El Cuchitril (Archivo I)

Recuerdo del primer mensaje :

Observamos multitud de casas en la zona de la Plaza de los Colaespina y… lo cierto es que no resulta fácil encontrar un buen lugar, pues los edificios que sí cumplen con los requisitos que buscamos, después por dentro son inhabitables. Caso destacable aquel que parecía ser un candidato perfecto… hasta que me llevé un buen golpe en el culo en el suelto bajo el que pisaba. ¡Y las astillas tampoco perdonan! Y Gael se ríe… “¡No tiene gracia!”, pero no me oye en la burbuja que acaba de crear.

Me llama la atención un edificio grande que veo a un lado de la calle. No tardo nada en señalárselo y decirles de acercarnos a él, aunque algunos ya se habían fijado en él. Dentro del edificio, cuya puerta se conserva en un estado decente –aunque chirría como mil demonios–, encontramos un panorama que, de haber estado en mejor estado, podría jurar con las manos en el fuego que se trata de una posada. ¡Y eso significa muchas habitaciones! Además, es prácticamente toda de pierda. Mientras pienso esto, nos repartimos todos entre el salón, aunque yo no tardo en subir las escaleras para observar cómo está el piso de arriba. Este edificio está muy pero que muy bien, el suelo es mucho más resistente que el de otros edificios y los desperfectos que tiene se pueden arreglar. Las ocho habitaciones de las que consta el piso son más que suficiente para todos, aunque los muebles sí es necesario cambiarlos.

—¿¡Cómo va por ahí abajo?! –grito a los que se han quedado–. ¡Por aquí cumple con los requisitos mínimos de calidad, aunque mejor que por ahora ahuyentemos a los de sanidad!–observo mirando los insectos que recorren los muebles carcomidos.

Giz volvió bastante contento de las montañas. Tenía los genes de la ladrona y se habían llevado todo lo que había en aquella cueva que fuera de valor. Sumado a lo que les había pagado Melodes, la recompensa había resultado ser suculenta, más suculenta. Al goliat no le importaría que todos sus trabajos de ahí en adelante fueran como ese. Una vez en casa, sacó su libro de muestras y se dedicó a guardar las nuevas.

—¿Otra vez?—preguntó de buen humor al fuego fatuo. La carpintería era como un fantasma vengativo para ellos. Cada vez que la abandonaban parecía volver a ellos para vengarse.

Dedicó el resto del día a gastar pereza en su habitación. Después de acabar un trabajo le gustaba relajarse y descansar, así como pensar en qué podría invertir su parte. Además, al día siguiente tenía que trabajar a fondo en el Castillo, le esperaba un dia fuerte. Así, no tardó demasiado en irse a dormir.

Volvieron cargados al cuchitril con toda clase de objetos valiosos, talismanes e incluso algún mueble. Otro de los talismanes que habían encontrado resultó tener anclado un hechizo logomántico ochrorio tal y como pudieron comprobar más tarde. El resto del día, tras haber recibido el pago, Noel se dedicó principalmente a separar parte del botín en aquellos objetos que se iban a quedar, ya fuese para uso personal o común, y los que venderían.

Al día siguiente, antes de salir de casa el draco se aseguró de llevar algo de dinero encima, pues se le había ocurrido que podría invitar a Vac a ir a la taberna al salir, aprovechando para hablar con él sobre los preparativos que tenían que hacer para la ahora ya inminente incursión en Ulterania con Wen y Nia.

Sigue en la Taberna.

A la hora acordada, salí de la Bodega y me dirigí al Cuchitril con la protección encima. Había quedado con Gael para ir de caza y que así pudiera hacerse con algún cuerpo decente para el Torneo. No sería una caza donde la víctima quedase reducida a trocitos, dado el motivo de Gael. Pero nada me impedía que no sucediera eso con las demás <<La única pega es la luz... Pero bueno>>

Así pues, poco después de salir llegué al Cuchitril y, cómo no, me abrió el propio fuego fatuo.
—¡Hey! ¿Qué, hace un día de caza?—saludé. Una vez dentro, añadí—¿Has pensado ya si vamos a Ochroria o a Varmania? Lo bueno de los varmanos es que ya nos conocemos, con Ochroria nos hace falta camuflaje, sin embargo... Y yo no tengo, nunca me ha hecho falta.

Al día siguiente no acudió a los entrenamientos. En un encuentro casual con Jack le había preguntado si tenía intención de ir a un mundo vinculado pronto a cazar y, de ser así, si no le importaría que fuese con él. Era más sencillo decir que le trajese las sobras, pero también injusto pedir un favor así y no implicarse, así que estaba decidido a ir con él y de paso participar en la elección de la víctima. Necesitaba algo muy concreto para el torneo, y lo que ya tenía estaba demasiado viejo ya. Había sacado a la niña varmana del taller porque creyó que sería con lo que más podría pasar desapercibido una vez se encargase de ocultar el brillo azulado, y esperaba al vampiro recogiendo la cocina. Le abrió la puerta cuando llegó y le devolvió el saludo sonriendo e invitándolo a pasar.
—Nunca he estado en Ochroria. Sería interesante ir, pero quizá una complicación innecesaria. Tampoco estoy tan puesto al día como me gustaría… En fin, más vale malo conocido, ¿no?
Se vistió a la niña y salieron ambos a la calle, con el destino ya decidido. Tenía Varmania muy vista, pero esa vez no sería solo bosque y animales. De camino hacia el portal le fue preguntando al vampiro qué tal le iba a la gente del burdel a la que veía con poca frecuencia, haciendo hincapié en aquellos con los que habían compartido cosecha.

Sigue en Varmania.

Por suerte Cain sí fue generoso con el pago y el draco sintió que al menos alguien intentaba compensarles por toda la mierda con la que tuvieron que tragar, cosa que era bastante de agradecer. No obstante, el sueco tenía claro que no volvería a realizar una misión de aquella índole en territorio de los terra. Por suerte dudaba que hubiese ningún potencial cliente más interesado en un encargo de aquel tipo.

Pocos días después, durante el entrenamiento en la bahía, los cuchitrileros invitaron a Saren a comer ya que el idrino nunca había estado en el Cuchitril y debido a que el selkie se les unía en la bahía con cierta frecuencia, habían adquirido cierta confianza con él.

Los cocineros habituales del Cuchitril habían decidido esmerarse especialmente aquel día pues sabían que su invitado también tenía buena mano para la cocina y no pensaban hacer cualquier cosa.

El plato principal se trataba de unas perdices a la cerveza, bebida que nunca faltaba en el Cuchitril, con una guarnición consistente en patatas con verduras guisadas. Pero probablemente lo que les había costado más preparar de todo el banquete habían sido los entrantes. Nunca habían hecho sushi hasta aquel día y, viendo que su elaboración era tan engorrosa y que podrían pasarse la tarde entera en la cocina si querían hacer una cantidad considerable para todos, decidieron que tan solo prepararían un par de unidades para cada uno.

—Creo recordar que eres uno de los principales cocineros de la sede, ¿verdad? —le dijo a Saren mientras le colocaba un platito delante—. Estoy seguro de que sabrás apreciar una delicia de nuestro mundo como es el sushi de salmón. Casi no me puedo creer que vaya a volver a comerlo después de tantos años. Lo que nos falta aquí es sake —comentó sonriendo ampliamente mientras se sentaba en su sitio y recogía su propio plato.

A continuación le explicó al idrino cómo se comía el sushi, ya que también habían comprado salsa de soja para la ocasión, además de unos palillos a los que el sueco tuvo que volver a cogerles el tranquillo ya que habían pasado demasiados años sin utilizar unos.

Fue rebuscar un poco en libros de cocina para encontrar nuevas ideas, y vaya si las encontraron. Cedió en cuanto a hacer sushi, pero a Gael el pescado crudo le hacía más bien poca ilusión. Mejor cocinado. Y mejor aún si era carne. Compraron ingredientes y se esmeraron, y en cuanto el invitado estuvo en casa lo recibió una mesa puesta y la comida lista para servir. Cuando todos estuvieron sentados, Gael tenía delante las dos piezas de sushi que le correspondían, con un acabado un tanto chapucero en lo que al arroz se refería. Al menos la variedad era pegajosa y no se rompían, pero quizá estaba cocido de más. Cogió sus palillos y trató de colocarlos como le veía hacer a Noel, sin conseguir un resultado que se le pareciese. Ni siquiera estaba muy seguro de querer probar pescado crudo, pero terminó clavando ambos palillos en vertical sobre la pieza y se la llevó rápidamente a la boca, para que nadie viera su apaño torpe. Paladeó con disgusto la textura del pescado, y predispuesto como estaba a que no le gustase, se la tragó sin ganas.
—Pues… curioso. —Trató de no sonar como si se hubiese comido un caracol—. Voy a ir preparando lo demás para servirlo.
Su mayor tentación era darle el salmón a uno de los gatos y comerse el arroz ya en la cocina, pero pensarlo incluso le dolió, porque el salmón no era barato.
—Ah, Toima, con lo que os gusta el pescado a los ulteranos, seguro que dos no te llegan a nada. Toma el mío, anda. —Su sonrisa era del todo inocente mientras hablaba con el ulterano, y después se dio a la fuga hacia la cocina. Confiaba más en aquella otra receta que sabía que su abuela había preparado alguna que otra vez con carne de caza. «A ver si no la hemos pifiado».

Toima y Tania

La invitación del pollo fue una sorpresa tanto para el ulterano como para la nublina. Para el primero, le hizo esbozar la mayor mirada de incredulidad que sus ojos podian crear en la dirección general de los demás cuchitrileros. Para la segunda, era una esperiencia un tanto dudosa y nueva. No era paranoia, pero simplemente no tenia tanta confianza con el idrino como para sentarse a su misma mesa. Sin embargo, hallandose en la hipocresia, pues, tiempo atrás, habia visitado a otros dos novatos y, conociendo por encima a Saren, acabó por mirarlo con mejores ojos en general.

Toima era otro caso aparte. En más de una ocasion le habia gruñido a los cuchitrileros lo mala idea que era. Aunque ligeramente tranquilizador, el chico no iba armado, pero aquello no descontaba la magia o cualquier truco que tuviese bajo la manga que el propio Toima no supiese reconocer, o eso creia el paranoico ulterano. A lo largo de la velada, siempre tenia dos o más ojos clavados en él y le lanzaba miradas a los demás que parecian decir: "Mirad lo que habeis hecho". Quizás, todo a partir de aquel momento se le hizo aún más grande al ulterano. Cualquier detalle que para otro habria sido sin importancia, fue un mundo ante el albino y toda la culpa recaia en el idrino. O al menos, en este caso, la gran batalla de la culpa recayó en la mente del ulterano, pues no expuso nada.

Comida especial. Se habian currado en especial aquella comida, algún plato típico de la tierra y solo lo estaban haciendo por aquel novato. Toima apenas podia recordar su nombre e, instintivamente, le evitaba en los entrenamientos. Habia aprendido, con el tiempo, a hacerse un pellejo duro e impermeable en cuanto al chico. Pero de ahí, a invitarle a comer al cuchitirl, ¡ya ni de enseñarle el camino se referia! El enseñarle donde eran más vulnerables, era quizas de los mayores agravios de aquel evento inesperado.

Pero, fuera como fuese, se sentó a la mesa, con dos ojos paralizados sobre él y procedió a mirar al plato con la contemplación de un crio que no quiere comerse los guisantes. Torciendo los morros en una mueca de pereza mezclada con decepción, imitó como Noel cogia los palillos y estudio el movimiento que hacia para comer. Torpemente, logró agarrar uno de los trozos de sushi y se lo llevó a la boca. Aunque pudiera imitar con cierta maestria al veterano Noel, eso no significaba que su experiencia fuese imitable tambien. Fallandole el pulso, el trozo de pescado crudo se estrelló contra el suelo con un sonido acolchado. Toima resopló furibundo y partió los palillos inconscientemente. Como un toro iracundo, recogió el trozo de pescado y lo lanzó por la ventana con todas sus fuerzas. Fuera, las garras de la lagarta se oyeron, junto al retintineo de una cadena, mientras recogia el bocadito sorpresa que habia salido de la ventana.

Soltó los trozos de los palillos con rabia en la mesa y contempló el resto del plato con molestia. En rocavarancolia se habia acostumbrado a una dieta rica en carne y, aunque la bruja de la botica le habia recomendado comer más pescado, apenas lo hacia. No porque no le gustase en si, sinó porque siempre habia sido más de carne y solo habia comido pescado crudo y frio en su celda durante sus últimos años, cogiendole un considerable asco.
Cuando Gael le soltó su parte del plato esbozó una mueca disimulada y tamborileó con los dedos sobre el plato. Si tenia que hacerlo, iba a hacerlo rápido. Despues de todo no se sentia cómodo sentado junto a aquel posible enemigo.
Con la voracidad de una bestia hambrienta, el ulterano se abrió paso entre los platos con la ayuda de sus manos, ocasionalmente usando el pelo para recoger algun vaso o cubierto cuando tenia las manos ocupadas pero sobretodo, comia furioso, sin quitarle la mirada de encima a Saren ni un instante.

Giz llegó del castillo a tiempo de descubrir que había invitado especial para comer. El goliat tenía muy abandonados los entrenamientos de la bahía y apenas había coincidido con Saren en un par de ocasiones. Lo saludó escuétamente, más que de costumbre, y se sentó a la mesa con todos. En otras ocasiones, habría considerado agenciarse muestras, pero las del idrino ya las tenía guardadas desde hacía tiempo.

La comida tenía buena pinta, a pesar del olor a pez que manaba de los entrantes y que resultó ser salmón crudo. El pescado no era la comida preferida de Giz, pero su estómago conservaba su pasado asreniano y no tuvo problemas en comerse el sushi. Con lo que sí tuvo problemas, sin embargo, fue con llevárselo a la boca. Los cuchitrileros terrestres le habían explicado la tradición con los palillos y Giz había hecho varios intentos de pescar una de las bolas de arroz. Sin embargo, todos los intentos acabaron con los palillos vacíos y el goliat acabó por hacer levitar la comida.

—¿Qué tal llevas la vida tras la luna?—preguntó a Saren por pura cortesía. Mientras esperaba una respuesta sin muchas ganas, le echó mano a un muslo de perdiz que sí que le había llamado la atención.

Saren fue bien recibido en el Cuchitril, o al menos por la mayoría de sus habitantes, y tras saludar con una sonrisa ocupo el asiento que le habían asignado. Nunca había estado allí, y los primeros minutos los dedico a observar el lugar, admirando los grabados de la enorme mesa y los demás detalles de la estancia. Sin lugar a dudas era un lugar acogedor.
—Puede decirse que si —le respondió al draco—, pero es una posición reñida. En la cosecha la cocina era mi territorio y nadie se dignaba a invadirlo, pero ahora tengo un gato bronceado con uñas muy afiladas rondando todo el día, y mas de uno aseguraría que se a apropiado de los fogones —bromeo sonriente—. Lo cierto es que últimamente no se me ve mucho el pelo, sería mas acertado considerar a Atol el cocinero principal, pero estad seguros de que un día regresare y reclamare el puesto.

El selkie había leído algo sobre el sushi en uno de sus libros sobre la Tierra, pero todavía no había tenido la oportunidad de probarlo, así que se lo agradeció a los cocineros con un asentimiento cuando lo sirvieron. No obstante el chico no tenia ni idea de como comerlo, por eso atendió a la explicación de Noel mientras los demás daban cuenta de sus raciones. Las reacciones eran variadas, y a ojos del idrino eran bastante evidentes. Gael hizo todo lo posible para que no se notara que no le había gustado, Toima mando al carajo los cubierto, Adara dio cuenta de su plato encantada y Giz fue bastante neutral. Saren por su parte se peleaba con los palillos y hacía malabares para que no se le escapara la comida en su camino hacia la boca, pero no tuvo mucha suerte y el salmón termino golpeando su nariz.
—Creo que seguir el ejemplo de Toima, esto se me da fatal —aclaró, disculpándose de antemano y cogiendo el sushi con los dedos—. Pues si que esta bueno —alabó con ojos brillantes, terminando rápidamente su segunda ración y lamentándose de que no tocara a mas.

No sabía muy bien que decir, la hostilidad que emitía el ulterano llegaba a ser tangible, y no necesitaba ser idrino para captarla. Estaba acostumbrado a la actitud del argos hacia su persona, pero cuando entrenaban en la bahía el albino tendía a ignorarle al haber mas espacio abierto. Allí en el Cuchitril no podía mantener una distancia de seguridad, y podía intuir que Toima se estaba tomando su visita como una invasión personal. Se sirvió un plato de perdiz con una generosa guarnición y, algo nervioso, dio un trago a su cerveza. La pregunta de Giz, aunque exenta de un interés real por parte del goliat, le ofrecía cierto margen, y sin pensárselo dos veces se aferró a su respuesta.
—Muchas horas de estudio y de entrenamiento, lo normal supongo, al menos para mi. Mis compañeros, por el contrario, ya están colocados en uno u otro puesto, y casi me da vergüenza decir que soy de los pocos, por no decir el único, que aun no se ha empezado a buscar la vida. La verdad es que estoy algo perdido, pero tendré que apañarmelas para encontrar trabajo pronto, no me gusta vivir a costa del Consejo —aclaro con una sonrisa algo torcida, tampoco era plan de ponerse a contar sus paranoias—. ¿Como os va a vosotros lo del torneo? —pregunto, cambiando de tema y empezando su plato de comida.

Noel observó la incapacidad general a su alrededor para comer con los palillos y negó con la cabeza con fingido reproche cuando prácticamente todos se rindieron de intentar usarlos por mucho que intentó explicarles cómo se hacía. Se encogió de hombros esbozando una sonrisa sarcástica y, una vez consiguió conciliarse del todo con la forma correcta de coger y usar los palillos, los utilizó como correspondía para dar cuenta de las unidades de sushi que le correspondían. Inmediatamente compartió pensamientos con Adara y Saren acerca de la escasez de dicha maravilla para el paladar.

Pero el que no parecía compartir la misma opinión era Gael, porque de otro modo estaba seguro de que no le ofrecería su parte a Toima, quien por su parte había estragado la mitad de su sushi justo antes de romper sus propios palillos de pura frustración y ofrecerles un espectáculo particular aunque ciertamente no inesperado viniendo del argos. El sueco no tenía claro si debería reír o llevarse las manos a la cabeza ante dicha escena, por lo que optó por dedicar toda su atención en paladear los últimos bocados.

—Se nota que todos los cocineros os habéis ido a la Sede, porque el otro día fuimos de invitados a Serpentaria y tuvimos que acabar cocinando nosotros —comentó con diversión tras la respuesta del idrino—. Lo que seguro que no tenéis allí es espectáculo incorporado y gratuito en las comidas —añadió señalando hacia Toima con un leve arqueamiento de cejas.

Giz fue el primero en iniciar una conversación con el selkie y el draco escuchó su respuesta mientras se servía el plato principal.
—No es tan fácil empezar, sobre todo si no tienes claro a qué te quieres dedicar. Nosotros todavía tardamos un tiempo en mudarnos aquí, antes de eso tampoco teníamos ni un duro. Ni es que ahora nademos precisamente en la abundancia como puedes ver —le dijo con humor haciendo un gesto que trataba de abarcar todo el cuchitril—. Pero supongo que se puede decir que hoy por hoy nos apañamos bien. Simplemente algunos tienen más suerte que otros tras la Luna.

Sonrió ante la aparición de Purr y se empezó a preguntar qué habría sido de Odin ya que no era propio de él no aparecer escopetado de cualquier esquina ante una presencia novedosa, pero el felino no tardó en darle una respuesta. El gato entró desde el patio con un pequeño cubo en la cabeza, que debido a que se había hecho un lío con su asa aún no había sido capaz de sacárselo. El sueco no pudo evitar dejar escapar una carcajada y se levantó para rescatar al pequeño diablo en apuros de la trampa mortal en la que había caído. En cuanto retiró el cubo, Odin se lo agradeció con un zarpazo en un brazo y rodeó a un Noel agachado para acercarse al desconocido. Noel bufó, no sin cierto humor y volvió a su sitio sin perder de vista los movimientos de su mascota.

—Este es Odin —se lo presentó al idrino—. No te preocupes, solo me odia a mí. Y a mi hermano, creo que tiene algo en contra de nuestra familia —apuntó esbozando una sonrisa sarcástica—. En cuanto al torneo… Bueno, estamos tomándonoslo bastante en serio diría yo —explicó de forma un tanto genérica, prefería no ahondar en aquel tema—. ¿Tú no te has planteado participar, por cierto?
Antes de que su dueño terminase de hablar, Odin ya había colocado las patas delanteras en el borde de la silla ocupada por Saren y movía los bigotes mientras observaba su regazo como sopesando si subirse ya o esperar a que el chico hiciese algo.

Toima

Bastante enfadado, pero comiendo aún así en completo silencio, el ulterano esbozó una pequeña mueca cuando el idrino le mencionó, mostrando ligeramente los dientes, acompañado de un gruñido, para seguir con su plato. ¿Qué derecho tenia aquel novato a llamarle por su nombre?
Por otra parte, ignoró el comentario de Noel, pues, para él, el verdadero espectaculo estaba delante de sus narices y se estaba comiendo SU comida pagada con SU dinero, por ningun motivo en particular. De pensar, el dinero que se estaban gastando con aquella parnafernalia, el ulterano se puso malo, pero no por ello dejó de comer ni un instante, sin prestar especial atención a la conversación, pero sin quitarle los ojos de encima al invasor.

Saren detuvo el tenedor a medio camino de su boca en el momento en el que la hostilidad del ulterano llego al punto de ser desagradable, y alzando la vista de su plato le dirigió una mirada penetrante, sopesando si preguntarle directamente. El instante apenas duro un segundo, y en cuanto terminó el bocado el idrino dejó sus cubiertos en el plato con toda la sutileza del mundo, el poco hambre que tenía había desaparecido. En cierto modo entendía a Toima, el no era mas que un novato intruso y no sabían mucho de él, no era incorrecto comportarse como un paranoico. A Saren la Luna Roja no solo le había dado una segunda forma, también le había hecho reservado, y aunque no era tan exagerado como el caso del argos, el norteño empatizaba con la desconfianza. El comentario de Noel sobre el espectáculo en las comidas era bastante acertado, pero no comentó nada y se limitó a esbozar una sonrisa neutra.

La aparición del gato de sueco le dio la excusa perfecta para no prestar atención ni al watahré ni a la comida, y mientras el draco se lo presentaba el selkie apartó su plato. Odin había apoyado las patas delanteras en el borde de su silla y movía los bigotes como si tratara de decidir que hacer a continuación. El muchacho sonrió y le invitó a subir a su regazo, invitación que el felino aceptó encantado.
—Si que me lo he planteado, estaría bien medirme con los demás y eso, a fin de cuentas me habéis enseñado bastante bien y al menos perdería con dignidad —comento sonriente mientras sus dedos rascaban tras las orejas del gato—, sin embargo voy a estar ocupado con lo de encontrar algún trabajo. Lo que dices es cierto, no tengo muy claro que puedo hacer y tampoco se a que me quiero dedicar, así que va a ser difícil. De todos modos no me queda otra, es un hecho que para hacer cualquier cosa necesitas monedas y, hasta donde yo se, los arboles no dan dinero —Odin ronroneaba sonoramente bajo sus manos, y cuando el gato empezó a mullir sus piernas con las uñas al idrino no pareció importarle, la tela de los vaqueros era resistente—. En cualquier caso os iré a animar, promete ser un evento realmente interesante y no me lo perdería por nada del mundo —aclaró riendo.

La conversación que estaba manteniendo con Noel y la aparición de su mascota habían aplacado el agobio al que la hostilidad del coloso albino le tenía sometido, impidiendo que se levantara de la mesa y se despidiera de los cuchitrileros. Saren sabía perfectamente cuando no era bienvenido en algún sitio, pero también sabía discernir si la actitud de alguien era justificada o simplemente rayaba lo infantil.

Casi agradeció perderse el espectáculo de Toima al ir a la cocina a por la comida. El entrante había desaparecido de la mesa tan rápido como era de esperar, habiendo tan poco para cada uno, pero las perdices también parecieron tener éxito. No eran perdices exactamente, pero ¿qué importaban? Se parecían bastante y la elaboración les prestó tanto como a estas. Se sirvió guarnición en cantidad y empezó a dar cuenta de aquello felizmente. Atendió a la conversación, aun sin perder bocado, pero poco a poco fue sintiéndose incómodo por la actitud de Toima y porque esta no se le pasaba por alto a Saren.
—Es una lástima que no te apuntes… pero bueno, te tomamos la palabra, espero que estés en las gradas —le dijo al selkie con una sonrisa amable. Después miró a Toima de forma bastante más seria de lo que lo hacía hace un momento—. Oye, Toima, ¿vienes a la cocina a ayudarme a traer más fuentes?
El tono que usó no dejaba demasiado espacio a réplica. Cogió un par de fuentes vacías y esperó a ver si lo seguía.

Noel tampoco pasó por alto los gestos de incomodidad de Saren debido a la evidente hostilidad de Toima hacia él y, en algún momento que el idrino no alzaba la vista, fulminó al argos con la mirada a modo de advertencia antes de recomponer una expresión más relajada para responder al selkie.
—Siempre puedes apostar por Gael, Giz o Adara como ganadores en algunas de las categorías y así tal vez asistir al torneo te sirva para ganar dinero a pesar de que no participes —comentó tras el fuego fatuo con una sonrisa—. O si te gusta el riesgo también puedes apostar por mí —añadió dejando escapar una breve carcajada para después darle un largo trago a su cerveza.

Captó el significado de la petición de Gael al ulterano y por ello no se ofreció él mismo a ayudarle. Aunque estaba seguro de que fuese lo que le fuese a decir no serviría de nada. Aun así se aseguró de dedicar otra mirada fulminante al argos mientras ambos se dirigían a la cocina. El draco se estaba hartando de que una mole rabiosa pusiese a prueba su paciencia tan solo porque le dirigiesen la palabra a un novato. <<Nos acabarán obligando a ponerle un bozal>>, pensó con cierto humor pero resoplando.

Toima

De pronto, pasó a ser el centro de atención. El ulterano no sabia muy bien por que, pero, hasta ahora, se habia contenido, no habia abierto el pico ni ofendido de ninguna manera al "invitado de honor", así que le extrañó cuando Gael le llamó a la cocina, bajo el pretexto de ayudarle para, obviamente, echarle la bronca.
De mala gana se levantó y de aun más mala gana arrastró los pies hacia la cocina y, una vez dentro, se apoyó en una pared, cruzándose de brazos y centró su atencion en el fuego fatuo.
-¿Si?-dijo, con un tono que procuraba sonar calmado e inocente.