Torreón Maciel (Archivo VIII)

Recuerdo del primer mensaje :

-Cuando los encontremos sabremos cuales de las opciones son la verdad. -Dijo encogiéndose de hombros. La única parte que esperaba que fuese así era la de otro suministro de agua.

-Te seguimos hermanito.

Y con sonrisa a Eriel se puso en camino con el resto mientras se terminaba su desayuno cuando Dafne le pidió un favorcillo. -Ah, sin problema, le hice bastantes a Bri y no es algo complicado, aunque te tendrás que conformar con algo sin muchos adornos me temo. -Le sonrió. -Cuando vuelva haremos uno cada uno de madera, a no ser que encuentre hueso por el camino o alguna forma de malear metal mejor que acercar mis manos a la hoguera. Nos vemos a la vuelta. -Se despidió.

Siguieron a su hermano un cacho y como este dijo acabaron encontrando casas en algo de mejor estado aunque ahí en medio no parecían mucho más seguras que las mazmorras. Des pues de ir mirando y hablando sobre algunas de ellas como posibles acabaron divisando algo apartado de las casas que parecía un mini fuerte. Se acercaron por curiosidad con cautela para ver que se trataba de un torreón azulado con una muralla y en medio de un foso.

-¿Es eso un nido de seres voladores hecho encima de un esqueleto de animal enorme en lo alto de la torre o me ha sentado mal el desayuno? -Se calló un momento mientras observaba la situación, aquel lugar le parecía sacado de las historias rocavarancolesas, no había ninguna construcción así en su mundo pero era lo más seguro que habían encontrado con bastante diferencia. -El puente esta bajado y parece que se puede cruzar... Diría por esas cuerdas que hay un sistema de poleas para elevarlo e impedir así el paso, si es así y aún funciona dudo que encontremos algo más seguro que esto. -Miró hacia las estirges.  -No parece que quieran hacernos algo, pero cuidado con los bichos voladores. -Se dió cuenta de que podía haber ofendido a Sinceridad así que giró su cabeza hacia ella. -Sin ánimo de ofender. -No era la mejor manera del mundo de arreglar eso, pero era mejor que nada. -En fin, vamos allá, con precaución por favor. -Agudizó los sentidos y agarró su cuchillo. Esperaba no tener otra sorpresa como la de hace unos días, pero no se fiaba de su suerte.

Mónica también. Sox se llevó una mano a la frente, abrumado; tanto que ni siquiera protestó para defender el valor de las integrales (¿cómo pretendían que se llevaran a cabo grandes proyectos o cualquier logro de informática sin cálculo avanzado?).
—No sé cómo sobrevive vuestra sociedad sin caerse a trozos —repuso con sinceridad. Que tuviera que explicarles cómo era vivir sin familia era demencial. Eriel parecía tan escandalizado como él y habría sido hasta gracioso de no ser completamente absurdo—. ¡Pues claro que no! Me crié en un centro como todo el mundo y vivo en un cuarto de residencia como la gente normal. He estudiado, he ahorrado y si seguía trabajando duro me habría mudado por mi cuenta pronto —se le coló un rastro de malhumor en la voz. Había perdido todo ese progreso.

Since por fin aportó un mundo coherente. Sox casi le dio las gracias ahí mismo.
—¿Veis? Eso tiene más sentido. A nosotros nos examinan todas las semanas, y según nos clasifican, nos pagan. Es simple y funciona. A nadie le hacen falta realmente que le paguen las cosas los papis, siempre que mueva el culo como debe ser —se cruzó de brazos, inflexible. No era culpa de los hijos de papá el que éstos fueran incapaces de despegarse de su prole, pero el carabés no sentía la más mínima muestra de compasión si éstos remoloneaban para marcharse del seno familiar.

La conversación giró brevemente de nuevo a Carabás. Sox negó con la cabeza de nuevo ante la pregunta de Barael.
—No, solamente es el sistema. Prosperamos porque funciona. Seguiría igual de bien que hace ahora si hubiéramos evolucionado sin magia, si se le hicieran los cambios adecuados.

Sox se llevó una mano inconscientemente a la mejilla, bajo uno de los ojos, ante la explicación que dio Mónica de su mote. Frunció el ceño. ¿Qué asustaba de tener los ojos rojos?
—Tendrás que cambiármelo entonces. Pronto empezarán a desteñir —el último comentario de la chica le recordó la tensión de los días pasados y Sox sintió alivio de tener otra pregunta pendiente aún por hacer, que al final formuló Eriel en su lugar. ¿Qué narices era un vampiro? La respuesta de los hermanos, sin embargo, le llamó la atención.
—¿Cuernos? —miró inquisitivo las cabezas de los nublinos, intrigado. Eso sí que debía ser muy customizable. Casi le daba envidia—. ¿Os los talláis o pintáis cuando crecen?

Había estado distraído pensando y el método de choque del holandés para despertarse le sobresaltó, no habiéndose dado cuenta de su presencia hasta que el fuerte sonido de una cabeza sumergica en un cubo le sacó de su concentración. Contuvo un respingo justo a tiempo.
—Buenos días  —las cosas en orden. Solo después dijo tras una pausa: —. Acuérdate de no beber luego de ahí.

-Sí, y es una lástima porque no suelo cambiar los motes. En fin, ya no te pegaría- asintió en dirección al carabés, y comenzó a hablar, primero todavía con un tono tristón aunque se fue animando un poco. –Y un vampiro es… es una criatura fantástica que se alimenta de sangre y que puede cambiar de forma en plan a lobo, murciélago... Suelen ser malignas, aunque depende del libro o la leyenda, pero los más famosos son malos y súper guays. ¡Me encanta la historia de Drácula, es mi preferido! Y nada, por alguna razón al verte los ojos rojos, que no es un color normal en mi mundo, y al estar tan asustada como estaba me vino a la cabeza el mote ese, no hay más- le tocó brevemente el hombro con una mueca risueña y después, inconscientemente, echó mano de su gel desinfectante. –No te preocupes, no pegas como vampiro ahora que te conozco mejor, pero tienes que reconocer que el mote mola. –Después se giró hacia Cenizo. -¿Cuernos?- exclamó la chica, asombrada.

“¡Já! ¡Cornudos! Habrían salido motes maravillosos de eso, qué lástima. A Nad esto le habría gustado...” sus pensamientos, que le ensombrecieron de nuevo la cara, se vieron interrumpidos por el comentario de Roño de cambiar su mote. “Que te lo has creído, mucho vas a tener que trabajar para que te lo cambie a estas alturas…”. Sin embargo le dirigió una sonrisa que no comprometía a nada mientras escuchaba la aportación de la roquense.

Mónica escuchó con curiosidad la vida comunal que llevaban en sus sitios de origen sus compañeros. Era extraño. Era… diferente, pero ninguno parecía tener muchas carencias. Abrió la boca ante el comentario extrañado de Vampy por la organización de la sociedad.

-Supongo que es igual que el tuyo en ciertas cosas. Nosotros nos criamos con nuestras familias, los que podemos, pero vamos a clases y aprendemos para tener un oficio que permitirá que formemos parte del mantenimiento de la sociedad.

La chica se distrajo con la llegada y el chapuzón de T-fichas, e hizo una mueca de asco muy mal disimulada al verle meter la cabeza en el cubo y sacarla como si nada. “Nota mental: no acercarse a ese cubo hasta que sea desinfectado. Por Dios, como si no tuviéramos una bañera perfectamente funcional...”.

Los motes:

-Bueno, para mí lo nuestro es lo normal y para ti lo tuyo - se encogió de hombros.- Es lógico que tengamos distintas opiniones ¿no? Nuestra sociedad funciona, aunque bien puedes decir que nuestra tribu es una sociedad independiente con sus propias normas y funcionamiento. Somos nómadas, llevamos una vida muy distinta a los de la ciudad.

<<¿Vampiro eh? Suena completamente a algo que podría hacer alguien de la ciudad.>> pensó pero no dijo nada, suponía cómo iban a reaccionar el resto y prefirió guardárselo y comentarlo luego con su hermano a solas.

-Hum sí, a nuestra especie cuando somos más mayores nos empiezan a crecer unos cuernos en las sienes - explicó.- No penséis tampoco que son especialmente largos. Nuestro abuelo ya tenía cuando nos fuimos. Y sí que pueden decorarse pero salvo que quieras que sea duradero lo mejor es la pintura - le dijo a Sox.

-¿A vosotros no os crece nada? Quiero decir, saliendo de las cosas que os podáis hacer con magia y demás. De forma natural - quiso saber con curiosidad.

Miró al cielo y vio el sol en lo alto.

-Quizá sería bueno que fuéramos saliendo, ya somos unos cuantos aquí abajo y si esperamos más se nos terminará haciendo tarde. Podemos seguir hablando por el camino - sugirió el nublino sin ganas de dejar la conversación a medias.

Sox miró inicialmente a Mónica en un silencio hecho de puro pasmo.
—¡Yo no bebo sangre! —protestó indignado cuando se recobró. Se cruzó de brazos con un deje enfurruñado sin darse cuenta, conciliado solo a medias ante la corrección posterior de la humana.

Eriel les recordó entonces que había una salida pendiente. Una parte del carabés se encontró, sorprendentemente, reluctante a moverse tan pronto. Se sacudió aquella sensación de encima enseguida y accedió al recordatorio del nublino.
—Vamos.

Sox se habría sentido bastante más orgulloso de sí mismo si, mientras ponían rumbo de vuelta a las mazmorras, su mente hubiese estado dando vueltas a lo último que habían comentado sus compañeros sobre sus mundos. Sin embargo, su cabeza se empeñaba estúpidamente en rumiar todavía el asunto de parecer un vampiro.

Sigue en las Mazmorras.

Lorenzo

Habia recurrido a la única formación que podia usarse en aquel caso. Aquel patrón de damas servia tanto para aunarse en una muralla de escudos como así facilitar una rápida retirada. Todos con sus puestos determinados y elegidos estrategicamente por el diestro, se organizó la formación. Tras muchas practicas y esfuerzo, lograron hallar un punto decente en el cual les seria de ayuda el usarlo. Tan solo faltabale la prueba de fuego.
Lorenzo, por sua parte, siguió sin saber como curar bien, pues siguió tirando y practicando a siniestra. Agotabase antes y aquejabase de heridas, pero no oiria a ninguno el decirle que debia parar de entrenar, aunque fuera todos encontra de el. Tercamente non fallaria.

Asi preparabanse para la salida, y Lorenzo callaba. Habiase vuelto algo huraño con el tiempo, pero nada que preocupasele. Y asi, salieron.

No le vino bien el aire fresco. Se notaba cansada pero sobre todo mentalmente. A cada metro se preocupaba más. Y si intentaban algo y a la vuelta se encontraba alguno... ? No quería pensarlo pero no podía evitarlo. Ni cuando vio el torreón ni cuando se lanzó de cabeza al patio. <<Joder, y pensar que todo fue por nuestra idea de poner un techo aquí y conseguir recursos...>> ¿Cómo saldrían en el futuro próximo después de lo que les había pasado? Podía entender que los más graves no quisieran pisar la calle nunca más por miedo. Era lo más obvio. Hasta ella lo pensaba. Ojalá su especie fuera más corpulenta y pudiera cogerlas en el aire y cargar con todas las cestas hasta el torreón. Se evitarían arriesgarse de más.

—¡¡Lorenzo, Lorenzo!! -gritó en cuanto pisó el suelo—. ¡Lorenzo!

O bien lo buscó o bien acudió a su llamada. Daba igual, era información irrelevante. El caso es que se encontraron. Nada más verlo, le explicó la situación de la forma más concisa posible:

—Heridos, algunos graves. En la fuente mágica. Hay que traerlos y curarlos.

Con la neva nena evitandole, my a s pesar, el diestro desistió de contactar y presentarse como era debido, con tal de no hostigar a la pobre. Si facia caso de lo que decian, debiase estar muy confusa y desorientada. Comprendia que era na verdad dificil de tragar esta, y así pes, esperaria a que ella misma introdjerase, por el momento.
Pasó de tiempo en el patio. La mano izquierda, normalmente relegada iba despertándose. Sin querer referirse a uno mismo como Siniestro, el español habia recuperado gran parte de su ambidiestria en aquello. Sin duda, hallabase cerca de que su antroñado cuerpo por fin volviese a ser funcional. O rezaba por que así.

Tal que así de pronto acercose Sinceridad voloteando. Hastiada, comentó en exclamación tamaño desastre que había acontecido al resto.
Con los ojos despedidos trazándose órbitas, el diestro tironeose del bigote, mientras que calzose apropiadamente, farfullando quejas.
—¡Sabialo! ¡Si es que sabialo! ¡Dijeme, valerse pueden! ¡Ahora las lágrimas!—protestaba echandose el capote por encima, dispuesto a salir de despache. A s sorpresa, salio la nueva nena, quien había echado oído de la conversación. Parecía dispuesta a ayudar y no la contradijo. Non sabia que esperarse, pero cualquier ayuda que pudieran prestar era bienvenida.

Y así que salieron, no antes sin coger hilo, agujas y trastos, así como un cubo con agua y pañuelos y harapos para vendar heridas.

...98
...99
...100
100 pasadas de peine. Debería ser suficiente así.
Por supuesto, no se acercaban a las mil pasadas que habría disfrutado en la lujosa vida de na de las diseñadoras más divinas de ulterania, pero debería bastar así por el momento. Los pequeños nudos habían desaparecido casi al completo, y al menos ahora parecía algo más civilizada que el desastroso hombre que la había estado persiguiendo por la torre.
Su nariz se arrugaba, cando notaba que le estaba espiando desde la esquina del ojo. Por lo que había visto de el, al menos sus modales parecían aceptables, aunque el color de su piel y la alfombra que tenia por cabello hacia que a Fahran le dieran escalofríos.

Y, entonces, como si no hubiera visto suficientes tipos raros en un día, otro más hizo acto de presencia. na persona-pájaro, parloteando un desparpaje de palabras de las que Fahran solo entendió qe los demás estaban o habían estado en peligro y qe necesitaban ayuda. Fahran escuchaba con una oreja puesta.

Y de pronto, la joven se giró hacia ellos, hacia los cuales había estado aparentando ignorar tan abiertamente antes.
-He cosido los vestidos más preciosos de vuelta en mi planeta.-dijo, llenándose de gloria.-Coser nos miembros de vuelta tiene que ser pan comido, ¿no creéis?-añadió después con una sorprendentemente amigable sonrisa.

—Avisad si necesitáis más gente —fue todo lo que dijo Sox cuando llegaron, agitando los apuntes frente a sí si alguien planteaba alguna de por qué. Más que como mano de obra, tarea en la que podía sustituirle cualquier otro, sus esfuerzos serían más valiosos en otra dirección.

La barrita energética que le había sobrado de la salida había quedado poco menos que pulverizada tras la caída. Sox deshizo las migajas en un vaso de leche, cogió otra y se dispuso a llevárselo todo, junto con un cojín, a un buen lugar de estudio.

Necesitaba un lugar para concentrarse. A alguien tarde o temprano se le ocurriría hacer de comer para los que no pudieran moverse de la cama así que el salón quedaba descartado, y el patio sería zona de paso para los que quisieran quitarse la sangre y la mugre de encima. Sox se moría por darse un baño por muy helada que estuviera el agua, pero había gente más machacada y, más importantemente, que había hecho más trabajo hoy. Además, aquello corría más prisa. Los dormitorios estarían bullendo de gente, y el maldito piso de arriba estaba infestado de pájaros.

La armería. Sí, nadie debería bajar ahora mismo. Habían tenido que dejarlo prácticamente todo atrás.

Los apuntes y el anillo a buen recaudo en su riñonera, Sox comprobó que la antorcha seguiría encendida durante un buen tiempo más y se puso a trabajar. Pasos que había interiorizado con los años de estudio y repetición, formas estructuradas de estudiar mejor. Separó los tres hechizos y luego lectura comprensiva, lectura profunda y subrayar los términos clave, cada embrujo por separado.

El anillo era prioritario, pero si averiguaba cómo funcionaba la magia de aquel lugar y si resultaba ser similar a la carabesa, tenía mejores posibilidades de descifrar rápido cómo funcionaba éste. Sox así lo esperaba, porque la alternativa era que lo que había aprendido de ingenierías se había quedado al otro lado de... de por donde le hubieran traído a aquel lugar.

Silencio, solo interrumpido por ocasionales pasos apagados originarios del piso superior. Sox los expulsó de su percepción, acogiéndose a la familiar sensación de entregarse a aprender algo. Le resultó incluso algo consolador después de aquel día de mierda.

"Bien", pensó cuando creyó estar suficientemente familiarizado con el material. Memorizaría más tarde. Ahora a encontrar los patrones: ver qué sílabas y movimientos formaban parte de qué parte de la estructura del hechizo. Algunos eran modificadores, otros cláusulas de inicio y de fin, otros condicionantes. Si los encontraba, sería un gran indicio de que podrían explotar el anillo, pues era probable que funcionase de forma similar. Respecto a éste, le bastaba con encontrar la condición de uso y la de recarga; eran lo más básico que necesitaban para hacerlo funcionar. Le disgustaba entregar un trabajo a medias, pero era mucho más urgente utilizarlo en los heridos.

Por razones de semejanza, empezó por el hechizo que decía ser de "sanación superficial". Mientras la información fue nueva pudo forzarse sin problema a absorberla, pero en cuanto llegó la fase de encontrar los patrones notó que se le iban los pensamientos constantemente a los pisos superiores. Sox reprimió el impulso de subir a ver.

Le pesaban los músculos ahora que estaba sentado. Le dolía la muñeca y le estaba costando concentrarse.

Mónica se estaba quedando helada. Estaba vendada, estaba más limpia de lo que había estado cuando llegaron a la fuente, pero tenía frío. Le habían inmovilizado la muñeca (no supo quién, ya que tuvo los ojos cerrados todo el tiempo) y, aunque le seguía doliendo, era sólo una pulsación en contraste con el dolor agudo de antes. El tobillo era otro cantar, así como las magulladuras y las heridas diversas que, aunque tapadas, no dejaban de doler y le impedían concentrarse en las voces de sus compañeros... además de que una pequeña vocecita en su cabeza no dejaba de repetirle las probabilidades que tenía de que se le infectaran todas las heridas y muriera de una forma horrible y espantosa.

De algún modo llegaron a Maciel. Mon no había podido seguir soportando toda la situación de seguido y su consciencia había ido oscilando entre la inconsciencia y la realidad, incapaz de mantenerse, lo que hacía el tormento incluso peor, y la tiritona, por el constante movimiento, no ayudaba en absoluto.

—Quiero irme a casa —sollozó en una de las veces en que estaba consciente.

Los motes:

Todavía quedaban sangre y gritos, y esta vez, Siete tenía los ojos despejados. Ayudó a sujetar y tener que hacer fuerza evitó que siguiera temblando, pero tenía la boca llena de bilis sin escupir y entrecerraba los ojos para protegerse de las expresiones en las caras y los aullidos, y de la aguja entrando en carne. Llegó exhausto a pesar de que estaba curado. Al pasarse las manos por la cara salieron sucias. Ahora, alli, la sangre seca haciendo tirante su piel, las costras de suciedad, eran sensaciones que volvían a ser importantes. Incluso el olor, que lo acompañaba desde el derrumbe, era de pronto insoportable. Necesitaba lavarse. Subió cubos de agua alternando los que pudieran necesitar los heridos que dejasen en los dormitorios con los de su bañera.

Entró en agua fría, tiñiendo de rojo diluido y marrones grisaceos. Los granos de arena y los pedazos de suciedad cayeron lento hacia el fondo. Jabón, jabón rápido y duro y espuma repugnante. Se puso de pie. Un cubo a la cabeza, y otro. Meter la mano para quitar el tapón. Siete se quedaría de pie hasta verlo desaparecer todo por el desagüe.

Se dio cuenta de que no podía ponerse su ropa de nuevo con retraso. Se envolvió en lo que hacía las veces de toalla y entró en los dormitorios para coger ropa del fondo. Si estaba ocupado por heridos, Siete cerraría los ojos un momento como si así pudiera hacerse invisible. Se vistió en el baño con pantalones azules que le quedaban grandes y un jersey que le quedaba corto. Bajó descalzo. No podía enfrentarse a aquello. No podía. No más por favor.

Buscó el único refugio que se le ocurrió. No había luz natural en la armería, pero de todos los estímulos de aquella tarde, ese era el que menos le preocupaba. Sox estaba dentro. El estómago se le hundió. El carabés estaba haciendo aun cosas útiles y no sabía si esperar recriminación. Luego notó los gestos de cansancio y los que le recordaron que tenía aun algo doliendo.

- Puedes hacerlo más tarde- dijo en voz baja- Tu también necesitas descansar.

Ignoró el sonido de la puerta y el de los pasos que descendían, creyendo que el que fuera solo estaba de paso. No levantó la vista del papel hasta que la voz de Siete se dirigió directamente a él.
—Estoy bien —repuso, una respuesta automática. Se masajeó un momento el entrecejo, aprovechando la pausa para descansar un momento la vista—. Mejor que los de arriba, al menos.

El idrino claramente había pasado por un cambio de ropa y un baño. El contraste con la imagen que había ofrecido antes, cubierto en su propia sangre, hizo que Sox se diera cuenta de que podía haber pasado más tiempo del que había pensado. Echaba de menos llevar reloj.
—¿Qué necesitáis de la armería? —preguntó, asumiendo que Siete bajaba a recoger algo para los que estaban haciendo curas.

La cara de Siete era culpabilidad pura.

- Nada - y se corrigió-. No se si... No lo se. He venido a alejarme. No puedo mucho más.

La última confesión llegó dubitativa, más por la posible reacción de Sox que por el contenido. Siete estaba aun desbordado. Hablar, sin embargo, parecía un refugio ahora mismo. El momento de trauma había creado una intimidad quizás ficticia o temporal, pero que necesitaba.
- Tu tampoco puedes mucho más. Era una mentira un poco de niños- dijo sin mala intención-. Todos hemos estado abajo y caido. No creo que saques mucho más de lo que estas haciendo. A menos que tu también estes buscando un refugio - vaciló. Quizás aquella era la forma de Sox de no pensar-. Podemos hacer algo por tu muñeca. No se trata de dejar que se te hinche solo porque otros tienen la pierna abierta. Los están curando.

Sox frunció un poco el ceño inicialmente, al oír trabarse a Siete con una pregunta que debería haber sido sencilla. La respuesta le hizo clavar ojos inquisitivos en el idrino. Tenía la respuesta aprendida casi en la boca, una exhortación seca para que se pusiera las pilas, pero verle hablar le recordó los ruidos que había hecho cuando le había estado arrastrando por el suelo, a medio romper. Vaciló el tiempo suficiente para distraerse por lo siguiente que dijo.
—No me estoy escondiendo de nada —declaró cruzando los brazos. Bufó con sorna—. ¿Estás de coña? De entre todos los que caímos fui el que tuvo más suerte, no tengo excusa para no trabajar. Claro que puedo —se retiró los mechones largos tras el hombro, terminando la frase con el tono de quien creía el tema zanjado. Tenía que poder, y por tanto podría. No había más vueltas que darle.
Miraba con fijeza a Siete, a la defensiva porque lo pusiera en duda pero no sorprendido. Estúpidamente, el que pusieran en duda su competencia y el negarlo tajantemente de vuelta eran lo que más le habían recordado a casa, a Carabás, en todo aquel tiempo.

—Aún duele —admitió de mala gana, tendiéndole la mano izquierda para que le echase un vistazo. Decidió contarle los detalles: tal vez más información le resultase útil si realmente había algo que se podía hacer al respecto—. No estaba torcida, pero no podía moverla. Intenté encajarla del todo su sitio, pero no soy médico. Puedo haberlo hecho mal.

Siete alzó las cejas un momento con desdén incrédulo y la mirada puesta en los brazos cruzados de Sox. Al menos tal y como estaba dicho, no podía decir que estaba mintiendo, solo que no creía que fuera verdad. No añadió nada más verbalmente y vaciló un poco ante el tono final. Cuando Sox le tendió la mano relajó los rasgos y miró la muñeca. Intentó compararla con la otra del carabés.

- Yo tampoco soy médico. Se las cosas básicas de haber visto torceduras o algun accidente en el mar, y ver como otros se han ocupado de ello. Probablemente deberías buscar algo frío, que baje la inflamación. Debería calmar el dolor - un segundo pensativo, repitiendo mentalmente las palabras de Sox-. Si puedes mover la mano, debes de haberla colocado bien.

Tomó aire por la nariz y presionó con suavidad sobre lo que habían dicho antes.

- No digo que tengas mas o menos suerte, pero puedes parar también. - dijo. Le acompañó un gesto conciliador con las manos, encogiendo los hombros un segundo- Incluso si pudieras pasar la noche sin dormir y memorizar hasta el papel, no tiene mucho sentido- se mordió el labio-. Además... a veces es mejor reposar las ideas para poder verlas más tarde con claridad. Se que crees que puedes, pero no es el mejor día de nadie.

> Vamos a ponerle un trapo frío a eso- dijo por cambiar de tema. Luego se le vio en la cara que acababa de recordar que debía subir para ello. De hecho, no llegó a moverse después de proponerlo.