Torre Serpentaria (Archivo I)

Recuerdo del primer mensaje :

Sepalian Xila se dirigió a los allí congregados y esperó a que se hiciera el silencio.
-Esta es la Torre Serpentaria, una de las más antiguas torres de hechicería de nuestra ciudad. Acogerá a magos, brujos y criaturas con mucha magia -decía desde su máscara sin rasgos pero con raíces cruzadas por todas partes-. Los hechiceros somos pocos pero podemos hacer muchas más cosas que otros. La magia no es sólo un arma que usar en la batalla sino que también puede ayudar a crear y conservar. Y no sólo eso, pues también puede torcer y engañar, ocultar y revelar, y puede hacer cosas para las cuales no existen verbos que las describan. Yo os animo, nuevos ciudadanos, no sólo a que bebáis de las maravillosas fuentes del conocimiento mágico, sino también a que contribuyáis a este noble saber capaz de elevar a quien lo comprende. Dentro de esta torre encontraréis todo lo básico para iniciar vuestro camino por la senda de la magia y estableceros en la ciudad y colaborar en vuestras investigaciones y aprendizajes -a Sepalian le estaba gustando su discurso. Le agradaba la imagen de importancia que debía estar proyectando sobre los recién transformados.
-Este es un lugar serio de trabajo, así que rogaré a los curiosos que os abstengáis de entrar. Por eso también os daré la contraseña para sortear el hechizo de la puerta.
Con un gesto de la mano del brujo, pequeños papiros salieron de un bolsillo de su túnica para ir a manos de los allí presentes.
"Por la puerta trasera he de entrar", podía leerse en ellos.
-¡Memorizadlos! ¡Ya! -exigió Sepalian. Y al momento, cerró la mano en un movimiento enérgico que acompañó de una sílaba distorsionada. Los papiros ardieron con un fogonazo que los hizo desaparecer sin quemar las manos de los hechiceros.
-Sed bienvenidos a la Torre Serpentaria -concluyó.

Volvemos a Serpentaria todavía comentando el resultado de la visita. Al entrar en la Torre me recibe Odín, quien no se hace de rogar para proporcionarme nuevos arañazos. Ni siquiera digo nada ni me inmuto al recibirlos, ya estaba demasiado acostumbrado. Aunque su intervención me hace recordar como también le tenía manía a Vac. Es como si él supiera que éramos hermanos. Sonrío ante la ocurrencia que sin duda se trata sólo de una casualidad... o quien sabe. Tendría que decírselo a Vac aunque fuese sólo como dato curioso.

A la hora de cenar estábamos en la cocina todos menos Matt, quien aún no había vuelto de su salida al desierto, y Azura, a la que no habíamos vuelto a ver desde la noche anterior. Al poco de empezar a comer, escuchamos una voz fuera. Con sorpresa, oigo como la voz amplificada de Wen nos avisa de que va a entrar. Me siento aliviado al comprobar que se encuentra bien. La saludo cuando entra en la cocina y me siento tentado a preguntar dónde ha estado, pero no digo nada al respecto por ahora.
-Nos pillas en plena cena... ¿Tú has cenado ya? Porque sino creo que tenemos de sobra para todos... Al fin y al cabo Matt no parece tener intención de venir y su comida no se va a comer sola -bromeo.
Todavía tenía que disculparme con ella, pero no encontraba el momento para hacerlo. << Después de cenar >>, me digo.

Llegaron a serpentaria e Yloh todavía hacía esfuerzos por detener el llanto. Estaba enfadado con Adara por no dejarle subir a verla. Lo había derribado incluso. Pero por encima de todo, se sentía perdido, desprovisto de algo fundamental a lo que no sabría darle nombre.
Cuando abrieron, Adara explicó que ambas alicias habían muerto, pero no sabían no entendían que aquello era un tremendo error.
- Ella le creyó. Nos encontramos con un hombre que quería saldar deudas con Pyro. Que le dijo que las brujas escindidas pueden dejar de escindirse.- la rabia salía mientras Yloh hablaba, y las lágrimas volvieron a salir. El nublino tenía la cara congestionada por el odio y la pena.- Y ella le creyó. No al principio, pero después sí. Porque tenía ganas de creerle. y aceptó. Yo nunca lo creí, pero ella estaba otra vez en marcha, incluso sonreía a veces. Y... Y...
Yloh se clavó las uñas en las palmas de las manos.
- ¡ Y Adara no quiso dejarme subir! He estado a su lado desde que me trajo y no puedo verla... Porque no podía creerlo.... ¡porque no puede ser, joder! Porque ese bastardo le mintió y le dio ilusiones, y no se por qué Dama Azura tenía que morir. Si la mato y se bebió la poción correcta. Ahora solo debería seguir aqui.

"Y yo vuelvo a estar solo."
Yloh se mordió el labio y desvió la mirada. Ya no derramó más lagrimas, aunque por dentro seguía roto. Había visto a mucha gente morir, y a mucha gente abandonarle. Pero por una vez creía haber dejado eso atrás, y ya no tenía fuerzas para aguantar esas embestidas.

Tal como llegamos los tres a Serpentaria, toco la puerta sin dilación. Cuando abren la puerta pido que traigan a todos.

—Azura y Pyro están muertas. –Mi tono de voz frío contrasta con los puños crispados y la rabia que aún late en mi cabeza–. Azura ha asesinado a Pyro y luego se ha suicidado con el mismo veneno que ya mató a la otra.

Al momento que acabo de decir esto Yloh salta y nos cuenta todo lo del vendedor. Aprieto aun más los puños y estoy apunto de preguntarle por todos los detalles que conozca, pero me limito a observar las reacciones ajenas mientras grabo a fuego cada una de las palabras del nublino. Ese bastardo ha realizado su último negocio.

Wen paseó tranquilamente hasta la torre Serpentaria. No quería retrasar el momento, pero tampoco deseaba tener que dar explicaciones, sus problemas eran suyos y de nadie más. “¿Qué me dirían si supieran lo que he hecho?” se preguntó y, entonces, recordó la reacción de Church cuando descubrió como superaba ella la muerte de Margaret. “Al final, le he fallado.”

Dio una rápida sacudida a su cabeza. “Estúpida, no empieces o vas a tener que pasarte la vida visitando al mercader.” Se reprendió antes de plantarse en la puerta de la torre. A pesar de que la británica sabía la contraseña, prefirió avisar de su llegada con un hechizo de amplificación de voz a los que estaban en el interior. Al entrar, se los encontró cenando, cosa que hizo que el estomago de la vouivre se abriera. “¿Hace cuanto no he comido?” se preguntó al darse cuenta que, posiblemente, llevaba un día entero fuera.

- No, no he cenado. - contestó como aceptación de la invitación de Noel.- De hecho, no he pasado todavía por el burdel. - comentó quitándole importancia al asunto.

Callada, se sentó a cenar con los demás, agradeciendo que no le preguntaran sobre dónde había estado las últimas horas, ni ella misma hubiera sido capaz de explicarlo. Wen comió en silencio, inmersa en sus pensamientos y sin prestar atención a las conversaciones que se sucedían en la mesa. Cuando terminó, lavó su plato con movimientos mecánicos y se acercó a Noel, agradeciendo que estuviera un poco apartado del resto.

- Noel, ¿podemos hablar un momento? Hay algo que me gustaría decirte. - explicó la vouivre, con una mirada seria y agarrándole del brazo, pero entonces la puerta sonó y Noel fue a abrirla.

La noticia que les esperaba al otro lado de la puerta no pasó desapercibida para nadie. Las brujas escindidas habían muerto. Asesinadas ambas, según había terminado diciendo el sirviente de una de ellas, que no paraba de sollozar. Wen solo había tenido trato con una de ellas y había sido más bien escaso. A la otra, solamente la había visto el día de la taberna, aunque tenía entendido que, cuando la habían ido a recibir el día que se transformó, todavía no estaban escindidas. Esa noticia le dolió a la morena de la misma manera que le había dolido la mayoría de las muertes de sus compañeros de criba: una punzada, la sensación de que alguien se ha ido y, luego, nada. “Pero esto es distinto, ellos necesitan mi apoyo, aunque sea solo con mi presencia.” Se dijo mientras miraba a sus amigos, los cuales las conocían de más tiempo que ella, habían tenido trato con las brujas o, incluso, habían compartido criba.

Wen no sabía muy bien cómo comportarse en esas situaciones. Pensó en consolarlos de alguna manera, pero tal y como estaban reaccionando todos tras la explicación del nublino, prefirió quedarse en segundo plano, en silencio y quieta.

La cena transcurrió con más o menos normalidad, salvo por el completo silencio de Wen. No parecía tener intención de explicar por el momento donde había estado, aunque sí mencionó que no se había pasado por el burdel, ni siquiera debía haber aparecido hoy y no sólo anoche. Me levanto de la silla para recoger debatiéndome en como debería abordar el tema, cuando es ella la que se acerca a mí y me dice que quiere hablar conmigo. No tuve tiempo a reaccionar, pues en ese instante alguien llama a la puerta. Con expresión de desconcierto, me llega el sonido de los hipidos típicos del llanto de alguien que estaba fuera.
-Disculpa, Wen, luego hablamos... -digo de forma medio ausente mientras me dirijo a abrir la puerta con una mala sensación.
Cuando abro la puerta me encuentro con Adara e Yloh, que era el dueño de lo que había escuchado. Escucho las palabras de Adara con expresión de creciente incredulidad. "Azura y Pyro están muertas". Esa frase me sienta como una patada en el estómago, el cual se me encoge mientras Adara sigue explicando lo sucedido... Todavía no había tenido tiempo casi ni a reaccionar cuando es Yloh quien habla. Lo hace con rabia y lo único que puedo hacer inmediatamente es compartirla. Los nervios se me crispan al escuchar lo que cuenta y aprieto los puños con fuerza.
-Mierda... Mierda... ¡Mierda! -grito sin poder contenerme más-. Yloh, por favor -le digo mientras lo agarro de los hombros-, dime que sabes como encontrar a ese hijo de puta. Necesito saber que esto no va a quedar así -mi tono está cargado de ira y desprecio.
Me aparto un poco de Yloh y miro hacia el resto uno por uno, todavía temblando de rabia. Azura y Pyro ya no estaban, se habían ido. Todavía no podía asimilarlo bien.

Mientras cenamos llega una visita inesperada. Wen acepta cenar con nosotros, pero lo hace callada y no cuenta por qué ha estado ausente todo un día. La miro de reojo, tanto a ella como a Noel, pero al final decido centrarme solo en la comida. Me servía una segunda ración de la olla cuando se escucha una llamada desde la entrada. Al volverme veo a Noel yendo hacia allí y a Wen siguiéndole. Por curiosidad dejo el plato sobre el mesado y también voy a ver quién puede haber venido a estas horas. Al otro lado está Adara, acompañada de Nasher y un desconsolado Yloh. La imagen del muchacho sollozando me hace titubear, pero no hay tiempo de preguntar nada, Adara se adelanta explicando breve y cortantemente lo sucedido. Sus palabras son como una losa, caen a plomo y me provocan una sensación de desorientación. Escucho el furioso palpitar de mi corazón, cuyo ritmo aumenta volviéndose frenético y durante un instante me quedo en blanco. «No es posible. No puede ser, no es posible».

Yloh está hablando. Tardé más de la cuenta en centrar mi atención en lo que decía, perdido en las emociones que revelaban sus ojos y su llanto. Al acabar de hablar apartó su mirada. Pero ya no podía pensar en cómo se sentía, a pesar de que instantes atrás había deseado que alguien le pasara el brazo por el hombro al pobre muchacho. ¿Cómo había dicho? Un asqueroso bastardo la engañó. No sabía cómo sentirme al respecto antes. Las dos, con su tenacidad y odio, eran culpables de lo que había pasado. ¿Pero cómo podría culparlas si ahora ya no estaba ninguna de las dos? En cambio aquel malnacido… pensar que alguien las había engañado, había intervenido donde nadie debía meterse... me hace apretar los puños hasta clavarme las uñas en la palma de la mano.

Y mientras aún me encuentro en ese limbo de pensamientos inconexos, veo a Noel preguntando a Yloh. Sediento de venganza, se nota. Desde siempre él ha tenido más trato con Alicia, por haber sido compañera de cosecha. Sin embargo, a pesar de que en los últimos tiempos la relación había sido casi nula, es imposible ignorar los sentimientos que despierta en mí mismo ese desgraciado, sin siquiera conocerlo. Con facilidad puedo imaginarme golpeando, acuchillando, friendo a un personaje cuya cara es una incógnita.
–Rodarán cabezas por esto –se me escapa solamente entre dientes.

Giz había pasado toda la tarde en el castillo con Miloslava y había vuelto justo para la hora de cenar. Se había acoplado en la cocina a pesar de que no tenía mucho hambre y se dedicó a repasar en silencio lo que había aprendido hoy mientras movía la comida de lado a lado del plato. En algún momento, Wen se unió a la cena, pero Giz no sabía si había llegado a saludarla o no. Siguió concentrado en sus pensamientos hasta que llegó una segunda visita. Adara, Nasher y Yloh.

No llegó a saber si por el hecho de que Yloh viniera sin Azura o si fue solo porque venía Nasher con ellos, pero Giz prestó a esta segunda visita más atención. Sin embargo traían semblantes serios y, relacionando ideas, Giz supo, o intuyó, que había pasado algo antes de que lo dijeran. Lo que no esperaba era que fuese algo tan... irreparable.

La noticia le impactó. Era imposible que no lo hiciera. Había pasado mucho tiempo con Alicia en Letargo y con Azura en Serpentaria y no podía sentirse indiferente. Pero el sentimiento imperante era de deja vu. No era la primera vez que "moría" una Alicia y Giz siempre supo que no sería la última. Sin embargo, tras lo que Yloh contó, sintió que su deja vu estaba un poco equivocado. << No ha sido entre ellas, entonces. No del todo >>. No estaba tenso en absoluto, sentía pena por las Alicias y algo parecido a asco por el estafador, pero seguía abstraído y no lo reflejaba exteriormente. Eso sí, su cabeza era un mar de dudas.

-Y... ¿Y ahora qué?-preguntó en un tono serio, algo triste-. Quiero decir... ¿Qué hacemos nosotros ahora?-le daba miedo seguir por este hilo de sus pensamientos, pues sabía lo suficiente como para entender que sería hurgar en una herida recién abierta. Pero aún así lo hizo-. ¿Hay... hay que hacer una ceremonia? ¿Un rito o algo? ¿Enterrarlas y ya, como a Ethan? Y si lo hacemos ¿dónde? ¿O cu...-se calló de golpe, consciente de que se había embalado más de lo debido, y resopló-. Lo... Lo siento-pidió perdón agachando la cabeza. << Giz, no te esfuerces >> se dijo. << Cierra la boca y déjalo estar >>.

Nasher llegó y se quedó al margen al principio, dejando que Adara e Yloh hablasen. Le sorprendió tanto como a los demás el hecho de que hubiese una tercera persona implicada en todo aquello. ¿Por qué iba alguien a hacer algo así? ¿Qué ganaría con ello? Sintió una punzada en el pecho por todas y cada una de las reacciones de los demás.

Se acercó a paso lento a Giz, saludando a Wen con un gesto de pasada. El chico no parecía muy afectado lo cual le pareció algo extraño a Nasher, pues lo creía más cercano a las brujas. Parecía que se había equivocado.

-Eh...- saludó con una sonrisa triste- No te preocupes de eso ahora, ya se decidirá. Cada cosa tiene su momento y el de ahora es que estos se calmen un poco y terminar de enterarnos lo que ha pasado...

Le pidió a Yloh que se calmase y le contase la historia de forma más pausada, todo lo que sabía. Cierto era que los amigos de las alicias tenían todo el derecho de querer su venganza, y aunque a Nasher no le apasionase la idea del ojo por ojo, no pensaba dejar que nadie fuera a ajusticiar gente a lo loco. Averiguarían qué había ocurrido y quien había sido el responsable, despedirían a las brujas y terminarían el trabajo, Y nadie iba a saltarse ese orden.

Wen pudo ver como la rabia se extendía entre sus amigos. “El aire clama venganza.” Pensó la vouivre al oir el comentario de Noel y Gael. Aunque solo tuvo que ver a un derrotado Yloh para darse cuenta de que no era el momento.

- Tranquilos, habrá tiempo para la venganza, pero ahora lo que importa es darles la despedida que se merecen. - dijo la morena alzando la voz.- Supongo que querréis ir a planearlo con tranquilidad. Yo tengo que pasar por el burdel. Aprovecho para avisar. Seguramente Jack y Vac quieran despedirlas como es debido. Nos vemos en la Sede.

La vouivre activó sus runas y, una vez en forma de serpiente, salió volando hacia el burdel. “Lo que tenga que decir, tendrá que esperar.” Se dijo echando un último vistazo a la puerta de la torre.

Sigue en el Burdel de Dama Espasmo.

Sigue en la Sede de los Taumaturgos.

El viaje a Serpentaria es tan silencioso como lo ha sido toda la noche desde que se transportaron los cuerpos a los acantilados. No teníamos ganas de hablar, ni hacían falta las palabras para entender lo que pasaba por la cabeza de unos y otros. Al atravesar la entrada me detengo en la sala común, dudando. Sigue sin haber nada que decir.
-Hasta mañana –murmuro antes de desaparecer por las escaleras.

No me dirijo a mi habitación, sino a donde guardo los cadáveres y el barreño de piel ya lista para terminar de preparar. Va a ser una noche larga, y dudo que el sueño intente visitarme siquiera. Saco las pieles del barreño y las extiendo sobre una mesa, aumentando su temperatura para secarlas con magia, pero de forma suave para que no se estropeen. De entre los bártulos, como agujas e hilo, saco un cuchillo grande que saqué de la cocina no hacía mucho. Mientras espero, revisando el estado de los otros cadáveres y de los experimentos en ratones, escucho el sonido de la puerta de la entrada abriéndose y cerrándose. ¿Alguien que sale a dar un paseo, quizás? No lo sé, y no es de mi incumbencia.

Al estar secas las pieles toca sobarlas con el filo del cuchillo. Con extremo cuidado y parsimonia llevo a cabo la operación, centrado totalmente en ese trabajo. Después les aplico aceite, y espero de nuevo porque a pesar de que son muy finas, requiere algo de tiempo para impregnarlas adecuadamente. Y en ese tiempo muerto los pensamientos sobre lo que ha pasado vuelven de forma insistente. Abro el libro para revisar lo que queda de proceso, impaciente por las esperas que recomienda y no tengo ganas de realizar. Gracias al tipo de piel y la ayuda de la magia puedo saltarme muchas horas de espera, pero sigo impaciente. Comienzo a dar vueltas como un animal enjaulado, sin saber qué hacer. Poseo a unos y otros cuerpos comprobando el estado de sus articulaciones y músculos. Todavía necesito reponer al dragón lechoso, no me vendría mal un nuevo vlakai. Por suerte las quimeras y el muchacho están en perfecto estado por haber intervenido Siloco en ellos.

Cansado de esperar, saco las pieles levitando de entre el aceite y las lavo con un hechizo para evitar un secado más. Las sobo una vez más con el cuchillo, justo como manda el libro y con más cuidado todavía. Me sienta bien dedicarme a hacer algo en lo que tenga que poner toda mi atención, y es gratificante que la piel se parezca a piel curtida de verdad, si bien es cierto que el resultado no es el que quería ni de lejos. Podría servir, pero no sería lo suficientemente bueno. Había sido tonto hacer esto en un impulso, pero si conseguía materiales en, por ejemplo, una curtiduría de Nubla podría hacer algo mucho mejor, además de que había adquirido práctica separando la piel y podría hacerlo mejor con los guantes resultantes de este primer experimento.

Rebusco los patrones que había recordado aquella noche días atrás y busco cómo recortar las pieles para aprovecharlas lo mejor posible. Al principio es fácil, pero luego tengo que buscar cómo encajar muchas sobras cosiéndolas entre sí. Parecía que me sobraría piel, pero se había perdido bastante durante el torpe proceso.

Y la noche avanzó mientras cortaba y cosía, alejando los pensamientos acerca de quien no volvería a ver, pero sin deshacerse de ellos del todo. Pasada la tristeza del adiós todavía quedaba pendiente el asunto del comerciante estafador. Y la soledad de Yloh. Y el vacío de nuevo. Debo descansar la vista un momento, pues el cansancio me consume aunque el sueño no lo haga, y temo hacer algo mal. Pero el cansancio puede quitarse con un hechizo, y continúo trabajando sin descanso. No sé cuántas horas han pasado al contemplar por fin los guantes terminados. Rudimentarios, más ásperos de lo que debieran. Pero si los limpiaba bien cada vez, deberían servir por su lado externo. Solo quedaba comprobar que funcionasen como me esperaba. Me los puse con nerviosismo, suplicando por que no apagasen la llama. Eran justos pero no apretados, lo que creía que necesitaba. Esperé. Y esperé, empezando a sonreír levemente por primera vez en las últimas horas. No dolía, no molestaba en exceso. Podía soportarlo, y como me esperaba la piel mantenía de alguna manera las llamas y sin arder. Me permito sentir satisfacción, después de tanto trabajo. No dura mucho, pero me hace darme cuenta de que me encuentro un poco mejor. Quizá sea hora de intentar dormir lo poco de noche que queda.

Después de dejar la habitación recogida me escabullo rápidamente a mi dormitorio, vigilando que la mesita no me ataque. Parece que de alguna manera intuye que algo no está bien, ni siquiera se mueve. Siempre me he preguntado qué saben estos muebles, si pueden comunicarse entre ellos o si solo se ha tratado de mera casualidad. No importa, ahora solo queda conciliar el sueño. Sentirme un poco mejor me hace pensar que puedo darme un descanso, y para evitar los malos pensamientos, me duermo a mí mismo mediante magia.

Wen dirigió sus pasos hacia el burdel, junto con Vac y Jack, pero a mitad camino se detuvo. No era eso lo que quería. No quería volver al burdel y retrasar más lo que tenía que decirle a Noel. “Tengo que pedirle perdón. Si yo hubiera estado en su lugar…” De golpe, parpadeó confundida. “¿Cómo hubiera reaccionado yo en su lugar? ¿Qué hubiera pasado si llego a descubrir que tengo un hermano?” Wen sacudió la cabeza alejando esos pensamientos de ella, no quería pensar de nuevo en algo que terminaría con ella despertándose en los Jardines de la Memoria.

Cuando llegó a Serpentaria, dudo entre avisar de su llegada o entrar sin más, pero, finalmente, prefirió no molestar a los habitantes de la torre. “Muchos estarán afectados por lo sucedido.” Se dijo y, al instante, se sintió una egoísta. “Vas a molestar a Noel por tu necesidad de sentirte bien contigo misma. ¡Bravo, Wednesday, eres una egoísta sin remedio!” Se regañó y, a pesar de eso, no se hizo caso y entró. Apenas había luz y no se vislumbraba a nadie en la estancia. Wen avanzó lentamente, no tanto por precaución como por no molestar a los inquilinos. Al encontrarse con las escaleras, pudo ver como estas eran subidas por Noel.

- Noel. - le llamó suavemente para no asustarle.- Sé que no son horas, pero antes te he dicho que quería hablar contigo.

El camino de vuelta transcurre igual de silencioso que gran parte de la noche hasta el momento. Tampoco me fijo en los demás apenas, todavía sumido en pesamientos envueltos en ira y sed de venganza. Al día siguiente, no pensaba esperar más. Al día siguiente empezaría a planear la venganza, con quien fuera y como fuera. Nada más entramos en la Torre, Gael es el primero en despedirse escuetamente, a lo cual respondo de la misma forma. Me disponía a subir yo también cuando oigo los inconfundibles pasos de Matt acercarse. No tenía muchas ganas, pero me veo obligado a explicarle lo sucedido. La rabia aflora de forma notable mientras relato la traición del mercader.
-... Y bueno, si tienes hambre creo que aún sobró algo de la cena. Hasta mañana -finalizo tras un largo silencio cuando termino de contarle la historia, no tenía ganas de explayarme más.

Nada más empiezo a subir las escaleras, el sonido de la puerta de la Torre me hace pararme y volverme. Pocos segundos después observo con sorpresa que es Wen quien había entrado. No pensaba que fuese a volver a estas horas.
-No importa, a decir verdad yo también tenía que hablar contigo -le digo en un tono de voz moderado- Ven conmigo -le hago un gesto para que me siga.
Entramos en mi habitación, le ofrezco sentarse en la única silla del cuarto y yo me siento en la cama. Odín estaba subido a la mesa y cuando entramos se baja y se acerca a Wen.
-Bueno, dime... ¿de qué querías hablar? -le pregunto con bastante desconcierto.
No me imaginaba sobre qué podría querer hablar conmigo, especialmente cuando yo mismo era quien tenía que disculparme con ella.

Noel guió a Wen a su habitación, donde le ofreció su silla. A penas se había sentado cuando ya tenía a Odín restregándose contra su pierna. La británica cogió al gato para ponérselo en el regazo y comenzó a acariciarlo antes de hablar.

- Ya sabes que yo no sé mucho… no se relacionarme con las personas, para que mentir. - comenzó, sin estar muy segura de lo que iba a decir.- Digo todo lo que pienso, no mido mis palabras y quizás soy demasiado directa. Creo que no debería haber dicho nada de lo que dije… creo que debí haberme quedado callada cuando descubrimos que Vacuum y tú erais hermanos. - “Definitivamente, esto no se me da bien.” Pensó al ver como no sabía muy bien cómo expresar lo que quería decir de la forma adecuada.- Supongo que me afectó más porque… creo que me enfadé por no tener la misma suerte… En definitiva, siento haber dicho lo que dije. Estuvo totalmente fuera de lugar.

“Estúpida, estúpida, estúpida.” Se decía continuamente una vez terminó. “Menuda idiota estás hecha. Puedes ser sarcástica, puedes ofender a tus amigos con tus palabras e, incluso, puedes usar todo tu conocimiento para ser lo más educada posible con una desconocida, ¡pero no eres capaz de pedirle perdón a un amigo sin trabarte!” se regañó. Mientras esperaba la reacción de Noel, siguió acariciando el pelaje del gato, pidiendo por favor que no saltara de su regazo. “Estas cosas no se me dan bien.”

Escucho las palabras de Wen con creciente desconcierto. Probablemente se me hubiese escapado una carcajada cuando finaliza de no ser por mi pésimo estado de ánimo. Aún a pesar de ello no puedo reprimir una leve sonrisa.
-...Esto es paradójico -empiezo a decir tras unos segundos de silencio-. Yo quería hablarte precisamente de eso... Pero para dsculparme yo -digo mirándola directamente-. Reaccioné muy mal, yo sé que no lo dijiste con mala intención. Reaccioné muy mal a todo, de hecho -suspiro-. No me habría tomado vuestros comentarios de esa forma de no ser porque bueno... Digamos que no me encontraba en mi mejor momento. Aunque eso no es excusa, a veces parezco un crío -digo volviendo a adquirir una expresión seria-. Así que lo siento... Realmente siento que soy yo el que debe disculparse, en serio, ya me disculpé con los demás esta mañana -hago otra pausa, pensativo-. Pero todavía faltabas tú.

Y además sabía que no había aparecido por el Burdel al menos hasta la tarde. Durante unos instantes no digo nada y tan sólo observo a Odín en el regazo de Wen. Me había quitado un peso de encima al disculparme por fin con ella y, por tanto, ya con todos. Pero especialmente quería disculparme con ella dado que la hice sentir mal con mi reacción, como sospechaba... y había confirmado ahora. Reafirmando una vez más lo idiota que podía llegar a ser. El silencio se estaba alargando demasiado y me estaba empezando a sentir incómodo. Era la primera vez que estaba a solas con ella. Darme cuenta de eso hace que mi nerviosismo aumente. Tenía que hablar de algo. En realidad quería preguntarle algo más, aunque no estaba seguro de si debía hacerlo.
-¿Cómo es que no apareciste en todo el día? Vac y Jack nos dijeron que ni siquiera pasaste por el Burdel. Estaba... Estábamos preocupados -las palabras me salieron solas finalmente.
<< Vale, deberías pensar más antes de hablar, imbécil. ¿Y si le molesta que le pregunte eso? Seguro que me dirá que no es de mi incumbencia... >>, suspiro mentalmente. El mal ya estaba hecho de cualquier forma por mucho que me pesase.

Wen estuvo a punto de interrumpir a Noel varias veces mientras se disculpaba. “No tiene que pedir perdón, le acababan de dar una noticia bastante fuerte, no se le puede juzgar.” Pensó la vouivre justificando al draco.

Wen supo lo que iba a decir el sueco antes de que preguntara por su ausencia. La británica se tomo su tiempo antes de responder, dejando la vista perdida durante unos segundos en la ventana de la habitación, por la que vió pasar un murciélago flamígero, y continuó acariciando a Odín que seguía dormitando en sus rodillas.

- Tenía que pensar. - empezó. La última vez que había hablado de su vida en la Tierra había sido con Matt en Gamides y ni siquiera en ese momento había sido del todo sincera. Esa vez, habían sido palabras rápidas y cortantes, pero quizás Noel se mereciera algo más.- Tenía que pensar en todo y creo que no lo hice de la mejor manera. - Hizo una pequeña pausa, seguida de un suspiro y continuó.- ¿Cuándo te enteraste tu de que eras adoptado? Debe ser genial sentir el amor de unos padres y quizás más de unos adoptivos. Ellos te elijen de entre muchos niños para compartir sus vidas contigo. – reflexionó, más para sí misma que para su interlocutor.- Yo no tuve eso especial que hace que te elijan… Tú has tenido la suerte de encontrarte con un hermano que ni siquiera sabías que tenías. Duele pensar que yo nunca tendré esa suerte.

Wen me responde a pesar de mis dudas y escucho lo que dice con atención. Alguna vez Matt había comentado que la vouivre era huérfana, pero ella apenas hablaba del tema. Era evidente que no resultaba de su agrado, y lo puedo comprobar ahora debido a sus palabras. Estaba claro que no debía haberle hecho esa pregunta, parece algo demasiado personal como para que quisiera contármelo a mí. Además yo era un completo desastre con este tipo de cosas. Distraídamente me llevo una garra a las plumas de la barba y empiezo a tirar de ellas mientras me centro en responder a lo que me ha preguntado.
-Yo me enteré la noche que me cosecharon, precisamente, por eso no llegué a saber muchos detalles. Me sentó mal, me pareció que esperar catorce años para decírmelo era una falta total de confianza... Después me sentí estúpido por haberme puesto así -me encojo ligeramente de hombros-. No tenía importancia, en realidad... Y pronto dejé de pensar en ello tras pasar unos cuantos días en la ciudad -había adquirido un aire pensativo según hablaba al recordar cosas que de algún modo ya parecían muy lejanas a pesar de no haber transcurrido tanto tiempo.

Hago una pausa antes de continuar. Estaba claro que ella no opinaba igual que yo al respecto de este asunto y no sabía como enfocar mi punto de vista para no molestarla.
-Verás... yo... no sé, no creo que haya que tener nada especial. Simplemte ocurre y ya está -sacudo la cabeza-. Lo siento, no se me dan bien estas cosas -una sonrisa nerviosa aparece en mi cara-. No... no me imagino como lo has tenido que pasar tú, pero seguro que tenías a otras personas que te querían aunque no fuesen tus padres, ¿verdad? Considero mucho más importante que alguien te quiera independientemente de qué sea lo que te une a esa persona. Sean tus padres, adoptivos o no, tus hermanos o tus amigos.

De nuevo espero unos segundos para seguir hablando, bastante inseguro sobre qué decir. Temía estar metiendo la pata hasta el fondo. << Cosa que sería normal tratándose de mí >>, suspiro mentalmente.
-Yo sigo considerando a Vac un buen amigo antes que un hermano, no sé -vuelvo a hablar finalmente-. Vale que es bastante normal teniendo en cuenta que nos enteramos hace nada, pero igualmente pienso que valoro más su amistad que el hecho de que sea mi hermano. Puede que nos unan unas circunstancias comunes y la sangre, pero creo que más nos unen las experiencias que hemos vivido juntos en todo este tiempo sin ni siquiera saber que éramos hermanos. Tus amigos te quieren por ser tú misma -hasta ahora había estado hablando de forma reflexiva sin fijarme en nada en concreto, pero vuelvo a centrar mi atención en Wen-. No necesitas encontrate con ningún hermano para ser feliz.

Wen rió por lo bajo ante las palabras de Noel. “¡Qué bonita visión de la vida!” pensó al oir su opinión sobre la familia y los amigos.

- Querer…- susurró socarronamente.- En toda mi vida solo me han querido dos personas: Margaret, la asistente social que me encontró en la puerta del orfanato, y Church, su hijo adoptivo. - Se podía ver como los ojos comenzaban a brillarle.- Maggie era la mujer más maternal y bondadosa que existía. Quería a todos los niños del orfanato como si fueran suyos. La pobre nunca pudo tener hijos. Encontró a Church con unos días de vida en la puerta del orfanato. Fue fácil adoptarlo ya que no encontraron a los verdaderos padres. Era como mi hermano y mi mejor amigo juntos en una única persona. Era un gilipollas. - siguió hablando, riendo con ternura por su último comentario, como si hablara de un niño pequeño.- Cuatro años más tarde me encontró a mí en las mismas circunstancias. - No sabía muy bien por qué le estaba contando todo eso a Noel, ni por qué no paraba, pero alguien había abierto su puerta y, hasta que no terminara, no se cerraría.- A los tres años fui adoptada por una moda. Parece un chiste, pero es la verdad. Se había puesto de moda adoptar niños entre la clase alta, ¿y quiénes iban a seguir la moda a raja tabla mejor que los Livingston? Yo estaba tan ilusionada por tener por fin unos padres. Esos dos años fueron la peor ostia que la vida le puede dar a una huérfana. Hubiera preferido el maltrato a la indiferencia total. Después de eso y hasta que me crucé con un yonki en un callejón ofreciéndome ir a la ciudad de los milagros y los portentos, estuve de casa de acogida en casa de acogida y mis pequeñas temporadas en la calle.

La británica dejó de acariciar al gato para sacarse el guante izquierdo. Al darle la vuelta, dejó al descubierto una serie de apellidos escritos en negro, excepto el primero que estaba en rojo y rezaba “Livingston”. En total sumaban 15 apellidos.

- ¿Sabes por qué tantas? - preguntó retóricamente.- Al principio yo creía que era por rebelde. Salí de la adopción tan deprimida que solo quería llamar la atención, pero no era así: No querían a una apestada. Nunca lo dijeron abiertamente, pero yo sabía la verdad. Todos los niños eran huérfanos con padres reconocidos, muertos o vivos, pero conocidos por el sistema. ¿Quién querría vivir con una apestada que hasta sus padres habían hecho todo lo posible para que no los relacionaran? - Wen hizo una pequeña pausa en la que aprovechó para rascarle a Odín en el cuello.- Pero eso no me importaba. Estaba Maggie y estaba Church. ¿Sabes? Siempre que hablaba con Maggie me hacía la tartamuda para poder decirle Ma-maggie. - los ojos le brillaron y una risa floja se le escapó.- Ahora me siento inútil por hacerlo, pero ella siempre fingió que no lo sabía. Siempre me sentí acompañada con ella. Me torturaba la idea de que mis padres me odiaran, pero ella solo tenía que acariciarme la cabeza para que me calmara. Cuando murió hace cuatro años fue como si una parte de mí, la buena, la dulce, la infantil, muriera con ella. Cuando se fue ella, ya nadie quedaba para quererme. Era como una madre para mí. - De repente, una profunda carcajada triste salió de la garganta de la británica.- Y en cierta forma lo era. - entonces miró de nuevo hacia la ventana y cambió abruptamente de tema, aunque en la misma línea.- A los huérfanos abandonados desde recién nacidos, nos ponen los nombres las asistentes sociales. A Churchill lo encontró envuelto en periódicos de la Segunda Guerra Mundial. Maggie siempre tuvo mucha imaginación para los nombres. O muy poca, según por donde se mire. - Por primera vez en todo su pequeño monologo, Wen dejó de acariciar al gato y miró fijamente a Noel.- A mí me encontró un miércoles, ¿te lo puedes creer? ¿Quién le pone el nombre de un día a una niña? Wedn… Wen parece de Wendy, seguro que creíais que ese era mi nombre. Wednesday…

La morena volvió a agachar la cabeza y acariciar al gato, mientras seguía diciendo su nombre en murmullos.