podía considerarse aquel como un buen día.
La ida de Sinceridad, Mónica, Lorenzo y Fahran no lo dejó de tan buen humor. A la hora de confrontar la verdad Rádar se había inclinado por lo evidente: los sinhadres estaban muertos. Y sí, dolía; y sí, le daba ganas de gritar y pegar puñetazos; y sí, también le daba un miedo atroz pensar en aquellas muertes, porque en cualquier momento podía ser la suya. O podía tener que contemplar una: quizás era egoísta, pero no dejaba de agradecer no haber visto morir a nadie, a diferencia de los que acompañaron a Nad. Pero la lógica mandaba, siempre, y la lógica solo podía decir una cosa. aquellos dos habían muerto.
La lógica también le dijo, cuando vio marchar al grupo escindido, que ellos morirían. «No, no pueden» intentó convencerse. «Sinceridad sabe luchar. Lorenzo sabe luchar. Los protegerán» quiso pensar. Su corazón, a pesar de aquello, parecía seguir estrujado por el puño de alguien. Las esperanzas momentáneas de su primera victoria sobre Rocavarancolia ya se habían esfumado.
Parte de la culpa de aquello era del anillo, por supuesto. Sus turnos de carga no dejaban de recordarle días más difíciles y dolorosos, extendidos demasiado en el tiempo por su traicionera mente. En esta ocasión, al menos, fue capaz de aguantar aquel tiempo de dolor íntegramente, sin visitas casuales al baño para dejar salir terrores temblorosos que ya parecían haber desaparecido.
La nueva visita voladora de Tuétano tampoco le gustó nada. Rádar se mantuvo todo el rato alerta, con una mano en la emupñadura de la espada. Miraba sin cesar hacia la quebrantahuesos, con el ceño fruncido, casi avisando de que no sería alguien que se dejaría matar pacíficamente. Quizás para ella no fuera una gran amenaza, pero si un monstruo demente de aquella ciudad iba a querer matarlo él no se iba a entregar sin resistencia.
Estaba entrenando en el patio cuando observó a Soz dirigirse hacia él. Envainó su espada y contempló al otro carabés del torreón, recordando el uso que había hecho del anillo mientras él y otros salían a por las cestas. Al tipo E no le sorprendió aquello: es lo que él habría hecho si hubiera tenido la oportunidad.
Tardó apenas un segundo en comprender las palabras de su interlocutor, y cuando lo hizo no pudo hacer menos que pegar una risotada casi incrédula.
—¿Me estás pidiendo ayuda? ¡me estás pidiendo ayuda! Tiene que joderte de lo lindo no poder recurrir a Lorenzo, ¿eh? —su sonrisa ladeada enseñaba todos sus dientes, y no tenía precisamente falta de petulancia—. Claro que sí, hombre. No me gustaría que por no haberte enseñado una mala bestia te masticara el fémur.
El sarcasmo de sus palabras era una broma, por supuesto, pero Rádar no iba a renunciar a ella tan pronto.
El carabés no estuvo de ánimos particularmente altos el resto de la tarde. Se supone que habían vencido, sí, pero él no tenía esa sensación. Ninguno había muerto de puro milagro, Eriel etaba sordo y a saber si podrían solucionarlo, él había sufrido una herida y curación brutales, ahora tenían que volver a pasar horas al día cargando aquel anillo infernal, y encima no dejaba de encontrar favoritismo hacia magos ni siquiera en Rocavarancolia.
Se estaba preparando un bocadillo cuando le llegó el grito de Eriel. El brinco casi le dejó sin mano, pero por suerte el cuchillo cayó a unos milímetros de esta. Todavía con el corazón a un ritmo que le hacía pensar si no le estallaría el tipo E miró al nublino, con una sonrisa alegre e incrédula. Suspiró, aliviado, pensando en los sucesos del día.
Al final, quizás, sí que podía considerarse aquel como un buen día.
La ida de Sinceridad, Mónica, Lorenzo y Fahran no lo dejó de tan buen humor. A la hora de confrontar la verdad Rádar se había inclinado por lo evidente: los sinhadres estaban muertos. Y sí, dolía; y sí, le daba ganas de gritar y pegar puñetazos; y sí, también le daba un miedo atroz pensar en aquellas muertes, porque en cualquier momento podía ser la suya. O podía tener que contemplar una: quizás era egoísta, pero no dejaba de agradecer no haber visto morir a nadie, a diferencia de los que acompañaron a Nad. Pero la lógica mandaba, siempre, y la lógica solo podía decir una cosa. aquellos dos habían muerto.
La lógica también le dijo, cuando vio marchar al grupo escindido, que ellos morirían. «No, no pueden» intentó convencerse. «Sinceridad sabe luchar. Lorenzo sabe luchar. Los protegerán» quiso pensar. Su corazón, a pesar de aquello, parecía seguir estrujado por el puño de alguien. Las esperanzas momentáneas de su primera victoria sobre Rocavarancolia ya se habían esfumado.
Parte de la culpa de aquello era del anillo, por supuesto. Sus turnos de carga no dejaban de recordarle días más difíciles y dolorosos, extendidos demasiado en el tiempo por su traicionera mente. En esta ocasión, al menos, fue capaz de aguantar aquel tiempo de dolor íntegramente, sin visitas casuales al baño para dejar salir terrores temblorosos que ya parecían haber desaparecido.
La nueva visita voladora de Tuétano tampoco le gustó nada. Rádar se mantuvo todo el rato alerta, con una mano en la emupñadura de la espada. Miraba sin cesar hacia la quebrantahuesos, con el ceño fruncido, casi avisando de que no sería alguien que se dejaría matar pacíficamente. Quizás para ella no fuera una gran amenaza, pero si un monstruo demente de aquella ciudad iba a querer matarlo él no se iba a entregar sin resistencia.
Estaba entrenando en el patio cuando observó a Soz dirigirse hacia él. Envainó su espada y contempló al otro carabés del torreón, recordando el uso que había hecho del anillo mientras él y otros salían a por las cestas. Al tipo E no le sorprendió aquello: es lo que él habría hecho si hubiera tenido la oportunidad.
Tardó apenas un segundo en comprender las palabras de su interlocutor, y cuando lo hizo no pudo hacer menos que pegar una risotada casi incrédula.
—¿Me estás pidiendo ayuda? ¡me estás pidiendo ayuda! Tiene que joderte de lo lindo no poder recurrir a Lorenzo, ¿eh? —su sonrisa ladeada enseñaba todos sus dientes, y no tenía precisamente falta de petulancia—. Claro que sí, hombre. No me gustaría que por no haberte enseñado una mala bestia te masticara el fémur.
El sarcasmo de sus palabras era una broma, por supuesto, pero Rádar no iba a renunciar a ella tan pronto.
- Naeryan
Ficha de cosechado
Nombre:
Especie:
Habilidades:
Personajes :- CLICK:
- ● Shizel/Desidia: idrino transformado en skrýmir, albino y de ojos azules. Tiene buenas dotes sociales y una gran pasión por la magia; es embajador para el castillo.
● Taro: cosechado carabés, cabello negro y ojos amarillos. Practicante de parkour y siempre con unos discretos auriculares, le encanta la música y suele dudar de sus capacidades.
● Sox: (imagen pre-Luna) ángel negro carabés, rubio y de apariencia llamativa. Competitivo y racional, aspira siempre al rendimiento más alto y posee mucha determinación.
Unidades mágicas : DENIED
Armas :- CLICK:
- ● Shizel/Desidia: magia y esgrima idrina, con amplia preferencia por la primera.
● Sox: según la salida, ballesta simple con torno o sable. Al cinto siempre un puñal.
Status : Traumaturga
Humor : Productivo (lo intento)
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
20/07/17, 06:39 pm
Sintió inmediatamente la tentación de darse media vuelta y largarse. "No tendría que haber preguntado."
—Vete a la mierda —se cruzó de brazos con expresión agria. Lo único que le impidió retractarse ahí mismo fue el hecho de que, efectivamente, Rad había dicho que sí. Intentó relajarse, sin mucho éxito—. Felicidades. Ahora vas a tener excusa para pegarme con un palo todos los días.
Sox había estado revisando de nuevo las armas que tenían, pero no había acertado a decidirse por ninguna. Sabía que Rad usaba una más pesada que la de Barael, y no recordaba a ninguno usando una espada de hoja curva, aunque las había. ¿Había existido una razón concreta para ello, o las habían elegido por preferencias personales? Lamentó no haber prestado atención en su momento.
—¿Es mejor tener una espada de cada tipo en el grupo, o crees que da igual? Tengo que elegir una.
—Vete a la mierda —se cruzó de brazos con expresión agria. Lo único que le impidió retractarse ahí mismo fue el hecho de que, efectivamente, Rad había dicho que sí. Intentó relajarse, sin mucho éxito—. Felicidades. Ahora vas a tener excusa para pegarme con un palo todos los días.
Sox había estado revisando de nuevo las armas que tenían, pero no había acertado a decidirse por ninguna. Sabía que Rad usaba una más pesada que la de Barael, y no recordaba a ninguno usando una espada de hoja curva, aunque las había. ¿Había existido una razón concreta para ello, o las habían elegido por preferencias personales? Lamentó no haber prestado atención en su momento.
—¿Es mejor tener una espada de cada tipo en el grupo, o crees que da igual? Tengo que elegir una.
"And if you gaze long enough into an abyss, the abyss will gaze back into you."
- Al veros conspirar... (CLICK):
- Al poner un evento... (CLICK):
- Durante el transcurso del evento... (CLICK):
- Zarket
Ficha de cosechado
Nombre: Rádar
Especie: Carabés
Habilidades: Resistencia, velocidad natatoria, nociones de luchaPersonajes :
- Spoiler:
- ●Bastel (antes Bran/Branniel): Trasgo de Ewa sexto sacerdote de la Secta, sádico, aficionado a matanzas y luchador en los bajos fondos. No tocarle los cojoncios, que muerde.
●Lanor Gris: demiurgo procedente de Carabás. Tímido, llorica y buena gente.
●Rádar (o Rad): astrario carabés tsundere hacia la magia, mandón, brusco y estricto. Fashion victim. Reloj andante.
●Galiard syl: mago rabiosamente rocavarancolés, despiadado antihéroe brutalmente pragmático y compasivo antivillano bienintencionado.
Armas :- Spoiler:
- ●Bastel (antes Bran): magia, garras, dientes y una espada de longitud media a larga. O lo que haga falta.
●Lanor Gris: magia y sus criaturas.
●Rádar (o Rad): espada de longitud media. Sus habilidades de desviación de hechizos.
●Galiard Syl: magia y, si hace falta, una espada de longitud corta a media.
Status : Jinete del apocalipsis (¡ahora con extra de torpeza social!)
Humor : En muerte cerebral.
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
21/07/17, 12:09 am
—Vamos, Sox, anima esa cara. No seas tan amargado —le respondió de vuelta, todavía con esa sonrisa burlona. Soltó una risita ante la idea de pegar tanto a su compañero y distendió algo su tono de voz para contestar a su pregunta, aunque su expresión apenas se borró—. De lo poco que sé en cuanto a diferencias entre unas espadas y otras: da igual. Sabré dar mejores consejos si escojes algo más parecido a lo que uso, pero como tú veas.
Bajaron hasta la armería mientras el tipo E daba algunas instrucciones más sobre el manejo de aquellas armas. Se quedaron contemplando el arsenal que había, nada despreciable, al menos en comparación con el resto de recursos que solían tener. Luego Rádar dirigió otra sonrisa ladeada a Sox.
—Bueno, elige. No hay mucho más que añadir, salvo el tema del peso. No supone un problema por ser muy grande, sino por tener que aguantarlo ratos muy largos. Así que básicamente si te falta fuerza o no vas a tener que esperar para verlo a entrenar durante cierto tiempo.
Bajaron hasta la armería mientras el tipo E daba algunas instrucciones más sobre el manejo de aquellas armas. Se quedaron contemplando el arsenal que había, nada despreciable, al menos en comparación con el resto de recursos que solían tener. Luego Rádar dirigió otra sonrisa ladeada a Sox.
—Bueno, elige. No hay mucho más que añadir, salvo el tema del peso. No supone un problema por ser muy grande, sino por tener que aguantarlo ratos muy largos. Así que básicamente si te falta fuerza o no vas a tener que esperar para verlo a entrenar durante cierto tiempo.
- Naeryan
Ficha de cosechado
Nombre:
Especie:
Habilidades:
Personajes :- CLICK:
- ● Shizel/Desidia: idrino transformado en skrýmir, albino y de ojos azules. Tiene buenas dotes sociales y una gran pasión por la magia; es embajador para el castillo.
● Taro: cosechado carabés, cabello negro y ojos amarillos. Practicante de parkour y siempre con unos discretos auriculares, le encanta la música y suele dudar de sus capacidades.
● Sox: (imagen pre-Luna) ángel negro carabés, rubio y de apariencia llamativa. Competitivo y racional, aspira siempre al rendimiento más alto y posee mucha determinación.
Unidades mágicas : DENIED
Armas :- CLICK:
- ● Shizel/Desidia: magia y esgrima idrina, con amplia preferencia por la primera.
● Sox: según la salida, ballesta simple con torno o sable. Al cinto siempre un puñal.
Status : Traumaturga
Humor : Productivo (lo intento)
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
21/07/17, 02:43 am
Soltó una risotada incrédula al oírse llamar amargado. No era él el que iba por ahí frunciendo el ceño y quejándose de Rocavarancolia cada vez que tenía la oportunidad de ello. No era que no sintiese la tentación, pero él al menos se callaba.
Asintió ante la respuesta que le había dado; dicho así tenía sentido. Pasó a preguntarse entonces qué le convenía más, coger una espada similar a la de Rad o no. Aunque ambos fuesen altos, tenían constituciones diferentes al fin y al cabo. Escuchó atentamente lo que le fue diciendo el tipo E según volvían dentro y descendían las escaleras a la armería.
—Tampoco podría cargar con nada tocho —admitió cuando Rad le advirtió en contra de una espada demasiado grande, para no correr el riesgo de herir a compañeros si tenían que hacer piña en algún punto. Ante la pregunta de si prefería cortar o pinchar no le costó responder. No tuvo más que pensar en la forma más rápida en que creía haberse podido quitar de encima a la hiena en su día—. Cortar.
El carabés no había intuido la letalidad que había tras un perno o una flecha hasta que había disparado uno de ellos por primera vez. Sox se tomó un momento para interiorizar el filo de una de las espadas que estaba examinando. Deslizó despacio la yema de un dedo a lo largo de las cercanías de éste. No era necesario cortarse para ello: bastaba con intuirlo. No lo hacía menos sobrecogedor.
Hizo un par de preguntas a Rad para afinar todavía más sus decisiones. La parte de vanidad que venía asociada a ser competitivo sabía que nunca llegaría al nivel de quienes hubiesen empezado antes que él, y parte de aquel peso había influido en elegir una hoja curva en lugar de otra similar a la que usaban sus compañeros. Terminó eligiendo un sable y lo dejó apartado al lado de la ballesta a modo de señal de que estaba cogido. Sabía que no lo sacaría a la calle hasta que hubiera practicado suficiente con un equivalente de madera.
—Haré pesas como pueda estos días. ¿En qué huecos te busco? —preguntó a su compañero. Él se levantaba temprano por las mañanas para correr y le sería muy fácil incorporar un calentamiento a aquella rutina, pero ya que había sido él el que había pedido ayuda, se adaptaría a los horarios de Rad.
Asintió ante la respuesta que le había dado; dicho así tenía sentido. Pasó a preguntarse entonces qué le convenía más, coger una espada similar a la de Rad o no. Aunque ambos fuesen altos, tenían constituciones diferentes al fin y al cabo. Escuchó atentamente lo que le fue diciendo el tipo E según volvían dentro y descendían las escaleras a la armería.
—Tampoco podría cargar con nada tocho —admitió cuando Rad le advirtió en contra de una espada demasiado grande, para no correr el riesgo de herir a compañeros si tenían que hacer piña en algún punto. Ante la pregunta de si prefería cortar o pinchar no le costó responder. No tuvo más que pensar en la forma más rápida en que creía haberse podido quitar de encima a la hiena en su día—. Cortar.
El carabés no había intuido la letalidad que había tras un perno o una flecha hasta que había disparado uno de ellos por primera vez. Sox se tomó un momento para interiorizar el filo de una de las espadas que estaba examinando. Deslizó despacio la yema de un dedo a lo largo de las cercanías de éste. No era necesario cortarse para ello: bastaba con intuirlo. No lo hacía menos sobrecogedor.
Hizo un par de preguntas a Rad para afinar todavía más sus decisiones. La parte de vanidad que venía asociada a ser competitivo sabía que nunca llegaría al nivel de quienes hubiesen empezado antes que él, y parte de aquel peso había influido en elegir una hoja curva en lugar de otra similar a la que usaban sus compañeros. Terminó eligiendo un sable y lo dejó apartado al lado de la ballesta a modo de señal de que estaba cogido. Sabía que no lo sacaría a la calle hasta que hubiera practicado suficiente con un equivalente de madera.
—Haré pesas como pueda estos días. ¿En qué huecos te busco? —preguntó a su compañero. Él se levantaba temprano por las mañanas para correr y le sería muy fácil incorporar un calentamiento a aquella rutina, pero ya que había sido él el que había pedido ayuda, se adaptaría a los horarios de Rad.
"And if you gaze long enough into an abyss, the abyss will gaze back into you."
- Al veros conspirar... (CLICK):
- Al poner un evento... (CLICK):
- Durante el transcurso del evento... (CLICK):
- Zarket
Ficha de cosechado
Nombre: Rádar
Especie: Carabés
Habilidades: Resistencia, velocidad natatoria, nociones de luchaPersonajes :
- Spoiler:
- ●Bastel (antes Bran/Branniel): Trasgo de Ewa sexto sacerdote de la Secta, sádico, aficionado a matanzas y luchador en los bajos fondos. No tocarle los cojoncios, que muerde.
●Lanor Gris: demiurgo procedente de Carabás. Tímido, llorica y buena gente.
●Rádar (o Rad): astrario carabés tsundere hacia la magia, mandón, brusco y estricto. Fashion victim. Reloj andante.
●Galiard syl: mago rabiosamente rocavarancolés, despiadado antihéroe brutalmente pragmático y compasivo antivillano bienintencionado.
Armas :- Spoiler:
- ●Bastel (antes Bran): magia, garras, dientes y una espada de longitud media a larga. O lo que haga falta.
●Lanor Gris: magia y sus criaturas.
●Rádar (o Rad): espada de longitud media. Sus habilidades de desviación de hechizos.
●Galiard Syl: magia y, si hace falta, una espada de longitud corta a media.
Status : Jinete del apocalipsis (¡ahora con extra de torpeza social!)
Humor : En muerte cerebral.
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
22/07/17, 02:16 pm
El mago tenía algunas dudas más, cosa que no le extrañó nada a Rádar. Para ser eficiente y tomar buenas decisiones había que tener todos los datos posibles, y dado que Sox era de puestos altos imaginaba que sabía eso a la perfección. Al fin al cabo la magia podía ayudar, pero tener facilidades no significaba nada si uno era un flojo.
—Hmm... Después de que yo termine mis propios entrenamientos —decidió, restregándose la barbilla y mirando al techo—. De hecho, si quieres, podemos empezar ahora —su sugerencia estaba acompañada de una sonrisa, signo de que tenía ganas de aquello. Tampoco era mala hora, quizás serían en torno a las nueve o nueve menos diez: suficientemente temprano como para no interrumpir el flujo del día.
Solo cuando subió las escaleras volvió a caer en que acababa de saber la hora, y en esta ocasión con más exactitud que los días anteriores. Con un escalofrío se preguntó qué significaba aquello... y si no iría siendo hora de decirle al resto aquello que le pasaba y que, comenzaba a sospechar, no era una mera obsesión ni algo normal.
En aquel primer entrenamiento, como era normal, no avanzaron demasiado. Rádar se limitó a explicar a Sox las cosas más básicas y corregir los errores de bulto comunes presentes ante el más absoluto desconocimiento. Procuró dejar su vena tocanarices totalmente enterrada. O, al menos, no usarla de forma que dificultara la clase. No era cuestión de ser mal profesor, al fin y al cabo.
Algunas horas después, después de tomar un tentempié, se encontraba hojeando uno de los libros que habían cogido de la biblioteca. Contaba varios hechos históricos acaecidos en Rocavarancolia, y por lo poco que había mirado aquella ciudad nunca había sido un lugar agradable. Para colmo de males no tenía índice, y las cosas parecían puestas de un modo absolutamente aleatorio.
—¿Habéis leído esto? Las cosas que cuenta casan tan bien con esta ciudad que da miedo —anunció en voz alta, tirado en el sofá. No había prestado demasiada atención a quienes estaban en aquel momento por allí—. Como este pasaje que estoy leyendo. Pone que un tipo llamado Eridi... Erida... Eradianavela —le había costado leer aquel nombre tan largo, en parte por querer decirlo más rápido de lo que estaba leyendo. Bufó—. ¿Por qué siempre ponen nombres tan raros en esta ciudad?
—Hmm... Después de que yo termine mis propios entrenamientos —decidió, restregándose la barbilla y mirando al techo—. De hecho, si quieres, podemos empezar ahora —su sugerencia estaba acompañada de una sonrisa, signo de que tenía ganas de aquello. Tampoco era mala hora, quizás serían en torno a las nueve o nueve menos diez: suficientemente temprano como para no interrumpir el flujo del día.
Solo cuando subió las escaleras volvió a caer en que acababa de saber la hora, y en esta ocasión con más exactitud que los días anteriores. Con un escalofrío se preguntó qué significaba aquello... y si no iría siendo hora de decirle al resto aquello que le pasaba y que, comenzaba a sospechar, no era una mera obsesión ni algo normal.
En aquel primer entrenamiento, como era normal, no avanzaron demasiado. Rádar se limitó a explicar a Sox las cosas más básicas y corregir los errores de bulto comunes presentes ante el más absoluto desconocimiento. Procuró dejar su vena tocanarices totalmente enterrada. O, al menos, no usarla de forma que dificultara la clase. No era cuestión de ser mal profesor, al fin y al cabo.
Algunas horas después, después de tomar un tentempié, se encontraba hojeando uno de los libros que habían cogido de la biblioteca. Contaba varios hechos históricos acaecidos en Rocavarancolia, y por lo poco que había mirado aquella ciudad nunca había sido un lugar agradable. Para colmo de males no tenía índice, y las cosas parecían puestas de un modo absolutamente aleatorio.
—¿Habéis leído esto? Las cosas que cuenta casan tan bien con esta ciudad que da miedo —anunció en voz alta, tirado en el sofá. No había prestado demasiada atención a quienes estaban en aquel momento por allí—. Como este pasaje que estoy leyendo. Pone que un tipo llamado Eridi... Erida... Eradianavela —le había costado leer aquel nombre tan largo, en parte por querer decirlo más rápido de lo que estaba leyendo. Bufó—. ¿Por qué siempre ponen nombres tan raros en esta ciudad?
- Naeryan
Ficha de cosechado
Nombre:
Especie:
Habilidades:
Personajes :- CLICK:
- ● Shizel/Desidia: idrino transformado en skrýmir, albino y de ojos azules. Tiene buenas dotes sociales y una gran pasión por la magia; es embajador para el castillo.
● Taro: cosechado carabés, cabello negro y ojos amarillos. Practicante de parkour y siempre con unos discretos auriculares, le encanta la música y suele dudar de sus capacidades.
● Sox: (imagen pre-Luna) ángel negro carabés, rubio y de apariencia llamativa. Competitivo y racional, aspira siempre al rendimiento más alto y posee mucha determinación.
Unidades mágicas : DENIED
Armas :- CLICK:
- ● Shizel/Desidia: magia y esgrima idrina, con amplia preferencia por la primera.
● Sox: según la salida, ballesta simple con torno o sable. Al cinto siempre un puñal.
Status : Traumaturga
Humor : Productivo (lo intento)
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
22/07/17, 10:11 pm
Sox asintió. Disminuiría su rutina de correr por las mañanas para no llegar cansado a las clases.
Aprovecharon que aún no había mucha gente despierta para empezar. El carabés no esperaba mucha acción de aquella primera clase y no se equivocaba: su compañero le explicó cómo sujetar correctamente el sable, aunque difiriese de cómo sujetaba él una espada recta y tuvieran que hacer aproximaciones, la postura que debía mantener para ofrecer el menor blanco posible y algunos conceptos más, como mantener las rodillas siempre dobladas. El rubio nunca se había parado a pensar en que en la esgrima hubiese tantos factores actuando a la vez y sólo interrumpió la lección para hacer preguntas, intentando absorberlo todo lo mejor posible. Con la repetición interiorizaría aquella lista, estaba seguro.
Más tarde se toparon con Siete en el salón. Tras el saludo de rigor, Sox se acordó de algo que se le había olvidado preguntarle al idrino la noche anterior.
—Siete, ¿cómo hiciste el pescado de ayer? —Sox se defendía cocinando en Carabás, pero apenas nada más allá de lo básico: tenía poco tiempo y comprar la comida ya hecha le ahorraba todavía más de él. Allí, sin embargo, se estaba hartando de no poder cocinarse con seguridad nada más que la comida de sobre cuando tenía hambre y no coincidía con los horarios en que comían el resto.
Rad dijo algo desde el salón y Sox se apoyó en el respaldo del sofá para asomarse a ver qué leía.
—Ya podíamos haber encontrado un libro de cocina en lugar de ese álbum de imágenes tan siniestro —comentó. El que fuesen grabados y no fotografías, y por tanto la plausibilidad de negar los acontecimientos que reflejaban, era lo que le permitía dormir por las noches. Soltó un resoplido de burla ante el nombre. "Eridianavela..."—. Sorpréndeme. ¿Qué hizo?
Aprovecharon que aún no había mucha gente despierta para empezar. El carabés no esperaba mucha acción de aquella primera clase y no se equivocaba: su compañero le explicó cómo sujetar correctamente el sable, aunque difiriese de cómo sujetaba él una espada recta y tuvieran que hacer aproximaciones, la postura que debía mantener para ofrecer el menor blanco posible y algunos conceptos más, como mantener las rodillas siempre dobladas. El rubio nunca se había parado a pensar en que en la esgrima hubiese tantos factores actuando a la vez y sólo interrumpió la lección para hacer preguntas, intentando absorberlo todo lo mejor posible. Con la repetición interiorizaría aquella lista, estaba seguro.
Más tarde se toparon con Siete en el salón. Tras el saludo de rigor, Sox se acordó de algo que se le había olvidado preguntarle al idrino la noche anterior.
—Siete, ¿cómo hiciste el pescado de ayer? —Sox se defendía cocinando en Carabás, pero apenas nada más allá de lo básico: tenía poco tiempo y comprar la comida ya hecha le ahorraba todavía más de él. Allí, sin embargo, se estaba hartando de no poder cocinarse con seguridad nada más que la comida de sobre cuando tenía hambre y no coincidía con los horarios en que comían el resto.
Rad dijo algo desde el salón y Sox se apoyó en el respaldo del sofá para asomarse a ver qué leía.
—Ya podíamos haber encontrado un libro de cocina en lugar de ese álbum de imágenes tan siniestro —comentó. El que fuesen grabados y no fotografías, y por tanto la plausibilidad de negar los acontecimientos que reflejaban, era lo que le permitía dormir por las noches. Soltó un resoplido de burla ante el nombre. "Eridianavela..."—. Sorpréndeme. ¿Qué hizo?
"And if you gaze long enough into an abyss, the abyss will gaze back into you."
- Al veros conspirar... (CLICK):
- Al poner un evento... (CLICK):
- Durante el transcurso del evento... (CLICK):
- Alicia
Ficha de cosechado
Nombre: Siete
Especie: Idris
Habilidades: oido musical, orientación, reflejosPersonajes :- Seon: aurva soñadora, 20 años. 163 cm
- Ri:Tengu. Aurva albina, 18 años. 170 cm
- Nero:Sin esencia, edeel. 18 años, 175 cm.
- Siete: idrino cosechado. 18 años. 172 cm.
Heridas/enfermedades : Cicatrices desiguales con forma de arañazo en los gemelos, que se extienden hacia la parte frontal de la pierna. Más anchas y verticales en la pierna derecha.
Status : So. FLUFFY.- Seon: aurva soñadora, 20 años. 163 cm
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
25/07/17, 12:32 am
La sangre seca de la ropa de Eriel no manchaba, pero el olor se le metió por la nariz a Siete. La arrugó momentáneamente; “Todavía necesitas limpiarte” sonó ligero, contagiado en parte por la alegría y el alivio. Él fue a buscar agua al pozo para cocinar. Regresó con un cubo entre los brazos y goteando. La bañera tardaría en estar libre, probablemente, y quería sentirse limpio. También tenía interés por deshacerse rápido del olor remanente a herido que flotaba en el ambiente. Se ofrecería a enseñarle una canción a Eriel. Daer estaba echando una mano, cortando verduras, y se unió con una voz dulce que le resultó muy reconfortante al idrino.
“A lo mejor no escuchas del todo” bromeó en su cabeza, después, con el desafine de Eriel, pero no se atrevía aun a aquel tipo de intercambios. Tampoco se sentía muy merecedor de reírse abiertamente, y sé quedo en una sonrisa afectuosa. Después de las oleadas de sentimientos de aquel mediodía, y de una tarde vacía, lejos del anillo y de la gente que se ofrecía a turnarselo, Siete se acostó en su colchón sintiéndose triste.
Vinieron días de no estar nunca a gusto consigo mismo, no del todo. Rehuía la carga del anillo. Recordaba que la conversación sobre Sirce nunca había terminado de salir con Eriel. Cada día que pasaba se le hacía un poco más difícil. Había pasado más de un mes desde que se lo confesara a Sox y a Mónica. Él no había vuelto a sacar el tema, y se preguntaba siempre si habría sido parte de alguna de las conversaciones de los otros. Terminó por deducir que no.
Hubo otra conversación en la que se mantuvo callado, porque no tenía carácter para ser activo. Cuando surgió la discusión sobre los sinhadres, Siete pensaba más cosas de las que decía. Por una vez no se distinguían muchas emociones entre el malestar general de su rostro. Estuvo encogido en un sillón, mirando alternativamente a los participantes de la charla. Para él los sinhadres habían muerto. Como Nad, su hueco había sido llenado pronto por la rutina, esta vez sin cadáveres que recordar por las noches. Ya no recordaba bien sus caras y lo cierto era que no le importaban. “Quizás es porque no hay nada que hacer y nos sentimos perdidos que necesitan un objetivo” pensó. De haberlo dicho, habría tenido que enfrentarse a la pasión de tres personas. “Quizás ni siquiera os importan a vosotros, si no lo que significa que se mueran. Pero no os va a hacer ningún bien. Vamos a ser menos y a estar más desprotegidos”. ¿Se enterarían si les pasaba algo a aquel grupo? No iban a poder verse mucho, sin coordinarse bien. Le extrañaba que Sinceridad estuviera entre las partes dedicadas a la búsqueda. La marcha de Fahran creyó entenderla un poco mejor, pero no podía estar seguro.
Siete se dio cuenta, mientras se despedían, de que él se quedaba porque había quedado claro que había una escisión de opiniones, y que el grueso del grupo, y de las personas que le eran más cercanas, seguiría allí en el torreón. Hubiera actuado diferente de ser una opinión mayoritaria. Se quedó mirando las espaldas del grupo de buscadores hasta que desaparecieron de su vista y levantaron el puente levadizo. Si se morían de forma horrible, prefería no enterarse nunca.
Ver a la reptil que los sobrevolaba le incomodaba. Fue porque se convenció en parte de que no iba a hacer nada por el momento que Siete conseguía salir a por las cestas con relativa tranquilidad. Las primeras veces revisó el suelo del camino con atención. Le daba más miedo una trampa mágica que el que lo mirasen de lejos. Una vez salió sencillamente porque sabía que le habían dado el anillo cargado a Sox, y no quería estar en el torreón para verlo.
Se dio cuenta poco después de que los ojos del chico eran azules de forma inconfundible. “Estás muy guapo así” le dijo “Te favorecen”. Luego aclaró que por supuesto, era el color del mar, e iba bien con su piel de pescado. “Tienes los colores de un día nublado. Es agradable”.
Aunque leyó parte de lo que habían traído de la excursión, y echó una mano con la traducción de los nuevos hechizos, fueran lo que fuesen, Siete se encargó fundamentalmente del mantenimiento del torreón como forma de matar el tiempo. Sin Monica, intentó coger parte de las tareas que había visto realizar a la humana a diario, aunque con menos meticulosidad de lo que ella le hubiera dedicado.
Corría para asegurarse de que si se daba la necesidad, podría huir, pero seguía desinteresado en otros entrenamientos. Antes de dormir practicaba magia para asegurarse de que iba a conciliar el sueño. Eso era todo.
-
Siete estaba a medio tumbar en el sillón, en una postura cómoda pero desmadejada, que solo corrigió lo justo para encarar bien a los carabeses. Tenía los guijarros que solía hacer levitar en la mano, pero hacia un tiempo que solo estaba dejando correr el tiempo, distraído con los pasos de fondo en el torreón.
- Puse a hervir agua y cree un caldo con un chorro de umbra, un poco de… creo que Monica lo llamaba berenjena, y especias de las vienen en la cesta. Saben un poco más intensas si las pasas primero por la sartén, pero hay que tener cuidado de no quemarlas. El umbra suaviza un poco todos los sabores. Cuando empieza a hervir, bajas el fuego y echas el pescado.
No había terminado realmente cuando Rad alzó la voz y Siete se tragó la siguiente indicación.
- Si quieres te lo enseño en otro momento- ofreció de pasada. Esperó a que Rad aclarase lo que había encontrado en el libro.
“A lo mejor no escuchas del todo” bromeó en su cabeza, después, con el desafine de Eriel, pero no se atrevía aun a aquel tipo de intercambios. Tampoco se sentía muy merecedor de reírse abiertamente, y sé quedo en una sonrisa afectuosa. Después de las oleadas de sentimientos de aquel mediodía, y de una tarde vacía, lejos del anillo y de la gente que se ofrecía a turnarselo, Siete se acostó en su colchón sintiéndose triste.
Vinieron días de no estar nunca a gusto consigo mismo, no del todo. Rehuía la carga del anillo. Recordaba que la conversación sobre Sirce nunca había terminado de salir con Eriel. Cada día que pasaba se le hacía un poco más difícil. Había pasado más de un mes desde que se lo confesara a Sox y a Mónica. Él no había vuelto a sacar el tema, y se preguntaba siempre si habría sido parte de alguna de las conversaciones de los otros. Terminó por deducir que no.
Hubo otra conversación en la que se mantuvo callado, porque no tenía carácter para ser activo. Cuando surgió la discusión sobre los sinhadres, Siete pensaba más cosas de las que decía. Por una vez no se distinguían muchas emociones entre el malestar general de su rostro. Estuvo encogido en un sillón, mirando alternativamente a los participantes de la charla. Para él los sinhadres habían muerto. Como Nad, su hueco había sido llenado pronto por la rutina, esta vez sin cadáveres que recordar por las noches. Ya no recordaba bien sus caras y lo cierto era que no le importaban. “Quizás es porque no hay nada que hacer y nos sentimos perdidos que necesitan un objetivo” pensó. De haberlo dicho, habría tenido que enfrentarse a la pasión de tres personas. “Quizás ni siquiera os importan a vosotros, si no lo que significa que se mueran. Pero no os va a hacer ningún bien. Vamos a ser menos y a estar más desprotegidos”. ¿Se enterarían si les pasaba algo a aquel grupo? No iban a poder verse mucho, sin coordinarse bien. Le extrañaba que Sinceridad estuviera entre las partes dedicadas a la búsqueda. La marcha de Fahran creyó entenderla un poco mejor, pero no podía estar seguro.
Siete se dio cuenta, mientras se despedían, de que él se quedaba porque había quedado claro que había una escisión de opiniones, y que el grueso del grupo, y de las personas que le eran más cercanas, seguiría allí en el torreón. Hubiera actuado diferente de ser una opinión mayoritaria. Se quedó mirando las espaldas del grupo de buscadores hasta que desaparecieron de su vista y levantaron el puente levadizo. Si se morían de forma horrible, prefería no enterarse nunca.
Ver a la reptil que los sobrevolaba le incomodaba. Fue porque se convenció en parte de que no iba a hacer nada por el momento que Siete conseguía salir a por las cestas con relativa tranquilidad. Las primeras veces revisó el suelo del camino con atención. Le daba más miedo una trampa mágica que el que lo mirasen de lejos. Una vez salió sencillamente porque sabía que le habían dado el anillo cargado a Sox, y no quería estar en el torreón para verlo.
Se dio cuenta poco después de que los ojos del chico eran azules de forma inconfundible. “Estás muy guapo así” le dijo “Te favorecen”. Luego aclaró que por supuesto, era el color del mar, e iba bien con su piel de pescado. “Tienes los colores de un día nublado. Es agradable”.
Aunque leyó parte de lo que habían traído de la excursión, y echó una mano con la traducción de los nuevos hechizos, fueran lo que fuesen, Siete se encargó fundamentalmente del mantenimiento del torreón como forma de matar el tiempo. Sin Monica, intentó coger parte de las tareas que había visto realizar a la humana a diario, aunque con menos meticulosidad de lo que ella le hubiera dedicado.
Corría para asegurarse de que si se daba la necesidad, podría huir, pero seguía desinteresado en otros entrenamientos. Antes de dormir practicaba magia para asegurarse de que iba a conciliar el sueño. Eso era todo.
-
Siete estaba a medio tumbar en el sillón, en una postura cómoda pero desmadejada, que solo corrigió lo justo para encarar bien a los carabeses. Tenía los guijarros que solía hacer levitar en la mano, pero hacia un tiempo que solo estaba dejando correr el tiempo, distraído con los pasos de fondo en el torreón.
- Puse a hervir agua y cree un caldo con un chorro de umbra, un poco de… creo que Monica lo llamaba berenjena, y especias de las vienen en la cesta. Saben un poco más intensas si las pasas primero por la sartén, pero hay que tener cuidado de no quemarlas. El umbra suaviza un poco todos los sabores. Cuando empieza a hervir, bajas el fuego y echas el pescado.
No había terminado realmente cuando Rad alzó la voz y Siete se tragó la siguiente indicación.
- Si quieres te lo enseño en otro momento- ofreció de pasada. Esperó a que Rad aclarase lo que había encontrado en el libro.
-
- Zarket
Ficha de cosechado
Nombre: Rádar
Especie: Carabés
Habilidades: Resistencia, velocidad natatoria, nociones de lucha
Personajes :
- Spoiler:
- ●Bastel (antes Bran/Branniel): Trasgo de Ewa sexto sacerdote de la Secta, sádico, aficionado a matanzas y luchador en los bajos fondos. No tocarle los cojoncios, que muerde.
●Lanor Gris: demiurgo procedente de Carabás. Tímido, llorica y buena gente.
●Rádar (o Rad): astrario carabés tsundere hacia la magia, mandón, brusco y estricto. Fashion victim. Reloj andante.
●Galiard syl: mago rabiosamente rocavarancolés, despiadado antihéroe brutalmente pragmático y compasivo antivillano bienintencionado.
Armas :- Spoiler:
- ●Bastel (antes Bran): magia, garras, dientes y una espada de longitud media a larga. O lo que haga falta.
●Lanor Gris: magia y sus criaturas.
●Rádar (o Rad): espada de longitud media. Sus habilidades de desviación de hechizos.
●Galiard Syl: magia y, si hace falta, una espada de longitud corta a media.
Status : Jinete del apocalipsis (¡ahora con extra de torpeza social!)
Humor : En muerte cerebral.
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
25/07/17, 04:51 pm
—Conociendo a los rocavarancoleses, probablemente un libro de cocina suyo tenga a personas como ingrediente principal —replicó a Sox, en un gesto no exento de humor seco.
Repasó las palabras de aquel pasaje con una gesto leve de desagrado. Esperaba sinceramente que algo así no pasara mientras estaban allí.
—Intercambió las almas de sus esclavos con las de diversos monstruos: quimeras, dragones... Quería crear especies híbridas, el gran visionario —era difícil diferenciar el disgusto del sarcasmo en su voz, como solía ser habitual cuando hablaba de determinados temas—. Fracasó. Sus esclavos enloquecieron, lo mataron y sembraron el caos durante días en Rocavarancolia. Mataron a la mayoría, pero algunos se escabulleron —miró de reojo al resto, con sus manos apretando con algo más de fuerza aquel libro, antes de volver a hablar—. Los descendientes de aquellos desdichados sobreviven hoy en las galerías subterráneas de la ciudad.
Repasó las palabras de aquel pasaje con una gesto leve de desagrado. Esperaba sinceramente que algo así no pasara mientras estaban allí.
—Intercambió las almas de sus esclavos con las de diversos monstruos: quimeras, dragones... Quería crear especies híbridas, el gran visionario —era difícil diferenciar el disgusto del sarcasmo en su voz, como solía ser habitual cuando hablaba de determinados temas—. Fracasó. Sus esclavos enloquecieron, lo mataron y sembraron el caos durante días en Rocavarancolia. Mataron a la mayoría, pero algunos se escabulleron —miró de reojo al resto, con sus manos apretando con algo más de fuerza aquel libro, antes de volver a hablar—. Los descendientes de aquellos desdichados sobreviven hoy en las galerías subterráneas de la ciudad.
- Naeryan
Ficha de cosechado
Nombre:
Especie:
Habilidades:
Personajes :- CLICK:
- ● Shizel/Desidia: idrino transformado en skrýmir, albino y de ojos azules. Tiene buenas dotes sociales y una gran pasión por la magia; es embajador para el castillo.
● Taro: cosechado carabés, cabello negro y ojos amarillos. Practicante de parkour y siempre con unos discretos auriculares, le encanta la música y suele dudar de sus capacidades.
● Sox: (imagen pre-Luna) ángel negro carabés, rubio y de apariencia llamativa. Competitivo y racional, aspira siempre al rendimiento más alto y posee mucha determinación.
Unidades mágicas : DENIED
Armas :- CLICK:
- ● Shizel/Desidia: magia y esgrima idrina, con amplia preferencia por la primera.
● Sox: según la salida, ballesta simple con torno o sable. Al cinto siempre un puñal.
Status : Traumaturga
Humor : Productivo (lo intento)
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
25/07/17, 06:30 pm
Siete debió haber visto que se estaba concentrando en intentar memorizarlo al vuelo, y se ofreció a enseñárselo más tarde con detenimiento. Más tranquilo Sox asintió para tomarle la palabra. Prefería tener un guía a experimentar.
Su cara durante el relato de su compatriota fue un desfile de muecas a mal contener. Cuando creía que la última frase era la peor venía otra para superarla.
—¿En esta ciudad no ha pasado nunca nada bueno? —protestó, tendiendo la mano de forma distraída para que Rad le pasara el libro—. Es como un basurero de malas noticias. La única parte buena es que cuando caímos no nos topamos con nada de eso.
Se preguntó qué habría sido de aquellos pobres desgraciados. El hechicero responsable de su sufrimiento había recibido su merecido.
Hojeó el ejemplar en busca de títulos que pudieran llevarle la contraria. "Fundación de los Jardines de la Memoria" vislumbró en un determinado momento. Parecía lo bastante inofensivo.
—Cada acontecimiento histórico de relevancia había encontrado su hueco en los Jardines de la Memoria. Molor, el rey artista, había mandado levantar aquel lugar hacía más de un milenio —leyó en voz alta—. Se decía que el mismísimo rey había pasado sus últimos años de vida más preocupado por construir aquel gigantesco conjunto que por el gobierno del reino.
Torció el gesto. La incompetencia no estaba muy por encima en su escala de valores que lo que había leído Rad, y renunció a su empeño.
—Eso explica muchas cosas —iba a tenderle el libro de vuelta a alguno de sus compañeros cuando vaciló al ver una de las ilustraciones que decoraban la página. El carabés tenía buena memoria, pero la imagen mostraba un jardín estatuado mucho más rico y completo de lo que recordaba haber visto en sus primeros días en la ciudad. Pero la estructura...—. ¿Os suena este lugar de algo o es sólo impresión mía? —interrogó a sus compañeros.
Su cara durante el relato de su compatriota fue un desfile de muecas a mal contener. Cuando creía que la última frase era la peor venía otra para superarla.
—¿En esta ciudad no ha pasado nunca nada bueno? —protestó, tendiendo la mano de forma distraída para que Rad le pasara el libro—. Es como un basurero de malas noticias. La única parte buena es que cuando caímos no nos topamos con nada de eso.
Se preguntó qué habría sido de aquellos pobres desgraciados. El hechicero responsable de su sufrimiento había recibido su merecido.
Hojeó el ejemplar en busca de títulos que pudieran llevarle la contraria. "Fundación de los Jardines de la Memoria" vislumbró en un determinado momento. Parecía lo bastante inofensivo.
—Cada acontecimiento histórico de relevancia había encontrado su hueco en los Jardines de la Memoria. Molor, el rey artista, había mandado levantar aquel lugar hacía más de un milenio —leyó en voz alta—. Se decía que el mismísimo rey había pasado sus últimos años de vida más preocupado por construir aquel gigantesco conjunto que por el gobierno del reino.
Torció el gesto. La incompetencia no estaba muy por encima en su escala de valores que lo que había leído Rad, y renunció a su empeño.
—Eso explica muchas cosas —iba a tenderle el libro de vuelta a alguno de sus compañeros cuando vaciló al ver una de las ilustraciones que decoraban la página. El carabés tenía buena memoria, pero la imagen mostraba un jardín estatuado mucho más rico y completo de lo que recordaba haber visto en sus primeros días en la ciudad. Pero la estructura...—. ¿Os suena este lugar de algo o es sólo impresión mía? —interrogó a sus compañeros.
"And if you gaze long enough into an abyss, the abyss will gaze back into you."
- Al veros conspirar... (CLICK):
- Al poner un evento... (CLICK):
- Durante el transcurso del evento... (CLICK):
- Alicia
Ficha de cosechado
Nombre: Siete
Especie: Idris
Habilidades: oido musical, orientación, reflejosPersonajes :- Seon: aurva soñadora, 20 años. 163 cm
- Ri:Tengu. Aurva albina, 18 años. 170 cm
- Nero:Sin esencia, edeel. 18 años, 175 cm.
- Siete: idrino cosechado. 18 años. 172 cm.
Heridas/enfermedades : Cicatrices desiguales con forma de arañazo en los gemelos, que se extienden hacia la parte frontal de la pierna. Más anchas y verticales en la pierna derecha.
Status : So. FLUFFY.- Seon: aurva soñadora, 20 años. 163 cm
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
26/07/17, 01:09 am
El idrino escuchaba con el ceño fruncido, más atento a los matices en la forma de Rad de contarlo que preocupado por las implicaciones. Solo al final las palabras lo golpearon. Se sentó rígido. Su mano buscó apoyo en el reposabrazos por inercia. Tenía el cerebro lleno de aire y las piernas entumecidas. El suelo había dejado de ser sólido en ese instante. Gente bajo sus pies, monstruos corriendo en un piso subterráneo a lo largo del suelo, eran un recordatorio de que podía caer otra vez, porque había espacio debajo. Se llevó la mano al pecho y luego a la frente. Se pasó los dedos entre los mechones de pelo y luego se tapó la boca. Se hundió un poco más en asiento, queriendo sentirse protegido. Esperó cruzado de brazos.
Cogido por curiosidad, deshizo la pose poco después y se inclinó hacia delante.
- Sí. Se parece al jardín donde estuvimos hace tiempo - contestó después de unos segundos-. El de la mujer y el lagarto
Cogido por curiosidad, deshizo la pose poco después y se inclinó hacia delante.
- Sí. Se parece al jardín donde estuvimos hace tiempo - contestó después de unos segundos-. El de la mujer y el lagarto
-
- Zarket
Ficha de cosechado
Nombre: Rádar
Especie: Carabés
Habilidades: Resistencia, velocidad natatoria, nociones de lucha
Personajes :
- Spoiler:
- ●Bastel (antes Bran/Branniel): Trasgo de Ewa sexto sacerdote de la Secta, sádico, aficionado a matanzas y luchador en los bajos fondos. No tocarle los cojoncios, que muerde.
●Lanor Gris: demiurgo procedente de Carabás. Tímido, llorica y buena gente.
●Rádar (o Rad): astrario carabés tsundere hacia la magia, mandón, brusco y estricto. Fashion victim. Reloj andante.
●Galiard syl: mago rabiosamente rocavarancolés, despiadado antihéroe brutalmente pragmático y compasivo antivillano bienintencionado.
Armas :- Spoiler:
- ●Bastel (antes Bran): magia, garras, dientes y una espada de longitud media a larga. O lo que haga falta.
●Lanor Gris: magia y sus criaturas.
●Rádar (o Rad): espada de longitud media. Sus habilidades de desviación de hechizos.
●Galiard Syl: magia y, si hace falta, una espada de longitud corta a media.
Status : Jinete del apocalipsis (¡ahora con extra de torpeza social!)
Humor : En muerte cerebral.
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
26/07/17, 04:15 pm
Había tenido que inspirar hondo tras lo último que había leído, y apenas había bastado. Las imágenes de caída, dolor y olor a sangre y polvo eran demasiado nítidas. Se pellizcó el puente de la nariz, reprimiendo las ganas de llorar. En esos momentos querría volver a ser el niño que era antes, el que no había visto ni vivido lo que él había contemplado y experimentado. El que tenía que preocuparse de exámenes y no de muertes.
—Acabas de definir Rocavarancolia. Y ni siquiera creo que a ninguno le sorprenda esa definición —respondió a Sox mientras le pasaba el libro.
Casi tuvo la tentación de poner los ojos en blanco ante lo que leyó su compatriota, pero casi ni le sorprendía. De hecho, ahora que lo pensaba, tendría mucho sentido si aquella inutilidad estaba extendida entre los reyes rocavarancoleses. Un gobernante que se dedicaba más a sus asuntos que al gobierno era alguien que no iba a poder impedir que se sucediera un desastre tras otro.
Echó un vistazo al dibujo del libro, alzando las cejas al reconocerlo.
—Creo que no es cosa tuya, no —refrendó tras el idrino, con algo de dudas. No tenía tanta memoria como su compatriota, pero aquel jardín erá sin duda familiar—. Parece que la ruina no solo afectó a los edificios de esta ciudad.
—Acabas de definir Rocavarancolia. Y ni siquiera creo que a ninguno le sorprenda esa definición —respondió a Sox mientras le pasaba el libro.
Casi tuvo la tentación de poner los ojos en blanco ante lo que leyó su compatriota, pero casi ni le sorprendía. De hecho, ahora que lo pensaba, tendría mucho sentido si aquella inutilidad estaba extendida entre los reyes rocavarancoleses. Un gobernante que se dedicaba más a sus asuntos que al gobierno era alguien que no iba a poder impedir que se sucediera un desastre tras otro.
Echó un vistazo al dibujo del libro, alzando las cejas al reconocerlo.
—Creo que no es cosa tuya, no —refrendó tras el idrino, con algo de dudas. No tenía tanta memoria como su compatriota, pero aquel jardín erá sin duda familiar—. Parece que la ruina no solo afectó a los edificios de esta ciudad.
- Aes
Ficha de cosechado
Nombre: Aniol
Especie: Humano
Habilidades: habilidad manual, automotivación, olfato fino.
Personajes : ●Ruth: Humana (Israel)
Demonio de Fuego
●Tayron: Humano (Bélgica)
Lémur
●Fleur: Humana (Francia)
Siwani
●Aniol: Humano (Polonia)
Unidades mágicas : 03/12
Síntomas : Querrá salir más del torreón. En ocasiones, aparecerán destellos de luz a su alrededor que duran un instante.
Status : KANON VOY A POR TI
Humor : Me meo ;D
Re: Torreón Maciel (Archivo VIII)
26/07/17, 06:47 pm
Dafne lo miró detenidamente, en silencio y sin apartar la atención de su rostro. Tayron sabía lo que aquello quería decir. Le iba a sacar las esquirlas. Durante el proceso ignoró de qué se valió para hacerlo, supuso que de alguna horquilla de la propia humana. Pero no hubo preguntas. Solo quejidos que se veían silenciados por el consuelo de la noruega. Al final tardaron menos de lo que pensaba, y cuando acabó el proceso la chica le besó la frente tras volver a lavar las heridas.
-Gracias- sentía picor en el pecho y la rodilla, pero al menos el abanico de movimientos disponibles sin cagarse en todo lo cagable había aumentado. Luego llegaron las vendas. Y más tarde comida. Porque al igual que el deporte las peleas también daban hambre. Seguía agradeciendo no haber sido el bocado de nadie.
-No, no son imaginaciones tuyas Daf, yo también lo he oído- se incorporó, quitándose las piernas de ella de encima. Le costó abandonar el sofá porque le había entrado morriña pero las nuevas buenas merecían la pena.-¿Sabes lo que eso significa?. Ahora hemos ganado de verdad- cómo se alegraba, era un impulso revitalizante que decía “Se puede”- se puede- pasó la lengua por los labios cuando felicitó a Eriel con un fuerte abrazo- se puede chulear a la ciudad.
En las dos semanas que acontecieron Tayron pudo resultar insoportable. Demasiado ímpetu, mucha fuerza. Bromas tontas en cada esquina. Ilusión por haber ganado. Ilusión por seguir vivos. Ilusión por ganar otra vez.
Menos cuando el anillo entraba en su campo de visión, entonces le invadía la misma inseguridad que se coló en su mente el día en que una parte del grupo abandonó Maciel. Un motivo noble. A sus ojos una mala idea. Pero quién era él para retener a nadie cuando dar con los sinhadres parecía estar más cerca que nunca. Quién era para instalar la duda en ellos antes de partir, cuando sabía que algunos de los integrantes se había colocado el anillo para ayudarle. Buena suerte era poco para lo que el belga les deseó cuando sus figuras se hicieron borrosas a lo lejos.
Y no pocos fueron sus gritos el día en que el anillo lo corrompió otra vez. Siguió el ejemplo del carabés en las mazmorras con la única compañía que se permitió tener. La humana se convirtió en una lapa pegada a su espalda. Pero una agradable. De esas que si en aquellos minutos de infierno te faltaba se te iba todo a la mierda. La misma mierda que Tuétano tenía pegada a las patas con cada visita.
En aquel día Tayron llegó a la conversación con retraso, y aún con el pensamiento instalado en su mente de que eran más vulnerables a la quebrantahuesos tras la marcha del otro grupo. No se había cruzado con nadie por las escaleras y eso lo había hecho cavilar en su camino hacia las voces. No le costó mucho entender de qué hablaban.
-Algún día estaremos impresos en páginas como esas- se apartó el pelo de la frente, más largo y ya cubierto de aquel negro oscuro tan familiar- "Los niños que vencieron a Rocavarancolia en un mano a mano. Los elegidos, las hienas se apartaban al pasar por su lado"- intentó decir con voz épica para levantar los ánimos con lo que fuera que habían leído antes de irrumpir en la habitación. Pero Charlie le hizo enmudecer con una mueca- está bien... ¿me he perdido algo?.
-Gracias- sentía picor en el pecho y la rodilla, pero al menos el abanico de movimientos disponibles sin cagarse en todo lo cagable había aumentado. Luego llegaron las vendas. Y más tarde comida. Porque al igual que el deporte las peleas también daban hambre. Seguía agradeciendo no haber sido el bocado de nadie.
-No, no son imaginaciones tuyas Daf, yo también lo he oído- se incorporó, quitándose las piernas de ella de encima. Le costó abandonar el sofá porque le había entrado morriña pero las nuevas buenas merecían la pena.-¿Sabes lo que eso significa?. Ahora hemos ganado de verdad- cómo se alegraba, era un impulso revitalizante que decía “Se puede”- se puede- pasó la lengua por los labios cuando felicitó a Eriel con un fuerte abrazo- se puede chulear a la ciudad.
-
En las dos semanas que acontecieron Tayron pudo resultar insoportable. Demasiado ímpetu, mucha fuerza. Bromas tontas en cada esquina. Ilusión por haber ganado. Ilusión por seguir vivos. Ilusión por ganar otra vez.
Menos cuando el anillo entraba en su campo de visión, entonces le invadía la misma inseguridad que se coló en su mente el día en que una parte del grupo abandonó Maciel. Un motivo noble. A sus ojos una mala idea. Pero quién era él para retener a nadie cuando dar con los sinhadres parecía estar más cerca que nunca. Quién era para instalar la duda en ellos antes de partir, cuando sabía que algunos de los integrantes se había colocado el anillo para ayudarle. Buena suerte era poco para lo que el belga les deseó cuando sus figuras se hicieron borrosas a lo lejos.
Y no pocos fueron sus gritos el día en que el anillo lo corrompió otra vez. Siguió el ejemplo del carabés en las mazmorras con la única compañía que se permitió tener. La humana se convirtió en una lapa pegada a su espalda. Pero una agradable. De esas que si en aquellos minutos de infierno te faltaba se te iba todo a la mierda. La misma mierda que Tuétano tenía pegada a las patas con cada visita.
En aquel día Tayron llegó a la conversación con retraso, y aún con el pensamiento instalado en su mente de que eran más vulnerables a la quebrantahuesos tras la marcha del otro grupo. No se había cruzado con nadie por las escaleras y eso lo había hecho cavilar en su camino hacia las voces. No le costó mucho entender de qué hablaban.
-Algún día estaremos impresos en páginas como esas- se apartó el pelo de la frente, más largo y ya cubierto de aquel negro oscuro tan familiar- "Los niños que vencieron a Rocavarancolia en un mano a mano. Los elegidos, las hienas se apartaban al pasar por su lado"- intentó decir con voz épica para levantar los ánimos con lo que fuera que habían leído antes de irrumpir en la habitación. Pero Charlie le hizo enmudecer con una mueca- está bien... ¿me he perdido algo?.
"Ya No Hay Fuego, Pero Sigue Quemando."
"Son Un Sentimiento Suspendido En El Tiempo, A Veces Un Evento Terrible Condenado A Repetirse."
"Deja Que Tu Fe Sea Más Grande Que Tus Miedos."
"¡Se Lo Diré Al Señor Santa!"
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