Torre Serpentaria (Archivo I)

Recuerdo del primer mensaje :

Sepalian Xila se dirigió a los allí congregados y esperó a que se hiciera el silencio.
-Esta es la Torre Serpentaria, una de las más antiguas torres de hechicería de nuestra ciudad. Acogerá a magos, brujos y criaturas con mucha magia -decía desde su máscara sin rasgos pero con raíces cruzadas por todas partes-. Los hechiceros somos pocos pero podemos hacer muchas más cosas que otros. La magia no es sólo un arma que usar en la batalla sino que también puede ayudar a crear y conservar. Y no sólo eso, pues también puede torcer y engañar, ocultar y revelar, y puede hacer cosas para las cuales no existen verbos que las describan. Yo os animo, nuevos ciudadanos, no sólo a que bebáis de las maravillosas fuentes del conocimiento mágico, sino también a que contribuyáis a este noble saber capaz de elevar a quien lo comprende. Dentro de esta torre encontraréis todo lo básico para iniciar vuestro camino por la senda de la magia y estableceros en la ciudad y colaborar en vuestras investigaciones y aprendizajes -a Sepalian le estaba gustando su discurso. Le agradaba la imagen de importancia que debía estar proyectando sobre los recién transformados.
-Este es un lugar serio de trabajo, así que rogaré a los curiosos que os abstengáis de entrar. Por eso también os daré la contraseña para sortear el hechizo de la puerta.
Con un gesto de la mano del brujo, pequeños papiros salieron de un bolsillo de su túnica para ir a manos de los allí presentes.
"Por la puerta trasera he de entrar", podía leerse en ellos.
-¡Memorizadlos! ¡Ya! -exigió Sepalian. Y al momento, cerró la mano en un movimiento enérgico que acompañó de una sílaba distorsionada. Los papiros ardieron con un fogonazo que los hizo desaparecer sin quemar las manos de los hechiceros.
-Sed bienvenidos a la Torre Serpentaria -concluyó.

Esta mañana Noel, Gael y los demás que vinieron al entrenamiento me dijeron que querían ir a echar un vistacito a los nuevos cosechados. ¿Por qué no, acaso hago alguna otra cosa en todo el día? Acepto su propuesta sin dudar un instante.

Más tarde, me dirijo por aire hacia la residencia de los magos. Por el camino, observo Rocavarancolia. Cada edificio, cada una de las callejas es totalmente distinta a cualquier otra. Esa no era mi sensación al llegar a la ciudad, para mí toda era más de lo mismo, descontando los lugares más peculiares que me servían de punto de referencia. El hecho de haber estado casi dos años sobrevolando la ciudad hace que tenga un mapa mental de ella casi perfecto, distinguiendo casi cualquier lugar sólo con un vistazo desde el aire. No me arrepiento de haber venido aquí, no tenía ya nada en la Tierra. Tampoco echo de menos la que era antes de ser transformada.

Cuando llego a Serpentaria, desciendo dando círculos alrededor de la torre mágica, contemplando el alto edificio a medida que bajo los niveles. Cuando llego abajo, me abre la puerta Noel.

-¿Equipo de espionaje? Lástima, sólo tengo un traje negro y unas alas, la próxima vez traeré para vosotros.

Estoy apunto de entrar por la puerta cuando recuerdo que no puedo. Eeepa, más vale que ni lo intente o me tuesta viva.

-Por cierto, ¿anda Nia por aquí? ¡Tengo que saludarla, hace casi un año que no la veo!

Nia

La ulterana se dirigio derrotada y cabizbaja hacia su cuarto. Alisando nerviosamente el mechón de pelo en zig zag, se introdujo en el agua, suspirando. Las dos morenas pronto se acercaron a ella, haciendola arrumacos y caricias con el morro. Nia sonrio y les acarició la cabeza gentilmente.
-Floatfred, fue horrible... Estuve por la ciudad, probando mis remedios y me encontré con un bebé... Los pintan mejor en las ilustraciones.-comenzó explicando.-Y Jetfred, aunque las pruebas fueron un éxito, luego nos encontramos con un miembro del consejo. Hablaba de la alquimia que tanto mencionan los libros...-le explicó al otro, mordiendose un pulgar de rabia.-Quedé como una estúpida... No sabia de que me hablaba, usaba nombres muy raros y diferentes a los mios... Queria pedirle ayuda para que me ayudara con mis estudios. ¡Un tutor! ¿Sabes lo increible que seria eso? A lo mejor a este paso podria encontrar un método para...-
Una de las morenas ladeó la cabeza y boqueó. Algo que parecia una respuesta para la nayade. Nia se agarró las faldas de su vestido.
-Lo se, es imposible agarrar fuego sin apagarlo y sin quemarse... Pero... ¿no era imposible hasta hace poco todo lo que ocurria en esta ciudad? Tiene que haber una solución...-dijo mientras su voz se rompia en un mero murmuro. Se apoyó en el bordillo, descansando su cabeza en sus brazos y cerró los ojos y siguio canturreando la misma canción de horas antes. Al oir su voz, las morenas se enrollaron a su espalda y cerraron tambien sus ojos, apreciando la melodia.
Algo le sacó de su ensimismamiento. La voz del fuego fatuo detrás de la puerta quien le ofrecia ir a unos entrenamientos. Nia dio un respingo y le contestó.
-No va a poder ser, Gael. Hoy estoy algo liada, desempaquetando y eso... Además tengo que preparar un par de cosas que más tarde quiero enseñaros...-dijo riendo nerviosamente. Cuando el chico se fue con los demás, la ulterana suspiró más relajada.
-Supongo que esto significa que debemos ponernos manos a la obra...-
Con un hechizo, atrajo su bolsa y repasó sus apuntes, murmurando entre lineas lo que leia, repasando lo que habia aprendido ese dia.

[...]

Nia jugueteaba con unas conchas con tallas, todas portaban un símbolo mágico, mientras repasaba una lista de cosas, frustrandose a cada entrada de ella.
-¿¡Dónde voy a conseguir todo esto!?-dijo llevandose las manos a la cabeza.-Además, tengo que ir al burdeos para saludar a todos, y ¡oh! a la Sede tambien. Hay viejos y nuevos amigos que quiero saludar. ¿Se acordarán de mi? Tambien...-dijo terminando en silencio como callandose algo. Las morenas parecian entenderla, o eso, o fingian entenderla. La hilera de dientes que se asomaba tras sus labios se contorsionaba en una aterradora sonrisa que cualquiera podria decir que parecian planear algo avieso. Nia siempre las miraba con una sonrisa de oreja a oreja. Las queria con locura, sus dos compañeras que siempre la escuchaban. En otra de sus charlas con ellas, más bien monólogos, la ulterana se dio cuenta de como se habia vuelto más ruidoso todo en la torre.
Se despidio de las morenas con una caricia y una sonrisa y salio por la puerta levitando. Bajo por las escaleras y se encontró cara a cara con el nigromante, que habia salido de la nada para la ulterana. Esta se quedó quieta, como congelada y sus labios murmuraron algo en ulterano, que fue más bien parecido como un discreto chascarrillo.
-...T-Tiznaark...-
La nayade se pegó contra la pared para dejarle pasar. Se habia encontrado con monstruos terribles, habia visto como su vida estaba apunto de desaparecer algunas veces, terribles y oscuras cosas nadaban por los mares de rocavarancolia y, aún así, no podia evitar temer a ciertas personas. No le gustaba mucho que siguiera tras el fuego fatuo, pero comprendia que eso le ayudaba, como tutor. Aun así, le daba mala espina aquel hombre. Tardó un rato en darse cuenta de la presencia de la angel negro. Su cara recobró algo de color y se dirigio a ella discretamente, sin darle la espalda al nigromante.
-H-hola Adara... ¿Q-qué tal?-dijo sin pensar mucho.

Sin haber dormido mucho esta noche fuimos a los entrenamientos, aunque por eso mismo rendimos más bien poco. Nia no quiso venir, aunque me extrañó, ya que podría ver a Adara y a los demás allí. De todas formas en el entrenamiento decidimos volver a vernos por la tarde para ir hasta Maciel a echar un vistazo sin llamar la atención. Ojalá se encuentre allí alguno de los muchachos de Asrena que vinieron conmigo, me gustaría saber cómo les va.

Después de comer Adara llamó a la puerta de Serpentaria y todos fuimos a saludarla.
-Creo que Nia está en su habitación, iré a llamarla -le digo a Adara en cuanto pregunta por la ulterana.
Pero justo cuando me disponía a subir las escaleras no solo veo que Nia ya bajaba, sino que a mis espaldas escucho una voz que hacía tiempo que no oía, y al girarme veo a Siloco apartando a Adara y entrando en la torre como si no existiera ningún hechizo protegiendo la puerta. Vuelvo a toda prisa mientras le escucho divagar y hasta hablar con Noel.
-¡Estoy aquí! ¡Cuánto tiempo sin vernos! -le digo sonriendo-. Tengo... ¡tengo que devolverte tu libro! Ya lo he mirado de cabo a rabo... pensaba pasarme algún día por el cementerio, la verdad... no sé por dónde se me fue el tiempo -añado con tono de disculpa.

Mientras saludaba a Adara en la puerta un extraño personaje entró como Pedro por su casa en la torre, esquivándonos a la maestra y a mí sin miramientos. Su aspecto era ciertamente estrafalario, pero lo que más me llamó la atención fue la facilidad con la que entró sin sufrir daño alguno a pesar de no haber dicho la contraseña. En cuanto empezó a hablar, entré en la torre tras él lanzándole una mirada de desconcierto a Adara antes de desaparecer de su vista. De pronto recordé de quien se trataba, no había duda por su aspecto y los comentarios que estaba haciendo.
-Tú debes de ser Siloco, ¿verdad? -le dije al recién llegado con una sonrisa-. Yo no soy ningún pollo, soy un Draco de Estínfalo y me llamo Noel. Lo de los pollos se lo dejamos a Gael mejor, ¿verdad? -me reí brevemente recordando que había sido este estrafalario individuo quien había enseñado a Gael a utilizar los cadáveres y, por lo tanto, a bailar con pollos-. Y creo que he visto a Gael, sí, vivo aquí con él al fin y al cabo -contesté divertido a su última pregunta-. Voy a... -justo en ese momento Gael apareció en las escaleras-. Bien, ya no hace falta que vaya a buscarle. Así da gusto, se buscan ellos solos -finalizo con una amplia sonrisa.

- ¿mas escandalo? - preguntó con una radiante sonrisa Azura, que descendía las escaleras de particular buen humor. Le seguía Yloh, desperezandose.
Aquella mañana en los entrenamientos habían hablado de ir a espiar a los nuevos cosechados. Hasta ahora, Azura no había tenido mucho interés, pero podía ser un cambio interesante. Yloh mientras se había quedado en la torre durmiendo más de lo necesario, y ambos bajaban después de que ella le despertase para que fuese a comer algo. Adara había llegado a la torre, pero había otro nuevo individuo, del que había pillado el nombre entre las palabras de sus amigos: Siloco. También estaba Nia, que continuaba en la torre.
- Hola, Adara. Mira, este es Yloh. - el chico se adelantó e hizo una breve inclinación de cabeza.
- ¿te espero arriba, dama Azura?- Yloh miró dubitativo a las dos nuevas personas que no conocía, quizás ella quería hablar con sus amigos con privacidad. Luego miró turbado a Adara, su piel negra cubierta de estrellas con largas alas rojas dobladas a la espalda. Podría ser la diosa de la noche. Se lo habría creído si alguien se lo hubiera dicho. Solo que ahora sabía que no eran dioses de nada.
Azura se encogió de hombros.
- No hace falta. creo que a lo mejor puedes venir con nosotros a los torreones. ¿que crees, Adara?

Cuando Gael se gira para ir a buscar a Nia, un hombre entra atropelladamente en la torre vestido de una forma que sólo se podría definir como estrafalaria. De poco no me tira hacia la entrada al intentar apartarme de su camino, pero consigo incorporarme y situarme detrás suyo. Por ahora, tengo demasiado aprecio a mi vida como para acabar frita.

A pesar de su aspecto extraño, es indudable que es un personaje veterano en la ciudad; por su forma de entrar en la Torre y preguntar por el fuego fatuo, es el maestro que ha mencionado alguna vez, Siloco; y por lo que ha contado Gael, podría tratarse de uno de los seres más capacitados para la magia de toda la ciudad. Sólo hace falta ver su aspecto, todo en él parece mágico, desde el chubasquero que le cubre todo el cuerpo al maletín lleno de runas (no conozco ninguna de ellas, igual hasta podría preguntarle...).

Mientras me sigo fijando en el peculiar nigromante, Nia se acerca a saludarme también distraída por el personaje. Giro la cabeza hacia ella y, antes de que pueda pronunciar otra palabra, noto que también se acerca Azura con otro chico que presenta como Yloh.

-¡Nia! ¿Cuantísimo tiempo hacía que no te veía? -saludo primero a la niña que me dirigió antes el saludo-. ¿Dónde has estado todo este tiempo? ¡Tienes que contarme muchas cosas, pequeña! -Luego levanto la mirada hacia Yloh, quien, creo, debe tratarse de otro de los traídos de Nubla-. Encantada de conocerte, Yloh -le respondo con una inclinación de cabeza, al más puro estilo del saludo marcial cuando practicaba kárate en la tierra-. No seas tan formal, chico, que por supuesto puedes venir con nosotros. Si Azura te tiene a su lado, no creo que nos tengas que temer -para que no malinterprete mis palabras, le dedico una sonrisa tranquilizadora.

Después de los entrenamientos, había subido a mi habitación a intentar descansar. Sin embargo, ni yo acabo de tener mucho sueño, ni el resto del torreón parece querer que duerma. Enseguida se forma un jaleo considerable en la planta baja que se hace eco por las paredes del torreón. Aparco el sueño para otro día y decido asomarme a ver. Lo primero que percibo en el pasillo son los olores de varias personas, entre ellas Adara y un aroma dulzón, parecido al de Gael, pero de origen distinto y mezclado con cierto olor a incienso. A pesar de no saber a ciencia cierta a quién pertenece este rastro, casi puedo deducir con seguridad de quién se trata. Gael ya nos había hablado en alguna ocasión de su maestro Siloco.

Nada más llegar abajo, me encuentro con la planta más concurrida de lo que esperaba. Adara está en la puerta, charlando con Noel, Nia, Azura y Yloh. Aparte, se encuentran Koval y su maestro, que además de su peculiar olor, parece también tener unas peculiares pintas. Sobretodo me llama la atención un aparato que lleva cogido de la mano. Sonrío a todos y alzo la mano a modo de saludo.

-Buenas a todos-digo en general, guardando el impulso inconsciente de presentarme a Siloco, para no interrumpirle mientras habla con Gael. << Mantén unos pocos modales >> me digo. Había leído hace ya tiempo varios libros de buenos modales y conductas típicas humanas, pues la mayor parte de mis compañeros son de la Tierra y me parecía lo más acertado tratar de empatizar con ellos. Sin embargo veces como esta, en las que me acuerdo de respetarlos, son más bien pocas.

Mientras Siloco habla no puedo evitar mirar de reojo el ataúd que ha traído con él, ¿qué puede haber ahí sino algo muerto? Tal vez un sirviente como el de aquella vez... Hasta que logra abrirlo exclamando "regalitos", lo que despierta todavía más mi curiosidad y ya miro hacia allí sin disimular. En el interior no se ve nada, sencillamente parece no tener fondo, y sin embargo logra sacar de allí dos bultos, dos cuerpos muertos. Recuerdo la existencia de algunas bolsas sin fondo y artilugios similares por lo que el ataúd no llama mi atención ni la mitad que lo que Siloco dice que son quimeras. De hecho, una de ellas se me hace conocida, aunque está algo diferente.
-¡El acorazado osezno! -exclamo sorprendido sin poder evitarlo. Miro perplejo a Siloco porque no recordaba haberle dicho donde se escondía, aunque no me sorprende que él pueda encontrarlo. No sé ni cómo darle las gracias por esos regalos... aunque todavía recuerdo la conversación del cementerio; nada es gratis y eso lo tengo claro.
Sonrío ante la mención a Jack y mientras se pone a hablar con Giz salgo corriendo en busca del libro, riéndome por lo bajo por lo que ha dicho. Cuando vuelvo abajo se lo tiendo.
-Me ha sido muy útil, he aprendido a conservar mejor los cadáveres haciendo experimentos con pequeños roedores y bueno... otros animales. También he aprendio mucho de biología pero todavía no aprendí a hacer quimeras -las miro maravillado- serán realmente útiles... espero poder usarlas sin problemas.

Observo con bastante curiosidad el gran cajón que Siloco había traído consigo y mi interés aumenta y disminuye a intervalos según el momento. Mientras que el hecho de tener una capacidad aparentemente mayor a su tamaño me resulta tan fascinante como útil, los cadáveres que saca de su interior me echan un poco para atrás, no por asco ni repulsa. Solo que son como el tipo de monstruos que suelen pulular por la ciudad, con pintas de haber sido entremezclados de forma poco natural. Lo único que diferencia a estos es que no resultan grotescos o monstruosos, no más que un monstruo nacido como tal al menos. << Están bien hechos >>, acabo decidiendo al final. Cuando acaba de entregar sus regalos, el maestro de Koval me dirije la palabra de manera repentina, casi sorpresiva, en un tono acusador.

-¿Eh? ¡No! No me comí nada-respondo aparentemente indignado-. Cuando Ethan decidió probar suerte volando yo estaba demasiado ocupado con esto-me señalo la gola y pierdo gran parte la indignación del principio-como para pensar de manera seria en comérmelo-finalizo, ya totalmente desenfadado. En realidad tampoco lo había hecho porque en Letargo, en el patio, ya había visto otras tumbas y había entendido que la mayoría de mis compañeros guarda respeto a sus muertos enterrándolos. Eso y que desde que descubrí la magia en la ciudad, me cuesta creer que nuestras tradiciones sean ciertas, al menos tal y como nos las explican-. Tú trabajo estará a salvo conmigo-acabo diciéndole.

Tras tomar Siloco el libro me incliné sobre las quimeras a admirar cómo estaban hechas y tratar de aprender algo de lo que veía. El acorazado osezno se llevó casi toda mi atención, porque era donde más cambios iba a poder apreciar respecto a cómo era antes. Cuando Siloco habla de nuevo me osbresalto un poco y me giro hacia él, que quiere que me las pruebe. Asiento con la cabeza y decido probar primero la criatura que originalmente era de Jack, ya que aunque hacía tiempo que la tenía, todavía no la había probado.
El trabajo debía de estar realmente bien hecho porque era como meterse en un único cadáver. Confiado, decidí poseer también la segunda quimera y las moví con un poco de esfuerzo hasta situarlas frente al nigromante. Luego, las abandono durante un momento.
-¡Es muy fácil moverlas! Aunque el acorazado osezno es bastante pesado. ¡Serán idóneas en batalla!
Todavía con la emoción en el rostro las poseo de nuevo y las paseo con más soltura por la planta baja del torreón, hasta que salgo para hablar de nuevo.
-¿Necesitan algún cuidado especial? ¿O conservación? ¿Son muy difíciles de hacer? ¿Tienen alguna limitación? Ouh... -me callo de pronto al darme cuenta de lo pesado que estaba siendo por causa de la emoción.

Después de terminar de hablar con Siloco le contamos que íbamos a salir justo en ese momento a espiar a los nuevos cosechados y enseguida nos ponemos en marcha.

Cuando volvimos de Maciel seguíamos hablando acerca de los cosechados. A Nia no parecía haberle hecho gracia que apostásemos sobre sus muertes. A mí ya no me afectaba un tema de conversación como aquel, me parecía totalmente lógico hablar de muertes en Rocavarancolia. Al igual que era lógico pensar que no todos iban a sobrevivir, había muy pocas probabilidades de que eso sucediera. Y nosotros no podíamos hacer nada o acabaríamos muertos nosotros y ellos. ¿El Noel de hace un año habría apostado sobre la muerte de unos niños con la misma frialdad? Probablemente no. Sonreí maliciosamente ante el pensamiento. << En el fondo antes era un blando... >>

-¡Señores! Anoten sus apuestas - anuncio mientras bajo del piso de arriba con material de escritura.
Yo fui el primero en escribir las mías. Lo hice bastante despacio, pues aún no me había acostumbrado del todo a escribir con las garras que ahora tenía por manos.
-...Y listo. ¿Quién es el siguiente? Por cierto, ¿cómo decidiremos quien pierde? Es casi imposible que alguien no falle nada, así que tendrá que ser el que más falle... ¿Y qué apostamos? Yo sugiero una tortura gratis para el que pierda... -dije sonriendo siniestramente-. Es broma -tras una breve pausa, cambié la expresión de mi cara a una bastante más amistosa-. ¿Alguna sugerencia?

Mánia tardó más de lo esperado en llegar a la torre. Se había perdido en más de una ocasión y su cabezonería le había impedido pedir direcciones a los transeuntes. Pero allí estaba, frente a la imponente (o no tanto) torre de hechicería. No sabía si entrar o no...

Se recolocó las ropas. Había elegido un conjunto transparente de color vino adornado con cadenas de oro y cintas de terciopelo negro. Se había colocado ambas orejas en un lado de la cabeza ajustadas con una cinta, y llevaba los pies descalzos salvo por los lazos hasta casi la rodilla y las tobilleras con abalorios negros. Comprobó su reflejo en un pequeño espejo que había traído y que guardaba Harex sabe dónde y se sonrió a sí misma. Le había crecido el pelo hasta los hombros y aunque se veia rara no acababa de disgustarle.

Guardó el espejo y vagó en torno a la torre buscando una entrada. La principal estaba cerrada, pero no se atrevía a llamar, y bien pensado entrar por una ventana no sería lo más correcto tampoco... Decidió alejarse unos pasos de la entrada y se valió de un hechizo de proyección de voz para llamar a sus compañeros.

-¿¿Hooolaaaa??? ¡¡Soy Mánia, abridme!!

No hubo una respuesta inmediata, y eso enfadó a la andrógina.

-¡¡Sé que estais ahí, abridme!!- demandó.

Odiaba gastar magia, pero sin Vlad allí no podía hacer otra cosa...

Mientras estábamos enfrascados en el tema de las apuestas, cuando una voz amplificada llegó a nuestros oídos desde fuera de la torre. La dueña de la voz, que aunque se había presentado no hacía falta pues reconocía perfectamente su tono, me sorprendió. No me esperaba que supiese donde vivíamos o si quiera que tuviera algún interés en visitarnos.

-¡Ostras, pero si es Mánia! Vamos a abrirle antes de que intente entrar por la fuerza, cosa que sería típica de ella... eso sería malo -comento mientras me dirijo a la entrada.
Abrí la puerta y allí estaba: la misma Mánia de siempre. Lo único que había cambiado en su aspecto era su pelo, que lo llevaba más largo de lo que recordaba. Así pues se había transformado en algún tipo de bruja, supongo. Y con el mismo tipo de ropa que llevaba cuando la conocimos, aunque todavía más adornada. No me avergoncé tanto como la primera vez que la vimos, aunque evité mirar a otro sitio que no fuese su cara.
-¡Hola, Mánia! Cuanto tiempo sin verte... Parece que estás bien. ¿Está Vlad contigo? Como ves yo tengo algunos... "elementos" de más respecto a la última vez que nos vimos -dije sonriendo y moviendo las alas y la cola-. Por cierto, no intentes entrar: la entrada tiene un mecanismo de defensa que se activa si alguien intenta entrar sin decir la contraseña -dada la impulsividad de Mánia me pareció lícito advertirla al respecto.
Me detuve antes de seguir preguntando cosas, pues la curiosidad por saber en que se había transformado me carcomía, pero lo primero era lo primero.

Una vez Noel baja con material para escribir y anota sus apuestas le pido que anote las mías también y se las dicto. Giz también dice las suyas y entre todos recordamos las de Adara.
-Bien, pues ya está... Sobre los castigos no sé... ¿alguna estupidez? ¿algo arriesgado de verdad o solo algo humillante? -"Por favor, que lo que sea no me toque a mí" pienso sin poder evitarlo, y aun así, de buen humor-. Como... ir a la taberna y pedir un hueco para tocar una canción (si sabéis tocar algún instrumento no vale). O... hacerle un calvo a las casas carnívoras (a una distancia prudencial). No sé -termino casi riendo estúpidamente.

Enseguida se escuchan unos gritos venir desde fuera y me sorprendo al reconocer el nombre que dice la voz. Sigo a Noel, que sale disparado a recibir a la muchacha.
Cuando llegamos afuera miro con curiosidad a la tal Mánia, que respondía más o menos a las descripciones que había oído de ella... incluído su gusto por la ropa escasa, algo que ya sabía por lo que había leído de antes sobre su planeta. Inevitablemente aparto la vista con nerviosismo, pero a la vez me veo obligado a no ignorarla para no ser descortés, no querría caerle mal la primera vez que nos vemos. Pensando que las llamas consiguen tapar mi sonrojo me armo de valor y la saludo tímidamente sin llegar a presentarme todavía. Me figuro que los demás tienen más de qué hablar que yo.
-Bi... bienvenida -le digo alzando la mano a modo de saludo. Seguro que eso ha sido un poco ridículo. Me aparto para no interponerme entre los que han quedado a mi espalda, pues me acabo de dar cuenta de que Azura también ha bajado al escuchar los gritos.