Torreón Letargo (Archivo VI)

Recuerdo del primer mensaje :

La chica a la cual le había dado el martillo utilizó éste para arrancar, de uno de los edificios en ruinas, una puerta un tanto podrida y así utilizarla de escudo <<no era el uso que esperaba que le diera>>. Una vez tuvo la puerta le devolvió el martillo.

  Milo inició la carga contra las bestias avanzando seguros y a un paso ligero. Una de las ratas tiró una primera espina causando el sobresalto de Hyung. Si podían disparar nada les paraba de acribillarles a todos ellos. Claramente les superaban las ratas en número. Hyung se asombró, sus compañeros seguían avanzando, no se esperaba semejante envalentonamiento. Los que se habían quedado detrás empezaron a lanzar huesos y piedras que cogían del suelo << ¿¡Pero que hacen!? ¿¡Quieren que nos disparen a nosotros!?>>. Hyung se aparto del grupo alarmado esperando una lluvia de espinas hacia ellos. La mirada hacia él de una de las ratas al apartarse un poco le provoco un sobresalto. Sin embargo poco le importó a la bestia  Hyung pues se giró de nuevo hacia los que se dirigían a las cestas. La estrategia de distracción había hecho poco pues todos ellos seguían sin haber recibido un disparó y las ratas se centraban en Milo, Rox y Rena. Finalmente llegaron y empezaron a agarrar las cestas, Rox perdió una debido a una espina que quedó cerca de darle en la mano. Consiguieron cinco y tiraron el resto distrayendo a unas cuantas ratas.

  Tocaba huir, Los niños empezaron a correr Hyung aceleró << ¡no puedo quedarme atrás!>>. Hyung fue todo lo rápido que pudo dejando atrás a los demás. Frenó una vez una vez oyó el grito eufórico de Rox; estaban a salvo. La celebración de la victoria de Rox le provoco una risa tímida y bajita a Hyung. Era contagiosa su felicidad y por muy poco que hubiera hecho Hyung él también consideraba eso su victoria. El grupo se tomo un rato para recuperar el aliento y decidirse en que iban a hacer ahora. La atención de varios se dirigió a una especie de torre no muy lejos de allí. Finalmente se decidieron por avanzar hacía ésta para verla mejor.

  Llegaron a la torre fácilmente. Menos mal no tuvieron problemas al continuar su camino hacia ésta. Hyung se paró ante ella y echó un vistazo largo. Aquel edificio de gran tamaño debía de tener un total de al menos tres plantas de bastante altura. Se encontraba rodeado de una franja de tierra y cubierto de enredaderas escondiendo lo que parecía la puerta, identificada como tal debido a que ésta daba a un puente levadizo que conectaba el torreón con la calle.

-Eso debe de ser la puerta. Aunque no estoy muy seguro.- dijo en un tono bajo. - Si queréis entrar ir vosotros primeros, pero tener en cuenta que allí podría haber cualquier cosa.

Finalmente se fueron a dormir. Hyun hizo el habitual y volvió a dormir en la puerta del patio. Esa noche no pudo evitar tener pesadillas. Pero estas eran sociales, la llegada de los nuevos generaba nuevas inseguridades que, esa noche, le robaran el sueño.

A la mañana siguiente se presentó individualmente a los nuevos. Antes se presentaba según conocía a la gente como dictaba la norma de educación básica. Pero desde rocavarancolia ya no hacia ni esos pequeños esfuerzos. Cegado por su autocompasión solo se preocupaba por si mismo. Quizás rocavarancolia le hacia una peor persona, pero él apenas le daba algún espacio a ese pensamiento en su mente. Se pasó el día dando vueltas limpiando hasta lo que no necesitaba ser limpiado para matar tiempo. Contaba mentalmente para no pensar en otras cosas. Pero a la noche todo seguía ahí, todos sus miedos, su soledad. El día concluyó con él llorando, se decía lo inutil que era, lo debil que demostraba ser, pero no servía de nada. <<Al menos no me ven>> se dijo, estar durmiendo abajo le daba esa privacidad.

El segundo día no fue muy diferente. No quería acercarse a hablar con Eitne como solía hacer, porque desde su conversación sentía que forzaba una relación con el daeleciano, que al ser encima un niño más pequeño le avergonzaba profundamente. Odiaba haber dependido tanto de esa relación. Y Rox por su parte parecía estar a sus propias cosas. Hyun ya se había hecho a la idea de que Rox prefería a todos los aliens antes que a él. Pero no podía evitar preocuparse de que también tendría a otros humanos a los que preferir. Esos días solo parecían realentizarse.

Esa noche tampoco consiguió dormir. Los nervios, solo crecientes por su ritmo constante de corazón, originados en una pesadilla, le llevaron a vomitar en las letrinas. La desesperación provocada por su aislamiento solo empeoraba la noche. Solo se veía capaz de abrazar a su martillo y esperar a que pasara la noche. Al amanecer recogió el colchón y siguió un poco al resto. Volverían a salir esa mañana. Hyun maldecía para sí que otra vez se quedaría solo con los niños en el torreón. Cogió una manzana y prefirió abandonar la conversación <<quizás sea buena idea dormirme hasta que vuelvan>> se convencía mientras se dirigía al cuarto.

Adru hizo muchas preguntas cuando no entendía algo que decían los recién llegados, especialmente Guille. Hubiera pensado que el niño era de un planeta diferente al del resto de humanos si no hubiesen dicho lo contrario, porque decía cosas muy extrañas. Aun así a la edeel le parecía divertido, y enseguida llegó a la conclusión de que Hiss, Mike y Guille serían buenos compañeros. Ella y Neil tuvieron que volver a explicar lo que era un aurva y un edeel, pues la confusión al respecto entre los nuevos era evidente y a aquellas alturas ya sabían que las demás culturas no compartían los emparejamientos de claros y oscuros, cosa que todavía desconcertaba bastante a la niña.

Su rutina no varió mucho en los siguientes días y siguió entrenándose en la variedad de armas que había escogido, así como constantemente pedirle a Ain que siguiese enseñándole a pelear con los puños y las piernas. Los intentos de tratar de realizar alguno de los hechizos que llevó a cabo fueron totalmente infructíferos y la sinhadre cada vez se aburría más tratando de recordar toda aquella parafernalia. Fue entusiasta, no obstante, a la hora de que sus compañeros que ya lo habían logrado les mostrasen a los nuevos la magia que habían obtenido y siguió animando a Neil a que hiciese magia. Para alivio del aurva, además, gracias al hechizo que había hecho Pam ahora podían bañarse en agua caliente.

Aquella mañana Adru se despertó agitada, cosa que probablemente no sorprendería a ninguno de sus compañeros de sueño, acostumbrados a que su hiperactividad también tuviese lugar mientras dormía. Pero aquel día fue diferente. Se había incorporado bruscamente en la cama, aunque se encontraba en su propio colchón y en un principio Eitne y Neil no parecieron despertarse. La expresión en su cara no era somnolienta o entusiasta como era costumbre cuando se despertaba y el sudor que la empapaba no había sido producto del calor que solía pasar bajo las mantas. El recuerdo de Neil gritándole que la odiaba fue acompañado de aquel dolor en las costillas. Por un momento creyó que la flecha estaba allí de verdad, pero no fue capaz de moverse. Había algo peor que la inmovilizaba: la imagen de los cadáveres de sus amigos. Giró la cabeza bruscamente hacia la cama contigua, donde el daeliciano y su aurva todavía dormían plácidamente. La sinhadre no recordaba haber tenido una pesadilla en mucho tiempo, de hecho no estaba segura de haber podido calificar ninguno de sus sueños como tal ya que, aunque algunos no le gustaban nada, no reaccionaba de la misma forma que lo hacía Neil cuando se despertaba llorando o gritando. Pero aquello no podía calificarse de otra forma: había tenido una pesadilla horrible, no muy diferente a las de sus compañeros. ¿A lo mejor sí era verdad que se contagiaban? Le daba igual en aquel momento, lo único que quería era asegurarse de que los demás estaban bien. Estaba a punto de despertar a Neil, pero se dio cuenta de que algo caliente discurría por sus mejillas: lágrimas. Tampoco recordaba la última vez que había llorado. Se las limpió apresuradamente y después despertó a Neil moviéndole con suavidad. Tenía miedo. Le pidió, en voz baja para no despertar a Eitne, a su desconcertado aurva que la acompañase hasta el estudio.

—Neil… ¿Tú crees que alguno de nosotros podría morir?
El recuerdo del cadáver deformado de la compañera de Mike y Hiss estaba demasiado fresco en su memoria. Tal vez por eso había tenido aquel sueño… ¿Y Drake? ¿Por qué había soñado que aquel humano silencioso era malvado? ¿Se trataría de uno de los encapuchados disfrazado como uno de ellos? A partir de aquel momento, la edeel no podría evitar sospechar del humano.
Su aurva interrumpió sus pensamientos, preguntándole por qué decía eso de repente y la sinhadre le explicó a grandes rasgos la pesadilla. No se lo dijo todo, no fue capaz, pero lo suficiente como para que el chico se asustase y la abrazase mientras le aseguraba que eso no pasaría porque confiaba en ella y en los mayores del torreón. Por un momento dudó cuando Neil le aseguró lo fuerte que era, al recordar lo incompetente que había sido en comparación con su aurva durante la pesadilla.
>>Sí… tienes razón. Solo era un sueño —dijo, no obstante, poco después—. Los encapuchados cogieron por sorpresa a aquella niña, pero nosotros estamos preparados.
La determinación había vuelto a su rostro y a su voz y ya no quedaba rastro de la preocupación. La semilla de la duda en su interior, no obstante, había crecido ligeramente más tras aquella noche.

Una vez en la cocina, Adru dedicó miradas disimuladas a Drake, aunque no le había hablado del papel del humano a Neil pues no quería que se asustase innecesariamente. Aun así la edeel tenía claro que no le quitaría el ojo de encima, por si acaso.
—¡Sí! Tenemos que encontrar a los compañeros de Zob —afirmó una vez se enteró de qué se estaba hablando en la cocina.
Con el desayuno a medio terminar, la sinhadre saldría corriendo en busca de sus armas, lista e impaciente por abandonar el torreón y comenzar la misión de exploración y búsqueda.

Guille se quedó pensativo, él no había visto ninguno de esos monstruos: el lugar, eso sí, era siniestro, la gran grieta con esqueletos le había asustado, pero no sería más que una especie de cementerio al aire libre. Guille había ido al cementerio ver a sus abuelos y supuso que cada mundo enterraría de una manera distinta. Y el muñeco de la plaza al principio había perturbado, pero cuando se dio cuenta que no podía ser real sino que era falso le había parecido una broma de muy mal gusto. 

No había visto ninguno de esos monstruos que le habían contado, pero si lo decía Tecno-Rena debía dr ser por algo. “Seguro que ha luchado contra muchos monstruos” se dijo imaginando las peleas. También Eitne le aconsejó que no saliera y resultó que los teletubbies no eran criaturas tan peligrosas... o por lo menos este no, incluso era buena persona.

-Valeee…-dijo Guille refunfuñando y cruzándose de brazos.  

Se quedó escuchando en silencio cuando le llamó la atención de lo que estaban hablando.

- ¿Podemos dibujar en el patio? -preguntó a Eitne- Voy contigo. 

Guille no sabía muy bien qué hacer por aquí, todos tenían ya sus espacios, sus maneras de entretenerse, sus prácticas y entrenamientos. De alguna manera sentía que había perturbado un poco el ritmo de la casa. “Es como ser el nuevo en la clase” pensó.

Miró fijamente a Adru y recordó de lo que hablaron el otro día sobre ella y Neil. “Dos personas que se juntan para formar un todo más bonito, es genial. Pero son muy distintas, apache esta todo el día moviéndose y es muy graciosa, en cambio Cenicienta es más tranquila y tímida, solo la he visto cocinando y haciendo cosas de la casa, aunque esta vez no parece obligada por su madrastra, ¿puede ser? Seguro, apache debe ser Pocahontas. Sí, son dos princesas que pegan muy bien”.

“¿Se habrán acostumbrado a vivir aquí?”. Parecía que el torreón era un pequeño oasis de la ciudad, que se le antojaba fría y distante, como un perro que había sido abandonado, del que era normal que por el miedo te mordiera. “Seguro que si no la tratamos mal la ciudad nos ayuda, debe de haber sufrido mucho”.

Eitne se alegró de que Guille desistiera de salir y le asintió con la cabeza en respuesta a su pregunta. Echó a andar al patio justo a tiempo para ver a Hyun marcharse y le hizo un gesto con las manos.

—¡Hyun! —le llamó—, ¿t-te vienes con nosotros?

Tanto él como Guille eran de la Tierra, así que supuso que el niño estaría más cómodo si le acompañaba alguien del mismo sitio. Fuera les recibió el patio, con la pared llena de ojos pintados. Eitne sonrió con orgullo y se la señaló al niño. Le sorprendía que aun no hubiera visto los dibujos.

—Pi-pintamos los ojos para que nos protejan d-de los monstruos. En mi casa sirven p-para ahuyentar a los taladores —le explicó—. Hay ojos dibujados de c-casi todos nosotros, ¿quieres hacer tú el tuyo? —le ofreció. Tenían una mezcla gris de cenizas cerca. Fue a por ella y se la tendió—. Oye, G-Guille... —le preguntó en un tono más bajo (Hyun podría oírle sin problemas), esta vez de niño a niño y con cierto matiz de miedo en la voz—. ¿T-tú viste lo qué pa-pasó el otro día?

A Eitne le sorprendía lo bien que estaba el niño para haber visto morir a alguien y quería asegurarse de que no estaba intentando ocultar lo mal que estaba. Sin embargo, también yacía una pizca de curiosidad morbosa: Guille había visto algo que a los niños se le prohibía.

Guille camino alegremente junto a Eitne, al salir al patio le enseño los ojos que estaban pintados en la pared, había ojos de todos tipos, a Guille le pareció una pared muy divertida. Etnie le contó que servían para proteger de los monstruos.

- ¿Entonces eres un mago experto en símbolos mágicos?- y le miro con los ojos emocionados- ¿me puedes enseñar?-dijo mirándole fijamente.

-CLAROOOOO!- dijo cuándo le ofreció y cogió la pintura- ¿solo puedo dibujar uno? Es que quiero dibujar alguno para Mama y mi hermanito. - y mientras dibujaba hablaba con Etnie

-¿El qué del otro dia?-mientras ya dibujaba un segundo ojo.

A la vez que hablaban, si nadie le paraba, sigue dibujando otro ojo, un oso, a Totoro, símbolos que se le ocurrieran, un circulo con una estrella de seis puntas en su interior, una pokeball, lo que se le pase por su cabeza hasta que se quede sin tinta.

La voz del niño era, a la vez, bien recibida y rechazada por el orgullo del coreano. Encima sería con el nuevo niño pequeño del torreón. Se preguntaba si de verdad el niño le tenía aprecio, y esta era una muy posible respuesta. Sin embargo se planteaba si de verdad el daeleciano sería su único amigo. Siempre se convencía de que el era como un hermano mayor, era un sentimiento de condescendencia lo que mantenía a su orgullo callado. Sin embargo en la última conversación se dejó claro que Hyun estaba lejos de ser un modelo de comportamiento, y él siempre lo había sabido, manejaba sus sentimientos peor que un mono un coche. Pero le dolió pensar que Eitne lo sabía. Saber que siempre sería el último de incluso ese torreón con niños pequeños. Pero no, no podía perder su principal amistad, el único al que tenía tambien mientras el resto salía.

- S-si, voy.- Le respondio al niño. <<Bueno, podría ser peor>> pintar al menos era entretenido.

Una vez cerca de los niños, Eitne preguntó por lo que paso el día que les encontraron. Hyun sabía poco y daba gracias, porque lo poco de lo que se había enterado era desagradable. Al sacar Eitne el tema, dio por hecho que Guille habría visto poco. Estaba demasiado bien si no.

- Quizás no sea bueno hablarlo.- Comentó, también en bajo. Si no se había enterado, era mejor que no lo hiciera. Además un tema así solo conseguiría dejarles con mal cuerpo.

Milo acompañó al grupo durante la visita guiada y, cuando llegó la hora de la cena, se sentó a la mesa con los demás. No participó en la conversación general, aunque si prestó atención a las historias de los recién llegados mientras daba buena cuenta de su ración. Ya sabía lo extensa que era la Tierra por las historias que le había contado Rox sobre su planeta de origen, pero las descripciones que dio Hiss sobre su lugar de nacimiento le sorprendieron tanto como a Rena. Le costaba imaginar un paraje tan verde, pues aunque había pisado muchas veces la superficie de su Irraria natal, el hielo y la nieve blanca siempre habían cubierto todo hasta donde alcanzaba la vista. Un paseo por las verdes colinas de Irlanda parecía mucho más agradable en comparación.

Durante los días siguientes el irrense ayudó en lo que pudo a la instalación de sus nuevos compañeros, respondiendo a sus preguntas si le dirigían alguna y dándoles conversación siempre que les veía algo perdidos. En cualquier caso entendía que todo aquello era nuevo para ellos, por eso el norteño procuró no atosigarles demasiado mientras se adaptaban y dejó que fuera Rox el que les ayudara a integrarse: siendo humano como ellos era bastante lógico que confiaran más en él.

El hacker, por otra parte, continuó con su rutina diaria de entrenamiento con más firmeza si cabe que antes de encontrar a sus nuevos compañeros. Milo se esforzaba por que no se le notara, pero lo que había visto en la plaza de los colaespinas había enturbiado el torrente de optimismo que siempre le desbordaba, y su perpetua sonrisa a veces se deshacía cuando no había nadie para verlo. La preocupación y la incertidumbre se reflejaban en su rostro en aquellas ocasiones, pues temía por la seguridad de los letarguinos, y por la noche al irrense le costaba conciliar el sueño, atormentado ante la posibilidad de que sus amigos sufrieran el mismo destino que la chica varmana que Rena había arrojado a la cicatriz.


Aquella mañana el norteño amaneció con un agudo dolor de cabeza, consecuencia sin duda de las pocas horas que había dormido, y cuando bajó para desayunar con los demás apenas acertó a coger una pieza de fruta antes de dejarse caer en una silla libre. Se comió su frugal desayuno en silencio, con los ojos firmemente cerrados, y aunque prestó atención a la conversación general no hizo amago de participar. Su migraña fue desapareciendo poco a poco, al menos en parte, y para cuando los demás ya estaban listos para salir podía mantenerse erguido sin esbozar muecas de dolor. No creía estar en condiciones de unirse a la expedición para buscar a otros cosechados, sin embargo, pues no se fiaba de su atención a los detalles debido a la falta de sueño y no estaba dispuesto a ser una carga durante una salida tan peligrosa.
—Tened cuidado ahí fuera, ¿de acuerdo? —se despidió de ellos en la puerta, dirigiéndose sobre todo a los más impulsivos. Luego le habló a Adru en privado—. Volved todos de una pieza y sin bajas, capitana, no dejes que sean imprudentes. —le recomendó, revolviendole el pelo con cariño antes de que se fueran.

El torreón quedó muy silencioso tras la partida de la expedición, algo a lo que el irrense no estaba para nada acostumbrado, y no muy seguro de que hacer a continuación se dejó caer en el sofá del salón disfrutando durante unos segundos de aquella calma aparente. La preocupación por los que habían salido, sin embargo, no le dejaría conciliar el sueño que tanto necesitaba.

Una sonrisa triste dio paso a la respuesta de Eitne a Guille.

—No, n-no —dijo—. Apenas sé a-algunas cosas.

Y así era. Eitne sabía lo poco que había conocido en casa y toda la información que retenía había pasado por filtros y filtros de padre, madre y abuela. Una parte de lo que sabía era real, la otra cuentos de niños. Suspiró y miró a Hyun mientras el pequeño se iba a dibujar. Por si no fuera poco con la dificultad de que estuviera pintando con un único color, la diferencia entre culturas le hizo imposible adivinar qué dibujaba Guille.

—Llevas r-r-razón —Eitne agachó la cabeza y pidió disculpas al coreano por haber preguntado.

Como buen niño, sabía que era lo mejor que podía hacer; como buen niño también sabía que, aun si no era correcto, seguiría sintiendo interés. Eitne no había sentido nunca una curiosidad de este tipo: de las que una vez satisfaces, te arrepientes de por vida. Así que no entraba en sus planes acallarla, solo dejarla a un lado hasta volverse adulto.

Volvió a suspirar y se acercó a la pared, para repasar los ojos desgastados.

Le reconfortaba saber que no era el único con interés por salir fuera a encontrar al resto. No quería hacerle el feo a Guille, pero cantar era algo que quería mucho menos. Soltó una risa por las ocurrencias del pequeño, y otra de alivio cuando Rena le ayudó a escurrir el bulto volviendo al tema.
—Mejor en otro momento, Guille. Creo que lo del mapa nos cunde más ahora mismo.

Más de sus compañeros se fueron uniendo a las filas de la expedición, con lo que Rox procuró terminar de desayunar todo lo rápido posible para salir cuanto antes. No pudo evitar sentir lástima por Zobriel, tener a más compañeros perdidos por la ciudad (y a saber en qué estado) debía de ser tremendamente agobiante. Aquello le motivó más para hacer dichas expediciones más a menudo.

Bajó a la armería a por su alabarda y esperó a que el resto estuviera listo. Como no, Adru era la primera en estarlo. No le sorprendía que se quedaran los de siempre, pero la ausencia de Milo era algo nuevo. El hecho de no contar con alguien habitual en las salidas le dejó con una pequeña pero incesante sensación de intranquilidad. Por la expresión agotada del irrense o había descansado poco, o había tenido una pesadilla. Esperaba que fuera solo lo primero. Aún con las ganas de preguntar que le pasaba, simplemente asintió.
—Venga, ya habéis oído a Milo. Con cuidado y buena letra, ¡sino no vamos a encontrar a nadie!

Al final decidieron hacer una pequeña expedición. Terminaron de desayunar, se eligió la ruta, las armas, y en pocos minutos el grupo que saldría estaba reunido en la puerta. La irrense llevaba su habitual escudo y una espada corta con la que había estado practicando y se sentía lo bastante segura como para sacar del torreón. Cargó la cantimplora y unas barritas energéticas por si la excursión se alargaba demasiado y le daba una bajada de azúcar a media mañana. No había querido desayunar muy fuerte por si necesitaban correr.

Por primera vez Milo dijo que se quedaría en el torreón. Rena ni se molestó en preguntar por qué, era bastante evidente por sus ojeras y su cara de muerto que no se encontraba bien, pero no tener a su compañero irrense como apoyo en la salida le hacía sentirse algo intranquila. Sabía de sobra que debían ser precabidos, siempre lo eran (más o menos), pero en esa salida iban a alejarse de sus rutas habituales. A pesar de la inseguridad, Rena estaba emocionada. Tanto si localizaban al otro grupo como si solo descubrían nuevas zonas de la ciudad, la salida habría merecido la pena. Y si encontraban a los demás cosechados, quién sabe, puede que tuviesen información sobre la ciudad, qué hacían ellos allí, o sobre magia. << Pero eso sería tener mucha suerte>>

Se despidieron de los demás, prometiendo volver antes del anochecer.

Sigue en la casa de los dulces

- ¿entonces esto está muy lejos de Barcelona, no?  - dijo mientras pensaba en como volvería a casa- ¿vosotros lleváis mucho tiempo aquí? ¿Sabéis como volver? ¿Qué ha pasado en este sitio porque están tan en ruinas? ¿Habéis visto una luciérnaga? ¿Qué hacéis normalmente por aquí? En casa mi hermano tiene muchos libros, mis favoritos son el Principito y Alicia en el país de las maravillas ¿Tenéis algún libro aquí?

Guille paro de dibujar.

-perdón, jajajajaja-dijo colocándose el gorro- creo que me he emocionado- dijo mirando todo lo que dibujo.

Paro de hablar cuando se dio cuenta de que el dibujo estaba cambiando.

-Tu hechizo está haciendo algo- dijo alegremente a Eitne

Los ojos parpadearon, de repente se puso a escribir, leyó atentamente lo que decía

-Hola-  saludo con la mano- Sí, se guardar un secreto, bueno a mi hermano le cuento todo- decía en alto mientras escribía en la pared, con la tinta que le quedaba.

Eitne trataba de contestar a todo lo que Guillermo le preguntaba, pero su tartamudeo y la longitud de sus respuestas hicieron que fuera con demasiado retraso.

—L-la verdad es q-que no lo sabemos, po-podríamos estar muy, muy lejos o n-no. Llevamos m-más de un mes, c-creo... N-no sabemos vo-volver. Ta-tampoco qué ha pasado. Zo-zobriel sabía de la ciudad y creía que sería m-mucho mejor...

Y hasta ahí llegó antes de ver los pestañeos de la pared. El siguiente en pestañear varias veces fue él, sorprendido. Después abrió la boca y los ojos como platos y, sin decir nada, se giró hacia Guille y luego de nuevo a la pared. Y entonces les habló. Eitne no tuvo tiempo de saludar de vuelta antes de que les hiciera una pregunta. El niño asintió con fuerza..

—S-sí —respondió en un susurro.

Eitne no se lo podía creer: ¡la magia le estaba hablando! ¡Había funcionado! El niño no conocía esa parte del conjuro protector, pero estaba claro que había salido bien. En aquel momento, Eitne no cabía en sí de gozo y solo podía pensar en lo orgullosos que estarían de él sus padres y su abuela.

Miró al niño con una pequeña sonrisa, agradecía que lo entendiera. Y que lo aceptara, le había subido el ego un poco al coreano. <<Quizá todavia puedo sacar algo bueno de quedarme despierto>> pensaba. Estaba ya en la pared, aunque no acertaba a pintar nada, seguía escuchando a los niños mientras tanto. <<¿Alicia en el pais de las maravillas y el Principito?>> Se sorprendió. El había leido únicamente lo que le habían obligado a, y no se imaginaba a un niño con esa edad leyendo. Mucho menos esos libros, de los qie había alcanzado a conocer representaciones en cine y tele, que al coreano le resultaban raros a más no poder.

De repente notó como el pequeño charlatan se cayaba. Giró la cabeza en su dirección justo para ver a los ojos parpadear. Hyun no tardó en reaccionar, dio un patoso paso de espaldas, tropezandose por un segundo con el peligro de caerse. Los siguientes fueron más rapidos y en dirección al torreón. Sin embargo frenó, la pared empezaba a escribir, a hablarles a los dos niños. El miedo se volvía más profundo, los nervios se hacían evidentes en su respiración, las nauseas. La pared a ojos de Hyun era un monstruo enorme a pocos segundos de comerse a los niños. Su mente le decía que entrara, que huyera de la escena pero hizo un pequeño esfuerzo. Se acerco a los niños, principalmente al daeleciano.

- A-alejaos - Dijó nervioso mientras tiraba de Eitne hacia atras. <<Esto no debería ocurrir, esto no debería ocurrir>> se repetia mientras deseaba que nada pasara, que la pared volviera a mostrar solo ojos

Guille se giro al ver la reacción de Hyun, y le sorprendió que les dijera que se alejaran, el muro no les había dicho nada malo. Pudo ver como tiro de Eitne para alejarle. Por el rabillo del ojo se dio cuenta de que el  muro volvía a cambiar sus letras.

-No parece peligroso Hyun- le dijo mientras leía las nuevas palabras- Vale, no se lo contare a nadie-Dijo al muro- mirar a puesto una carita triste, a lo mejor no tiene amigos, parece majo.

-Me llamo Guille, Señor Muro, voy a tercero de primaria, es la primera vez que hablo con un muro. ¿No seras Voldemort?, en una peli era un cuaderno, creo que estaba enfadado porque le tiraron en un vatér o algo así.-

Eitne no esperaba la reacción de Hyun y se encontró a sí mismo siendo arrastrado por él. El niño hizo acopio de toda su (poca) fuerza y tiró en dirección contraria sin desviar la vista del muro.

—¡Suéltame! —le gritó, aún sorprendido. No hubo tartamudeo, Eitne era firme en su deseo por quedarse. Habían hecho algo mágico a partir de un recuerdo suyo (o eso creía él) y Hyun amenazaba con romper el hechizo; se iba a cargar su idea e iba a inutilizar su esfuerzo. El niño intentó despegar a Hyun de sí mismo utilizando la mano libre—. E-es la magia de mi pueblo... —comenzó a llorar de pura frustración: no podía hacer nada salvo dejarse arrastrar—. ¡Dé-déjame o romperás el conjuro! —Hyun lo llevó lejos de la pared y Eitne sabía que no podría llegar hasta ella. Además el coreano estaba intentando pedir ayuda— ¡Yo so-soy Eitne! —exclamó hacia la pared.

De haber estado suelto, habría corregido a Guille: no les hablaba el muro, les hablaba el hechizo protector que habían pintado. Y si no le guardaban el secreto por culpa de Hyun, no sabía qué pasaría, ni cómo se lo tomaría. Eitne había estado dibujando durante días y, ahora que ocurría algo con sus dibujos, ahora que podía hacer algo por el grupo y que se demostraba que tenía razón, le estaban desmoronando su oportunidad.