Torreón Sendar (Archivo II)

Nara me respondió algo que era de esperar, ya que no habíamos oído hablar de este sitio hasta que nos trajeron. Pero aun así, y dado el mundo de locos que era la Tierra, esperaba oír algo del tipo "sólo los que gobiernan lo saben, pero se callan". Pero la que mejor sabía del tema era Naeleth, ya que había dicho algo más relacionado con lo poco que sabíamos de la Luna Roja, pero era precisamente la más reacia a hablar. En su lugar, aunque el libense había dado el pie a Naeleth, fue Vichria la que, tras Oz, nos habló y reveló que podía hacer magia. Lo que había dicho su congénere... En fin, toda mención a dioses quedaba relegada al rincón del olvido en mi mente.

—Sí, Oz puede. Por eso le llamo así, "Oz", por un mago de un cuento de la Tierra que vivía en un sitio llamado Oz—intervine con una sonrisa. Nunca lo había explicado, pero nunca era tarde.

Pero Nae se decidió a hablar entonces y nos confirmó lo poco que sabíamos: la luna esa nos cambiaría, en teoría para bien, sacando lo que, en teoría, éramos. Recordaba que esa idea me había resultado tan fantástica e imposible que la había aceptado el día del discurso, pero ahora... Ahora que había visto lo que vivía en esta ciudad, ahora que lo imposible de antaño parecía ser real, ¿seguía pensando igual? Automáticamente coincidí con Krunchy's y Gart, aunque por otro motivo: si era verdad, la única forma de evitar cualquier cambio indeseado era una opción que rechazaba siquiera pensarla. Así que habría que adaptarse a lo que ocurriera.

—Entiendo... Entonces nos engañan, engañan a los mundos de los que venimos, nos estafan al llegar, algunos por suerte podemos hacer magia... y todo para que al final nos pase algo aparentemente positivo, el cambio ese... ¿Dioses? Los del Anfiteatro no eran dioses—dije pensando en voz alta.

Pero no tenía ganas de seguir hablando del tema, ya que era absurdo hablar de una aparente realidad irreparable. Así que me estiré, fingiendo un bostezo, y me levanté.

—Camaradas, os cito a todos en este o uno de nuestros torreones la noche en que salga esa luna. Si a alguien no le gusta su cambio, nos lo comemos y zanjado el asunto—dije, muy seria en un principio pero riendo luego—Y... ¿Nos vamos? Íbamos a explorar un poco, que llevamos mucho tiempo encerrados, sólo cogemos las cestas...—cogí mis cosas y al ver que todos coincidían con salir, me despedí—Bueno, amigos, nos vemos otro día. ¡Hasta pronto!

Una vez fuera, sin embargo, el plan cambió a volver a casa. Cosa preferible, pues yo al menos tenía demasiada información en la cabeza con la que lidiar y asimilar.
Sigue en el Torreón Letargo.

<<Dioses, para Ozz todo parece girar en torno a eso. Ya te digo yo que no son dioses los que nos quieren aquí, la gente de esta ciudad ya es otra cosa. Una alianza entre su mundo y este y parece que ella sabe mucho y los conocía de antes. ¿Por qué hay mundos que no saben absolutamente nada de esta ciudad y otros que sí? Más magia, ¿será eso por lo que nos traen realmente? Yo no puedo hacerla y hay más gente que no puede, así que ¿qué razón han tenido para traerme aquí? Yo sé por qué estoy aquí pero no se sus razones para traerme>>.

-Seres capaces de hacer milagros.... No lo tengo claro,- comento pensando en Tap,- de todas formas si nos va a pasar sí o sí no queda otra que aceptarlo. A mí me prometieron poder, si esa luna roja es la que me lo va a dar bienvenida sea. Hasta entonces sólo hay que sobrevivir.- digo en voz alta.- Alice, tienes razón no eran dioses. En su momento serían gente como nosotros, gente que la Luna ya ha "bendecido". Pero en su momento debieron estar como nosotros, quizá peor.- me encojo de hombros.- Me parece bien, podemos reunirnos el día de la luna y pasar lo que sea que pasemos juntos, mejor en compañía ¿no? Todos sois bienvenidos, incluso Arza mientras no venga buscando bronca,- digo riéndome entre dientes.- Sí, mejor que nos vayamos ya os hemos molestado bastante. Ya nos veremos, no me cabe la menor duda de eso y hasta nuestro próximo encuentro cuidaos,- me despido de ellos, si las relaciones se mantienen así de estables le acabaré cogiendo cariño a alguno. Parecen buenos chicos.

-Si no os importa yo prefiero volver al torreón, me siento inquieta dejando el lugar con sólo dos personas.- comento una vez fuera.- Iremos otro día de exploración, pero no hoy.

Sigue en el Torreón Letargo.

Al cabo de un rato, en el que estuve un tanto de los nervios —aunque intenté disfrazarlo como pude— tanto por la perspectiva de volver a caer en otra trampa o de que a nuestros amigos de Sendar les hubiera pasado algo, acabamos llegando al dichoso torreón.

—¡Sendarios! ¿Alguien ha pedido una pizza? ¡Somos los letargunis, digo, letarguinos!—llamé, gritando mentalmente ¡abridnos, abridnos y decidnos que estáis todos vivos!

La tensión de Alice era contagiosa, y por mucho que tratase de esconderla, Marsi acabó ante la puerta de Sendar tan nerviosa como su amiga. Miró hacia atrás para comprobar que los demás no se sentían de forma muy diferente, preguntándose quien llamaría, o incluso si deberían hacerlo.

Al final fue la terrícola la que llamó a voces a los sendarios, y al cabo de unos desesperantemente largos minutos, el puente bajó y se abrió el portón. Una niña menuda se asomó con timidez, tenía el pelo recogido en una trenza desordenada y estaba pálida y ojerosa.

-¿Qué quereis?- preguntó hoscamente. Se notaba el cansanco en su voz, y Marsi creyó distinguir algo de... ¿rencor?

-Hemos... venido a ver si estabais bien... y a preguntar si sabíais algo de la Luna Roja...

Naeleth se tomó un tiempo para contestar. Marsi se acercó un poco a ella, y pudo ver una garra que pendía de un cordón en su cuello.

-Nara lo sabe, pero no creo que pueda responderos...

Nos fuimos aproximando al torreón, atentos en todo momento a lo que podría ponernos en peligro. Por suerte llegamos a Sendar sin susto ninguno, y pronto Alice se encargó de llamar a sus habitantes. Mientras bajaba me puse de espalda, mirando fijamente la calle, intentando asegurarme de que nada nos ponía en peligro. A la vez pensaba en el pesado silencio proveniente del edificio que teníamos detrás, uno que no me gustaba nada. Cuando comencé a escuchar el ruido del puente me giré para encararlo, pero al ver que no había peligro enfundé la espada.

La actitud, las palabras y el tono de la chica no presagiaban nada bueno, de forma que fui directo al grano cuando terminó de hablar. Estar en la calle me ponía en tensión.

—¿Qué le ha pasado? —fruncí algo el ceño, preocupado, cuando preferí hacer otra pregunta—. ¿Qué os ha pasado?

Mi ceño se frunció más todavía con esta segunda interrogante, que tenía un marcado recelo de la que carecía la primera.

Aquella visita a Sendar fue hecha con la mayor precaución,mirando incluso lo alrededor o donde pisaban ante el recuerdo del circo. Cuando avistaron el torreón y pudieron acercarse sin problemas, Dhelian por fin pudo suspirar de alivio. Dicha tranquilidad duro el tiempo justo de que se asomase Naeleth sin el animo acostumbrado de las anteriores visitas y respondiendo al llamado de Alice y las palabras de Marsi con algo que le inquieto.

Alvaro fue el primero en reaccionar soltando las preguntas que se le atoraron en la garganta ¿que les había pasado? ¿Como estaba Nara? ¿Y a todos los demás? Casi se podría palpar la reserva de la chica a abrirles.


-Naeleth, ¿nos dejarías pasar? Nos estas preocupando...- pregunto Dhelian con voz suave aunque sintiendo ansioso ante lo que podían encontrarse allí dentro. La tranquilidad que había sentido al encontrarse frente a sitio seguro se desvaneció ante el pensamiento de que lo sendarios hubiesen sufrido alguna desgracia. Necesita poder ver por si mismo que estaban bien, algo que no las tenias todas consigo con las palabras de la chica y que le empezaba a comer los nervios.

Marsi se puso tan pálida como Naeleth. No podía estar pasando, pero después de la experiencia en el circo casi se lo esperaba. La nublina miró al cielo con nerviosismo y les hizo un gesto para que entraran.

-Daos prisa entonces, podeis atraer a más monstruos.- apremió.

Estaba mucho más delgada y la piel se agrietaba en las rodillas y los codos, seca y maltratada. Iba descalza y solo llevaba un sencillo vestido de arpillera y un pañuelo alrededor de la mano. Los condujo hasta la sala común, mucho más grande que la de Letargo y Maciel. Había colchones y catres repartidos por el suelo, y alguien había bloqueado la subida a las escaleras. Las paredes estaban atestadas de runas, pero no habían tapiado la puerta que daba al patio, del que venía una brisa que traía olor a cenizas y carne quemada. También venía un olor de brasas de la cocina.

Naeleth cogió una palangana de hojalata a toda prisa y entró en la cocina, llenándola con agua de un pilón que tenía grabado un sistema de runas térmicas. Frente al horno encendido estaba Drael, a que le faltaba el brazo izquierdo a la altura del hombro, y que llevaba todo el pecho vendado. Tenía además la cara llena de moratones y cortes a medio curar.

-No dejes que el fuego se apague, Drael- dijo Naeleth antes de salir de la cocina, con el tono dulce que se emplea para los enfermos mentales. El chico asintió, sin apartar los ojos de las brasas.

Naeleth señaló a los letarguinos una puerta entreabierta. Al otro lado había dos camas, una de ellas ocupada. Nara respiraba con dificultad, con la cabeza llena de vendas de forma que le cubrían también los ojos. Una herida supurante se abría en su estómago. La carne lacerada de los bordes indicaba que había sido obra de alguna criatura venenosa. La nublina se mordió el labio con frustración y usó el agua de la palangana y una gasa para limpiar la herida, entonando un hechizo de curación mientras lo hacía. La herida se cerraba poco a poco.

-¿Qué ha ocurrido?- preguntó Marsi con voz cortada- ¿Dónde están los demás?

La nublina observaba con frustración como la herida de Nara volvía a abrirse lentamente.

-A esos tres idiotas se les ocurrió hacerse los héroes.- lanzó una mirada envenenada a través de las paredes, en dirección a la cocina, pero pronto se arrepintió y esta se transformó en un gesto triste.

!Por fin! El puente bajó y Naeleth salió. Su pregunta y su aspecto añadieron más peso a mis preocupaciones. Empecé a pensar obsesivamente en qué podría haberles pasado y a decirme que no, que estarían bien, hasta que la conversación entre ella y Marsi me devolvió al mundo. Álvaro y Dhelian también habían intervenido, y como habían dicho exactamente lo que yo habría dicho, tragué saliva y entré con los demás en silencio.

Me esperaba lo peor y con lo peor nos encontramos. Un olor a quemado fue lo primero que me llamó la atención. Por algún motivo, el acceso a la escalera estaba cerrado y parecía que todos dormían en la sala común. Allí no había nadie. De la cocina nos venía un olor a quemado y con acercarme pude ver de qué. Drael estaba pendiente del fuego del horno y... <<Oh, no...>> Le faltaba un brazo, tenía todo el pecho vendado y la cara llena de cortes y moratones. Naeleth le dijo algo de que no dejara que el fuego se apagara y el chico simplemente asintió... No me dio buena espina el tono que la nublina había usado así que la seguí temblando. ¿Qué iba a decir, de todas formas? ¿Que si estaba bien, que si le dolía, que si...? No.

Entramos en otra habitación con dos camas. Al acercarme más, a la par que ahogaba un grito, pude ver a Nara malherido tendido en una de ellas: tenía la cabeza vendada entera y una fea herida en el estómago. <<¿Veneno?>> Vi cómo la chica intentaba curarle, pero tras un rato la herida volvió a empezar a cerrarse. Marsi fue quien hizo la pregunta que me había hecho desde que entráramos, y la chica nos respondió algo peor. Seguí su mirada, intuyendo la cocina al otro lado <<¿Drael? ¿Quién más? ¿¡Quién más!? ¡No hemos visto a nadie más!>> El olor a quemado del patio no mejoraba la situación... <<No. No tienen por qué tener un pequeño... un cementerio ahí. No, no puede ser eso...>> ¿Y por qué no iba a serlo, visto el panorama? Necesitaba saber. Así que me acerqué a Naeleth, puse mis manos en sus hombros y le hablé, intentando no temblar ni perder la poca calma que me quedaba.

—Nae... Por favor, me imagino que no será fácil... pero ¿puedes contarnos qué ha pasado? ¿Podemos ayudar en algo?

No parece que estén en condiciones. Observo el interior y lo mire como lo mire esto es una trinchera, y las palabras de la chica no hacen más que confirmármelo. Nara está tumbado en una cama, a todas luces agonizando. Al sinhadre le falta un brazo y no tiene buen aspecto tampoco. Del patio llega un olor a quemado que no me gusta nada.

-Naeleth, ¿dónde está el resto? - añado tras Alice,- ¿qué os ha atacado aquí en vuestro torreón?

Sea lo que sea doy por sentado que la respuesta no me va a gustar, y a mis compañeros menos todavía.

Había llegado la hora de las respuestas, y Marsi no se veía en condiciones de soportarlas. Retrocedió hasta la pared de la habitación y resbaló por esta hasta quedar sentada en el suelo. Por muy negros que hubiesen sido sus pensamientos, no se imaginaba algo así. ¿Habría preferido que hubiesen desaparecido todos repentinamente? ¿Habría sido más fácil de aceptar sin el olor a muerte, la incertidumbre de los enfermos?

Naeleth desvió la mirada, evitando los ojos de Alice, y con un gesto suave se libró de su agarre.

-Todo fue de mal en peor cuando Arza se rebeló contra Nara y Gres. Pensábamos que no podía hacer magia... pero sí que podía. La echamos, pero hirió a Nara y a Gart, empezamos a vivir bajo la amenaza de Arza. Nos robaba la comida o arruinaba nuestras salidas, teníamos miedo de que nos atacase de noche.- su voz se quebró, pero tragó saliva y siguió hablando- Hacía mucho que no nos atacaba y pensábamos que ya se había cansado... Nara insistió en que podía acompañar a un grupo a por comida, nos confiamos, Nara se confió- miró al libense y le acarició el brazo que sobresalía entre las sábanas- Nunca cuida bien de sus heridas. Me quedé con Gres cuidando el torreón, pero no sabíamos que Vichria, Krunchy's y Drael habían planeado buscar a Arza... Todo se fue al traste. Llegaron corriendo, perseguidos por los monstruos... Uno se llevó a Krunchy's... Gres fue tras él y me dejó con Drael y Nara... Vichria no... Yo soy la que más magia sabe después de Gres.

Se sentó en la cama y agarró el colgante con fuerza.

Lo que se encontraron allí adentro fue algo peor de lo imaginado, todo pareciá estar cerrado al exterior como protegiéndose de un ataque, el estado de Drael ali en la cocina le impacto, así como el olor a quemado que aprecia provenir del patio. Olor a carne quemada que le inquieto al no saber su procedencia.

La visión posterior de Nara, allí sobre la cama, gravemente herido y con esa herida que no aprecia sanar ni con magia no mejoro la impresión. Ellos habían sufrido, mucho, habían perdido a casi todos sus compañeros. La historia de Naeleth fue inquietante de oír ¿porque haría eso Arza? No ganaba nada enfrentándose a sus compañeros, estar solo en la ciudad era un suicidio.

-¿Porque haría eso?- susurro en un pensamiento en voz alta, incapaz de entender aquello. Habia herido a Nara y a Gart, del cual Dhelian se dio cuenta que no volvió a mencionarlo. El futuro del resto le hizo sentir como si el mundo diera vueltas, aquello era demasiado para procesar, demasiadas desgracias juntas. Krunchy's...Gres...probablemente Vickria...todos ellos ¿muertos? Estaban vivos, todos estaban vivos la ultima vez que fueron, hablaron con ellos y ahora...

-¿Donde está Gart?- logro apenas susurrar la pregunta, sin energías mirando ala chica  y a Nara, intentando recomponerse de la noticia. Debían ayudarles y una mirada a sus compañeros basto para saber que ellos pensaban igual: no podían dejarles así- Os ayudaremos en todo lo que podamos, aceptad nuestra ayuda. Nosotros podemos ir por cestas para todos ¿no?- dijo mirando a sus compañeros esperando que estuviera de acuerdo con aquello o si tenia un plan mejor. Volvió a mirar  a Naeleth y como cuidaba del herido, Nara estaba mal pero tal vez pudiesen hacer algo entre todos-  ¿Nara lleva mucho tiempo así o sabes que...le ataco? ¿Cuanto lleváis sin salir del torreón? Tal vez...en la biblioteca haya algo para tratar heridas envenenadas- pregunto intentando tomar cierta confianza, no era momento de lamentarse ellos habían sufrido también pero estaban mas enteros que los sendarios debían ser su apoyo en un lugar donde nadie mas les ayudaría.

Marsi sintió el impulso de abrazar a Naeleth, pero sentía que no era su lugar. La chica parecía estar haciendo todo lo posible por permanecer fuerte, y no pensaba desmoronar su barrera. La varmana se mordía la parte interior del carrillo, nerviosa y frustrada. No habían podido hacer nada, pero aún podían ayudar. Tal vez. Se puso en pie y se colocó tras Dhelian, como respaldando su oferta.

-Vosotros no sabeis como era Arza antes de que encontrásemos la magia.- continuó Naeleth- Gres la mantenía a raya, pero nos cogió por sorpresa...

La pregunta sobre Gart pareció cogerla desprevenida. Bajó la cabeza y agarró su colgante con fuerza.

-Gart... simplemente no volvió. Drael me dio esta garra cuando le pregunté por él. No habla, no hace nada, mira al vacío y se pasea por la habitación o se queda quieto mirando a un punto fijo... Me estaba poniendo de los nervios, me daba miedo... Le pedí que vigilase el fuego para tenerlo entretenido.

Se sentía una mala persona. Se echó a llorar, sobrepasada por la situación, y empezó a agradecerles su ayuda entre sollozos.

-Drael no corre peligro, el muñón está limpio. Y no sé qué atacó a Nara, yo estaba dentro del torreón, Gres lo trajo,... Luego se fue...

La chica se soltó y le dejé espacio mientras, por fin, nos explicaba la situación. <<Ojalá hubiera seguido remoloneando en la cama esta mañana...>> Tras escucharlo todo, pensé que lo peor no era saber que Krunchy's había muerto, aunque tampoco era seguro, sino que los desaparecidos seguían por ahí, Arza incluida, lo cual era aún más peligroso. A saber si nos atacaría... <<Seguramente sí... No se fiaba de nosotros ni cuando demostramos ser pacíficos...>> Quería poder decirle que encontraríamos a los desaparecidos, pero tras haber conocido varias trampas, sería mentir... Pero sí que podíamos hacer otra cosa que mis amigos pronto afirmaron: ayudar a los que estaban aquí. Así que en eso me centré.

—Os ayudaremos, claro. Y entendería que quisierais quedaros aquí, pero si queréis veniros a Letargo, hay sitio de sobra—<<Los desaparecidos podrían volver malheridos y encontrarse el torreón vacío y...>>

Dicho eso, dejé ahí esa cuestión y me giré para ver qué podía hacer con Nara o Drael. Sin embargo, y por ese plan de acción, me pilló desprevenida la pregunta de Dhelian sobre Gart y volví a mirar a la nublina. Lo había mencionado al principio del relato únicamente, así que me imaginaba su respuesta... Pero no me pasó desapercibido el colgante al que se agarró antes de responder, y fruncí el entrecejo cuando lo hizo. <<El sinhadre... ¿Qué demonios les ha podido pasar a ambos? Por eso le habló antes así... Y nos quejábamos nosotros de la trampa aquella...>> Basta. Teníamos que hacer algo y los demás ya se habían puesto de acuerdo. Oz nos dividió y asentí.

—Quizás Drael diga algo si vamos con él... no sé...—no era muy optimista al respecto, sin embargo. Antes de irme me acordé de algo, cuya respuesta me preocupaba y, con cautela, pregunté—Esto..., Nae, lo del patio... ¿Se puede preguntar?

En cuanto respondiera o no, iría a la cocina a ver qué podía hacer por el chico. Por lo menos, aunque fuera, terminar de curarle las heridas.

Escucho su historia y todo parece cuadrar, por fin la historia se aclara. Escucho al resto de mis compañeros y cuando la chica se echa a llorar no puedo evitar apiadarme de ella.

-Naeleth - la llamo mientras me arrodillo a su lado.- Estoy de acuerdo con la propuesta de Alice, podéis veniros a nuestro torreón, allí estaréis más seguros que aquí. Podemos cuidaros mejor allí, y les podemos dejar un mensaje a Gres y Krunchy's por si vuelven - le limpio las lágrimas con la mano.- Danos una respuesta cuando puedas.

-Ozz una pregunta - me acerco al ochrorio y le pregunto en voz baja.- Entre toda la magia que tenéis, ¿no hay algún hechizo que pueda localizar personas? Algo como un radar o algo así.