El Cuchitril (Archivo I)

Recuerdo del primer mensaje :

Observamos multitud de casas en la zona de la Plaza de los Colaespina y… lo cierto es que no resulta fácil encontrar un buen lugar, pues los edificios que sí cumplen con los requisitos que buscamos, después por dentro son inhabitables. Caso destacable aquel que parecía ser un candidato perfecto… hasta que me llevé un buen golpe en el culo en el suelto bajo el que pisaba. ¡Y las astillas tampoco perdonan! Y Gael se ríe… “¡No tiene gracia!”, pero no me oye en la burbuja que acaba de crear.

Me llama la atención un edificio grande que veo a un lado de la calle. No tardo nada en señalárselo y decirles de acercarnos a él, aunque algunos ya se habían fijado en él. Dentro del edificio, cuya puerta se conserva en un estado decente –aunque chirría como mil demonios–, encontramos un panorama que, de haber estado en mejor estado, podría jurar con las manos en el fuego que se trata de una posada. ¡Y eso significa muchas habitaciones! Además, es prácticamente toda de pierda. Mientras pienso esto, nos repartimos todos entre el salón, aunque yo no tardo en subir las escaleras para observar cómo está el piso de arriba. Este edificio está muy pero que muy bien, el suelo es mucho más resistente que el de otros edificios y los desperfectos que tiene se pueden arreglar. Las ocho habitaciones de las que consta el piso son más que suficiente para todos, aunque los muebles sí es necesario cambiarlos.

—¿¡Cómo va por ahí abajo?! –grito a los que se han quedado–. ¡Por aquí cumple con los requisitos mínimos de calidad, aunque mejor que por ahora ahuyentemos a los de sanidad!–observo mirando los insectos que recorren los muebles carcomidos.

Noel tan solo hizo un amago de alzar su propia jarra ante las entusiastas palabras de Adara manteniendo la misma expresión que antes y dio el último trago a la cerveza. Hacía tiempo que había dejado a un lado aquello de llamar “maestra” a la ángel negro. Se preguntaba cuándo ella dejaría de hacer lo mismo con él.

—En realidad uno de los motivos para mudarnos fue porque no queríamos seguir dependiendo del Consejo —le respondió a Saren tras su intervención—. Pero tampoco tengas tanta prisa, llevas solo unos meses transformado. Al principio es mejor no complicarse la vida. Y seguramente si nos hubiésemos mudado muy pronto este lugar no sería lo que ves ahora.
En muchos sentidos no lo sería, el draco estaba verdaderamente convencido de ello.

Gael volvió entonces de la cocina y trajo más comida, pero también a un ulterano malhumorado. Alzó una ceja interrogante hacia el fuego fatuo en una muda pregunta que sabría que no sería respondida en aquel momento, pero tuvo que volver a poner su atención en el argos cuando este salió al patio, preguntándose qué tenía en mente ahora aquel cabezahueca. La respuesta no tardó en llegar cuando lo oyó soltar a la lagarta.

Estupendo, ahora se había ofendido por a saber qué tontería que le hubiese dicho Gael y había hecho lo único que sabía hacer: huir de casa como un adolescente “rebelde” que se creía en posesión de la verdad. El sueco rodó ligeramente los ojos mientras se servía de la fuente abollada por las manazas del ulterano.

—Perdona todo esto, se comporta así por casi cualquier motivo últimamente. No creas que es por ti, hace lo mismo con prácticamente todo el puto mundo —le explicó al selkie dejando escapar un leve bufido de exasperación.

—Sigo viéndolo difícil, aun esta el problema de la ausencia de dinero, pero ademas ya deberíais saber que se me da fatal mentir —comentó tras la sugerencia de Giz, riendo con suavidad—. Gracias pero no, es una buena idea pero prefiero no conspirar contra los jueces en compañía del ovillo, no saldríamos bien parados.

El idrino escuchó los consejos del draco con atención, y en el fondo supo que tenia razón. No quería abandonar la Sede tan rápido, habría sido un desperdicio de recursos, pero no podía evitar pensar en el futuro y en lo que quería hacer, aunque hasta el momento no hubiese sacado nada en claro. Gael volvió de la cocina cuando Noel terminó de hablar, y además de traer comida, le seguía un argos furioso. No lo reflejaba a primera vista, pero la tensión de sus músculos era evidente, y la mirada que le dirigió durante apenas un segundo destilaba odio. Saren le sostuvo la mirada sin amedrentarse, no había hecho nada malo y no creía merecer aquel trato, pero de todos modos continuó sintiéndose incómodo, y aunque el albino abandonó la estancia, su rabia siguió pendiendo sobre el norteño.
—No pasa nada, en realidad resulta encantador —dijo tras las palabras del sueco y el suspiro de Tania—. Estoy seguro de que algún día conseguiré hacerle sonreír, solo es cuestión de tiempo: soy un tipo simpático —argumentó con una sonrisa apagada.

Echó un vistazo a su plato, el cual apenas había tocado, y reprendiéndose por su falta de educación, comenzó a dar buena cuenta de los alimentos cuidándose de no despertar a Odin. La comida estaba deliciosa, eso era innegable, y a pesar de la actitud de Toima se lo estaba pasando bien. Tenía suerte de haber conocido a los cuchitrileros, aun era un novato y estaba seguro de que simplemente le toleraban, pero les debía bastante y algún día les devolvería el favor (o favores).
—Estaba todo espectacular —alabó a los cocineros—, a veces esta bien eso de que cocinen para ti —rió mientras se terminaba su trozo de flan y relamía la cuchara—. Pero enserio, os lo agradezco de verdad, sois demasiado considerados con este novato cualquiera —añadió sin perder la sonrisa.

Giz acabó de comer en silencio, sin aportar nada más a la conversación, pero prestándole toda su atención. El chico parecía haberse tomado bien la hurañía de Toima y eso eran puntos a su favor, no todo el mundo sabría sacarle el lado positivo al trato que daba el argos a cada vez más gente. Por fin llegó el postre, la parte preferida del goliat, y el flan no duró mucho en el plato. Probablemente Giz no volviera a tener hambre en todo el día. No fue hasa que acabó de comer que volvió a hablar.

—Todos hemos sido novatos alguna vez— dijo. Giz defendía esta idea a medias y, obviamente, no trataría igual a todos los nuevos, pero eso quedaba para sí mismo—. No hace falta que nos des las gracias.

—Genial. Simplemente genial —murmuró sin ocultar su enfado. Estaba a medio camino de servirse pero dejó la cuchara donde estaba para hablarle a Toima mientras se iba—. Una broma, ¡era una puta broma!
Era evidente que no le escuchaba mientras ensillaba a la lagarta, así que se sirvió, salpicando un poco de salsa sin querer, y continuó comiendo como si no hubiese pasado nada, aunque a una velocidad que delataba que no era así. Si bien era mejor que Toima simplemente se retirara, no dejaba de darle rabia que aquel cabezahueca no pudiera ni comer en su propia casa «culpa suya». Realmente estaba molesto porque lo que había hecho como una broma infantil no se quedaba en eso. Quizá habría sido gracioso más de un año atrás, pero ya no, y lo había olvidado.

Suerte que la carne y el postre fueron dejando paso a la tranquilidad, y trataba de, simplemente, no pensar demasiado en ello.
—¿”Novato cualquiera”? Diría que eres tú el desconsiderado, contigo mismo. Creo que el único que le da tanta importancia al tiempo que lleves transformado es el grandullón. —Trató de sonreír como si nada importase ya—. Tú disfruta de la comida sin más.
Levantó su cerveza como si estuviese anticipando un brindis y se la bebió de inmediato.

Noel no pudo reprimir una leve risa ante la afirmación de Saren acerca de que Toima era “encantador”.
—Suerte con eso, yo creo que hasta ahora solo le he visto sonreír borracho. La próxima vez probaré a estirarle de los mofletes, asegurándome de que duela, para obligarle a ello. Creo que es el único método que se podría probar eficaz —añadió en tono jocoso mientras se servía el postre.

Decidió olvidarse del ulterano y disfrutar del resto de la comida, aunque era evidente que el idrino ya no podía sentirse cómodo allí aquel día.
—Exacto, además aquí nos hemos ido ayudando unos a otros a lo largo de los años—añadió a las palabras de Giz y Gael—. Me alegro de que te haya gustado todo. Es verdad que a los cocineros no solemos poder disfrutar del lujo que supone sentarse y tener la comida hecha —le concedió al selkie riéndose—. Hasta en Serpentaria hemos tenido que cocinar nosotros cuando fuimos de “invitados” el otro día.

Saren escuchó las palabras de los cuchitrileros con atención, sonriendo levemente, pero no podía evitar pensar como lo hacia. Ya hacia varios meses que había visto la Luna, sin embargo seguía considerando que estaba muy verde, y la desconfianza propia de su trasformación le hacía consciente de que era un objetivo fácil. Ese era el motivo por el que se esforzaba tanto en sus entrenamientos, obsesionándose hasta el punto de aislarse de sus amistades. Necesitaba mejorar, aumentar sus habilidades, si no no sería capaz de defenderse de quien quisiera ir a por él.
—Aun así os lo agradezco, no solo esta invitación a comer, también los entrenamientos en la bahía y la ayuda la noche de la Luna —el idrino no se consideraba mejor que los demás, pero era consciente de que no había recibido el mismo trato que sus compañeros de criba y realmente no sabía el motivo.

Estaba seguro de que no era por interés, los conocía de hacía suficiente como para haber intuido algo así, pero tampoco sabía porque era. Se hacía tarde y prefería no estar aun allí cuando regresara el ulterano, así que se puso en pie, dejando al gato con cuidado sobre la mesa, y se preparó para despedirse.
—Decidle a Toima cuando vuelva que siento haberle molestado... se que no ha tenido un comportamiento muy razonable, pero de todos modos es su hogar y yo solo soy un intruso —comentó mientras se ponía el abrigo.

Con la promesa de volver a verlos en el próximo entrenamiento en la bahía, el selkie terminó de despedirse y abandonó el Cuchitril con una sonrisa en el rostro. Había sido un almuerzo magnífico, y a pesar de la actitud del argos le encantaría repetirlo algún día.

Continúa en la Sede de los Taumaturgos.

Seon se presentó nerviosa frente al hogar de los cuchitrileros. Le abrió Toima con aspecto de querer arracarle la yugular con una cucharilla de café, pero le eran indiferentes los instintos asesinos del ulterano.
- Estoy buscando a Noel- dijo indecisa.

El ulterano disfrutaba de una ligera lectura en la hamaca de su habitación cuando algo captó su mirada. En un principio, lo dejó pasar. Una persona más que pasaba cerca de la calle, como de costumbre. Pero al tomar aquel último giro sabia que solo tenia un solo destino: El Cuchitril. Dejó caer el libro sobre la hamaca y comprobó si llevaba la pistola enfundada. No parecia una persona peligrosa, pero en aquella ciudad, nunca se sabia y mucho menos con las cosas-magico-raras que eran capaces de crear algunos ciudadanos.

Bajó las escaleras atropelladamente. Tania, por su parte, acababa de salir de darse una ducha y reconoció tanto la mirada paranoica del ulterano fijandose en lo que parecia ser un punto fijo tras las paredes y sus andares apresurados. ¿Quien en todo el cuchitril no seria capaz de distinguirlo a estas alturas?
Y, en efecto, Seon no tuvo ni que llamar a la puerta para que el ulterano la abriese. Tenia una mano apoyada en la funda de su pistola y el otro brazo sobre el marco de la puerta apoyandose en él. Le dirigió una obvia mirada de desconfianza y un silencio desagradable a la chica. Dijo que venia buscando a Noel. Cosa rara. No la conocia de nada, salvo de haberla visto una o dos veces por ahí. Era una de las novatos.
-¿Qué podria querer alguien como tú de Noel?-le espetó, mostrandole ligeramente los dientes en señal de advertencia.
Tania, ya vestida, bajó para toparse con la escena.

Noel se sentía como si se hubiera quitado un enorme peso de encima. Había pasado los dos últimos días como un fantasma, encerrado en su habitación tratando de distraerse con escaso éxito practicando con la batería en el interior de un hechizo insonorizador. Incluso Odin parecía haber intuido que era mejor no acercarse demasiado y se había limitado a maullarle cuando tenía hambre. Pero no aquella tarde.

Poco antes de que Toima irrumpiese en el salón bajando las escaleras como una apisonadora, Noel había intercambiado una mirada desafiante con su gato al haberse subido este a la mesa y, tras pisar y desperdigar todos los apuntes que el draco tenía sobre la mesa le había dado un arañazo en el brazo. El sueco, tras terminar de asesinar al felino con la mirada, resopló con fastidio y se dispuso a recoger todo lo que se había desordenado. Sí, aquello era una señal de que todo estaba bien, definitivamente. Por eso, cuando se volvió a sentar, no pudo evitar colocar al rebelde gato sobre su regazo y rascarle el cuello mientras sonreía.

No obstante, el felino fue el primero que saltó enseguida de sus piernas y se dirigió caminando elegantemente hacia la puerta en cuanto el argos la abrió. Noel se levantó de la silla al reconocer a la dueña de la voz, eclipsada totalmente por el mastodóntico ulterano y se dirigió hacia allí imaginándose el motivo de su visita.

—Eso me lo tiene que decir a mí, ¿no te parece? No necesito secretario, gracias —le respondió al argos antes de que la soñadora pudiese contestar—. Además sería el peor secretario que te puedas imaginar, no tiene ojo para estas cosas, por paradójico que suene —se dirigió entonces a Seon mientras le daba un toque al ulterano en el brazo para que se apartase de la puerta—. ¿Quieres pasar? Ah, ese ser del averno se llama Odin. Es un demonio terrible, pero se disfraza de bueno con las visitas. Y con todos los que no sean yo aunque vivan en esta casa.
El gato, por supuesto, se había acercado a la persona que no conocía para pedirle mimos.

La soñadora se mordió el labio cuando escuchó a Noel detras del argos. Tan pronto como el camino estuvo despejado se abrazó al chico, enterrando la cara en su camiseta.
-¡Lo siento! Lo siento mucho. Estaba muy preocupada.

Seon había despertado mortificada por el sufrimiento de Noel en el sueño compartido. El trabajo de filtrar el subsconsciente de ambos había sido tan desagradable para ella como para la pareja, y aunque había decidido esperar un día para dar tiempo a los dos de hablar, llevaba con cierta ansiedad desde entonces.

Noel le dio un leve codazo a Toima cuando este se alejó refunfuñando como de costumbre antes de volver a dirigirse hacia la sinhadre. No tuvo mucho margen de reacción, no obstante, cuando esta se lanzó a darle un abrazo. El draco abrió ligeramente los ojos y echó la cabeza un poco hacia atrás porque no se lo esperaba, pero inmediatamente después de que ella se disculpase le puso las manos sobre los hombros y le indicó con un pequeño tirón que desenterrase la cabeza para mirarlo.
—No te tienes que disculpar, no es como si fuese idea tuya, para empezar... —le dijo esbozando una media sonrisa—. De todas formas creo que es mejor que hablemos de esto en otra parte. Entra —le indicó.

Mientras tanto Odin, que se había sentido ignorado por la visita, se dedicaba a intentar atrapar la balanceante cola del sueco. Noel se lo quedó mirando unos breves segundos antes de subir la cola hasta mantenerla fuera del alcance del felino mientras se giraba para entrar de vuelta al salón. Después condujo a Seon escaleras arriba hasta su cuarto. Una vez allí, le ofreció la silla de su escritorio y él se apoyó en la pared junto a la puerta. El gato entró de un salto justo antes de que pudiera cerrarla y se entretuvo con una de las baquetas de la batería que se había caído al suelo.
—Prefiero que nadie nos escuche hablar sobre esto —explicó alzando la vista de su felino para dirigirse hacia la sinhadre.

Seon asintió poco convencida y siguió al draco por las escaleras. Se sentó en la silla con los pies sobre el asiento, y abrazada a sus rodillas.
- Yo solo venía a ver como estabas. No quería hacerte sufrir. ¿Te arrepientes de haber accedido a aquello?-La chica alzó los ojos hacia su interlocutor.

—Tú no me haces sufrir por lo que esté en mi cabeza —le aseguró—. Cuando Wen me lo pidió no fui capaz de negarme; pero podría haberlo hecho, así que técnicamente la culpa es mía —suspiró levemente antes de continuar—. Pero, contra todo pronóstico, no me arrepiento. Creo que estamos incluso más unidos que antes aunque todavía me cueste creerlo.

Probablemente no hubiera hablado tan fácilmente de ello con casi nadie, pero la soñadora también había estado allí y había presenciado las mismas pesadillas que ellos dos, Noel pensó que tenía derecho a una explicación algo más elaborada para que dejase de preocuparse por completo. De hecho, Seon ya habría presenciado antes el horror arraigado en la mente del sueco, aunque quizás no con tanta intensidad como hacía dos noches, y por eso le resultaba extraño que la sinhadre continuase fiándose de él.

Suspiró,y bajó los pies de la silla para dejar a Odin llegar a su regazo. El gato frotó su cabeza contra el pecho de la soñadora, y luego contra las manos, demandando mimos que no se hicieron esperar. Al rato ronroneaba con suavidad.
- Me alegro de que haya servido para algo- dijo con sinceridad. Después de unos segundos pensativa añadió-. Se que me he presentado un poco de improvisto pero si quisierais hacer algo aprovechando que estamos despiertos...no puedo reproducir películas pero también os sera más facil acordaros de todo lo que suceda.

Noel se despegó de la pared, todavía de brazos cruzados, mientras Seon le respondía. Se agachó para recoger las baquetas con las que había estado jugando Odin antes de subirse al regazo de la soñadora y las colocó en su sitio pensando que debería comprarse unas nuevas y mantenerlas alejadas de las garras de su gato. En realidad era casi un milagro que solo se dedicase a dañar las baquetas y no el instrumento en sí, pero no iba a ser él quien le diese ideas al pequeño diablo.

—Claro, quédate un rato si quieres —le dijo mientras abría la puerta del cuarto—. Ahora que hemos terminado de hablar, voy a buscar al fuego de campamento que seguramente estará cosiéndose algún traje nuevo en su taller de costura particular —explicó con una sonrisa jocosa mientras esperaba a que la sinhadre saliese de su habitación para volver a cerrar la puerta—. Espera en el salón mientras tanto.

El sueco le había cerrado la puerta en las narices a Odin, quien no tardó en rascar la madera de la puerta para que le abriese mientras él hablaba con la soñadora. El draco acabó por apiadarse de él y lo dejó salir. El felino salió disparado del cuarto como una bala entre sus pies y se perdió escaleras abajo. Su dueño no tardó en seguir sus pasos, encaminándose hacia la salida del cuchitril y, a continuación, en dirección al taller de Gael.

—Deberías tomarte un descanso —le dijo al fuego fatuo nada más entrar en el cuarto donde estaba trabajando—. Tranquilo, no lo digo por tu bien y esas chorradas. —Hizo un gesto dedeñoso con la mano fingiendo seriedad—. Pero es que Seon ha decidido dejarse caer por el mundo real y estaría feo no ofrecerle comida que no esté hecha de recuerdos.

Al entrar, Noel se encontraría al fuego fatuo delante de un tórax humanoide y peludo, solamente un tórax, con un brazo colgante que no correspondía al resto del cuerpo. Había un alfiletero e hilo a un lado, y el fuego fatuo sujetaba una aguja curvada. Tenía expresión de haber sido pillado en falta, pero la corrigió enseguida. Hacía un momento estaba marcándose un solo de tarareos –daba gracias de no haber estado cantando a pleno pulmón, como hacía escasos minutos–, y no le gustaba que lo pillasen por sorpresa.
—¿Cómo, Seon? —no se preguntó el motivo, ni siquiera pensó en que no fuese una visita de mera cortesía—. Voy enseguida.
Se limpió los restos de sangre seca con un hechizo y siguió a Noel al interior del cuchitril.

Entró con una amplia sonrisa para la soñadora y la saludó efusivamente, ofreciéndose a preparar o servir algo que le apeteciese.
—Desde infusiones a cerveza y desde pastas a un asado —bromeó—. ¿Qué te trae por aquí?

-¡Gael!-celebró Seon con un abrazo para el chico. En lo que esperaba en el salón había reforzado sus defensas para poder saludarlo sin preocupaciones-¿Estoy cogiendo fama de glotona? Porque se supone que eso era cosa de Alder.

Pero no era una queja en absoluto, una vez se había relajado con el tema de Noel, la sinhadre esbozaba una sonrisa feliz.