Torre Serpentaria

La evaki negó con la cabeza, dispuesta a darle un mordisco ala fruta y frenándose en seco ante el aviso de Eara. Devolvió al fruta a su sitio. un bizcocho con sabor a frutas era mas rico.

-No estoy segura, si menciono algo no debí enterarme. -respondió Samika, que no estaba segura de que cosas había escuchado de sus compañeros y de que no en esos días confusos- Aun no consigo centrarme en una sola conver....Alguien baja -se frenó Samika frunciendo el ceño, aturdida por que sus oídos captaron algo mas allá de la cocina. Aun identificar quien quien era complicado pues le costaba centrarse en un una sola voz o sonido al mismo tiempo. La aparición de Ergot poco después le confirmo que su orejas no habían fallado y suspiro largamente, cubriéndose estas ligeramente pues la voz de Ergot le sonaba incluso mas chillona que de costumbre.

No le dolía ni nada, al parecer podía soportar sonidos incluso mas agudos pero aun no se acostumbraba a oír tanto y tan claramente.

-Buenos días Ergot -saludo de todas formas Samika, sonriendo al vespido sentado en la mesa- Comentábamos que Twixy's volvió a salir y no sabemos donde.- le explico a este resumidamente pues tampoco es que tuvieran mucho mas datos que ese- Ella ya sabe que su pelo es muy querido en la ciudad, así que dudo que este paseándose sin precauciones por aquí, no es tan tonta. Seguramente estará viendo como adaptarse - añadió Samika dirigiéndose a los sinhadre y de paso intentando quitarse un poco de preocupación por su amiga. Twyx sabia cuidarse bien, aunque ante las dudas le preguntarían cuando volviera, mucho mas no podían hacer.

- A mi me esta costando lo ultimo. Me paso las horas muertas aburrida en el cuarto mientras el resto duerme y sigo sin saber ni por donde empezar en de una de mis habilidades - comento con desgano, tomando un trozo del bizcocho que le sirvió Eara- Y llevo sin salir de aquí desde que llegamos, me estoy agobiando. -añadió apoyando la barbilla en la palma de la mano, intentando evitar centrarse en ruidos de arriba

>>-¿Os parecería ir a ver la Sede? No estamos haciendo nada de todos modos- pregunto mirando a los demás atentamente, ansiosa por que aceptaran, pues había estado pensando en ello tras descubrir que no había zonas para entrenar en serpentaria. Ademas podrían visitar a los que se fueron a ese refugio.

«Da hasta reparo» pensó Ayne cuando Samika detectó que alguien bajaba las escaleras, aun si él no escuchaba absolutamente nada. Eara sonrió al ver a la evaki dejar la fruta de nuevo en su sitio y empezó a rebuscar el trapo para sacar del horno la fuente. Quien se presentó en la cocina fue Ergot, aparentemente con hambre.
—Dale solo unos minutos para que enfríe, y es tuyo. —La sinhadre cortó pedacitos para todos los presentes y los puso en platillos para que enfriasen más deprisa.

Entre tanto, Ayne se incorporaba a la conversación entre Samika y Ergot.
—Aun así no sé qué le costaba pedirle a alguien que la acompañase —dijo, un poco molesto. A la frivy parecía gustarle jugar con fuego. Cuando Samika habló de sí misma sonrió de medio lado y añadió—: Ni que saliésemos tanto del torreón antes.
Pero eso no quería decir que no le diese la razón. Simplemente, ahora que las cosas habían cambiado, seguían sin tener a ningún lugar en especial al que ir. El anima aún no se entendía con su transformación y Eara era la misma de siempre. Aunque Ayne sabía que le debía a su aurva ver Rocavarancolia, aún no tenía habilidades con las que defenderla eficazmente de los peligros de la ciudad.

—¿A la sede? ¿Para? —fue la respuesta del edeel a la propuesta de Samika.
—¿Por qué no? A lo mejor os gusta el sitio que tienen allí para entrenar, y nadie ha dicho que no podamos visitar a los que se han quedado allí.
—¿Entrenar, eh? Supongo que era una costumbre demasiado sana como para perderla del todo —dijo Ayne con un suspiro.

Ergot esperó pacientemente a que se enfriase su desayuno al tiempo que escuchaba lo que le contaban sus compañeros. Se sorprendió ante la noticia sobre la frivy y respondió a Ayne ante su reproche:

-Estoy de acuerdo con Samika, Twixy’s sabe cuidarse sola, aun así me gustaría saber a dónde ha ido… ¿creéis que ha ido sola porque es secreto? ¿Habrá ido a visitar a…- por su mente paso la imagen de Emmit convertido en árbol pero otra imagen mucho más aterradora la remplazo: -Lemus? Puede que sí debería de haber ido acompañada, al menos hasta que nos hayamos acostumbrado a todo “esto” y conozcamos bien la ciudad…

Cuando la evaki termino de hablar sobre su situación el véspido se sintió identificado y de la emoción casi se atraganta ante la propuesta de ir a visitar la Sede:

-Yo también quiero salir de aquí, al menos por unas horas… aun no puedo volar pero ya salto y camino casi como antes.- y tras el breve intercambio entre los sinhadres añadió: - Además es la oportunidad perfecta para Samika y para mí de buscar a Rasqa y pedirle ayuda…- dudó por unos momentos sin saber si lo siguiente que iba a decir era demasiado pedir: - y si nos sentimos con fuerzas después podríamos dar un rodeo y visitar a Emmit. Me gustaría ver si está bien y que nos vea con nuestra nueva apariencia. Seguro que le hace ilusión nuestra visita.

Se terminó el gran trozo bizcocho que aún le quedaba de una tacada y con más energía y felicidad gritó: -¿Y bueno a qué estamos esperando? ¡Vámonos a la Sede!

Sigue en...

Kimbra asintió a la explicación del kairós y luego siguió el orbe como este le había indicado hasta que este desapareció frente a unos escritorios. Kimbra cogió todo el material que creyó conveniente y luego siguió a la idrina de vuelta al lugar de origen, donde les informó de su intención de volver a las habitaciones, además de pedirles información sobre la transformación sufrida por Sekkeh.

Ya con todo el material necesario, y habiéndoles agradecido debidamente a los dos habitantes de la torre su ayuda, se despidieron de ellos antes de volver a entrar a la habitación anteriormente seleccionada. Para beneficio de Kimbra, la estancia contaba con una mesa sobre la que pudo colocar el libro abierto y los materiales de escritura con la intención de comenzar a coger notas del mismo.

En un pergamino la krabelinense iba apuntando los puntos que creía clave de su transformación, remarcando los que en su opinión requerían de un análisis exhaustivo, y en otro pergamino iba escribiendo los conceptos cuyo significado desconocía con la intención de preguntarlos posteriormente a Irianna o consultarlos en algún libro. La letra de la Hija de Lunas todavía era tosca y primitiva, agravada además por el precario dominio de sus nuevas garras; cubierta de faltas de ortografía, y de ritmo lento y pausado, pero era legible y por el momento era lo único que la engendro necesitaba.

En aquel momento, la idrina llamó su atención preguntando por los aspectos más destacables de su transformación. Kimbra dejó la pluma sobre la mesa y se volvió hacia su compañera.

- Según queda plasmado en este ejemplar, mis arañazos resultan actualmente venenosos, comenzaré a tener una tendencia a llevar a cabo actividades morbosas, aunque desconozco el significado de dicho concepto-. Kimbra quedó callada unos segundos pensando en otros aspectos destacables-. Según dice he adquirido o voy a adquirir la capacidad de percibir los sucesos relacionados con la muerte. No he entendido exactamente este punto, por lo que creo que voy a tener que llevar a cabo una investigación más extensa sobre el significado de esta… habilidad. Algo que remarca bastante el libro es la forma de obtención de carga mágica. Parece ser que para poder hacer uso de la energía superior tengo que llevar a cabo una serie de acciones, o más bien parecen ser rituales, que consisten básicamente en impregnar mi coraza con fluidos corporales pertenecientes a seres inteligentes que yo misma haya extraído.

Ya que Kimbra se había sentado a escribir sobre el escritorio la idrina ocupó la cama para continuar leyendo. Mientras la krabelinense hacía anotaciones, la lacustre aprendía acerca de cómo manipular la niebla. Quería probar dos cosas que, según lo que había entendido, no deberían resultarle complicadas, pero primero se interesó por lo que había descubierto la hija de lunas sobre sí misma. Se acercó al escritorio mientras le preguntaba, ojeando de pasada sus anotaciones y señalándole los errores de escritura que saltaron a sus ojos solo con pasar la vista sobre el pergamino.

Atendió a la explicación de Kimbra sobre qué implicaba ser un demonio rakshasa. La descripción que le proporcionó en un principio tan solo le hizo volver a preguntarse cuánto de afortunada había sido con lo que le había tocado, pero cuando llegó al final, Irianna no pudo evitar inquietarse ante lo que la krabelinense le acababa de describir sin inmutarse.
—¿Tienes que hacer algo tan terrible para poder seguir usando magia? ¿Cómo… cómo te sientes al respecto?
La idrina no estaba segura de como tomarse aquella revelación. Ella solo tenía que estar en contacto con la niebla para no perder la capacidad de hacer magia. ¿Tendrían el resto de sus compañeros que llevar acabo atrocidades parecidas? No era justo. Había querido explicarle a Kimbra el concepto de morbo, pero la intención pasó a segundo plano mientras se preguntaba si la hija de lunas sería capaz de hacer algo como lo que había dicho. No había expresado desagrado, aunque realmente la krabelinense rara vez comunicaba emociones.

Alice
—<<Hmm... ¡Ah! No, tonti, me refería a lo de ser torpona y no saber qué hacer antes>> —se aclaró mientras se frotaba contra su hombro—<<No me lo digas: no soy una torpona. Soy tu Alice y tú mi Marsi favorita, la persona que más quiero y >> —bostezó y cerró los ojos— <<una espléndida almohada>>

Estaba cómoda. Bastante, de hecho. Pero estaba aún más alegre e ilusionada. Y cada vez más tranquila. Estaba con su mejor amiga, se correspondían y se querían bastante. Su sola presencia le confortaba y tranquilizaba. Y le hacía sonreír. ¡Para no estar alegre! Además, algo en un rincón de su mente se reía de las onyces (de las que, por cierto, se habría olvidado de no ser por el vínculo) y de la ciudad de las pesadillas. Esa misma vocecita le decía, también, que tener pareja era tan peligroso, arriesgado, como podía ser una buena baza para sobrevivir. ¿Quién mejor para cubrirse las espaldas? También lo era, lo había sido, y lo sería, el hecho de tener amigos. Pero habían sobrevivido hasta ahora y no estaba en los planes de ninguno dejar de luchar. A la bruja le sobraban los motivos, tanto antes de aquella mañana como después.

Se quedó dormida pensando en... en nada más allá de estar abrazada a Marsi, en su mano acariciándole el pelo, en su respiración o en la cercanía de sus latidos. No necesitaba nada más.

Atol
Una vez los novatos se dispersaron, el helión se levantó, recogió lo que él había usado y fue a su dormitorio. Estuvo dentro el tiempo suficiente para arreglarse, cambiarse la ropa, coger su bolsa de herramientas y sus armas, y salir. Le gustaba llevar sus herramientas encima: si por la noche saqueaban la herrería que compartía con su maestro o su pequeño taller, no tendría que volver empezar desde cero. De hecho, llevaba días pensando en pedir que le permitieran trasladar su taller (y ampliarlo) al entorno de la Sede. Veía un beneficio mutuo en algo así: la Sede necesitaba armas y a él le convenía tener el negocio cerca de gente afín. Otra alternativa algo arriesgada era establecerse en otro sitio, mejor si era cerca de Serpentaria, a la vista desde su habitación... o incluso en Libo si se le permitía. No le gustaba un ápice tener que preocuparse constantemente por robos y ataques a su oficio. Seguiría pensándolo y ya decidiría. La mejor solución era mudarse tanto él como su taller, pero no tenía el capital para ello.

Kimbra frunció el ceño cuando Irianna catalogó lo que había dicho de “algo terrible”. A ella no le había parecido “terrible” su forma de obtención de carga mágica; curiosa sí, pero no terrible. Cierto era que la idea de tener que herir de alguna manera a un ser inteligente sin una necesidad defensiva o de otro tipo no era de su agrado, al igual que con cualquier animal o bestia, pero su mente optó por racionalizar el hecho de manera que lo percibió también como el cumplimiento de una necesidad, ya que el hacerlo conllevaba a la obtención del beneficio que la energía superior puede llegar a otorgar. Además, quizás fuera consecuencia de su transformación, pero la idea de impregnar su cuerpo de, por ejemplo, sangre, le agradaba.

- No lo concibo como algo terrible- le hizo saber en primera instancia-. Soy capaz de percibir la obtención de carga mágica como una más de mis necesidades y dado que estoy dispuesta a sacrificar un animal para alimentarme y atacar a un individuo en respuesta a un ataque para defenderme, puedo ver el acto de herir a un ser inteligente con la finalidad de extraer fluidos de él como algo similar. Cierto es que aquí la complejidad radica en la selección del individuo. No es mi intención dañarte a ti o a alguno de nuestros compañeros si es lo que te preocupa. No mataría a Ámarok para cubrir mis necesidades alimenticias, no voy a heriros a ninguno de vosotros para cubrir mis necesidades mágicas.

Irianna

Aunque no le cogió precisamente por sorpresa, Irianna no tenía muy claro cómo se sentía al respecto de aquella respuesta. Conocía a Kimbra y aquel razonamiento era totalmente propio de la krabelinense, pero ella no podía aceptarlo con tanta naturalidad como lo describía la hija de lunas. Había comenzado a buscar mientras tanto de forma distraída su dominio en el primer libro. Las últimas afirmaciones de su amiga, no obstante, le hicieron apartar el dilema y la búsqueda temporalmente para dirigirse a ella gesticulando con cierta vehemencia.
—No, yo confío en ti, Kimbra, sé que no nos harías daño —le aseguró. A continuación se mordió el labio con inseguridad, no sabiendo muy bien como continuar—. Pero no es sencillo, yo no habría aceptado descubrir algo así sobre mí tan fácilmente…  
<<No lo habría aceptado en absoluto>>.
Su mirada se perdió en la niebla durante unos segundos hasta que sacudió la cabeza, volviendo a pasar las páginas escaneándolas fugazmente con la vista. Habían cambiado demasiadas cosas en tan solo una noche y en realidad ni siquiera sabía si el resto de sus compañeros habían tenido una suerte parecida o peor a la de Kimbra. La hija de lunas era casi la única que podría aceptar algo así sobre sí misma de aquella forma tan fría y por el momento a la lacustre le bastaba con que la propia Kimbra no sufriera al respecto.

—Yo he descubierto muchas cosas sobre cómo funcionan los dominios —cambió de tema al mismo tiempo que de libro al cabo de unos segundos de silencio—. La niebla obedecerá mis órdenes siempre y cuando sea algo posible para ella. Veamos… —Pensó cómo formular la orden y titubeó unos instantes—. Concéntrate toda en el interior de este cuarto.
La idrina se sentía un tanto ridícula dándole órdenes a una entidad inerte, pero en el libro decía que al principio lo más sencillo era formularlas en voz alta a pesar de que con el tiempo debería poder hacerlo de una forma más instintiva. La niebla, por su parte, ajena al apuro de su bruja, le hizo caso instantáneamente y el interior del cuarto pronto se vio invadido por una neblina cada vez más espesa. La lacustre ya no podía percibir nada más allá de la puerta del cuarto… e incluso un radio menor, pues la niebla se había concentrado en el centro de la habitación en lugar de ocupando todo el espacio.
>>Ha funcionado —le confirmó a Kimbra—. Lo siento, ahora aún se ve menos aquí dentro que antes. Pero si todo sale bien por fin podré solucionar este problema. Al parecer otra de mis habilidades es la capacidad de absorber el dominio en mi cuerpo para poder desplegarlo cuando quiera. No sé si será igual de fácil que dar órdenes, pero voy a intentarlo.

Irianna se apartó el pelo de la oreja y dedicó una larga mirada a la espesa neblina que las cubría. Aquel proceso, según como se describía, debería resultarle bastante simple e innato y no debería hacer falta formular una orden en voz alta. Cerró los ojos para tratar de concentrarse mejor y de sentir solo la niebla a su alrededor. Formuló su deseo de absorber la niebla mediante el pensamiento, dibujando en su mente la escena como pensaba que se llevaría a cabo. Cuando sintió la sustancia fusionándose con su cuerpo abrió los ojos para comprobar que no era muy distinto a como lo había visionado. Resultaba obvio y sencillo, tal y como se describía en el volumen. Poco a poco la niebla fue desapareciendo colándose a través de la piel de la idrina y al cabo de unos segundos Irianna dejó de percibirlo todo a su alrededor. Durante unos instantes le resultó extraño volver a ver solo con la vista y la sorprendió una fugaz sensación de incomodidad que tenía que ver con la desaparición de la niebla a su alrededor y no con el proceso que acababa de completar.

—Por fin. No tendré que volver a dar explicaciones a ningún desconocido más —afirmó con una leve sonrisa para después dirigir la mirada hacia el libro abierto en su regazo y pasar una página.
Sus ojos toparon con algo que le hizo detener su dedo, a punto de cambiar de hoja. La idrina se apresuró a leer rápidamente en busca de conceptos clave y no tardó mucho en volver a hablar.
>>Creo que ya no hay ninguna duda: mi dominio es la niebla. Soy una nebulomante —anunció mientras deslizaba su dedo enguantado por aquel término. Lo único que pudo pensar en aquel momento era que sonaba bien.  

Sigue en la Capilla de los nombres.


Krono Rádem

Archime, por su parte, había calculado el tiempo aproximado en el que el berserker se despertaría y permaneció estudiando hechizos junto a Heraldo Rocuo hasta ese momento. A continuación, había diseñado un sencillo circuito rúnico utilizando moldear materia sobre una pequeña placa de rádem. Le comunicó al ochrorio que se dirigiría entonces a visitar al novato, habiéndole dado tiempo para despejarse según sus cálculos y se hizo con un libro antes de teletransportarse a su cuarto. Desde allí se dirigió andando hacia el piso y la puerta que le habían indicado, con la placa en el bolsillo y el libro bajo el brazo. Llamó a la puerta rítmicamente y, tras pensarlo tres segundos exactos, decidió hablar.
—Disculpa, ¿es este el cuarto del berserker recién llegado?

De alguna manera, que Irianna confirmara que confiaba en ella y sabía que no les haría daño, la alivió. Kimbra predecía que hubiera sido una situación sumamente desagradable para ella que sus compañeros y amigos la temieran y la evitaran debido a su nueva naturaleza.

- A nivel real, es irrelevante que yo acepte o no mi situación. Según tengo entendido este cambio no se puede revertir. Puede que me equivoque, pero por el momento creo que mi enfoque me va a permitir adaptarme y evolucionar de una manera más optima.

Kimbra quedó callada mientras escuchaba atentamente a la idrina, mirando sorprendida, y algo fascinada, el movimiento de la niebla mientras esta cumplía las órdenes de la idrina y luego como esta le confirmaba que era su dominio exacto y que tenía como nombre nebulomante. La engendro asintió en su dirección dándole a entender que había retenido dicha información y se giró de nuevo hacia el libro.

La krabelinense, observando de nuevo durante un instante sus pergaminos, le mostró uno de ellos a la idrina y le preguntó si no le importaría explicarle los conceptos ahí escritos. Kimbra pretendía dedicar todo el tiempo posible al estudio del libro que hablaba de su transformación.

Horas después de aquella desastrosa bienvenida, Sekk despertó con la cabeza dolorida y sin saber donde se encontraba. Se incorporó en su nueva cama con dificultad, echando un vistazo a su alrededor con los ojos entrecerrados, pero la oscuridad era demasiado densa y no veía nada. Fue entonces cuando las cortinas, como si respondieran a su necesidad de visibilidad, se descorrieron solas, inundando la estancia con la luz del atardecer.
—¿Pero qué demonios... ? —masculló, llevándose una mano a la nuca mientras empezaba a hacer memoria. Recordaba haber llegado a Serpentaria y el inicio del ataque de ira, pero después todo se volvía negro, así que debían haberle dejado en aquella habitación. ¿Alguno de sus compañeros tal vez?

Era un cuarto amplio, parco en mobiliario pero con lo esencial: una cama confortable, un escritorio con su silla, un armario y una cómoda. Las paredes estaban desnudas, el suelo era de madera oscura y la atmósfera de la estancia, sin motivo aparente, olía a brisa marina. «Le vendría bien algo de decoración», pensó para sí. Estaba sopesando la idea de ir en busca de sus amigos cuando alguien llamó a la puerta. Una voz preguntó por él desde el pasillo.
—Supongo que sí —comentó en cuanto abrió la puerta, observando al kairós con curiosidad. El implante de su brazo izquierdo no le pasó desapercibido y le llamó bastante la atención lo elegante de su diseño, muy diferente al de las prótesis ulteranas—. Mi nombre es Sekkeh, encantado. ¿Has venido por lo del salón? —preguntó tras presentarse, visiblemente preocupado—. Lo cierto es que no recuerdo nada… —murmuró, frunciendo el ceño—. No hice daño a nadie, ¿verdad? —inquirió con urgencia. Aquella posibilidad le aterraba.

Krono Rádem

El ulterano no tardó en abrirle la puerta y confirmar que se trataba de la persona indicada. Su pregunta cogió ligeramente por sorpresa al ingeniero, pues había dado por hecho que no podría haberle dado tiempo a hacer daño a nadie, pero enseguida comprendió que el estado de confusión en el que se hallaría tras el episodio de ira le impedía estar seguro.
—Yo soy Krono Rádem —se presentó a su vez obviando en esta ocasión el nombre de su transformación ya que no quería que el tema se desviase hacia ello—. No me consta que hayas hecho daño a nadie, y no lo creo —le informó—. Me ha sido explicado que Seon te durmió, por lo que deduzco que lo habrá hecho con la suficiente antelación. He venido porque tu compañera Irianna me pidió ayuda. Conozco los problemas que acarrea tu don de Luna cuando todavía no lo controlas y probablemente te sientas más seguro si tú mismo puedes hacer algo al respecto.

El ingeniero cogió con las manos el libro que llevaba bajo el brazo y lo extendió hacia Sekkeh.
—Es un compendio de transformaciones, entre ellas se describe las características de los berserker. Procede de la biblioteca de la torre a la que todavía no sabrás acceder. Si quieres subir a ella tendrás que pedir ayuda a tus compañeros capaces de realizar magia. Es preferible que les preguntes los detalles a tus compañeras Kimbra e Irianna. —El irrense rebuscó entonces en su bolsillo hasta sacar la placa metálica, una vez el ulterano hubo recogido el libro y la colocó en la palma de su mano izquierda, mostrando los grabados que había sobre esta de forma que su interlocutor pudiese verlos con claridad—. Se trata de un circuito rúnico que se activa ejerciendo presión durante tres segundos en este punto —señaló con uno de sus dedos—. El circuito contiene un hechizo sedante que te afectará en cuanto lo actives. Asegúrate de emplearlo solo en el interior de alguno de los refugios o cuando te halles rodeado de gente de confianza. Hay que renovar la energía del circuito después de cada uso y cualquiera de tus compañeros con capacidad mágica puede hacerlo. Yo también puedo en caso de que no te sea posible recurrir a ellos en algún momento.
Y tras la explicación, permaneció a la espera de que el berserker recogiese la placa de rádem y para resolver sus posibles dudas.

Siguiendo las indicaciones de Irianna, Jace encontró una habitación vacía que hacer suya mientras estuviese en Serpentaria. Era una habitación simple con un tamaño más que suficiente para el neoyorquino, y a pesar de eso, a ojos del dullahan aquello era lo más parecido a una suite que había pisado en los últimos meses. Pasó un dedo por el escritorio, comprobando que estaba exento de polvo o suciedad, dejando con orden sus cosas sobre este, cabeza incluida.
Iba a echar Letargo de menos, pero no iba a tardar más de 12 horas en acostumbrarse a vivir de forma decente otra vez, lo cual le quitaba cualquier pena de encima.

Se deshizo de la chupa de cuero, dejándola sobre la silla del escritorio y se sentó sobre esta, con la intención de echarle un ojo al libro que dama Estribo le había dado para averiguar más sobre su nueva especie. Se moría por aprender a hacer todas las cosas que su nueva transformación le permitía, pero también moría de otra cosa: sueño. Después de todo, había pasado la anterior noche en vela.
Nada más abrir la primera página y empezar a leer, Jace notó que su humo se hacía más espeso. Confundió la sensación con la de tener los párpados pesados, y tras un ademán de frotarse los ojos, abandonó el sitio con la misma rapidez con la que se había sentado para tumbarse en la cama, con zapatos y todo puesto. Se sumió en el sueño sin ser consciente, simplemente dejándose llevar.

Los dos siguientes días se permitió el lujo de levantarse lo más tarde posible, aliviado de no haber perdido la facultad de dormir: durmió más de 12 horas por noche, pasó en la bañera una hora y media, lavó su cabeza a fondo y desayunó más de la cuenta. Durante el resto del tiempo no se despegó del libro, y apenas salía de su habitación más que para pequeños intermedios.
No controlaba el tema de pensar en voz alta, por lo que prefería leer en un sitio cerrado para no molestar a los más cercanos a él. Todos buscaban libros sobre sus transformaciones, con más o menos éxito, lo cual le hacía pensar en la suerte que tenía porque dos iguales a él le hubieran ayudado nada más perder la cabeza.

A pesar del mal estado del libro de dama Estribo, las indicaciones en este eran bastante claras, como consejos para no enviar pensamientos a destinatarios no deseados, los objetos vinculados y como invocarlos, las monturas... y una pequeña advertencia, constantemente repetida a lo largo de las páginas: el precio de la magia.

«Ah. Cortar cabezas. Bueno, era obvio, ¿no?»

Por mucho que tratase de normalizarlo y engañarse a sí mismo con que no le importaba, el dullahan no encontraba agradable lo de cortarle la cabeza a otro ser (o al menos por ahora). Rocavarancolia era cruel, pero no sabía hasta que punto quería serlo él también.

Al siguiente día se despertó, de nuevo, a mediodía, esta vez con la sensación de haber soñado algo importante, pero habiendo olvidado cualquier detalle que le ayudase a recordar. Con la creciente sensación de estar dejando algo de lado, optó por no bajar directamente a desayunar y matar el tiempo tratando de invocar cualquiera de las cinco cosas que le pertenecían "por herencia", sin resultado destacable hasta el momento. Lo más probable es que necesitase la ayuda de alguien que sí hubiera aprendido y practicado magia (algo en lo que él era un cero), pero su cabezonería respecto a preguntar y molestar a algún veterano, y el hecho de que el resto estaba ocupado en sus respectivas transformaciones, consiguieron que el dullahan no despegase el culo de la cama.



haha su cabezonería

Sekk memorizó el nombre del irrense y atendió al resumen de lo ocurrido, dejando escapar un suspiro de alivio cuando el biomecánico le aseguro que era muy improbable que hubiera hecho daño a nadie. La mención a Irianna le hizo comprender un par de cosas acerca de aquella visita, pero cuando le tendió el libro no pudo evitar esbozar una expresión confusa.
—Muchas gracias —murmuró, cogiendo el tomo con cuidado y echándole un vistazo rápido antes de que Krono continuara hablando. Asintió a lo de la biblioteca interesado, pero lo que realmente captó su atención fue la posibilidad de que el kairós tuviera una solución para sus brotes de ira descontrolados.

El berserker escuchó en silencio, escudriñando la placa de rádem que el chico se había sacado del bolsillo mientras le explicaba su funcionamiento. Al parecer era un circuito rúnico que se activaba por presión: si Sekk sentía que iba a perder el control solo debía hacer uso de el y caería inconsciente, evitando de esta forma hacer daño a sus compañeros. Parecía útil, pero el veterano le advirtió que debía emplearlo solo si se encontraba a cubierto o rodeado de compañeros, pues de otro modo quedaría expuesto a cualquier cosa que decidiera atacarlo. Además tendría que recargarlo después de cada uso.
—Eres muy amable, Krono —comentó, extendiendo la mano libre para recoger el ingenio—. ¿Como te lo puedo agradecer? —preguntó con una media sonrisa. El intara apreciaba el gesto y no pensaba aceptar aquel regalo sin ofrecer nada a cambio.

Krono Rádem

El ingeniero le dedicó una mirada parpadeante a Sekkeh durante cinco segundos. La pregunta no era del tipo que esperaba que hiciera.
—Ya me has dado las gracias —le recordó. Tardó otros cinco segundos en darse cuenta de que probablemente el ulterano creía que le debía algo por el circuito rúnico—. Tal y como ya le expliqué a tu compañera, se trata de algo muy sencillo y que apenas me ha consumido tiempo. No es necesaria ninguna clase de compensación. Si quieres devuélvemelo cuando ya no lo necesites, probablemente pueda reutilizar la placa de rádem; pero no importa si no lo haces: es una cantidad muy pequeña.

El kairós desvió su mirada hacia el marco de la puerta mientras en su cabeza ya comenzaba a buscar el momento adecuado para traslocarse y se rascó la nuca con inseguridad.
—Si se daña el circuito avísame para que lo arregle. Mi cuarto se halla en la tercera puerta a la izquierda de la última planta. Aunque durante las tardes es probable que me halle en la biblioteca —hizo una pausa, el tempo iba a coincidir nuevamente en un instante y tenía que despedirse sin pensar demasiado—. Hasta otra.
Y apenas hubo terminado de pronunciar la última palabra, el irrense desapareció ante los ojos del berserker.

Marsi:

-<< Haremos una cosa. Podemos... finjir que no ha pasado nada e intenar ver como funciona un par de días, y mientras planeamos cómo decírselo a Sura y Dhelian>>- propuso. En realidad no sabía qué le daba tanto miedo, era la cosa más normal del mundo, no había ninguna razón para pensar que sus amigos se lo iban a tomar mal. Sin embargo ahí estaba, dándole vueltas a la cabeza e inventándose mil y una situaciones absurdas en las que todo salía mal.

Por suerte la presencia de Alice, y el tacto de su pelo, la fue calmando. Dejaron de hablar y se limitaron a ecuchar como la otra respiraba. La bruja fue la primera en dormirse, echada sobre el pecho de Marsi, y esta no tardó en seguirla. Aún con la poción, la resaca seguía haciendo de las suyas, y ambas estaban cansadas. No pasaba nada por que durmieran un poco más.

La bruja se despertó casi sin ganas de despertarse pero, a la vez, como esas veces en que abría los ojos como aburrida de dormir. Esto último quizá porque llevaba días pensando en ver a los nuevos y hoy era el día. Pero no llegó a abrir los ojos del todo sino que los volvió a cerrar y se quedó quieta. Seguía abrazada a su amiga y le gustaba tanto que podría quedarse así todo el día. Tras unos minutos así, abrió los ojos del todo, levantó la cabeza y miró a la habitación. Algunas onyces se asomaron entonces de sus escondites tras los muebles, pero una mirada fulminante las devolvió a su sitio. Volvió a dejar la cabeza sobre su pecho y abrió la boca como para decir algo, pero recordó la telepatía. Aunque... no sabía si al decirle algo con telepatía podría despertarle bruscamente, por lo que tan solo le acarició el brazo. Si estaba profundamente dormida no la iba a despertar, vaya.

Marsi durmió bien, sin sueños que ella recordara, pero con la sensación de estar resguardada y cómoda todo el tiempo. Algo de movimiento la despertó, el roce de Alice. El humo de su cuello dejó de ser un fino hilo de niebla y se espesó, avisando de que volvía a tener los sentidos activos.

-<< Hey...>> -se incorporó un poco, acomodándose en el cabecero.- << ¿Qué hora es?>>

Le había vuelto el hambre y seguro que ya habían pasado hace rato la hora del desayuno. ¿Seguirían abajo los nuevos?