Prisión (Archivo VII)

Recuerdo del primer mensaje :

Fueron los temblores los que terminaron por despertarla. Abrió lentamente los ojos sintiendo un nuevo estremecimiento al tiempo que intentaba cubrirse aun mas con el poncho instintivamente, dándose cuenta que se encontraba sobre una cama. Soñolienta aun y con el frío calando su cuerpo desnudo bajo el poncho miró alrededor. Estaba en un cuarto sin mas luz que la que provenía del pasillo, pues la puerta estaba entre abierta, acostada en una cama que había tenido mejores tiempos, aunque para ella era un pequeño lujo.

Los recuerdos de su breve encuentro con Dama Aroma llegó a la mente de Pam. Frunció el ceño pues aquel sitio no tenia pinta alguna de ser magnifico, parecía un tugurio de mala muerte. Agarro el mango del cuchillo dentro de su delantal para conseguir seguridad antes de bajarse de la cama, sintiendo la piedra bajo sus pies.

<<Que lugar mas extraño>> pensó acercándose despacio a la puerta no habiendo NAda mas que ver allí salvo suelo sucio y una cama incomoda. Empezaba a temer el haberse equivocado por confiar en Dama Aroma ¿y si había sido llevada a otra granja? <<La suerte no puede ser tan cruel...>> inquieta, asomándose un poco por el orificio que permitía que entrara cierta luz en el cuarto. No había nadie fuera, solo un largo pasillo cubierto de piedra. No había ordes alguno fuera y aquello le era extraño. Las granjas siempre estaban cuidadas y vigiladas por los ordeses, pero allí no solo no había nadie sino que tenia un aspecto bastante decadente.

<<Incluso si lo hay, tengo mi cuchillo>> aseguro dándose confianza antes de empujar un poco la puerta con esfuerzo, pues era bastante pesada y abrir un hueco lo suficientemente grande para colar su menudo cuerpo. Ya afuera, vio que tanto a su derecha como a su izquierda el pasillo parecía no tener fin y solo era iluminado por la tenue luz de las antorchas. No solo eso, sino que todo era...grande, el techo, la puerta, la cama donde había despertado y aquello solo añadió otra duda mas a la mente de la mono del queso.

-¿Y ahora que? -se preguntó Pam confundida y frunciendo aun mas el ceño. Sin saber donde estaba ni por donde ir, solo le quedaba una opción: dejad que la suerte la guiara. Cogió una de las agujas de su pulsera y acuclilló en el suelo sintiendo un poco mas de calor llegando a ella al hacerlo, colocando la aguja en vertical sobre una de las losas de piedra, la aguja se mantuvo de pies apenas un par de milésimas de segundo después de que apartara el dedo, cayendo hacia un lado antes de rodar un poco y quedarse quieta- A la izquierda entonces - murmuro Pam, tomando la aguja de vuelta y devolviéndola a su lugar, para seguir el pasillo indicando sin dejar de restregarse un brazo para intentar calentarse un poco y con el cuchillo firmemente agarrado en el bolsillo.

- A veces en Idris hay este silencio- dijo Siete- pero siempre está el mar de fondo. Incluso cuando todo el clan se ha retirado a dormir.

Y a sus hermanos respirando, cerca de él. O las conversaciones en voz baja de tiendas cercanas. No le gustaba la noche de Rocavarancolia por lo antinatural de su color plano y la falta de astros. Porque todo era piedra y el estaba acostumbrado a otro tipo de construcción y de ambiente.

- ¿Vienes de una ciudad?- le preguntó a Sox- Tú y Rad, si os conocíais ya de antes.

Mon escuchó, de nuevo en silencio, la historia de la captura de Zana, muy parecida a la suya (“¿También la recogería Doce Punto?” se preguntó, ahora mirándola con curiosidad), y el diálogo de Tritón y Vampy acerca de dónde estaban y por qué estaban allí, con temor creciente. Se estremeció  ante todo lo que sus compañeros dijeron, abrazando con más fuerza su manta y apretándose el estómago con las manos. Y al oír al ave hablar de matar comenzó a rechinar los dientes, palideciendo ligeramente.

-En mi mundo los asesinos son condenados a penas de cárcel (los que no se escapan), y las otras personas son cazadores o militares, gente entrenada- comentó en voz baja. –Técnicamente matar es fácil si se sabe cómo, o eso dicen, pero yo nunca he hecho daño a nadie… al menos a propósito y nunca de ese modo- bajó aún más la voz. –Y sinceramente, no querría hacerlo. A no ser que fuera defensivo.

Asintió a lo de salir a explorar, de acuerdo con Doña Plumitas, y fue al escuchar a Vampy hablar de comida cuando su estómago decidió rugir. Se aferró más fuerte a su estómago, susurrando un “lo siento”, tratando de ignorar otro retortijón que le retorció las tripas forzándose a seguir la conversación y girándose sin levantarse a mirar desinteresadamente por la ventana cuando Krit dijo lo de la ciudad, aunque desde ese ángulo no veía gran cosa. Cuando Vampy dijo algo de ratas voladoras se lo quedó mirando ojiplática. “El primero en volverse loco. Dios mío, ese es el futuro que nos espera, viendo ratas prendidas en fuego volando por el mundo”.

-Eh… ¿Ratas voladoras y fuego, dices? Bueno, tal vez es mejor que te sientes…- comenzó  diciendo con suavidad, cuando Tritón la interrumpió. “Otro” se dijo con desaliento. “Pues sí que estamos cayendo rápido”. Sin embargo la curiosidad pudo con ella y se levantó para unirse a sus compañeros, que charloteaban acerca de fuego y vida (momento en que por fin el vestido húmedo resbaló hacia sus pies. Mónica lo recogió, envolviéndose aún más fuerte con su sábana para que no se viera nada de piel “Si sigo envolviéndome tanto voy a acabar siendo momia” y colgando el trapillo rosa de un saliente en la pared que había por ahí para que acabara de secarse). Después se acercó con timidez a los chicos, soltando una exclamación aguda al ver a los murciélagos.

-¡Vaya! ¡No estabais bromeando, existen de verdad!- frunció el ceño al escuchar a Vampy hablar sobre el silencio de la ciudad. –Es cierto. No me gusta… ¿No hay nadie más que nosotros y estos bichos aquí? No puede ser, ¿no? Yo sí vengo de una ciudad- le dijo a Tritón. –Y este silencio… es muy diferente a cualquier otro que haya escuchado.

Volvió a mirar por la ventana, pensativa. -¿Qué creéis que nos va a pasar?

—¿De qué otro sitio voy a venir? —ató cabos y admitió con reluctancia que no en todas partes tenía por qué ser necesariamente lo mismo—. Sí. Se llama Pontus. No es que eso vaya a decirte nada —hizo hueco en el alféizar para que se les uniera Mónica—. Hubo una avería en el tren subterráneo donde estábamos. Nos asignaron al mismo compartimento mientras se solucionaba, y entonces llegó el tipo que nos habló de este lugar.

Sospechoso. Ahora que podía, Sox lo veía con la claridad del cristal. De nuevo la irritación consigo mismo por no haber pedido ni siquiera una mísera credencial.

—Pues claro—repuso ante la exclamación de la humana, sin comprender qué otra cosa esperaba. ¿Para qué iba a habérselo estado inventando?
Su pregunta, por otra parte, recondujo la conversación al punto donde la habían empezado, y Sox taladró a las ratas voladoras con la mirada como si ellas pudieran darle una respuesta.
—¿A juzgar por lo que nos ha pasado hasta ahora? Nada de nada—terció—. Lo único ajeno a nuestro control que hemos hecho ha sido despertar. Si se prolonga el patrón, es improbable que mañana aparezca alguien con instrucciones —aunque Sox deseaba con todas sus fuerzas que todo aquello fuese solo una irregularidad y que llegase alguna clase de fuerza mayor a poner orden. Reflexionó un poco más—. Como mínimo tampoco parecemos estar en peligro. Éste es un secuestro extraño.

La falta de estímulos constituía un cero absoluto, para bien y para mal.
—Si existe esta especie de animal es de recibo que haya más, por mera cadena alimentaria —dijo a continuación tras una pausa, continuando el pensamiento de Mónica—. Y hay edificios —primitivos, pero los había—. Puede que ya no viva nadie aquí, pero lo hubo. Si accedemos a ellos deberíamos encontrar cosas que nos orienten.
Se le encendió entonces una bombillita en la cabeza.
—Había una fuente cerca con un hechizo de logomancia para que entendiéramos el lenguaje de aquí —compartió con los otros—. Puede no sea casual, y que el objetivo sea precisamente unir las piezas a partir de lo que vayamos encontrando.
¿Apañárselas para sobrevivir por su cuenta mientras iban deduciendo los datos que faltaban? A Sox no se le  ocurría una prueba más completa que aquella.

Siete alzó las cejas y torció la boca un momento.
- Lo dije antes, nosotros eramos nomadas. No suelo usar techos que no he montado yo y que no pueda desmontar cuando sea necesario. Tampoco sé lo que es un tren- reconoció.

Se quedó en silencio, asimilando el razonamiento que siguió a la pregunta de Mónica. Le parecía que era asumir que había un objetivo en absoluto, pero era util en términos de mantener alguna meta en la cabeza de la gente. Su cara reflejaba, sin embargo, que no estaba convencido. Luego cogió un gesto serio, según fluían sus pensamientos. Tardó en encontrar palabras que considerase inocuas. Si en las ciudades de esos mundos se mentía con regularidad, quizás se ofendieran de formular su punto de vista al respecto.

- Nunca usaría una mentira para bromear- dijo con suavidad, tanteando-. No miento desde que era muy pequeño.

Debería ser evidente, Siete lo esperaba así. Incluso callado, todo en él hablaba. Tenía un rostro expresivo y los gestos infantiles de alguien que nunca se ha planteado necesario esconder sus emociones sobre las cosas. Su voz fluctuaba verdadera a los matices de lo que decía, añadiendo a sus palabras. Siete se apoyaba en eso al hablar para que entendieran lo que decía, si no más. Tampoco esperaba que, con honestidad o sin ella, a la gente le faltara la perspicacia para verlo.  Había formulado su comentario como una pregunta, esperando con inocencia que ellos tomasen la invitación para hablar de si mismos. Si hubiera sabido que sus palabras estaban cortadas en significado, quizás no se hubiera atrevido a usarlas de ninguna forma.

Mónica sonrió ante las seguras palabras de Vampy. Era cierto, al menos ellos estaban a salvo, y era cierto, había edificios, en mal estado, pero ahí estaban. “Puede que este silencio sólo sea una parte normal de las noches de esta ciudad. Simplemente algo más” se dijo, tratando de convencerse. “A lo mejor así es el silencio de una zona tranquila…”. Se revolvió y sonrió ante lo que Tritón contaba.

-¡Nómadas! Vaya, qué bonito… en mi mundo hay comunidades nómadas también, ¿sabes? Una de las más conocidas vive en el desierto. Siempre he tenido curiosidad por saber más acerca de ellas y cómo se vive allí. Y sobre todo por la higiene, ¡me encantaría saber acerca de eso!- estornudó ("Mierda. Creo que me he resfriado. ¡Tengo un paracetamol y un ibuprofeno! ¿Cuánto tiempo acabaré estando aquí? Mejor me los reservo para momentos extremos...") se sorbió la nariz y por fin levantó la vista-... perdón. Y un tren es un transporte, tiene vagones, que son como habitáculos donde va la gente o las mercancías y… se desplaza muy rápido. Es muy útil a la hora de transportar, ya sean personas u otras cosas.

Cuando Vampy planteó la idea de buscar piezas para sobrevivir la chica se emocionó sin poder evitarlo. “Exactamente igual que un escenario post-apocalíptico de videojuego” se dijo. “Espero que no haya zombies, pero ¡uau!”.

-¡Como una búsqueda del tesoro! Me encanta jugar a eso, aunque claro... ahora no es un juego.- exclamó con los ojos brillantes, pero al escuchar a Tritón se le apagó un poco el brillo. -No, no…- comenzó sin saber muy bien qué decir. –No quería decirlo como ofensa, es que cuando habéis empezado a hablar sobre murciélagos volando en llamas… bueno, en mi mundo eso no es normal, y pensé que os estaba afectando el hambre o algo- rio. –Era una forma de hablar. Y haces bien en no mentir. No es algo que se deba de hacer- le guiñó un ojo de modo amistoso.

Se volvió de nuevo a mirar a la ciudad y a los murciélagos, que volaban haciendo lo que se supusiera que hacían los murciélagos llameantes. Tras un rato Mónica carraspeó, repentinamente incómoda. –Por cierto... Ojalá no os importe pero os he puesto motes en mi cabeza. Es algo que no puedo evitar. ¿No os importa que os llame por el mote? Hasta que no me acostumbre a todo esto no voy a poder acordarme de vuestros nombres como Dios manda… mi hermano siempre se reía con eso, pero es algo que no puedo evitar. Creo que es mejor decirlo ahora, que al menos así estáis sobre aviso- les miró con ojos suplicantes.

Si no le dejaban mantener los motes... le iba a costar un mundo y medio hacer vida normal en ese sitio con ellos. "Ojalá me dejen. Si no se lo voy a llamar en mi cabeza, y voy a acabar liándome" se dijo frotándose la frente. "Empezamos de nuevo como en los primeros días de colegio. Por eso no me gusta conocer gente o entablar mucha conversación" se recordó a sí misma. "Les suena raro. ¿Dónde estarán Sara y Jonás cuando les necesito?".

Con el taconeo adjunto al adoquinado, el diestro abriose paso de vuelta. Non estabase seguro de haber cubierto toda la mazmorra, pero su instinto le decia que erase futil, pues no habia logrado salvaguardar a ningun inocente de lo que fueran aquesas criaturas imaginadas con magia. Todos tenian picura o dos, y todos presentabanse todos los signos. No muertos ni tampoco vivos. ¿Que suponenese que debian de hacer ellos? Acaso, ¿era cristiano el dejarlos ahi?

Con esos y muchos otros pensamientos, el español se dirigió a la fuente una última vez más con tal de lavarse las heridas. La quemadura de la curacion, premiaba, y cosida y no sangraba, mas non queriase arriesgar, una infeccion tonta podria acabar con el más gallardo de los luchadores. Lavosela y puso ruta de vuelta a donde habia dejado al grupo la última vez.

Llegando a escuchar la última frase de su compatriota, el diestro entró agarrando su sombrero en pos de esconder el rostro y, sobretodo, su mirada un tanto desalentada.

―Cualquien don o donna podriase quejar, denota un tanto falta de atención por la vuesa parte Señorita Mónica.―jaló.―Mas, si fuerase dificil pronunciar el mio nombre, bástame con que llameisme Lorenzo, a secas. Mismo va por todos. No es buena merced obligaros a...―
Su mirada posose en Sarkit y entonces quedose en sumo sacro silencio de pura anodacion.

Sus palabras no pasaron desapercibidas, pero no le gustó nada la reacción de la mayoría. Chamán y todos los que la miraron mal perdieron puntos, y eso que algunos estaban a cero desde el principio. <<¿Qué hay peor que cero?>> Sakosa en cambio mejoraba. Ya por su apariencia subía a un cinco, por no ser blandita como los otros y tener alas como ella. Si encima sabía pelear, mejor que mejor. En su lista mental, el insecto estaba casi a la misma altura que Chamán... y los demás se amontonaban como basura en el nivel cero mientras gritaban y hablaban de dioses y chorradas.

Se recostó contra la pared y miró a Sox.

―Pues claro que llevamos horas sin comer. Y más que nos quedan hasta que amanezca, así que dejad de hablar tanto y de gastar energía en cosas tan inútiles como intentar adivinar qué hacemos aquí ―no se creía la mitad de las cosas que decían algunos, pero tampoco podía aguantarse―. En cuanto despunte el alba subiré al tejado y echaré un vistazo desde el aire... y a ver qué veo ―añadió tras las palabras de Siete y miró a Sakosa―. Coincido contigo. Antes de beber en la fuente eché un vistazo y no... ¿qué?

Ratas voladoras en llamas. Algo así había dicho Sox. Realmente no importaba. La roquense se incorporó de un salto a la mínima mención de fuego. Se fue rauda hacia la ventana y se quedó boquiabierta al contemplar semejante espectáculo. Criaturas aladas, pequeñas, con todo el cuerpo en llamas. Parpadeó varias veces, dio la espalda a la ventana, tomó aire y volvió a mirar.

―¡Bichos en llamas! ―exclamó, y luego se pegó aún más a la ventana.

Estaba pensando en algo. Realmente pensaba en varios "algo" pero todos tenían un denominador común: ir a por ellos.  <<¿Serán inteligentes? ¿Son mágicos? ¿Si los cazamos... nos ahorramos cocinarlos? No tendría sentido, no se queman... ¿Y si los capturamos y usamos como linternas? Tampoco: solo tenemos tela y la quemarí... eh... si no se queman con su propio fuego una de dos, o los bichos tienen magia en su cuerpo y les impide quemarse ¡y podríamos usarla si los despellejamos! O bien... su fuego no quema... aunque eso es improbable; ¡el fuego siempre quema! Lo único claro es que si se nos lanzan en picado duraremos poco...>>

―Hmmmmmm...

Apretó el ceño y se giró para mirar a sus compañeros que no dejaban de parlotear. Hablaban de sus mundos. Otra vez ese maldito tema. No tenían nada mejor que hacer, como hacer turnos de guardia o grupos de exploración para mañana. ¡No, para qué! ¡Hablar de sus condenados mundos era vital! Apretó tanto el ceño que el ojo derecho se le empezó a cerrar. Ella lo abría pero volvía a cerrarse y ella a abrirlo varias veces. <<En serio... Ah, un cambio de tema decente, menos mal... Sí, venga, intentad averiguar qué son las ratas pirómanas sin moveros de la habitación... O venga, sí, averigüemos qué hacemos aquí sin ¡¡SALIR...>>

Una aparición inesperada detuvo el río de pensamientos. El de las alas falsas acababa de aparecer por la puerta y se había quedado como congelado en el sitio tras hablar de esa forma tan rara suya. Sinceridad, que empezaba a hartarse de todo, cruzó la habitación y se acercó a la criatura. Le cogió por un hombro y le sacudió un poco.

―Eh, que te has congelado, ¿qué te pasa?

Eriel observó al resto de los cosechados allí reunidos, no tenía muy claro si intervenir, parecía que sus opiniones no eran muy apreciadas pero no pudo llegar a callarse.

Llegado el punto sus tripas sonaron y fue consciente del hambre que tenía, no sabía cuanto tiempo había dormido pero como mínimo su última comida había sido hacía un día, o eso le parecía a él.

-Yo también tengo hambre, pero seguro que hay alguna forma de obtener comida - se negaba a creer que los dioses los hubiesen abandonado sin una forma de obtener alimento, claro que cabía la posibilidad de que fuese una prueba y tuviesen que encontrar una fuente de comida. Hizo una pausa y miró al resto.- También veo bien establecer este lugar como nuestro campamento y punto de referencia cuando salgamos a explorar, por lo menos hasta encontrar un lugar mejor.

-Lo cierto es que no creo que haya habido ningún error, por las leyendas los portales están ahí siempre conectados con este lugar. Y no veo a dama Liviana comentiendo un error así - comentó.- El humo verde... Sí, a nosotros también nos lo lanzaron, dama Liviana estaba preparando un hechizo en una especie de caldero y cuando acabó una explosión de humo verde se tragó Varanublia, al disiparse sólo quedábamos cinco personas en pie, ningún adulto. Creo que era una forma de detectar a los elegidos para venir.

También el chico quiso ver los milagros llameantes y se acercó a al ventana.

-Magia, tiene que ser magia - miró a Sox esperando una confirmación, parecía ser el que más sabía sobre aquel tema y, aunque no sabía nada sobre la Luna y sobre la ciudad Eriel decidió confiar en él para ese tema. Se dio la vuelta con lo dicho por Mónica con una sonrisa.- A mi no me importa, aunque preferiría que te lo aprendieras rápido que no es muy difícil - se calló al ver entrar a Lorenzo y lo miró con curiosidad. Una vez se presentó y pareció quedarse en blanco el chico siguió su mirada pero no dijo nada acerca de lo que pensaba. Se dirigió a Sox.- Quizá cuando se haga de día debiéramos lo primero de todo buscar algo que comer, la información la conseguiremos con el tiempo, pero el hambre es más acuciante. Deberíamos además acostumbrarnos unos a otros, por lo que sé esto dura hasta la salida de la Luna Roja y faltan... bueno, no sé cuánto pero unos meses seguro - dijo un poco preocupado por lo que esta información podía suponer para el resto.

Sox parpadeó, tratando de rebobinar mentalmente a una época de Carabás lo más parecida posible a lo que contaba Siete. Sin éxito. No lograba imaginar ningún aspecto de su vida sin magia, y ésta proveía con facilidad de un techo sólido. Su compañero había dicho que la conocían, así que puede que de lo que no dispusiesen fuese de hechizos de moldeo de ningún tipo. Seguía resultándole extraño.
Asintió cuando Mónica explicó por él cómo era un tren. Hasta el momento todo iban siendo diferencias: empezaban a emerger las primeras similitudes. Puso los ojos en blanco cuando Sinceridad se les unió en la ventana. ¿Por qué todo el mundo se empeñaba en creer que bromeaba con esas cosas?

Hubo una pausa pequeña, que Siete rompió con palabras salidas de la nada.
—¿Y eso viene a cuento de qué? —preguntó directamente, extrañado. Mónica siguió el hilo y ante aquel curso de la conversación Sox se limitó a encogerse de hombros—. A la larga no lleva a ninguna parte —yendo con la verdad por delante se trabajaba de forma más eficaz.

Le llamó la atención que la española también conociese en persona a un pariente de sangre. Se preguntó si en la Tierra era común vivir con la familia de uno.
—Prefiero que uses mi nombre —dijo con firmeza—. Pero mientras no sea ofensivo usa lo que quieras mientras tanto.
No se le ocurría un mote que acudiese más rápidamente a la mente que la palabra de tres letras que era su nombre, pero cada cual tenía su mnemotecnia. Si decía que así memorizaba más rápido él no se iba a meter.

Regresó el que faltaba. Venía solo, y ahora que habían encontrado a Sak (o más bien ella les había encontrado a ellos) Sox no había esperado otra cosa. Cabía la posibilidad de que despertaran los comatosos, y pensar en ellos le produjo inquietud. No le gustaba aquella mazmorra, aquel lugar donde no se atendía a los despiertos y los durmientes eran simplemente dejados ahí.
—¿Qué has encontrado? —le preguntó a Lorenzo. Siguió la dirección de su mirada y aclaró—. Acaba de llegar. Está igual que nosotros.

Eriel le miraba interrogante y Sox ladeó la cabeza, examinando ahora con más detenimiento a los murciélagos.
—Podría ser, pero más bien apostaría por algo natural —señaló los múltiples puntos de luz—. Son más de una sola colonia. Habría que ir prendiéndolos uno a uno, además de que sería un gasto de magia inútil.
Asintió ante sus palabras, meditabundo. El hambre seguía punzándole en el estómago, desconcentrándole. Tal vez por eso pasaron unos segundos hasta que reaccionó, girándose con brusquedad en el alféizar.
—Espera. ¿Qué? ¿Meses?
¿Acostumbrarse unos a otros? ¿Luna Roja? Nadie le había explicado nada de aquello.


Fuera, las máquinas animalescas habían terminado su trabajo. El rumor de sus alas y apéndices se intensificó cerca de la salida hasta finalmente desaparecer. Ya no quedó ninguna en la mazmorra.

Nada.

Eso era lo que había conseguido mientras buscaba a los durmientes, se encontró con todo tipo de seres extraños, desde un insectoide hasta un pequeño ser verdáceo, pasando por un ser alto de piel rosacea como Dafne y Tay pero de pelo blanco y con colmillos por dientes. Los iba examinando, tanto curioso por sus facciones como interesado en encontrar alguna herramienta útil. Nada. Ninguno de ellos llevaba nada encima más que sus ropas. Barael recordó como había dejado su bolsa junto a Brinava y Per en un extraño impulso.

<<Quizás ese humo también te imponga la necesidad de dejar cualquier cosa que pueda ser útil.>>

No pintaba nada bien, el humor de Barael se ensombrecía cada vez más ante la posibilidad de que los durmientes fuera algo que a los rocavarancoleses se les escapara de su control. En su fuero interno rogaba porque aquello fuera una macabra prueba.

Y en los últimos recónditos de la mazmorra lo vio, y no pudo hacer más que quedarse congelado en frente suya, con los ojos abiertos como platos. Hacía falta más que un molesto humo para hacerle olvidar aquella cara. Era uno de los otros tres, uno de los cinco nublinos elegidos en la plaza por Dama Liviana para formar parte de rocavarancolia. Aquello había dejado de ser una macabra prueba. Algo nefasto ocurría.

Poco a poco pudo moverse otra vez, se encontraba sudando en frio e hiperventilando. Él y lo que era peor, su hermano, podrían estar ahora mismo así, sumidos en un sueño eterno. Tenía que calmarse, sabía que si se dejaba dominar por el miedo se acababa todo, ya no pensaría con claridad.

<<Eriel>> -Repetía en su cabeza. <<Tengo que proteger a Eriel.>>

<<Necesitamos algo con lo que protegernos.>>

Sus ojos buscaron alrededor, lo único que había era piedras, pero era mejor que nada. Antes de ponerse a recoger las que él viera que le valieran miro en las últimas dos salas. En la última encontró a otro de los tres nublinos. Esta vez no se paró, debía volver rápido con el resto. Empezó a tomar las piedras que quería del suelo usando su poncho como soporte mientras en su cabeza se preguntaba dónde estaba el nublino que faltaba, aquel que habían tenido de lado.

Cuando volvió ya estaban todos acomodándose en la sala, el pasó hacia de lado de su hermano cargado de piedras en el poncho, y apartando las sabanas del suelo dispuso su lugar de trabajo. Una piedra más grande como apoyo encima del suelo, separó las piedras alargadas y algunas con ya media forma de lo que quería a su izquierda y las más redondeadas y gordas a su diestra. Comenzó entonces, piedra contra piedra, a darles forma a las alargadas con las redondeadas, creando la herramienta más básica de piedra del hombre.

Tener algo en las manos le relajaba, cosa que le venía muy bien. Con expresión seria siguió con su labor mientras todos hablaban, no iba a decir nada, haciendo que el pánico cundiera no ayudaría, lo único que ellos podían hacer era sobrevivir y esperar que no faltase mucho para la luna.

Cuando su hermano le puso la mano del hombro se sobresaltó y giró rápidamente la cabeza en su dirección por si ocurría algo, pero solo estaba presentándose y explicándoles lo que les esperaba. También fue cuando se percató de que el insectoide estaba en la sala. Siguió a lo suyo ahora escuchando que decían sus compañeros.

Poco a poco la primera iba tomando forma, la había cogido la primera por ser la que menos trabajo le daría pues ya tenía una forma adecuada.

Todos decían de donde venían y como los habían traído. Aparte, el amarillo-verdoso parecía hablar dando opiniones, ya debía de haberse presentado. Recordó que ya había dicho su nombre antes. Empezó a asociar nombres a caras, Sox, Nad, Mónica...

Lo de las ratas prendidas en fuego no le sorprendió demasiado, había muchos relatos de criaturas fantásticas dados por los rocavarancoleses y si mal no recordaba algo había sobre estas.

-Murciélagos de fuego. -Murmuro por lo bajo, recordando el nombre de esas cosas, no se levantó sin embargo, solo siguió trabajando.

A la llegada de Lorenzo ya tenía prácticamente acabada la primera solo unos retoques más y por fin la acabó, le relajó bastante saber que al menos tendrían eso para defenderse. Le pasó a su hermano la primera, una piedra afilada para ser capaz de apuñalar algo o rasgarlo de forma rudimentaria y que era bastante fácil de sostener. Se sentía algo mejor así que se unió a la conversación interrumpiéndola en la pregunta de Sox. Su expresión era una mascara de calma y seriedad, aún así los mas perceptivos podrían notar en su voz y su mirada toques de ansiedad.

-Sí, meses. En fin. Mi nombre es Barael y tal y como ha dicho mi hermano procedemos de Nubla y ya teníamos contacto con aquellos que os han traído aquí. Todos los aquí presentes hemos sido elegidos para formar parte de rocavarancolia, pero para ello tenemos que esperar a que aparezca la luna y nos cambie y al parecer tendremos que sobrevivir hasta entonces por nuestros propios medios. La luna saldrá en unos meses, pero no se en cuantos exactamente. Esta otorga poder a aquellos presentes que tengan ese algo especial por el que estamos todos aquí. Por cierto Mónica, llámame como quieras. Mas cosas... ah, sí, el humo verdáceo. Parece ser que lo sufrimos todos, más o menos lo que parece hacer es atontar al que lo inhala o por lo menos atontar a elegidos como nosotros pues al resto de habitantes de la ciudad en la que estábamos los puso a dormir como ya ha dicho mi hermano. Por lo que decís parece ser una manera de asegurarse que vengamos sin objeción. En cuanto al tema de comida por aquí no hay más que alimañas, que a una mala nos servirán de algo. Aún así movernos por la mañana me parece la mejor opción, con un poco de suerte, habrán dejado una mejor manera de obtener alimento, así como han dejado una fuente con agua potable.

Se guardó para sí la funesta conclusión a la que había llegado. Era mejor que los ánimos no decayeran mas de lo que estaban.

Mon miró muy seria a Íñigo Montoya, que había regresado de su excursión, dispuesta a dar por enésima vez el discurso que daba siempre que se llegaba al tema de los motes.

-No es cuestión de falta de atención. Es como un tic. Me cuesta acordarme, mucho, da igual lo cortos que puedan ser vuestros nombres, hasta que no os conozca bien no podré acordarme…- se encogió de hombros tratando de parecer despreocupada pero fracasando en el intento. –Hay gente que se come el pelo, yo pongo motes que me recuerdan a esa gente por alguna razón. No puedo evitarlo- sonrió a Cenizo al escuchar su respuesta, y asintió en dirección a Vampy. –Sí, es sólo hasta que os conozca y coja confianza- comentó con naturalidad, aunque por dentro le palpitaba muy rápido el corazón. –No sé por qué me pasa, pero es así- suspiró y se frotó la cara con la manta. –A mucha gente le da rabia y eso me causa muchos problemas…

Se calló la parte de que a veces lo hacía aunque se acordara del nombre del susodicho por costumbre, pereza o simples ganas de molestar. No creía que fuera una información que ellos necesitaran. Sin embargo parecía que el diestro le había dejado de prestar atención por… un bicho más grande. Mon rio entre dientes con el desconcierto del medieval al ver a Krit. “La verdad es que da muchísimo mal rollo. Pero que mucho. Pero a la vez es súper molón.” se dijo mientras le observaba disimuladamente también, y volvió a reír suavemente al ver a doña Plumitas acercarse a él y tratar de sacarle de su parálisis mientras escuchaba de fondo a Vampy, su explicación sobre los murciélagos y la presentación en sociedad de Krit, pero su sonrisa se congeló en cuanto su cerebro procesó lo que había dicho Cenizo, ahogando un grito de consternación.

“¿¡MESES!?”.

Vampy se le adelantó en decir algo mientras ella abría mucho los ojos, que se le llenaron de lágrimas. No pudo decir nada, sin embargo, ya que el otro chico gris comenzó a hablar. Le escuchó en silencio y con la boca abierta, asintiendo levemente al decir este su nombre. Ignoró por completo el resto del discurso, incapaz de concentrarse en él.

-Ha… ¿habéis dicho que vamos a estar aquí… meses? N… tiene que haber una equivocación- comenzó a pasearse nerviosamente, notando de nuevo cómo le volvía el malestar, y apretándose inconscientemente el estómago, que se le volvía a retorcer. -¿Meses? ¿Y mi familia? ¿Y mi…- musitó, casi para sí misma. Se detuvo para observar de nuevo a los nublinos, secándose con impaciencia una lágrima. –Por favor, decidme que estáis equivocados. ¡No podemos pasar aquí meses! ¡Tenemos una vida que nos espera!

Se quedó quieta en el sitio, aferrándose las manos y apretando la manta a su alrededor, esperando una respuesta que por desgracia sospechaba que no le iba a gustar, tratando de contener un ataque de histeria.

“No puedo estar meses aquí. No sin Jonás. No sin papá. No sin Sara. No sin higiene básica. No. Esto es una equivocación" se dijo mientras le comenzaba a temblar la barbilla. "No puede ser".

Sacudiole la palomina, quiso escaparse por extraño debido a la su falta de espacio personal, pero pronto el diestro encontrose escuchando al neno explicarle la situación. De una sacudida de hombro, y paso a un lado, apartose del ave y procedio a responderle.

―Todos han sido marcados por las criaturas. Non puse apartar a ninguno a tiempo.―procedio a taparse el rostro con el sombrero mientras hablaba.―Alimañas, hongos y oscuridad he hallado, pero nada más.―

La nueva criatura hablole, de manera tanto ruda y, con ceja alzada, contestola, con igual de salinidad que esta.

―Simio puede mas rey no soy, ¿Porque preguntais? ¿Acaso sodes vos realeza coleoptera?―

Fijose entonces que unos cuantos habianse encalagado viendo una serie de criaturas incandescentes voladoras a las cuales el diestro no dio una segunda mirada con tal de conservar el su buen juicio. <<Aqueste lugar es de locos>>

Apartose de todo centro en la sala y plegose contra una pared, tras lo cual habló una vez más.
―Saldremos al romper el alba.―

Sinceridad le soltó a la menor señal de que volvía en sí y se apartó. <<Mis compañeros alucinarían con la forma de hablar de esta criatura... Y Sakosa le llama Simio, a otros llama monos... ¿Qué será todo eso?>> Cuando terminó de hablar, le miró sin saber qué decirle y se apartó del todo. Y menos mal, porque Sakosa le tiró la piedra al simio. <<Esta es la mía>> Fue detrás de la roca y la tiró por la ventana. Después, volvió al mismo sitio donde se sentó antes y volvió a alzar la voz. Con suerte sería la última vez aquel día.

—Coincido con Lo. Pero antes, ¿haremos turnos de guardia? No sabemos qué puede vivir en esta ciudad y paso de dormir como si nada. Si alguien no quiere turnos le recomiendo que se vaya a dormir a otra habitación. Así si algo le sorprende en la oscuridad no nos salpica a los demás—les dijo muy seria—. Empezaré yo —se ofreció—. ¿Quién sigue?

No lo hizo por ellos sino por sí misma. No se fiaba de cerrar los ojos con tantos extraños así que prefería vigilar... o vigilarles. Si podía, no pegaría ojo en toda la noche. Quizá unos minutos como cuando había buena comida y se echaba a descansar, pero nada de dormir del tirón toda la noche. No iba a morir con la cabeza aplastada por una piedra o desplumada por crías de monos o simios.

Siete no se planteaba la posibilidad de regresar a las costas de Idris, pero la alarma general lo afectó igualmente. Se hundió levemente en el sitio, cogido a su sábana. "¿Estará Sirce bien? ¿Están todos bien?". Al menos mojar la camisa había servido para algo. El golpe de la piedra casi lo echó atrás en la cama. El susto de Siete dio paso a un breve momento de ira, que se calmó según la piedra abandonaba por fin la habitación. Frunció el ceño e hinchó los carillos, y luego tironeó más de sus sabanas, molesto y nervioso por lo oscuro del ambiente general.
- Estas siendo morbosa- le dijo a Sinceridad, solo como dato. Sus predicciones no le preocupaban más que el resto de circunstancias- Muchos vamos a seguir despiertos porque debemos llevar horas en la cama ya. Yo mismo haré guardia por ti, si es que vas a fiarte.

>Mónica- llamó. En contraste con el desdén de la última frase, a la chica la llamó suave. Se le acababa de ocurrir como podía desviar la conversación hacia temas menos graves-. Aceptaré el nombre que te parezca si no es ofensivo. El que uso normalmente tampoco es el que me dieron mis padres- se deshizo de las sabanas y le enseñó la espalda- Mira, ¿distingues la cicatriz del omoplato? ahora debe parecer un garabato pero es de donde salió la broma. Se parece a la forma idrina de escribir "Siete"; la cifra, no la palabra.

Eriel vio las reacciones de los demás y no le sorprendió para nada la de su hermano que, como siempre, ya había encontrado algo para hacer, no podía estarse quieto no. Se guardó lo que le tendía sin prestarle mucha atención, ya lo miraría luego.

-No puedo darte más información, es todo lo que sé - le respondió a Mónica.- La Luna Roja se alza unos meses después de la cosecha, yo he venido aquí para eso, para que me ilumine con su luz, me considere digno y me transforme. No puedo darte una cifra exacta, ni tampoco puedo decirte por qué estamos aquí solos en vez de estar rodeados de ciudadanos. Lo único que se me ocurre es que sea algún tipo de prueba para ver cómo nos desenvolvemos - dijo haciendo suposiciones.- Yo también estoy un poco preocupado por mis padres y mi hermano pequeño, pero supongo que alguien les habrá dicho que somos elegidos y estarán más tranquilos. Quizá hayan hecho lo mismo con el resto - comentó encogiéndose de hombros.

-Yo tampoco tengo sueño la verdad, supongo que por haberme despertado hace relativamente poco - apostilló a las palabras de Siete, chico que le resultó curioso y al que se acercó.- Oye Siete, ¿te apetece intercambiar historias de hoguera para matar el tiempo? - le propuso sabien que nómada como era quizá tuviera alguna historia divertida que contar, la historia de la cicatriz que le daba nombre le habá picado la curiosidad al chico.