Primer sueño de Anriel

Anriel despertó algo aturdida y su entorno no ayudó a aclarar sus sentidos. No reconocía aquella habitación, que tenía poco que envidiar a las mazmorras. No reconocía como suya tampoco la ropa que llevaba puesta. Los pantalones largos y bombachos que cerraban en la cintura y el fajín negro, con la casaca lisa y gris que solían llevar los criados. "No, si encima habré dormido con ello puesto."  Después de que la increparan al otro lado de la puerta, abrió inmediatamente. Comunicaba con la cocina, que lo hizo todo todavía más raro: la única puerta con la que recordaba poder acceder a ella estaba en la sala de estar. Era una habitación amplia y lujosa. La madera de las encimeras estaba despejada,  y tras los cristales coloreados de las alacenas, se apilaba la vajilla de porcelana.

- Me gustaría verte intentarlo- repuso con calma-. No sé a que broma juegas hoy, pero dime que te apetece de desayunar y terminamos antes.  De todas formas, ¿donde esta Galatea?*- Anriel buscó los instrumentos de cocina que necesitaría, sabiendo cuales eran las peticiones típicas de su edeel. Ya después iría a cambiarse.





*Galatea: Criada de Nero y Ri,que cualquier otro día se encargaría del desayuno

A Anriel se le hincharon las aletas de la nariz, pero ese fue el único signo externo de su desagrado. Con la eficiencia que la caracterizaba, localizó un bote de miel en la despensas y preparó las tostadas en un plato, decorandolo de paso con unas bayas rojas. Si aquella era la nueva situación, habría que apechugar con ello. Pero esperaba que la miel le diese una indigestión.

Anriel se detuvo en seco. Lo peor de toda aquella situación es que iba en serio. Estaba ya tan convencida de su tono de voz y de sus intenciones sinceras que la idea de la broma había quedado atrás. Con la cara neutra, clavó en la mesa la punta de un cuchillo de cocina.
- Las amenazas de muerte son cruzar la línea, Nero. Ni siquiera tú tienes derecho a herirme. Si me pones una mano encima te dejo sin ella.

Los ojos de Anriel se abrieron de par en par con la mención a su mejor amiga. Aquello si la asustó; no por lo que Nero pretendiese hacerle a ella (antes lo dejaría peor que a la mesa), sino por el destino de la pelirroja. No le replicó que nadie la "obligaba" a nada. Que el deber era una cuestión personal, pero no era ley. Y que después de todo, Nero también tenía una parte que cumplir. La mención al dinero le hizo hervir la sangre. Cuando Nero estuvo totalmente fuera de su vista, rayó dos diagonales en la superficie de la madera, volcó por completo el tarro de miel encima, metió el cuchillo en el fajín y se marchó hacia casa de Ari.

Los ojos de Anriel apenas podían captar nada en aquella casa. La desagradable sensación de líquido bañando sus pies fue su recibimiento, y la certeza de que era sangre le encogía el estómago. La albina no entendía muchas cosas, entre ellas, cuando o como la había adelantado Nero, y qué estaba sucediendo, sin embargo los gritos de arriba no dejaban espacio para dudas y cuchillo en mano y con la izquierda tanteando las paredes, subió a toda velocidad.

El resplandor la realentizó.No era voluntario, la luz siempre la había intimidado. Cuando cruzó la puerta, se le cayó el cuchillo. Su primer instinto fue retroceder mientras se tapaba la boca horrorizada, sin embargo avanzó.
- Ari. Ari soy Ri. ¿Por qué estas asi? Que te ha sucedido? ¿Como te puedo ayudar?-Anriel temblaba de pies a cabeza.