Torreón Maciel (Archivo VI)
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Leonart
Evanna
Dal
Jack
Red
Tak
Naeryan
Yber
Alicia
Giniroryu
14 participantes
- GiniroryuGM
Ficha de cosechado
Nombre: Rägjynn
Especie: mjörní
Habilidades: memoria, buen oído y don de lenguasPersonajes :
● Noel: Draco de Estínfalo de origen sueco.
● Archime/Krono Rádem: Kairós irrense.
● Irianna/Dama Enigma: Nebulomante idrina lacustre.
● Adrune: Gamusino sinhadre, edeel.
● Lethe: Horus, enderth.
● Rägjynn: mjörní.
● Naeleth: Bruja del Hielo, nublina.
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Aumenta su resistencia progresivamente. El sangrado de sus ojos se detonará con más frecuencia.
Armas :
● Noel: hacha de dos manos y espada bastarda.
● Archime/Krono Rádem: sus monólogos sobre biomecánica avanzada.
● Irianna: arco y estoque.
● Adrune: lanza, espadas cortas y arco.
● Lethe: arco y lanza.
● Rägjynn: jō.
● Naeleth: arco, sai y báculo.
Status : Gin: do the windy thing.
Humor : REALLY NOT FEELIN' UP TO IT RIGHT NOW. SORRY.
Torreón Maciel (Archivo VI)
20/04/14, 07:13 pm
Recuerdo del primer mensaje :
Archime no pudo hacer otra cosa que dejarse arrastrar hasta Maciel una vez más. Como aquella ocasión en la bahía. En realidad había más paralelismos de los que parecía a simple vista, pues en aquella ocasión también habían rescatado a Taro -aunque no solo a él- y el biomecánico también había agotado sus energías. El camino transcurrió si que el biomecánico fuese apenas consciente de lo que lo rodeaba, centrado en todo momento en controlar su respiración. No había llegado a darle un ataque de asma, pero si se sobreesforzaba sin duda le ocurriría.
Se aposentó en el sillón de siempre, todavía recuperando el aliento y habló tras Anriel.
—Debemos... curarlo... —musitó con la respiración agitada para después intentar llevar a cabo un hechizo de restauración.
No pudo. Probablemente todavía conservaba cierta reserva de energía mágica, pero el cansancio del uso continuado de hechizos exigentes fue superior a él. Se agitó ligeramente cuando recibió la palmada de Shaco y dejó en sus manos la tarea de curar al carabés mientras se recostaba en el sillón completamente agotado. Posiblemente debían repetir los sortilegios sanadores durante los próximos días para que Taro se recuperase correctamente, pero Archime les dio su visto bueno internamente a los que aplicó el humano a modo de primeros auxilios, dejando de preocuparse por aquel asunto en concreto.
—No deberías realizar... movimientos bruscos. Es preferible que... pidas ayuda para lo que necesites, por ahora —advirtió al carabés poco después cuando este hizo ademán de moverse.
Archime no pudo hacer otra cosa que dejarse arrastrar hasta Maciel una vez más. Como aquella ocasión en la bahía. En realidad había más paralelismos de los que parecía a simple vista, pues en aquella ocasión también habían rescatado a Taro -aunque no solo a él- y el biomecánico también había agotado sus energías. El camino transcurrió si que el biomecánico fuese apenas consciente de lo que lo rodeaba, centrado en todo momento en controlar su respiración. No había llegado a darle un ataque de asma, pero si se sobreesforzaba sin duda le ocurriría.
Se aposentó en el sillón de siempre, todavía recuperando el aliento y habló tras Anriel.
—Debemos... curarlo... —musitó con la respiración agitada para después intentar llevar a cabo un hechizo de restauración.
No pudo. Probablemente todavía conservaba cierta reserva de energía mágica, pero el cansancio del uso continuado de hechizos exigentes fue superior a él. Se agitó ligeramente cuando recibió la palmada de Shaco y dejó en sus manos la tarea de curar al carabés mientras se recostaba en el sillón completamente agotado. Posiblemente debían repetir los sortilegios sanadores durante los próximos días para que Taro se recuperase correctamente, pero Archime les dio su visto bueno internamente a los que aplicó el humano a modo de primeros auxilios, dejando de preocuparse por aquel asunto en concreto.
—No deberías realizar... movimientos bruscos. Es preferible que... pidas ayuda para lo que necesites, por ahora —advirtió al carabés poco después cuando este hizo ademán de moverse.
- YberGM
Ficha de cosechado
Nombre: Ulmara.
Especie: cercana alaí.
Habilidades: Velocidad, nociones de lucha y resistencia.
Re: Torreón Maciel (Archivo VI)
09/07/14, 12:18 am
Mara 73 era una ordesa de pelaje blanco, pristino, que ondeaba al viento incluso cuando no soplaba ni una racha. Sus ojos, como el ambar, eran tan brillantes que hacía parecer al sol eternamente nublado. Nació bruja en Cardantea, era señora de muros y murallas, y como señora podía hacerlas emerger del suelo o destruirlas con un chasquido de dedos; podía allanar mansiones o resguardarse de casi cualquier ataque con un solo pensamiento bien dirigido. Vivía feliz en su casa hasta que una aparición maléfica, una mujer con bocas en lugar de ojos que se hacía llamar dama Aroma, robó a su padre y se lo llevó a Rocavarancalia para convertirlo en una abominación. Mara 73 no era la bruja más mágica, pero su amor incondicional y su fe diamantina causaron una arruga en el tejido del tiempo y el espacio y sus rezos lograron abrir un camino hacia otro mundo, tras encandilar a la Suerte. Mara se equipó con sus ropas de bruja y saltó dentro de aquella abertura. Y la Fortuna le dio alas para que pudiera aterrizar en la ciudad de los Horrores como la salvadora que era.
Con cintas y pañuelos atados por diferentes partes del cuerpo y un arco encantado, Mara comenzó una andadura de sacrificio: dama Aroma había encerrado a su padre en algún lugar casi inexpugnable y para adquirir la experiencia y los conocimientos necesarios, decidió convertirse en adalid de la Justicia. Dispuesta a salvar a todo el mundo, Mara cambió su nombre por el de dama Protectora, y a pesar de que jamás sería real, su figura y sus valores (una personificación de los que Lara querría para ella), se convertirían en un salvavidas para la salud mental de la madre, que cada día naufragaba más.
Jugar al rol la hacía sentirse segura, como cuando estaba en casa y salía todas las tardes a jugar con sus amigos. Le traía buenos recuerdos y, de alguna manera, Lara se resguardó en ello. Keiria les hacía de máster y entre varios jugaban diferentes partidas, en las cuales la ordesa movía a alguien mejor que ella: sin sus fallos, sus miedos, sus inseguridades…
Fuera de ellas Lara se había vuelto más y más hosca, más introvertida. Absolutamente todo lo que hacía era mirar por sus hijos y lidiar consigo misma. A cada día que pasaba sabía un poco mejor que no estaba bien y al mismo tiempo estaba un poco peor. Los nervios siempre a flor de piel, la sensación de que sus pequeños estaban siempre expuestos a un peligro contante, así como ella… La madre incluso había barajado el suicidio como método de salvación (para sí misma y para sus hijos) pero era demasiado terca como para resignarse a ese final y tampoco tenía la fuerza necesaria para llevarlo a cabo.
Normalmente la ordesa se esforzaba por contener la inquietud que sentía por todo, lo incómoda que se sentía con sus compañeros tras saber la irremediable verdad de que todos acabarían siendo aberraciones; pero a veces unos pequeños retazos de su mente desquiciada salían a la luz en forma de movimientos espasmódicos, tic en las orejas o miradas de desconfianza. Ninguno de ellos sabía cuál era el proceso de conversión y, para Lara, cualquier cosa podía ser una pista de que estaban cambiando. Cualquier pequeño detalle podía ser una hebra de la que alejarse.
Por las noches, como siempre, la debilidad salía a la luz y la madre no podía evitarlo. Todas y cada una de ellas cobijaba los restos de Rica y Randa en su regazo y salía al patio a cantarles las buenas noches. Cuando consideraba que era suficiente y tras la aparición de varias estrellas más, Lara utilizaba el hechizo de amplificación sensorial sobre sí misma y se recostaba contra la muralla para admirar el cielo. Aquel nuevo firmamento le parecía precioso y, al mismo tiempo, le daba miedo y sentía envidia. <<Vienen más cuanto más cerca estamos nosotros de irnos>> solía pensar, en referencia a las transformaciones que les habían dicho que sufrirían. Normalmente aquello acababa en disgusto y, por lo tanto, con una llantera más en el historial de la madre, hasta que finalmente cogía sueño.
De la misma forma que ocurría con sus noches, los días se convirtieron en un ritual. Alternándolo todo con el cuidado de sus hijos, Lara entrenaba el tiro al arco todas las mañanas y preparaba sus ropas y sus armas con magia para la noche de la Luna, sin explicarle nada a nadie. Había reforzado la cesta y las ropas de sus bebés contra rotura, así como las suyas, y había rayado runas que lanzaban protecciones en tantas de sus pertenencias como podía. Asimismo, había reforzado su daga con runas de corte y había encantado su silbato con un hechizo de aumento de voz. En ocasiones guardaba magia para las prácticas de desvío con Archi y Kud o el aprendizaje de hechizos nuevos. Pero sobretodo, se aseguraba de ahorrar lo suficiente para satisfacer su necesidad de amplitud sensorial.
Las visitas entre Letargo y Maciel se sucedieron como venía siendo costumbre también y, por desgracia, de la misma manera se sucedían las malas noticias. La muerte de Álvaro pesó sobre Lara, aunque también se alegró por él. Morir era un descanso que envidiaba. En otra de aquellas visitas, lo que la madre se encontró fue una sorpresa, cuando Lhelian llegó con un dibujo de ella misma con sus pequeños, a modo de regalo. La emoción la embargó en ese momento y lo haría más adelante, de la misma forma que le había ocurrido con la pantalla de Kud. Cada vez que lo mirara se echaría a llorar. Porque los echaba de menos y porque sentía lo mala madre que había sido con ellos, pero sobre todo porque los quería más de lo que sabía expresar con palabras y aquel dibujo traía demasiados recuerdos de vuelta.
Pasaron los meses que quedaban y con el tiempo no solo vinieron las estrellas, sino también el frío y los vientos; el desequilibrio. Y junto a ellos el día de la luna.
Lara no paraba quieta en su habitación. Se había vestido con la “armadura” con la que solía salir a la calle y llevaba la daga y el arco colgados en el cinto y a la espalda, respectivamente. Su nerviosismo era casi palpable si bien no en su tembleque corporal, más o menos disimulado por la ropa, en su mirada inquieta y en su morder de labios. Llevaba varios días planeando qué haría hoy y el miedo a fracasar (o más bien la teoría de que el fracaso fuera inevitable) pendía sobre ella como un hacha.
Tras acicalar a sus pequeños, que ya no eran tan pequeños, la ordesa decidió bajar a por algo de desayunar tanto para ella como para los niños. Los nervios se habían traducido en ansiedad, alimentada también por tener que guardar sus energías mágicas para la noche, y tras saludar a Archi en silencio y sentarse a la mesa, Lara sintió por unos segundos que le faltaba el aire en los pulmones. Respiró profundamente, con fuerza, y llevó la mano hasta el molinillo de su tocado, como de costumbre, para hacerlo girar. Tras contar varias veces hasta diez, consiguió relajarse un poco y articular las primeras palabras del día:
—¿Tienes miedo? —preguntó al irrense en un tono apagado, casi enfermizo.
<<Yo sí, mucho>>. A la noche los iban a convertir en monstruos, ¿qué otra cosa podía sentir sino miedo?
Con cintas y pañuelos atados por diferentes partes del cuerpo y un arco encantado, Mara comenzó una andadura de sacrificio: dama Aroma había encerrado a su padre en algún lugar casi inexpugnable y para adquirir la experiencia y los conocimientos necesarios, decidió convertirse en adalid de la Justicia. Dispuesta a salvar a todo el mundo, Mara cambió su nombre por el de dama Protectora, y a pesar de que jamás sería real, su figura y sus valores (una personificación de los que Lara querría para ella), se convertirían en un salvavidas para la salud mental de la madre, que cada día naufragaba más.
Jugar al rol la hacía sentirse segura, como cuando estaba en casa y salía todas las tardes a jugar con sus amigos. Le traía buenos recuerdos y, de alguna manera, Lara se resguardó en ello. Keiria les hacía de máster y entre varios jugaban diferentes partidas, en las cuales la ordesa movía a alguien mejor que ella: sin sus fallos, sus miedos, sus inseguridades…
Fuera de ellas Lara se había vuelto más y más hosca, más introvertida. Absolutamente todo lo que hacía era mirar por sus hijos y lidiar consigo misma. A cada día que pasaba sabía un poco mejor que no estaba bien y al mismo tiempo estaba un poco peor. Los nervios siempre a flor de piel, la sensación de que sus pequeños estaban siempre expuestos a un peligro contante, así como ella… La madre incluso había barajado el suicidio como método de salvación (para sí misma y para sus hijos) pero era demasiado terca como para resignarse a ese final y tampoco tenía la fuerza necesaria para llevarlo a cabo.
Normalmente la ordesa se esforzaba por contener la inquietud que sentía por todo, lo incómoda que se sentía con sus compañeros tras saber la irremediable verdad de que todos acabarían siendo aberraciones; pero a veces unos pequeños retazos de su mente desquiciada salían a la luz en forma de movimientos espasmódicos, tic en las orejas o miradas de desconfianza. Ninguno de ellos sabía cuál era el proceso de conversión y, para Lara, cualquier cosa podía ser una pista de que estaban cambiando. Cualquier pequeño detalle podía ser una hebra de la que alejarse.
Por las noches, como siempre, la debilidad salía a la luz y la madre no podía evitarlo. Todas y cada una de ellas cobijaba los restos de Rica y Randa en su regazo y salía al patio a cantarles las buenas noches. Cuando consideraba que era suficiente y tras la aparición de varias estrellas más, Lara utilizaba el hechizo de amplificación sensorial sobre sí misma y se recostaba contra la muralla para admirar el cielo. Aquel nuevo firmamento le parecía precioso y, al mismo tiempo, le daba miedo y sentía envidia. <<Vienen más cuanto más cerca estamos nosotros de irnos>> solía pensar, en referencia a las transformaciones que les habían dicho que sufrirían. Normalmente aquello acababa en disgusto y, por lo tanto, con una llantera más en el historial de la madre, hasta que finalmente cogía sueño.
De la misma forma que ocurría con sus noches, los días se convirtieron en un ritual. Alternándolo todo con el cuidado de sus hijos, Lara entrenaba el tiro al arco todas las mañanas y preparaba sus ropas y sus armas con magia para la noche de la Luna, sin explicarle nada a nadie. Había reforzado la cesta y las ropas de sus bebés contra rotura, así como las suyas, y había rayado runas que lanzaban protecciones en tantas de sus pertenencias como podía. Asimismo, había reforzado su daga con runas de corte y había encantado su silbato con un hechizo de aumento de voz. En ocasiones guardaba magia para las prácticas de desvío con Archi y Kud o el aprendizaje de hechizos nuevos. Pero sobretodo, se aseguraba de ahorrar lo suficiente para satisfacer su necesidad de amplitud sensorial.
Las visitas entre Letargo y Maciel se sucedieron como venía siendo costumbre también y, por desgracia, de la misma manera se sucedían las malas noticias. La muerte de Álvaro pesó sobre Lara, aunque también se alegró por él. Morir era un descanso que envidiaba. En otra de aquellas visitas, lo que la madre se encontró fue una sorpresa, cuando Lhelian llegó con un dibujo de ella misma con sus pequeños, a modo de regalo. La emoción la embargó en ese momento y lo haría más adelante, de la misma forma que le había ocurrido con la pantalla de Kud. Cada vez que lo mirara se echaría a llorar. Porque los echaba de menos y porque sentía lo mala madre que había sido con ellos, pero sobre todo porque los quería más de lo que sabía expresar con palabras y aquel dibujo traía demasiados recuerdos de vuelta.
Pasaron los meses que quedaban y con el tiempo no solo vinieron las estrellas, sino también el frío y los vientos; el desequilibrio. Y junto a ellos el día de la luna.
Lara no paraba quieta en su habitación. Se había vestido con la “armadura” con la que solía salir a la calle y llevaba la daga y el arco colgados en el cinto y a la espalda, respectivamente. Su nerviosismo era casi palpable si bien no en su tembleque corporal, más o menos disimulado por la ropa, en su mirada inquieta y en su morder de labios. Llevaba varios días planeando qué haría hoy y el miedo a fracasar (o más bien la teoría de que el fracaso fuera inevitable) pendía sobre ella como un hacha.
Tras acicalar a sus pequeños, que ya no eran tan pequeños, la ordesa decidió bajar a por algo de desayunar tanto para ella como para los niños. Los nervios se habían traducido en ansiedad, alimentada también por tener que guardar sus energías mágicas para la noche, y tras saludar a Archi en silencio y sentarse a la mesa, Lara sintió por unos segundos que le faltaba el aire en los pulmones. Respiró profundamente, con fuerza, y llevó la mano hasta el molinillo de su tocado, como de costumbre, para hacerlo girar. Tras contar varias veces hasta diez, consiguió relajarse un poco y articular las primeras palabras del día:
—¿Tienes miedo? —preguntó al irrense en un tono apagado, casi enfermizo.
<<Yo sí, mucho>>. A la noche los iban a convertir en monstruos, ¿qué otra cosa podía sentir sino miedo?
- TakGM
Ficha de cosechado
Nombre: Airi
Especie: Sanaí
Habilidades: Habilidad manual, memoria, imaginación.
Re: Torreón Maciel (Archivo VI)
09/07/14, 01:44 am
Los demás regresaron de la salida sin traer ningún resultado acerca de su búsqueda. En cierto modo Cío ya se lo esperaba. No solo en ese día, sino también para los que seguían. No habían dado con ningún búnker en tantos meses y no lo harían ahora. Fuera lo que fuera aquello a lo que los querían exponer, era evidente que no querían que estuviera en la mano de los cosechados evitarlo. Ese fue el punto de partida a la resignación que se iría haciendo menos dolorosa con el paso de las semanas. Incluso al descubrir que el subsuelo de la ciudad era un hervidero de monstruos no sintió una desazón mayor. Sencillamente no tenían adónde huir. Ya lo sabían desde hacía mucho tiempo.
Sucedió una cosa peculiar en el cielo. Una estrella empezó a brillar en el firmamento, siguiendo de forma literal la información que poseían al respecto. Sin embargo, aquello le resultaba imposible, y por mucho que pensó o debatió con otros si podía ser algo diferente a una estrella no parecía haber otra conclusión posible. Después, más estrellas la siguieron con el paso de los días, como si la noche hubiera sido un manto opaco y de repente se pudiera ver a través. Para un irrense la luz de las estrellas era un fenómeno todavía más extraño que la luz solar, porque nadie salía de noche, porque el cielo de Irraria tendía a estar nublado. Había fotos que quitaban el aliento de estrellas y galaxias lejanas, y lo que tenían delante era mucho más vulgar y cotidiano, pero era real. Nunca había visto titilar una estrella y, de hecho, creía que no lo hacían. No quería parecer un idiota mirando demasiado rato aquella novedad, pero lo cierto era que le gustaba.
Pero la salida de las estrellas fue casi lo único bueno de aquellos primeros días. Otro compañero fallecido, otro recordatorio de que no estaban a salvo, y otra vez que hubo que hacer de tripas corazón para ignorar la amenaza constante. Con los sucesos del torreón Sendar tan frescos, sentó peor si cabía al irrense, cuyo ánimo no se encontraba muy saludable de serie.
El torreón pasó a ser bastante tranquilo a partir de aquellos días, pero no era una calma por lo general agradable, sino inquietante. Había cosas buenas, como la estabilidad mental de Kud, la Lara de siempre revivida por las tardes con el juego de mesa, o que no faltara comida… Habían sucedido cosas perturbadoras, pero llevaban demasiado tiempo en esa ciudad como para no seguir adelante a pesar de todo. Aunque la incertidumbre continuase ahí, al no poder hacer nada por marcharse de la ciudad su única opción era sobrevivir y, en medida de lo posible, vivir.
El juego de rol que se habían sacado de la manga había terminado por estar listo al cabo de poco tiempo, y no tardó en convertirse en algo muy presente en su día a día. Más tarde acabaría por ser el único momento del día en que se mostraba alegre sin reservas, con el paso de las semanas. Se había creado a un personaje que le divertía imitar o interpretar, un mago rocavarancolés de aspecto grotesco y tendencias esquizofrénicas llamado Iscar. Lo creó sin pensar demasiado en ello pero acabó sirviendo bien para dar rienda suelta a su humor negro. Nunca había creído que la imaginación bastase para divertirse, ya que los juegos irrenses, por muchas opciones de personalización que diesen, e incluso aunque implementasen elecciones al diálogo, no permitía desarrollar un personaje de forma enteramente libre.
No era raro que Cío tuviese pesadillas o, sencillamente, sueños que le dejaban mal sabor de boca. Unas veces eran monstruos, otras él mismo, inmóvil y tullido, o convertido en un tumor andante, o sencillamente la vida dejada atrás. No le gustaba tener esa clase de recordatorios inconscientes, y a medida que pasaba el tiempo se sentía cada vez más una simple carga para el grupo. Porque debió dejar progresivamente los entrenamientos, limitándose a unas prácticas tranquilas en las que se servía de un único brazo, y también las salidas que entrañasen algún peligro. Verse recluído en el torreón era lo irritaba enormemente, y por eso aun así a veces se tomaba el riesgo de salir, si la excursión prometía ser tranquila. No lo hacía solamente por sí mismo, sino porque podía ser una carga para sus compañeros en caso de haber problemas ahí afuera.
Fue al cabo de aproximadamente un mes cuando improvisó un cabestrillo para su brazo izquierdo. Hacía ya días que no se movía de forma fluida y, al primer chirrido preocupante, se despidió de él defintivamente. Nunca se había decidido a explicar a los demás lo que estaba pasando, pero si alguien le preguntaba, la cosa cambiaba.
Tal vez intentaba mantener el humor, pero no lograba reflejarlo demasiado bien. Sí había cambiado algo más notablemente, sin embargo, y es que cada vez actuaba con más consideración hacia sus compañeros. La razón del cambio de conducta general era simple, no podía jugar a mantener su actitud de seguridad en sí mismo cuando se sabía una carga para el grupo. Lo mínimo que podía hacer era reducir cualquier posible molestia. Hablaba cada vez menos, y meditaba cada vez más.
Los días empezaron a correr. Habían parecido una eternidad hasta entonces, pero ahora el tiempo parecía agotarse, llevándolos directos a esa trampa que era la Luna de Rocavarancolia. Era difícil controlar los nervios, el dolor de estómago o los escalofríos, y más cuando una mañana, tras una noche de dar vueltas en la cama, se dijo al incorporarse «el último día». No sabía de qué era el último día, pero desde luego lo era de algo, si es que no se habían equivocado en todo.
Se ajustó el cabestrillo y llevó a cabo sus típicas comprobaciones matutinas sobre el otro brazo. El ritmo de puestas a punto que llevaban también había hecho mella en él, pero por el momento todo estaba en su sitio. Bajó a desayunar, sin saber si sería capaz de hincarle el diente a nada, pero disimuló sus nervios frente a los demás. No quería interrumpir la conversación entre Archi y Lara. «Que venga». Cogió un bollo y se dejó caer en el sofá. «Que venga. No quiero esperar más. Que venga de una vez».
Sucedió una cosa peculiar en el cielo. Una estrella empezó a brillar en el firmamento, siguiendo de forma literal la información que poseían al respecto. Sin embargo, aquello le resultaba imposible, y por mucho que pensó o debatió con otros si podía ser algo diferente a una estrella no parecía haber otra conclusión posible. Después, más estrellas la siguieron con el paso de los días, como si la noche hubiera sido un manto opaco y de repente se pudiera ver a través. Para un irrense la luz de las estrellas era un fenómeno todavía más extraño que la luz solar, porque nadie salía de noche, porque el cielo de Irraria tendía a estar nublado. Había fotos que quitaban el aliento de estrellas y galaxias lejanas, y lo que tenían delante era mucho más vulgar y cotidiano, pero era real. Nunca había visto titilar una estrella y, de hecho, creía que no lo hacían. No quería parecer un idiota mirando demasiado rato aquella novedad, pero lo cierto era que le gustaba.
Pero la salida de las estrellas fue casi lo único bueno de aquellos primeros días. Otro compañero fallecido, otro recordatorio de que no estaban a salvo, y otra vez que hubo que hacer de tripas corazón para ignorar la amenaza constante. Con los sucesos del torreón Sendar tan frescos, sentó peor si cabía al irrense, cuyo ánimo no se encontraba muy saludable de serie.
El torreón pasó a ser bastante tranquilo a partir de aquellos días, pero no era una calma por lo general agradable, sino inquietante. Había cosas buenas, como la estabilidad mental de Kud, la Lara de siempre revivida por las tardes con el juego de mesa, o que no faltara comida… Habían sucedido cosas perturbadoras, pero llevaban demasiado tiempo en esa ciudad como para no seguir adelante a pesar de todo. Aunque la incertidumbre continuase ahí, al no poder hacer nada por marcharse de la ciudad su única opción era sobrevivir y, en medida de lo posible, vivir.
El juego de rol que se habían sacado de la manga había terminado por estar listo al cabo de poco tiempo, y no tardó en convertirse en algo muy presente en su día a día. Más tarde acabaría por ser el único momento del día en que se mostraba alegre sin reservas, con el paso de las semanas. Se había creado a un personaje que le divertía imitar o interpretar, un mago rocavarancolés de aspecto grotesco y tendencias esquizofrénicas llamado Iscar. Lo creó sin pensar demasiado en ello pero acabó sirviendo bien para dar rienda suelta a su humor negro. Nunca había creído que la imaginación bastase para divertirse, ya que los juegos irrenses, por muchas opciones de personalización que diesen, e incluso aunque implementasen elecciones al diálogo, no permitía desarrollar un personaje de forma enteramente libre.
No era raro que Cío tuviese pesadillas o, sencillamente, sueños que le dejaban mal sabor de boca. Unas veces eran monstruos, otras él mismo, inmóvil y tullido, o convertido en un tumor andante, o sencillamente la vida dejada atrás. No le gustaba tener esa clase de recordatorios inconscientes, y a medida que pasaba el tiempo se sentía cada vez más una simple carga para el grupo. Porque debió dejar progresivamente los entrenamientos, limitándose a unas prácticas tranquilas en las que se servía de un único brazo, y también las salidas que entrañasen algún peligro. Verse recluído en el torreón era lo irritaba enormemente, y por eso aun así a veces se tomaba el riesgo de salir, si la excursión prometía ser tranquila. No lo hacía solamente por sí mismo, sino porque podía ser una carga para sus compañeros en caso de haber problemas ahí afuera.
Fue al cabo de aproximadamente un mes cuando improvisó un cabestrillo para su brazo izquierdo. Hacía ya días que no se movía de forma fluida y, al primer chirrido preocupante, se despidió de él defintivamente. Nunca se había decidido a explicar a los demás lo que estaba pasando, pero si alguien le preguntaba, la cosa cambiaba.
Tal vez intentaba mantener el humor, pero no lograba reflejarlo demasiado bien. Sí había cambiado algo más notablemente, sin embargo, y es que cada vez actuaba con más consideración hacia sus compañeros. La razón del cambio de conducta general era simple, no podía jugar a mantener su actitud de seguridad en sí mismo cuando se sabía una carga para el grupo. Lo mínimo que podía hacer era reducir cualquier posible molestia. Hablaba cada vez menos, y meditaba cada vez más.
Los días empezaron a correr. Habían parecido una eternidad hasta entonces, pero ahora el tiempo parecía agotarse, llevándolos directos a esa trampa que era la Luna de Rocavarancolia. Era difícil controlar los nervios, el dolor de estómago o los escalofríos, y más cuando una mañana, tras una noche de dar vueltas en la cama, se dijo al incorporarse «el último día». No sabía de qué era el último día, pero desde luego lo era de algo, si es que no se habían equivocado en todo.
Se ajustó el cabestrillo y llevó a cabo sus típicas comprobaciones matutinas sobre el otro brazo. El ritmo de puestas a punto que llevaban también había hecho mella en él, pero por el momento todo estaba en su sitio. Bajó a desayunar, sin saber si sería capaz de hincarle el diente a nada, pero disimuló sus nervios frente a los demás. No quería interrumpir la conversación entre Archi y Lara. «Que venga». Cogió un bollo y se dejó caer en el sofá. «Que venga. No quiero esperar más. Que venga de una vez».
- Red
Ficha de cosechado
Nombre: Doe
Especie: Ninguna conocida
Habilidades: No tiene
Re: Torreón Maciel (Archivo VI)
10/07/14, 03:15 am
Los compañeros que habían salido de expedición volvieron con las manos vacías, no habían encontrado nada, y aquello se repitió en los días sucesivos. Keiria participó en algunas de las salidas, buscando con el mismo ahínco que los demás, pero el día que encontraron un acceso a los subterráneos, quedó claro que el subsuelo no era habitable. No había forma de escapar de la Luna Roja, algo que la pelirroja ya sabía en el fondo, y descubrirlo la dejó fría. No temía exactamente a lo que se avecinaba, pero la incertidumbre no le gustaba nada, y aquella espera la consumía poco a poco.
La aparición de la primera estrella fue una novedad interesante, y muchas noches, como alguno de sus compañeros, la pelirroja se las pasaba mirando al cielo, buscando los nuevos puntos de luz y tratando de formar constelaciones con ellos. Era una tarea inútil, pues al día siguiente el mapa celeste había aumentado, pero aun así lo intentaba una y otra vez, por pura cabezonería, evitando así pensar en que cuantas mas estrellas había, menos tiempo quedaba para que saliera el astro rojo.
La noticia de la muerte de Álvaro le entristeció, pero la ciudad se había asegurado de grabarles aquella lección a fuego, de enseñarles que a cada paso que daban podían morir. Ya había perdido muchos compañeros, y aceptar una nueva perdida fue mucho mas fácil que la primera vez. Lo recordaría, como a todos los demás, pero no podían estancarse, debían seguir adelante. Después de aquella noticia, sin embargo, se instauro una calma extraña entre los torreones, y en los meses siguiente no ocurrió ningun otro suceso reseñable.
Las visitas entre ambos torreones se hicieron mas frecuentes, aunque la pelirroja solía evitar el contacto con Surásara, y los cosechados aprendieron mucho los unos de los otros, intercambiando información sobre diversos temas. Cualquier excusa era buena para no dejar pasar el tiempo sin hacer nada, y los juegos de rol por las tardes se convirtieron en una especie de remanso en el que el futuro incierto que les esperaba no parecía tan importante.
Keiria ejercía el papel de directora de juego con gusto, y poco después de que Lara le enseñara lo mas básico, la ulterana había empezado a montar historias increíbles. Se servía de todo lo que sabía y había aprendido, cosas de su mundo, de los de sus compañeros, y detalles de la ciudad. El despliegue de criaturas que les echaba encima era enormemente amplio, pues la muchacha tenía un surtido inagotable en su cabeza, y al menos ella no tenía problema para imaginar las escenas: las veía en tiempo real enfrente de ella.
Con la proximidad de la Luna las alucinaciones fueron empeorando, y aunque lograba ignorarlas la mayor parte del tiempo, muchas veces apenas la dejaban dormir. En ocasiones se quedaba ensimismada observando el aire, sobre todo cuando estaba sola, y cuando regresaba a la realidad se la veía ausente. La meditación la ayudaba a relajar su mente, pero poco a poco la estaba pasando factura.
Mantuvo su rutina de entrenamientos, pero no era ajena al progresivo deterioro de los brazos de Cío, y con el tiempo empezó a echarle en falta en algunas sesiones. No le dijo nada y se limitó a estar disponible siempre que el irrense le dijera de practicar, a fin de cuentas se había acostumbrado a hacerlo con él. El buen humor del chico decayó, sin embargo, pero a pesar de todo se mostraba mucho mas considerado con sus compañeros, como si tuviera que compensarles algo, y aquello la pelirroja no lo entendía.
El tiempo avanzó despacio, pero el día señalado acabó llegando, y aquella mañana Keiria se despertó nerviosa. Fue a darse un baño antes de nada, y una vez estuvo vestida, bajó al salón esquivando cosas en la escalera que solo ella podía ver. Saludó con un gesto escueto de la mano y se sirvió un par de tostadas, de las que dio buena cuenta observando fijamente un punto de la pared.
Tras ese escueto desayuno, la pelirroja se acercó al sofá y se dejo caer junto a Cío, echando la cabeza hacía atrás y cerrando los ojos a los horrores que campaban por el salón. No podía silenciarlos, pero al menos podía dejar de verlos durante un rato.
—Parece que hoy están nerviosas —comentó en un murmullo para si que solo podría oír el irrense, pellizcándose el puente de la nariz antes de volver a hablar—. ¿Se os ocurre algo que hacer para no pasarnos el día mirando el techo? —preguntó. Cualquier cosa era mejor que la incertidumbre.
La aparición de la primera estrella fue una novedad interesante, y muchas noches, como alguno de sus compañeros, la pelirroja se las pasaba mirando al cielo, buscando los nuevos puntos de luz y tratando de formar constelaciones con ellos. Era una tarea inútil, pues al día siguiente el mapa celeste había aumentado, pero aun así lo intentaba una y otra vez, por pura cabezonería, evitando así pensar en que cuantas mas estrellas había, menos tiempo quedaba para que saliera el astro rojo.
La noticia de la muerte de Álvaro le entristeció, pero la ciudad se había asegurado de grabarles aquella lección a fuego, de enseñarles que a cada paso que daban podían morir. Ya había perdido muchos compañeros, y aceptar una nueva perdida fue mucho mas fácil que la primera vez. Lo recordaría, como a todos los demás, pero no podían estancarse, debían seguir adelante. Después de aquella noticia, sin embargo, se instauro una calma extraña entre los torreones, y en los meses siguiente no ocurrió ningun otro suceso reseñable.
Las visitas entre ambos torreones se hicieron mas frecuentes, aunque la pelirroja solía evitar el contacto con Surásara, y los cosechados aprendieron mucho los unos de los otros, intercambiando información sobre diversos temas. Cualquier excusa era buena para no dejar pasar el tiempo sin hacer nada, y los juegos de rol por las tardes se convirtieron en una especie de remanso en el que el futuro incierto que les esperaba no parecía tan importante.
Keiria ejercía el papel de directora de juego con gusto, y poco después de que Lara le enseñara lo mas básico, la ulterana había empezado a montar historias increíbles. Se servía de todo lo que sabía y había aprendido, cosas de su mundo, de los de sus compañeros, y detalles de la ciudad. El despliegue de criaturas que les echaba encima era enormemente amplio, pues la muchacha tenía un surtido inagotable en su cabeza, y al menos ella no tenía problema para imaginar las escenas: las veía en tiempo real enfrente de ella.
Con la proximidad de la Luna las alucinaciones fueron empeorando, y aunque lograba ignorarlas la mayor parte del tiempo, muchas veces apenas la dejaban dormir. En ocasiones se quedaba ensimismada observando el aire, sobre todo cuando estaba sola, y cuando regresaba a la realidad se la veía ausente. La meditación la ayudaba a relajar su mente, pero poco a poco la estaba pasando factura.
Mantuvo su rutina de entrenamientos, pero no era ajena al progresivo deterioro de los brazos de Cío, y con el tiempo empezó a echarle en falta en algunas sesiones. No le dijo nada y se limitó a estar disponible siempre que el irrense le dijera de practicar, a fin de cuentas se había acostumbrado a hacerlo con él. El buen humor del chico decayó, sin embargo, pero a pesar de todo se mostraba mucho mas considerado con sus compañeros, como si tuviera que compensarles algo, y aquello la pelirroja no lo entendía.
El tiempo avanzó despacio, pero el día señalado acabó llegando, y aquella mañana Keiria se despertó nerviosa. Fue a darse un baño antes de nada, y una vez estuvo vestida, bajó al salón esquivando cosas en la escalera que solo ella podía ver. Saludó con un gesto escueto de la mano y se sirvió un par de tostadas, de las que dio buena cuenta observando fijamente un punto de la pared.
Tras ese escueto desayuno, la pelirroja se acercó al sofá y se dejo caer junto a Cío, echando la cabeza hacía atrás y cerrando los ojos a los horrores que campaban por el salón. No podía silenciarlos, pero al menos podía dejar de verlos durante un rato.
—Parece que hoy están nerviosas —comentó en un murmullo para si que solo podría oír el irrense, pellizcándose el puente de la nariz antes de volver a hablar—. ¿Se os ocurre algo que hacer para no pasarnos el día mirando el techo? —preguntó. Cualquier cosa era mejor que la incertidumbre.
- Leonart
Ficha de cosechado
Nombre: Reina Tomoe
Especie: Humana, Asiática
Habilidades: Punteria, Reflejos, Oido Musical
Re: Torreón Maciel (Archivo VI)
10/07/14, 03:49 am
Kudryavka
El ruso participó en todas y cada una de las excursiones que se dieron para encontrar un refugio pero, quizas, de todos los que se encontraban en el torreón, era el que estaba más tranquilo con la situación. El paso del tiempo, sin embargo, se le antojaba lento. No era tanto la expectación, sino más bien la promesa de un final. De nuevo, la muerte parecia seguirles con aquel recordatorio. Todavia no las tenia todas consigo, pero logró interiorizar sus dudas y calmarse mediante una meditación exhaustiva y diaria. El chico así podia seguir con su día a día sin vacilar ni que se le amendrentase su espíritu.
Lo hacia, quizás, porque los ánimos por el torreón se veian desastrosos. Los habian que temian el destino: La Luna, los habia quienes temian a la ciudad, los habian que deseaban que se acabase la espera y los habia quienes no sabian a que temer más. Dentro de esto, el chico se sintió impotente. No sabia como manifestarles que aun habia esperanza, aun en el peor de los destinos, siempre se tendrian los unos a los otros. Pero no se atrevia a musitar palabra alguna al respecto. Si llegasen a ser vanas esperanzas, nunca se lo perdonaria a si mismo.
Noticias como la muerte de Álvaro, el humano de Letargo, no le sacaron reacción alguna. El aprendiz seguia con su rutina en el torreón, a ojos de los demás, impavido por tal noticia. Ni él mismo tenia claro como se sentia en aquellas ocasiones. Ya la muerte era algo tan corriente en él, que no pudo sino considerar que era él mismo quien estaba causando aquello y, aunque no dió signos externos de ello, por dentro esto le carcomia.
Una cosa agradable que ocurrió en la ciudad, sin embargo, fue la aparición de las estrellas. Al principio tímidas, fueron apareciendo de pocas y acabaron siendo una acaudalada multitud. El chico no podia resistir la tentación de asomarse nada más anocheciera, pues eran de las pocas bellezas que podian apreciar.
Otro momento de paz y sosiego, era durante las partidas de rol que tenian juntos. El aprendiz, que usaba a un bárbaro-vikingo de nombre "Grob", y, como la frase que el personaje siempre decia para describirse: "Grob ser más listo que dos montañas, pero no más fuerte que un melón... ¿Lo que?" Y, tras imitar la voz del giganton, se reia siempre. Habia sido un pequeño retazo en aquel mar de incertidumbre y misterio.
Una mañana más, el chico se levantaba, hacia sus ejercicios, su meditación, se duchaba y desayunaba, uniendose a los que por entonces estuviesen en ese mismo proceso. Escuchó a Keiria preguntar porque se podría hacer, el ruso terminó su melocotón antes de poner en palabras lo primero que se le ocurrió.
-Todavia queda que tomemos la revancha del último partido. Aunque la última vez no pudimos...-comentó con una risilla un tanto apagada. Los motivos, sin embargo, no habian sido para nada mundanos, lo cual le llevo a maldecir para si mismo por la monumental cagada que acababa de hacer al recordar a Gres y a Krunchy's. No tardó en corregirse.-Lo siento. Era una idea estúpida.-dijo recogiendo su desayuno con cierto aire de incomodidad mientras hacia fuerza con la mandíbula.
El ruso participó en todas y cada una de las excursiones que se dieron para encontrar un refugio pero, quizas, de todos los que se encontraban en el torreón, era el que estaba más tranquilo con la situación. El paso del tiempo, sin embargo, se le antojaba lento. No era tanto la expectación, sino más bien la promesa de un final. De nuevo, la muerte parecia seguirles con aquel recordatorio. Todavia no las tenia todas consigo, pero logró interiorizar sus dudas y calmarse mediante una meditación exhaustiva y diaria. El chico así podia seguir con su día a día sin vacilar ni que se le amendrentase su espíritu.
Lo hacia, quizás, porque los ánimos por el torreón se veian desastrosos. Los habian que temian el destino: La Luna, los habia quienes temian a la ciudad, los habian que deseaban que se acabase la espera y los habia quienes no sabian a que temer más. Dentro de esto, el chico se sintió impotente. No sabia como manifestarles que aun habia esperanza, aun en el peor de los destinos, siempre se tendrian los unos a los otros. Pero no se atrevia a musitar palabra alguna al respecto. Si llegasen a ser vanas esperanzas, nunca se lo perdonaria a si mismo.
Noticias como la muerte de Álvaro, el humano de Letargo, no le sacaron reacción alguna. El aprendiz seguia con su rutina en el torreón, a ojos de los demás, impavido por tal noticia. Ni él mismo tenia claro como se sentia en aquellas ocasiones. Ya la muerte era algo tan corriente en él, que no pudo sino considerar que era él mismo quien estaba causando aquello y, aunque no dió signos externos de ello, por dentro esto le carcomia.
Una cosa agradable que ocurrió en la ciudad, sin embargo, fue la aparición de las estrellas. Al principio tímidas, fueron apareciendo de pocas y acabaron siendo una acaudalada multitud. El chico no podia resistir la tentación de asomarse nada más anocheciera, pues eran de las pocas bellezas que podian apreciar.
Otro momento de paz y sosiego, era durante las partidas de rol que tenian juntos. El aprendiz, que usaba a un bárbaro-vikingo de nombre "Grob", y, como la frase que el personaje siempre decia para describirse: "Grob ser más listo que dos montañas, pero no más fuerte que un melón... ¿Lo que?" Y, tras imitar la voz del giganton, se reia siempre. Habia sido un pequeño retazo en aquel mar de incertidumbre y misterio.
Una mañana más, el chico se levantaba, hacia sus ejercicios, su meditación, se duchaba y desayunaba, uniendose a los que por entonces estuviesen en ese mismo proceso. Escuchó a Keiria preguntar porque se podría hacer, el ruso terminó su melocotón antes de poner en palabras lo primero que se le ocurrió.
-Todavia queda que tomemos la revancha del último partido. Aunque la última vez no pudimos...-comentó con una risilla un tanto apagada. Los motivos, sin embargo, no habian sido para nada mundanos, lo cual le llevo a maldecir para si mismo por la monumental cagada que acababa de hacer al recordar a Gres y a Krunchy's. No tardó en corregirse.-Lo siento. Era una idea estúpida.-dijo recogiendo su desayuno con cierto aire de incomodidad mientras hacia fuerza con la mandíbula.
- Naeryan
Ficha de cosechado
Nombre:
Especie:
Habilidades:
Re: Torreón Maciel (Archivo VI)
10/07/14, 03:22 pm
Regresaron cansados pero ilesos de la excursión a la zona norte. En un momento de tranquilidad, mientras los demás estaban refiriéndoles a los que se habían quedado lo que había sucedido, Taro subió al dormitorio llevándose el libro de magia. Trazó con duda, como pidiendo permiso, los pasos del hechizo de sanación superficial, haciendo uso para memorizarlo de reglas nemotécnicas que le habían enseñado en el colegio pero que nunca había creído que tendría que utilizar consigo mismo. Al cabo de los suficientes intentos el corte que se había hecho en la mano primero dejó de sangar, y después se cerró. Taro se rozó con el dedo el parche de piel ahora curado, pensativo.
Al final no era un E. Quién iba a decirlo.
Era desconcertante. En Carabás no habría tenido opción a ocultarlo, ya que lo habrían detectado en las pruebas rutinarias: habría pasado por un traslado de clases y se le habría obligado a hacer uso de su don para no malgastar recursos. Sin embargo allí daba lo mismo: no había nadie para exigírselo. ¿Qué debía hacer entonces?
Al final decidió que no había ninguna razón por la que contárselo a nadie: a aquellas alturas no era que hiciese mucha diferencia, dado que sus capacidades entraban más bien en lo mediocre ("qué sorpresa", pensó, sin sentir realmente ninguna sorpresa en absoluto) y no veía tampoco por qué iba a importarle a nadie.
El resto de la tarde transcurrió sin ningún incidente remarcable. Taro sintió un repentino impulso de asomarse a la ventana esa noche, y su intuición se vio recompensada por la aparición de estrellas. Tenues, de luz muy queda. Llamó a los demás para que las vieran, aunque algunos parecían haber advertido el inicio de aquellos brillos la noche anterior. No obstante, mucho rato después de que el resto del torreón se hubiera ido a la cama, el carabés pasó aún un buen rato asomado a la ventana esa noche, preguntándose qué podrían significar.
Lejos de cualquier significado místico, a él eso le decía que no había cúpula climática que cubriese Rocavarancolia, tal y como sucedía en Vora y que por tanto les impedía ver el cielo nocturno directamente. Venía a equivaler, en términos carabeses, a que la ciudad estaba abandonada. A que estaban a su suerte, no solo a las inclemencias del tiempo sino frente a todo lo demás.
Taro ya lo sabía, pero sintió en ese momento que los cosechados estaban, más que nunca, solos en el mundo.
Los dos meses hasta la salida de la Luna Roja pasaron sin prisa, pero tampoco apiadándose de los que habrían querido que el tiempo transcurriese más despacio.
Desde la pesadilla en la que había aprecido Renen Taro dormía poco y descansaba menos. Como si ésta hubiese sido un detonador pesadillas anteriores que había reprimido con el tiempo y somníferos regresaron, intercaladas con detalles macabros cortesía de las cosas que había visto en la ciudad. Más de una ocasión pensó el carabés en pedirle a Lara que le durmiese con magia, pero lo descartaba inmediatamente por costumbre de no pedir cosas a los magos.
Sus esperanzas de encontrar un refugio adecuado murieron miserablemente en cuanto Archi les refirió qué clase de cosas habitaban los subterráneos de la ciudad. A partir de entonces Taro centró sus esfuerzos en buscar sortilegios de curación avanzados, pero ya no lo hacía con convencimiento sino por la inercia desesperada de estar haciendo algo, lo que fuera. Sabía que no entraría dentro de las capacidades de ninguno de ellos darle solución a lo que se les viniera encima, o al menos no en un lapso que permitiese dar remedio a los cambios más letales. Sin embargo le ponía de mal humor saber que tendrían que esperar de brazos cruzados, y entonces redoblaba sus esfuerzos, anotando fuentes y páginas de grimorios que encontraba tras horas de rebuscar en la biblioteca. Mientras tanto le crispaba los nervios saber que al fantasma se la soplaba ampliamente que ellos fuesen a mutar de forma horrible, y que no sólo no iba a ayudarles sino que al parecer se divertía dándoles indicaciones crípticas. Aquello se extendía de forma implícita al resto de habitantes que pudiera tener la ciudad, pero como no había visto a ninguno de ellos era más fácil centrar su rencor en el espectro. En cierto momento había perdido los estribos y había empezado a gritarle al bibliotecario, lo que había resultado en que Biblios le había puesto de patitas en la calle.
Las partidas de rol en algunas tardes perezosas de Maciel fueron un oasis entre la tensión ya existente por vivir en la ciudad y la añadida por la de la cuenta atrás hasta la Luna. Taro no entendía muy bien por qué "magos" y "brujos" eran una clase propia, pero era Lara la que sabía, de modo que el carabés no se complicó mucho la vida y se creó un personaje cazador de monstruos. Sin embargo si la partida duraba mucho el muchacho se volvía inquieto, a menos que hubieran vuelto ya de alguna salida y estuviera lo bastante cansado como para no sentir ganas de levantarse de la silla y hacer algo.
Para echarle sal a las prácticas con el arco, una vez estuvo seguro de su puntería desde un número amplio de ángulos, Taro pasó a intentar disparar con igual destreza con ambas manos, y posteriormente practicó tiros sin tomarse ningún tiempo para apuntar: en una escaramuza contra monstruos con toda probabilidad no tendría ocasión de hacerlo.
La salida al norte de hacía unos días le había dado por fin una semblanza de paz interior a ese respecto, como si hubiese cerrado ese capítulo. El moratón a su orgullo no había desaparecido, pero por fin había dejado de pulsar. En el siguiente intercambio que hubo Taro pisó Letargo por primera vez en mucho tiempo, pero enterarse de que otro cosechado había fallecido en ese intervalo hizo que aquel pequeño triunfo sobre sí mismo le supiera a poco.
Cuando se parase a pensarlo más tarde se daría cuenta de que aquella cosecha habían perdido a tres personas en el interior de casas, y que de esas tres solamente él había regresado. ¿En qué le convertía eso? ¿En el afortunado? ¿En el superviviente? ¿Tenía mérito aquello o era solo cosa del azar?
¿Acaso importaba?
Taro había decidido distraerse la cabeza lo máximo posible ese día, y no sentía el menor deseo de participar en las conversaciones de dentro teniendo en cuenta sobre lo que seguramente versaban. En una maniobra suicida había acabado por coger el libro contra el que Cío le había advertido vivamente, y el carabés estaba sentado al sol en su lugar habitual del muro, con cara de estar sufriendo mucho.
"No me entero", pensaba en ese momento, con tintes de desesperación. "¿Pero esta tipa no había muerto ya?"
Hojeó las páginas hacia atrás tratando de encontrar la referencia precisa.
Al final no era un E. Quién iba a decirlo.
Era desconcertante. En Carabás no habría tenido opción a ocultarlo, ya que lo habrían detectado en las pruebas rutinarias: habría pasado por un traslado de clases y se le habría obligado a hacer uso de su don para no malgastar recursos. Sin embargo allí daba lo mismo: no había nadie para exigírselo. ¿Qué debía hacer entonces?
Al final decidió que no había ninguna razón por la que contárselo a nadie: a aquellas alturas no era que hiciese mucha diferencia, dado que sus capacidades entraban más bien en lo mediocre ("qué sorpresa", pensó, sin sentir realmente ninguna sorpresa en absoluto) y no veía tampoco por qué iba a importarle a nadie.
El resto de la tarde transcurrió sin ningún incidente remarcable. Taro sintió un repentino impulso de asomarse a la ventana esa noche, y su intuición se vio recompensada por la aparición de estrellas. Tenues, de luz muy queda. Llamó a los demás para que las vieran, aunque algunos parecían haber advertido el inicio de aquellos brillos la noche anterior. No obstante, mucho rato después de que el resto del torreón se hubiera ido a la cama, el carabés pasó aún un buen rato asomado a la ventana esa noche, preguntándose qué podrían significar.
Lejos de cualquier significado místico, a él eso le decía que no había cúpula climática que cubriese Rocavarancolia, tal y como sucedía en Vora y que por tanto les impedía ver el cielo nocturno directamente. Venía a equivaler, en términos carabeses, a que la ciudad estaba abandonada. A que estaban a su suerte, no solo a las inclemencias del tiempo sino frente a todo lo demás.
Taro ya lo sabía, pero sintió en ese momento que los cosechados estaban, más que nunca, solos en el mundo.
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Los dos meses hasta la salida de la Luna Roja pasaron sin prisa, pero tampoco apiadándose de los que habrían querido que el tiempo transcurriese más despacio.
Desde la pesadilla en la que había aprecido Renen Taro dormía poco y descansaba menos. Como si ésta hubiese sido un detonador pesadillas anteriores que había reprimido con el tiempo y somníferos regresaron, intercaladas con detalles macabros cortesía de las cosas que había visto en la ciudad. Más de una ocasión pensó el carabés en pedirle a Lara que le durmiese con magia, pero lo descartaba inmediatamente por costumbre de no pedir cosas a los magos.
Sus esperanzas de encontrar un refugio adecuado murieron miserablemente en cuanto Archi les refirió qué clase de cosas habitaban los subterráneos de la ciudad. A partir de entonces Taro centró sus esfuerzos en buscar sortilegios de curación avanzados, pero ya no lo hacía con convencimiento sino por la inercia desesperada de estar haciendo algo, lo que fuera. Sabía que no entraría dentro de las capacidades de ninguno de ellos darle solución a lo que se les viniera encima, o al menos no en un lapso que permitiese dar remedio a los cambios más letales. Sin embargo le ponía de mal humor saber que tendrían que esperar de brazos cruzados, y entonces redoblaba sus esfuerzos, anotando fuentes y páginas de grimorios que encontraba tras horas de rebuscar en la biblioteca. Mientras tanto le crispaba los nervios saber que al fantasma se la soplaba ampliamente que ellos fuesen a mutar de forma horrible, y que no sólo no iba a ayudarles sino que al parecer se divertía dándoles indicaciones crípticas. Aquello se extendía de forma implícita al resto de habitantes que pudiera tener la ciudad, pero como no había visto a ninguno de ellos era más fácil centrar su rencor en el espectro. En cierto momento había perdido los estribos y había empezado a gritarle al bibliotecario, lo que había resultado en que Biblios le había puesto de patitas en la calle.
Las partidas de rol en algunas tardes perezosas de Maciel fueron un oasis entre la tensión ya existente por vivir en la ciudad y la añadida por la de la cuenta atrás hasta la Luna. Taro no entendía muy bien por qué "magos" y "brujos" eran una clase propia, pero era Lara la que sabía, de modo que el carabés no se complicó mucho la vida y se creó un personaje cazador de monstruos. Sin embargo si la partida duraba mucho el muchacho se volvía inquieto, a menos que hubieran vuelto ya de alguna salida y estuviera lo bastante cansado como para no sentir ganas de levantarse de la silla y hacer algo.
Para echarle sal a las prácticas con el arco, una vez estuvo seguro de su puntería desde un número amplio de ángulos, Taro pasó a intentar disparar con igual destreza con ambas manos, y posteriormente practicó tiros sin tomarse ningún tiempo para apuntar: en una escaramuza contra monstruos con toda probabilidad no tendría ocasión de hacerlo.
La salida al norte de hacía unos días le había dado por fin una semblanza de paz interior a ese respecto, como si hubiese cerrado ese capítulo. El moratón a su orgullo no había desaparecido, pero por fin había dejado de pulsar. En el siguiente intercambio que hubo Taro pisó Letargo por primera vez en mucho tiempo, pero enterarse de que otro cosechado había fallecido en ese intervalo hizo que aquel pequeño triunfo sobre sí mismo le supiera a poco.
Cuando se parase a pensarlo más tarde se daría cuenta de que aquella cosecha habían perdido a tres personas en el interior de casas, y que de esas tres solamente él había regresado. ¿En qué le convertía eso? ¿En el afortunado? ¿En el superviviente? ¿Tenía mérito aquello o era solo cosa del azar?
¿Acaso importaba?
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Taro había decidido distraerse la cabeza lo máximo posible ese día, y no sentía el menor deseo de participar en las conversaciones de dentro teniendo en cuenta sobre lo que seguramente versaban. En una maniobra suicida había acabado por coger el libro contra el que Cío le había advertido vivamente, y el carabés estaba sentado al sol en su lugar habitual del muro, con cara de estar sufriendo mucho.
"No me entero", pensaba en ese momento, con tintes de desesperación. "¿Pero esta tipa no había muerto ya?"
Hojeó las páginas hacia atrás tratando de encontrar la referencia precisa.
- YberGM
Ficha de cosechado
Nombre: Ulmara.
Especie: cercana alaí.
Habilidades: Velocidad, nociones de lucha y resistencia.
Personajes :
● Dirke/Ramas.
● Giz.
● Tap/Malahierba.
●Lara 37/Saria Omen.
● Rasqa: parqio transformado en moloch.
● Eitne.
Heridas/enfermedades : Eitne: le falta la pierna derecha de rodilla para abajo.
Status : Es complicado.
Humor : La gracia de dios.
Re: Torreón Maciel (Archivo VI)
10/07/14, 10:33 pm
La respuesta de Archi dejó fría a la ordesa. <<Nos va a convertir en monstruos, ¿qué más necesitamos saber?>>. No dijo nada más, no tenía ánimos, y simplemente continuó con su desayuno. Cío, Keiria y Kud habían ido a parar al salón, al lado, donde la ulterana preguntó qué harían hoy. Lara escuchó a Kud y frunció el ceño, pues no entendía que quisieran ponerse a jugar ahora, y acabó respondiendo desde la cocina.
—Yo bajaré varias cosas al sótano, para improvisar un refugio en una de las celdas —su voz sonó agria y desconfiada, casi desagradable. Lara ya tenía suficiente con la idea de transformarse ella y lo último que quería era estar cerca de otros posibles monstruos cuyas nuevas naturalezas desconocía. En cuanto se acabó el requesón se acercó al salón y permaneció de pie para acabar de explicarse —. Voy a esconderme de la luna. Puede que si no la veo, o si no me ve ella a mí, consiga evitar la maldición que trae para nosotros… —volvió a hacer girar el molinillo y desvió una mirada cargada de preocupación y temores hacia el suelo—. Tal vez queráis considerar la idea.
Aún si lo hacían, Lara rogó a la Suerte para que no le pidieran ocupar la misma celda que ella. Su plan era endeble, la ordesa no tenía muchas esperanzas, pero era todo lo que se le ocurría para evitar una fatalidad y prefería estar sola en su cubículo.
—Yo bajaré varias cosas al sótano, para improvisar un refugio en una de las celdas —su voz sonó agria y desconfiada, casi desagradable. Lara ya tenía suficiente con la idea de transformarse ella y lo último que quería era estar cerca de otros posibles monstruos cuyas nuevas naturalezas desconocía. En cuanto se acabó el requesón se acercó al salón y permaneció de pie para acabar de explicarse —. Voy a esconderme de la luna. Puede que si no la veo, o si no me ve ella a mí, consiga evitar la maldición que trae para nosotros… —volvió a hacer girar el molinillo y desvió una mirada cargada de preocupación y temores hacia el suelo—. Tal vez queráis considerar la idea.
Aún si lo hacían, Lara rogó a la Suerte para que no le pidieran ocupar la misma celda que ella. Su plan era endeble, la ordesa no tenía muchas esperanzas, pero era todo lo que se le ocurría para evitar una fatalidad y prefería estar sola en su cubículo.
No llores por no poder ver tu pierna,
las lágrimas te impedirán ver los cadáveres de tus amigos.
las lágrimas te impedirán ver los cadáveres de tus amigos.
- Alicia
Ficha de cosechado
Nombre: Siete
Especie: Idris
Habilidades: oido musical, orientación, reflejosPersonajes :- Seon: aurva soñadora, 20 años. 163 cm
- Ri:Tengu. Aurva albina, 18 años. 170 cm
- Nero:Sin esencia, edeel. 18 años, 175 cm.
- Siete: idrino cosechado. 18 años. 172 cm.
Heridas/enfermedades : Cicatrices desiguales con forma de arañazo en los gemelos, que se extienden hacia la parte frontal de la pierna. Más anchas y verticales en la pierna derecha.
Status : So. FLUFFY.- Seon: aurva soñadora, 20 años. 163 cm
Re: Torreón Maciel (Archivo VI)
11/07/14, 12:02 am
***
La luna llegaba a ellos sin posibilidad de evadirla; sin poder evitarla, sin poder esconderse. Era extraño mirar atrás, a los muertos y heridos y darse cuenta de que llevaban siete ciclos enteros juntos y que los tres que restaban a la vuelta a casa eran, casi con toda seguridad, mentira. ¿Y que quedaba? Bajo los horrores de la ciudad había otros peores, deformes, abundantes. La pregunta de si eso era lo que les esperaba flotaba en algun lugar de sus cabezas.
Ri había tenido una crisis nerviosa en una ocasión, mientras se bañaba. Los ratos de soledad que constituía la ducha diara habían pasado a ser una pequeña tortura psicológica. Pero no llegó a decirlo a nadie, y nunca hizo las cosas más deprisa de lo que correspondían.La vez que pudo con ella, se vistió todavia mojada y temblorosa, y esperó a la noche para llorar a gusto. Es decir: dos o tres lágrimas sueltas que no quisieron ser llanto, y un nudo opresivo en el pecho.
Nero y Ri no acogieron igual el juego de Lara. Ella nunca mostró interés, y él jugó todas las partidas que estuvieron en su mano. Llamó a su personaje "Adonis Romeo" (un tributo, no un plagio) y jugó a acumular riquezas, a falta de putas.
Y mientras, cada vez más estrellas pintaban el cielo. A cambio, el clima se hacía mas frío, por lo que en vez de disfrutarlas plenamente, los sinhadres se reunían en torno a la estufa casera y habían empezado a usar jerseys finos, encontrados entre los baules de retales.
Pero Ri despertó sudando. O mejor dicho, envuelta en sudor, que no era reciente y se le pegaba al cuerpo, viscoso como la piel de una rana. Respiró fuerte. Había sido muy cruel. Ariela le había hecho olvidar, en parte, su culpabilidad por Enya y ahora en sueños la apuñalaba con un recordatorio a su pelo, a sus ojos. Cruel. Salió de la cama, sin fuerzas. Y Enya estaba vivo. Y ella era la vida para Arlew. Y... procesó con lentitud que los animales a matar eran los chicos que esperaban abajo, nerviosos por la Luna Roja.
A pesar de todo, la piedra bajo sus pies parecía más onirica que su sueño. ¿Uno tiene que acordarse con tanta precisión de estas cosas? no se diluían los detalles, si no que estaban muy presentes y dolorosos. Localizó a Nero con la mirada, todavía en el dormitorio.
-Nero
-¿Qué?
- No te mueras hoy.-sin entonación.
El edeel tardó unos segundos en responder, decidiendo la reacción emocional adecuada.
- Bien- sin burla. Y-. Quiero un buen desayuno mañana.
- Vale.
Pausa.
-¿Y hoy?
- Hoy también.
Así que bajaron y Anriel se metió directamente en la cocina. Tarareaba mentalmente la música de sus sueño, con seriedad pensativa y concentrada.
La luna llegaba a ellos sin posibilidad de evadirla; sin poder evitarla, sin poder esconderse. Era extraño mirar atrás, a los muertos y heridos y darse cuenta de que llevaban siete ciclos enteros juntos y que los tres que restaban a la vuelta a casa eran, casi con toda seguridad, mentira. ¿Y que quedaba? Bajo los horrores de la ciudad había otros peores, deformes, abundantes. La pregunta de si eso era lo que les esperaba flotaba en algun lugar de sus cabezas.
Ri había tenido una crisis nerviosa en una ocasión, mientras se bañaba. Los ratos de soledad que constituía la ducha diara habían pasado a ser una pequeña tortura psicológica. Pero no llegó a decirlo a nadie, y nunca hizo las cosas más deprisa de lo que correspondían.La vez que pudo con ella, se vistió todavia mojada y temblorosa, y esperó a la noche para llorar a gusto. Es decir: dos o tres lágrimas sueltas que no quisieron ser llanto, y un nudo opresivo en el pecho.
Nero y Ri no acogieron igual el juego de Lara. Ella nunca mostró interés, y él jugó todas las partidas que estuvieron en su mano. Llamó a su personaje "Adonis Romeo" (un tributo, no un plagio) y jugó a acumular riquezas, a falta de putas.
Y mientras, cada vez más estrellas pintaban el cielo. A cambio, el clima se hacía mas frío, por lo que en vez de disfrutarlas plenamente, los sinhadres se reunían en torno a la estufa casera y habían empezado a usar jerseys finos, encontrados entre los baules de retales.
Pero Ri despertó sudando. O mejor dicho, envuelta en sudor, que no era reciente y se le pegaba al cuerpo, viscoso como la piel de una rana. Respiró fuerte. Había sido muy cruel. Ariela le había hecho olvidar, en parte, su culpabilidad por Enya y ahora en sueños la apuñalaba con un recordatorio a su pelo, a sus ojos. Cruel. Salió de la cama, sin fuerzas. Y Enya estaba vivo. Y ella era la vida para Arlew. Y... procesó con lentitud que los animales a matar eran los chicos que esperaban abajo, nerviosos por la Luna Roja.
A pesar de todo, la piedra bajo sus pies parecía más onirica que su sueño. ¿Uno tiene que acordarse con tanta precisión de estas cosas? no se diluían los detalles, si no que estaban muy presentes y dolorosos. Localizó a Nero con la mirada, todavía en el dormitorio.
-Nero
-¿Qué?
- No te mueras hoy.-sin entonación.
El edeel tardó unos segundos en responder, decidiendo la reacción emocional adecuada.
- Bien- sin burla. Y-. Quiero un buen desayuno mañana.
- Vale.
Pausa.
-¿Y hoy?
- Hoy también.
Así que bajaron y Anriel se metió directamente en la cocina. Tarareaba mentalmente la música de sus sueño, con seriedad pensativa y concentrada.
-
- GiniroryuGM
Ficha de cosechado
Nombre: Rägjynn
Especie: mjörní
Habilidades: memoria, buen oído y don de lenguas
Personajes :
● Noel: Draco de Estínfalo de origen sueco.
● Archime/Krono Rádem: Kairós irrense.
● Irianna/Dama Enigma: Nebulomante idrina lacustre.
● Adrune: Gamusino sinhadre, edeel.
● Lethe: Horus, enderth.
● Rägjynn: mjörní.
● Naeleth: Bruja del Hielo, nublina.
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Aumenta su resistencia progresivamente. El sangrado de sus ojos se detonará con más frecuencia.
Armas :
● Noel: hacha de dos manos y espada bastarda.
● Archime/Krono Rádem: sus monólogos sobre biomecánica avanzada.
● Irianna: arco y estoque.
● Adrune: lanza, espadas cortas y arco.
● Lethe: arco y lanza.
● Rägjynn: jō.
● Naeleth: arco, sai y báculo.
Status : Gin: do the windy thing.
Humor : REALLY NOT FEELIN' UP TO IT RIGHT NOW. SORRY.
Re: Torreón Maciel (Archivo VI)
11/07/14, 02:15 am
Dedicó tan solo una fugaz mirada a la ordesa cuando se dirigió a él antes de devolver su atención a la comida.
—No —respondió escuetamente. Y por un momento pareció que no iba a añadir nada más—. No es lógico que sienta miedo de algo que desconozco sus efectos con precisión.
Permaneció en silencio, sin participar en las conversaciones que se desenvolvían a su alrededor pero con la atención puesta en ellas mientras continuaba desayunando. No intervino hasta, de nuevo, para responder a algo dicho por la ordesa.
—Si se pudiera huir de los hipotéticos efectos de la Luna Roja de esa forma no nos hubieran indicado que nos refugiásemos en este torreón si el propósito es exponernos a ella —razonó.
No pretendía asustar ni descorazonar a Lara, pero para el biomecánico aquello era simplemente lógico. Por su parte, observaría la salida de la Luna en el mismo patio.
—No —respondió escuetamente. Y por un momento pareció que no iba a añadir nada más—. No es lógico que sienta miedo de algo que desconozco sus efectos con precisión.
Permaneció en silencio, sin participar en las conversaciones que se desenvolvían a su alrededor pero con la atención puesta en ellas mientras continuaba desayunando. No intervino hasta, de nuevo, para responder a algo dicho por la ordesa.
—Si se pudiera huir de los hipotéticos efectos de la Luna Roja de esa forma no nos hubieran indicado que nos refugiásemos en este torreón si el propósito es exponernos a ella —razonó.
No pretendía asustar ni descorazonar a Lara, pero para el biomecánico aquello era simplemente lógico. Por su parte, observaría la salida de la Luna en el mismo patio.
- Naeryan
Ficha de cosechado
Nombre:
Especie:
Habilidades: Personajes :- CLICK:
- ● Shizel/Desidia: idrino transformado en skrýmir, albino y de ojos azules. Tiene buenas dotes sociales y una gran pasión por la magia; es embajador para el castillo.
● Taro: cosechado carabés, cabello negro y ojos amarillos. Practicante de parkour y siempre con unos discretos auriculares, le encanta la música y suele dudar de sus capacidades.
● Sox: (imagen pre-Luna) ángel negro carabés, rubio y de apariencia llamativa. Competitivo y racional, aspira siempre al rendimiento más alto y posee mucha determinación.
Unidades mágicas : DENIED
Armas :- CLICK:
- ● Shizel/Desidia: magia y esgrima idrina, con amplia preferencia por la primera.
● Sox: según la salida, ballesta simple con torno o sable. Al cinto siempre un puñal.
Status : Traumaturga
Humor : Productivo (lo intento)
Re: Torreón Maciel (Archivo VI)
11/07/14, 03:15 am
Ya estaba anocheciendo cuando Taro lo supo. No tenía ninguna ventana a mano por la que mirar, pero lo supo.
Estaba en uno de los pisos superiores, e iba en dirección a bajar las escaleras pensando en coger su arco cuando un calambrazo de dolor volvió a recorrerle la espalda. Sorprendido por aquella alteración en el horario habitual se apoyó en la pared esperando a que pasara, pero no lo hizo. Se asentó entre sus omoplatos, trepó por su columna y cuando parecía que iba a desvanecerse, se redobló.
No sólo era eso. Había algo en el aire, un cosquilleo en su sangre. Taro tenía la impresión de que algo grande, ominoso, estaba observándole por la espalda. Y lo supo. La Luna Roja estaba ahí fuera.
El dolor volvió a intensificarse en ese momento, como recordándole que seguía allí. Aquello no era un tirón muscular, y le daba muy mala espina. Taro entró atropelladamente al primer dormitorio que pilló, y cerrando la puerta tras de sí se quitó la camiseta para poder palpar mejor si estaba saliéndole... algo. Ningún bulto anormal o en movimiento respondió bajo el tacto de sus dedos, pero la intranquilidad del carabés crecía a medida que el dolor no solo no desaparecía, sino que se intensificaba y se ampliaba desde la base de su espalda hasta el cuello.
Estaba pasando. Estaba mutando.
Una pequeña parte irracional de él se había aferrado como a un clavo ardiendo a la esperanza de que todo aquel tiempo la Luna hubiese sido un cuento de viejas, y esa parte era la que estaba entrando en pánico en ese mismo momento. Taro se quedó parado unos segundos que le parecieron interminables, completamente bloqueado.
Su siguiente reacción fue instintiva. Con una fuerza que desconocía salida de la desesperación, Taro arrastró una de las camas a la puerta, atascándola. La actividad le mantenía cuerdo, y pronto se encontró arrastrando hasta allí todo mueble que cogió a mano, con las sábanas y almohadas de paso. Cuando terminó le faltaba el aliento, y no importaba cuán rápido respirara o con cuánta profundidad: siempre parecía que le faltaba un poco para conseguir recuperar la calma, para conseguir que el ataque de pánico remitiera. Se dejó caer al suelo cerca de la barricada, falto de fuerzas. Refugiarse entre el fuerte improvisado de almohadas y mantas le concedió una mínima ilusión de refugio.
No podía dejar que le vieran mutar, era prioritario que se olvidasen de él. No iban a poder hacer nada. En ese momento Taro se obligó a sí mismo a tragarse el miedo y a ser invisible. El dolor no hacía ademán alguno de remitir, y en cierto punto pasó a hundir la cara en una almohada con tozudez. No se le podía escapar ni un solo grito.
Pasó así un lapso indefinido de tiempo, que de haber transcurrido sin incidentes quizá habría logrado tranquilizarle. Sin embago algo oscuro cayó de su frente y le tapó la vista. Retiró un poco la almohada, vacilante, y cuando alargó la mano para retirarlo constató que era pelo. Un mechón de su propio cabello, y abundante.
La exclamación de horror se perdió, o quizá el carabés estaba tan aturdido que ni llegó a oírla cuando salió de su garganta.
En su pequeña fortaleza Taro apretó los dientes.
Y esperó.
[A ser posible os pediría que no interactuarais con él.]
Estaba en uno de los pisos superiores, e iba en dirección a bajar las escaleras pensando en coger su arco cuando un calambrazo de dolor volvió a recorrerle la espalda. Sorprendido por aquella alteración en el horario habitual se apoyó en la pared esperando a que pasara, pero no lo hizo. Se asentó entre sus omoplatos, trepó por su columna y cuando parecía que iba a desvanecerse, se redobló.
No sólo era eso. Había algo en el aire, un cosquilleo en su sangre. Taro tenía la impresión de que algo grande, ominoso, estaba observándole por la espalda. Y lo supo. La Luna Roja estaba ahí fuera.
El dolor volvió a intensificarse en ese momento, como recordándole que seguía allí. Aquello no era un tirón muscular, y le daba muy mala espina. Taro entró atropelladamente al primer dormitorio que pilló, y cerrando la puerta tras de sí se quitó la camiseta para poder palpar mejor si estaba saliéndole... algo. Ningún bulto anormal o en movimiento respondió bajo el tacto de sus dedos, pero la intranquilidad del carabés crecía a medida que el dolor no solo no desaparecía, sino que se intensificaba y se ampliaba desde la base de su espalda hasta el cuello.
Estaba pasando. Estaba mutando.
Una pequeña parte irracional de él se había aferrado como a un clavo ardiendo a la esperanza de que todo aquel tiempo la Luna hubiese sido un cuento de viejas, y esa parte era la que estaba entrando en pánico en ese mismo momento. Taro se quedó parado unos segundos que le parecieron interminables, completamente bloqueado.
Su siguiente reacción fue instintiva. Con una fuerza que desconocía salida de la desesperación, Taro arrastró una de las camas a la puerta, atascándola. La actividad le mantenía cuerdo, y pronto se encontró arrastrando hasta allí todo mueble que cogió a mano, con las sábanas y almohadas de paso. Cuando terminó le faltaba el aliento, y no importaba cuán rápido respirara o con cuánta profundidad: siempre parecía que le faltaba un poco para conseguir recuperar la calma, para conseguir que el ataque de pánico remitiera. Se dejó caer al suelo cerca de la barricada, falto de fuerzas. Refugiarse entre el fuerte improvisado de almohadas y mantas le concedió una mínima ilusión de refugio.
No podía dejar que le vieran mutar, era prioritario que se olvidasen de él. No iban a poder hacer nada. En ese momento Taro se obligó a sí mismo a tragarse el miedo y a ser invisible. El dolor no hacía ademán alguno de remitir, y en cierto punto pasó a hundir la cara en una almohada con tozudez. No se le podía escapar ni un solo grito.
Pasó así un lapso indefinido de tiempo, que de haber transcurrido sin incidentes quizá habría logrado tranquilizarle. Sin embago algo oscuro cayó de su frente y le tapó la vista. Retiró un poco la almohada, vacilante, y cuando alargó la mano para retirarlo constató que era pelo. Un mechón de su propio cabello, y abundante.
La exclamación de horror se perdió, o quizá el carabés estaba tan aturdido que ni llegó a oírla cuando salió de su garganta.
En su pequeña fortaleza Taro apretó los dientes.
Y esperó.
[A ser posible os pediría que no interactuarais con él.]
"And if you gaze long enough into an abyss, the abyss will gaze back into you."
- Al veros conspirar... (CLICK):
- Al poner un evento... (CLICK):
- Durante el transcurso del evento... (CLICK):
- YberGM
Ficha de cosechado
Nombre: Ulmara.
Especie: cercana alaí.
Habilidades: Velocidad, nociones de lucha y resistencia.Personajes :
● Dirke/Ramas.
● Giz.
● Tap/Malahierba.
●Lara 37/Saria Omen.
● Rasqa: parqio transformado en moloch.
● Eitne.
Heridas/enfermedades : Eitne: le falta la pierna derecha de rodilla para abajo.
Status : Es complicado.
Humor : La gracia de dios.
Re: Torreón Maciel (Archivo VI)
11/07/14, 03:45 am
De nuevo, Archi contribuyó al malestar de Lara desprestigiando su idea; aunque al parecer de la chica, era la mejor que habían tenido todos aunque solo fuera por ser la única que iba a llevarse a cabo. Algo asustada, pues por mucho que le gustara, el irrense no era de equivocarse, Lara hizo de tripas corazón y decidió iniciar los preparativos. Lo primero que hizo fue bajar su colchón arrastras y colarlo en una de las celdas vacías. Después lo siguieron una cesta con comidas suficientes para poder merendar y cenar dentro, otra con sus niños y una cacerola vieja por si la ordesa se veía en la tesitura de necesitar “ir al baño”. Una vez que hizo eso, bajó todas sus ropas y las sábanas de su cama y las ató a las rejas de tal manera que su prisión acondicionada quedara totalmente separada. Podía parecer idiota, ya que no había ventanas en aquella planta (y de haberlas darían a tierra), pero en su paranoia particular, Lara creía que una capa de tela era menos que nada. Además, había reforzado todas sus prendas contra rotura a lo largo de la cosecha y Lara creía que la efectividad del hechizo era mayor a la que probablemente fuera real.
Una vez comió, avisó de nuevo a sus compañeros de lo que haría y les recomendó que hicieran lo propio si temían por su integridad física y moral. Tras recoger sus pertenencias, Lara se encerró en su celda, echó la llave y la guardó en su marsupio. Pasó buena parte de la tarde tumbada, aprovechando que sus niños parecían dormir felices por alguna razón extraña, hasta que un cosquilleo y una sensación igual de extraños la despertaron. ¿O había sido el sonido de un mueble siendo arrastrado con brusquedad? Lara se llevó las manos a la cara, algo confusa, y se las examinó antes de respirar hondo. <<Todo normal>> se dijo. Lo siguiente que hizo fue girarse hacia sus niños. Se agitaban inquietos, ahora sí, pero parecían estar bien, como ella. <<Está todo normal>> se repitió. Volvió a respirar hondo.
Y a pesar de que todo estaba bien, una pequeña porción de ordesa estaba entrando en pánico. La madre subió la cesta con sus tres últimos pilares a la cama y la rodeó con las piernas. Se aseguró de que sus pequeños estaban en vueltos en mantas reforzadas y conjuró defensas sobre sí misma y sobre cada uno de los bebés. El uso de la magia trajo de vuelta aquella sensación a la que no sabía ponerle nombre. <<Son como cosquillas poderosas>>. Lara sufrió un escalofrío y de repente la asaltaron preocupaciones que consideraba innecesarias, preocupaciones que le causaban dolor, dolor por haber “abandonado” a sus compañeros en pos de sus hijos.
No iba a salir. No podía salir porque, extrañamente, se sentía a salvo y porque por mucho que le doliera y los quisiera, sus hijos siempre valdrían más. Sin embargo, sí que conjuró sobre si misma el hechizo de amplitud que tantísimo había practicado. Sentada sobre la cama, la ordesa cerró los ojos y dirigió toda su atención a la información que recibían sus oídos, esperando captar cualquier indicio por leve que fuera de que todo estaba bien. Lara no lo sabría, pero la próxima vez que abriera los ojos, estos habrían perdido el turquesa que los había caracterizado hasta hoy y se habrían vuelto amarillos.
Asimismo, siguiendo una tradicción que había adquirido hacía ya meses, Lara repitió de nuevo su letanía: <<Si tengo un dominio, sea cual sea, que acuda a mí llamada>> imploró a nada en concreto. <<Si tengo un dominio, sea cual sea, que ayude a los de arriba de llegar a necesitarlo>>. A estas alturas no esperaba recibir respuesta. Pero una parte de ella se habría sentido mal de no haberlo intentado, por estúpido que fuera.
Una vez comió, avisó de nuevo a sus compañeros de lo que haría y les recomendó que hicieran lo propio si temían por su integridad física y moral. Tras recoger sus pertenencias, Lara se encerró en su celda, echó la llave y la guardó en su marsupio. Pasó buena parte de la tarde tumbada, aprovechando que sus niños parecían dormir felices por alguna razón extraña, hasta que un cosquilleo y una sensación igual de extraños la despertaron. ¿O había sido el sonido de un mueble siendo arrastrado con brusquedad? Lara se llevó las manos a la cara, algo confusa, y se las examinó antes de respirar hondo. <<Todo normal>> se dijo. Lo siguiente que hizo fue girarse hacia sus niños. Se agitaban inquietos, ahora sí, pero parecían estar bien, como ella. <<Está todo normal>> se repitió. Volvió a respirar hondo.
Y a pesar de que todo estaba bien, una pequeña porción de ordesa estaba entrando en pánico. La madre subió la cesta con sus tres últimos pilares a la cama y la rodeó con las piernas. Se aseguró de que sus pequeños estaban en vueltos en mantas reforzadas y conjuró defensas sobre sí misma y sobre cada uno de los bebés. El uso de la magia trajo de vuelta aquella sensación a la que no sabía ponerle nombre. <<Son como cosquillas poderosas>>. Lara sufrió un escalofrío y de repente la asaltaron preocupaciones que consideraba innecesarias, preocupaciones que le causaban dolor, dolor por haber “abandonado” a sus compañeros en pos de sus hijos.
No iba a salir. No podía salir porque, extrañamente, se sentía a salvo y porque por mucho que le doliera y los quisiera, sus hijos siempre valdrían más. Sin embargo, sí que conjuró sobre si misma el hechizo de amplitud que tantísimo había practicado. Sentada sobre la cama, la ordesa cerró los ojos y dirigió toda su atención a la información que recibían sus oídos, esperando captar cualquier indicio por leve que fuera de que todo estaba bien. Lara no lo sabría, pero la próxima vez que abriera los ojos, estos habrían perdido el turquesa que los había caracterizado hasta hoy y se habrían vuelto amarillos.
Asimismo, siguiendo una tradicción que había adquirido hacía ya meses, Lara repitió de nuevo su letanía: <<Si tengo un dominio, sea cual sea, que acuda a mí llamada>> imploró a nada en concreto. <<Si tengo un dominio, sea cual sea, que ayude a los de arriba de llegar a necesitarlo>>. A estas alturas no esperaba recibir respuesta. Pero una parte de ella se habría sentido mal de no haberlo intentado, por estúpido que fuera.
No llores por no poder ver tu pierna,
las lágrimas te impedirán ver los cadáveres de tus amigos.
las lágrimas te impedirán ver los cadáveres de tus amigos.
- TakGM
Ficha de cosechado
Nombre: Airi
Especie: Sanaí
Habilidades: Habilidad manual, memoria, imaginación.
Personajes :
● Gael/Koval: fuego fatuo terrícola.
● Kin: demonio raigaurum irrense.
● Ayne: anima sinhadre.
● Eara: sinhadre sin esencia.
● Nime: demonio mineral libense.
● Iemai: cercana, fallecida.
● Airi: sanaí.
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Tendencia a alargar sus baños. Tiene episodios de disociación esporádicos cuando sale al patio.
Armas :
● Gael/Koval: espadas rectas, maza y quimeras.
● Kin: alfanje y guan dao.
● Ayne: sable.
● Eara: ballesta de repetición.
● Nime: dagas.
● Airi: vara y arco.
Status : (ノ☉ヮ⚆)ノ ⌒*:・゚✧
Re: Torreón Maciel (Archivo VI)
11/07/14, 04:15 am
Miró de reojo a Keiria ante su afirmación, no comprendiendo al principio, pero asintiendo con entendimiento a continuación, de forma queda. Todo eran malos presagios, pero tal vez lo de la ulterana era el reflejo de su propio nerviosismo. Con la mirada quería darle ánimo para sobrellevar aquello. Ella ya sabía que, si dudaba de lo real, podía preguntar o quedarse donde hubiera más gente para ayudarla en la tarea de distinguir real de imaginario.
―No es una idea estúpida, en realidad. Quedarse sentados en el sofá no es más entretenido, ¿sabes? Aunque conmigo no contéis, claro. Podría arbitrar ―respondió a Kud. Suponía, aun así, que terminarían por no llevarlo a cabo. El nerviosismo era palpable y, en realidad, de haber podido habría preferido hacer algo así. El ejercicio siempre le distraía, aunque no sabía si esa treta valdría en un día como aquel.
Cuando llegó la propuesta de Lara el irrense la miró fijamente, pero luego apartó la vista. Era una tontería. Era piedra, y no plomo, lo que formaba el torreón. Y aunque fuese plomo, eran radiaciones mágicas, seguro que era la propia magia lo único que podía contrarrestarlo. O algo. Daba igual. Cío se aseguraría de ver bien y con claridad la Luna. Ya que lo que debía a suceder iba a hacerlo de todas formas, ¿por qué perderse un fenómeno desconocido como aquel? No comentó en voz alta que le pareciese una tontería ni explicó su punto de vista. Simplemente echó el brazo libre tras el respaldo del sofá y continuó mirando el techo.
Nadie parecía estar de humor para hacer algo en grupo, así que Cío se resignó a lo mismo, dedicándose a vegetar aquí y allá con apatía y resignación. Nada muy diferente de los últimos días, en realidad, pero con un nudo en la garganta cada vez mayor. Aquello era una locura, todo estaba en su sitio, ¿qué podía cambiar de un momento para otro?
La luz de la tarde iba perdiendo intensidad, ganando sombras, caía la noche. El irrense salió al patio, entonces, dispuesto a ver lo que hubiera que ver, y allí espero. Una interferencia se escuchó brevemente en sus auriculares, pero Cío no le prestó atención, no hasta que el ruido empezó a volverse molesto. Le estaba levantando dolor de cabeza. No era algo constante, pero le tuvo entretenido tratango de hurgar en el ordenador, hasta que el holograma empezó a parpadear. Cayó en la cuenta, por fin, de que a lo mejor se trataba de la radiación. Él de magia no sabía nada, pero el término era lo que a él le evocaba. También descubrió, al alzar la vista, lo que se estaba perdiendo en el cielo. En el horizonte asomaba un astro, apenas se atisbaba, pero se podía adivinar que era parte de algo mayor. El irrense se sentó en el suelo y observó, abandonando sus intentos por utilizar un ordenador que no funcionaba. Un dolor agudo le taladró la cabeza de parte a parte, y se llevó la mano libre a la sien derecha, con un gruñido. Detectó entonces que algo iba mal en su brazo móvil, se estaba sobrecalentando. Pero el dolor no cesaba, e interrumpía sus pensamientos. Solo podía pensar en que aquello era efecto de la radiación. Al menos vería la luna radiactiva aunque fuera lo último que hiciese.
―No es una idea estúpida, en realidad. Quedarse sentados en el sofá no es más entretenido, ¿sabes? Aunque conmigo no contéis, claro. Podría arbitrar ―respondió a Kud. Suponía, aun así, que terminarían por no llevarlo a cabo. El nerviosismo era palpable y, en realidad, de haber podido habría preferido hacer algo así. El ejercicio siempre le distraía, aunque no sabía si esa treta valdría en un día como aquel.
Cuando llegó la propuesta de Lara el irrense la miró fijamente, pero luego apartó la vista. Era una tontería. Era piedra, y no plomo, lo que formaba el torreón. Y aunque fuese plomo, eran radiaciones mágicas, seguro que era la propia magia lo único que podía contrarrestarlo. O algo. Daba igual. Cío se aseguraría de ver bien y con claridad la Luna. Ya que lo que debía a suceder iba a hacerlo de todas formas, ¿por qué perderse un fenómeno desconocido como aquel? No comentó en voz alta que le pareciese una tontería ni explicó su punto de vista. Simplemente echó el brazo libre tras el respaldo del sofá y continuó mirando el techo.
Nadie parecía estar de humor para hacer algo en grupo, así que Cío se resignó a lo mismo, dedicándose a vegetar aquí y allá con apatía y resignación. Nada muy diferente de los últimos días, en realidad, pero con un nudo en la garganta cada vez mayor. Aquello era una locura, todo estaba en su sitio, ¿qué podía cambiar de un momento para otro?
La luz de la tarde iba perdiendo intensidad, ganando sombras, caía la noche. El irrense salió al patio, entonces, dispuesto a ver lo que hubiera que ver, y allí espero. Una interferencia se escuchó brevemente en sus auriculares, pero Cío no le prestó atención, no hasta que el ruido empezó a volverse molesto. Le estaba levantando dolor de cabeza. No era algo constante, pero le tuvo entretenido tratango de hurgar en el ordenador, hasta que el holograma empezó a parpadear. Cayó en la cuenta, por fin, de que a lo mejor se trataba de la radiación. Él de magia no sabía nada, pero el término era lo que a él le evocaba. También descubrió, al alzar la vista, lo que se estaba perdiendo en el cielo. En el horizonte asomaba un astro, apenas se atisbaba, pero se podía adivinar que era parte de algo mayor. El irrense se sentó en el suelo y observó, abandonando sus intentos por utilizar un ordenador que no funcionaba. Un dolor agudo le taladró la cabeza de parte a parte, y se llevó la mano libre a la sien derecha, con un gruñido. Detectó entonces que algo iba mal en su brazo móvil, se estaba sobrecalentando. Pero el dolor no cesaba, e interrumpía sus pensamientos. Solo podía pensar en que aquello era efecto de la radiación. Al menos vería la luna radiactiva aunque fuera lo último que hiciese.
- Red
Ficha de cosechado
Nombre: Doe
Especie: Ninguna conocida
Habilidades: No tienePersonajes :
● Vacuum: Hado infernal originario de la Tierra.
● Saren: Selkie roc idrino.
● Keiriarei: Kitsune de nueve colas ulterana.
● Sekk: Berserker ulterano.
● Remilo: Brujo del cobre irrense.
● Qwara Khumalo: Ifrit sudafricana.
Re: Torreón Maciel (Archivo VI)
11/07/14, 05:25 am
Keiria agradeció los ánimos silenciosos de Cío con una tenue sonrisa, para prestar luego atención a la propuesta de Kud.
—Estoy de acuerdo, no es tan mala idea... —secundó, pero en realidad aquella propuesta no llegó a ponerse en práctica. Todos estaban demasiado nerviosos, y los ánimos generales irían empeorando a medida que el día pasara.
No creía que la idea de Lara fuese a servir de nada, pero tampoco estaba de mas que se refugiase en un lugar seguro, de aquella forma prevendría cualquier ataque por parte de sus compañeros. Ninguno sabía como le iba a afectar la aparición de la Luna, y no era descabellado pensar que la personalidad también les podía mutar. Si estaba encerrada mantendría a salvo a sus hijos, al menos hasta que todo se tranquilizara.
Keiria dedicó al tiempo a no hacer nada, como la mayoría de sus compañeros, y invirtió las horas en pasearse por el salón. A veces tenía un libro en la mano, otras mordisqueaba algo de comida, pero nunca mantenía la mirada en un mismo sitio durante mucho tiempo: cualquiera que supiera de sus alucinaciones supondría que estaba evitándolas. De vez en cuando también echaba un vistazo a su sombra, por puro tedio, tratando de captar aquellas fluctuaciones que describían sus compañeros.
Las horas pasaron, y por fin llegó el anochecer. A aquella hora las cotas de nerviosismo de la ibolense habían alcanzado cotas astronómicas, y cuando Cío salió al patio, la pelirroja lo siguió casi a la carrera y se posiciono junto a Archi, que llevaba todo el día allí plantado. Se apoyó en una de las vertebras desperdigadas y alzó la vista al cielo, esperando, buscando con la mirada algo nuevo en el firmamento. Las estrellas ya habían empezado a titilar, y cuando ya creía que nada iba a pasar, una uña carmesí apareció en el horizonte.
Al mismo tiempo que la Luna Roja hacía acto de presencia, los sonidos en su cabeza enmudecieron, y las ilusiones que le rodeaban desaparecieron. Keiria apenas se percató de ello, demasiado embelesada en la belleza del pequeño trozo del astro rojo que se podía apreciar. El cosquilleo que sintió por todo el cuerpo, una mezcla de euforia y poder, la abrumo durante unos instantes, pero eventualmente fue volviendo a la realidad.
—Se han ido —murmuró—, ya no están —repitió, dirigiéndose al biomecánico que estaba a su lado—. Las alucinaciones han desaparecido.
Se notaba el entusiasmo en su voz, y una sonrisa se empezó a extender por su cara, pero su expresión alegre se tornó en confusión cuando sintió un dolor en la rabadilla. No era un dolor insoportable, pero si molesto, y la ulterana se revolvió incómoda, palpándose la base de la espalda en busca de algo raro.
—Estoy de acuerdo, no es tan mala idea... —secundó, pero en realidad aquella propuesta no llegó a ponerse en práctica. Todos estaban demasiado nerviosos, y los ánimos generales irían empeorando a medida que el día pasara.
No creía que la idea de Lara fuese a servir de nada, pero tampoco estaba de mas que se refugiase en un lugar seguro, de aquella forma prevendría cualquier ataque por parte de sus compañeros. Ninguno sabía como le iba a afectar la aparición de la Luna, y no era descabellado pensar que la personalidad también les podía mutar. Si estaba encerrada mantendría a salvo a sus hijos, al menos hasta que todo se tranquilizara.
Keiria dedicó al tiempo a no hacer nada, como la mayoría de sus compañeros, y invirtió las horas en pasearse por el salón. A veces tenía un libro en la mano, otras mordisqueaba algo de comida, pero nunca mantenía la mirada en un mismo sitio durante mucho tiempo: cualquiera que supiera de sus alucinaciones supondría que estaba evitándolas. De vez en cuando también echaba un vistazo a su sombra, por puro tedio, tratando de captar aquellas fluctuaciones que describían sus compañeros.
Las horas pasaron, y por fin llegó el anochecer. A aquella hora las cotas de nerviosismo de la ibolense habían alcanzado cotas astronómicas, y cuando Cío salió al patio, la pelirroja lo siguió casi a la carrera y se posiciono junto a Archi, que llevaba todo el día allí plantado. Se apoyó en una de las vertebras desperdigadas y alzó la vista al cielo, esperando, buscando con la mirada algo nuevo en el firmamento. Las estrellas ya habían empezado a titilar, y cuando ya creía que nada iba a pasar, una uña carmesí apareció en el horizonte.
Al mismo tiempo que la Luna Roja hacía acto de presencia, los sonidos en su cabeza enmudecieron, y las ilusiones que le rodeaban desaparecieron. Keiria apenas se percató de ello, demasiado embelesada en la belleza del pequeño trozo del astro rojo que se podía apreciar. El cosquilleo que sintió por todo el cuerpo, una mezcla de euforia y poder, la abrumo durante unos instantes, pero eventualmente fue volviendo a la realidad.
—Se han ido —murmuró—, ya no están —repitió, dirigiéndose al biomecánico que estaba a su lado—. Las alucinaciones han desaparecido.
Se notaba el entusiasmo en su voz, y una sonrisa se empezó a extender por su cara, pero su expresión alegre se tornó en confusión cuando sintió un dolor en la rabadilla. No era un dolor insoportable, pero si molesto, y la ulterana se revolvió incómoda, palpándose la base de la espalda en busca de algo raro.
- Leonart
Ficha de cosechado
Nombre: Reina Tomoe
Especie: Humana, Asiática
Habilidades: Punteria, Reflejos, Oido Musical
Personajes : Nia: Nayade
Toima: Argos Magnetico
Kudryavka: Vánara
Basilisco de Un Solo Ojo Cizaña
Lorenzo: Centauro
Reina: Cosechada
Heridas/enfermedades :- Heridas:
Re: Torreón Maciel (Archivo VI)
11/07/14, 05:45 am
Kudryavka
Suspiró derrotado. Aunque en aquella ocasión varios si que habian apoyado su idea, los habia quienes habian reaccionado negativamente ante la mención de esta y, de algún modo, acabó pesandole más que el apoyo. Aunque solo hubiera sido por distraer la mente. El chico permanecia sentado en el salón durante gran parte del día, observando a sus compañeros, con cierta preocupación.
Ni por un instante habia empezado a preocuparse por si mismo. Era como si la más minima posibilidad de que algo malo le pasara era insignificante. En aquella ciudad se habia encontrado a sí mismo.
Intentaba meditar, pero perdia contacto con su concentración con demasiada frecuencia y acababa durmiendo una incómoda siesta que duraba desde segundos hasta horas.
Y así avanzó el día. Su hambre, no daba muchos signos de mostrarse, por el nerviosismo dedujo. Le temblaban las manos y se sentia una abundante intranquilidad en el ambiente. Ni si quiera su espíritu podria levantar aquello.
Algo apenado vio a Keiria y a Archi en el patio. Parecian estar hablando, mientras miraban al cielo. En otras situaciones normales no se hubiera levantado del sitio, a falta de algo mejor que hacer, pero las últimas veces que habia intentado meditar habian sido frustradas por una abrumante sensación de incomodidad que le recorria todo el cuerpo. El malestar podria haberse ignorado en aquella situación, pero se encontraba sumergido en tal nerviosismo que apenas podia tolerar un segundo más de aquello.
Se levantó, como accionado por un resorte y salió al patio arrastrando los pies. Una escena bizarra se abria ante él. Archi seguia en el mismo sitio que antes, pero en el lugar de Keiria habia un zorro de pelaje rojizo. Era un color familiar y no tardó en unir los puntos. ¿Podia ser que...?
Con paso vacilante, logró musitar algo, con la voz reseca.
-¿Keiria? ¿Eres tú o...?-parpadeaba alarmado.-El cambio... ¿¡Lo ves tú tambien, Archi!?-exclamó, abiertamente alarmado.
Suspiró derrotado. Aunque en aquella ocasión varios si que habian apoyado su idea, los habia quienes habian reaccionado negativamente ante la mención de esta y, de algún modo, acabó pesandole más que el apoyo. Aunque solo hubiera sido por distraer la mente. El chico permanecia sentado en el salón durante gran parte del día, observando a sus compañeros, con cierta preocupación.
Ni por un instante habia empezado a preocuparse por si mismo. Era como si la más minima posibilidad de que algo malo le pasara era insignificante. En aquella ciudad se habia encontrado a sí mismo.
Intentaba meditar, pero perdia contacto con su concentración con demasiada frecuencia y acababa durmiendo una incómoda siesta que duraba desde segundos hasta horas.
Y así avanzó el día. Su hambre, no daba muchos signos de mostrarse, por el nerviosismo dedujo. Le temblaban las manos y se sentia una abundante intranquilidad en el ambiente. Ni si quiera su espíritu podria levantar aquello.
Algo apenado vio a Keiria y a Archi en el patio. Parecian estar hablando, mientras miraban al cielo. En otras situaciones normales no se hubiera levantado del sitio, a falta de algo mejor que hacer, pero las últimas veces que habia intentado meditar habian sido frustradas por una abrumante sensación de incomodidad que le recorria todo el cuerpo. El malestar podria haberse ignorado en aquella situación, pero se encontraba sumergido en tal nerviosismo que apenas podia tolerar un segundo más de aquello.
Se levantó, como accionado por un resorte y salió al patio arrastrando los pies. Una escena bizarra se abria ante él. Archi seguia en el mismo sitio que antes, pero en el lugar de Keiria habia un zorro de pelaje rojizo. Era un color familiar y no tardó en unir los puntos. ¿Podia ser que...?
Con paso vacilante, logró musitar algo, con la voz reseca.
-¿Keiria? ¿Eres tú o...?-parpadeaba alarmado.-El cambio... ¿¡Lo ves tú tambien, Archi!?-exclamó, abiertamente alarmado.
す 争 基 ま
べ は づ す
て 欺 い 。
の 瞞 て
戦 に い
— Poema de Despedida Japonés (Anónimo, Sin Datar)
べ は づ す
て 欺 い 。
の 瞞 て
戦 に い
— Poema de Despedida Japonés (Anónimo, Sin Datar)
- GiniroryuGM
Ficha de cosechado
Nombre: Rägjynn
Especie: mjörní
Habilidades: memoria, buen oído y don de lenguas
Personajes :
● Noel: Draco de Estínfalo de origen sueco.
● Archime/Krono Rádem: Kairós irrense.
● Irianna/Dama Enigma: Nebulomante idrina lacustre.
● Adrune: Gamusino sinhadre, edeel.
● Lethe: Horus, enderth.
● Rägjynn: mjörní.
● Naeleth: Bruja del Hielo, nublina.
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Aumenta su resistencia progresivamente. El sangrado de sus ojos se detonará con más frecuencia.
Armas :
● Noel: hacha de dos manos y espada bastarda.
● Archime/Krono Rádem: sus monólogos sobre biomecánica avanzada.
● Irianna: arco y estoque.
● Adrune: lanza, espadas cortas y arco.
● Lethe: arco y lanza.
● Rägjynn: jō.
● Naeleth: arco, sai y báculo.
Status : Gin: do the windy thing.
Humor : REALLY NOT FEELIN' UP TO IT RIGHT NOW. SORRY.
Re: Torreón Maciel (Archivo VI)
11/07/14, 05:52 am
De hecho salió al patio después de comer y se sentó al lado de la base de la estatua, teniendo muy de cerca el reloj de la misma, cuyas agujas casi confluían en el centro de la parte superior, ominosamente cerca del símbolo de la Luna Roja. Se distrajo refinando su base de datos, ya que no quería realizar un solo ápice de gasto de magia a lo largo del día, y tenía la cuenta atrás siempre a la vista. Cada vez faltaban menos cientos de minutos para la hora.
Y la hora llegó. El irrense se levantó y alzó la vista hacia el cielo. Allí estaba, confirmándoles que no se trataba de ninguna metáfora ni de un engaño. Porque era imposible que algo tan sólidamente vigorizante como aquel astro de color rojo no estuviese realmente allí, iluminándolos con su imponente presencia. Así fue como se sintió el biomecánico durante los primeros instantes, en los que había empezado a escuchar el conocido tic-tac. En realidad lo oía desde que la cuenta atrás llegó a cero, justo desde entonces. Pero había empezado como un tenue rumor que poco a poco cobró intensidad.
Tic-tac, tic-tac…
Vio a Cío por el rabillo del ojo, que parecía sucederle algo con su brazo. Su vista bailaba entre él y el reloj de la estatua. Porque algo hacía tic-tac en el interior de su cabeza con cada vez más intensidad.
Tic-tac, tic-tac…
Keiria… Se estaba desdibujando. El irrense parpadeó varias veces incapaz de procesar adecuadamente lo que estaba viendo. Porque el tic-tac ocupaba su cabeza entera. Pero en el lugar de la ulterana pronto hubo un animal de nueve colas. Su mente las había contado justo a tiempo, antes de ser incapaz de hacerlo. ¿Keiria había mutado? La criatura que ocupaba su lugar habló. Parecía su voz, pero le costaba distinguir el sonido fuera de su cabeza. De nuevo la mirada fija en el reloj.
Tic-tac, tic-tac…
—Keiria, has…
Tic-tac, tic-tac…
No era capaz. Se llevó las manos a los oídos en un gesto que sabía inútil pero que no pudo evitar. Cada vez más fuerte. Cada vez más insoportable. Más tic-tac. Solo había tic-tac.
Tic-tac, tic-tac…
Kudryavka le hablaba pero Archime no podía responder, ni siquiera sabía que se dirigía a él. Un grito rasgó el aire, un grito de una voz que rara vez se alzaba.
—¡NECESITO QUE PARE!
Tic-tac, tic-tac…
No sabía que su piel estaba cambiando, ya no era posible centrarse en otra cosa que no fuese tic-tac.
Tic-tac, tic-tac…
Y la hora llegó. El irrense se levantó y alzó la vista hacia el cielo. Allí estaba, confirmándoles que no se trataba de ninguna metáfora ni de un engaño. Porque era imposible que algo tan sólidamente vigorizante como aquel astro de color rojo no estuviese realmente allí, iluminándolos con su imponente presencia. Así fue como se sintió el biomecánico durante los primeros instantes, en los que había empezado a escuchar el conocido tic-tac. En realidad lo oía desde que la cuenta atrás llegó a cero, justo desde entonces. Pero había empezado como un tenue rumor que poco a poco cobró intensidad.
Tic-tac, tic-tac…
Vio a Cío por el rabillo del ojo, que parecía sucederle algo con su brazo. Su vista bailaba entre él y el reloj de la estatua. Porque algo hacía tic-tac en el interior de su cabeza con cada vez más intensidad.
Tic-tac, tic-tac…
Keiria… Se estaba desdibujando. El irrense parpadeó varias veces incapaz de procesar adecuadamente lo que estaba viendo. Porque el tic-tac ocupaba su cabeza entera. Pero en el lugar de la ulterana pronto hubo un animal de nueve colas. Su mente las había contado justo a tiempo, antes de ser incapaz de hacerlo. ¿Keiria había mutado? La criatura que ocupaba su lugar habló. Parecía su voz, pero le costaba distinguir el sonido fuera de su cabeza. De nuevo la mirada fija en el reloj.
Tic-tac, tic-tac…
—Keiria, has…
Tic-tac, tic-tac…
No era capaz. Se llevó las manos a los oídos en un gesto que sabía inútil pero que no pudo evitar. Cada vez más fuerte. Cada vez más insoportable. Más tic-tac. Solo había tic-tac.
Tic-tac, tic-tac…
Kudryavka le hablaba pero Archime no podía responder, ni siquiera sabía que se dirigía a él. Un grito rasgó el aire, un grito de una voz que rara vez se alzaba.
—¡NECESITO QUE PARE!
Tic-tac, tic-tac…
No sabía que su piel estaba cambiando, ya no era posible centrarse en otra cosa que no fuese tic-tac.
Tic-tac, tic-tac…
- Alicia
Ficha de cosechado
Nombre: Siete
Especie: Idris
Habilidades: oido musical, orientación, reflejosPersonajes :- Seon: aurva soñadora, 20 años. 163 cm
- Ri:Tengu. Aurva albina, 18 años. 170 cm
- Nero:Sin esencia, edeel. 18 años, 175 cm.
- Siete: idrino cosechado. 18 años. 172 cm.
Heridas/enfermedades : Cicatrices desiguales con forma de arañazo en los gemelos, que se extienden hacia la parte frontal de la pierna. Más anchas y verticales en la pierna derecha.
Status : So. FLUFFY.- Seon: aurva soñadora, 20 años. 163 cm
Re: Torreón Maciel (Archivo VI)
11/07/14, 07:17 am
El día fue como una herida abierta. Nero esperaba, expectante. Algunos se encerraron, otros miraban el patio... Anriel había escogido hacer ejercicio en el dormitorio y él leia perdiendo la concentracion cada poco. Y cuando los alcanzaba ya la noche, se hizo con un par de dagas largas, que dejó a la altura de las manos. Al final estaba tan absorto en su tarea entre lineas que fue la agitación general lo que le hizo levantar el rostro. Agarró una de sus armas sin fuerza. Llamó a Ri. El cielo brillaba rojizo.
- ¿Estas bien?- Ri bajó algo alarmada. Le palpitaba el pecho ritmico y sonoro. De pronto, se sintió muy asustada, pero fue breve.
- Sí. Pero lo que sea que es, esta empezando.
-¿Por que... por que el arma?- pronunció despacio. Otra emoción intrusa y fugaz habia interrumpido el hilo de sus pensamientos. Su corazon habia corrido por un momento con algo que no reconoció.
- Porque si uno de los efectos son transformaciones horribles y peligrosas, prefiero jugar con la ventaja de un filo. Prometo que si eres tu, sere rápido.- Torció una sonrisa poco sincera.
Bum bum bum bum.
- No hablas en serio- ¿era esa felicidad lo que correspondía a un anuncio asi? las notas agradables se colaron levemente en su voz, y levantaron sospechas. Nero la miraba mucho mas atento que antes.- No estas asustado.
-¿Tu si?
- Yo...
El repiqueteo de su corazón hacia de musica de fondo. Anriel se llevó la mano a la cabeza, mareada. Un dolor no identificado le abrió las fosas nasales, interrumpido por un grito. Desde el patio, donde entreveían a Archi y la figura de un animal. Ri hizo el amago de ir; ya estaba alli Kud, y Cio. Tuvo una imagen de cojunto breve, tras la nuca del humano, luego se vio arrastrada hacia atras por la mano de su edeel.
-¿Da alguna ventana de arriba al patio? Lo veremos desde alli.
-¿Es eso un zorro?
- Ya hay multitud. Sube.
- Pero ... Cio ... y Kud. Zorro.
- Sube.
Ante la orden directa, Anriel se dejó arrastrar. Una oleada de sentimientos dispares se intercalaba en su consciencia. Estaba euforica, y la sensación le llenaba el pecho para desinflarla de terror y oprimirla en punzadas de hierro candente que no estaban en ningun punto de su cuerpo y estaban en todos. Se esforzaba por hilar las ideas sin perder su coherencia, pero cada nuevo estado de animo inspiraba unos pensamientos u otros. Lo que mejor se le daba era mantenerse callada y relativamente neutral.
Nero la vigilaba por el rabillo del ojo. Era dificil no notar que su aurva se habia averiado, pero aun era suya. La albina se sentó en un colchón, pegada a la pared y concentrada en el vaiven interior, coordinado por latidos sin ritmo. Él decidió fiarse como para mirar hacia afuera. El aire daba paso al astro anunciandolo primero con una gasa roja sobre el azul pardo y descolorido habitual. Observó la actividad mas abajo, sin inclinarse demasiado para no dejarse ver. Tampoco habia bloqueado el acceso al dormitorio. La verdad es que no esperaba grandes problemas.
La noche se presentaba interesante.
- ¿Estas bien?- Ri bajó algo alarmada. Le palpitaba el pecho ritmico y sonoro. De pronto, se sintió muy asustada, pero fue breve.
- Sí. Pero lo que sea que es, esta empezando.
-¿Por que... por que el arma?- pronunció despacio. Otra emoción intrusa y fugaz habia interrumpido el hilo de sus pensamientos. Su corazon habia corrido por un momento con algo que no reconoció.
- Porque si uno de los efectos son transformaciones horribles y peligrosas, prefiero jugar con la ventaja de un filo. Prometo que si eres tu, sere rápido.- Torció una sonrisa poco sincera.
Bum bum bum bum.
- No hablas en serio- ¿era esa felicidad lo que correspondía a un anuncio asi? las notas agradables se colaron levemente en su voz, y levantaron sospechas. Nero la miraba mucho mas atento que antes.- No estas asustado.
-¿Tu si?
- Yo...
El repiqueteo de su corazón hacia de musica de fondo. Anriel se llevó la mano a la cabeza, mareada. Un dolor no identificado le abrió las fosas nasales, interrumpido por un grito. Desde el patio, donde entreveían a Archi y la figura de un animal. Ri hizo el amago de ir; ya estaba alli Kud, y Cio. Tuvo una imagen de cojunto breve, tras la nuca del humano, luego se vio arrastrada hacia atras por la mano de su edeel.
-¿Da alguna ventana de arriba al patio? Lo veremos desde alli.
-¿Es eso un zorro?
- Ya hay multitud. Sube.
- Pero ... Cio ... y Kud. Zorro.
- Sube.
Ante la orden directa, Anriel se dejó arrastrar. Una oleada de sentimientos dispares se intercalaba en su consciencia. Estaba euforica, y la sensación le llenaba el pecho para desinflarla de terror y oprimirla en punzadas de hierro candente que no estaban en ningun punto de su cuerpo y estaban en todos. Se esforzaba por hilar las ideas sin perder su coherencia, pero cada nuevo estado de animo inspiraba unos pensamientos u otros. Lo que mejor se le daba era mantenerse callada y relativamente neutral.
Nero la vigilaba por el rabillo del ojo. Era dificil no notar que su aurva se habia averiado, pero aun era suya. La albina se sentó en un colchón, pegada a la pared y concentrada en el vaiven interior, coordinado por latidos sin ritmo. Él decidió fiarse como para mirar hacia afuera. El aire daba paso al astro anunciandolo primero con una gasa roja sobre el azul pardo y descolorido habitual. Observó la actividad mas abajo, sin inclinarse demasiado para no dejarse ver. Tampoco habia bloqueado el acceso al dormitorio. La verdad es que no esperaba grandes problemas.
La noche se presentaba interesante.
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Re: Torreón Maciel (Archivo VI)
11/07/14, 02:11 pm
En algún momento Xalkoth había acabado metido en el baño. Era algo raro ya que nunca lo usaba salvo para travesuras pero ahí estaba, y entonces escuchó el grito.
Archi nunca alzaba la voz, y por eso principalmente el grito disparó sus alarmas. Venía del patio, así que salió del baño hacia allí, sin darse cuenta del destello rojo que empezaba a entrar por el ventanuco.
Llevaba la mitad de las escaleras bajadas cuando notó que había más cosas que no iban bien. Un pedazo de su exoesqueleto cayó al suelo, seguido de más. EL clinger había empezado a mudar. “No puede ser. Solo pasa si estoy inmóvil y solo cuando yo lo hago a propósito” En la confusión perdió la vista de los escalones y resbaló con uno de los trozos mudados.
No era la primera vez que se caía, así que logró aterrizar bien ayudándose de sus alas, pero eso no bastó. Sus pies ya habían perdido el exoesqueleto, y sin su protección el aterrizaje le dejó varias heridas en las zonas donde había pisado que le arrancaron un leve gemido. Peor: ya que al haberse herido ahí ahora cada paso iba a doler.
El clinger estaba loco, pero cuando se trataba de ayudar siempre estaba dispuesto a todo para ello, tanto que a veces podía ahogar a alguien por no darse cuenta de que su “ayuda” mataba. En cualquier caso siguió andando hacia el patio.
Para cuando llegó había perdido más de la mitad de su exoesqueleto. No estaba acostumbrado a caminar sin él y el cambio de peso le hizo caer al suelo nada más entrar, hiriéndose más.
La escena que tenía delante era imposible de entender. Archi estaba llevándose las manos a las orejas mientras su piel se volvía gris, Kud por su parte estaba alarmado, pero lo peor era el mamífero que se encontraba con ellos “¿Un ataque? ¿Dentro del torreón?”
Entonces la vio, roja en el cielo. El pobre insecto ni siquiera sabía qué era una luna, y se había olvidado de preguntarlo, pero ahí estaba, y hasta el clinger se quedó sorprendido al contemplarla, al menos hasta que de reojo vio su brazo izquierdo.
No sabía cómo no se había dado cuanta antes, pero se estaba abriendo por el codo y hacia delante. -¿Q-qu-qué? ¿P-por q-qué?-
Intentó moverse, pero el dolor del brazo, unido al de cualquier parte de su piel rosada que tocara la superficie y se rasgara se lo impidieron.
El clinger permanecería tirado en la entrada del patio, y lo más inmóvil que sus heridas y cambios le permitieran. Para entrar o salir habría que moverlo o pasar por encima.
NFDR: Siento la cutrez, pero no tenía apenas tiempo para procesar algo decente. Y lo siento si el sintoma está mal, pero no dio tiempo a que fueran respondidas algunas dudas.
Archi nunca alzaba la voz, y por eso principalmente el grito disparó sus alarmas. Venía del patio, así que salió del baño hacia allí, sin darse cuenta del destello rojo que empezaba a entrar por el ventanuco.
Llevaba la mitad de las escaleras bajadas cuando notó que había más cosas que no iban bien. Un pedazo de su exoesqueleto cayó al suelo, seguido de más. EL clinger había empezado a mudar. “No puede ser. Solo pasa si estoy inmóvil y solo cuando yo lo hago a propósito” En la confusión perdió la vista de los escalones y resbaló con uno de los trozos mudados.
No era la primera vez que se caía, así que logró aterrizar bien ayudándose de sus alas, pero eso no bastó. Sus pies ya habían perdido el exoesqueleto, y sin su protección el aterrizaje le dejó varias heridas en las zonas donde había pisado que le arrancaron un leve gemido. Peor: ya que al haberse herido ahí ahora cada paso iba a doler.
El clinger estaba loco, pero cuando se trataba de ayudar siempre estaba dispuesto a todo para ello, tanto que a veces podía ahogar a alguien por no darse cuenta de que su “ayuda” mataba. En cualquier caso siguió andando hacia el patio.
Para cuando llegó había perdido más de la mitad de su exoesqueleto. No estaba acostumbrado a caminar sin él y el cambio de peso le hizo caer al suelo nada más entrar, hiriéndose más.
La escena que tenía delante era imposible de entender. Archi estaba llevándose las manos a las orejas mientras su piel se volvía gris, Kud por su parte estaba alarmado, pero lo peor era el mamífero que se encontraba con ellos “¿Un ataque? ¿Dentro del torreón?”
Entonces la vio, roja en el cielo. El pobre insecto ni siquiera sabía qué era una luna, y se había olvidado de preguntarlo, pero ahí estaba, y hasta el clinger se quedó sorprendido al contemplarla, al menos hasta que de reojo vio su brazo izquierdo.
No sabía cómo no se había dado cuanta antes, pero se estaba abriendo por el codo y hacia delante. -¿Q-qu-qué? ¿P-por q-qué?-
Intentó moverse, pero el dolor del brazo, unido al de cualquier parte de su piel rosada que tocara la superficie y se rasgara se lo impidieron.
El clinger permanecería tirado en la entrada del patio, y lo más inmóvil que sus heridas y cambios le permitieran. Para entrar o salir habría que moverlo o pasar por encima.
NFDR: Siento la cutrez, pero no tenía apenas tiempo para procesar algo decente. Y lo siento si el sintoma está mal, pero no dio tiempo a que fueran respondidas algunas dudas.
- GiniroryuGM
Ficha de cosechado
Nombre: Rägjynn
Especie: mjörní
Habilidades: memoria, buen oído y don de lenguas
Personajes :
● Noel: Draco de Estínfalo de origen sueco.
● Archime/Krono Rádem: Kairós irrense.
● Irianna/Dama Enigma: Nebulomante idrina lacustre.
● Adrune: Gamusino sinhadre, edeel.
● Lethe: Horus, enderth.
● Rägjynn: mjörní.
● Naeleth: Bruja del Hielo, nublina.
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Aumenta su resistencia progresivamente. El sangrado de sus ojos se detonará con más frecuencia.
Armas :
● Noel: hacha de dos manos y espada bastarda.
● Archime/Krono Rádem: sus monólogos sobre biomecánica avanzada.
● Irianna: arco y estoque.
● Adrune: lanza, espadas cortas y arco.
● Lethe: arco y lanza.
● Rägjynn: jō.
● Naeleth: arco, sai y báculo.
Status : Gin: do the windy thing.
Humor : REALLY NOT FEELIN' UP TO IT RIGHT NOW. SORRY.
Re: Torreón Maciel (Archivo VI)
11/07/14, 04:53 pm
Ippon por su parte se había quedado en el salón sin atreverse a salir fuera. La inmesidad del cielo sobre su cabeza todavía le daba miedo y, aunque había conseguido superar ligeramente su agorafobia, ver aquel enorme astro rojo sobre sus cabezas no lo tranquilizaba precisamente. Había observado su aparición desde el umbral de la puerta, pero un repetino mareo le había hecho refugiarse de nuevo en el interior del salón.
Y allí había empezado a sucederle. En su piel, de pronto, aparecían manchas de colores que se desplazaban a lo largo de toda esta sin control. El pequeño irrense, asustado, no se había movido del sitio durante largos minutos. No entendía qué estaba pasando, pero parecía que al final sí que era verdad que iban a mutar... El grito de Archi le decidió a arrimarse de nuevo cautelosamente a la puerta y asomó su cabeza para comprobar que no había pasado nada grave.
No tuvo tiempo de sorprenderse por la aparición de un zorro con muchas colas, pues otra cosa captó su atención. Al principio solo se fijó en el revuelo que se había formado en la parte superior del torreón. Las estirges habían comenzado a graznar como locas y, poco después, los macieleros pudieron verlas salir volando desbanadas, abandando el nido y perderse en la noche teñida por la Luna Roja.
No obstante, las estirges no fueron la única criatura voladora que se había desplazado de su hábitat teniendo Maciel en uno de los dos extremos. En este caso llegaban al torreón. Dos vlakais, atraidos por algo, aparecieron en el cielo una vez este se hubo despejado de estirges. Emitiendo un chillido quiróptero, se lanzaron en picado hacia Ippon. El irrense gritó aterrorizado mientras trataba de apartarse de las zarpas de uno de los vlakais.
Y allí había empezado a sucederle. En su piel, de pronto, aparecían manchas de colores que se desplazaban a lo largo de toda esta sin control. El pequeño irrense, asustado, no se había movido del sitio durante largos minutos. No entendía qué estaba pasando, pero parecía que al final sí que era verdad que iban a mutar... El grito de Archi le decidió a arrimarse de nuevo cautelosamente a la puerta y asomó su cabeza para comprobar que no había pasado nada grave.
No tuvo tiempo de sorprenderse por la aparición de un zorro con muchas colas, pues otra cosa captó su atención. Al principio solo se fijó en el revuelo que se había formado en la parte superior del torreón. Las estirges habían comenzado a graznar como locas y, poco después, los macieleros pudieron verlas salir volando desbanadas, abandando el nido y perderse en la noche teñida por la Luna Roja.
No obstante, las estirges no fueron la única criatura voladora que se había desplazado de su hábitat teniendo Maciel en uno de los dos extremos. En este caso llegaban al torreón. Dos vlakais, atraidos por algo, aparecieron en el cielo una vez este se hubo despejado de estirges. Emitiendo un chillido quiróptero, se lanzaron en picado hacia Ippon. El irrense gritó aterrorizado mientras trataba de apartarse de las zarpas de uno de los vlakais.
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