El Cuchitril (Archivo I)

Recuerdo del primer mensaje :

Observamos multitud de casas en la zona de la Plaza de los Colaespina y… lo cierto es que no resulta fácil encontrar un buen lugar, pues los edificios que sí cumplen con los requisitos que buscamos, después por dentro son inhabitables. Caso destacable aquel que parecía ser un candidato perfecto… hasta que me llevé un buen golpe en el culo en el suelto bajo el que pisaba. ¡Y las astillas tampoco perdonan! Y Gael se ríe… “¡No tiene gracia!”, pero no me oye en la burbuja que acaba de crear.

Me llama la atención un edificio grande que veo a un lado de la calle. No tardo nada en señalárselo y decirles de acercarnos a él, aunque algunos ya se habían fijado en él. Dentro del edificio, cuya puerta se conserva en un estado decente –aunque chirría como mil demonios–, encontramos un panorama que, de haber estado en mejor estado, podría jurar con las manos en el fuego que se trata de una posada. ¡Y eso significa muchas habitaciones! Además, es prácticamente toda de pierda. Mientras pienso esto, nos repartimos todos entre el salón, aunque yo no tardo en subir las escaleras para observar cómo está el piso de arriba. Este edificio está muy pero que muy bien, el suelo es mucho más resistente que el de otros edificios y los desperfectos que tiene se pueden arreglar. Las ocho habitaciones de las que consta el piso son más que suficiente para todos, aunque los muebles sí es necesario cambiarlos.

—¿¡Cómo va por ahí abajo?! –grito a los que se han quedado–. ¡Por aquí cumple con los requisitos mínimos de calidad, aunque mejor que por ahora ahuyentemos a los de sanidad!–observo mirando los insectos que recorren los muebles carcomidos.

Toima

El ulterano se había retirado hacia el interior del cucjitril, tambaleandose herido, pero demasiado terco como para estarse quieto a esperar. Tenia una idea básica de como tratar sus heridas. Para cuando Giz llego, se habia arrancado la flecha y habia termonado de coserse las heridas abiertas con algo de tosquedad característica del albino. Bebia de una cerveza mientras empezaba a vendarse la piel llena de moratones y otras heridas más leves, dejando escapar algún que otro gruñido que parecia más de molestia que de dolor.

Los gruñidos de lo que Giz conoció como Toima bastaron para que el goliat se librara de comprobar el mal estado del patio, de momento. El asreniano avanzó en su dirección y se encontró enseguida a la mole de ojos malherida. Tenía el aspecto un poco feo, pero no era ni mucho menos la vez que escapaba en peor estado. Por cómo gruñía, el goliat supo que no había pasado nada demasiado grave y logró destensarse.

—¿Qué ha ocurrido? ¿Dónde está Tania? —preguntó con su seriedad habitual. Antes de que diera tiempo a que Toima respondiera, añadió—. Voy a curarte, no te quejes.

Si Toima accedía, o se resignaba, el goliat comenzaría por borrar los moratones.

Toima

La expresión del ulterano se fue agriando a medida de que Giz se acercaba a la cocina. Desearia que nadie le hablase aquel día, pues tampoco tenia intención alguna de hacerlo y sabia que le caeria una buena, pero tercamene, sus labios estaban sellados al respecto. Lo primero que hizo Giz fue preguntar por Tania e ir a curarle. El watahré tan solo retrocedió mostrando la dentadura amenazadoramente en un vano intento por alejar al goliat de sus heridas, pero poco podia hacer en aquella cocina y tan cansado como estaba, asi que se retorcia y alejaba de la magia curativa como si le estuviesen marcando con un hierro, pero sin decir una sola palabra.

Cada vez que Toima reculaba, el asreniano se veía obligado a interumpir el salmo curativo y estaba empezando a cansarse de aquel comportamiento. Esperaba que el ulterano no quisiera cooperar, pero no que quisiera tan poco. Giz respondió a los dientes del ulterano enseñandole los suyos y abriendo la gola momentáneamente para sisearle de vuelta.

—Yo también sé hacer eso. Y ahora estate quieto o te paralizo, por Nasandra —el goliat no estaba para dar rodeos, quería asegurar su teoría de que no había pasado nada grave—. ¿Quieres decirme qué ha pasado y qué ha sido de Tania o me vas a obligar a buscarla por mi cuenta?

El goliat comenzó por enésima vez el hechizo curativo, algo harto y con poca esperanza de que Toima acabase por contarle nada. Por suerte, en caso de que el argos se pusiera violento, Giz tenía protecciones físicas.

Toima

El ulterano se limitó a chasquear con la lengua y a alejarle la cara mientras, ya acorralado, poco podia hacer por escaquearse a un lado u otro. Mientras miraba a una pared y el asreniano le seguia curando, este le preguntó de nuevo por Tania y el ulterano se hundió de hombros agresivamente con una mirada cansada y, alcanzando su cerveza, dió otro trago más.

El goliat no volvió a despegar el pico hasta que no borró la mayoría de heridas y moratones del argos, dejándole únicamente la que se había cosido antes de que él llegara. Entonces enganchó con cuidado el hilo que había usado para cerrarla y, esta vez sin cuidado alguno y sin avisar, tiró de él para sacarlo, reabriéndole la herida. Giz estaba un poco molesto por la falta de comunicación de Toima.

—No es necesario que hables, no quiero que colapses por asegurarme que Tania está a salvo—se quejó con sequedad, antes de acercar la mano a la herida descosida para tratársela con el hechizo que provocaba dolor al sanar. Por suerte para el argos, los daños no eran tan graves y no le dolería demasiado. Pero sería lo suficiente para que Giz se cobrase el silencio del ulterano.

Una vez hecho esto, Giz sacaría su muestrario de genes y buscaría la página de emergencias, donde guardaba información genética de una buena parte de sus amigos, para rastrear a Tania con la mayor precisión posible.

Toima

El ulterano siseo más cuando arrancó la costura. Cuqndo se puso a curarle, notó la diferencia en como la curación en si parecía dolorosa, pero no lo achacó al hechizo en si, pues desconocia de su existencia. Para él, cualquier hechizo forzado sobre su persona era igual de molesto. Eso y con su terca resitencia al castigo y dolor físico hicieron que su expresión no cambiase mientras bajaba con cerveza aquel dolor tan bizarro.
Incluso cuando Giz trató de chantajearle, el watahré permaneció impertérrito. No fue sino cuando salio a buscar algo que Toima abrió la boca.
-Esa estará a salvo. Ha salido con Torbellino de Destrucción de Enemigos. Y no tengo ni puta idea de dónde se ha ido ni quiero saberlo.-mintió con aspereza. No era ni un buen mentiroso si quiera, pero preferiria no tener que lidiar con nadie más aquel día y aquella alternativa le pareció viable, pues si fuera a ser confrontado por lo que habia dicho siempre podría hacerse el tonto.

<<Después de todo, ya todos piensan que lo soy...>> razonó.

Tras aquel pensamiento intrusivo, se subió por las escaleras hacia su cuarto, se tumbó en la hamaca y cerró los ojos, aprovechando la tranquilidad reinante antes de que se desatara a la madre de las reprimiendas.

Algo no iba bien, y no hacía falta nada más que poner el pie en la calle para darse cuenta. Descontando cualquier desperfecto en la calle, el propio cuchitril tenía daños. El fuego fatuo echó un vistazo al taller antes de entrar en la vieja posada, asegurándose de que estaba entero. No encontró a nadie en la planta baja, y empezó a buscar. Miró la cocina, los sofás e incluso detrás de la barra, y luego salió al patio solo para quedarse de piedra. Fuera lo que fuera, se había cebado con el huerto. Por suerte no con la letrina, la cual estaba vacía también.

Solo encontró, en la planta superior, al gigantón de Toima metido en su cama, y ni rastro de Tania, la lagarta, o de Giz, que por fuerza ya debía haber estado en el cuchitril. Mientras palmeaba el hombro del ulterano sacó el comunicador y trató de hablar con el goliat y con la nublina. Adara probablemente aún no había visto aquel estropicio, y los demás no creía que hubiesen regresado aún, o ya se habrían cruzado.

Iba a preguntarle a quien respondiese a su llamada si había visto lo que había pasado y dónde se encontraba en ese momento. Entre tanto, seguía diciendo el nombre del argos alzando cada vez más la voz. Inevitablemente lo asaltaban recuerdos de la última ocasión en que habían encontrado el cuchitril en un estado lamentable. Pero en ese momento todo era menos evidente y más inquietante que aquel día. Quizá al final resultase no haber motivos para preocuparse, pero no podía evitarlo. Porque algo era evidente que había sucedido.

Giz se teletransportó al cuchitril sorprendiendo al fuego fatuo, y le contó lo que sabía. Gael se quedó de piedra y lo miró con preocupación. El único sonido que le había arrancado al ulterano eran gruñidos, y ahora que sabía que había estado herido se moría por interrogarlo y quería dejarlo descansar al mismo tiempo. ¿Estaría Tania herida? Si era así, ¿cómo había llegado a la botica? Y Nia habría tardado en llegar también... Gael empezaba a agobiarse por la preocupación.

Dijo que, estando al caer los demás, entre ellos Nia, debían estar pendientes del comunicador para cuando los demás cruzasen el portal. Sin comunicarse con la náyade no podrían pasar a la botica. Abrió todos los canales de comunicación del suyo propio y esperó.

Regresaba a casa silbando con las manos en los bolsillos tras haber dejado a sus cosechados a cargo del Consejo. Su humor no podía ser mejor en aquel momento, ya que la visita a la Tierra había resultado mucho más satisfactoria de lo que podría haber imaginado. Además, aunque ya era completamente de noche cuando cruzó el portal, todavía quedaba día por delante ya que había quedado con Wen en que pasaría la noche en el cuchitril en cuanto regresase de Krabelin y se hubiese pasado por el burdel a recoger un par de cosas.

El silencio regresó a la calle aledaña a la Plaza de los Colaespina en cuanto se topó con el primer indicio de la refriega. El draco estaba bastante seguro de que la estructura de aquel edificio cercano al cuchitril no se encontraba en tan penosas condiciones apenas un día antes. La sangre le hizo apretar el paso hasta llegar a la puerta de casa, utilizando torpemente el sistema de contraseña debido a la prisa. Sus ojos escanearon la sala que tenía frente a él en busca de… ¿De qué? Su cerebro no había querido procesar por completo lo que podían significar la sangre seca y los daños estructurales que, aunque no graves, indicaban claramente que las cosas no habían transcurrido como cabía esperar. Por suerte no tardó en captar el brillo azulado de Gael proveniente del patio y hacia allí se dirigió sin perder ni un segundo.

El estado del patio y sobre todo del huerto le hicieron focalizar su atención un instante en ello antes de finalmente dirigirse al fuego fatuo.
—¿Qué diablos ha pasado aquí?
Su tono era serio, contenido pero que dejaba entrever una preocupación que a cada segundo que pasaba sin conocer la respuesta a aquella pregunta lo inquietaba más. No tuvo que esperar mucho más, por suerte, y enseguida se enteró de lo que se había encontrado Giz nada más regresar a casa hacía varias horas. El sueco escuchó todo lo que le tenían que contar ambos en silencio y así permaneció durante varios segundos más, mirándolos de forma que casi parecía ausente. Una chispa de rabia, dirigida hacia cierta mole albina a la que había decidido que no se acercaría por el momento, amagaba un intento de prender en su interior. Al cabo de unos instantes tan solo dejó escapar una exhalación mientras se pasaba una garra por la frente y cerraba los ojos con cansancio.
>>¿Nia todavía no ha vuelto?
Dadas las horas que eran, le parecía raro que todavía no hubiese atravesado el portal, pero la náyade no respondía al comunicador. No podía esperar mucho más y pasaría poco tiempo hasta que sugiriese acercarse a la botica de nuevo.

Wen caminó tranquilamente con una sonrisa en la cara en dirección al Cuchitril. La experiencia de cosechar había sido divertida y gratificante y esto, unido a haber visitado de nuevo aquel mundo que la llenaba de curiosidad y, por supuesto, a la nostálgica y enriquecedora incursión a la Tierra, habían hecho de la británica una chica feliz aquella noche. Al volver de Krabelin, había pasado por el burdel para darse un baño relajante y cambiarse de ropa, pero había tardado menos de lo que se esperaba. Le apetecía mucho conocer como les había ido el día al resto de sus amigos.

Había algo que no encajaba en la imagen general de la calle, pero Wen no supo discernir que era exactamente. Se veía diferente, como si alguna de las casas hubiera sufrido algún cambio en su estructura, pero la vouivre no se solía fijar tanto en las casas como para deducir qué había pasado. Sin darle mucha importancia se acercó a la puerta y entró después de haber utilizado el sistema de contraseña. Se sorprendió ante el estado en el que se encontraba el edificio por dentro, pero se tranquilizó al instante al escuchar voces en el patio. No sonaban tristes, ni enfadados, por lo que podía descartar ataques, por el momento.

- ¿Qué ha pasado aquí? ¿Toima ha montado una fiesta muy salvaje en nuestra ausencia?

Rápidamente le explicaron lo que les había dicho Giz que se había encontrado al llegar, lo cual consistía en un Toima hecho un asco, sin querer hablar. Tania no estaba, pero le dijeron que debía estar en la botica, ya que su rastro terminaba ahí, aunque al llamar no les había respondido nadie. Wen se cruzó de brazos mirando a nadie en particular, resopló enfadada y se retiró el pelo hacia detrás.

- A lo mejor es verdad que ha hecho una fiesta salvaje y le da vergüenza dec… no, si algo no tiene Toima es vergüenza.

Nada más llegar de Sinhdro, había pasado por la Bodega para coger una caja de botellas, luego fui al Burdel a dejar la mitad de su contenido y seguidamente me dirigí al Cuchitril para rematar el día con mis amigos, algo de vino y cerveza.

Lo que no me esperaba para nada era que me empezaran a llegar rastros de sangre recientes en la zona del Cuchitril. Eso fue lo primero que noté. Lo segundo fue que había como restos de batalla... edificios que no me sonaba haber visto así... Que podía ser que alguien se los hubiera cargado días atrás, pero por experiencia tenía motivos de sobra para preocuparme por mis amigos y echar a correr. Más aún cuando a lo lejos vi que el Cuchitril no estaba tan intacto como esperaba. <<Joder, joder, ¿ahora quién ha sido?>>

Llegué volando y en cuanto les oí en el patio, frené, entré y con los ojos como platos buscando alguna respuesta material antes de preguntarles, me dirigí a las voces. Estaban enteros... ¿Qué demonios? ¿Otro ataque sin nadie en casa esta vez? ¿Y de quién?

—¿Qué... qué ha pasado? Fui a la Bodega a por algo de beber y venía para acá... —y entonces caí en la cuenta de que la caja que traía la había mandado al carajo al echar a correr. Me miré las manos vacías y resoplé—. Iba a traer algo, en cuanto eché a correr lo mandé a ver mundo. ¿Pero qué demonios? Hay restos de pelea por todas partes, además de sangre.

Ahí me forcé a callarme, pues si no no podrían decirme nada. Y entonces llegó la explicación. No pude dejar de parpadear y llevarme las manos a la cabeza con la narración de lo sucedido. Que, por cierto, ¿qué habría sucedido exactamente? Porque el gigantón no sabía hacer otra cosa que gruñir. Y encima decían que Nia no respondía y Tania desaparecida aunque se la suponía en la Botica. Sencillamente genial.

—De locos. De jodidos locos... Joder, al menos vosotros estáis bien... Y... y agh, vaya faena. Traía botellas caras, de importación, diantre...

No es que fuera lo más importante, pero añadía leña al asunto y era la mejor forma de "decir" que me había molestado bastante preocuparme por ellos porque al argos se le fuera la pinza con la Luna sabía qué.

Pero mira por dónde, segundos después de mis palabras Vac respondió al comunicador  y nos dijo que fuéramos a la Botica.
—Voy con vosotros. A ver si se aclara esto.
Sigue en la Botica

No ralentizó sus pasos durante tanto tiempo como para escuchar la perorata entera de Nia, pero había oído suficiente de ella y de Jack como para comenzar a preguntarse si la influencia que la Luna ejercía durante la noche de Samhein estaba volviéndolos dementes a todos.
—¿Por qué se pegan por disponer de semejante descerebrado? —comentó en voz alta de forma retórica, aunque Wen pudiera responderle.

No tardaron mucho en alcanzar el edificio y la mayoría de los comentarios sobre lo que habían dejado atrás fueron acompañados de resoplidos por parte del sueco. Una vez cruzó la puerta del cuchitril, el draco se dirigió con pasos largos y sin mirar atrás hacia el piso de arriba, para pararse justo frente a la habitación de cierto argos con el que tenía que “hablar”. Tras un segundo en silencio e inmóvil, alzó su puño y dio tres toques en la puerta con fuerza. Por suerte había recordado a tiempo que su gilipollas particular compartía habitación con Tania e irrumpir como un comando militar si ella se encontraba allí dentro no era una buena idea.
—Toima, sal ahora mismo —dijo en tono firme y alzando la voz pero sin llegar a gritar.
Tras varios segundos sin recibir respuesta, Noel chasqueó la lengua con fastidio y abrió finalmente la puerta. Si Tania estuviese dentro ella sí habría respondido o al menos la habría oído de alguna manera. Por otra parte, en ese instante se dio cuenta de que efectivamente no le llegaba ningún sonido del interior, y por eso no le extrañó lo que se encontró al abrir la puerta.

—No está —informó a la vouivre con una mueca de desagrado, saliendo del cuarto del ulterano y la nublina de brazos cruzados casi al instante de haber dado un paso en su interior. Cerró el cuarto de un portazo antes de darse la vuelta y dirigirse de nuevo al piso inferior—. Será mejor empezar cuanto antes a arreglar parte del desastre. ¿Me ayudas? —continuó hablando con su pareja mientras bajaba las escaleras.

El sueco había observado, al igual que cuando volvió de la Tierra, durante un buen rato sin moverse el caos que tenía delante de sus narices. Desde luego aquel no era el tipo de caos que atraía a su naturaleza de draco de Estínfalo, pensó bufando mentalmente justo antes de decidirse a comenzar por ejecutar algunos hechizos de limpieza: había sangre reseca por todas partes y algún otro fluido que prefería no averiguar de qué se trataba. Todavía no habían terminado ni con aquella primera tarea de un adecentamiento superficial, pues solo se podía calificar como tal con todo el trabajo que había por delante, cuando oyó la puerta de entrada. En un primer momento creyó que tal vez era Toima el que regresaba y se dio la vuelta bruscamente, pero no tardó en escuchar el tenue sonido de las llamas azules de Gael ya que el fuego fatuo se había dirigido directamente hacia allí.
—Se ha largado —le comunicó en tono malhumorado sin más en cuanto el nigromante se encontró en su campo de visión.

Para cuando salió ya los había perdido de vista, pero no se apuró demasiado porque supuso que irían a pie para evitar una transformación de Wen en plena calle. Tampoco estaban tan lejos, el único problema era que hacía un poco de viento y el fuego fatuo se vio obligado a protegerse. Habían salido del cuchitril con demasiadas prisas.

Llegó a la destrucción que ya conocía de su calle y abrió la puerta de la vieja posada, encontrándose un inesperado silencio. Salió al patio, desde donde había escuchado murmullos de voces recitando hechizos una vez se acercó a las escaleras. Estaba claro lo que estaban haciendo y el porqué lo descubrió tan pronto atravesó la puerta.
—¿Deberíamos rastrearlo por si acaso? —preguntó, mientras se ponía manos a la obra para devolver el patio a su estado habitual. «¿Cómo vamos a recuperar la huerta corto plazo? Qué bien nos vendría ahora un brujo de plantas».

Detuvo la letanía que estaba murmurando en aquel instante al escuchar la sugerencia de Gael y detenerse a considerarla sin distracción. Le llevó largos segundos decidirse a ofrecer una respuesta y a pesar de ello su conclusión podía resumirse en el resoplido que dejó escapar antes de hablar.
—Ni puta idea. Creo que prefiero no ir hasta donde quiera que se haya metido —dijo con expresión desdeñosa para después hacer una pausa en la que parecía que iba a añadir algo más al respecto. En su lugar, soltó con cansancio una exhalación grave—. Pero supongo que será mejor que comprobemos dónde diablos está porque… ya sabes. Una de las últimas veces que se largó por ahí solo tras una situación problemática había decidido mantener un debate filosófico con el abismo —dijo, en cambio, imprimiendo cierto sarcasmo al tono malhumorado que reflejaba su estado de ánimo en aquel momento.
Aun así, el sueco no podía evitar sentir cierta preocupación que había aumentado debido a su propio comentario.
>>Voy a buscarle desde el aire, ya que soy quien puede seguirle el rastro más rápido. En cuanto lo encuentre os lo comunico —afirmó sacando el comunicador rúnico del bolsillo y alzándolo a modo ilustrativo.
Si nadie ponía objeciones, el sueco alzaría el vuelo desde el mismo patio y ejecutaría el sortilegio de rastreo.

Desde el momento en el que llegaron a la botica de Nia y se juntaron con el grupo de novatos, Wen permaneció en silencio manteniendo en su rostro una expresión invariable de seriedad y desconfianza mezcladas con algo de enojo. Le molestaba estar en presencia de grupos de personas externa a su círculo y más aun cuando ninguna de ellas estaba vinculada a ella de ninguna manera, como era el caso de los amigos de Saren o los clientes del burdel. Ese grupo, en especial, no era de su agrado y su incomodidad fue palpable para todo aquel que la conociera un poco solo por el hecho de haber rechazado el té que Nia le ofreció. Sin poder evitarlo, rechinó los dientes al ver al daeliciano.

La británica se mantuvo en un segundo plano, ignorando y queriendo ser ignorada, resoplando y bufando por las cosas que oía y casi riendo resignada al ver reflejado en el relato de Tania perfectamente a Toima. Estuvo tentada a romper a aplaudir en el momento en el que Tania confesó haber disparado una flecha al ulterano, pero se contuvo a tiempo, no solo porque no sería apropiado y podría afectar en cierta manera a la nublina, sino porque la presencia de los extraños la reprimía a ello.

Si no fuera por la presencia de Noel y las heridas de Kud, probablemente Wen habría terminado el trabajo que no pudo Toima sobre el humano cuando le oyó referiste a Noel como “al que le cascaron la cabeza en la Luna”. Su tensión fue inmediata y palpable y no dudó en salir del lugar tras el draco en cuanto le fue capaz. El recuerdo de un suceso tan negro y lleno de sufrimiento no era algo que quisiera que le viniera a la mente en un día en el que lo había pasado tan bien.

En el viaje de vuelta al Cuchitril Wen no abrió la boca para nada, tanto porque no tenía nada que decir, como porque todavía estaba frustrada por lo sucedido en la botica. No le extrañó que Toima hubiera huido y resopló resignada ante la pérdida de sus planes en pos de los arreglos que había que llevar a cabo en el edificio.

- Está bien, pero tampoco te esmeres mucho, no se lo merece- le dijo a Noel cuando este expuso su intención de ir a buscar al ulterano. Con un beso despidió al draco y se giró hacia Gael- Bien, ¿por dónde empezamos?

—Opino lo mismo —añadió después de Wen al decirle esta al draco que no era necesario esmerarse en buscarlo—. De paso, también creo que nos merecemos descansar de una vez por todas, así que en cuanto sepamos algo de Toima… —Suspiró. Faltaba responder a la pregunta de la vouivre—. Los daños en el muro primero, supongo. Lo demás puede esperar a mañana. No me gustaría que mañana apareciese en la letrina un nido de colaespinas. —Trató de acompañar aquello con una media sonrisa, pero en su voz se notaba lo tremendamente agotado que estaba. «Qué día tan largo».

Mientras se preparaba para alzar el vuelo se detuvo para escuchar lo que Wen y Gael le tenían que decir y asintió ante sus recomendaciones.
—Descuidad, no pensaba hacerlo —aseguró justo antes de echar a volar.
En realidad ni siquiera debería buscarlo, pero sabía que le pesaría demasiado la conciencia si horas más tarde se enteraban de que le había ocurrido algo: el argos no llevaba protecciones mágicas algunas por su estúpida cabezonería y aquello era extremadamente peligroso en la ciudad.

No obstante, Noel regresó incluso antes de lo que había pensado. Tras ejecutar el hechizo de rastreo, la línea que marcaba el camino que había seguido el ulterano le llevó directo a sobrevolar el tejado de la taberna del Mago Tuerto. <<Cómo no>> pensó para sí mientras daba la vuelta bruscamente emitiendo un chasquido desdeñoso. En cuanto aterrizó en el patio y tras permanecer unos segundos observando como la vouivre y el fuego fatuos habían decidido comenzar a reparar los daños en el muro.
—Está emborrachándose —explicó sin más acercándose a ellos con un tono neutro en el que se colaba un tinte de sarcasmo desdeñoso—. Nada sorprendente: es lo único que sabe hacer para afrontar cualquier problema. Pero no sé para qué demonios me preocupo —continuó dejando escapar un leve suspiro.
A continuación, comenzó a entonar un hechizo de moldear materia inorgánica para ayudar con la reparación del muro.