Segundo sueño de Anriel

La belleza del paisaje evita que piense primero en ella, aunque la música suena de forma irreal en el ambiente. Se gira para localizar una orquesta. Nada excepto arboles finamente tejidos en el cielo y los colores de la noche. Se fija entonces en su ropa, en la falda abultada blanca que lleva, que nunca hubiera escogido llevar por decisión propia. Y los pies ¿Por que lleva cubiertos los pies? Flexiona las puntas, el tejido no le impide moverlos de forma natural, aunque le desagrada la sensación de tenerlos aprisionados. Algo acaricia su cara. Plumas blancas, parte de su cabellera. No se puede deshacer de los adornos, no se puede quitar las que nacen de sus brazos ¿duelen? Se asusta, pero aun lo controla. Su falda incolora también forma de aquella broma sin gusto. Ella no se lo pondría, pero la madre de Nero tampoco. ¿un aurva de importancia con plumaje? ¿Y el metal? El lago brilla bajo una luz fantasmal, un sol blanco que no duele mirar. Se agacha y las puntas atraviesan el frío, y como un espirítu desdibujado se ven tan blancas como siempre. Introduce un poco la mano para hallar la misma transparencia. No es syv. ¿Y ahora qué? volver a casa. Los arboles le son desconocidos, pero dentro de su extrañeza le son agradables. Anriel tiene otras cosas en las que pensar como para preocuparse por estar convirtiendose en un gorgojeador. No ahora, no quiere volver a tirar de su disfraz. No quiere descubrir que la falda tambien es su cuerpo y no podrá volver a usar pantalones. Que cosa tan incomoda a la hora de pelear. Bosque a través, pues. Y confiar en encontrar la salida pronto. No le gustan las serpientes.

Anriel entrecierra los ojos un breve segundo. Taro tiene cola y orejas de ardilla. Se siente tentada de tocarlas. No llega a hacerlo, pero las mira más que a él.
- No, no quiero que me pille en el día en el bosque-corrobora. La música es distinta. Se siente parte de una obra de teatro, personaje de una escena que ha cambiado con la nueva aparición. Y le es extraña la sensación de que él sabe qué ocurre, que el sabe llegar a casa-. Pensaba que eras diurno.

La palabra maldición es un cubo de nieve. Esta hipnotizada por la cola del carabés, tratando de distinguir la verdad de aquello. Se detiene en el bosque. Se toca las plumas, se tira de la falda. No va a preguntar algo que se supone que es de conocimiento mutuo, pero esta asustandose.
- ¿A donde vamos?- pregunta, retomando la marcha. Lo hace sonar como si lo supiese y barajase varias opciones, como si pidiese opinión. No quiere dejar traslucir su nerviosismo. Eso lo haría real.

-No, espera- dice, deteniendolo. Para qué fingir. Taro es una Ardilla y ella un revuelto emplumado-. No voy a desmayarme, me conoces de sobra. Pero esto- se tira de una pluma del pelo como si fuese a arrancarla a fuerza bruta-, esto- remarca tocandole las orejas a Taro, tan raras, tan reales. No termina la frase ni el hilo de sus pensamientos- dime que tenemos que hacer en ese castillo, y si hay prisa, dimelo mientras vamos.

Tira de su mano y se pone en marcha. Hay cosas más importantes que un par de adornos incrustados en la piel. Ese paseo interminente, de detenerse a entender y continuar por inercia no puede ser. Lo que sea que ocurre al amanecer, parece serio.

Anriel aprieta el paso tanto como él. Nunca le ha costado correr, es veloz, vuela. "De noche personas, de día animales" ¿Que aspecto tiene ella cuando sale el sol? ¿Por que esa magia? ¿por qué ellos? Pero no se plantea que sea mentira, y por tanto se dispone a actuar como lo necesiten.
- Taro- dice en un momento algo más pausado- haré algo más que besarle si es necesario, pero dime las señas. Y si eso falla, si hay un hechicero al que matar... Nos sacaré de esta aunque tenga que arrancarle los ojos con el pico.

Duda un momento, a pesar de lo firme de sus palabras.
-¿Quien más ha caido en esto?

Sabe que eso lo pondrá nervioso, asi que prefiere interrumpirlo.
-Enseñame a entrar y haré el resto. Confia en mi.

Un ratón, por supuesto. Pequeño y chillón, que decía Nero. Atisba brevemente esa posibilidad, pero ¿ella estaría así? No, el sentido del humor de su edeel nunca llega al punto de buscarse su propio fastidio.  La música cambia y no sabe ya si extrañarse. Esta tiene que asociarse a su amigo, supone.
- Vale, pero ¿quieres decirme que aspecto tiene?-  le dice a Shaco, echando una última mirada de duda a Taro - Sin referencias absurdas.