Torre Serpentaria (Archivo I)

Recuerdo del primer mensaje :

Sepalian Xila se dirigió a los allí congregados y esperó a que se hiciera el silencio.
-Esta es la Torre Serpentaria, una de las más antiguas torres de hechicería de nuestra ciudad. Acogerá a magos, brujos y criaturas con mucha magia -decía desde su máscara sin rasgos pero con raíces cruzadas por todas partes-. Los hechiceros somos pocos pero podemos hacer muchas más cosas que otros. La magia no es sólo un arma que usar en la batalla sino que también puede ayudar a crear y conservar. Y no sólo eso, pues también puede torcer y engañar, ocultar y revelar, y puede hacer cosas para las cuales no existen verbos que las describan. Yo os animo, nuevos ciudadanos, no sólo a que bebáis de las maravillosas fuentes del conocimiento mágico, sino también a que contribuyáis a este noble saber capaz de elevar a quien lo comprende. Dentro de esta torre encontraréis todo lo básico para iniciar vuestro camino por la senda de la magia y estableceros en la ciudad y colaborar en vuestras investigaciones y aprendizajes -a Sepalian le estaba gustando su discurso. Le agradaba la imagen de importancia que debía estar proyectando sobre los recién transformados.
-Este es un lugar serio de trabajo, así que rogaré a los curiosos que os abstengáis de entrar. Por eso también os daré la contraseña para sortear el hechizo de la puerta.
Con un gesto de la mano del brujo, pequeños papiros salieron de un bolsillo de su túnica para ir a manos de los allí presentes.
"Por la puerta trasera he de entrar", podía leerse en ellos.
-¡Memorizadlos! ¡Ya! -exigió Sepalian. Y al momento, cerró la mano en un movimiento enérgico que acompañó de una sílaba distorsionada. Los papiros ardieron con un fogonazo que los hizo desaparecer sin quemar las manos de los hechiceros.
-Sed bienvenidos a la Torre Serpentaria -concluyó.

Jack aparece frente a mí casi como de la nada, camuflado en la oscuridad.
-¡Hola! -le digo de nuevo, ahora con la seguridad de que me está oyendo-. ¿Qué te trae por aquí?
Jack me saluda de nuevo y empieza a explicarme que viene por la sorpresa que me ha preparado y me cuenta en qué consiste. Atiendo sorprendido por lo que ha estado experimentando por su cuenta. Imaginación no le sobra, y se ha encargado de hacer algo sorprendente él solo. Desde siempre se le han dado muy bien todas las cosas manuales, debería aprender de su destreza si quiero hacer cosas útiles yo mismo. Ha tenido la misma idea que yo, y ahora me muero de ganas de verla. Por la descripción detallada que hace Jack es un animal muy interesante, y ha debido de estar horas y horas esforzándose en ello. Empiezo a arrepentirme en parte de habérselo pedido, se sacrifica demasiado por los demás sin recibir nada a cambio, pero espero encontrar la manera de pagárselo como sea.
-Todo eso es... es.. -intento decir, quedándome sin palabras-. Es genial, Jack... ¡no hacía falta que te molestases tanto! Yo... no sé qué decir... Tengo que pagártelo de alguna manera. El... el Acorazado Osezno -digo recordando el nombre- no estoy seguro de poder usarlo todavía, debería ir y comprobarlo... Según sé necesito más práctica y, sobre todo, un hechizo o algo así. Es... justo lo que quería aprender a hacer, cadáveres por pedazos. Pero de momento solo puedo poseer las piezas de cada cadáver por separado, y si con una no puedo mover las demás... sería un problema. Pero aprenderé, lo prometo, y todo lo rápido que pueda. -Mi voz suena emocionada, pero no es para menos-. Quiero ver ese bicho tuyo... ¿Crees que podría ir a donde lo tienes algún día?
Jack y yo acordamos que quedaremos al día siguiente al anochecer en el barrio derruído, porque hoy ya es demasiado tarde y yo estoy cansado. Asiento con energía, esperando que llegue ya la noche siguiente, y nos despedimos. Entro de nuevo al abrigo de la torre y voy a recoger el estropicio que había todavía en mi habitación. Me como las sobras que dejé en el horno cuando cociné después de levantarme, calentándolas un poco previamente, y vuelvo a la habitación ya notando el agotamiento. Voy a mi esquina dedicándole una mirada de reproche a la mesita y me acomodo cerca del techo haciéndome un ovillo. Echo un último vistazo a la ventana, como esperando ver a Jack allí todavía, pero por supuesto no veo a nadie. Cierro los ojos con suavidad y me mezo de un lado a otro mientras pierdo altura, hasta acabar profundamente dormido.

Nia abrio los ojos lentamente. Habia estado unos dias muy tranquila en su tanque, bajando a comer para luego practicar algo de magia y volver al tanque. Lo mas productivo que habia conseguido estos dias era aprender a como canalizar el poder guardado en el anillo. Todavia un desgaste terrible de poder magico. Salio de la cama y a la superficie donde, como siempre se quedo meditando y planeando el curso de accion del dia. Se termino de arreglar el pelo que ahora llevaba semi trenzado y lanzo el hechizo de levitacion sobre si misma. Bajo a la cocina para prepararse el desayuno que consistio en pan con carne fresca. Comio sin mucha gana y le dio los restos a la bañera. Subio las escaleras y abrio el libro de magia por el hechizo de paralisis. Suspiro y comenzo apreparar el hechizo, practicando el metodo de lanzamiento. Este por suerte, era mas sencillo que el de intangibilidad y lo consiguio dominar al poco tiempo. Ahora solo le faltaba un sujeto de practicas...

Cuando me desperté lo hice con energía, por las ganas de que llegase la noche e ir a ver lo que había hecho Jack. Pero todavía faltaba mucho, y tenía que matar el tiempo con algo. Los libros ya los había leído, así que mejor sería hacer algo más práctico. Pero antes de nada decidí que lo mejor sería prepararme algo de comer. No tenía muchas ganas de cocinar así que solo me hice unas tostadas con mantequilla y después le sumé por capricho un huevo frito, al ver que hoy sí había algunos en la despensa.
Mientras comía me quedé pensativo, no me apetecía quedarme en el torreón probando hechizos básicos de fuego o poseyendo más pollos. Pensé en la biblioteca, en todas la información que todavía había allí sin leer, y en que ya quedaba de paso hacia donde había quedado con Jack. Decidí hacer un filete a la plancha para meterlo dentro de un poco de pan y envolví el bocadillo en una servilleta de tela para llevármelo y pasar el día fuera. Hechicé la servilleta para que no prendiera y, contento por salir un poco de la torre, atravesé la puerta.
Ya en el exterior empiezo a avanzar siguiendo la calleja que lleva al norte, poniéndome a silbar alegremente. Pero de pronto me detengo. La nota, la dichosa nota. Pateo la grava del camino y me doy la vuelta para entrar a la torre otra vez y busco un pergamino que ya no sirva y una pluma.
"Me voy a dar un paseo hasta la noche" escribo. Firmo como Gael y me quedo mirando la nota unos instantes antes de tachar y escribir Koval al lado del borrón de tinta. Dejo la nota sobre la mesa de la cocina y vuelvo a salir de la torre, sin silbar ahora, y tratando de llegar cuanto antes al norte de la ciudad.

(Sigue en la Biblioteca Mágica).

Nia había estado practicando el hechizo toda la tarde y empezaba a oscurecerse. Podia decirse que ahora lo tenia dominado, junto con un mejor uso del anillo. Decidió bajar a la cocina para cenar algo. Cuando entró distinguió una nota en la mesa de la cocina. La escritura y firma era de Gael pero un tal Koval había tachado el nombre del chico y había puesto el suyo.
-Hum...¿Quien será este Koval?-se preguntó Nia.-¿Y que consigue con poner su nombre en la nota?-Nia siguió dándole vueltas a la cabeza mientras pensaba en ello. Cogió algo de carne y salio hacia el baño donde le esperaba la bañera, hambrienta. Al instante se le iluminó la mente con la respuesta, tan chocada que soltó la carne al suelo para gusto de la bañera.
-¡Gael se ha cambiado el nombre!-exclamó en voz alta.-Y no me ha dicho nada...-
>>Tu también has hecho algo parecido.-le dijo su consciencia cruelmente.
-Yo...Yo...Yo solo uso ese nombre para la gente que no es de confianza...Nia es mi nombre ulterano y es demasiado amable para un monstruo...-
A Nia se le quitó el apetito y se dirigió al salón, donde se derrumbó en el sofá con el libro para aprender Ulterano y estudio su vocabulario de mala manera.

Cuando diviso la estructura de la torre Serpentaria, ya me siento en territorio conocido. Hago más lento mi avance y paseo disfrutando de la noche, a pesar de que es fría y la noto demasiado en la piel. Sigo echando de menos las estrellas y la Luna en el cielo, esa negrura que hay ahora... me trae recuerdos de cuando llegamos aquí y vi el cielo vacío de la noche por primera vez. Fue chocante, e inquietante. Y de alguna manera me sigue resultando extraño, pero hoy eso me importa más bien poco. Suspiro. Al final he estado todo el día emocionado para nada. Sus motivos tendría Jack... es más, no le estoy dando nada a cambio de esto y ha trabajado mucho, así que lo menos que puedo hacer es no enfadarme. No, no estoy enfadado, no sé qué me pasa. Pero mañana ya lo habré olvidado, estoy seguro.
Entro en la torre diciendo la contraseña y me froto las manos con energía, que llamean con fuerza por el roce. El ambiente del interior me resulta más agradable, y siento como mis músculos se relajan. Allí afuera me puse demasiado tenso, tal vez por el miedo que pasé en el barrio derruído. Pero así son las cosas, no debo olvidar que sigo siendo un niño y sigo siendo débil. Me adentro en el edificio y al pasar por delante de una sala común veo a Nia con un libro.
-Oh... hola... -saludo al pasar.

Nia se pone de pie de pronto al ver a Gael y cierra el libro secamente. Se acerca a él, con la mirada alicaída y le coge de la camiseta, tirando de él. sin importarle si se quemaba o no. Mira para otro lado. No podía mirarle a los ojos y entonces habló.
-¿Desde...¿Desde cuando te has cambiado el nombre?-fue lo único que quiso decir. Aún así se encontraba sin fuerzas para preguntarle algo más. Además, notaba algo raro en el chico, y eso era frustración no sabia porque pero la combinación peligrosa iba a llegar.
-Yo...No se...¿Porque te lo has cambiado? No...¿No quieres conservar tu pasado?-

Nia se acerca de pronto, la veo distante, y me pregunto qué habré hecho ahora para que se moleste. Pero de lo que me habla es de mi nombre. Me quedo pensativo un instante, hasta que recuerdo la nota y su tachón.
-Desde hace tiempo. Después de la luna, de las transformaciones... decidí que si ya no era Gael no debía llamarme así. Aunque mucha gente lo siga haciendo. Cuesta desprenderse de un nombre. No abandoné mi viejo nombre para olvidar mi pasado, sino justo por lo que tú has dicho: para conservarlo. El niño que llegó a Rocavarancolia era alguien, y ahora... ya no soy ese alguien, prefiero ser Koval Ember, al menos para todos aquellos que no me hayan conocido antes del cambio. Soy, y no soy el mismo. Pero prefiero que Gael siga siendo solo Gael. No Gael el fuego fatuo, el niño de la tierra que, quizá, ha muerto, desaparecido... o lo que quieras, pero que seguirá siendo un niño.
Le sostengo la mirada, serio. No le había dicho a nadie lo del nombre, realmente. Solo me había presentado a dama Puntada como Koval... Y Siloco... él me llamaba Gael también. ¿Por qué lo sabría? ¿Nos espiaba? Como quiera que sea, parece que me va a costar que me llamen por mi nuevo nombre. A mí mismo me cuesta desprenderme de mi nombre... me gustaba. Pero mi decisión es inamovible.

Nia confirma sus sospechas al oír las palabras de Gael. Cierto era que había pasado poco tiempo con él antes de la Luna pero había sido el tiempo suficiente.
-Yo...Yo prefiero usar mi viejo nombre para mis amigos. Me hace creer que aun somos amigos entre nosotros, que esto nunca ha cambiado. Pero... también conseguí un nuevo nombre y una nueva identidad cuando la Luna salio. Perdí a Harm. Perdí a mi familia. Gae...No-se corrigió rápidamente Nia.-Koval. Si quieres que te llame por tu nombre de después de la Luna, así lo haré pero, pero...-unas lágrimas se asomaron en su rostro.-Gael, el chico torpe y Koval, el Antorchita son la misma persona para mi.-y entonces Nia,se forzó a reír un poco.-Soy estúpida por darle muchas vueltas a esto ¿verdad?-dijo mientras le miró a los ojos, por primera vez aquel día y, como si se tratara de una persona diferente, Koval le devolvió la mirada.

-Le das demasiada importancia a eso -empiezo a decir-. Llámame como prefieras... Pero quiero ser Koval en Rocavarancolia. No es algo personal con nadie, no significa nada, nada cambia por mi parte con todos vosotros... -Entonces me fijo en que una lágrima había resbalado por su cara y me quedo cohibido-. ¿Por qué lloras? Es... uf -aparto la mirada-. Olvídalo. ¿Por qué le das tanta importancia? No es nada personal... No tiene nada que ver con vosotros. No cambia nada.

Entonces me vuelvo y voy a la cocina, donde saco un poco de queso y empiezo a comer acompañándolo de pan. ¿Me habré pasado con ella? Lo achaco a mi mal humor de hoy, pero aun así... no tengo por qué enfadarme al ver que se tome siempre todo tan a pecho. O que llore por nada. A veces es tan débil... y otras, cuando no debe, se hace la dura. Meneo la cabeza con disgusto y me centro en mascar el pan y el queso. No sé cómo he acabado teniendo un día tan torcido.

-Yo quiero llamarte Gael pero si ya no usas ese nombre...No quiero que te enfades conmigo.-dijo Nia secándose las lágrimas. No era los nombres sino los vínculos con las personas que guardan estos lo que mantenía a Nia tan aferrada a la idea de que cambiasen de nombre.
-Déjalo. Soy estúpida. Ahora me iré a dormir. Buenas noches.-en su tono de voz se notaba prisa pero la chica se estaba rompiendo por dentro. Entró a su cuarto y se metió debajo de las sabanas de la cama para llorar, mezclándose sus lágrimas en el agua salada.
Si que cambia.

Nia se marcha justo cuando dice que es estúpida. Me quedo exactamente donde estaba, mascando el pan con desgana hasta que me canso y lo tiro de malos modos sobre la mesa. Me masajeo el puente de la nariz durante unos instantes, sin pensar en nada en particular, y luego más calmado recojo lo que he tirado y lo dejo con los deshechos. Resoplando subo las escaleras y me meto en mi cuarto, sentándome con las piernas cruzadas en el aire, cerca del suelo. Siempre todo se complica desde la nada, siempre. Odio cuando parece que nada en la vida es fácil y que todo sale mal... y hoy no ha pasado nada, pero hemos acabado así. ¿Por qué tiene que llorar y hacerlo todo tan complicado? ¿No puede mostrarse fuerte y segura para estas cosas... y más cuidadosa para otras? Y he quedado como el malo de la película... y también me siento mal por eso. Pero hoy no voy a ir detrás a pedirle perdón. No tengo el día para eso... ella tampoco ha puesto de su parte.
No... mañana lo veré de otra manera, y ella también. No tengo ganas de seguir malhumorado por algo así, no quiero hablar más sobre ello, ni pedir disculpas. Y sin embargo me siento horrible.
Cuando levanto la vista veo a la mesita a mi lado, parece como si estuviera allí detenida, esperando algo.
-Déjame en paz -espeto dándole la espalda-. Ya ha sido un día lo bastante horrible. Y por nada. ¿te lo puedes creer? Pero me he puesto de mal humor, y ahora estoy exagerándolo todo. En fin... Y encima, estoy hablando con una mesita.
Suspiro ruidosamente y me voy a mi esquina predilecta a intentar conciliar el sueño. Ya veré cómo están los ánimos mañana. Aunque a pesar de que mi intención es dormirme, tardo bastante en hacerlo. Le doy vueltas a demasiadas cosas, si debo sentirme culpable o no, si me he comportado como un idiota o no, o si ella fue la que exageró... Y mucho más, muchas cosas que nada tienen que ver y que me preocupan. Independientemente de lo de esta noche, sí creo ser un idiota.

Nia se despertó apenada. No tardó en prepararse. Usando el hechizo de levitación, salio del agua hacia la cocina, chorreando agua por el lugar. Necesitaba ir al mar y lo necesitaba pronto. Sentía como si fueran a caersele las paredes encima. Entró en la cocina y desayunó malamente. Dejó un resto a la bañera y se dispuso a salir, notando el peso del hatillo en el costado. Nia miró atrás una última vez. Quizás le estaba dando mucha importancia. O quizás seria que las cosas debían desarollarse de ese método. Nia suspiró y salio por la puerta, rumbo al mar, donde pertenecía.

(Continua en la bahía de los naufragios.)

Me despierto bastante tarde, con dolor de espalda y un poco de cabeza. Me froto los ojos con cansancio, ayer me costó quedarme dormido. Qué tontería lo de anoche, ¿por qué tienen que pasar estas estupideces? Cojo un libro al azar de encima de la mesa y me voy a la cocina para comer algo. Preparo un huevo y un vaso de zumo y me los termino rápidamente. Abro el libro por una página al azar, pero no tengo ganas de leerlo de nuevo. Hago varios intentos hasta que me canso y subo a dejarlo de nuevo en la habitación. Al pasar vi la puerta del cuarto de Nia, cerrada, por supuesto. Me quedo pensativo y mientras le mesita aprovecha para darme toquecitos en los pies.
-Para -murmuro distraído.
No estaba bien que dejase las cosas así. Ayer estaba de mal humor, y me pasé. Y hoy me duele la cabeza, pero no tengo ganas de discutir. Salgo de la habitación otra vez y me acerco a la puerta cerrada, golpeándola con los nudillos. Suspiro al no recibir respuesta.
-¿Nia? No te hagas la sorda. Si estás ahí... ¿Me oyes? Voy a entrar. Estoy abriendo la puerta -advierto mientras empiezo a empujar lentamente. Me extraña no escuchar nada aun así, y cuando me asomo me encuentro la habitación vacía, en el tanque de agua no hay nadie. ¿Cuándo salió? No vi ninguna nota en la cocina. Bajo las escaleras y busco en todas las habitaciones pero no veo nada. Meneo la cabeza con disgusto, ¿qué idea le habrá dado ahora? Es capaz de... intentar irse o algo así. La he armado pero bien. ¿Adónde va a ir? Si tiene once años. ¿Al mar o... al burdel? Debería probar primero allí, por si acaso. Pensará que sigo enfadado, no estoy enfadado, y creo que sí se merece una disculpa.
Recojo lo que he revuelto en la cocina rápidamente y sin perder más tiempo salgo afuera. Empieza a caer la noche y cuanto más tarde se haga, peor veré y más complicado va a ser encontrarla.

(Sigue en Barrio Derruido).

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Llego a toda velocidad en el cuerpo del colaespina y me detengo ante la puerta, dejando cadáver a un lado, abandonándolo. Digo la contraseña y entro, buscando a toda prisa un libro de magia más básica. Después de buscar durante un rato, encuentro uno similar al que teníamos en Letargo y paso las páginas buscando un hechizo sencillo de localización. Doy con uno que requiere bastante energía y es complicado, pero decido intentarlo de todas formas. Lo practico varias veces, asegurándome de que va a salir bien a la primera y no acabaré siguiendo un rastro inadecuado, y cuando creo que lo tengo compruebo que todos los amuletos que llevo encima estén cargados, y lo realizo. Al principio creo que no ha cambiado nada, pero entonces siento como un rastro mágico. Es extraño, pero puedo seguirlo, o eso creo. Salgo afuera para volver a poseer al animal y echo a correr de nuevo, persiguiendo el rastro. Al cabo de un rato confirmo la sospecha de que era hacia el mar. Solo espero no meterme en problemas ahora mismo, porque no me queda mucha energía en los amuletos.

(Continúa en la Bahía de los Naufragios).

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Nia y yo volvemos desde el mar atravesando la ciudad en la noche. Para no perder el cuerpo del colaespina volví en él, guiando la marcha. Pero al llegar a la puerta me pregunto si podré guardarlo en le interior del edificio, no creo que a nadie le gustase encontrárselo. Dejo la posesión y salgo del animal para decirle a Nia que vaya entrando, y mientras busco un edificio colindante que esté vacío y entro por una ventana haciendo levitar al animal. Lo congelo como hice con los otros dos allá en el barrio derruido y lo dejo dentro de una habitación. Mañana podré volver y buscar un lugar mejor para guardar todos los cadáveres. Lo que no sé es qué encontraré por esta zona. Prefiero pensar en ello mañana, porque hoy estoy demasiado cansado para tener alguna idea.
Vuelvo a la torre y me dirijo a la cocina. Aunque no tengo ganas de ponerme a hacer nada complicado, sí tengo hambre. Me encuentro a Nia sacando cosas para comer y me ofrezco a hacer algo con ellas. Paso dos pedazos de carne y mientras tengo una idea. Recuerdo las macedonias de Vacuum y me pongo a cortar frutas con la ayuda de Nia para preparar una. Quito la carne del fuego y la sirvo en dos platos para empezar a comer. Los párpados se me cierran, pero aguanto como puedo. Al comer la macedonia me embarga la melancolía, recordando el torreón, las cenas con todos los demás...
Al terminar recogemos los platos y subimos a las habitaciones. Le doy las buenas noches a Nia y entro en mi cuarto. Entre el cansancio y que hoy me siento mejor, caeré rendido enseguida. Ignoro a la mesita al pasar, aunque ni siquiera me parece verla moverse. Voy directo a mi rincón y me mezo en el aire con los ojos cerrados hasta quedarme completamente dormido.

Nia despertó y, adormilada se apoyó en el bordillo, peinándose con dos coletas altas mientras repasaba mentalmente sus estudios de ulterano. Era bastante aparatoso. No recordaba que le fuera tan difícil de aprender la primera vez. Las conjugaciones de verbos eran brutales y, al final se rindió de seguir intentándolo. Iba a repasar más seriamente y esta vez, enfrente del libro. Lanzó el hechizo de levitación y bajó a la cocina. Ahí desayunó poco, pues no tenia mucha hambre y salio al salón a estudiar.
-Otro día más encerrada...-comentó triste.

La luz me despierta cuando ya parece ser algo tarde. Me desperezo con parsimonia y miro por la ventana para ver cómo se presenta el día. Al instante pienso que es una tontería, el tiempo por aquí cambia más bien con poca frecuencia. Me quedo mirando el exterior, tranquilo y solitario. En algún lado de la ciudad están los demás, haciendo su propia vida. Unos en el burdel, otros en la sede... la vieja sede, que según sé ahora está remodelada. Pero aunque la vea me va a costar quitarme de la cabeza su aspecto anterior, cuando dormíamos en las escaleras, esperando que llegase la comida y cazando lo que buenamente podíamos. ¿Y qué será de la gente que ha ido a parar allí? Hace mucho que no sé de ellos. Jau, Adara... No estuvieron en la taberna aquel día, solo el del retrato del burdel, que siempre recuerdo con una sonrisa, y Alexander, que ahora se había cambiado el nombre. Tal vez no vendría mal hacerles una visita a ver qué tal se encuentran. Ni siquiera está demasiado lejos de aquí.
Salgo de la habitación para prepararme algo para desayunar y en la cocina me sirvo leche en un vaso y mojo pedacitos de pan en ella. Suspiro, recordando el cacao en polvo que tanto me gustaba echarle. Sin él no sabe ni la mitad de rico. Al terminar me como una de esas naranjas de tono verdoso y aunque está amarga es muy refrescante. Recojo todo y me decido a salir, pero antes busco algún pedazo de papel donde escribir para dejar una nota. Voy a una sala común para encontrar materiales en ella, pero a quien me encuentro directamente es a Nia, leyendo un libro que había sacado de la biblioteca.
-Hola, buenos días -saludo al quedarme parado en la puerta-. Estaba buscando... es que iba a salir a dar un paseo. Voy hasta la sede de... de los -¿cómo habían dicho que se llamaba?- de los Tauma... turgos. A ver qué tal están los demás, ¿te apetece venir?

Nia se puso de pie como un relámpago y soltó el libros sobre el sofá. Comenzó a dar vueltas al rededor de Gael, emocionada mientras asentía rápidamente.
-¡Si vayamos de visita! ¡No quiero volverme a pasar un día entero en la torre!-dijo Nia. Se les visitaban además podrían ayudarse mutuamente cada uno con sus ejercicios. Y la sede era a donde iban los guerreros, y Nia necesitaba aprender como defenderse.
(Continua en la Sede de los taumaturgos)

Adara nos acompaña a Nia y a mí de vuelta a la torre Serpentaria, gesto que le agradezco, aunque creo que no era necesario... tal vez. Me encuentro débil y mareado, y solo faltaría que tuviésemos alguna incidencia en el camino justo hoy.
Pronto vemos la torre. El viaje se me hizo más eterno que de costumbre. Avanzamos demasiado despacio por mi culpa, que no floto como debería. La noche ha caído mientras volvíamos, y ahora apenas se ve, pero ya en la distancia se aprecia un bulto ante la puerta. Nos acercamos extrañados a mirar qué era aquello y poco a poco el bulto va tomando forma humana. Está caído ante la puerta como un juguete roto. Ahogo un grito de asombro y me acerco a ver si está vivo a trompicones, junto a los demás. Pero visto de cerca se adivinaba que poco se podía hacer ya por él. Llevaba lo que parecía un uniforme, y era una persona alta y fuerte de piel arcillosa. La cabeza caía a un lado, y unos ojos sin vida parecían mirarnos. Pero nadie les prestó atención, había algo que llamaba poderosamente a nuestras miradas, la mandíbula inferior no estaba en su sitio. De hecho, no estaba por ninguna parte, alguien se la había arrancado al hombre antes, después, o durante su muerte.
Aparto la mirada, asqueado, pero no puedo evitar volver a mirar una y otra vez.
-¿Qué habrá pasado aquí? -pregunto a las demás-. Esto no es normal... estarán... ¿estarán bien todos dentro?
Siento como el miedo anida en mi estómago, y sin esperar un momento atravieso la puerta diciendo rápidamente la contraseña. Tengo que saber qué ha pasado aquí y quién es este hombre muerto.