Torre Serpentaria

—No pasa nada —contestó con un gesto despreocupado—. Después de...

Lo dejó en el aire, pero no era muy difícil seguir los derroteros de sus pensamientos. Las experiencias de una criba eran alrgas y dolorosas, especialmente en aquellos casos, donde habían sufrido ataques y asesinatos dentro de su propio grupo. Aquello en los macieleros les había servido para unirse, para no olvidar su origen. Para saber cuánto se debían, y que no debían abandonarse. O eso pensaba Bran.

—No, no había ningún idrino —el trasgo parpadeó, mirándolo con algo de duda. Tras un momento se encendió una bombilla en su cerebro—. ¿Te vas de vacaciones o algo? ¿Algún encargo largo que tengas que afrontar en un mundo vinculado?

Shizel vaciló.
—Algo así —dijo evasivamente, y se reprendió a sí mismo inmediatamente. ¿A qué creía que jugaba contando medias verdades, cuando estaba a punto de terminar de prepararse?

Suspiró y por segunda vez en escasos minutos matizó una respuesta.
—No, en realidad no lo es. Lo siento —no sabía exactamente por qué se disculpaba, quizá por mentir. Tal vez el inicio de una pulsación en las sienes tuviera algo que ver con ello. O la sensación constante de que cada vez que sacaba el tema acababa disgustando a alguien—. Vuelvo a Idris, a quedarme aunque vendré aquí muy a menudo. Pronto pensaba hacer el viaje de preparación, y eso me llevaría cierto tiempo. Por eso lo decía.

La noticia fue como un mazazo para Bran. Las palabras de Shizel no le entristecieron, ni le angustiaron, ni le amargaron. Simplemente aquella información le impactó demasiado. No sólo por pasar a ver de forma mucho más esporádica a su amigo (por mucho que fuese a Rocavarancolia dudaba que fuera igual que vivir ambos en el mismo mundo) sino por no poder comprenderlas. Branniel ya se había adaptado por completo a la negra alma de Rocavarancolia, ya había aceptado no sólo su naturaleza monstruosa, sino su pertenencia a aquel lugar. Se apoyó contra la pared, algo conmocionado.

—¿Qué pinta un rocavarancolés viviendo en otro mundo?

El murmullo fue dicho para sí mismo, intentando comprenderlo. Shizel pudo oírlo pero el trasgo ni siquiera se había dado cuenta de que había hablado en voz alta. Levantó la cabeza, mirando esta vez al idrino. Estaba un poco inquietado.

—¿Por qué, qué te ofrece Idris que no tenga Rocavarancolia?

La pregunta le descolocó. Comprendía que DL no lo entendiese, siendo su mundo tan radicalmente diferente del suyo... ¿pero Bran? Había tenido una familia, seguro que había dejado amigos atrás. ¿No se le ocurría ni una sola cosa que echara en falta?

—No tener que estar pendiente de intentos de asesinato, por ejemplo, está bastante bien —bromeó sin mucho ánimo porque era una razón genuina—. Dejé cosas atrás de las que Miseria no me habló cuando acepté venir. Cosas y gente que me gustaría recuperar. Por eso me metí al mentalismo en primer lugar.

El trasgo negó con la cabeza, no tan seguro como el idrino. Aun así su pequeña broma le sacó una sonrisa.

—No creo que te libres tan fácilmente de los intentos de asesinato... A menos que las visitas sean simplemente para visitarnos y divertirnos un rato. Y no sé si incluso así...

Cosas. Gente. Atrás.  Eso no tenía sentido para Bran, pero no por haberse integrado en Rocavarancolia. Era un trasgo. Un engendro. Comía personas, tenía cola, cuernos casi demoníacos, bocas en las manos por las que escupía un líquido repugnante, una droga demencial. Y su aspecto también era horrendo. Él no podía volver, no así, por lo que había enterrado cualqueir posibilidad y recuerdo de Nubla en el fondo de su mente. Y... había pensado que el resto había hecho igual, pero se veía que no.

—Comprendo —murmuró. Lo miraba con intensidad—. Espero que tengas cuidado cuando vuelvas. El consejo no se andará con remilgos si pones en peligro a la ciudad. Y contra ellos nadie puede hacer nada: ni tú, ni yo, ni la secta, quizás ni siquiera Ewa. Nadie —había un deje en su voz, un asomo del terror que sentía ante la posibilidad de que el rey considerase demasiado peligroso aquello y ordenara que le cortasen la cabeza sin contemplaciones.

—No voy a revelar Rocavarancolia a nadie —Shizel resopló—. No soy imbécil. Y según me han contado los de la Tierra, la definición del Consejo de discreción es bastante amplia: la gente regresaba cuando quería. Y aunque no fuese así, no pueden controlar qué hace cada transformado. Pasamos la cosecha, cumplimos nuestra misión que era abrir vórtices. Mientras no llame la atención, ya no les debo cuentas de qué decido hacer con mi vida.

Habló con más tranquilidad a continuación.
—No pretendo cambiar las cosas. Solo quiero volver a casa y vivir mi vida en paz.

—Estás usando tu lógica —le contestó el trasgo, negando levemente con la cabeza—. Sólo espero que el consejo use la misma.

Seguía preocupado por aquella información, cosa que se podía ver con facilidad. La última frase del skrymir fue un pequeño aguijonazo. Su interior le decía que, por mucho que Shizel no lo pensara o no quisiera decirlo, en una vida pacífica en un mundo vinculado (incluso con visitas esporádicas a Rocavarancolia) no había lugar para un trasgo de Ewa.

Volví a la torre después de hablar con Giz, terminé con los carteles y salí a ponerlos por la ciudad. Colgué un total de doce carteles en las calles más transitadas de la ciudad.

Me fui a mi habitación y me eché a dormir, lo cierto era que no esperaba que llegase alguien al día siguiente, aunque sabiendo como era la ciudad estimaba que pasaría alrededor de una semana antes de que me llegase un cliente.

Al día siguiente hablé con Shiz para que me contase como funcionaban sus tarjetas para poder hacer las mías propias. En principio hice unas pocas y se las di al propio Shiz, DL y a Yttria. Seguí estudiando magia esperando por un cliente, el cartel tenía las señas de que vivía en Serpentaria y esperar era todo lo que me quedaba.

No dejé de intentar estrechar mi relacion con Sombra que mejoró ligeramente, lo único que cambió fueron sus intentos de ataque que desaparecieron.

Había salido no mucho antes del trabajo y había pasado por la Sede para ducharse. Y aun así y con la facilidad que tenia para vestirse, se entretuvo por por fin estaba en el torreón de los magos. Inconscientemente había estado atrasando atrasando de nuevo otra incomoda conversación, a pesar de que rato antes había decidido finalizar todo aquello de una vez. "Últimamente son las únicas que hay, esto empieza a cansar" pensó DL suspirando dando la contraseña de la puerta y viendo que era Tsusu quien le abría. Tras saludarlo le preguntó sobre si Shizel estaba allí y la respuesta de este fue bastante vaga, creía que si, en principio.

A DL no le quedaba otra que averiguarlo por su cuenta, por lo que tras agradecerle a Tsusu subió a las habitaciones, respirando profundamente a pararse frente al cuarto del skrymir "Ya me esta empezando a doler la cabeza y aun ni entré..." pensó bastante incomodo y pensándose seriamente si darse la vuelta y volver en otro momento. Estaba acobardándose totalmente, pues aunque no seguía enojado en si, si seguía un tanto herido, por lo que no quería empeorar aun mas la situación si decía algo que no debía. No tenia muy claro que iba a decirle o preguntarle, estaba totalmente en blanco. Pero quería saber porque había tomado finalmente la decisión de quedarse cuando estaba tan seguro de irse apenas unos días antes. No es como si hiciera muchas ilusiones a esas alturas. "Oh vamos, es Shizel...no puede ser tan difícil hablar con el" pensó frustrado consigo mismo.

Se pellizco dolorosamente el dorso de la mano para salir de sus pensamientos paranoicos y pesimistas, golpeando finalmente la puerta del cuarto, sin cambiar la apariencia que había llevado todo el tiempo, aquella anodina del trabajo.

Shizel estaba haciendo limpieza. Limpieza de todos los apuntes de mentalismo que había hecho en su momento sobre su regreso para que no se le escapase ningún cabo suelto, colocando de nuevo en su sitio sus pertenencias a medio recoger. En consecuencia tarareaba un cántico de orden, y distraído la llamada a la puerta le pasó desapercibida inicialmente.

No reconoció inicialmente a la figura al otro lado de la puerta, ya que tampoco saludó primero y no tuvo oportunidad de reconocer ninguna inflexión familiar, pero el colgante de Enredo que llevaba, como siempre, le dio la pista.

—Hola —saludó a media voz, algo sorprendido. Hubo un silencio pequeño en que el idrino pensó lo que iba a decir—. ¿Llegó Heiss a pasarte el mensaje?

No estaba seguro de si DL querría pasar. Se mantuvo en el umbral de la puerta por si acaso.

Sintió la mirada de Shizel analizándolo y tarde recordó que había ido con la apariencia que usaba para trabajar. Casi pudo ver la extrañeza en el otro y aunque fuese una estupidez se sitio un poco feliz por no ser reconocido al menos por un momento, hasta que este vio su colgante. Tal vez un poco de orgullo de cambiante, quien sabe.

"Esto es mas incomodo de lo que pensaba" pensó aunque luego dudo, recordando la telepatía del idrino. No lo veía capaz de adentrarse sin permiso, pero en esos momentos se encontraba un poco fuera de lugar, inquieto. Al parecer iba a costarle poder actuar con cierta normalidad.

-Si, lo hizo. Por eso estoy aquí -respondió tras un os segundos dudando y vio mas factible entrar a quedarse conversación en la puerta. Ya adentro de la habitación vio algunas cosas fuera de lugar, cuando recordaba Shiz siempre tenia un pulcro orden. ¿Eso no significaba que antes esas cosas no estaban allí? Era como si hubiese cambiado de opinión de un momento a otro y ahora se encontrara acomodándose de nuevo. Se sentía feliz por ver que se quedaría ¿como no estarlo?, pero aquella felicidad se veía sepultada por la incomodidad.

-¿Porque has decidido quedarte? Parecías estar muy seguro de irte a Idris y vivir allí, por lo que contaste -pregunto sin mirarlo, decidiendo ir al grano antes de que propia paranoia lo siguiera torturando. Se sentía cansado y no le gustaba esa incomodidad latente entre ambos, casi podía cortarse el aire con un cuchillo, o era al menos como lo veía el. Tal vez hace unas semanas habría intentado aligerar el ambiente el mismo para evitarle mas malos ratos al idrino, pero por una vez estaba siendo egoísta y empezaba a aborrecer el serlo.

Para Shizel el encuentro tenía más de sentirse cohibido que incómodo. No le gustaba hablarle de algo tan personal a un DL cambiado de cuerpo, pero consideró que no estaba en su lugar recriminar nada.

—Muchas cosas. No estaba tan convencido como al principio ya de entrada, pero hablé con otra persona que me hizo darme cuenta de que tal vez no era lo que realmente quería. Tampoco es que los demás me dierais muchos ánimos —esbozó el inicio de una sonrisa maliciosa, pero la borró pronto. Era un tema que debía ser hablado en serio. Quería que DL le tomara en serio, y por eso le miraba a los ojos—. Pero es definitivo. No hay vuelta atrás, porque no he sellado otra vez los recuerdos sino que los he borrado.

Dejó que eso calara y luego añadió con suavidad:
—Pensé que debías ser el primero en saberlo.


Demoleo había vivido en esa torre hacía unos años, y recordaba perfectamente el hechizo de guardia de la entrada. Por eso hizo que le abrieran y reclamó desde la misma puerta al curandero de Serpentaria.

El varmano había aprendido a no hacer obedecer a sus siervos únicamente a fuerza de dominio: la lealtad era una fuerza poderosa. Y demostrar que se ocupaba personalmente de sus heridas era, a aquella minúscula escala política, útil para forjarla.

A primera vista el herido habría podido pasar por un híbrido de ángel negro, porque aunque su piel era humana sus alas estaban empapadas de rojo, la sangre cubriendo el blanco prístino original de las plumas. La derecha estaba torcida en un ángulo antinatural, y de hecho la izquierda era la que tenía un desgarrón importante: los porteadores le llevaban con delicadeza extrema y cualquier movimiento brusco parecía estar a punto de separarla del muñón.

Demoleo había tenido tiempo de sobra para procurarse contactos veteranos en la ciudad, pero tendía a permanecer encerrado en su mansión a cargo de la servidumbre. Cuando le habían traído a Crathos agonizando el cartel que había visto de reojo en el mercado había sido mano de santo. Le habían curado lo justo para poder moverlo.

Estaba dándole los últimos retoques a una de mis tarjetas cuando Tsusu llamó a la puerta diciendo que reclamaban al curandero de Serpentaria y que parecía urgente.

Sin perder un segundo salí de mi habitación con todo lo que necesitaba y cerré la puerta dando un portazo. Bajé las escaleras de dos en dos y cuando vi al herido y cómo lo traían traté de no perder el aplomo.

-Traedlo al salón, no está para subir escaleras - dicho eso me dirigi al salón y dejé mi zurrón sobre un sillón.- Dejadlo en el suelo.

En cuanto lo dejaron allí realicé dos hechizo consecutivos, uno de anestesia al dolor y otro de levitación. Hice levitar al ser y comprobé sus heridas.

-¿Qué es lo que ha pasado? - pregunté mientras buscaba mis gafas.

DL tan solo suspiro largamente cuando Shizel comenzó a hablar, sacando toda la tensión que sentía acabo acuclillando en el suelo, revolviéndose nerviosamente el pelo. Se sentía un poco estúpido, aun mas avergonzado sin razón aparente, pero increíblemente aliviado, sin ese nudo atorado en la boca del estomago.

-Que medio mundo necesite decirte algo para que tu mismo te des cuenta de las cosas, es muy...frustrante. Y frustra aun mas saber que alguien que no conozco ha conseguido lo que ninguno lograba -añadió mas que molesto por eso, curioso por la persona que había logrado abrir un poco la mente de alguien tan tozudo como lo era el skrymir. Debía ser alguien importante de quien el idrino valoraba su opinión o simplemente no habría hecho ni caso y habría hecho lo que quisiera y creía era correcto. Las ultimas palabras del skrymir le tensaron un poco, viéndolo detenidamente se incorporo con lentitud acercándose a este para inspeccionarlo con atención. 

Pues a base de pensar en ello había entendido que Shizel tenia mucho en su mundo que el no podía siquiera soñar tener, la perdida era significativa. El no había dejado ni familia ni amigos en F.O.N.E.R.A por lo que no había anda que lamentar, en el caso de Shizel era difícil y tras la conversación con Enredo y pensar en ello durante esos días, por fin lo había entendido.

-¿Estas bien con eso?- pregunto con suavidad mirándolo detenidamente y se rasco la nuca, un poco avergonzado- Es estúpido preguntar eso a estas alturas, pero he tenido tiempo de sobra para pensar en lo que dijiste y en las cosas que dejabas atrás ¿no las echaras de menos?- pregunto directamente, observandolo y notando que hablaba en serio con el por primera vez en vete a saber cuanto. Sonrió al oírlo.

-¿Un intento de subsanar el que antes fui el ultimo?- pregunto alzando una ceja, aquello era realmente injusto y se maldijo por ser tan débil con el idrino, era frustrante. Con un suspiro, cambio su apariencia para lucir como el DL habitual y poder hacer lo que quería tras aumentar su temperatura corporal. Era algo bastante masoquista teniendo en cuenta que el idrino no se sentía igual pero ya que mas daba, lo abrazo con fuerza, estrujándolo contra el con real afecto y cierta posesividad, siendo que siempre se había restringido con eso- Eres un idiota de primer nivel Shiz, un cabezota, terco y caprichoso...y yo un estúpido blando masoquista por gustarme alguien tan difícil -murmuro con una risa antes de besar las aletitas que tenia por orejas, su forma particular de disculparlo tras la discusión de la vez anterior. Ya no costandole tanto decir esas cosas, o lo asumía o lo asumía, que remedio le quedaba. Total el le ganaba en cabezoneria al idrino.

Transmitiendo tanto su felicidad por que hubiera escogido quedarse, como cierto consuelo por lo que había dejado en idris con ese abrazo. No tenia ideas de si eso estaba bien o no, pero que mas daba, seria impulsivo por una vez y no haría mucho caso de su cabeza. Tan solo quería estar con el y ya.

—Me conocía muy bien —murmuró Shizel—. Y no fue solo ella. Sólo colmó el vaso.

Se cruzó de brazos, inseguro, casi sin darse cuenta, ante la pregunta siguiente. Era una pregunta que le escocía.
—Seguramente —porque sí, apenas había pasado un día desde que había tomado la decisión, y el idrino aún se preguntaba si habría podido trucar las cosas, pensárselo mejor o tomar cualquier otra. Ahora mismo haciendo referencia a Anya no había podido evitar pensar en que podría haberla convencido para cruzar con él al otro lado del portal. Pero en el fondo el skrýmir creía haber hecho lo correcto, aunque algunas preguntas probablemente le persiguieran aunque pasasen años—. Pero no habría podido jugar a dos bandas eternamente. Algo habría salido mal.

Hizo una mueca pequeña ante la recriminación siguiente. DL últimamente había adquirido la incómoda costumbre de sacar a colación cosas contra las que no tenía réplica. En aquella postura defensiva, el abrazo le pilló completamente por sorpresa, más por la fuerza que encerraba que por el gesto en sí. Y sin embargo, de alguna forma, sentirse aprisionado de esa forma no le resultaba desagradable en absoluto.

Sus palabras enviaron un chorro de sangre caliente a su rostro. No se acostumbraba a oírlo de forma tan directa.
DL sencillamente se alegraba de tenerle de vuelta, y Shizel se preguntó, con una punzada de culpabilidad, qué había hecho en una vida anterior para merecerse una lealtad así.

—Qué caro vendes tu perdón —bromeó, dándole un par de palmaditas en la espalda y separándose un poco, lo justo para indicar con delicadeza que el abrazo había terminado.

Se echó a reír a continuación. No sabía que arreglar las cosas iba a disiparle un nudo en el estómago que ni siquiera sabía que tenía, y se sentía ligero.
—Pues ya no sé en qué nos deja esto —comentó—. Yo venía mentalizado para decirte que si aún así no querías verme no pasaba nada. Me he quedado sin planes.


—Cayó desde gran altura. No presencié el accidente —explicó Demoleo. Miró a uno de sus sirvientes y solo entonces este pareció sentirse autorizado a hablar.
—Fue desde lo alto de la Iglesia de los Descreídos, señor —dijo, cambiando nerviosamente la mirada de su amo a Enredo. Al final termina posándola en el brujo, sus rasgos evidentemente humanos brindándole confianza—. Es una zona llena de callejones estrechos y edificios puntiagudos... chocó contra varios salientes caída abajo.
—Se quejaba mientras estaba consciente así que a lo mejor tiene algo roto —aporta un criado muy jovencito, ansioso de colaborar. Sin embargo se acobarda ante una mirada de cejas alzadas de Demoleo, que sin embargo desvía de nuevo su atención a Enredo.
—¿Sabes arreglarlo? —le pregunta sin tapujos—. Sé hechizos de curación estándar, pero no conozco nada sobre reparar alas. Dejé esa parte sin tocar.

Encontré mi gafas y me las puse, atendí a las palabras de los humanos, al parecer el varmano estaba al mando.

-Gracias, sobre todo lo preguntaba por si se habría peleado contra algún monstruo que pudiese haber inyectado veneno - la pregunta del varmano me pilla por sorpresa y no puedo evitar sonreír.- No te preocupes, te devolveré a tu amigo intacto, aunque lo más seguro sea que no pueda volar en un par de días por si acaso.

Activé las gafas y en cuanto el hechizo se puso en marcha pude ver en el interior del ángel.

-En efecto, tiene tres costillas rotas y un par de ellas machacadas. Una ha estado a punto de perforar el pulmón - comenté con traquilidad, dirigí mi vista entonces a sus alas, la sangre me impedía ver bien así que realicé un hechizo de limpieza.- El ala derecha sólo está rota pero el verdadero reto reside en la izquierda, prácticamente está seccionada - toqueteé varias zonas y antes de tocar el ala izquierda lancé un hechizo de raigambre potente para que no se separase mientras la examinaba.- Por curiosidad, ¿cómo se cayó? ¿Lo derribó algo del cielo?

Empiezo a entonar un cántico que devolverá los huesos a su lugar dejándome sólo su ala izquierda para el final.

Mas que notarlo, dado que el había aumentado su calor corporal, pudo verlo. Ver al idrino sonrojarse por mínimo que fuera era una novedad y le hizo sonreír con malicia por la reacción. Conseguir algún tipo de respuesta de Shizel que no fuese controlada siempre era un placer, por las escasas veces que ocurría.

-No te burles de mi, que si fuera mas cabrón ni habría venido. Tienes mucha suerte -comento, notando claramente el momento en el que el idrino indicó que se alejara y lo miro detenidamente dejando de abrazarlo, pero no alejándose. Por lo general su regla principal era no incomodarlo y darle todo el espacio del mundo pero tras la ultima discusión, un poco de esa paciencia suya se había resquebrajado y dudaba que se reparara. Y con ella también parte de esa suavidad al tratarlo.

Sonrió al escucharle reírse, pues al parecer no era el único que se sentía como si le hubiesen quitado kilos de tensión de de encima.

-Para tu mala suerte no es tan fácil que te libres de mi, a no ser que me borres la memoria y no te lo aconsejo -añadió con una media sonrisa divertida pues sabia bien que no se le ocurriría hacerlo, pero se sentía ligero y con ganas de molestarlo, para variar- Profundizar demasiado en la mente de un cambiante puede ser un autentico dolor -añadió señalando su cabeza con un dedo, manteniéndose a escas distancia suya no importándole a esas alturas incomodarlo-Te diría que tomes en serio lo que te dije hace tiempo, pero como me vas a ignorar me lo ahorro....pero si que haré algo que me prohibiste hace un tiempo -añadió DL con una sonrisa juguetona, dejándose llevar por un simple impulso y no por su habitual sentido común, lo agarro por la nuca acercándolo hacía el para besarlo. Al demonio las consecuencias posteriores, que muy posiblemente no serian buenas, llevaba demasiado tiempo queriendo hacer eso.