Prisión (Archivo VII)

Recuerdo del primer mensaje :

Fueron los temblores los que terminaron por despertarla. Abrió lentamente los ojos sintiendo un nuevo estremecimiento al tiempo que intentaba cubrirse aun mas con el poncho instintivamente, dándose cuenta que se encontraba sobre una cama. Soñolienta aun y con el frío calando su cuerpo desnudo bajo el poncho miró alrededor. Estaba en un cuarto sin mas luz que la que provenía del pasillo, pues la puerta estaba entre abierta, acostada en una cama que había tenido mejores tiempos, aunque para ella era un pequeño lujo.

Los recuerdos de su breve encuentro con Dama Aroma llegó a la mente de Pam. Frunció el ceño pues aquel sitio no tenia pinta alguna de ser magnifico, parecía un tugurio de mala muerte. Agarro el mango del cuchillo dentro de su delantal para conseguir seguridad antes de bajarse de la cama, sintiendo la piedra bajo sus pies.

<<Que lugar mas extraño>> pensó acercándose despacio a la puerta no habiendo NAda mas que ver allí salvo suelo sucio y una cama incomoda. Empezaba a temer el haberse equivocado por confiar en Dama Aroma ¿y si había sido llevada a otra granja? <<La suerte no puede ser tan cruel...>> inquieta, asomándose un poco por el orificio que permitía que entrara cierta luz en el cuarto. No había nadie fuera, solo un largo pasillo cubierto de piedra. No había ordes alguno fuera y aquello le era extraño. Las granjas siempre estaban cuidadas y vigiladas por los ordeses, pero allí no solo no había nadie sino que tenia un aspecto bastante decadente.

<<Incluso si lo hay, tengo mi cuchillo>> aseguro dándose confianza antes de empujar un poco la puerta con esfuerzo, pues era bastante pesada y abrir un hueco lo suficientemente grande para colar su menudo cuerpo. Ya afuera, vio que tanto a su derecha como a su izquierda el pasillo parecía no tener fin y solo era iluminado por la tenue luz de las antorchas. No solo eso, sino que todo era...grande, el techo, la puerta, la cama donde había despertado y aquello solo añadió otra duda mas a la mente de la mono del queso.

-¿Y ahora que? -se preguntó Pam confundida y frunciendo aun mas el ceño. Sin saber donde estaba ni por donde ir, solo le quedaba una opción: dejad que la suerte la guiara. Cogió una de las agujas de su pulsera y acuclilló en el suelo sintiendo un poco mas de calor llegando a ella al hacerlo, colocando la aguja en vertical sobre una de las losas de piedra, la aguja se mantuvo de pies apenas un par de milésimas de segundo después de que apartara el dedo, cayendo hacia un lado antes de rodar un poco y quedarse quieta- A la izquierda entonces - murmuro Pam, tomando la aguja de vuelta y devolviéndola a su lugar, para seguir el pasillo indicando sin dejar de restregarse un brazo para intentar calentarse un poco y con el cuchillo firmemente agarrado en el bolsillo.

"Por fin." Esbozó una sonrisa satisfecha ante el entusiasmo de la chica más mayor. No solo parecía que le estaban entendiendo, sino que sabían la respuesta a su pregunta. Asintió cuando ella le cogió del brazo y le señaló la puerta, a la espera de instrucciones que no llegaron. Se despistó un momento ante las palabras del otro ("¿Por qué me sigues hablando si sabes que no te entiendo?") y...
Segundos después Sox salía de la celda, perplejo, en compañía de los otros tres. No había entrado en sus planes lo de ir en grupo. ¿En qué momento se había metido en un grupo?

Fuera como fuera avanzaban a paso rápido, de modo que terminó, reluctantemente, por seguir la corriente. Pasillos en penumbra, uno tras otro, y sin saberlo sus pensamientos coincidían con el joven de la espada. Cada vez hacía más frío.

Luz por fin, al doblar una esquina. Sox estaba tan centrado en la salida que al principio su vista pasó por alto a la figura emplumada apoyada cerca de una pared. Sin embargo cuando ésta se movió el carabés tuvo un miniinfarto silencioso.
―Coño ―se le escapó en voz alta, parándose en seco del sobresalto. Sus pensamientos, yendo en la dirección de pensar que se trataba de algún animal suelto, también dieron un frenazo al captar determinado detalle.

"¿Eso es un collar de cuentas?"
No era solo uno, había más adornos. Tobilleras y pulseras. Era demasiado grande para ser una mascota, y aun de serlo sería engalanar demasiado a alguien que no sabría apreciarlo. ¿Podría ser...?

Sox no era el tipo de persona que barajaba todas las posibilidades, pero en aquel lugar no tenía referencias.

―Oye, tú ―llamó―. ¿Hablas?
Seguía sintiéndose ridículo, pero era una opción más productiva que no decir nada.

Siete seguía atento a los avances en los gestos del otro chico. Como el primer ser tras la puerta, no era precisamente acogedor. Imitó su mutismo y siguió pegado a las puertas.  Se daba cuenta de que estaban andando juntos solo porque ninguno de los dos sabía que hacer.  
¿vendrían todos por haber cometido algun pecado imperdonable? Aunque hubiese podido no huniera preguntado en voz alta por qué el chico estaba alli. Él no quería explicarse y, probablemente, tampoco quería saber la respuesta.
"No hubiera sido necesario mentirme" pensó. Pero luego se retractó con amargura. No sabía aceptar los castigos.  Se pasó las manos de forma nerviosa por el pantalón. Y entonces se fijó en que había más gente. Estos eran una pareja con la piel clara como los bebes y colores tan estrafalarios en el pelo como el primero. No esperaba que lo entendieran tan poco pero habló aun asi.
- Me llamo Rigel. Rigel- repitió señalandose.  Pedía colaboración con la mirada.

Sin duda no podían comunicarse, o al menos no sabían de que forma hacerlo, Tayron se les quedó mirando con curiosidad, como el que descubre una nueva raza de perro, y se cruzó de brazos, alzando la barbilla, sin duda lo estaban analizando, y él hacía justo lo mismo, le gustaba, poder reunirse con gente con la que no podía establecer una conversación normal, podría suponer un reto.
-Lo sé, no creo que tardemos muchos en encontrar la salida- le dijo a Dafne sin apartar la mirada de los nublinos- y no creo que sean “cosas”, de hecho pienso que podrían entendernos si hablásemos la misma lengua- se pasó la lengua por el labio, observando como uno de ellos se presentaba, o al menos, el belga creía que estaba haciendo todo lo posible por intentarlo.- tienen una mirada ¿Inteligente?, vamos, que me refiero a que son personas.- terminó por decir, sin determinar si se había explicado o no.

>>Mi turno<<.
Se señaló a sí mismo, y algo inseguro de si estaba haciendo lo correcto prosiguió a decir su nombre, llevándose las manos a los bolsillos.
-Tay- se limitó a decir, presionando su pulgar contra el pecho, y luego miró a Dafne con una sonrisa, parecían mongolos.- vaya, acabo de caer en que podría haberme quedado con ellos, que se refirieran a mí como señor o deidad no está nada mal, aún puedes hacerlo tú y darme ese deseo, unas palabras bonitas tuyas no sobrarían- acabó dándole un pequeño codazo a la chica, observó al otro nublino con mirada interrogatoria, parecía menos contento que su compañero, y eso, en cierto modo le incomodaba.

-Seguramente. -Contesto a su hermano. -No parece que nos entiendan nada.

La muchacha les llamo la atención con un grito, a ojos de Barael parecía estar bastante molesta e irritada. <<Por fin alguien que parece coherente en esta situación. >> Cuando la muchacha siguió hablando a Barael le pareció que hablaba de manera despectiva y ya no supo si estaba siendo lógica o si simplemente estaba de rabieta.

<<Por favor, que sea lo primero>> -Suplicó en su mente.

El chico habló con ella. <<A saber que está diciendo el chupasetas este.... >> Al parecer este se dispuso a comunicarse con ellos. Cuando el chico adopto una pose y dijo lo que parecía su nombre Barael lo con expresión seria y una ceja levantada. -Si que se siente orgulloso de sí mismo. -Le dijo a Eriel. -En fin... Vale. -Tosió un poco para despejar la garganta, que le seguía doliendo bastante. <<Me vendría bien alguna infusión... o agua.>> Se maldijo otra vez por dejar sus cosas.

-Tay. -Dijo señalando al peliverde. Se señalo a sí mismo. -Ba-ra-el, Barael. <<A ver si al menos lo pilla. >> Señalo a su hermano. -E-ri-el, Eriel. -Miro para la chica. -Tu?

chupasetas:

La noruega seguía mirando traspuesta hacia aquellas criaturas, su color de piel, era lo que más le llamaba la atención, y su extraña lengua seguía sorprendiéndole, pero a pesar de todo, tendría que haber una forma de comunicarse con los nublinos.

Cuando Tay, dijo su nombre, al menos parece que eso lo entendieron... Uno de ellos se dirijió a la chica...Supuso que también  quería se presentase.

-Eh...Yo, me llamo Dafne-Dijo la chica nerviosa, al cogerle desprevenida, mientras  se apuntaba a ella misma con las manos.

-¿Podríais...Ayudarnos a buscar la salida?- Preguntó la chica, mientras gesticulaba para que la comprendieran.

Aquella situación le parecía algo incómoda, deseaba comunicarse con aquellos seres lo antes posible, quería saber información sobre ellos, y si se preguntaba un y otra vez...>>¿Serán igual de especiales que nosotros?, al menos su forma física y la manera en la que hablan, lo hacen diferentes del resto de los humanos<<.

-¡Tay, creo que te han comprendido!, la verdad es que sí, parecen bastante listos-Afirmó Dafne mientras le tocó el hombro al belga con cierto entusiasmo...

El chico dejó hablar a su hermano mirando a los chicos, no pasó demasiado tiempo mirándolos pero aún así se dio cuenta de sus diferencias. <<La piel, el pelo y un poco en los ojos... No somos tan distintos, ¿a ellos también les saldrán cuernos?>>. Se quedó rápido con el nombre del chico, <<Tay>> repitió para sí mismo. El de la chica... era otro cantar.

-¿Eh...yo me llamo dafne? - parpadeó sorprendido.- Por la sagrada Luna Roja y todos sus dones, que nombre tan largo, espero que nos deje acortárselo - le dijo a Barael.

-¿De dónde crees que son, tendrán leyendas sobre la ciudad también, cómo crees que será su mundo? - le soltó a su hermano sin pensar si quiera.- Quizá debiéramos enseñarles el sagrado idioma, así podríamos entenderles.

-Que diferencia de longitud de nombres, la verdad. Y a saber de dónde vienen o como es su mundo Eri, dudo que sepan mucho de aquí si no reconocen para nada el idioma.
Aquella pareja le parecía bastante cercana entre sí, sintió algo de tristeza al darse cuenta de ello, ya echaba de menos a Brinava y a Per. Suspiró. Apartó a un lado sus sentimientos y trató de averiguar que le estaba intentando decir aquella chica con gestos. -Parece algo sobre andar todos hacia el final del pasillo, voy a ver si les puedo aclarar un par de cosas.... -le dijo a su hermano.

Yo mellamodafne, Tay. -Dijo para reclamar su atención.

Al tiempo que señalaba a la pareja y a ellos mismos con la derecha levantaba un dedo con la izquierda. -Uno, dos, tres, cuatro.

-Señalo ahora a la puerta en la que había visto antes a la pareja. Dos. -Dijo levantando dos dedos. Señaló ahora al final del pasillo. Uno... tres... -Negó con la cabeza y se encogió de hombros tratando de expresar que no sabía cuántos mas había.

-Se que parezco tonto Eri, pero no creo que al peloverde este le entre de otra manera. A ver que nos intentan decir ahora.

No tenía nada mejor que hacer, así que la roquense esperó y esperó. La espera dio sus frutos... aunque quizá no como hubiera querido. Unas criaturas se le acercaron. Tanto conocidas como desconocidas, pero dadas las circunstancias no le servía de mucho reconocer el aspecto de ninguna. Para colmo, la cara nueva se detuvo al verle e incluso parecía sorprendida. También le habló, pero al menos no gritó.

―¿Qué sois? ¿Qué queréis? ¡Soy más grande y fuerte... ―empezó, pero se paró a la mitad: era obvio.

Cerró la boca y se acercó con tanta cautela como curiosidad. Eran bien distintos de ella, pero al menos compartían lo básico: cabeza, dos brazos y dos piernas. Ellos tenían pelo como los animales, así que quizá fueran animales rarísimos... Pero tenían voces distintas y no eran idénticos entre sí. <<No parecen de la misma especie... ¿Hay varios tipos de monstruos? Estos parecen de los gritones y blandos, mira qué extremidades más enclenques... y qué capas de tela más raras... >>

―¿Qué sois? ―repitió y se acercó más.

Mostraba las manos en todo momento pero a la vez las mantenía alejadas de ellos. No quería tentar a la suerte y provocar alguna naturaleza depredadora que ocultaran aquellas criaturas. Si no le habían atacado todavía, quizá no tenía por qué temerles. Pero obviamente no se podía fiar. Se acercaba como con tentativas, acercándose a olerles y verles más de cerca y alejándose luego como movida por un resorte por pura precaución. No olían a depredadores asesinos. Si hubiera tenido algún arma a mano, seguramente se habría atrevido a ir más allá y tocarles, pero respetó esa frontera. <<Seguro que los chamanes habrían sabido qué hacer...>>

―Oléis super raro... ―comentó tras aspirar el aire alrededor del que había hablado―. No sois roquenses, eso está claro... Yo soy roquense... de Roca Sagrada. Soy Sinceridad ―añadió y se señaló―. Roquense. Sinceridad ―y luego les señaló―. ¿Qué sois?

Al decir aquello, repitió el gesto pero se le escapó la mano y acabó tocando al parlante... Y saltó hacia atrás, algo asustada. Se miró los dedos y luego a la criatura. <<Está blandito. No puede ser peligroso>>

Tanto Íñigo Montoya como el vampiro se pusieron a caminar con grandes zancadas, por lo que Mónica les siguió a la zaga, correteando tras ellos con Nad pegada a su brazo como si fueran siamesas. “Debe de estar muy asustada… por cómo me está dejando sin circulación el brazo. Apuf” la compadeció la chica. Pasillo tras pasillo, oscuridad tras oscuridad… el frío iba creciendo. Mónica acabó agradeciendo el que la falda del vestido le llegara hasta los pies, porque se habría congelado las piernas si hubiese sido una falda corta, de modo que, involuntariamente, le envió un afectuoso pensamiento a Jonás. “¿Dónde estará mi hermano? ¿Volveré a ver a mi familia?” se preguntó de pronto, el pensamiento asaltándola con fuerza. La muchacha suspiró y casi se dio de bruces con la espalda del vampiro, que se había detenido de golpe.

-Pero, ¿qué…?- exclamó olvidando su nostalgia, frotándose la cara al tiempo que escuchaba al carabés soltar una exclamación mientras miraba hacia arriba.

Mónica miró también, y el pájaro gigante al que había gritado antes les devolvió la mirada. Esbozó una sonrisa temerosa. “Oh, mierda”. Sin embargo, al ver que no les hacía nada, escuchar al carabés dirigirle unas palabras que no entendió y al ver que el ser no parecía tener actitudes hostiles razonó que esa paloma gigante estaba tan atrapada como ellos en ese lugar sucio, frío y lleno de gérmenes (intentó apartar esa idea de su mente). Y que muy probablemente era de una raza inteligente, porque de hecho se adelantó emitiendo sonidos en otra lengua y enseñando los brazos como haciendo un signo de paz. Mon se sintió culpable por la escenita de antes, por lo que se adelantó un poco hacia él. ¿Ella? ¿Elle? Sacudió la cabeza.

-Siento mucho el griterío de antes- comenzó, con voz tranquilizadora y una sonrisa calmada, acompañando con gestos un tanto ambiguos el monólogo. –Es sólo que no había pensado en la opción de que existieran pájaros gigantes con collares molones antes… la verdad es que nunca me han gustado mucho las palomas porque, bueno, ya sabes… puaj, pero tú pareces limpia- se acercó un poco más pero no demasiado, todavía cautelosa, arrastrando tras de sí a Zanahoria. "¿Nos está olisqueando?" se preguntó despreocupadamente. "Qué curioso".

–Me asustaste. Siento haberte asustado a ti. Aunque hay que reconocer que la escena debió de ser divertida- sonrió cuidándose de ser políticamente correcta.

Después cayó en la cuenta de que el pájaro gigante tampoco hablaba su idioma. “Rayos” pensó, frustrada, tratando de averiguar cómo comunicarse. Se resolvió por una colección de gestos que a su entender indicaban que no estaba armada, que venía en son de paz y que estaban buscando la salida, acompañándolos con su verborrea habitual. “Oye, pues no se me ha dado tan mal” se dijo a sí misma, satisfecha tras su sesión de mímica.

-Por cierto, soy Mónica. M-Ó-N-I-C-A- se presentó al vampiro, a Zanahoria y a don Plumitas (como había decidido bautizar a Sinceridad, ya que no había logrado entender bien el nombre), señalando y palmeándose el pecho y decidiendo ser amistosa con el grupito. Le caían bien. Por ahora.

Recorrieron los tenebrosos pasillos del edificio en completo silencio, con un enfermizo frío creciente a cada paso que daban. Nadzia, aparte de vigilar “amistosamente” a sus nuevos “compañeros” de “excursión”, observaba todo lo que la rodeaba con la impresión de que a cada nueva esquina que cruzaban o por cada nuevo pasillo por el cual pasaban, al otro lado de esta o al final de este se iban a encontrar: A) Niños muertos. B) Esqueletos. C) Nido de ratas. D) Centenares de escarabajos asesinos. E) Más monstruos/locos/asesinos. F) Un pozo que se los iba a tragar. G) Un pasillo de Hospital siniestro con un payaso aterrador. H) Cuchillos y cristales pun… Muchas cosas, tantas que no hay suficientes letras en el abecedario. Lo único que la distraía, a veces, de todos estos funestos pensamientos era el precioso traje de princesa y los geniales zapatos con pompones que llevaba la chica, a la cual agarraba, en la mano. Más de una vez se encontró pensando « Je veux me mettrai la couronne et les chaussures!  Parce que la robe, je suis sure, elle ne va pas me la prêter... »*

Después de andar durante un tiempo que a ella le pareció una eternidad, y sorprendiéndose aun de seguir con vida, llegaron a la tenue luz de la salida donde se encontró la opción (E). Si no hubiese sido porque cuando lo llego a ver ya estaba hablando el de ojos rojos con el pájaro, la pequeña se hubiese echado de nuevo a gritar. Pero enseguida descubrió que no iban a salir corriendo ni nada de eso, sino que iban a intentar hacer más “amistades”. Cuando vio como la española y el raro intentaban comunicarse con el pájaro, Nadzia hizo todo lo que estaba en su mano para intentar alejarse del animal, sin soltar a la chica, mientras este se acercaba. Estuvo tentada de soltarla cuando vio que ella también se acercaba a su interlocutor, pero en su lugar simplemente tiró con todas fuerzas hacia atrás a modo de contrapeso. Mónica la arrastró consigo. Nadzieja tembló cuando el pájaro los olisqueo, y cuando toco al raro la niña también pego un brinco al igual que el pájaro  « S’il te plait, qu’il ne me touche pas… »*

Cuando la chica del increíble vestido de princesa se presentó, la pequeña ya empezaba a sospechar que todos estaban en la misma situación que ella pero no llegaba a creérselo del todo. La presentación de Mónica fue la gota que colmó el vaso y no pudo evitar pensar al tiempo que intentaba sonreír con amabilidad y con un mal disimulado temblor: « On est fous ou quoi? Oh oui, on va faire des amis avec des assassins et de monstres,  c’est complètement normal, chez moi on fait ça tous les jours ! Et aussi parler avec les oiseaux, ils sont super charlatans, je les demandes souvent comment va la famille. On est super sympa parce que on va mourir ici et… bon, je vais mourir ici et il faut être poli avec tes exécuteurs, c’est un mechant geste sinon »* Aun así se presentó, su madre la había educado correctamente.

- Je suis enchantée de vous connaitre « ne me mange pas, espèce de oiseau mutant » Je m’appelle… -* Sabiendo todos los nombres con los que se referían a ella, recordó que a sus compañeros de clase siempre les resultaba más fácil llamarla Nadja o Nad siendo su nombre a veces complicado de pronunciar. Por lo que decidió actuar en consecuencia:

-Nadzieja. – respondió finalmente con un pronunciado acento belga y con la primera sonrisa amplia y sincera del día, y aunque parecía amable no lo era.

¡Traducciones!:

Afirmose el diestro en cuanto el grupo que acompaña vislumbro al aviano de grandes dimensiones trotar por aqui y allá. Si caso no le dio, pues solo parecia curioso, pero de nuevo, acortose con sus espacios de persona y acercose demasiado al diestro quien, tras dar un paso extraño, la ofuscó de acercarse más con revoloteos energicos de su capa, como si fuerase una estupida paloma mendigando migajas.

―¡Ofu, Ofu, Palomeria! ¡Veste a revolotear a otra alcoba!―le chistó, sacudiendo la capa más. Juriose que, además, era más inteligente que su simil aviano y que, sin duda, intentaba comunicarse con ellos. Cuando la nena introdujose a ella, no supo si considerarlo educado o inocente, viniendo de un infante. Aunque habiase algo diferente en su fisionomia, los rasgados de ave lo hacian dolorosamente dificil el no saber si la criatura estaba dotada de inteligencia alguna.

―¿Creeisla inteligente?―alzose su pregunta, una vez la comenzo a examinar con sus propios orbes dorados.―Peligrosa non me me paresce, mas hay que ser cautos, puede que sea una engañifa...―advirtioles.

Inclinose hacia el ave, haciendole ademan de quitarse el sombrero, presentose. Sin duda, aquel dia non podiase tornar más estrafalario y cirquesco.
―Llamanme Don Santiago Lorenzo Recio de la Vega.―soltó con solemnidad. Diose cuenta que aun tampoco habiase presentado hacia el de ojos rojos y pelo amarillento, y, aun ante la posibilidad que en efecto fuera un agente otomano y por lo tanto, un enemigo, le saludo por educación, haciendo de nuevo ademan con su sombrero.
―Un gusto.―dijole a el.

Negó enérgicamente un par de veces con la cabeza cuando el ser se echó hacia atrás. No se le ocurría mejor forma de decir "no voy a molestarme." No se movió del sitio para acentuar el mensaje, dejando que fuese la muchacha del vestido la que le relevase en lo que a comunicación se refería. Lo estaba haciendo bastante bien, teniendo en cuenta las limitaciones que había.

Bingo. Respondía, y no solo eso sino que mostraba un comportamiento que si no estaba a la par con el de ellos, como mínimo iba en una dirección claramente paralela.

Sox no sabía cómo sentirse al respecto. Se había encontrado ya con cuatro personas (personas era el mejor término, decidió), ninguna de ellas era carabesa, y aún así eran todas civilizadas. Todo ello solo provocaba más preguntas que respondía, y era una sensación muy incómoda. El carabés solía cortarla de raíz empapándose de información antes de que los interrogantes le abrumaran en número, pero en las circunstancias actuales era imposible.

La sonoridad de lo que decía aquella persona emplumada era diferente, de nuevo. No tenía sentido permanecer juntos si no se entendían, ¿pero qué era lo que tenía sentido pues? No habían recibido ningunas instrucciones, ni siquiera había habido señalización hasta la salida. Si tenían que competir entre sí no les estaban dejando nada claro cuál era la tarea. La sensación de que debería haber hecho más preguntas rascó el fondo de su mente con más fuerza. ¿Por qué no las había hecho?

Sacó de nuevo la tarjeta y volvió a dibujar furiosamente rápido. Estaba vez la secuencia de hologramas mostraba a un ser aviano despertando en un camastro, y luego acudiendo a la puerta para encontrarse con un pequeño grupo. Se lo enseñó a... (¿cómo era su nombre? Se sentía incapaz de pronunciarlo bien) la cara nueva con gesto interrogante. Era el único ser claramente diferente a los demás: podía significar que procedía de allí (¿allí dónde? Apartó también dicha cuestión de su mente). Si no parecía reconocer, o negaba, la secuencia de eventos podía ser un comienzo. Como mínimo significaría que disponía de información nueva.

"Esto de no poder comunicarse empieza a pasar de inconveniente a obstáculo. Si nos han traído aquí para competir tiene que haber alguna forma de puentear esto", reflexionó, tratando de hallarle una estructura a todo aquello. "Por otra parte, si pretenden que compitamos de forma individual o por equipos según especie, o mezclados, no poder comunicarnos puede ser un límite puesto a propósito para ver cómo lo superamos, o para hacer más patente la separación."

Conjeturar no llevaba a ninguna parte. Necesitaba más datos. Había deducido para entonces que el resto del grupo estaba llevando a cabo presentaciones, pero no le veía el sentido dado que ante la incapacidad de descomponer cuál de aquellas palabras o sílabas era el nombre de cada uno, por no hablar de pronunciarlo bien, hacía que considerase inútil aportar el suyo. El del sombrero buscó su mirada y Sox asintió parcamente como respuesta.

Si Sinceridad sobrevivía a aquella locura, exigiría que se compusiera una canción sobre ello... <<O mejor no, pues quizá los oyentes enloquecerán al oírla y buf>> Aquellas criaturas "respondieron" con más sonidos raros a sus palabras, pero al menos podía estar bastante segura de que hablaban algún idioma distinto para ella... <<Y quizás también distinto para ellos. Mira cómo se miran entre sí>> Resultó que había dos caras nuevas y no solo una. El parlante de pelo amarillo era uno, pero había otro que también le "habló". Otro idioma desconocido? A saber. Lo que le extrañó fue unos gestos que hizo uno de los seres gritones y el último parlante, que movió una tela que le colgaba a la espalda. La roquense le observó, con la cabeza ladeada, y le imitó a su manera: extendió y plegó las alas varias veces, para luego mirarle con curiosidad. A la criatura que había hecho gestos raros con las manos también le imitó pero no consiguió nada de aquello... <<Espera, soy tonta o idiota? ¿Y si son gestos para comunicarse? Un poco inútiles, de todas formas...>> También imitó el gesto del brazo que hizo el último parlante, por si acaso aquellos gestos pertenecían a algún ritual de intenciones pacíficas. ¿Qué podía hacer, si no? No entendía nada de lo que decían. Hablaban de una forma demasiado extraña. Y demasiado. ¡Hablaban demasiado para no entenderse! <<Con lo obvia que he sido... Roquense. Me señalo y digo "Sinceridad". ¡Es fácil!>>

Pero lo peor de aquella situación fue lo que hizo el de pelo rubio. Solo tenía una explicación para aquellas imágenes salidas de la nada. Si hubiera sido otra cosa, seguramente se habría asustado, pero aquellos dibujos parecían representar a alguien de su raza en su despertar en uno de esos cuartos y su posterior salida. <<¿Conocerá a más roquenses?>> Asintió vigorosamente con la cabeza a la par que señalaba las imágenes con un dedo temblequeante.

―Magia... ¡Magia, magia, magia, magia! ―exclamó y saltó de alegría.

Se acercó a la criatura y le cogió con cuidado del brazo para mirar aquella cosa. Quería ver más. Quería aquellas imágenes que habían aparecido en el aire. Le hizo elevar el brazo para verlo mejor y lo miró todo con los ojos como platos. Aquello era surrealista.

―¡Magia! ―exclamó y luego le soltó con suavidad―. ¿Eres un chamán? ¿Conoces a Mikk? ―inquirió, aún a sabiendas de que no lo entendería, pero quizá esas palabras sirvieran de contraseña o código secreto.

“Que gente más… peculiar.” Eorlir estaba mirando la escena que estaba desarrollándose delante de él, sin saber bien qué pensar. “Esto es demasiado absurdo…” Por si acaso, decidió seguir algo apartado. No quería ponerse en peligro, ni a él ni a su aurva, aunque sabía que no podían mantenerse apartados por mucho más tiempo.

Mientras miraba a la gente, formándose sus propias opiniones, oyó como alguien les llamaba la atención.

-¿Eh? ¿Qué?- Miró al idrino, algo sorprendido. Estaba demasiado absorto en sus pensamientos como para darse cuenta de que alguien se había acercado. “Me ha pillado con la guardia baja. No debe volver a pasar. Podría haber atacado a Ina y te hubieras enterado tarde…”

Observó al recién llegado, curioso. Como con los demás, le costaba formarse una opinión de él. “Si al menos le entendiera…” –¿Rigel? ¿Ese es tu nombre? –sonrió. Algo en su actitud le decía que este ser, extraño en apariencia, no era hostil. Apretó la mano de Ina, que había gritado, asustándose como de costumbre, para tranquilizarla. –Tranquila. No parece mal… ser. –Se señaló-. Eorlir. E-or-lir. –Señaló a Ina-. Ina. –Ladeó la cabeza, sin estar seguro de que le estuviera entendiendo bien.

Rigel había reparado primero en la chica aterrada y sujetandose de la mano de su compañero y se volvió hacia Rad incrédulo, como si buscara una señal de que él no era el único que veía absurda la ceguera de todo el mundo a su tono y gestos. Aquel era otro que tal. Bufó exasperado. Luego oyó su nombre repetido y se volvió como activado por un resorte. Asintió con firmeza dos veces. Y repitió los nombres nuevos.
- Eorlir, Ina.
Sonrió. Era un alivio absurdo saber los nombres de la gente, incluso si eran extraños y descoloridos y sentían desconfianza. Gesticuló rápido para indicar que andaban a la salida. Algunos gestos eran más universales que otros, solo esperaba que lo sacasen por contexto. Había puesto su fé en el chico blanquecino.

Mónica miró sorprendida cómo Íñigo Montoya pasaba de espantar a don Plumitas como si fuera un gato callejero a presentarse como todo un caballero, inclinación y levantamiento de sombrero incluida, y cómo el pájaro después se puso a imitar los movimientos que él hacía. “Desde luego, menudo circo”.

-Pues yo creo que es inteligente, mírale los ojos- le comentó. -Además, está hablando. Seguro que se está preguntando qué demonios está pasando aquí. Como todo hijo de vecino, por otro lado.

Después se distrajo por los nuevos dibujitos del vampiro. “¡Bienvenidos a Art Attack!” se dijo con ironía. “Aunque es una buena idea, ya que si a mí me cuesta comprender al medieval y hablamos el mismo idioma…”.

-Es un pájaro levantándose- comentó sin dirigirse a nadie en concreto, cuando las exclamaciones emocionadas de don Plumitas, señalando a los hologramas y acercándose para verlos mejor, la sobresaltaron. Le pasó los zapatos a Zanahoria para dejarse una mano libre y se acercó a todos, carraspeando.

-Sé que esta conversación es apasionante, pero mirad, me gustaría salir de aquí. Me estoy congelando los pies y quiero ver más cosas que este sitio mugriento, gracias- señaló de nuevo al pasillo. -¿Volvemos a ponernos en marcha? ¿Sí? Magnífico.