Torreón Letargo (Archivo VI)

Recuerdo del primer mensaje :

La chica a la cual le había dado el martillo utilizó éste para arrancar, de uno de los edificios en ruinas, una puerta un tanto podrida y así utilizarla de escudo <<no era el uso que esperaba que le diera>>. Una vez tuvo la puerta le devolvió el martillo.

  Milo inició la carga contra las bestias avanzando seguros y a un paso ligero. Una de las ratas tiró una primera espina causando el sobresalto de Hyung. Si podían disparar nada les paraba de acribillarles a todos ellos. Claramente les superaban las ratas en número. Hyung se asombró, sus compañeros seguían avanzando, no se esperaba semejante envalentonamiento. Los que se habían quedado detrás empezaron a lanzar huesos y piedras que cogían del suelo << ¿¡Pero que hacen!? ¿¡Quieren que nos disparen a nosotros!?>>. Hyung se aparto del grupo alarmado esperando una lluvia de espinas hacia ellos. La mirada hacia él de una de las ratas al apartarse un poco le provoco un sobresalto. Sin embargo poco le importó a la bestia  Hyung pues se giró de nuevo hacia los que se dirigían a las cestas. La estrategia de distracción había hecho poco pues todos ellos seguían sin haber recibido un disparó y las ratas se centraban en Milo, Rox y Rena. Finalmente llegaron y empezaron a agarrar las cestas, Rox perdió una debido a una espina que quedó cerca de darle en la mano. Consiguieron cinco y tiraron el resto distrayendo a unas cuantas ratas.

  Tocaba huir, Los niños empezaron a correr Hyung aceleró << ¡no puedo quedarme atrás!>>. Hyung fue todo lo rápido que pudo dejando atrás a los demás. Frenó una vez una vez oyó el grito eufórico de Rox; estaban a salvo. La celebración de la victoria de Rox le provoco una risa tímida y bajita a Hyung. Era contagiosa su felicidad y por muy poco que hubiera hecho Hyung él también consideraba eso su victoria. El grupo se tomo un rato para recuperar el aliento y decidirse en que iban a hacer ahora. La atención de varios se dirigió a una especie de torre no muy lejos de allí. Finalmente se decidieron por avanzar hacía ésta para verla mejor.

  Llegaron a la torre fácilmente. Menos mal no tuvieron problemas al continuar su camino hacia ésta. Hyung se paró ante ella y echó un vistazo largo. Aquel edificio de gran tamaño debía de tener un total de al menos tres plantas de bastante altura. Se encontraba rodeado de una franja de tierra y cubierto de enredaderas escondiendo lo que parecía la puerta, identificada como tal debido a que ésta daba a un puente levadizo que conectaba el torreón con la calle.

-Eso debe de ser la puerta. Aunque no estoy muy seguro.- dijo en un tono bajo. - Si queréis entrar ir vosotros primeros, pero tener en cuenta que allí podría haber cualquier cosa.

La primera noche no durmió prácticamente, pues los retortijones no empezaron a remitir hasta la madrugada. Pasó en el sofá toda la mañana, rendida por el agotamiento, y cuando al fin despertó con todo el cuerpo dolorido y un humor de perros. Su cara dejó muy claro que no quería que nadie le dirigiese la palabra, y a cualquier pregunta respondería con un gruñido o una mala mirada.

Pasó hambre todo el día, pues no se atrevía a comer, a pesar de que ya habían identificado que alimento concreto les había provocado la indigestión. Se lavó como los gatos, con una esponja húmeda, solo para quitarse la sensación de estar llena de polvo y el olor a letrina.

Según avanzaba la tarde su humor fue mejorando, y participó en algunas actividades, en especial la de inspeccionar y limpiar la armería. Cada cual eligió las armas que más le gustaban, pero Rena, no teniendo siquiera referentes de cual sería mejor para ella, casi se sentía más cómoda con una pala. Solo se preocupó de seleccionar cuidadosamente un escudo, pensando en que tarde o temprano tendrían que volver a ir a por comida a la plaza de las ratas pinchudas. Antes de la cena, habló con Ain para pedirle que le enseñase algo de técnica de combate. Su experiencia con broncas o peleas amistosas no iba a servir de nada allí.


La segunda noche al fin durmió como es debido. Se acostó temprano, como era habitual en ella en los días laborales, y al día siguiente se levantó con el sol que entraba por la ventana del dormitorio. Se tomó unos minutos para mirar por la ventana, admirando el cielo desvaído de Rocavarancolia, y respirando el aire frío de la mañana.

Desayunó bastante, para compensar el día que había pasado casi sin comer. Había bollos irrenses, y fruta dulce que jamás había probado. Para ella fue un festín. Incluso había queso. << Tengo que pedirle al enanito que haga bollos rellenos de queso fundido>> pensó. Luego salió al patio a lavarse la cara y de vuelta al piso superior, a buscar algo que ponerse. Oyó actividad en la última planta, y música.

-Vaya, aquí no había subido todavía. Buenas- saludó al humano, paseando la mirada por los maniquíes y las armas repartidas por los rincones.- Eh, ¿traes un reproductor de música? - se acercó para cotillear- Un poco anticuado, pero suena bien.

Rena quería poner su propia música también, pero ya no entendía los nombres de sus carpetas y temía poner las que no eran.

Eitne no hizo nada el primer día y así siguió durante el segundo día en aquella ciudad alejada del estilo del demiurgo. Se sentía horriblemente incómodo no por sus compañeros sino por sus muchos miedos. Les habían secuestrado. Era algo que no asimilaba y que había esperado que cambiara al despertarse, pero no. Les habían secuestrado y después, ale, a cundir la suerte. Por comentarios sueltos, entendía que al resto de sus compañeros les habían ofrecido algo a cambio de venir, pero a él solo le habían engatusado con una jauría de juguetes y drogado con somníferos.

El muchacho solo tuvo que echarle una ojeada al sótano para saber algo con certeza: no pensaba salir nunca del torreón. Demasiadas cosas punzantes que ni él ni sus compañeros sabían usar realmente y demasiados monstruos fuera como para que la idea pareciera razonable al daeliciano. <<Cuidaré del hogar>> se había dicho, consciente de que aquella torre lúgubre no era el hogar de ninguno de ellos. <<Lo pondré bonito para ellos>>. Y el niño no necesitó más.

El resto del día lo pasó sentado o tumbado; cabizbajo, callado, taciturno. Aburrido, si hubiese podido ser consciente de algo tan banal en una situación como aquella. Quería de vuelta a su madre y a su abuela y a sus amigos y a los vecinos y al resto de brujas dulces de su pueblo. Seguro que ellas ya sabrían a estas alturas qué era lo que se esperaba de su estancia en Rocavarancolia.

La única buena noticia para él, dentro de lo que cabía, era que la miel de las cestas les ponía malos a todos excepto a él. El niño se puso contentísimo al saber que lo más dulce que tenían era solo suyo y, durante la noche, se acabó atiborrando y la gastó toda. No había sido a propósito, sino más bien para calmar la ansiedad que le provocaba aquella oscuridad tan densa que practicamente se los podría tragar.

Durmió mal, de nuevo, y no fue tanto porque la cama fuera exageradamente pequeña como para que tres personas durmieran juntas, sino por el miedo a todo.  

-------------

Para su propia suerte, se levantó sin ganas de llorar. La situación seguía siendo igual de aterradora pero Eitne empezaba a hacerse a la idea. <<Bien...>> pensó para sí, irónicamente. El muchacho bostezó, se sentó en el borde de la cama y se frotó la cara para limpiarse las pestañas. No tenía ganas de nada más que de comer, pero no tardó en recordar que no quedaba miel y acabó suspirando.

Un Eitne de pasos lentos y pesados tomó la escalera a la trepidante velocidad de un caracol y bajó a la planta baja. Por el camino recordó que llevaba con la misma ropa varios días y que no se había limpiado y una sonrisa triste asomó en su cara. Al daeliciano siempre le había encantado ensuciarse, pero nunca se había sentido sucio de aquella manera. <<Ojalá tener un espejo... >> se dijo.

Una vez en la cocina, saludó con timidez a quien estuviera allí, cogió una pieza de fruta con una expresión desoladora y se sentó en una silla. Acto seguido, el niño se dejó caer a plomo sobre la mesa y comenzó a desayunar medio tumbado.

El coreano abrió y cerró la boca notando la pegajosidad de ésta, que estaba completamente seca. La nariz se le había taponado, y le obligaba a respirar por ella, que ahora se parecía al suelo de unos cines. La humedad le había calado la manta y ahora era incapaz de quitarse el frio, que, cada cierto tiempo le subía por la espalda provocándole estremecerse. Hasta ahora la gente lo había estado saltando para pasar al patio, pero ya era un poco tarde y tenía que ir levantándose. Se incorporó envuelto en su manta esperando quitarse el frío que sentía al haberse separado del suelo de piedra, aun así las ropas ya estaban húmedas junto con la manta y notó muy poco cambió.

 -Buenos días.- dijo a nadie en particular según se incorporaba. El tragar aire le hizo sentir aún más la sequedad de su boca, la garganta incluso le molestaba. El corazón le latía rápido, podía notarlo, el sueño solo había aplazado sus nervios. Por otro lado le alegró el que su estomago ya no se encontrara tan mal, de hecho no sabía si lo único que sentía era por su nerviosismo. De camino a por otra ropa, que según entendió había en el torreón, le dio un pequeño mareo causándole perder el equilibrio. Tenía mucha hambre. Cogió un recambio para lo que llevaba y se puso una camiseta, y una sudadera un poco destrozadas, teniendo la sudadera un agujero considerable en la parte baja. Por otro lado cogió un pantalón de chándal y se puso una bufanda deshilachada y de un marrón apagado, intentando cubrirse entero para quitarse el frio. Se colocó el martillo en su nuevo pantalón provocando que éste se callera mostrando sus calzoncillos ligeramente. Le daba cosa quitarse la camiseta que le había comprado su hermana pero no había otra, si no se pondría peor.

 Siguiendo la idea de Rox y Adru decidió darse un baño, y en la cocina colocó una olla al fuego llena de agua. Viendo lo que tardaba en llenarse y que tendría q subirla luego optó por vaciarla un poco, y calentarla junto con un cazo. Tras un largo rato ya se podía usar. El espacio que dejó vacio en la olla lo lleno de fría para templarlo. Y en la bañera, en cuclillas, se hecho parte de la olla. Lo más rápido que pudo se enjabono cuerpo y pelo e, ipso facto, habiendo rellenando un pelín más la olla con el contenido del cazo, se echó el resto para enjuagarse. Por fin limpio se metió en la ropa elegida y bajó a comer algo.

 El coreano estaba mucho mejor de temperatura corporal, de cualquier manera el dolor de garganta y su nariz taponada no se lo quitaba nadie. El corazón acelerado le acompañaba a todas partes marcando su ritmo, Hyung ya se había acostumbrado a ello. Abajo ya estaban preparando la comida, aún así, agarró un bollo y se lo metió en la boca con ansias. Los ruidos del sótano atrajeron la atención del coreano, preocupado de que encontraran su cuchillo se dirigió allí. Una vez en las mazmorras se tranquilizó, nadie cogió su cuchillo. Pero ahora que miraba el relieve del baúl, era evidente que había algo debajo. Aliviado de que nadie se hubiera dado cuenta, se acercó. La gente estaba eligiendo armas por lo que ya podía coger el cuchillo escondido. Pero no era suficiente; un cuchillo tampoco le transmitía mucha seguridad. <<Tengo que coger otra cosa, pero dentro de mis posibilidades. >> Rápidamente se contradijo al coger un escudo de gran tamaño, que le obligaba a sujetarlo con ambas manos y que con un solo brazo lo aguantaba poco más de un minuto. <<Da igual lo llevaré a la espalda gran parte del tiempo>> se intentó autoconvencer atraído por el tamaño del escudo. De vez en cuando olvidaba que para usarlos tenía que ayudar en las salidas, lo cual no entraba dentro de sus planes.

 El resto del día pasó rápido, después de comer, hizo poco más que limpiar. Según anochecía, el miedo se hacía más fuerte, tenía miedo a la noche, a la oscuridad que esta traía, al sentimiento de estar encerrado en esa torre. La desesperación que Hyung sentía, junto con todos los pensamientos que le traía esa ciudad le hacían incapaz de dormir; repitiéndose lo que pasó la noche anterior. Esta vez más metido en el torreón y mejor abrigado pero todavía con la puerta abierta.

 La siguiente mañana se despertó más pronto, quizá se acostumbraría a dormir tan mal y poco. Salió al patio a refrescarse la cara con agua del pozo, en su reflejo podía ver lo mal que le estaba sentando el estar ahí. Las ojeras le llegaban a la barbilla del cansancio, y la pintura de ojos ya casi había desaparecido. Lo único que estaba manteniendo desde el primer día era el latir del corazón que no ralentizaba y, gracias a Dios, no se había parado.

Después de mantener una breve conversación con Rox, Milo se retiró a dormir reprimiendo un bostezo. El irrense, completamente agotado después de aquel día tan extraño, apenas tardó unos segundos en caer rendido sobre su cama, donde durmió profundamente y sin contratiempos hasta la mañana del día siguiente. Con las primeras luces del nuevo día el norteño se despertó bastante descansado y, tras murmurar un “buenos días” que nadie debió escuchar se fue a la cocina a desayunar algo. Como no quería que le ocurriera lo mismo a que sus compañeros el chico se decantó por lo que ya conocía, haciéndose con un par de bollos irrenses y dando buena cuenta de ellos apoyado en el marco de la puerta que daba al patio.

En cuanto terminó el aperitivo empezó a acarrear cubos de agua para darse un baño, pues el agua corriente no era una realidad en aquel torreón. No le importaba demasiado que el agua estuviera fría, estaba acostumbrado a temperaturas mucho más bajas, y en cuanto terminó de llenar la ballena se desvistió y se sumergió en ella. Durante unos interminables minutos el hacker permaneció inmóvil, disfrutando del silencio de la estancia, pero no tardó en ponerse en marcha de nuevo, demasiado inquieto como para relajarse. Se secó con una toalla en cuanto estuvo limpio y, recuperando su ropa, se encaminó hacia la planta baja para comprobar si había algo más que limpiar.

Milo apenas habló con nadie durante aquel día, sumido en sus pensamientos o trasteando con su ordenador apenas participó en las actividades del grupo, aunque se mostraba dispuesto a ayudar si alguien se dirigía a él. Se abstuvo de bajar a las mazmorras, sin embargo, pues la cantidad de metal herrumbroso que los demás llamaban “armas” no le atraía demasiado. Sabía que en algún momento tendría que equiparse con algo para defenderse en caso de peligro, pero de momento prefirió abstenerse e invirtió el tiempo que los demás pasaron allí abajo en hacer inventario de las cestas.

Averiguar que la miel era la causante del mal estar general del día anterior no fue difícil, pues en cuanto el grupo puso en común lo que habían comido el día anterior redujeron la lista de ingredientes posibles significativamente. Pam y Milo no habían probado las tostadas con miel, lo que explicaba su aparente bienestar, y aunque Eitne si lo había hecho su inmunidad quedó explicada cuando les dijo que era un ingrediente de su mundo de origen. Los que la habían probado no habían sufrido nada más grave que una indigestión puntual, por suerte, así que con evitar el tarro en lo sucesivo sería suficiente.

Aquella noche el irrense se retiró a dormir temprano y, a la mañana siguiente, despertó de los primeros. La música que llegaba amortiguada desde la planta superior llamó su atención en las escaleras, pero aunque sentía curiosidad el chico terminó bajando a la cocina. El desayuno le llamaba y, en cualquier caso, él también tenía música. Estaba rebuscando entre los archivos de su ordenador con intención de poner alguna de sus listas de reproducción cuando vió al pequeño daeliciano desayunando. Su aspecto abatido le hizo descartar la idea.
—Buenos días, Eitne —le saludó con una sonrisa amistosa, haciéndose con un par de piezas de fruta y tomándo asiento a la mesa con él—. Si no creyera que es algo imposible diría que estás empezando a desteñir hacía esta tonalidad de gris que lo impregna todo, chico —bromeó, tratando de hacerle sonreír—. ¿Qué te ocurre?

Tras arrastrar a Neil con ella a la cocina, Adrune saludó con un efusivo “hola” a quien ya estuviese allí y comenzó a rebuscar en las cestas de provisiones mientras comentaba con Neil la preocupante escasez de comida. Eligió unas piezas de fruta que le habían gustado el día anterior y cogió un cuchillo para comenzar a una, sentándose a la mesa. La sinhadre se encontraba absorta, con la lengua fuera y gesto que denotaba el esfuerzo que estaba haciendo por concentrarse en la tarea que tenía entre manos –la cual resultaba en que sobre la mesa caían trozos de formas irregulares de la piel de la fruta con cachos considerables de la parte comible pegados a ellos- hasta que la llegada de Milo y Eitne, que por fin parecía haberse decidido a levantarse, la distrajo y el cuchillo se movió peligrosamente hacia su dedo, no recibiendo un corte en el mismo por muy poco.

La pregunta del irrense hacia el pequeño daeliciano la cogió un poco por sorpresa y observó al niño con el ceño fruncido. Era cierto que no parecía muy contento y la niña no acababa de entender por qué.
—No estés triste, Eitne, ¡hoy seguro que saldremos a explorar y a lo mejor encontramos un tesoro entre las ruinas! —Le dijo con lo que ella creía que tenía que animarlo.
Neil le había preguntado, en un tono de nerviosismo que la edeel había pasado por alto, si podía dejarle a él la tarea de pelar la fruta y Adru, distraída por la conversación, se la cedió sin pensar demasiado en ello. Estaba ocupada observando suspicazmente a Eitne, rondándole por la cabeza algo en lo que había estado pensando la tarde anterior.
>>Oye, Eitne, ¿estás triste porque echas de menos a tu edeel? ¿Por qué Milo y Rena son los únicos que han venido con sus otras partes? —Preguntó mirando a su alrededor.
Ahora que sabía que venían de planetas diferentes era obvio que solo los irrenses podían ser aurva y edeel. Aunque eran una pareja extraña a ojos de la sinhadre, pues a vece tenía la sensación de que ni siquiera se conocían…
>>¡Espera! ¿O es que Rena tampoco es tu edeel, Milo? —Añadió de súbito, ante la posible revelación.

Con la llegada del día Pam se despertó para reunirse con lo demás en la planta baja, dando cuenta que algunos ya estaba despiertos antes que ella misma, le incomodo un poco. No tardo en atribuirlo a la simple emoción de poder salir a averiguar cosas fueras de aquellas paredes de piedra.

Al igual que días anteriores se propuso preparar su desayuno, una rutina que difícilmente se quitaría pese a que ya supiesen que solo la miel les dañaba, cuando la música llego a sus oídos haciéndole pega un saltito en el lugar.<<¿Música? ¿De donde? No había instrumentos en este sitio..>> pensó extrañada, cogiendo un par de frustras para subir de nuevo intrigada por la música, llego hasta la ultima planta, asomándose un poco al ver maniquíes y armas tiradas por el suelo, y en medio de todo eso a Rena y Rox, con un extraño aparato que parecía ser el que producía aquella extraña música. <<No puede ser....¡tiene magia!>> pensó la mona del queso incrédula <<¡Será mentiroso! Dieron que no sabia nada de eso>> pensó Pam sintiéndose un poco engañada.

Lo del brazo de Rena aun, porque bueno...era un brazo y aunque no había entendido mucho de lo que explicaron de estos , seguía siendo un brazo aunque fuese de metal. Pero ese aparato era otra cosa, era ajeno al cuerpo de Rox y definitivamente ahí no cabía un instrumento ¿como almacenaba entonces la música sino era con magia?. Era a la única conclusión que pudo llegar Pam con lo escasos conocimientos tecnológicos de su mundo.

Y sin poder callarse, se adentro en el cuarto.

-Eres un mentiroso Rox, sabias hacer magia y no nos dijiste- dijo la niña mirando a Rox con clara desconfianza y mirada seria, pues si había engañado en cuanto poder hacer música de esa forma ¿que otras cosas no les habría contado?-¿También sabias que podía hacer eso Rena?- pregunto mirando a esta. No era justo, sabían hacer eso y los engañaba a todos, ¿querían la magia para ellos solos y no compartirla? <<Si es eso es muy mala idea ponerse a sacar música de un extraño aparato en un lugar así>> pensó Pam que miraba a una y a otro sin saber que pensar.

-¿Hay algo mas de magia que sepáis y no nos dijerais? -pregunto la mona del queso a medias interesada y alerta. Si era así estaría bien que todos supieran sobre eso, al fin de cuenta todo eran elegidos. <<No me van a dejar fuera, eso si que no>>

Eitne se incorporó un poquitín, lo suficiente como para comer sentado pero disfrutar aún de la mesa como soporte para su cuerpo. Miró a Milo a la cara y no supo responderle. Se quedó obnubilado con su aspecto. Todavía no se había acostumbrado a lo diferentes que eran todos y le seguía sorprendiendo como el primer día.

—No sé... —respondió por fin, con un tono de voz acorde a lo tristemente que estaba comiendo—. Quiero volver a casa —su cabeza estaba echa un cacao, pero sus deseos de regresar a la aldea resaltaban sobre todo lo demás—. Y ayer me comí toda la miel, y no dejo de pensar en esas ratas monstruosas y... no sé. No sé —resopló.

Pronto bajó Adru echa un torrente de energía y Eitne sintió envidia. Sus palabras le sacaron una sonrisa apagada y el muchacho miró primero a ella y luego a Milo, esperando no sabía muy bien qué tipo de reacción. <<¿Qué sienten ellos?>> se preguntó. <<¿Están tristes por dentro, igual que yo por fuera?>>. No se le ocurría que alguien no pudiera echar de menos a su familia. Y fue entonces cuando la chica sacó esa palabra rara.

—No sé qué es un edeel, pero la palabra suena bonita.

Eitne fijó su atención en Adru, girándose para verla bien, ya que creía que les explicaría de qué se trataba. Por comodidad, el daeliciano apoyó un codo sobre la mesa y dejó caer su cabeza sobre la mano, abollándose la mejilla.

El escuchar el murmullo de pasos por debajo de la música le detuvo, quedando tumbado en el suelo a medio abdominal. Al ver que era Rena sonrió, irguiéndose hasta quedar sentado y apartarse después con el puño tanto el pelo como el sudor de la frente.
—Buenos días. Tienes mejor cara que ayer. —se puso cómodo, sentándose a lo indio mientras esperaba que la irrense terminase la inspección de la sala. En cuanto mencionó su iPod, Rox lo recogió del suelo y lo levantó lo justo para que la otra pudiera verlo mejor, y de paso, bajar un poco el volumen—. ¡Sí! Vi a... Uf, me siguen costando los nombres. ¿Ain? Sí. Ain. Le vi intentando encender el suyo, pero se ve que se le ha roto o algo. El mío sigue vivo a pesar de ser un trasto viejo. Lo más incómodo es que ahora no entiendo nada de lo que dicen las letras, pero me sigo sabiendo las canciones. Es una sensación rarísima. Me suena todo a chino.
Se quedó en blanco unos segundos para luego reírse tontamente con su chiste aunque Rena no lo pillase.

—En Irraria serán alucinantes, supongo.—miró con una sonrisa su reproductor. Aún con arañazos, golpes y un botón medio hundido, no le había traicionado nunca—. Para tener esos brazos tendréis una tecnología flipante. Esto es un cacharro hasta en mi mundo, ya verás.

El estar pendiente de Rena no le hizo percatarse de la presencia de Pam hasta que habló. La mona del queso le hizo dar un bote en el sitio, especialmente por la seriedad con la que les miraba. Sin embargo, tras procesar bien sus palabras se echó a reir para tratar de destensarla.
—¿Magia? —pausó la música, algo chocado por ser llamado mentiroso de forma tan tajante pero, dejando clara por su sonrisa lo gracioso que encontraba que creyese que era eso. Las diferencias entre mundos iban a hacer situaciones como esa muy divertidas... e incómodas—. No es magia, eh... Pelusilla, creo. En nuestros mundos existe algo llamado tecnología que... —resopló y empezó a girar las manos sobre sí mismas a medida que hablaba—. Bueno, yo no sé explicar muy bien como funciona, pero no es magia. Lo construyen con más... eh, tecnología y luego... Wow, no sé ni como funcionan cosas de mi mundo.

Se rascó la nuca, mirando ofendido al aparato como si tuviera él la culpa. Para dar más confianza a Pam, se lo tendió, dándole play de nuevo.

—En mi mundo no hay magia. Creo. Solo es ficticia, en historias o en trucos falsos. Hay gente que dice saber hacer magia, pero solo son ilusiones o efectos visuales. Lo que pasa es que tenemos instrumentos avanzados, ya está. Yo no sé hacer magia, ni... ni escondo nada sobre ella.

Dudó levemente al pronunciar lo último. Técnicamente, no mentía, aunque que cuestionasen que escondía algo le ponía nervioso.

—Prueba a darle a cualquier botón. Algunos cambian la canción, otros le suben o bajan el volumen, y el del centro detiene la música. No tiene más truco.

Escuchó atento lo que decían de las armas, si bien era cierto que Drusar no sabía usarlas quizás alguno de los otros si. Cuando el asreniano las contempló después de comer frunció el ceño, en su mundo no había nada parecido, eran de diversas formas y de un material mucho más refinado que la piedra. El reptil no pudo evitar pensar en lo poco civilizado que era Asrena comparada con Rocavarancolia y al  parecer con los demás planetas de sus compañeros.

Sin embargo sus mundos carecían de algo más importante que brazos metálicos. Nassandra era una gran nebulosa que solo podía verse de noche... ¿Cómo podría maravillarse Rena si nunca había visto el cielo? Drusar estaba realmente convencido de que todo era obra de Nassandra, desde el último edifico hasta la última mota de polvo.

Más tarde su estómago empezó a acusar fuertes dolores, se llevó las manos a la barriga en un vano intento de aliviar las punzadas, después vinieron las arcadas. Se dio cuenta de que no era el único, muchos de sus compañeros tenían los mismos síntomas. <<¿Qué le ha echado a la comida?>>. Cruzó el patio en un santiamén y finalmente acabó vomitando donde casi todos los vómitos acaban. En el inodoro.  Otro objeto extraño para la extensa lista de Drusar.

No pensaba decirle nada al sinhadre, un error podía tenerlo cualquiera, pero si tenía más fallos insistiría en ayudarle. Aún después de haber potado seguía teniendo dolores y desde luego no era el único. Era extraño, pues la comida no estaba mala ni mucho menos, y sin embargo había formado un caos propio de una comida mala. El asreniano decidió no darle más vueltas al asunto, ya se le pasaría.

Lo que quedaba de día lo dedicó a explorar el torreón, no tardó en descubrir que las habitaciones eran iguales unas de otras. Andaba en silencio mientras se rascaba el pelo, no quería saltarse nada de lo que pudiera haber. La noche encontró a Drusar subiendo las escaleras hacia la azotea, había anochecido y eso solo significaba una cosa: Nassandra.

Sin embargo se encontró con que la azotea ya estaba ocupada, Rox, una de los humanos intentaba dormir ahí. El reptil reculó hacia atrás y bajó los escalones, no queria hablar con nadie y mucho menos a solas. Se escondió en uno de los cuartos y cuando el humano se fue el asreniano se permitió respirar.

Ascendió en silencio hasta salir a la azotea, hacía frío aún. Pero no le importaba y empezó a buscar a la nebulosa en el cielo. <<Quizás es que en este mundo es muy temprano>> Después de varias horas se empezó a preocupar y comprendió que no iba a aparecer. Si  había sido Nassandra quién le había elegido...¿Por qué no se mostraba en todo su esplendor como siempre había hecho? ¿Acaso no llegaban sus vivos colores a Rocavarancolia? <<No, imposible. Debe ser otra cosa que se me escapa>>. No durmió en toda la noche ya que estaba acostumbrado, cuando un miembro de la tribu moría los adultos debían honrarle toda la noche en una ceremonia que acababa con la desaparición del cadáver, y los asrenianos con la panza llena.

Amaneció, y Drusar descendió hacia la cocina derrotado. El segundo día lo dedicó a lo que exactamente dijo. Limpió y barrió por los dormitorios y pasillos, solo cuando acabó se permitió perder tiempo con las armas. Algunos de esos seres ya habían elegido arma, el asreniano no tenía idea ni de cómo se cogían. Se decantó por un cuchillo, uno de los pocos objetos que reconoció de su mundo.

Cuando se hizo de noche, volvió a la azotea con falsas esperanzas. Tampoco salió su querida nebulosa esta vez, y antes de que amaneciera el reptil se marchó para darse un baño. Cuando era de día del todo Drusar fue a la cocina.

Allí se encontró con el resto de habitantes. -Hola-. Les dijo a los que se encontraban allí.

-Bueno, tampoco es que fuera muy difícil, ayer tenía un aspecto de mierda.- bromeó, sentándose en el suelo frente a Rox.

La música era algo cursi, iba a tener que empezar a trastear con sus archivos si quería encontrar algo más de su estilo.

-Tampoco creas que a mi pueblo llegaba lo último de lo último. Y a partir de cierta edad todo viene equipado en el brazo.- se dió unos toquecitos en la pantalla de la muñeca.- Pero ya no entiendo un carajo de lo que dice mi ordenador, a saber lo que abro.- se echó a reir.

En ese momento llegó Pelusa, hecha una fiera, acusándoles de esconder secretos mágicos o algo así. Rena la miró con una ceja levantada, el aspecto de la mona cabreada tenía algo de cómico si lo mirabas bien.

-Eh, eh, tranquila calvita, aquí nadie ha ocultado nada. Estos son chismes de nuestro mundo y funcionan con electricidad y esas mierdas, no tienen magia.- dijo, e hizo una pausa para atender a la explicación de Rox sobre lo que significaba la magia en la Tierra- En mi mundo se supone que la magia existe, pero la única forma de aprenderla es que te elijan para venir aquí. Yo no tengo ni pajolera idea de conjuros ni mierdas, igual que no la tenemos ninguno aquíl así que relaja.

No le hacía especial gracia que la acusasen de nada, y aunque no estaba realmente enfadada en su expresión dejaba claro que no le habían gustado las formas de Pam.

La tos era seca y dolorosa, pero se encontraba incapaz de aguantársela. Desayunó poco, no podían abusar de la comida pues no sabían cuanta más vendría, pero al menos se sació. Tras un rato en silencio, meditando sobre su situación, que todavía le costaba creerse, se levantó. Ya había terminado el desayuno, y aparte de recoger, poco haría allí.

 Una vez limpió aquello que había utilizado subió a ver si encontraba algo para hacer por los otros pisos. Después de bastante rato vagando por los pisos sin propósito,  al acercarse al tercero, pudo escuchar muy bajito un ruido que le resultaba conocido << ¡Música!>>. Hacía tiempo que no oía ninguna, y aunque nunca le había entusiasmado, ahora la echaba mucho de menos, y, de algún modo, le tranquilizaba. Aunque no conociera la canción y ya no entendiera el idioma, a través de ella intentaba creerse que todavía no había abandonado su mundo. Prefirió no entrar, pues no quería tener que saludar y hacer a quien estuviera poniéndola apagarla. Se quedó escuchando en silencio tras la puerta el tiempo que pudo, y con la llegada de Rena se marchó de vuelta abajo.

 En la cocina se habían reunido ahora unos cuantos. Puede que en aquel momento, con el principio de catarro y los nervios, no estuviera con ganas de hablar con nadie, pero tendría que convivir con ellos y mejor si les caía bien. A pocos pasos de la gente empezó a toser fuertemente, el dolor de garganta iba acorde con la tos. Recompuesto, terminó de llegar a ellos y con una reverencia se introdujo.

- Buenos...- Paró para aclararse la garganta - Buenos días- dijo y con ello se unió atento a la conversación

La mona del queso miro primero a Rox cuando esta empezó a hablar, llamándola pelusilla cosa que la relajo un poco, con cierto desconcierto grabado a fuego en el rostro de Pam. ¿Tecnología? ¿Así llaman a la formar de crear cosas? <<¿Algún tipo de herrería, tal vez?>> pensó sin entender demasiado el concepto, siendo que el humano ni siquiera parecía tener idea de como era las cosas en su propio hogar. Aun así eso no explicaba como podía salir música de instrumentos y voces de aquella cosa , por lo que cuando Rox se lo tendió Pam lo miro con suspicacia, como si en cualquier momento este fuese a crecer y escupir encima todos los instrumentos que llevaba dentro, aplastandola.

Tomo el ipod con cierto temor, con dos deditos y manteniendolo lejos de su cuerpo. Pam pego un respingo en el sitio cuando Rox volvió a encenderlo y por el susto lo tiro por los aires. La niña se espanto, a ella no le gustaba que rompiera sus cosas, mucho menos cuando esas cosas siempre eran mas bien poquitas, y escondidas por lo general, siendo que los monos del queso no tenían pertenencias propias, por lo que se lanzo a por el aparato atrapándolo de nuevo entre sus manos y soltando un profundo suspiro.

-Casi lo rompo...- murmuro como única disculpa, pues no es como si hubiese sido intencional y volvió a mirar este entre sus manos. No pesaba y de verdad salia música, miró a Rox con duda y pulso alerta uno de los botones. La canción cambio tal y como Rox había dicho por lo que pudo contener esta vez el sobresalto. Los ojos de Pam se abrieron en su máxima capacidad con profundo interés en aquella cosa, dándole vueltas en sus manos para observarla con detenimiento. <<Esto es súper practico, ¿hay muchas cosas así en ese mundo de Rox?>>

Las palabras de Rena devolviéndola un poco a la realidad ante otra palabra que sonó rara a sus oídos, no tenia ni idea de que era la al electricidad, aunque le sonaba haber escuchado algo similar antes en las conversaciones de Milo y Rena cuando explicaban cosas de sus brazos. Loa única electricidad que ella conocía era la de los rayos y dudaba que estuviera hablando de meter un rayo en su brazo o esa cosa siendo que no era algo que se pudiera coger con las manos.

-En mi mundo no tenemos magia salvo la que se ve en los cuentos, solo la suerte y el azar, y tampoco tenemos electri lo-que-sea. -respondió sintiendo que también debía dar una explicación, aunque no le hubiesen preguntado. Pam era bastante consciente de que era muy suspicaz con todo el mundo y que eso no sentaba bien a todos por igual. No es que le importara demasiado, pero no quería tampoco que aquellos con los que iba a convivir la vieran como un estorbo- Entonces esto es como un tipo de herrería avanzada que permite introducir música en el ¿no? Me encantaría poder saber como, pero aunque me lo explicarais los conocimientos de mi mundo están anticuados en comparación con lo que parece haber en los vuestros-dijo  la niña pues aunque no entendía en gran mayoría el concepto de aquello y aun seguía desconfiada sobre que de verdad no supieran algo de magia, no iba a insistir, ya lo averiguaría.

Ademas, viendo el brazo de Rena podía creer un poquito, solo un poquito en que tal vez lo que decía era cierto y viendo así se sentía un poco frustrada...no tenían magia, por lo tanto ella tampoco podía aprenderla de ellos aun y encima tenían muchos mas conocimientos que ella, que era una de las monas del queso mas inteligente de su generación. <<Esto es un cero mierdoso>> pensó Pam frustrada. Adoraba el conocimiento y su cerebro era una de sus fortaleza entre tanto estúpido y mas en aquel sitio lleno de gigantones, por lo que saber que parecía estar desfasada en cuanto a información respecto al resto le molestaba. No le gustaba parecer igual de tonta que un ordes. Al menos tenia el alivio de saber que ni siquiera Rox, siendo ese aparato de su mundo, tenía mucha idea de su funcionamiento.

-No sabia lo que era y me asusto escuchar música, pensaba que tal vez sabían algo de magia- murmuro la niña con cierta decepción en su voz, acercándose de nuevo al humano para extenderle el aparatito sobre sus dos palmas abiertas para que lo cogiera- Perdón por desconfiar e interrumpir-se disculpo Pam finalmente, costandole un poco en el fondo ante la falta de costumbre.

Nime le devolvió el saludo a Eitne y siguió comiendo mientras se servía. Por la forma en que se puso a dar cuenta de la fruta que había escogido era evidente que estaba desanimado, y Nime se preguntó si podía hacer alguna tontería para ayudar al daeliciano con su problema. No lo conocía mucho, y por eso no sabía qué decir. Apenas había logrado sacarle algunas palabras desde que se habían conocido en las mazmorras.

Cuando Milo bajó, a Nime se le iluminó la cara. Esperaba que el irrense consiguiese animar el ambiente. Sin embargo, la decepción de la niña fue enorme cuando se sintió ignorada. La historia se repitió con Zob, y como solo tenían ojos para el daeliciano, a la libense empezaron a crecerle los morros a medida que se ponía celosa del otro niño. En algún lugar de su cabeza era consciente de por qué Eitne recibía más atención, pero no era lo suficientemente madura para procesarlo. Ni siquiera para darse cuenta de que lo que pretendía desde el primer día era parecer segura de sí misma e independiente, aun si no era ninguna de las dos cosas.

Cuando acabó el desayuno apoyó la cabeza sobre sus manos a la vez que ponía los codos sobre la mesa, y poco a poco se le fueron escurriendo los brazos hacia los lados. Estaba un poco apagada, pero al menos Adru se había puesto a hablar de cosas raras y logró atraer su atención.
—Adru, ¿qué es un edeel? —preguntó, vocalizando un poco mal por tener el mentón ya pegado a la mesa.

Rox tragó saliva ante el inminente mal humor de Rena por las acusaciones de Pam, pero para su suerte la mona del queso pareció confiar en ellos. A pesar de que su reproductor de música era probablemente lo más valioso que le quedaba respecto a la Tierra, lo único que soltó fue un "¡woah!" cuando la pequeña casi lo tira al suelo. Rió de forma un tanto nerviosa cuando esta lo atrapó en el aire, mas igualmente de haber caido contra el suelo, el coreano dudaba que el aparato se hubiera roto. Tenía una durabilidad cercana a la de los Nokia.

—Buenos reflejos, Pelusilla. —su sonrisa se ensanchó según observaba el interés que esta mostraba por la música. Escuchó con suma atención las explicaciones de ambas, con la curiosidad y la fascinacion de nuevo a flor de piel: ¿En Irraria ya conocían Rocavarancolia? ¿Sí existe la magia en esa ciudad? ¿Qué clase de mundo sería el de Pam para estar tan anticuado? Considerando al resto de sus compañeros, parecía que los únicos más avanzados eran humanos e irrenses, aunque poco sabía sobre los lugares de procedencia de Eitne o Nime—. Dioses, ¿menudo lío, eh? Cuando acabe esto y podamos volver, tenemos que darnos excursiones a todos los mundos, ¿trato? Le mostramos la tecnología y la electricidad a Pelusilla, yo me pongo un brazo mecánico y una pila interna en Irraria... y  de paso me veo un "Como lo hacen" de las cosas que uso. Y para Rena, una infusión de miel no-tóxica terrestre.

Se puso de pie de un salto, recogiendo la parka de Milo de la percha-maniquí para llevarla sobre un brazo. Le dedicó una sonrisa más a la mona del queso al recoger su iPod, y otra a Rena para asegurarse de que no había malos rollos.
—No pasa nada, yo también me habría quedado de cuadros si fuese la primera vez que veo algo tecnológico y no estuviera acostumbrado. Es normal. —enrolló los cascos que apenas había usado esa mañana para guardárlos en el bolsillo—. Que demonios, sigo de cuadros al ver a cualquiera que no sea un humano.

Apagó el reproductor para aprovechar al máximo la batería de este mientras estuviera lejos de casa. Consideró preguntarle a Rena si ella podría cargarlo de alguna forma con su brazo navaja suiza y portátil, pero el rugido de su propio estómago le interrumpió antes de poder abrir la boca.

—UUoops. Creo que he sido yo. ¿Ya habeis desayunado? Yo estoy que me como a Eitne. —por si acaso susurró un "es broma" y se dirigió hacia la escaleras acto seguido, preguntando con la mirada si le acompañaban o se quedaban arriba. En cualquier caso, haría una parada a solas en los dormitorios cuanto antes para poder ponerse el binder y quitarse capas de ropa. Tener que llevar jersey mientras hacía ejercicio iba a sofocarle tarde o temprano, y no quería desgastar una de sus prendas favoritas.

Rena se calmó en seguida, no era muy difícil de aplacar en realidad y era de todo menos rencorosa. Lo que casi le da un ataque al corazón cuando saltó por los aires el reproductor de Rox, no sabía cuánto podía ser de valioso para él. Por suerte la mona lo atrapó a tiempo.

-Si te soy sincera, Pelusilla, yo tampoco sé como funcionan estas mierdas, pero le puedes preguntar a Milo, que es un hacker de esos. - sugirió, sintiéndose un pelín estúpida por no ser capaz de explicar como funcionaban cosas que utilizaba a diario.

Se fue poniendo en pie, sacudiéndose los pantalones, atendiendo a lo que Rox proponía de visitar mundos.

-Por mi bien, pero en mi mundo no hay nada interesante, o al menos en mi pueblo, no entiendo quien puede querer ir allí. Me vine a Rocavarancolia por algo...

Ella ya había desayunado, pero aceptó acompañar a Rox abajo para seguir con la conversación. Ya en la cocina, saludó al grupo que se había congregado en torno a la única cesta, que empezaba a vaciarse a ritmo alarmante. << Vamos a tener que salir hoy por huevos.>> pensó.

La confusión era evidente en el rostro de la niña, mientras paseaba la mirada de Eitne a Nime tratando de encontrar alguna razón lógica para que hiciesen aquella pregunta. Eran muy pequeños, pero eso no podía ser pues incluso los críos de tres años sabían lo que era un edeel.
—Pues yo, yo soy un edeel —se señaló a sí misma parpadeando confusa—. Y Hyung —señaló al humano que acababa de entrar en la cocina. A continuación apuntó ambos dedos índices hacia sus ojos—. ¿No lo veis? Mis ojos son oscuros… Ya sabéis, la parte espiritual, uhm… y Neil es mi aurva. Pero ninguno de vosotros parece haber venido aquí con su otra mitad… —La sinhadre adoptó una pose pensativa mientras observaba como Neil terminaba de pelar su fruta y al cabo de unos segundos abrió mucho los ojos—. ¡Ya sé! Sois de otros mundos, a lo mejor usáis una palabra distinta y os emparejan cuando sois más mayores o algo así… ¿No?
Giró la cabeza hacia cada uno de los presentes mostrando un gesto confiado, creyendo haber dado con la clave del asunto.