Prisión (Archivo VII)

Recuerdo del primer mensaje :

Fueron los temblores los que terminaron por despertarla. Abrió lentamente los ojos sintiendo un nuevo estremecimiento al tiempo que intentaba cubrirse aun mas con el poncho instintivamente, dándose cuenta que se encontraba sobre una cama. Soñolienta aun y con el frío calando su cuerpo desnudo bajo el poncho miró alrededor. Estaba en un cuarto sin mas luz que la que provenía del pasillo, pues la puerta estaba entre abierta, acostada en una cama que había tenido mejores tiempos, aunque para ella era un pequeño lujo.

Los recuerdos de su breve encuentro con Dama Aroma llegó a la mente de Pam. Frunció el ceño pues aquel sitio no tenia pinta alguna de ser magnifico, parecía un tugurio de mala muerte. Agarro el mango del cuchillo dentro de su delantal para conseguir seguridad antes de bajarse de la cama, sintiendo la piedra bajo sus pies.

<<Que lugar mas extraño>> pensó acercándose despacio a la puerta no habiendo NAda mas que ver allí salvo suelo sucio y una cama incomoda. Empezaba a temer el haberse equivocado por confiar en Dama Aroma ¿y si había sido llevada a otra granja? <<La suerte no puede ser tan cruel...>> inquieta, asomándose un poco por el orificio que permitía que entrara cierta luz en el cuarto. No había nadie fuera, solo un largo pasillo cubierto de piedra. No había ordes alguno fuera y aquello le era extraño. Las granjas siempre estaban cuidadas y vigiladas por los ordeses, pero allí no solo no había nadie sino que tenia un aspecto bastante decadente.

<<Incluso si lo hay, tengo mi cuchillo>> aseguro dándose confianza antes de empujar un poco la puerta con esfuerzo, pues era bastante pesada y abrir un hueco lo suficientemente grande para colar su menudo cuerpo. Ya afuera, vio que tanto a su derecha como a su izquierda el pasillo parecía no tener fin y solo era iluminado por la tenue luz de las antorchas. No solo eso, sino que todo era...grande, el techo, la puerta, la cama donde había despertado y aquello solo añadió otra duda mas a la mente de la mono del queso.

-¿Y ahora que? -se preguntó Pam confundida y frunciendo aun mas el ceño. Sin saber donde estaba ni por donde ir, solo le quedaba una opción: dejad que la suerte la guiara. Cogió una de las agujas de su pulsera y acuclilló en el suelo sintiendo un poco mas de calor llegando a ella al hacerlo, colocando la aguja en vertical sobre una de las losas de piedra, la aguja se mantuvo de pies apenas un par de milésimas de segundo después de que apartara el dedo, cayendo hacia un lado antes de rodar un poco y quedarse quieta- A la izquierda entonces - murmuro Pam, tomando la aguja de vuelta y devolviéndola a su lugar, para seguir el pasillo indicando sin dejar de restregarse un brazo para intentar calentarse un poco y con el cuchillo firmemente agarrado en el bolsillo.

Sacudiole la palomina, quiso escaparse por extraño debido a la su falta de espacio personal, pero pronto el diestro encontrose escuchando al neno explicarle la situación. De una sacudida de hombro, y paso a un lado, apartose del ave y procedio a responderle.

―Todos han sido marcados por las criaturas. Non puse apartar a ninguno a tiempo.―procedio a taparse el rostro con el sombrero mientras hablaba.―Alimañas, hongos y oscuridad he hallado, pero nada más.―

La nueva criatura hablole, de manera tanto ruda y, con ceja alzada, contestola, con igual de salinidad que esta.

―Simio puede mas rey no soy, ¿Porque preguntais? ¿Acaso sodes vos realeza coleoptera?―

Fijose entonces que unos cuantos habianse encalagado viendo una serie de criaturas incandescentes voladoras a las cuales el diestro no dio una segunda mirada con tal de conservar el su buen juicio. <<Aqueste lugar es de locos>>

Apartose de todo centro en la sala y plegose contra una pared, tras lo cual habló una vez más.
―Saldremos al romper el alba.―

Sinceridad le soltó a la menor señal de que volvía en sí y se apartó. <<Mis compañeros alucinarían con la forma de hablar de esta criatura... Y Sakosa le llama Simio, a otros llama monos... ¿Qué será todo eso?>> Cuando terminó de hablar, le miró sin saber qué decirle y se apartó del todo. Y menos mal, porque Sakosa le tiró la piedra al simio. <<Esta es la mía>> Fue detrás de la roca y la tiró por la ventana. Después, volvió al mismo sitio donde se sentó antes y volvió a alzar la voz. Con suerte sería la última vez aquel día.

—Coincido con Lo. Pero antes, ¿haremos turnos de guardia? No sabemos qué puede vivir en esta ciudad y paso de dormir como si nada. Si alguien no quiere turnos le recomiendo que se vaya a dormir a otra habitación. Así si algo le sorprende en la oscuridad no nos salpica a los demás—les dijo muy seria—. Empezaré yo —se ofreció—. ¿Quién sigue?

No lo hizo por ellos sino por sí misma. No se fiaba de cerrar los ojos con tantos extraños así que prefería vigilar... o vigilarles. Si podía, no pegaría ojo en toda la noche. Quizá unos minutos como cuando había buena comida y se echaba a descansar, pero nada de dormir del tirón toda la noche. No iba a morir con la cabeza aplastada por una piedra o desplumada por crías de monos o simios.

Siete no se planteaba la posibilidad de regresar a las costas de Idris, pero la alarma general lo afectó igualmente. Se hundió levemente en el sitio, cogido a su sábana. "¿Estará Sirce bien? ¿Están todos bien?". Al menos mojar la camisa había servido para algo. El golpe de la piedra casi lo echó atrás en la cama. El susto de Siete dio paso a un breve momento de ira, que se calmó según la piedra abandonaba por fin la habitación. Frunció el ceño e hinchó los carillos, y luego tironeó más de sus sabanas, molesto y nervioso por lo oscuro del ambiente general.
- Estas siendo morbosa- le dijo a Sinceridad, solo como dato. Sus predicciones no le preocupaban más que el resto de circunstancias- Muchos vamos a seguir despiertos porque debemos llevar horas en la cama ya. Yo mismo haré guardia por ti, si es que vas a fiarte.

>Mónica- llamó. En contraste con el desdén de la última frase, a la chica la llamó suave. Se le acababa de ocurrir como podía desviar la conversación hacia temas menos graves-. Aceptaré el nombre que te parezca si no es ofensivo. El que uso normalmente tampoco es el que me dieron mis padres- se deshizo de las sabanas y le enseñó la espalda- Mira, ¿distingues la cicatriz del omoplato? ahora debe parecer un garabato pero es de donde salió la broma. Se parece a la forma idrina de escribir "Siete"; la cifra, no la palabra.

Eriel vio las reacciones de los demás y no le sorprendió para nada la de su hermano que, como siempre, ya había encontrado algo para hacer, no podía estarse quieto no. Se guardó lo que le tendía sin prestarle mucha atención, ya lo miraría luego.

-No puedo darte más información, es todo lo que sé - le respondió a Mónica.- La Luna Roja se alza unos meses después de la cosecha, yo he venido aquí para eso, para que me ilumine con su luz, me considere digno y me transforme. No puedo darte una cifra exacta, ni tampoco puedo decirte por qué estamos aquí solos en vez de estar rodeados de ciudadanos. Lo único que se me ocurre es que sea algún tipo de prueba para ver cómo nos desenvolvemos - dijo haciendo suposiciones.- Yo también estoy un poco preocupado por mis padres y mi hermano pequeño, pero supongo que alguien les habrá dicho que somos elegidos y estarán más tranquilos. Quizá hayan hecho lo mismo con el resto - comentó encogiéndose de hombros.

-Yo tampoco tengo sueño la verdad, supongo que por haberme despertado hace relativamente poco - apostilló a las palabras de Siete, chico que le resultó curioso y al que se acercó.- Oye Siete, ¿te apetece intercambiar historias de hoguera para matar el tiempo? - le propuso sabien que nómada como era quizá tuviera alguna historia divertida que contar, la historia de la cicatriz que le daba nombre le habá picado la curiosidad al chico.

De lo nerviosa que la chica se encontraba ni siquiera prestó atención a la agitación de los demás, aunque se sobresaltó ante el arranque violento de Krit pegando un gran salto cuando la piedra se estrelló contra la pared, momento en el que miró de reojo a Nad, que había estado escuchando en silencio y con los ojos muy abiertos hasta que la había vencido el sueño. Por suerte el estruendo no la había despertado, a saber cuál habría sido su reacción ante la noticia de los grises…

“¡Joder!” pensó Mon, aún asustada y cambiando el peso de su cuerpo de una pierna a otra para tratar de calmar a su estómago, que cada vez estaba más… activo. “Encima tengo a psicópatas antropomorfos y violentos en el grupo. Cojonudo”.

-Turnos de guardia…- repitió pensativa en voz baja, como ida, la frase de doña Plumitas, esperando ansiosamente la respuesta de los nublinos. Al escuchar lo que ya esperaba se encogió sobre sí misma, conteniendo de nuevo las náuseas. “No, otra vez no” se dijo. “Nada de vomitar hasta que estemos seguros de verdad en alguna parte”. Después sollozó en voz muy baja, tratando de ahogar el grito que pugnaba por salir de su boca. “¿Mi familia no me echará de menos? Jonás seguro que intenta venir a buscarme… Voy a tener que hablar muy seriamente con Doce Punto acerca de todo esto de no venir a buscarme y dejarme aquí sola”. Tragó para intentar deshacer el nudo de su garganta, aspirando aire, y se dirigió hacia Tritón al escuchar su nombre como si fuera una tabla salvavidas.

-En mi mente te llamo Tritón- le dijo en voz baja, intentando evitar el temblor en la voz. Cuando éste le enseñó la espalda contándole algo de una cicatriz con forma de número trató de concentrarse en eso, agradeciendo la distracción que le había proporcionado el idrino. -¿Cómo te la hiciste?

Sin embargo las piernas no le aguantaron más el nerviosismo, por lo que se dejó caer en el suelo.

“¿Dónde estás, Doce Punto? ¿Por qué estoy con gente desconocida? ¿Quiénes son estos? Espero que no les hayas traído para tener una cita también con ellos, caballerete. Más te vale venir a buscarme pronto”.

Fue Barael el que contestó, su hermano puntualizando después de él. Mientras los demás hacían preguntas o tenían arranques emocionales, Sox reflexionaba sobre aquella información.

Lo que antes había tomado por gilipolleces teístas ahora revestía tintes más prácticos. Cháchara de dioses aparte, los nublinos conocían el nombre de aquella ciudad y habían establecido contacto previo con ella. Era posible que se tratase de un engaño igual que les había sucedido a todos los demás, pero en ese caso debía haberse perpetrado durante muchas generaciones. Trabajo de más, mentiras de más que mantener. Si no parecían sorprendidos o contrariados más allá del estado ruinoso de la ciudad, la deducción lógica era que no chocaba de forma opuesta con lo que daban por sabido.

Meses. Meses en aquellas condiciones, si nada cambiaba. Si aquel dato era cierto, lo de la supervivencia hasta X fecha, ya fuese como prueba o como espera, era la conclusión lógica. La información de los nublinos se sostenía.
—Sólo podremos regresar una vez hayamos... ¿cambiado? —preguntó con lentitud para asegurarse de estar usando términos precisos.
Aquella luna parecía ser un símbolo, a juzgar por la forma casi mística con la que hablaban de ella. Posiblemente un artefacto mágico. Sin embargo puede que dichos cambios... o poder, o lo que fuera... desbloqueasen algo. Un portal, tal y como había mencionado Eriel. Qué eran dichos cambios y por qué solo se les permitía salir una vez los hubieran sufrido estaba más allá de las deducciones de Sox. ¿Pretendían lavarles el cerebro? ¿Alguna clase de programa de comportamiento? ¿Era eso lo que hacía la tal luna?

Por supuesto que no le hacía gracia. Verse engañado y llevado a un lugar desconocido eran circunstancias en las que se le había arrebatado el control. Sin embargo Sox se resistía a creer que le hubiesen mentido del todo. Si alguien se había tomado el trabajo de organizar todo aquello, debía tener algún sentido. Poder, potencial, algo que ganar. Quería creer en aquellas palabras y ponía todo su empeño en encontrar un motivo racional para justificar aquella ausencia de meses de una forma que no fuese un secuestro inútil.

Entrecerró los ojos en dirección a Sak con disgusto, asegurándose de que no tuviera más proyectiles a mano. Personas que reaccionaban de forma volátil a situaciones adversas no eran las que Sox quería tener cerca en una crisis.

—Yo no voy a dormir —terció lacónico ante el tema de las rondas, corroborando las palabras de Siete. Hacerlo ahora jorobaría sus horarios de sueño: se reincorporaría a ellos la noche siguiente. Estaba acostumbrado a irse a la cama a horas fijas a rajatabla y obtener el descanso necesario para estar a pleno gas durante el día. Las noches sin dormir eran para fracasados que pretendían estudiarlo todo el día de antes.

Lorenzo no había hecho mención a más personas despiertas, y que no había hallado nada más dentro de las mazmorras. Sox dudaba, con un presentimiento funesto en la boca del estómago, de que la situación cambiase en las próximas horas.


No se equivocó, y hasta que llegó el alba la única eventualidad que tuvo lugar fueron conversaciones entre ellos. Sox gastó la mayor parte de ese tiempo en sacar una segunda tarjeta holográfica y comparar lo que había escrito en ella con lo que ya había memorizado. El ejercicio intelectual de intentar traducir del carabés al rocavarancolés le ayudaba a enfocar la mente, aunque fuese en un ambiente oscuro y carente de silencio. De vez en cuando alzaba la mirada para escuchar algo de la conversación, primariamente llevada por Eriel y Siete, para luego bajarla de nuevo. No estaba seguro aún de si debía memorizar todos aquellos detalles, formas de vida y nombres. Interesarse podía ser un ejercicio inútil dado que aún no había quedado claro si debían actuar como una unidad o si irían por libre. Tras un primer instante de duda, Sox anotó los datos más impersonales, atento a pesar de no intervenir. La mayoría tenían familia. Solían ser la única especie conocida de su mundo. La magia era un concepto místico para muchos. Había censos de ciudadanos, pero no listas de puntuaciones.

Con la luz del exterior llegó el momento de buscar respuestas. Aquella vez al carabés se le nubló la vista cuando se incorporó, y tuvo que apoyarse en la pared para encontrar un punto sólido desde el que estabilizarse.
—Estoy perfectamente —diría entre dientes si alguien preguntaba—. Solo necesito comer.

Rádar también tenía mal aspecto, pero ninguno de los demás parecía tan afectado. Puede que pudieran pasar más sin ingerir nada, pero eso no significaba que Sox estuviese dispuesto a aparentar debilidad delante de potenciales competidores. Si estaba limitado por su especie, se sobrepondría y ya está.

La luz de aquel sol era tenue. El carabés apenas tuvo que parpadear para acostumbrarse a ella al poner por fin pie en el exterior. Dirigió una mirada inexpresiva a la desolación en torno a ellos. No había decidido cómo debía enfocarla, si como decepción o como una prueba a superar. Se giró para buscar el lugar del tejado donde debería estar la roquense, que se había ausentado nada más salir el sol para encaramarse a él.

—¿Ves algo útil? —preguntó finalmente, alzando la voz.

—Lo han dicho.-fue la respuesta del español cuando los demás declararon que no pensaban dormir cuando la palomina dijo de hacerse turnos de guardia.-Mas no me importaria cargar con aquesa labor. Acostumbrado estoy ya a eso.—

Por una parte, las discusiones y debates que se llevaron a cabo de los nenos de piel cetrina importunaron y asustaron al grupo, quien, ante el prospecto de verse atrapados en aquella ciudad malvada, desesperaron. A Don Lorenzo importole poco o nada. Non iba a dejar que naide dijerale lo que hacer, donde ir o donde quedarse. Queria recuperar su espada y honra y, una vez fecho, partir de vuelta a su querida patria. Las jergas de mala lengua que decoraban la historia mencionando astros rojos y transformaciones sonabale a simple y llano paganismo, que ganose un bufido sarcastico fuera de escena en labios del español. Propaganda germana, o sajona, queria las lenguas luteranas y protestantes hacedles pasar miedo.
La suya religion, inmutable e intocable, asi como la mismisima Inmaculada Concepción, sin mancha. Si algún ingles intentase hacerle renunciar a Jesucristo, atravesariale con una espada el pecho y volcaria su sacrio te al cenagal más cercano.

Asi que esperó. Horas fueron, esperando un español pizarro, brazos cruzados y pose tranquila, mas siempre alerta. Y a las rajas de luz entre los nubarrones, pusose en marcha. Miembros que pedian ser usados y estirados, fueron satisfechos, mientras de unas palmadas, conmovia al grupo a la accion.

—Llego la hora, zagales. Hora de partir.—anunciaba.

Debidose a los animos de la su compatriota, decidio acercarsela con respeto, mientras dirigiase a ella en pos de intentarla insuflar valor.
—Señorita Mónica, no temais por vuestro retorno, pues esta asegurado. Sodes moza, pronto mujer castellana y alziba, y estoy concienzudo de que podeis tirar del coraje español para hacer lo que querais, mas, siendo realistas, si fueramos a morir aqui, tampoco seria tamaña desgracia.—dijola, mientras proseguia.—De toda la vida, Dios dionos a los españoles una pequeña cuna donde nascer y criarse mas luego ofrecionos el resto del mundo a morir.-comento orgulloso.—Por mi parte, seria un orgullo morir en nombre de la Patria en esta nación extraterrestre. Puedo entender, sin embargo, que no compartais tal deseo. Joven y hermosa sois, como un capullo de rosalia abriendose ¡Ved vos si no os queda futuro por delante!—comentó jocosamente.— Y asi que, como caballero español, hare lo posible para que regreseis a casa sana y salva.—

Terminado su discurso, se despidio con un movimiento de sombrero.
—Nenos y nenas, adelantome de vuelta a la fuente y esperoos ahí. Acompañeme quien quiera, mas es menester que debe andar a trancos y no entorpecer.—explicó a los demás.

Y, con una sacudida de la su capa y girando talones, el diestro salio de la habitación.

La roquense parpadeó cuando varios, casi todos, dijeron que no dormirían. ¿Cómo iban a aprovechar entonces el día siguiente entero? Si no estaban acostumbrados a perderse comidas ni a pasar muchas horas sin dormir ni aunque fuera descansar lo mínimo... Se encogió de hombros.

<<Pues vale. Que os pete una rata de fuego si mañana os caéis de sueño>> Pero se le abría una posibilidad mejor, aunque arriesgada. No es que tuviera sueño, pero prefería descansar un rato. Además, mañana iba a ser un día de volar mucho y no podría comer, así que tendría que estar lo más fresca posible al amanecer.

—Vigilad vosotros entonces que yo aprovecharé para echarme un rato.

No se dormiría profundamente. Sería como cuando dormía en refugios en el bosque, con un ojo abierto y un cuchillo en la mano, solo que sin ojo abierto ni arma escondida. Además, no podría dormir con algunos de ellos cotorreando sobre sus "mundos". No les prestó mucha atención, tan solo la justa para agarrarse a sus voces y no dormirse del todo.

De vez en cuando abría los ojos y miraba hacia la ventana en busca de los primeros indicios del sol. No supo decir si aquella noche había sido más corta o más larga que en su mundo, pero tuvo una sensación extraña cuando vio los primeros atisbos de luz. Aquel momento fue el que eligió para levantarse. Hizo un par de ejercicios de estiramiento y, al acabar, miró a los demás.

—Voy a subir al tejado. Cuando vayáis a salir, dadme una voz si no me veis.

Se encaramó a la ventana y sin más preámbulo saltó y echó a volar hacia la plaza. Tras beber un poco, volvió al Refugio del Chamán. De nuevo aquel "tejado" en ruinas le dio una fría bienvenida. Y, con él, la ciudad entera. Pero esa ocasión voló más alto, más aún que la otra vez. Tenía que haber algo que les sirviera. Agua tenían, pero si dieran con un bosque o un lugar poblado podrían comer... <<O... ¿Aquello de allí es un río? Un río solo significa tres cosas ¡Agua y comida! Y eso lo saben los depredadores. Bueno, si pasa algo siempre tengo a estos cebos parlantes>> Dio un par de vueltas más sobre el Refugio del Chamán y vio varios torreones y grandes estructuras, así como montañas a lo lejos y zonas donde la ausencia de edificios la razonó como plazas o zonas públicas. <<A los constructores del Coro les explotaría el corazón al ver en qué estado está todo>> pensó con diversión.

Pero en algún momento tendría que avisar a sus compañeros, así que descendió de nuevo al tejado y esperó, sentada en el borde, a que salieran. Lorenzo fue el primero y después el Chamán, quien rápidamente le buscó y Sinceridad respondió con un gesto de la mano:

—¡Aquí arriba! Tengo buenas noticias! —exclamó. Se dejó caer y planeó hacia el macho—. He visto un río, montañas y varios torreones. Podríamos probar el río por si tiene peces. Desde las montañas seguro que se ve la ciudad entera, pero están más lejos que el río.

Dicho eso, se acercó a la fuente a beber, refrescarse y lavarse, que aquel sitio estaba lleno de polvo.

La noche pasó entre charlas en voz baja y miradas furtivas. Mónica no pudo evitar cabecear un par de veces, más por costumbre que por verdadero sueño, y mientras tanto escuchaba de fondo las conversaciones de los demás. No sabía si iba a tener que convivir con ellos durante mucho tiempo y por eso estaba conteniendo el ataque de histeria que le llevaba acechando desde LA noticia, aunque de vez en cuando se le escapaban sollozos. Por ello decidió no pensar mucho más al respecto, al menos hasta que estuvieran en algún lugar seguro.

En cuanto despuntó el alba Mon levantó la cabeza alerta por las palmadas animosas de Íñigo Montoya y se deslizó por la habitación para ponerse el vestido, ya seco, entre contorsiones de manta que al menos evitaron que se viera mucho más de lo que estaba dispuesta a enseñar. Al ver a Vampy tambalearse fue a ayudarle, pero su expresión la contuvo. De modo que dejó caer la manta al suelo, se ajustó el bolso al hombro, se pasó el peine por el pelo y agarró los zapatos, momento en que fue interpelada por el caballero medieval. La chica siguió su monólogo con expresión de incredulidad, aunque agradecía la intención, y se quedó boquiabierta cuando éste la llamó hermosa.

-Gra… gracias…- dijo torpemente mientras se sonrojaba hasta las orejas, y cuando el chico echó a andar hacia la salida tras una garbosa floritura con el sombrero se quedó plantada en el sitio unos segundos, sacudiendo la cabeza y sonriendo. “Pues qué majo. ¿La gente sigue llamando hermosas a las chicas? Tengo que comentárselo a Sara cuando salga de aquí”.

Después, mientras sacaba una milésima de cachito de toallita húmeda (a la que dirigió una mirada triste) para lavarse la cara y refrescarse (por alguna extraña razón duró lo suficiente para sus estándares), se dirigió hacia Zana, que se encontraba hecha un ovillo en el suelo y que rechinaba los dientes mientras mascullaba algo ininteligible (“¿¡Perro en pijama, dice!? Pero qué cría más rara”), y le sacudió suavemente del hombro.

–Psst. Hora de explorar, despierta. Hablas en sueños.

Un río. Sox no estaba pensando en cosas tan rudimentarias como cazar, pero como mínimo donde había un río no era irrazonable esperar encontrar árboles. El solo pensamiento de poder encontrar frutas o bayas le sacó un poco de su hosquedad previa.

—Estupendo. Yo voy al río. ¿Alguien más va para allá? —preguntó sin mucho entusiasmo. No estaba en su mejor momento tras horas seguidas de ayuno y estar sentado de cualquier manera en una mazmorra oscura. Ahora era el momento de que decidieran ir todos en piña o separarse cada uno por su lado, y las punzadas de su estómago se negaban a que aquel trámite se demorase más de lo estrictamente necesario.

Siete miró a Mónica como si esperase una explicación sobre que significaba "Tritón" pero en vez de eso llegó una pregunta.

- Estaba jugando con mis hermanos en la playa , caí de espaldas en la arena y había más piedras de las que se veían. Eran toscas y se me hundieron en la piel. No sanó mal, pero dejó marca. Al princio Shess, que fue el que me empujó, estuvó realmente preocupado. Iba con cara de arrepentimiento a todas partes, porque me hice daño en el hombro y no pude trabajar durante unas semanas. Pero luego cuando la gente empezó con lo de Siete fue el primero de mi familia en seguir la corriente. Creo que lo aliviaba que quedase en un mote. Es más pequeño que yo y le asustan ese tipo de cosas - "como a mi" pensó.

Acogió bien la propuesta de Eriel. Esbozó una sonrisa amplia y agradecida porque colaborase en mejorar el ambiente. Sin embargo, cedió el peso de la conversación. No quería acercarse demasiado al tema de su llegada a Rocavarancolia. Por suerte, Eriel también resultó receptivo y evitó el tema cuando vio que Siete no quería hablarlo. El idrino condujo la conversación con preguntas hechas en voz baja, entre las que intercalaba alguna anecdota para que no le llegasen preguntas que no iba a saber o querer contestar. Tampoco habló de Ahogados.

Al salir la luz, Siete solo había dado una cabezada en un momento, contra la pared, y el estomago le hacia ruidos por el hambre. Los más afectados eran Rádar y Sox. Ofreció su hombro, pero fue rechazado.

La perspectiva de agua corriente también gustó a Siete.
- Vayamos, entonces- tenía la esperanza de que Salkrit se fuese por su cuenta, dado que la consideraba más una amenaza que un ser racional.

Eriel escuchó con atención la historia del idrino y al final se le dibujó una sonrisa. Se puso a charlar alegremente sin preocuparse en exceso por lo que se pensase de él, estaba donde quería, no iba a sentirse mal.

Habló de sus amigos, su familia, su vida en Nubla y demuchas más cosas intercambiando anécdotas con Siete, el idrino había dejado que el chico llevase el peso de la conversación y el nublino no tuvo ningún problema con ello. Evitó el tema del por qué había venido el idrino a la ciudad ya que supuso que sería un tema incómodo. Habló mucho durante gran parte de la noche lo que provocó que le diese sed pero dejase de pensar un poco en el hambre.

Con la llegada de la mañana Sinceridad informó de que había un río provocando que la sonrisa casi permanente del nublino se ampliase. <<Las cosas empiezan a mejorar>> pensó.

-Bien, así podré beber, espero que ese agua no me quite mi idioma natal - dijo en voz alta.- Seguro que es potable, y ya veréis como en nada encontramos comida también - comentó optimista.

—¡Pues al río! Esperaré un poquito a que estemos todos y luego me seguís —anunció.

Terminó de asearse y luego le quitó el polvo a sus pulseras y cositas. Cuando ya estuvo lista y entendió que la gente también, se fue hacia la calle más cercana que iba en dirección al río. Cuando pasó por delante de uno de los fanáticos, dijo en voz alta:

—Espero que vuestra habilidad para correr, defenderos o pelear sean tan fuertes como vuestro optimismo por encontrar comida por la cara.

Y después, ya fuera de la plaza, hizo un gesto para que le siguieran calle arriba. Deseaba con toda su alma que allí no hubiera criaturas más raras que sus compañeros o, peor, depredadores o habitantes violentos. Intentaba no pensar en lo desfavorable de la situación, sin comida ni herramientas... y cuando lo pensaba pues recurría al mejor comodín posible: tenía cebos de sobra. Cualquier depredador con sentido común iría antes a por unos blanditos llorones que a por una criatura voladora. O eso esperaba la roquense.

Sigue en El Río

Parecía que iban en grupo. A Sox no le molestó: si sucedía algún cambio o se enteraban de nueva información, se enterarían todos por igual en lugar de por mero azar.

Para venir de un mundo más primitivo Eriel casi deslumbraba con su optimismo. Sox frunció el ceño tratando de procesarlo.
—No hagas el tonto. Si quieres estar seguro de que bebes potable, bebe de la fuente que para eso está.
Él mismo había aprovechado para volverse a llenar el estómago de agua y engañar el hambre.

Sinceridad no tardó en guiarles. Sox se esforzó porque su paso fuera firme.

Sigue en el Río.

Tayron se quedó rezagado, observando como las dos chicas se apartaban de él no mucho más lejos de donde se encontraban, se quedó a reflexionar sobre su increíble situación, no estaba aburrido, era una aventura aunque sospechaba que lo más fuerte estaba por ocurrir, y sin duda tenía a Dafne a su lado, una combinación que si bien ya era de por sí agradable a la larga sería bastante excitante. Pero el muchacho no era crédulo, ni estúpido, sabía distinguir cuando una situación se endurecía y que lo pasarían mal, para salir adelante necesitaría la mano de sus compañeros y ellos la suya, no los conocía, y debía confiar en extraños de otros mundos, la idea le resultaba chocante, pero más le asustaba rechazar una oportunidad de interactuar con gente inteligente y haber puesto en peligro a Dafne por no fiarse de nadie, una cualidad, que lejos de distinguirla entre buena o mala se alejaba de su forma de ser. Él era un chico sin prejuicios, no tenía por qué juzgarlos por su planeta de origen, sabía mantener a su alrededor lo que necesitaba en cada momento, despegarse era una chorrada, se había tragado películas enteras de terror como para no saber que siempre muere aquel que se distrae o muestra arrogancia, en su caso no haría ninguna de los dos. No iba a destacar por encima del resto aunque pudiese manejarse bien en un entorno hostil como ese y no le apeteciera arrimar el hombro tan pronto, su responsabilidad le animó a hacerlo.

Se levantó del suelo y se sacudió el culo que aún le escocía, y en silencio pero sin perder la sonrisa se prestó a ayudar con los colchones para disponerlos en una sala común donde todos, más o menos a gusto, debían dormir para no caer en ninguna trampa o aumentar su nivel de peligro. Tenía que reconocerlo, desconocía de quién fue la idea, pero era aceptable, igual predecible si algún dragón quería achicharrarlos pero entre la pequeña baraja de opciones esa era a su parecer la mejor. No llevaban ni mucho tiempo juntos y ya había descubierto que esa gente tenía mucho que demostrar, su grupo tenía eslabones débiles según su criterio de primera impresión, pero había gente muy dispuesta, muy apta, volvió a sonreír.

Se pasó todo el rato al lado de Dafne, arrebujado en una manta sin parar de variar la vista de un lado hacia otro con las diversas presentaciones, estaba demasiado maravillado porque le encantaba aquello, la suciedad, la humedad, muy callejero, muy de su entorno y lo que le gustaba hacer, muy él. Así había dormido muchas veces el belga, y no se le hacía incómodo repetirlo, la calle era su segundo hogar, y la presencia de gente diferente le llenaba, así que olvidó mencionar su nombre, y hechizado al escuchar las palabras del resto como un tonto ignoró también si su amiga lo hizo.

No pudo evitar reaccionar a las palabras de los nublinos. >>¿Meses? JA, por mí como si son años, tengo ganas de que empiece todo esto, deben tenernos preparados algo bueno.<<.
Le hubiera gustado preguntarle más cosas a Barael y si estaba seguro de lea veracidad de sus palabras porque si no eran ciertas se llevaría un desengaño, pero comprendió el pánico de algunos de los presentes ante la idea de abandonar a sus familiares durante mucho tiempo. Tayron  se acordó de su pandilla gamberra, y de sus abuelos, le emocionaría que al menos los primeros estuviesen allí pero de momento no les echaba de menos. De modo que guardó silencio por respeto pero cogió a Dafne de las manos y la abrazó, contento.
-¿Has oído eso?- le susurró al oído- vamos a estar bastante tiempo al parecer, en otros lugares nos llaman Dioses cuando acabamos, será por algo, ya tengo ganas de verte en forma de deidad, lady- le dijo con una sonrisa, inmediatamente pensó que a su manera la chica ya parecía una entidad divina para él, así toda sudada, sucia, era como les gustaban las chicas, al natural, sin mierdas en la cara, que aparentaban lo que eran en realidad y no se camuflaran bajo maquillaje.

El chico no durmió y pasó toda la noche pensando en qué les esperaba el día siguiente, y en si la mayoría se acobardaría entre los muros de piedra que les ofrecían protección o descubriría que tenía más cosas en común con aquellos seres de otro planeta que con sus propios padres. Por la mañana se llevó la sorpresa.
-¿Vamos al río?- habló entusiasmado sin dirigirse a nadie en particular e incorporándose- me apunto, y sería la hostia si de camino nos encontramos alimento, ¿Sabéis?, algunos de aquí se me están empezando a hacer muy apetecibles y prefiero cruzarme con algo sabroso que perder a uno o dos de mis compañeros en mi barriga el primer día- acabó con una sonrisa maligna, y hablándole a la noruega.- ¿Me acompañas?, voy allá donde la aventura surja, si te quedas aquí podrías aburrirte, el río tiene pinta de ser divertido- se acercó a susurrarle lo último para que nadie se enterara- y además, me muero por ver las caras de estos tipos y las chicas cuando un chico de diecisiete años se dedique a salpicarles lo más fuerte que pueda.

Sigue en el  Río

La niña belga no se movió de su sitio ni si quiera para ir a ver a las cosas voladoras de fuego que seguramente eran horribles y mortíferas. Intentó mantenerse alerta y a la escucha en todo momento, pero pronto el cansancio mental y la inmovilidad la hicieron caer en un sopor que la durmió. Cayo dormida mucho antes de lo que le hubiese gustado y antes de poder haber escuchado las nefastas noticias del tiempo que les quedaba de estancia en aquel oscuro y deprimente lugar.

Fue Mónica, la española quien la despertó sacudiéndola con palabras, en opinión de la pequeña, incoherentes.

- ¿Explorar? ¿el qué? – tan dormida estaba que se puso en pie automáticamente en busca de su mochila, luego al darse cuenta de que ahí no iba a estar dijo: - y no hablo en sueños, ni si quiera estaba soñando… -frunció el entrecejo ante el bullicio de actividad que la rodeaba.

-¿A dónde vamos? – y para dejar claro que ella iria a donde la española fuese le entendio al mano para levantarla del suelo, no iba a soltar esa mano hasta que estuviese seguro de que había alguien más normal entre ellos. Pero no tuvo que esperar respuesta de la española pues Sox respondió por ella sin pretenderlo.

-Vamos a un río… - “Al lado del cole está lleno de lagos y riachuelos, pero aquí no parece que vayan a ser como esos… seguro que están llenos de pinchos, y habrá patos y cisnes malvados que te persiguen si te acercas mucho, y peces grandes con dientes enormes esos que viven en otro sitio y son que comen personas, las piranias creo que se llaman…” y mirando a monica dijo:

-¿Crees que habrá piranias asesinas en ese río?

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