Torre Serpentaria (Archivo I)

Recuerdo del primer mensaje :

Sepalian Xila se dirigió a los allí congregados y esperó a que se hiciera el silencio.
-Esta es la Torre Serpentaria, una de las más antiguas torres de hechicería de nuestra ciudad. Acogerá a magos, brujos y criaturas con mucha magia -decía desde su máscara sin rasgos pero con raíces cruzadas por todas partes-. Los hechiceros somos pocos pero podemos hacer muchas más cosas que otros. La magia no es sólo un arma que usar en la batalla sino que también puede ayudar a crear y conservar. Y no sólo eso, pues también puede torcer y engañar, ocultar y revelar, y puede hacer cosas para las cuales no existen verbos que las describan. Yo os animo, nuevos ciudadanos, no sólo a que bebáis de las maravillosas fuentes del conocimiento mágico, sino también a que contribuyáis a este noble saber capaz de elevar a quien lo comprende. Dentro de esta torre encontraréis todo lo básico para iniciar vuestro camino por la senda de la magia y estableceros en la ciudad y colaborar en vuestras investigaciones y aprendizajes -a Sepalian le estaba gustando su discurso. Le agradaba la imagen de importancia que debía estar proyectando sobre los recién transformados.
-Este es un lugar serio de trabajo, así que rogaré a los curiosos que os abstengáis de entrar. Por eso también os daré la contraseña para sortear el hechizo de la puerta.
Con un gesto de la mano del brujo, pequeños papiros salieron de un bolsillo de su túnica para ir a manos de los allí presentes.
"Por la puerta trasera he de entrar", podía leerse en ellos.
-¡Memorizadlos! ¡Ya! -exigió Sepalian. Y al momento, cerró la mano en un movimiento enérgico que acompañó de una sílaba distorsionada. Los papiros ardieron con un fogonazo que los hizo desaparecer sin quemar las manos de los hechiceros.
-Sed bienvenidos a la Torre Serpentaria -concluyó.

Nia se quedó alucinada cuando escuchó que Elliot había perdido la cabeza y que ahora la tenia que llevar a rastras, como un despojo inútil. Al principio no Podia creerlo, pero luego reflexiono y se acordó de la ciudad en la que se encontraba: Tenia lógica. Nia río en voz alta.
-¡Le esta bien empleado por tener esa bocaza!- dijo hipócritamente, notandosele tanto, que Gael fue capaz de percibir su mentira.
Pero en verdad Nia se sentía muy triste porque no podría volver a escuchar la voz de Elliot nunca más. Aunque la tratara mal e incluso la pegara, podía negarse a si misma una y otra vez el hecho que había desarollado afecto por ella, al vivir en el mismo espacio pero siempre le perseguía su verdaderos sentimientos, como en muchas otras cosas. Pero ahora todo había cambiado. Los viejos compañeros ni parecían acordarse de ella. Estaba destinada al olvido, como en su mundo. Nia se quedó tristona unos instantes.
-Suena bien lo de entrar en el piso de arriba. A saber que tipo de tesoros podremos encontrar ahí.-dijo Nia creando un ambiente de misterio. Nia entonces notó a Gael cansado.
-Antorchita se te ve con sueño.-dijo Nia inventándose un sobrenombre.-¿Quieres irte a la cama?-dijo entonces, acercandose más a él.

Me quedo sin saber qué decir cuando Nia se burla de Elliot... aunque en el fondo sé que no lo dice en serio, ella no es así. Atiendo malamente a lo siguiente que dice, de tan cansado que estoy. Solo reacciono cuando se inventa un mote.
-¿Antorchita? ¿Qué clase de nombre es ese? -pregunto con fingida indignación. Luego me río con cansancio-. La verdad es que estoy agotado, ¿tú no? -Bostezo abriendo la boca todo cuando da de sí y luego me froto los ojos con cansancio-. Será mejor que me vaya... mañana intentaremos hacer cosas más productivas, ¿de acuerdo? Y... no volveré a irme sin dejar al menos una nota, lo prometo. -Trato de sonreír con convencimiento-. Buenas noches.
Hago ademán de acercarme a ella pero me detengo y me vuelvo de forma disimulada. Subo las escaleras y entro en mi habitación directamente, mirando de reojo la mesita de noche, a la que cubro con la manta para que me deje descansar en paz esta noche. Después me voy a mi rincón y me hago un ovillo allí, quedándome dormido casi al instante, pensando en tartas de chocolate, cabezas cercenadas y notas nunca escritas.

-¡Es tu nuevo mote!-exclamó Nia riéndose.-¡Antorchita porque alumbras y calientas!-Nia volvió a reír una ultima vez. El chico bostezó y a la niña se le contagio.
-No tenia hasta hace poco...-admitió la chica.-Vayámonos a dormir si...-
Finalmente Gael propuso hacer cosas más productivas para el siguiente día y, además, prometió dejar una nota a Nia la próxima vez que se fuera. Nia sonrió felizmente. Y se despidió del chico, deseándole las buenas noches.
Al entrar en el agua, Nia canceló el hechizo de levitación y se sumió, con sumo gusto, en el agua. Se mesaba el pelo, distraída y cansada y, tras practicar con las corrientes de agua que creaba desde la palma de su mano, se metió en la cama, cansada y, al cerrar los ojos, lo único que veía era su luz tiliteante. Cerró los ojos y soñó consigo misma, haciendo cosas que ella nunca se atrevería a hacer o que nunca se había planteado hacer. Pero aquella no era ella. Nia se parecía a ella, pero no lo era. Se trataba de Dama Urticaria. La ella misma que la ciudad había creado. Nia se retorcía en la cama, y, bajo el agua, por primera vez, sudó, recordando su antiguo cuerpo.

Abro los ojos y parpadeo varias veces. Me pongo derecho y me estiro bostezando. Un nuevo día, mucho trabajo que hacer. Había jurado que hoy me pondría en marcha a hacer cosas más interesantes que seguir releyendo y releyendo los libros de la biblioteca. Retiro la manta de la mesita y sonrío con suficiencia mientras pido perdón de forma poco sentida. El mueble se revuelve y me encojo de hombros mientras salgo de la habitación. Creo que esto me va a acabar costando caro.
Ya en la cocina cojo un par de frutas y veo con sorpresa que hay huevos hoy. Me preparo uno en la sartén, que acaba pareciendo más un huevo revuelto que planchado, y me lo como sin quejarme con un poco de pan. Al fin y al cabo el sabor no cambia tanto, aunque parece una tortilla francesa. Después me como las frutas y ya con el estómago lleno decido que es hora de seguir practicando. Aunque hoy, después de lo de la puerta, decido que es hora de tantear los alrededores del último piso.
Me sitúo debajo de lo que sería el suelo de la última planta y me elevo hacia él. Lo rozo con la mano, dejando sin querer un rastro de cenizas, y después realizo el hechizo que llevaba practicando todos estos días. Con los ojos cerrados me paseo por el techo, tratando de apartarme de todas las sensaciones que traen mis sentidos normales. Tengo la sensación de que allí hay algo, pero no como lo de la puerta, o tal vez sí. Lo que más me aterraría sería encontrarme con un hechizo que deshiciera el hechizo de intengibilidad y me atrapase en la pared... Aunque me parecía excesivo. Abro los ojos de golpe y desciendo buscando algún objeto que hechizar. Rebusco entre los muebles y cajones pero no hay demasiadas cosas inútiles entre todo ello. Al final me decanto por una pieza de fruta con una pequeña zoña reblancecida, tal vez por un golpe durante su transporte. Decido que haré una prueba con esa misma, y si no pasa nada, dejaré de lado mis paranoias. Prefería que otro hubiera sido el primero en subir, pero, de todas formas, así tal vez pueda quedarme con los mejores objetos que encontrara arriba... juraría haber visto un talismán de aspecto poderoso cerca de las vidrieras, junto a muchos otros.
Vuelvo al techo y preparo el hechizo de intangibilidad mientras estoy listo para lanzar la fruta con la otra mano. La suelto y mientras vuela en el aire termino el hechizo. La manzana se dirige a la pared y de repente desaparece, engullida por la misma. Espero con expectación que pase algo más... cuando de repente la forma se vuelve hacia mí a toda velocidad, apareciendo a través de la pared, y atravesándome después a mí para perderse al otro lado del suelo.
-¡Ahí va! -exclamo en voz alta sin poder evitarlo.
No tengo ninguna garantía de que haya algo raro en esa pared, pero por otro lado, todo lo que estoy haciendo es por suposiciones mías sin sentido. Me hechizo a mí mismo para ser intangible son decisión y aproximo mis dedos a la pared. Con la yema del dedo índice me acerco a rozar la pared, aún a sabiendas de que si pasaba algo daba igual si solo estaba metiendo un dedo. Sacudo la cabeza, enfadado con mis paranoias y me impulso para atravesar la pared de golpe, cerrando los ojos fuertemente.
No siento nada. Muevo los brazos a mi alrededor y abro los ojos lentamente, observando la habitación que me rodeaba. La luz del día atraviesa la cúpula de cristal iluminando las hileras de estanterías repletas de libros, con mesas que parece estar aquí para estudiar, como si esto fuera una pequeña biblioteca, en la que también hay artilugios repartidos en baúles y estantes. Vuelvo a hacerme tangible y exploro la estancia toqueteando todo. Los lomos de los libros estan, como abajo, en diferentes idiomas. Algún día me gustaría clasificarlos para poder encontrar mejor los que sí podemos entender, como en las estanterías de abajo. Abro un polvoriento baúl y curioseo los objetos que hay allí. Algunos parecen amuletos para cargar, pero otros no tengo ni idea de para qué son, aunque me gustaría averiguarlo. Después me voy en busca del amuleto que había visto desde el otro lado de la cristalera. Era una muñequera metálica con un dibujo grabado, había visto una parecía en el torreón, solo que esta parecía tener un tallado más cuidado. Jugueteo con ella mientras la examino y después me la pongo en el brazo. Por el momento llevo encima esta y los tres colgantes que me traje del torreón. Me gustaría tener alguno más, así que busco otro que me guste entre lo que hay por allí. Un arcón contiene un buen montón de cristales, y entre ellos hay otros amuletos, como anillos, brazaletes y colgantes. Los anillos me parecen algo incómodos, y colgantes ya llevo demasiados. Cojo uno de los brazaletes, que parece de bronce o algo parecido. No es más que una lámina fina tallada y con piedras adornando, pero me parece bonito y me lo pongo en el brazo contrario al que me puse la pulsera metálica. Satisfecho por el momento me acerco de nuevo a los libros y curioseo los tipos de magia que se mencionan en ellos, hay cosas muy interesantes. También mantengo el oído alerta por si alguien se despierta abajo, tengo que enseñarles todo lo que he descubierto aquí arriba.

Nia se despertó, revolviéndose, por la pesadilla que acababa de tener. ¿De verdad tenia que ser así? ¿Porque iba a cambiar tanto? No, no iba a dejar que cambiara. Aun estaba obstinada a seguir siendo como era, sin importar lo que la ciudad, el consejo, o la vida le echase encima. Entre todos los golpes, se levantaría otra vez y sonreiría. Nia sonrió para sus adentros. Tenia que ser aun más positiva de ahora en adelante. Nia recogió su cuarto y salio del tanque de agua. Se mesó el pelo mientras seguía planeando.
A partir de ahora, aprender nueva magia iba a ser su primer objetivo. Si bien, encontrar algo para poder defenderse, y para poder hacer daño. Las criaturas marinas con forma de mujer aun eran muchas como para que Nia, con su nivel se enfrentara a ellas solas. Eran demasiado territoriales y, dentro de ella, le urgía la necesidad de hacer algo: El mar era de todos.
Cuando el pelo absorbió el agua se lo echó para un lado y cogió una de sus nuevas conchas, con forma que recuerda a una mano con membranas y se la puso en el pelo, acabando el recogido. No era habitual la costumbre de recogerse el pelo en Ulterania, pero Nia ya no era solo una Ulterana, era algo más y quería destacar. Toda la masa de pelo larga que comprendía la cabellera de Nia estaba recogida en un moño al lado. Nia se miró al espejo con su nuevo peinado y rugió, dispuesta a comerse el mundo. Era así su optimismo que hoy tenia el presentimiento de que encontrarían la entrada a la cuarta planta.
Nia lanzó el hechizo de levitación sobre sí misma y salio del cuarto. Lo primero que hizo fue ir a la cocina a por carne para la bañera y pescado para ella. Comieron en silencio y se puso a practicar unos cuantos hechizos básicos. Pasó la pagina tras el último hechizo que había aprendido y ahí apareció el hasta ahora más difícil con el que se había enfrentado: Intangibilidad. Nia respiró hondo y comenzó a aprenderse el hechizo.

Mientras voy mirando los lomos de los libros escucho movimiento abajo, tal vez alguien se haya despertado, aunque también podría ser algún mueble de paseo. Aún así, prefiero bajar a mirar, por si me encontraba con alguien que me hiciera compañía. Aunque era una lástima tener que usar la intangibilidad cada vez. Me hechizo a mí mismo y bajo sin deshacerlo por si volvía a subir de nuevo. En las habitaciones no ha movimiento pero decido acercarme a la cocina a ver si hay alguien allí comiendo algo.
Al acercarme ya escucho el ruido del pasar de páginas. Contento, empiezo a saludar a quien quiera que sea.
-¡Hola! Buenos días -exclamo al llegar a la puerta. Me encuentro a Nia con un libro de magia delante. Y además la veo cambiada, se ha hecho un recogido en el pelo. Me acerco a ella con las manos en la espalda y le sonrío-. Bonito peinado, te queda muy bien. -Miro por encima de su hombro y leo el libro. Está tratando de aprender el hechizo de intangibilidad-. ¡Qué casualidad! Ahora mismo soy intangible -le digo atravesando su brazo izquierdo con mi mano-. ¿Y sabes por qué? -pregunto con emoción-. ¡He ido al piso de arriba! ¡Está lleno de libros, amuletos, cristales y cachivaches! Al final era tan fácil como decíamos, no había ningún tipo de protección... ¿Vienes a verlo? O... bueno... -miro el libro de nuevo, percatándome de que todavía no sabe hacer el hechizo-, si ya te lo sabes... o si quieres que yo te ayude...

Nia reconoció la voz de Gael y se giró.
-¡Buenos días!-le contestó, felizmente. El chico entonces elogio su peinado. Nia, sonrojada cogió uno de sus mechones y se lo rizó nerviosamente.
-Gracias...-
Entonces el chico remarcó en el hechizo que aun estaba estudiando y, además, le informó de que había encontrado el acceso al piso de arriba.
-¡Genial! pero...yo aun no se manejar muy bien este hechizo... Así que si, llévame, por favor.-dijo Nia levantándose y extendiendo su mano hacia el chico.

-¡De acuerdo! -digo extendiendo mi mano para coger la suya y atravesándola-, ¿qué, a que ya te habías olvidado? -le digo riendo-. Vamos, sígueme. -Voy hasta la última planta a la que se puede acceder con escaleras y señalo el techo para que me siga levitando-. Atenta, fíjate en cómo hago el hechizo, es sencillo. Seguro que así se te queda mejor en la cabeza. -Empiezo a realizar el hechizo de nuevo, pero ahora hacia ella. Cuando termino le señalo el techo y la incito a imitarme mientras lo toco-. ¿Ves? No pasa nada... y ahora arriba.
Sonrío y desaparezco elevándome más. Al llegar a la habitación espero a que Nia aparezca a través del suelo, pero no pasa nada. Vuelvo a bajar, extrañado, y la veo bajo el techo todavía.
-¿Qué pasa? ¿No puedes entrar...? No lo entiendo... yo no tuve ningún problema... -me quedo pensativo un momento-. ¿Qué hacemos?

Crucé de nuevo la última planta, intentando entender el mecanismo de aquello sin éxito. De pronto, mientras tanteaba el suelo probando de nuevo el hechizo de intuición mágica, escucho una voz amplificada llegar desde algún punto en los pisos inferiores. ¿Ha dicho que ya está en casa? No reconozco la voz, y me asusto por un momento, ¿será algún habitante de la ciudad? ¿es que la torre es de alguien? Mientras pienso en ello alterado, una silueta se aparece justo a mi lado y retrocedo instintivamente unos pasos. Su expresión es despreocupada y se ríe al verme, no sé por qué. No sé qué dice un pajarito rojo y gris, pero de pronto se pone serio pidiéndome que le enseñe lo que sé de nigromancia. Titubeo intentando contestar, deshechando el intentar primero saber de quién se trata.
-No... no soy nigromante... solo he leído un tratado teórico de nigromancia. Solo sé poseer cuerpos muertos, no he intentado nada más... Yo... No sé ni por donde empezar -confieso, esquiando su mirada. Me gustaría alzarla y preguntarle quién es y qué hace aquí, pero su figura impone. Parece un poco chiflado, pero como todo en esta ciudad, no se puede tomar a la ligera. Me quedo pensativo un momento y al final me decido-. Bueno y... y... ¿usted quién es? ¿vive también aquí?

Nia siguió tras Gael y chocó con la protección, aunque era intangible.
-¡No puedo pasar!-le informó al chico. Esperaba que le oyera. ¿Qué habría hecho mal? El chico había pasado sin problemas y dos veces...Esto tenia que ser alguna magia especial, algo que reconociera a quien entraba y quien no en vez de tener una protección general. Nia se quedó pensativa. Quizás solo podían entrar algunas especies, quizás seres con solo una determinada magia...diablo... quizás solo podrían entrar hombres. Nia arrugó el rostro. No sabia porque pero creía que tendría la respuesta ante ella y no se daba cuenta. Nia intentó una vez más pasar a la cuarta planta pero siguió sin poder. De pronto, un estallido sonó en la puerta a continuación de una llamada. La voz de aquel hombre le dio mala espina a Nia.
-¡Gael! ¡Alguien ha entrado!- Y lo peor de todo era...que buscaba a Gael.
-¡Viene a por ti!- Nia entró en pánico y corrió hacia la entrada, donde comprobó los restos chamuscados de lo que era piel. Nia se estremeció al verlo. Entró a la cocina e intentó coger un cuchillo, pero seguía intangible así que le lanzó un hechizo de levitación y lo llevó consigo. No sabia quien o que había entrado pero había burlado la protección mágica de la entrada. Y de pronto, una idea vino a su mente. Subió a toda prisa a la tercera planta.
-No...No...No...No...-dijo nerviosa hasta que llegó a la planta correcta y comenzó a aporrear el techo.
-¡¡No encuentro a lo que ha entrado!! ¿Estas bien? ¿Me oyes?-gritó con todas sus fuerzas.
-¿Está ahí?

Escucho las cavilaciones del recién llegado sin decir ni una palabra. Sigo sin saber quién es y eso me inquieta. Sus divagaciones sobre las alas del pajarito me confirman que realmente le falta algún tornillo. De pronto se acerca y me pellizca los mofletes. Me quedo boquiabierto al ver que no le afecta en absoluto, y además dice que soy mono.
-¿Eh? -murmuro confuso al recordar a mi abuela diciendo lo mismo.
Entonces me agarra y siento un tirón. En medio de la confusión me doy cuenta de que hemos llegado a la cocina. Reprimo un gritito del susto y sin poder hacerme a la idea de lo que acaba de pasar el hombre me saca un pollo sin plumas y le coloca un sombrerito.
-¿Ba... bailar? -pregunto confuso. Después miro el pollo y me encojo de hombros-. Solo sé hacer eso poseyéndolo.
Me concentro en entrar al cuerpo del pollo y cuando tomo conciencia dentro de él me encuentro raro. Claro, el pollo no tiene cabeza, pero eso no me impide controlarlo. Agito las alas desplumadas como haría de humano imitando a un pollo y empiezo a moverme en círculos alzando las patas de una forma que me resulta cómica. Mientras doy vueltas me pregunto una y otra vez qué pretenderá este personaje con todo esto.

Nia observó como los dos bajaron enfrente de ella sin inmutarse. Gael parecía sorprendido por todo lo que estaba pasando. El ser, cuya apariencia estremeció a Nia pasó de la chica, como si no estuviera y los dos llegaron hasta donde la cocina. Nia les siguió y llegó hasta la cocina, donde parecía que estaban hablando, hizo un intento y convirtió todo su cuerpo en transparente y, con todo el sigilo que pudo, se puso a observarles, sin saber que hacer. Si Gael llegase a estar en peligro Nia intervendría, aunque no sabia que podría haber hecho cuando aquel intruso había burlado todas las protecciones del torreón como si nada.
Al parecer hablaban de nigromancia. Ni idea de que era, pero tenia que ver con pollos y, aparentemente, con bailes. Nia seguía estudiando minuciosamente al intruso.

De pronto y casi sin avisar el hombre me lanza unas frutas pequeñas para que haga malabares con ellas. Impactan en las alas desnudas y las muevo torpemente para tratar de cogerlas, sin poder hacer ni siquiera eso. Las puntas de las alas son incapaces de coger ni una sola de las frutas y al final termino por tropezarme y caer sobre la mesa. Pero por suerte ya no me está ni prestando atención. Se ha centrado en Nia, que nos espía desde la puerta. Me pongo en pie de nuevo e intento coger las frutas, pero no las encuentro. Estoy siendo un completo inútil, y encima ahora parece enfadado. Me muevo nervioso sobre la mesa en mi nuevo cuerpo descabezado. Aprovechando que el que se ha autoproclamado mi maestro está de espaldas a mí, salgo del cuerpo del pollo y hechizo las frutas que se han caído al suelo para que leviten a mi alrededor. Mientras el hechizo perdura vuelvo al interior del cadáver y hago como si estuviese haciendo girar yo mismo las frutas en el aire, esperando a que alguien me preste atención.

Nia dio un respingo mientras el intruso la detectó. Su cara reflejaba puro miedo. Tardó unos instantes en alterar el hechizo lo justo para que su cabeza quedara visible. Una mirada de desconfianza permanecía en su rostro mientras hablaba.
-Me llamo Dama Urticaria. Estoy aquí para asegurarme que no haces daño a Gael.-Nia atendía incrédula a las palabras que salían de su boca.- Ahora me toca a mi hacer las preguntas.-remarcó con cierta frialdad. Se produjo una silencio incomodo.
-¿Quien eres? ¿Porque estas entrenando a Gael?-
<<¿Y porque tienes esas pintas?>>
Nia se quedó mirando desafiante al intruso, cuando en verdad se moría de miedo por dentro. Pero Dama Urticaria ya no huiría nunca más.