El Cuchitril (Archivo I)

Recuerdo del primer mensaje :

Observamos multitud de casas en la zona de la Plaza de los Colaespina y… lo cierto es que no resulta fácil encontrar un buen lugar, pues los edificios que sí cumplen con los requisitos que buscamos, después por dentro son inhabitables. Caso destacable aquel que parecía ser un candidato perfecto… hasta que me llevé un buen golpe en el culo en el suelto bajo el que pisaba. ¡Y las astillas tampoco perdonan! Y Gael se ríe… “¡No tiene gracia!”, pero no me oye en la burbuja que acaba de crear.

Me llama la atención un edificio grande que veo a un lado de la calle. No tardo nada en señalárselo y decirles de acercarnos a él, aunque algunos ya se habían fijado en él. Dentro del edificio, cuya puerta se conserva en un estado decente –aunque chirría como mil demonios–, encontramos un panorama que, de haber estado en mejor estado, podría jurar con las manos en el fuego que se trata de una posada. ¡Y eso significa muchas habitaciones! Además, es prácticamente toda de pierda. Mientras pienso esto, nos repartimos todos entre el salón, aunque yo no tardo en subir las escaleras para observar cómo está el piso de arriba. Este edificio está muy pero que muy bien, el suelo es mucho más resistente que el de otros edificios y los desperfectos que tiene se pueden arreglar. Las ocho habitaciones de las que consta el piso son más que suficiente para todos, aunque los muebles sí es necesario cambiarlos.

—¿¡Cómo va por ahí abajo?! –grito a los que se han quedado–. ¡Por aquí cumple con los requisitos mínimos de calidad, aunque mejor que por ahora ahuyentemos a los de sanidad!–observo mirando los insectos que recorren los muebles carcomidos.

Toima y Tania

El ulterano se despertó. No tuvo que ni abrir los ojos para que el mundo le diera vueltas. Se habia quedado dormido en uno de los sofás del cuchitril. Tenia una manta por encima y una toalla fria en la frente. Manoteó por su cara hasta alcanzar la fresca toalla y lanzarla lejos, más por rabia que por incomodidad. Estaba sudando. Abrió los ojos.
Se mareó y notó como la bilis se le subia a la garganta. No podia usar los ojos, no por el momento, así que se gió por las manos, palpando y tocando todo lo que estaba a su alcance. Con algo de tiempo logró incorporarse. Escuchó la voz de Tania fuera y la llamó. La pasos de la nublina se acercaron a él. Algo lamio su mano. Lo reconoció como la largarta y le acarició la barbilla lentamente.
-¿Ya has despertado?-sonaba de muy buen humor.
-Si.-dijo secamente.

;-

Comieron. Toima ya podia mantener un puñado de ojos abiertos sin marearse de momento. Habia estado toda la mañana con un aura de enfado que nadie habia logrado no percibir. Respondia con palabras cortas y determinantes y evitaba trabar conversación con nadie. Parecia aún muy afectado por la resaca. O puede que fuera algo más.
La nublina decidió que iba a ser su deber el animarle mientras los demás estaban fuera, buscando a Nia que ayer desapareció misteriosamente de la fiesta. Finalmente, consiguo convencerle que le dieran un nombre a la lagarta, que ya habia conseguido un mencionable tamaño de un mastín grande y seguia sin nombre.
Toima parecia muy decidido a ponerle un nombre concreto.
-Torbellino de Destrucción.-dijo, serio.
La nublina no pudo evitar ponerle pegas, pero el ulterano hizo oidos sordos de las palabras de la nublina y se obcecó en ese nombre.
-Mira, ese nombre es muy... largo... Entiendo que los ulteranos les deis importancia al significado de los nombres, pero no solo va a estar luchando junto a ti en algun mundo dejado de la mano de vete tu a saber. Es tambien un animal de compañia y de entretenimiento, tiene que tener un nombre más... agradable. ¿Lo entiendes?-
El ulterano lanzó una mirada asesina a la nublina, pero si le dio pensamientos a lo que dijo y salió con una solución simple.
-Pues se llamara Torbellino de Destrucción de Enemigos.-
A la nublina le dió ya un tic en el ojo, debido a que el chico no habia pillado nada en absoluto lo que queria explicarle. Asi que decidio ignorarlo y seguir intentando romper aquella armadura que habia creado el ulterano alrededor del nombre.
-¿Porque no le llamamos "Garras"?-dijo la nublina.-Es un nombre que denota fuerza y que es corto, además de que puede llegar hasta sonar mono... con el tiempo.-
El ulterano se lo planteó un tiempo, poniendo una cara pensativa hasta que casi parecia que le saldria humo de las orejas.
-Nah, no lo veo.-dijo.-Los mamiferos y las aves tambien tienen garras y eso seria un insulto para la especie...-razonó de una manera que Tania no pudo comprender.
La nublina suspiró, recurriendo a lo último que le quedaba.
-¿Y si le consultamos a ella?-
El ulterano alzó una ceja, preguntando si la nublina habia bailado demasiado el día anterior y se le habia salido el cerebro del sitio o algo. Tania no tardó en explicarle.
-Llamemosle los dos por el nombre que queramos y veamos a quien se acerca primero.-
El ulterano se lo tomó como una competición y aceptó sin pensar si quiera en que se estaba evaluando aquel enfrentamiento, más que un nombre, era un afecto del animal hacia uno de los dos amos.
Se pusieron en esquinas opuestas y comenzaron a llamar a la lagarta por los nombres que más les gustaron.
-¡Trilladora! ¡Desangradora! ¡Evisceradora!-llamaba el albino.
-¡Arena! ¡Savia! ¡Viento! ¡Plata!-llamaba la nublina.

La lagarta giró su flexible cuello numerosas veces hacia cada uno, reconociendo la voz amable de los que creia sus padres, pero sin entender una sola palabra de lo que decian. Ambos tenian las manos extendidas y le pedian que se acercara a ellos. Pero estaban en lados opuestos y no podia ir a por ambos.
Su padre cada vez intentaba decir sus palabras más rápido, casi atragantandose, porque eran mucho más largas que las de su madre y parecia haber una especie de competición entre los dos. Sin embargo, su madre permanecia con una impretérita sonrisa en su cara con la mano extendida. Dio un ligero paso hacia ella y a continuación escuchó como su padre se sulfuraba aún más y sus múltiples ojos, cargados de pena dijeron un nombre más. La lagarta retrocedió un paso y se acercó otro hacia su padre, pero su madre no tardó en volverle a llamar la atención.
El mareo continuó durante varios minutos, hasta que la lagarta no lo soportó más y entró en una especie de enagenación y se puso a aullar y arañar todo hasta que se la dejó salir fuera, donde pareció calmarse.
-Creo que no deberiamos hacer eso de nuevo...-comentó el ulterano, viendo el estado en el que habia quedado su lagarta. La nublina no pudo estar más de acuerdo con él. Aparcaron lo del nombre por el momento y pasaron el resto de la tarde jugando con ella.
Parecia que el malhumor del ulterano habia desaparecido por completo, cuando de pronto, el cielo se tiñió de nubes y un aguacero comenzó a caer. La lagarta, asustada de la lluvia, saltó a brazos de su padre quien no dudó ni un instante en buscar refugio, pues odiaba la lluvia. Se quedaron los dos mirando desde una ventana, mientras el albino llamaba a la nublina para que entrara.
Esta pareció no haber oido su voz y se quedó un rato bajo la lluvia. Cuando entró, tenia una mirada un tanto nostálgica y el ulterano creyó comprender porque. En Nubla, solia haber muchas lluvias, como en la mayor parte de Ulterania. Quizás la echara de menos. Él no lo hacia. Ni Nubla, ni cualquier otro lugar en el mundo salvo el que se encontraba.
-Estúpida lluvia.-musitó, mientras intentaba secarse el pelo que comenzó a encresparse por la humedad.

;--

La nublina salió a saludar a Vac, quien habia cruzado empapado la puerta. Casi igual de radiante que el día anterior, una sonrisa feliz cruzó su rostro. El griego les preguntó sobre Wen. Nadie pareció haberla visto. Toima y Tania posaron sus miradas en Noel, quien a lo mejor tendria la respuesta.
El griego despues, ofreció a todos salir a dar un paseo bajo la lluvia. El ulterano bufó y se puso de pie de súbito, haciendo que la lagarta tuviera que maniobrar en el aire para caer bien sobre el suelo.
-Yo paso.-respondió secamente y subio a su cuarto mientras gruñia e intentaba domar su pelo.
La nublina murmuró algo que sonó a "cascarrabias" y procedió a girarse hacia el hado y darle su respuesta.
-Yo me apunto. Me encanta la lluvia.-

Cuando volvieron de la botica de Nia, el draco y el fuego fatuo le contaron al resto el trabajo que les había surgido durante la fiesta. Tal y como pensaba, el grupo parecía dispuesto a aceptar. El propio sueco había comenzado a tener sus dudas sobre ello a pesar de que en principio ni siquiera se le pasó por la cabeza rechazarlo.

Pasó el resto de la tarde leyendo y ayudando a adecentar el cuchitril para luego hacer la cena como de costumbre.  Hasta que un sonido que no solía escuchar muy a menudo en la ciudad lo distrajo momentáneamente de los fogones y le hizo mirar como comenzaban a caer unas gotas de lluvia en el patio. El pregón ya los había puesto sobre aviso, pero de todas formas era la primera vez que ocurría aquel fenómeno fuera de época y le resultó curioso a la par que atrayente al draco. Aunque las temperaturas seguían siendo muy suaves, la lluvia le ayudaba a sentirse más fresco y despejado. Sin embargo no dejaba de ser tan antinatural en Rocavarancolia como el comportamiento de las alimañas y en el cuchitril se preguntaron qué podría estar pasando. La proximidad de la luna era un dato a tener en cuenta, pero nunca antes habían experimentado algo así y el sueco no sabía qué pensar al respecto. ¿Qué era diferente en aquella ocasión?

El repiqueteo constante de la lluvia contra la ventana le hacían desviar su atención de su plato con frecuencia mientras cenaban. El sueco estaba considerando pedirle a Wen que saliesen a dar una vuelta bajo la lluvia ya que en un rato iría al burdel como todas las noches, cuando llegó Vac.

Le saludó sonriente mientras ya empezaban a recoger la mesa para luego fruncir el ceño ante su pregunta. Parecía que la vouivre había decidido salir por su cuenta.
-Bueno, ya volverá... -le dijo a su hermano sin mucho convencimiento-. Le apetecería salir sola, supongo. Más tarde ya iré a verla como de costumbre. Me apunto a la salida.
Intentó en todo momento quitarle importancia porque estaba seguro de que no la tenía, aunque en su interior no podía evitar sentir un ramalazo de preocupación. Pero ya había sido paranoico de sobra durante la fiesta, no había motivo para seguir siéndolo. De hecho, Noel era consciente de que la británica podía cuidarse sola, pero tal vez le preocupaba más el hecho de que no le hubiera dicho nada. <<No le des más vueltas, le apetecía salir sola y eso es todo>>, se auto-obligó a no seguir pensando en ello.

A parte del draco, tan sólo Gael y Tania mostraron interés en salir a dar una vuelta con el hado. Giz manifestó su intención de pasar una vez más la noche en el castillo y Adara simplemente dijo que no. Toima, por su parte, parecía seguir de tan mal humor como lo había estado el resto del día. Los cuatro se pusieron en marcha, decidiendo comenzar a caminar sin rumbo.
-Por cierto, Vac. No te conté que ayer nos surgió un trabajo, ¿verdad?

Sigue en la Cicatriz de Arax.

En los días siguientes a la fiesta hizo muchas visitas a la biblioteca e incluso a Serpentaria, informándose. Con conocimientos más concretos sobre grimorios se acercó al mercado a preguntar, sin saber muy bien por dónde empezar. Tenía alguna confianza con ciertos comerciantes a los que pidió indicaciones para encontrar a alguien que vendiera grimorios dedicados exclusivamente a la nigromancia. Y lo encontró. El problema era que los precios resultaron ser desorbitados. Se marchó de la tienda cabizbajo y avergonzado por la mirada de desprecio del comerciante, haciendo cuentas de cuántos trabajos tendría que hacer hasta poder reunir la cantidad necesaria para pagarlo. El tiempo siguió pasando y los trabajos llegaban con cuentagotas, apenas algún encargo sin importancia y mal pagado. El único trabajo interesante que tenían entre manos era el encargado por Nihil, del cual tardaron en poseer información para empezar a rastrear.

Mientras, las obras del edificio frente al cuchitril se terminaron, empleando en ellas los ratos libres de las tardes. Gael trasladó definitivamente todos sus cadáveres a excepción del muchacho, que solía usar cuando salía. Su imagen era casi tan suya como la propia. Pronto empezó a faltarle el hilo pero no quiso ni comprar más para ahorrar cada migaja que caía en sus manos. De todas formas había terminado las quimeras que tenía entre manos y arreglado las heridas que había dejado la batalla en el dragón. Sin gran cosa que hacer a partir de entonces, se pasó el tiempo libre leyendo, siempre con la gata en el hombro o en el regazo. Pirita había cogido la costumbre de trepar por su ropa, y como solía ir vestido con trapos viejos dejó de intentar impedírselo. La gata ronroneaba contenta cuando estaba cerca del calor que emitía. Pronto ni siquiera se le bajaba del hombro cuando iba de un lado a otro, aunque le clavase las uñas para no caerse.

Cuando hubo pasado un mes por fin tuvieron noticias del trabajo. El tipo se escondía en un mundo vinculado, pero debían averiguar en cuál. Les llevó tiempo, tanto que para cuando pasó otro mes y ya casi iba a salir la Luna, solamente sabían que estaba en el Macetero y por dónde empezar a buscar. El trabajo les traía de cabeza desde hacía semanas pero por fin, un día, la Luna comenzó a aparecer en el cielo, y se llevó las preocupaciones y las obligaciones. Un pequeño grupo se subió al tejado del cuchitril aquel día al atardecer, admirando la aparición del astro. Gael tenía a Pirita en el hombro, y no podía apartar la mirada de la Luna. Hablaba y se reía de forma nerviosa por culpa de la sensación vibrante que experimentaba en el pecho, una emoción que escapaba a su control. No se cansaba de ver la Luna. Era imposible cansarse. Los meses que estaba ausente era inevitable echarla en falta. Llenaba, tenía la capacidad de alterarlo todo y a la vez ponerlo en su sitio. La vista que tenía delante quitaba el aliento.

–Cada vez hay más ruido. –Era cierto, en la ciudad las alimañas aullaban y gemian–. Ya se ha hecho de noche, no sería mal momento para dar un paseo. –Dirigió una sonrisa cómplice a sus compañeros. Tenían planeado hacer una visita a los recién transformados, la visita de rigor, y de paso comprobar ciertas apuestas. Además, el fuego fatuo necesitaba moverse, la inquietud se traducía en él en hiperactividad–. Voy a vestirme.
Todos entendieron que se refería al cadáver.

Tras el día de la lluvia, Giz pasó a convertirse en algo parecido a un fantasma del cuchitril. Iba y venía y, en ocasiones, entre las idas y las vueltas podían pasar más de veinticuatro horas sin problemas. Dormía cuando no le quedaba más remedio (o lo obligaban) y comía poco y mal.

Le había dado muchas vueltas al trabajo que les habían ofrecido en la fiesta y todavía hacía comparaciones mentales (y algo duras) con lo que ocurrió con Valenz. Sin embargo, acabó haciéndose a la idea de que estos encargos podían ocurrir más a menudo y no podía dudar. El trabajo era dinero y el dinero era necesario, más o menos. Giz aprendió a consolarse de una manera muy pobre, convenciéndose de que era probable que algún descendiente de sus objetivos pudiera provocar algún accidente genético y, por lo tanto, al matarle, solo estarían haciendo un favor a su especie. Fuera cual fuese la especie de sus futuras víctimas.

Dentro del laboratorio, la situación de Giz era bastante caótica. Los animales cada vez estaban más alborotados y, en varias ocasiones Lean y Miloslava habían sido atacados por los gatos, que hasta hace relativamente poco eran las especies más mansas que almacenaban. A partir de la visita a la botica, en su laboratorio se podía respirar una tranquilidad precaria facilitada por las drogas de Nia en la comida de los animales. Así, el goliat pudo centrarse en la reproducción del dragón, logrando la primera cría unos días antes de la luna, y en su muestrario genético, ahora que entendía bien el hechizo para guardar las muestras en la caligrafía.

De cuando en cuando, visitaba zonas al azar de la ciudad, soltando algún osogrifo, miriápodos o gatos, o simplemente para continuar con el entrenamiento de sus hienas. Además, utilizaba estas escapadas como excusa para visitar a Nasher y acababa pasando el resto del día en la sede.

El día de la luna, Giz subió con varios cuchitrileros al tejado, para ver la llegada del astro en directo. Su influencia se podía sentir por todo el cuerpo y, en concreto, en las cosquillas que le producía en la gola. Era revigorizante, pero no lo suficiente para evitar que el goliat diera cabezadas esporádicas.

Por suerte, la última intervención del fuego fatuo antes de bajar a vestirse, le pilló despierto y la expresión de su cara se iluminó ante la idea de ver a los cosechados. <<Con suerte, veré transformaciones nuevas>> y con más suerte todavía, nuevas muestras engrosarían su muestrario.

-Cierto-concedió antes de bostezar-. No es mala hora para salir de caza.

Los dos meses posteriores al día de lluvia Noel pecó de volver a visitar el barrio quemado en un par de ocasiones más. Para él era como un remanso de paz en el que relajarse, como si los gritos en el viento fuesen pájaros cantando al amanecer. Aún así en sus posteriores escapadas se aseguró de no permanecer allí tirado más tiempo de lo recomendable. Solía aprovechar esos momentos para pensar con la cabeza despejada en toda clase de cosas, normalmente los temas más peliagudos con los que tenía que lidiar.

Ayudó a Gael a terminar de adecentar el edificio de enfrente para que pudiera trasladar a sus cadáveres, así como de seguir encargándose del huerto del patio que transcurrido ese tiempo ya contaba con unas cuantas verduras listas para recogerse. Avanzó también en sus estudios -completamente inútiles y fruto de la pura cabezonería en su opinión- del idioma sueco y para el final del segundo mes era capaz de decir algunas frases simples y usuales.

Noel se centró más que nunca en el estudio de las runas y cada vez intentaba utilizarlas con más frecuencia, intentando llegar como mínimo al nivel de Adara e interesándose por buscar nuevos lenguajes rúnicos que pudieran serle de utilidad. Buscaba especialmente protecciones y hechizos que sirvieran para obtener magia de manera más eficiente, y por eso un día decidió probar suerte con el hechizo fulminante. Consumía mucha energía y al principio ni siquiera era capaz de realizarlo; tuvo que dedicarse a bajar a los subterráneos e ir practicándolo poco a poco con las alteradas alimañanas que intentaban matarlo imprudentemente. Al cabo de un tiempo vio progresos en el uso del hechizo y, aunque le había costado tener que hacer constantes visitas a los mundos vinculados para reponer su magia, supo que valió la pena cuando se decidió a probarlo con un hombre-bestia. Los gritos desesperados que obtuvo lo hicieron sonreír con una sádica satisfacción de la que tan sólo había disfrutado cuando los desgarradores chillidos procedían de numerosas gargantas.

Aprovechó también el tiempo para pedirle a Nia que le enseñase a fabricar la sustancia procedente del esmalte de sus plumas, comprándole también el ácido necesario para la mezcla. Al principio tuvo que hacer muchas pruebas, ya que la alquimia no era algo a lo que hubiera puesto mucho empeño hasta ese momento, pero una vez comenzó vio que no se le daba tan mal como temía. La ausencia de terribles catástrofes se lo confirmaba. Comenzó probando a colocar la sustancia sobre partes de su cuerpo para crear trozos de armadura y probar su consistencia. No era el material más sólido del mundo pero podría ser útil, especialmente gracias a sus propiedades. Cuando consideró que tenía suficiente práctica, empezó a pensar en usos inmediatos para sus plumas y un día se le ocurrió comprar arcilla en el mercado para hacer moldes, con el dinero que habían obtenido de un par de trabajos insginificantes que les habían surgido. Hizo moldes con formas de distintas armas para utilizar en los entrenamientos. Serían bastante quebradizas, pero para aquel propósito podrían servir adecuadamente.

El hacer los moldes le hizo recordar que cuando estaba en la Tierra solía dibujar de vez en cuando y no se le daba del todo mal, aunque estaba seguro que había perdido completamente la práctica. Además, hasta hace muy poco ni siquiera era capaz de escribir con una caligrafía clara debido a la transformación de sus manos en garras, pero ya había adquirido bastante práctica con ello. Una tarde se atrevió a intentar dibujar algo y, aunque los primeros intentos le salieron tan desastrosos como temía, fue mejorando poco a poco. Aún así era bastante receloso a dibujar delante de los demás y solía hacerlo sobre todo cuando por algún motivo no era capaz de dormir, para entrentenerse.

Y pasó el tiempo y llegó la luna. Aquella noche Noel se sentía eufórico e hiperactivo y estaba disfrutando de un buen momento en compañía de sus amigos en el tejado del cuchitril. Accedió enseguida y con entusiasmo cuando decidieron que ya era hora de hacer la visita anual a los torreones.
-Tenemos unas apuestas que comprobar. Me pregunto si los de Letargo habrán aprendido a pillar el sarcasmo en todos estos meses -comentó con mofa mientras volaba de vuelta al suelo, listo para marcharse cuando los demás lo estuvieran.

Llego mas rápido de lo que esperaba al cuchitril y me alegra saber que todos están preparados para irse por lo que puedo escuchar desde fuera y que incluso los chicos del burdel están también por lo que ahorraríamos tiempo en ir a buscarlos. Dejo al lobo en la puerta acostado esperándome mientras hago que Terro me abra la puerta y entro saludando a todos enérgicamente. 

Tras un momento salimos a la calle y el lobo se incorpora y vuelve a su posición a mi lado. Miro hacia el cielo y sonrío viendo la luna en el despejado cielo. -¿Así fue el año pasado cuando fuisteis a vernos?- Les pregunto a los chicos. -Yo por si le da por llover estoy preparado.- Al decir esto alargo el brazo y el búho alza el vuelo rodeando a los presentes y al llegar a mi altura estalla descomponiéndose y formando un paraguas cerrado con el mango curvado. Agarro el paraguas y conforme alzo el brazo el paraguas se abre haciendo un sonido parecido a un *Plaf* cuando llega a su punto máximo.

-Pero bueno no creo que me haga falta- Digo cerrando el paraguas y tirándolo al aire lejos de mí. Cuando esta a un par de metros de mí el paraguas vuelve a estallar convirtiéndose de nuevo en el búho que se posa nuevamente en mi hombro. 

Me coloco la túnica mientras caminamos y me agarro a Wen y Kaethe sonriéndolas. -Bueno chicas.- Hago una pausa y continuo hablando con un tono algo nervioso y acelerado. -¿Preparadas para ver a los inquilinos de Maciel?- Tas decir esto suelto una carcajada al aire mientras las suelto para ponerme enfrente de ellas caminando de espaldas. -No me digáis que no os parece bonita la ciudad así. El desierto tiene que estar precioso en estos días.- Digo dando unas palmadas de felicidad. "Me siento como cuando me levantaba los días de navidad para ver los regalos que me habían comprado." Me digo mientras hablo con las chicas y bromeo con los demás de camino a nuestro primer destino.

Sigue en el Torreón Maciel.

La luz de la Luna hacía vibrar cada una de las moléculas de Vac, y encaramado en el tejado del Cuchitril en compañía de sus amigos el griego estaba eufórico. La luz del gran astro rojo era la mayor causante de su estado, su buen humor se veía potenciado por la fuerte influencia de la Luna, y el poder que flotaba en el aire invitaba a dejarse llevar por el desenfreno y la diversión. La conversación con sus compañeros estaba cargada de risas, y cuando Noel sugirió ir a hacer la visita de rigor anual a los novatos, el hado se dejó caer del tejado tras él, dispuesto a dar un paseo.

-No se si lloverá, Matt -le dijo al brujo al ver su paraguas y escuchar su comentario-, pero a mi no me importaría que pasara, la lluvia me recuerda a casa -dijo riendo.

Vac echó a andar con sus amigos, conteniéndose para no echar a volar. Sus alas vibraban impacientes a su espalda, pero el griego prefería caminar, al menos por el momento.

Continúa en el Torreón Maciel.

Después de la separación de Wen y Noel y de Matt en Letargo, los demás trataron de ponerse de acuerdo sobre qué hacer. Como estaban cerca y Toima insistía en volver, decidieron pasarse por el cuchitril y quien quisiera que se quedara. Gael desde luego no pensaba pasar esa noche dentro. Necesitaba desesperadamente sentir la luz de la Luna bañándolo, cada vez con más intensidad, desesperadamente. Se cambiaría tal vez por el cuerpo del vlakai y saldría a volar hasta que se hiciera de día y se cayera de agotamiento. O eso tenía pensado hasta que el viento se volvió huracanado y las nubes empezaron a moverse con rapidez.

Estaban a un par de calles de llegar a casa cuando el suelo vibró. Empezó más suavemente, como si la ciudad entera temblase de emoción, del mismo modo que la gente que la pisaba. Después se convirtió en un terremoto, y mientras duró el grupo se mantuvo junto, preguntándose qué estaba pasando. El ruido cesó, la vibración amainó, pero los nervios seguían a flor de piel. Aquello había sido, en cierto modo, antinatural. Gael sentía una opresión en el pecho que no cedía. Los vientos que se habían levantado en nada se parecían a los de cualquier noche de Luna, ni la vibración del suelo. Ni siquiera la Luna parecía igual. Le estaba afectando más que nunca. Y aquello que sentía en el pecho no se trataba solamente de angustia, una buena parte era agitación, nerviosismo, necesidad de moverse, hiperactividad. Salvaron rápido la distancia con el cuchitril, preocupados por los derrumbes de edificios en mal estado. La vieja posada estaba bien, ya que por suerte no tenía ningún edificio adyancente. Gael respiró tranquilo al ver que su pequeña guarida también, gracias a haberla terminado de apuntarlar en los dos últimos meses. Otros edificios no habían tenido tanta suerte.

Terro les abrió la puerta e Yloh salió asustado a recibirlos, aliviado por que hubieran vuelto ya. Se había acurrucado con los gatos cerca de la chimenea. Aún no habían entrado siquiera todos cuando la primera alimaña apareció. Alguien la despachó sin muchos problemas, pero al mirarla de cerca una vez muerta todos se quedaron atónitos. Todos los que habían estado en los subterráneos alguna vez, en realidad.
-¿Cómo ha llegado esto aquí?
Nunca llegó a obtener respuesta. A la primera criatura la siguieron otras. Las más rápidas fueron las primeras en llegar. De alguna manera, seguramente a causa del terremoto, se había abierto un paso desde los subterráneos a aquella zona de la ciudad. Maldiciendo, Gael corrió hasta el edificio de enfrente mientras los demás daban cuenta de los bichos que estaban llegando. Tenía que prepararse para pelear. Pelear, iba a pelear. En esa noche enervante le ofrecían la oportunidad cuando de mejor gana la iba a aceptar. Todavía con una sonrisa en el rostro se fundió con sus mejores muertos.

Trotando intangible, un dragón blancuzco surgió de la pared frente al cuchitril. Por la puerta le siguieron cuatro quimeras, tres de ellas de gran envergadura, dos armadas con espadas. Estaba cerca del límite en el que le costaba pensar con soltura, pero aquella noche era diferente. La Luna le ayudaba a estar espabilado, era vigorizante, estaba extrañamente despierto para poseer cinco cadáveres simultáneamente. La cantidad de bestias que llegaba se había intensificado y se preparó para hacerles frente. No iba a dejar que tocaran ninguno de los dos edificios. Una garra del dragón se hundió en un cráneo gelatinoso. Más allá la espada de la quimera voladora encontraba unas entrañas en las que hundirse. El acorazado osezno localizó una garganta que desgarrar. Y la sangre salpicó a la quimera gigante que, contra todo pronóstico, tenía pintada una sonrisa.

Las vistas aéreas de la ciudad no distaban mucho de como el draco las había visualizado en su imaginación a raíz de los sonidos que habían empapado sus oídos cuando empezó todo. El temblor había producido numerosas grietas a lo largo de toda la superficie y de ellas era de donde procedían una buena parte de las alimañas que cada vez invadían y reclamaban como suyas unas calles que pertenecían a los bendecidos por la Luna.

Pero al menos aquella noche, en aquel momento en el que la energía, la magia y el poder desbordantes amenazaban con desintegrar cada célula de su cuerpo si no hacía uso de ellos, el draco no podía aquella invasión de otro modo que no fuese un regalo desinteresado que la ciudad les ofrecía.

Podía notarse a través de todos los sentidos el despliegue de hechizos y demostraciones de fuerza de diversa indole que se sucedían a lo largo de toda la ciudad formando un caos maravilloso que lo estaba llamando. Necesitaba formar parte de ese caos y dejarse llevar por el instinto que en otras ocasiones trataba de reprimir, inseguro sobre las repercusiones que podía llegar a tener el dejarse guiar sólo por lo que su naturaleza como draco de estínfalo le solcitaba.

Aquella noche no. Ni siquiera pensaba en ello, tan sólo se dejaba llevar por el torrente de sensaciones. Cuando el viento arrastró desde la distancia los aullidos de la Manada, Noel alcanzó el barrio donde vivían. Aquella zona no estaba precisamente libre de alimañas y la mente del sueco le advirtió que había algo que debía priorizar antes de acudir a la llamada de la ciudad.
-Wen, voy a sobrevolar la zona a modo de reconocimiento -le advirtió a la vouivre habiendo descendido previamente hasta su altura.

Atravesó el barrio para hacerse una idea de la situación. No se detuvo demasiado a contemplar cada detalle, pero le bastó para comprobar la localización de la grieta de la cual brotaban las alimañas que acosaban a sus amigos en aquellos momentos. Vio a Gael, Adara, Kaethe y Toima defendiendo el cuchitril y no muy lejos el burdel siendo atacado por seres entre los que destacaban los poseídos. La botica de Nia tampoco era una excepción aunque el draco se sorprendió de ver a Dirke luchando junto a Nia.
Regresó con la vouivre para contarle los resultados de su breve exploración y tras tranqulizarla respecto a la situación del burdel, acordaron dirigirse hacia el grupo que luchaba en el cuchitril.

El draco irrumpió en el espacio aéreo del área donde sus amigos defendían su hogar lanzando plumas en tantas direcciones como fue capaz de controlar acompañando la acción con un grito de júbilo. Mientras sus proyectiles se clavaban en la carne de las distintas alimañas, el draco aterrizó tras realizar un giro en medio del aire, producto de la hiperactividad que no parecía querer abandonarlo aquella noche. Se acercó a una de las quimeras poseídas por Gael e invocó su hacha para posteriormente incrustrarla en el cráneo de un ser con rasgos reptilianos.

-¿Ya habéis empezado sin mí? -dijo en un tono de falso reproche que apenas se distinguió entre el entusiasmo que estaba imprimiendo en todo lo que hacía-. Aunque para nosotros fue como haber comprado un billete de primera clase para asistir a la función. Por suerte conseguimos cancelar a tiempo el suplemento para nadar en la psicina climatizada -describió los sucesos de Rocavaragálago con un omnipresente deje de mofa que cambió por una expresión más seria al darse cuenta de la ausencia de cierto asreniano-. ¿Dónde se ha metido el Capitán Lagartijo?

También preguntó por Yloh, los animales del cuchitril y la situación de este, pero por suerte parecía que el edificio había aguantado gracias a que se habían molestado en reforzarlo. Sin embargo sabía que el refugio más seguro de entre los que habitaba el grupo era el burdel, que en ese momento estaba siendo defendido eficazmente por Vac, Norou y Cain tal y como le había contado a Wen para tranquilizarla a ese respecto.
-Deberíamos solicitar que permitan a Yloh y Tania refugiarse en el burdel, y que se lleve a todas nuestras mascotas. No podemos dejarlos solos pero tampoco llevarlos con nosotros -dijo poco después mientras derribaba de un puñetazo a un cánido que había saltado hacia él-. Nia está recibiendo la ayuda de Dirke en estos momentos, pero tal vez deberíamos pasarnos por allí pronto. También he visto la grieta que vomita a todos estos bichos.

Sigue en la Plaza de los Colaespina.

Se cuidó de proteger a las quimeras con barreras para que la magia de los primeros poseídos que aparecieron no los alcanzase. No podía permitirse dañar los recipientes que tanto trabajo le había costado preparar. También se ocupó de cubrir a Toima -quisiese o no, no tenía ocasión de negarse-, Kaethe y Tania, que se había apostado con una ballesta en la ventana de su cuarto. Para mantener esas defensas se encargó de sobrevolar el grupo con la quimera alada, la más inútil en combate. Con las demás continuaban los zarpazos, los mandobles, el caos de sangre y vísceras. Poseía momentáneamente todo lo que caía a su alrededor, usándolo en ocasiones para reforzar la defensa o sorprender a los atacantes.

Noel entró en su campo de visión cuando sacaba la espada de una garganta, cuando hundía unas garras en un estómago, cuando renovaba un hechizo de defensa. La sobrecarga de información le impidió prestar atención a las primeras palabras del draco. Se enteró gracias a él de que Nia contaba con ayuda, y respiró aliviado. Aun así temía por la botica.
-Podemos llevarlos ahora, yo puedo llevar a unos cuantos -gritó la quimera del cielo-. Hay que ayudar a Nia -dijo al lado de Noel una quimera con espada-. Espera... ¿la grieta? ¿Y si simplemente la tapamos? Esto tiene pinta de ser interminable si no.

Se pusieron de acuerdo él y Wen para llevar al burdel a los que necesitaban protección. Tania se negó a ir y quiso quedarse a ayudar, pero Yloh aceptó de buena gana. Con Odín en brazos fue cargado por Wen mientras que él tomó a unas asustadas Purr y Pirita con la quimera voladora y a la cabra con la quimera de mayor tamaño y echó a correr. Kaethe también quiso volver al burdel, aprovechando la escolta que los cuerpos restantes les brindaban abriendo el paso.

El burdel estaba siendo defendido por Norou, Vac y los demonios de Caín, pero al verlos llegar, con Wen delante, les permitieron el paso. Apenas se entretuvo dejando allí a los animales, regresó al exterior cargando de nuevo, reuniéndose con los que los habían seguido para encargarse directamente de la grieta. Ignorante de que había más de una, Gael creía que con eso pararían aquella locura.

Sigue en la Plaza de los Colaespina.

Toima y Tania

Por fin volvian al cuchitril. Noel y Wen habian ido juntos a donde Toima no podia comprender. Dejando los celos y la envidia que esto le causaba al ulterano aparte, tenia cosas mucho más importantes que pensar y su cabeza le daba vueltas. Odiaba estar así. ¿Qué diablos hacia él aqui? Como si de una broma del destino se tratase, él huia de su pasado y su pasado volvia a morderle los talones. No pudo evitar que esto se notara en su cara durante todo el trayecto de vuelta. Notó tierra bajo la ciudad antes de que si quiera se empezara a notar el terremoto. Estuvo muy alerta cuando notó todas las criaturas bajo el suelo pero no dijo nada. Los demás ya lo habian notado tambien y se dirigian al cuchitril lo más rápido que pudieron. Una vez ahí, no tardó en aparecer la primera alimaña. Toima la abatió con un cuchillo. Por fácil que fuera aquel gesto, no podia significar nada bueno y compartió lo que habia notado.
-Se estan moviendo... Por debajo... Hay cientos de ellas.-les informó.

No hubo mucho tiempo para prepararse. Pronto las criaturas vinieron en masa. Toima habia sacado todo su arsenal y se habia llegado a poner casi todas las protecciones. Pistola en cartuchera, dos sables de aspecto siniestro, su propia cosecha de cuchillos, el mayal y los guanteletes y grebas de acero.
-Listo para patear culos.-comentó con una gran sonrisa. Tenia ganas de descargar estrés con algo.
Tania se habia apostado con Kaethe en los pisos superiores del cuchitril, donde podrian hacer uso de sus armas con una buena plataforma de disparo, con propósito de apoyar a los que luchaban más abajo.
Toima vio como, en un edificio vecino, un puñado de quimeras y otros cadaveres controlados por Gael se unieron a sus filas. Terro estaba apostado en la puerta y el resto de cuchitrileros esparcidos por el patio. Toima gritó de júbilo cuando, al final de la calle, la marabunta de alimañas se asomó, tropezandose las unas con las otras. Desenfundó la pistola y apuntó al frente.
-Que panda más fea.-dijo con una sonrisa socarrona y disparó. El retroceso del arma fue un placer momentaneo para el ulterano mientras recaraba y los cables se volvian a enrollar. Pronto las dos chicas apostadas en los pisos superiores comenzaron a descargar andanada tras andanada. Toima fue capaz de disparar hasta tres veces más, electrocutando a los desgraciados que elegia como objetivo, antes de verse obligado unirse la refriega del combate cuerpo a cuerpo.

Entró de una patada que golpeó a un perro mugriento en el morro. Este, se quebró en pedazos y cuando el ulterano cayó sobre su cabeza, usando todo su peso, el perro ya no tenia cráneo alguno que reconocer. Desenvainó los dos sables. Entró entre la masa de seres empujando con su hombro. Usando los filos como una tormenta, comenzó a destripar a acuchillar y empalar a todo ser que sus ojos percibian como enemigo.
Saltó sobre el lomo de un insecto gigante para llegar hasta un ser de tamaño considerable. Recordaba a un gigante, pero tenia escamas repartidas por todo el cuerpo y patas y cola de lagarto. Toima hundió el mayal profundamente en la napia de esta, incrustándosela hacia adentro y derribandole en el acto. A continuación, aprovechando la caida, hizo uso de un sable para hendir el ojo de la criatura hacia adentró, atravesando su cerebro como su fuera mantequilla.
No hubo descanso ahi, cuando unos seres encorvados y verdosos comenzaron a morderle las piernas. Viendo que recuperar el sable seria imposible ante tal ataque y que la lentitud del mayal impediria golpear a un objetivo tan pequeño, optó por usar su reserva de cuchillos. Los tentáculos se movian con rápidez, agarrando nuevos cuchillos en cuestion de segundos y arrojándolos con tal precisión contra sus objetivos como si de sus manos hubieran salido.

Noel finalmente llegó y descargó una salva de plumas antes de unirse a la refriega con los demás. Los cuchitrileros lucharon con uñas y dientes. Tania usó hasta la última flecha que tenia preparada, hasta las explosivas, que resultaron efectivas contra las criaturas más grandes que las típicas alimañas. Finalmente, se vio obligada a bajar y hacer uso de su agilidad y la espada corta que portaba, apoyada por la lagarta. Esta era la primera vez que Tania luchaba en un combate de este calibre por su cuenta, fuera de los entrenamientos. No defraudó a nadie, habiendo aprendido de muchos otros cuchitrileros tecnicas y estilos de combate. Se mostró incluso más ágil que Toima y el ulterano la reconoció esto mientras peleaban. Los números comenzaron a disminuir poco a poco, el fervor con el que las criaturas avanzaban disminuian, pero tambien aumentaban las criaturas grandes. Toima habia atado dos de sus cuchillos a los hilos militares y los estaba zarandeando alrededor de su cuerpo como dos torbellinos de asesinato, que cortaban y desmembraban a todas las criaturas que intentaban atacarle.
Al fondo de la calle, algo enorme se asomó. Una criatura de unos cinco metros, completamente desprovista de pelo, casi que parecia un bebé gigante, miraba con sus ojos enanos llenos de frenesí al cuchitril, atraido por lo que estaba ocurriendo e influenciado por la luna, zarandeó un pilar que tenia por garrote antes de aullar furiosamente y acercarse al cuchitril. Toima vaciló un instante.
-¡Si algo así se acerca al cuchitril, podria barrernos a todos de un garrotazo!-exclamó en voz alta.
Sin embargo, tomó su decisión rápidamente. Agarrando fuertemente sus sables, se abrio paso entre las criaturas y acortó la distancia entre él y la gargantua. Ya mas de cerca, pudo comprobar que tenia heridas abiertas, algunas de ellas bastante graves. Aquel ser probablemente habia estado luchando con otras criaturas que habian emergido y las habia acabado matando pero a un alto precio. Herido de gravedad, simplemente buscaba donde descargar su furia, hasta caer muerto de una vez por todas.

-Parece que hay que enseñarle a este grandote cuando caerse muerto.-comentó Toima para sus adentros. A continuación, silbó fuertemente. Una señal que solo un cuchitrilero conocia. La lagarta se abrió paso tambien, mordiendo y desgarrando a otras alimañas. El enorme ulterano de mas de dos metros y la lagarta tamaño mastin, no debian ser más que dos enanos a ojos de aquella criatura iracunda. Toima escaló con agilidad a un tejado derruido mientras que le señalaba a la lagarta donde atacarle, apuntando a los pies.
Toima tenia un plan y lo llevaria a acabo gracias a la visión de las inmediaciones. Avanzando de tejado en tejado, finalmente alcanzó a la gargantua con el pilar. Comenzó a lanzarle cuchillo tras cuchillo que tan solo se clavaban en grasa, sin hacer ningun daño real a la criatura, pero llamando su atención. El gigante se giró y extendió su brazo para alcanzar a Toima. El chico le esquivó entonces de un salto, propinandole un profundo corte en su mano. El gigante aulló de dolor y atrajo la mano para sí, mientras zarandeaba el pilar por encima de su cabeza, preparado para golpear al ulterano con él. El primer golpe llegó con fuerza. Simplemente la fuerza que imprimio en tal golpe, hizo que la casa se derrumbara. Por suerte y gracias a su agilidad, Toima solo habia sufrido algunas heridas menores al saltar al siguiente edificio. El gigante, sin embargo, habia perdido su pilar que se habia partido en dos debido a la fuerza que habia usado. Aulló y le arrojó el resto del pilar a Toima que falló.

Era lento. Era torpe y estaba apunto de caer.

La lagarta finalmente alcanzó los pies del gigante, demasiado distraido con el ulterano como para notar como se habia acercado la lagarta a él. De un movimiento brusco, violento y veloz, la lagarta le arrancó el dedo gordo al gigante. El aullido de dolor se pudo escuchar en todas las inmediaciones. El gigante se agarró el pie y comenzó a dar salitos mientras soltaba aullido tras aullido de dolor. Finalmente, buscó a la lagarta con la mirada y la encontró. Esta escupio el dedo gordo y se agazapó, gruñendo al gigante sin miedo. Toima volvio a entrar. Lanzó un cuchillo con un hilo militar que se clavó en el gaznate de este, haciendole sangrar y se columpio usando el hilo para propulsarse hacia este, asestándole una patada terrible en el pecho que, junto al herido pie, le hicieron caer al suelo con un estruendo. Toima no perdio el tiempo. Clavó un sable en la salida del esternon hasta la guarda del arma y la arrastró, eviscerando al gigante en el proceso, como si fuera un pollo. De un salto se acercó a la lagarta. Toima estaba herido. Se habia torcido un tobillo, partido el dedo anular de la mano derecha y la mano izquierda la tenia brutalmente herida por haberse columpiado usando el afilado hilo militar. Con una sonrisa de victoria se giró hacia la lagarta y le acarició la cabeza.
-Lo logramos.-dijo con una sonrisa brillante. A lo lejos, saliendo del cuchitril, se podia ver a Tania corriendo hacia ellos. La lagarta y un Toima cojo se reunieron con ella que tras evaluar todos los daños del ulterano les explicó que los demás habian salido a cerrar la grieta. Habian repelido a todas las criaturas pero todavia habria unas desperdigadas por la zona y debian acabar con ellas para que no volvieran a molestarles. Toima rió una carcajada.
-En el estado en el que estoy, me temo que no puedo echar a correr a ningun sitio.-pausó un instante, antes de darle a Tania sus dos sables, impregnados de la sangre del gigante.-Creo que eres capaz de hacerlo tu sola. Ve con Torbellino de Destrucción y limpiad la zona, yo me encargo del cuchitril.-
Tania asintió, algo nerviosa de que se le confiara tal tarea, pero si hasta Toima reconocia sus heridas y le cedia aquella misión a ella, era porque la reconocia como guerrera. Se sintio un poco orgullosa de si misma, mientras rastrearon hasta la ultima alimaña que se habia escapado y les dieron un final metálico.

Toima se paseaba entre los cadáveres, recogiendo todas las flechas, cuchillos y municiones que los cuchitrileros habian gastado. En la puerta el gigante de arena, casi desehecho, permanecia impasible, el ulterano trabó en conversación con él, aun a pesar que sabia que no recibiria respuesta alguna.
-¡Vaya paliza te han dado, eh, arenoso!-comentó con algo de cansancio.-Los dos no hemos salido especialmente bien parados. Pero hemos logrado defender a todos. Eso es lo que importa.-dijo aliviado. Tras descansar un rato en el que se vendó las heridas y encontró algo que usar de muleta, comenzó a despejar el cuchitril y las inmediaciones de este de los cadáveres de las criaturas, mientras esperaba a que los demás volvieran.

El rastro de Giz lo llevó hasta el barrio derruido, donde se encontro al asreniano atravesando las ruinas en dirección contraria.
-Por fin te encuentro -le dijo mientras aterrizaba a su lado-. Necesitamos tu ayuda con un problema de proporciones torreónicas... Pero mejor te lo cuento por el camino, ¿listo para un vuelo gratis hasta Letargo?
Casi sin darle tiempo al goliat a reaccionar, agarró a Giz y se lo llevó volando, considerando que este era el modo más rápido de desplazarse al alcance de ambos aprovechando que su amigo pesaba muy poco.

El agotamiento empezaba a hacer mella en el draco, notándose en que cada vez le costaba un poco más volar, aunque él no reparaba en este hecho y debido a la euforia en la que lo había sumido la Luna sus sensaciones lo engañaban creyéndose estar en tan buenas condiciones como hacía varias horas.

Hablando a gritos para hacerse oír por encima del viento le resumió al asreniano lo que tenía en mente sin entrar del todo en detalles, cosa que haría cuando se reuniesen con el resto. Sin embargo su amigo sugirió algo que tenía mucho sentido y por lo que hicieron una parada en el cuchitril.

-¡Toima! -llamó el draco una vez localizó al argos-. Mueve tu oftalmológico culo, vamos a necesitar tu ayuda -le dijo en tono de mofa para después fruncir el ceño cuando vio sus heridas-. Y deja que te curemos eso, te necesitamos entero.
Incluír a Toima en la ecuación haría las cosas mucho más fáciles ahora que se había dado cuenta de algún que otro detalle.

Sigue en el Torreón Letargo.

Toima

El ulterano se encontraba sentado sobre una pila de cadaveres mientras atendia a sus propias heridas como podia, con trapos hervidos, gasas y algun que otro cicatrizante rápido. Miró las inmediaciones, plagadas de cuerpos apilados unos encima de otro, como si se tratara de un lienzo de violencia con trazos irregulares. Pensar tanto le dio dolor de cabeza, pero, se quedó con una cosa, que era una pena que no fumara, por que si habia algun momento para hacerlo y quedar guay, era ese. Se recostó sobre su trono y miró al cielo, con los ojos perdidos, como si esperase que alguien se acercara.
No estuvo muy equivocado cuando un Noel apresurado junto a Giz aterrizaron en el cuchitril. Al principio se sobresaltó pero no se levantó de su trono por el dolor de la pierna. Parecian tener mucha prisa. Fueron directamente hacia él. Noel le contó rápidamente lo que sucedia a lo cual Toima escuchó en silencio. Estaba cansado, pero si le necesitaban en algún sitio, estaría sin falta. Accedió a ir con los demás, pero se negó en rotundo cuando el nórdico le dijo de curar sus heridas.
-Son la prueba de la batalla. Todavia puedo dar mucha guerra con ellas, no te preocupes.-
No tardó mucho en improvisar una segunda muleta y ponerse en pie, muleteando su camino hacia Letargo.
<<Un bicho tan grande tiene que ser un gran trofeo.>>pensó, para a continuación intentar calcular mentalmente cuanto espacio tendria en su habitación si tenia las dimensiones que le habia dicho Noel.

De camino al cuchitril no pudo evitar ir recogiendo todo lo que le llamaba la atención. Muchos cadáveres estaban demasiado desguazados, así que tuvo que hacer un último esfuerzo para escoger apropiadamente. Sabía que le harían falta piezas de repuesto. Llegó al cuchitril arrastrando dos hombres bestia y tres criaturas en buen estado que no identificó, y llevando otras tantas alimañas al azar sobre el lomo del dragón. No podía esperar a deshacerse de aquella carga mental, al estar ante la puerta desposeyó todo y respiró el aire de la ahora tranquila noche, prácticamente jadeando, disfrutando de la lucidez mental que por fin regresaba. Casi hubiera jurado que se había vuelto deficiente mental en la última hora.

Cuando se sintió un poco mejor y hubo averiguado que todo el mundo estaba a salvo comenzó a cargar cadáveres hacia el interior de su taller y metiendo por último el dragón. El edificio había sufrido la batalla y había en el interior huellas que indicaban que hubo alimañas hurgando. Se alegró enormemente de haber tenido el resto de cadáveres en el sótano, cuya trampilla seguía cerrada. Repartió los cadáveres recientes, arregló las defensas mágicas y por fin dedicó un momento a examinar los daños en los que había usado toda la noche. El desastre era como para echarse a llorar. Brazos desaparecidos, o casi arrancados, ojos perdidos, cortes hasta el hueso, una cabeza torcida. Entre todos los cadáveres faltaba carne como para alimentar a todo su grupo de amigos en una barbacoa. Se dejó caer hacia atrás, frenado por su propia levitación y se mantuvo mirando al techo tratando de no pensar en todo el trabajo que aquello supondría, tanto en el taller como en el cuchitril. El desastre lo mantuvo con los ojos abiertos de par en par un rato, hasta que agotado por el esfuerzo de toda aquella noche, la consciencia lo abandonó. Fuera ya empezaba a amanecer.

Se despertó por la mañana, sobresaltado por algún sueño que estaba teniendo en el que se veía rodeado de horrores, reviviendo la noche anterior pero con ese deje absurdo de los sueños. La luz le molestó en los ojos y gruñó cuando volvieron a su mente todos los desperfectos que tenía que arreglar. Se quedó quieto, respirando con pesadez y tapándose los ojos. Prefería seguir dormido un rato más y olvidarse de aquello. Se tuvo que obligar a moverse. Su cansancio no era tanto físico, pero lo demás aún le duraba tras el sueño no tan reparador. Había sido levemente consciente de no estar en su cuarto del cuchitril, pero tanto le daba. Lo que sí echó de menos de inmediato fue a su gata, y urgido por eso volvió al cuchitril para preguntar si habían vuelto Yloh y los mininos. Se encontró primero a Terro destrozado, a Adara a punto de entrar en la cocina, y ya dentro de esta, a Giz dormitando sobre el mesado. Se rio por lo bajo e hizo salir a Adara de la cocina para no despertarle.
-¿Ha vuelto ya Yloh? ¿Y los gatos? –Al recibir la negativa le dio rabia haberlos olvidado allí la noche anterior-. Iré a buscarles, ¿vienes? No está bien abusar. Además me gustaría saber cómo está Nia –añadió preocupado-. Ayer cuando le dejé allí estaba inconsciente, creo… No tengo ni idea de si se despertó durante el viaje.
A partir de lo de la botica la noche anterior era lejana, difuminada, pesada de recordar.

Tras espabilar suavemente a Giz y recomendarle meterse en una cama se prepararon un desayuno rápido y salieron hacia el burdel. Gael no pudo evitar ir echándole el ojo a los cadáveres de la calle, aunque ninguno le llamó la atención tanto como para no esperar a cogerlo hasta volver del burdel.
-Qué asco… -comentó de pasada, mientras daba un puntapie a un ala erguida que le cortaba el paso. No habían hablado aún nada de lo de la noche anterior, casi parecería una especie de sueño de no tener la prueba delante, en las calles repletas de cuerpos y moscas.

Sigue en el Burdel de Dama Espasmo.