Torreón Letargo (Archivo VI)

Recuerdo del primer mensaje :

La chica a la cual le había dado el martillo utilizó éste para arrancar, de uno de los edificios en ruinas, una puerta un tanto podrida y así utilizarla de escudo <<no era el uso que esperaba que le diera>>. Una vez tuvo la puerta le devolvió el martillo.

  Milo inició la carga contra las bestias avanzando seguros y a un paso ligero. Una de las ratas tiró una primera espina causando el sobresalto de Hyung. Si podían disparar nada les paraba de acribillarles a todos ellos. Claramente les superaban las ratas en número. Hyung se asombró, sus compañeros seguían avanzando, no se esperaba semejante envalentonamiento. Los que se habían quedado detrás empezaron a lanzar huesos y piedras que cogían del suelo << ¿¡Pero que hacen!? ¿¡Quieren que nos disparen a nosotros!?>>. Hyung se aparto del grupo alarmado esperando una lluvia de espinas hacia ellos. La mirada hacia él de una de las ratas al apartarse un poco le provoco un sobresalto. Sin embargo poco le importó a la bestia  Hyung pues se giró de nuevo hacia los que se dirigían a las cestas. La estrategia de distracción había hecho poco pues todos ellos seguían sin haber recibido un disparó y las ratas se centraban en Milo, Rox y Rena. Finalmente llegaron y empezaron a agarrar las cestas, Rox perdió una debido a una espina que quedó cerca de darle en la mano. Consiguieron cinco y tiraron el resto distrayendo a unas cuantas ratas.

  Tocaba huir, Los niños empezaron a correr Hyung aceleró << ¡no puedo quedarme atrás!>>. Hyung fue todo lo rápido que pudo dejando atrás a los demás. Frenó una vez una vez oyó el grito eufórico de Rox; estaban a salvo. La celebración de la victoria de Rox le provoco una risa tímida y bajita a Hyung. Era contagiosa su felicidad y por muy poco que hubiera hecho Hyung él también consideraba eso su victoria. El grupo se tomo un rato para recuperar el aliento y decidirse en que iban a hacer ahora. La atención de varios se dirigió a una especie de torre no muy lejos de allí. Finalmente se decidieron por avanzar hacía ésta para verla mejor.

  Llegaron a la torre fácilmente. Menos mal no tuvieron problemas al continuar su camino hacia ésta. Hyung se paró ante ella y echó un vistazo largo. Aquel edificio de gran tamaño debía de tener un total de al menos tres plantas de bastante altura. Se encontraba rodeado de una franja de tierra y cubierto de enredaderas escondiendo lo que parecía la puerta, identificada como tal debido a que ésta daba a un puente levadizo que conectaba el torreón con la calle.

-Eso debe de ser la puerta. Aunque no estoy muy seguro.- dijo en un tono bajo. - Si queréis entrar ir vosotros primeros, pero tener en cuenta que allí podría haber cualquier cosa.

Pam llego a fuerza de pura voluntad y gracias a que su cerebro se mantuvo activo, haciéndole andar, porque de no ser así, se habría rendido a mitad de camino. Cada paso era un pequeña tortura. Las leves quemaduras escocían ante el contacto con el aire y en las mas graves, como una especialmente grande brazo, empezaba a salir pequeñas ampollitas que dolían al mero roce con lo que quedaba de su jersey. Al haber usado las mangas de este para las heridas de sus compañeros, sus brazos no habían tenido esa protección extra contra las quemaduras.

Un alivio inmediato la invadió cuando vio el torreón. Estaba sin fuerzas, adentranddose con un andar pesado, lento como si odiara dar cada paso y se lo pensase, cuando les abrieron. Las plantas del pie parecían ya arder. El desmayo de Rox le llego a sobresaltar, temiendo que verían otra muerte mas cuando se abriese la cabeza con el suelo de piedra, pero por suerte fue atrapado a tiempo. Suspiro aliviad, habían tenido suficiente muertes ya.

Y ahora estaba el tratarse las quemaduras y heridas << Si tuviéramos magia para eso seria mas fácil >> pensó frustrada, queriendo ir a la cocina por un cubo de agua fría, pero sus pies ya no podían mas y doblemente molesta por tener que pedir ayuda, mas que nada porque se había tenido que curar ella misma siempre desde que tenía y le resultaba aun extraño que le ayudasen, no lo veía aun como algo enteramente natural de hacer.

Sin poder hacer mas, se termino sentando con cuidado en el sofá, sacándose los zapatos y  tras intentar jalar solo un poco, noto que los calcetines se había quedado medio pegados a la piel. Se rindió de intentar sacárselos. << Tendré que meterlos en agua tal cual >> pensó no gustándole el no poder cuidar de ella misma en esos momentos, se sentía un poco decepcionada de si misma. Incapaz, tal vez. A la espera de que alguien trajera el agua fría.

—Algo se podrá apañar —le respondió a Hyun en el mismo tono de voz, sin dejar de sonreír—. Cualquier cosa que les mantenga entretenidos estará bien, ¿no crees? —le pregunto sin esperar respuesta, uniéndose a Nime y a Guille en su búsqueda de los adornos que se habían usado en el cumpleaños de la libense. El taciturno coreano les siguió de cerca y el irrense le dio una suave palmada en el hombro para animarlo, pero al cabo de un rato se percataron de que Eitne no había regresado y el norteño fue a buscarlo.

Invirtieron el resto de la mañana en trazar planes sobre la Navidad y sobre que podrían organizar con los pocos materiales de los que disponían. Milo disfrutó aquellos instantes, perdiendo poco a poco su dolor de cabeza y relajándose a pesar la mañana rara que habían tenido. Para cuando la voz de Rena llegó por fin desde el exterior el chico volvía a estar adormilado, pero el tono de la misma le hizo espabilarse por completo al avivarse el mal presentimiento que le había acosado durante el desayuno. Alguien se encargó de bajar el puente levadizo mientras el hacker corría hacía la puerta para franquearles el paso a sus compañeros, y cuando vio el estado en el que llegaban el alma se le calló a los pies.
—¿Qué es lo que ha... ? —intentó preguntar, pero al ver que Rox se iba a desmayar se interrumpió y se apresuró a sostenerlo para que no acabara en el suelo.

Tenían todos un aspecto horrible, algunos más que otros, y el irrense no tardó en notar que faltaban dos personas. Un terrible nudo se le formó entonces en la garganta, pues se temía lo peor, pero había que encargarse primero de las heridas de los presentes.
—Vendas y hielo, si —secundó a su compatriota, tratando de centrarse mientras tumbaba al medio australiano en un sofá libre—. Ayúdame con los cubos de agua, por favor—le pidió a Hyun con voz firme—. Y qué alguien vaya a buscar trapos limpios y cualquier cosa que podamos utilizar para tratar estas heridas —les pidió a Neil y a los más pequeños, encaminándose hacia el patio sin esperar respuesta.

El norteño había aplacado su intranquilidad y su pánico para trabajar mejor, centrándose en lo inmediatamente importante para resultar de utilidad. A pesar de todo un pensamiento insidioso en lo más profundo de si mismo le estaba corroyendo poco a poco, convenciéndolo de que aquella situación era culpa suya por haberse quedado en el torreón.

Nime se interesó por aquella celebración llamada Navidad pero, aunque hizo muchas preguntas, no fue capaz de entender bien cuál era su propósito. Decidió por su cuenta que se trataba de una especie de cumpleaños de todo el mundo al mismo tiempo, lo que en cierto modo le parecía bastante práctico. Al principio no era capaz de dejar de pensar en el huésped, pero al no poder hablar de él delante de los mayores, dejó de darle vueltas al asunto según fue avanzando la mañana. Poner el torreón patas arriba era una buena tarea para mantener la cabeza ocupada.

Fueron interrumpidos por los gritos del exterior. La libense sonrió al escuchar voces al otro lado del muro, pero cuando prestó atención notó que la llamada sonaba diferente de otras ocasiones. Siguió a los demás hasta la puerta, con cierto nerviosismo. Un nerviosismo que se transformó en parálisis cuando el puente terminó de bajarse. Vio sangre, heridas, caras de dolor. El sueño de vencer sobre Rocavarancolia se vino abajo en un instante. Mientras desfilaban sobre el puente se hizo evidente que faltaban dos personas.

Cuando Rox se desplomó, Nime continuaba aturdida, sin ser consciente de que le temblaban las piernas y la barbilla. Buscaba alternativas, opciones. Ain y Drake se retrasaban, como Rox y Milo cuando los habían atacado los encapuchados. Los heridos podían sanar tranquilamente en el torreón. Porque era seguro, ahora era seguro. Tenía que ser seguro. El hechizo no dejaría que pasase nada allí dentro. ¿Podían, acaso, preguntarle si conocía alguna forma de curarlos?

Su mirada se había quedado clavada en Rox. No podía estar muerto, solo estaba cansado. Era la sangre lo que atraía los ojos de la niña. Ni las palabras de Milo lograron sacarla de su ensimismamiento al momento.
—Tra… trapos. Claro —farfulló al cabo de unos segundos. Dedicó una mirada al exterior antes de ponerse en macha. Nada ni nadie venía.

Trastabilló al echar a andar, pero eso no la detuvo, y rebuscó lo más rápido posible entre las toallas y trapos cualquier cosa que pudiese servir. No era necesario cribar demasiado porque lo único que había eran retales.

Guille se lo paso muy bien buscando adornos junto al resto, el tiempo se le paso volando solo hasta que se escucharon las voces de los que se habían ido, que volvían.
 
Bajo detrás de Nime, con una especie de guirnalda para enséñasela, convencido que les iba a encantar la idea de celebrar la navidad. Levantado la guirnalda dijo:
 
-Mirar hemos hecho adornos para nav...-pero lo que vio no era lo que esperaba. Se veían heridos, doloridos, incluso se veía sangre.
 
“Los monstruos…, han sido los monstruos… que dijo Rena” se quedó parado con la guirnalda en la mano, por primera vez desde que llego entendió donde se encontraba, y que iba a ser mucho más oscuro de lo pensaba.
 
Solo le saco de sus pensamientos las voces de Milos y Nime, dejo caer la guirnalda y fue corriendo a buscar las cosas, que gracias a la búsqueda de decoración navideña, sabia donde se encontraban los trapos limpios.
 
Guille tenía muchas dudas y quería preguntar muchas cosas pero, no hacía falta ser muy inteligente para darse cuenta de que claramente no era buen momento, decidió que se tenía que portar muy bien, estar callado y hacer caso a los mayores, y después resolvería todas sus dudas.

Eitne bajó el último de todos. Las voces con urgencia y sus compañeros parados cerca de las escaleras sirvieron para alertarle: "había pasado algo". En un segundo llegó abajo y lo comprobó de primera mano. Sus ojos se abrieron como platos y su mandibula inferior comenzó a temblar. Por el demiurgo, ¿qué había pasado? No sabiendo qué hacer, el niño se puso a contar. Uno, dos... Le faltaba gente. Repitió las cuentas con mismo resultado. Se convirtió en una estalagmita, clavado en el suelo e incapaz de moverse.

Sus ojos se clavaron en Milo y el cuerpo que movía. Lo había contado varias veces para comprobar si habían venido todos, pero no había querido reparar demasiado en su estado. Esta vez lo hizo de tal manera, que no pudo apartar la mirada. Estaba en un estado lamentable. Estaba herido y su ropa estaba manchada de sangre y humo y cenizas. Después se fijó en el resto. En mayor o menor medida estaban igual. Fuego... ¿Dónde habían estado? ¿Qué o quién les había hecho eso?

Las palabras del Huesped era todo en lo que podía pensar en ese momento. <<¿Esto es crecer?>>. El niño tenía el pulso acelerado y sentía que le faltaba el aire. <<A lo mejor no nos da tiempo a Navidad>>, pensó. Su preocupación no era perderse una fiesta. Iba más allá: ¿tendrían tiempo de hacerse fuertes aun si no la celebraban? Las piernas le querían fallar, pero el niño no quería ni pensar en qué estarían pasando los heridos. Nunca había visto a nadie tan mal en casa. Ni niños, ni viejos. Nisiquiera al ganado. Eitne comenzó a llorar y se acercó a Zobriel. La persona que parecía menos herida.

—Cu... Cuan... ¿Cuándo vuelven Ain y Drake? —preguntó, sin ninguna intención de disimular el susto que tenía encima.

Si no habían vuelto y no lo hacían nunca... ¿Ellos habían sido los primeros en perder la carrera contra la ciudad? El niño se estremeció. Fuera cual fuera la respuesta y a pesar del ataque de ansiedad que tenía encima, Eitne se decidiría a ayudar. Había que hervir trapos, derretir manteca y crear hielos, por lo que había oído. <<Magia>>. Hacía falta algo que él podía hacer.

Eitne saldría al patio, se haría con un cubo de agua de los que habían sacado y trataría de congelar su contenido. Cada vez que el ensalmo trastabillara en su boca, se recordaría las palabras del muro y lo volvería a intentar. Rocavarancolia era una carrera de fondo y Eitne por fin emprendía la marcha. El agua no tardaría mucho en helarse. Hecho esto, el niño se pondría al servicio de Milo y el resto de adultos sanos.

La mona del queso siguió de forma distraída el movimiento de todos. Como aquellos que no habían salido se aseguraban de ir por retazos de tela, agua fría, que supuso los que podían hacer magia habían y como empezaban a tratar a los mas heridos, como eral caso de Rox o Adru. Escuchando la explicación vaga de Zobriel para Eitne antes de que el primero cayera profundamente agotado contra la pared.

Agradeció con un leve gesto de cabeza, ligeramente enfurruñada, cuando le trajeron un recipiente con agua fría, retazos de tela y manteca para las dichosas quemaduras. Con cuidado metió los pies aun con calcetines en el agua fresca, soltando un exclamación se mordió el labio inferior, pues la frialdad en contraste con la quemazón de sus plantas, era un tanto molesto. Aun así sabía que terminaría aliviando poco a poco. Suspiro hondamente, cansada, pero sin permitirse pegar ojo. Su cerebro seguía en ebullición y no deseaba dormir pese al agotamiento físico. No, no tenía tiempo de dormir. Necesitaban mas fuerza, mas formas de protegerse y defenderse, solo así podrían evitar que ocurriera de nuevo lo que había pasado con Ain y Drake. Pam no podía dejar de repetirse, insistentemente como un mantra, que de haber seguido traduciendo los hechizo que tenía y que tercamente abandono, desilusionada cuando supo que no le salía la magia fácilmente, tal vez habrían podido salir antes de la casa.

La niña se jactaba de ser mas inteligente que la mayoría de sus compañeros, sabía que lo era. Pero en ese momento y en todo el trayecto de vuelta, se había sentido como una autentica estúpida. Ella no tenia un cuerpo grande con el que protegerse y ayudar, no podía cargar peso, no podía derribar a alguien a golpes....no, su mayor arma era su cabeza. Su cerebro. Y había echado a un lado su mayor fortaleza por una decepción...la mayor arma que podía poseer en un lugar donde el conocimiento podía salvarte la vida, tanto como una espada o los puños. No había hecho uso de su mente siguiendo con las traducciones y aquello había traído consecuencias que podría haberse evitado en algún grado de haber continuado con su labor.

Pam sentía los ojos humedecidos, sin saber si esto era por su frustración, la rabia contra si misma por su estupidez, por la perdida injustificada de dos compañeros...o por todo. Porque en esa dichosa casa había llegado a sentir realmente pena por alguien por primera vez en su vida. Y no se sentía cómoda, no le gustaba sentirse así....aun mas pequeña de lo que ya era...aun mas inútil de lo que ya se había sentido en la casa en llamas, sin poder hacer nada...

Pam se golpeo ambas mejillas con sus palmas abiertas con un sonoro “plaff” que lo mas cercanos podrían escuchar. Sus mejillas no tardaron en colorarse con la forma de sus dedos, pero no le importó. La mona del queso respiro hondo << No...ya...¡se acabo! ¡No de nuevo! No voy a seguir lamentándome y hundiéndome en la estúpida autocompasión. Aquí cada uno tiene su forma de sufrir una perdida, de sentirla o llorarla...y yo tengo la mía. >> pensó Pam levantando la vista de sus quemaduras, para fijarla en Eitne, que era quien estaba mas cera en ese momento y quien mas se había interesado desde el inicio en lo de la magia.

-Eitne- le llamo suavemente, decidida, viendo los ojos rojizos del niño por llorar, cerro lentamente los ojos, sin dejar de hablar, sería- ¿Puedes traerme mis apuntes de magia y las hojas para traducir? Y un carboncillo. Esta todo bajo mi almohada- pidió al niño. No le importaba que la creyeran insensible, Pam siempre había sido alguien racional dentro de todo y su prioridad ahora no era llorar una perdida irrecuperable, era intentar que esa perdida no volviera a repetirse.

Sus palabras tuvieron el efecto que buscaba y sintió un ligero alivio momentáneo que en aquella situación no podía durar demasiado. Siguió al grupo en la búsqueda de una salida, ayudando a apartar escombros con su único brazo disponible y de mala manera. No tenía fuerzas para detener a Rox en su búsqueda de una supuesta música que ella no oía. Tras el enorme sobresalto inicial, apenas reaccionó después de la terrible explosión que había provocado aquel colgante que el humano herido recogió del cajón. Quería preguntarle a Rena si se encontraba bien, pero ya no le quedaban fuerzas ni para hablar. Cada segundo que pasaba era agónico, reminiscente de la horrorosa pesadilla de la que había despertado aquella mañana. Ya solo quería regresar y asegurarse de que Neil no la odiaba. Se dejó sacar de la casa con la mirada ausente, todavía con el eco de la culpa resonando en su cabeza. Apenas se dio cuenta de la despedida de Verael.

El crepitar de las llamas la acompañó durante todo el camino de vuelta. Y tratando de abrirse paso a través de él, los gritos de auxilio de Ain. El humano no había aparecido milagrosamente cerca de ellos una vez lograron salir de aquel lugar infernal. Una parte de ella todavía mantenía la vana esperanza de la reunión con un Ain magullado pero vivo. Pero nada iba a concederle un resquicio de tranquilidad aquel día. El peso de la culpa solo seguía creciendo. Lo hizo cuando Rox cayó inconsciente una vez se encontraron de vuelta en el refugio. Lo hizo cuando observó a su aurva de reojo y vio el horror en su expresión. No pudo mantener la mirada mucho rato. La sinhadre no fue capaz de reaccionar durante varios segundos que parecieron interminables minutos, en los que la realidad se distorsionaba a su alrededor y tan solo una única frase se repetía en su cabeza. Ahora que habían vuelto y ya no se encontraban en peligro, la sentencia había regresado con fuerza.
—Fue culpa mía —dijo con la voz ahogada, tras ser vagamente consciente de la explicación que Zobriel ofreció a Eitne—. Y mi brazo no sirve… No puedo ni siquiera ayudar a Rox ahora mismo. —Todo a su alrededor parecía haber comenzado a dar vueltas, y le estaba costando mantener la mirada fija en el suelo. Creyó distinguir a Milo cerca, y supo que tenía que decírselo aunque fuese evidente—. He fallado. Yo no sirvo para ser la Capitana.
Quiso buscar a Neil con la mirada; quería decirle algo, aunque no sabía qué. Pero inevitablemente la edeel no pudo hacer nada por evitar seguir los pasos de Rox.

Las miradas de los niños se le clavaban como arpones en el pecho. No era capaz de mirarlos, ¿cómo iba a explicarles lo que había pasado? ¿Cómo iban a confiar en los mayores después de semejante fracaso? Casi se tapó los oídos al oír la pregunta que le hizo Eitne a Zobriel. << Los hemos dejado atrás>> tendría que haber dicho << Los hemos abandonado en una casa en llamas y jamás van a volver>> Pero no podía.


Se dejó caer en el primer sofá libre que encontró, sujetándose el brazo del hombro herido más como gesto de derrota que porque le doliese menos en esa posición. Había muchas cosas que hacer, cubos que mover y heridos que cuidar, sin embargo no se sentía capaz de mover un músculo. Clavó la vista en el suelo, dedicando todos sus esfuerzos a retener el tsunami de pensamientos y sentimientos negativos que amenazaban con ahogarle el cerebro. Debía resistir, un poquito más, solo un poquito más.

Aceptaría como un zombi el paño con hielo y lo mantendría presionado contra el hombro, murmurando un casi inaudible ''gracias''. Pero no podía dejar a sus compañeros así. Respiró hondo varias veces, reuniendo las palabras para hacer un pequeño resumen.

-Nos encontramos con otro elegido, un hechizo o algo así lo había deformado. Se había vuelto loco, nos atacó, pero luego apareció un... un cuidadano. Se puso a... a... -<< Estaba torturando al chico, lo rompía y curaba una y otra vez>>- Estaba haciéndole daño al elegido, y no podíamos dejarlo así- <<Debimos irnos, dejarlo a su suerte como hicimos después con Ain y Drake, ellos estarían ahora aquí>> << Pero no podíamos dejalo así>>- El ciudadano se enfadó y nos encerró en una casa en llamas. Salimos por los pelos. -<<Podríamos haber muerto, y habríamos muerto por meternos donde no nos llamaban>> Rena sentía que iba a vomitar por la culpa. Los retazos que logró captar de la voz de Adru solo avivaron ese sentimiento. La vio caer como un fardo y el alma se le hizo pedazos.

-¡No, no, no ha sido culpa nuestra!- rugió, con la voz dañada por el humo y la angustia- ¡Ha sido cosa de ese desgraciado con cola de escorpión, nosotros queríamos ayudar! ¡No hemos hecho nada malo, Adru no ha sido mala capitana todo ha sido cosa de esta ciudad podrida y sus podridos habitantes!

Tal vez no debía gritar si había heridos que debían descansar. Tal vez solo gritaba para acallar los malos pensamientos y convencerse a sí misma.

Guille ayudo y trajo todo lo que dijeron y pidieron, llevo los trapos y ayudo a limpiarlos y llevar el agua helada, en cualquier otro momento se hubiera quedado fascinado con la magia y hubiera querido aprender, pero ahora no pudo decir nada.

Cuando vio que no podía hacer mucho, se hizo a un lado no habló y intento no molestar, miraba a todos con los ojos muy abiertos, e intentaba contener su ganas de llorar.

"Tengo que ser fuerte, tengo ser fuerte, como mi hermano" pensaba mientras le temblaba el labio inferior. "¿Que a pasado?¿Que es este lugar? ¿Porque? ¿Como he llagado aquí? ¿Que es eso de un elegido y la cola de escorpión?..." las preguntas volvían a agolparse en su cabeza.

Guille recordó que lo primero que pensó  al llegar a Rocavarancolia fue que debía ser un sueño, pero ahora se dio cuenta que si esto era un sueño seria una pesadilla. De repente sintió encerrado, ¿Cuanto tiempo tendría que estaer aquí? Miro al rededor y se dio cuenta de ninguno era realmente un adulto, en el fondo eran como él, algunos mas mayores, pero todos tenían miedo aunque intentaban no demostrarlo. El torreón que en un principio le pareció un hogar, ahora le pareció un grupo de muros que protegían a unos niños de los monstruos del exterior.

Guille en ese momento solo deseó una cosa volver al sitio donde tenia un hogar, con su familia. No pudo más contener las lagrimas, y dos lagrimas cruzaron sus mejillas. Cuando se dio cuenta, rápidamente se tapo los ojos con la manga da la camiseta limpiándose, pero no paraba de llorar así que intento salir rápidamente sin que le vieran llorar.

-Vo...y al b...añoo..- dijo intentando, sin mucho éxito que no se le notara.

Se dirijo al baño, cuanto mas se acercaba al servicio más y más ruidosamente lloraba. Cuando cerro la puerta, se dejo caer, entre lagrimas y pensando que nadie le iba escuchar.

-Qu..quiero irmee a ca..sa- mientras se seguia limpiando las lagrimas- pensa..ba que era un lulugar bonito, no mme gust..aa, tengo miedo, quiero volver, no me me gusta esto...-dijo y cruzo sus brazos y dejo caer su cabeza en ellos y continuo llorando.

Eitne obedecía a cada adulto que le hablara. Mojaría paños, trasladaría cubos, enfríaría y calentaría agua, iría a buscar los apuntes de magia de Pam... Se obligaba a sí mismo a no pensar y la mejor forma de hacerlo era mantenerse activo para ayudar al resto. El muro ya se lo había dicho y solo se lo había créido a medias, pero ya no había manera de engañarse. Rocavarancolia era peligrosa y mataba niños e incluso adolescentes que habían vivido la mitad más que ellos. Ain y Drake no iban a volver. Ni ahora, ni en media hora, ni al dia siguiente ni tras media vida.

Se paró en mitad del salón para escuchar las explicaciones de cada uno, pero no entendió nada. Los pilares de la alegría en el torreón estaban rotos, lloraban y gritaban. Había un monstruo y había fuego y había dos muertos y había otro monstruo más que en realidad era un chaval como ellos... Eitne encajonaba la información mientras se sorbía los mocos y se secaba de nuevo las lágrimas de los ojos.

Al ver que Adru se caía, el niño se acercó a ella para socorrerla. Pero ni llegó a tiempo para salvarla de la caída ni habría sido capaz de todas formas. Eitne no habría sabido como cogerla y seguía sin saberlo ahora, le daba miedo tocar las quemaduras porque se veían tan feas como realmente eran y le daba miedo hacerle daño. Se sentó a su lado y la recostó con muchísimo cuidado sobre sus piernas rechonchas, para que al menos no siguiera tumbada contra la piedra.

El niño acarició la frente de Adru igual que lo hacía su abuela con él cuando se caía y se hacía daño. Sentir a Adru inconsciente le perturbaba y se había involucrado de tal manera que no podía excusarse en ninguna tarea para mantenerse firme. Eitne se llevó las manos a la cara y, como cabía esperar, echó a llorar con toda la fuerza con la que antes había intentado ayudar.

—N-n-no, n-no... —las palabras no salían y Eitne se quedó atascado entre dos fonemas.

Las frases permanecían en su cabeza y reverberaban atrapadas. "No es culpa vuestra", "No sé qué hacer", "No quiero que pase nada más", "Quiero volver a casa", "No quiero que os murais"... Demasiadas cosas que lamentar para un niño tartamudo.

Nime no se había enfrentado a un momento tan difícil en toda su vida, y eso que aquella ciudad se parecía proponerse marcar nuevos records cada día. Mientras hacía lo que le decían su mente estaba entumecida, como si se observase a sí misma desde el exterior de su cuerpo. Se negaba a pensar, pero las palabras de  Zobriel se le habían quedado clavadas. Temblaba sin poder contenerse. No había nada que pudiesen hacer para volver atrás y evitar todo lo que había pasado.

Era la primera vez que Nime experimentaba una muerte cercana. Y, de haber ocurrido en la tranquilidad de su antigua vida, habría tenido implicaciones muy diferentes, por duro que hubiese podido ser.

Cuando Rena empezó a hablar se giró hacia ella, clavándole la mirada. Una parte de Nime no quería oír la historia; la otra necesitaba saber cuánto antes a qué se habían enfrentado. La explicación le resultó confusa, pero sació su curiosidad y, aquella parte de ella aterrada, prefería no conocer demasiados detalles.

Pero lo que acabó de romper a la libense fue la caída de Adru. Sus mejillas ya estaban mojadas, pero ni ella misma se había dado cuenta de que lloraba hasta ese momento. Hipó. ¿Qué podía hacer? ¿Podía hacer algo? Mientras escuchaba a Rena alzando la voz empezó a sollozar. Miedo, frustración, tristeza… no era capaz de separar unos sentimientos de otros.

De alguna manera, al ver a Eitne cuidando de Adru, se dio cuenta de que tenían que devolverles el favor. Los mayores les habían cuidado desde el primer día. Nime no sabía ponerlo en palabras, pero en ese momento encontró una determinación enorme: necesitaba crecer, y cuanto antes. Rocavarancolia nunca había sido un juego, más bien ella había sido tonta por creerlo.

Se agachó al lado de Eitne, sin poder apartar los ojos de la edeel, asegurándose de que su pecho se movía arriba y abajo. Sin que nadie más pudiese escucharlo, le susurró al daeliciano:
—No va a volver a pasar. Nadie más nos va a hacer daño porque ahora estamos protegidos.
Probablemente era ella misma quien necesitaba escuchar aquello. Quería recordarse que era real y no algo que había soñado esa mañana. Con una mano se arrastró lágrimas y mocos de la cara. No parecían dejar de caer.

Guille siguió en el baño hasta que se tranquilizo, todo lo tranquilo que podía estar dada la situación. Se seco las lagrimas con el dorso de la manga de la camiseta, se empezó a levantar, agradeció  que estuviera solo no quería que nadie le viera así.

Pronto calló en la cuenta que ya no estaban solos.

-¿Hechizo estas ahí?- pregunto esperando que apareciera- No le cuentes a nadie que he estado llorando vale? es que... estaba cansado...

-¿Te puedo preguntar una cosa? 

Leer las palabras del Huésped de alguna manera le tranquilizaban, estaban protegidos de los monstruos. Lo primero que quiso preguntar era sobre su casa, pero al recordar lo que ocurría en el torreón no pudo evitar preocuparse y tener miedo.

-¿Que ha pasado? ¿Porque esta ciudad esta llena de monstruos? ¿Porque estamos aquí? ¿Porque ya es navidad? ¿Porque les a pasado esto a mis amigo? a las personas buenas no les tiene que pasar cosas malas, yo quiero ayudar, pero no puedo hacer nada ¿en que puedo ayudar?,  tengo miedo y quiero volver a casa, se estarán preocupando.- se sinceraba con el Huésped, entre sollozos, soltando todas las preguntas de seguido, mas rapido de lo que iban sus pensamientos.