Segundo sueño de RR

-La madre que te…-comentó RR para sí ante semejante estropicio. Corrió rápidamente a retirarle la escopeta a las crías, sosteniéndola en alto para alejarlo de las manos de los pequeños roedores.

-¿Qué os tengo dicho de tocar la escopeta de RR, eh?-comentó en tono de reproche a las bestezuelas. Optando por dejar a los demás joder la casa a su gusto y manteniendo así su voz intacta, el foner volvió a la cocina, dónde se quitó el delantal y tomó una cerveza para luego volver hasta el salón, dónde para su sorpresa Shizel no se había movido ni un ápice desde la última vez. Allí, se quitó el delantal y se lo lanzó a la cara, para luego abrir el botellín con los dientes y echarle un buen trago.

-Ve tú a buscarla, puto vago. ¡Y vosotros, gamberros!- dijo en tono suficientemente alto como para que todas las crías le escucharan por encima del estruendo que levantaban.- Más vale que recojáis este estropicio, ¡y deprisa! ¡VOSOTROS, dejad de pelearos! ¡SKRILJIST, pídele perdón a tu hermano! ¡VOZTREK, KRIMAKST, dejad de comeros el sillón, que luego me ponéis caras largas a las espinacas! ¡Y BRAZRUK, GNROSKIST, CHARNASK, ¿qué os he dicho mil veces? NADA DE MAGIA NEGRA ANTES DE LA CENA! Ahora, todos a ordenar este follón, que yo no soy vuestro esclavo, ¡coño ya!

RR puso los ojos en blanco durante unos segundos para expresar su extrema exasperación. Todo lo tenía que hacer él en aquella casa.

Agarró al pequeño auro por la cola con una mano, mientras que con la otra inmovilizaba las pequeñas mandíbulas de la criatura. Una vez lo tuvo bien sujeto lo alzó en el aire, dónde le lanzó una mirada de profunda desaprobación maternal.

-Osea, que las espinacas no pero tu padre sí, ¿no? Tira con tus hermanos a la mesa, ¡coño ya!

Tras decir aquello, lo dejó en el suelo y le siguió aguijoneando sin piedad con su gesto autoritario, ahora reforzado por el tenso cruce de hombros que esgrimía. Cuando el crío comenzó ha hacer pucheros, RR extendió el brazo en dirección a la cocina con talante imperativo.

-Nada de lloros, señorito. A la mesa ahora mismo, derecho como una vela. Y le dices a tus hermanos que, como les pille haciendo una sola trastada os vais todos a la cama sin cenar y sin cuento. ¿Me oís, gamberros? ¡Todos en vuestro sitio u os enteráis de lo que vale un peine! Y en cuanto a ti, maldito inútil…-dijo, dirigiendo ahora su mirada desaprobadora hacia Shizel, al que comenzó a curar con un hechizo básico.- Ya podrías estar más atento a los niños. Salgo, me dejo el espinazo en las alcantarillas para traer un poco de pan a casa, y luego aquí tengo que limpiar, preparar la comida, arreglar las trampas del hall, poner la lavadora, barrer la mierda que vas dejando y atender a todos los niños. Ya podrías hacer algo por esta casa, que yo también trabajo fuera y tengo las mismas obligaciones que tú una vez llegamos aquí. Anda, ve a curarte al baño y luego vienes cagando melodías a la mesa, que tienes que dar ejemplo.

Seguidamente, se dirigió hacia la cocina a reunirse con las crías, no sin antes detenerse en el umbral para dirigirle unas últimas palabras a su compañero:

-Y que sepas que me he dado cuenta de que ya no me miras a los ojos cuando grabamos runas.

Sin lidiar más palabra, continuó su camino hacia la cena, con porte severo e indignado.

-Amante egoísta…-susurró para sí.

RR observó la escena con talante inexpresivo, asimilando la situación. Seguidamente, y tras reflexionar durante otro instante, se acercó al muchacho, tomándole por el hombro de forma cariñosa y acercándose a la olla para tomar un poco de aquella sopa con una cuchara de madera.

Tras paladear el plato durante unos instantes, alzando su mirada al techo con aire meditabundo, sentenció:

-Muy buena, muy buena. Cada vez te sale mejor, cariño. Definitivamente sabes lo que me gusta. Pero, ¿sabes lo que le puede faltar? Algo un poco dulce, un contrapunto meloso…

Mientras decía esto, se retiraba hasta la espalda del irlandés, haciendo ademán de retirar la silla con un brazo para dar a entender al muchacho que se iba a sentar, pero sin dejar de mirarle y dando la espalda a la mesa, detalles que el muchacho pasó por alto al no estar mirándole, concentrado como estaba en sus quehaceres culinarios. A su vez, RR alzó su escopeta, preparándose para disparar y apuntando cuidadosamente a la cabeza de Timmy.

-… Le faltas tú.

Tras decir esto, apretó el gatillo y el estruendo del disparo llenó la cocina. La andanada de plomo golpeó de lleno el cráneo del muchacho, partiendo por incontables partes su cráneo y reduciéndolo a astillas, haciendo jirones su piel y destrozando toda la materia gris que halló a su paso hasta terminar empotrada contra la pared de enfrente, justo en el centro de la gran mancha de sangre que se había formado en ella, salpicada aquí y allá de pequeños pegotes viscosos de cerebro sanguinolento.

RR bajó el arma y, accionando el sistema corredizo de su arma, permitió que el cartucho vacío fuera eyectado de la recámara, golpeando con sonido hueco la encimera y rebotando un par de veces hasta llegar al suelo. Se produjo un extraño segundo de silencio en el que el foner, cubierto aquí y allá por alguna que otra mancha orgánica, observó el cuerpo decapitado del niño, de cuya herida abierta en pleno cuello salpicaba de forma intermitente algún que otro discreto borbotón de sangre que en su momento debió de estar destinada a llenar su cabeza, de la que ahora sólo restaba la mandíbula inferior, desencajada por un lado, de la que pendían los restos rajados de lo que hacía unos instantes eran sus pecosas mejillas, mientras que la lengua bailaba entre sus dientes de forma espasmódica, como el rabo de una lagartija recién amputado.

Tras ese breve instante, el cuerpo cayó a un lado pesadamente, después de lo cual RR se acercó a la sopa, sorteando al irlandés exangüe, ahora tintada con una creciente mancha carmesí y con algunos tropezones del destrozado cráneo de Timmy. Removió de nuevo el guiso con tranquilidad, permitiendo así que los trocitos y órganos varios, como un globo ocular, asomaran en la superficie del espeso líquido. Tomó el otro ojo, que había ido a rebotar contra los baldosínes blancos de la pared para luego aterrizar en la encimera, y lo echó al caldo para poder seguir cocinando a gusto.

Cuando el foner juzgó terminada la preparación del plato, tomó con cuidado la olla y la llevó hasta la mesa dónde, ayudándose de un cazo, se sirvió una abundante ración de sopa, para luego hacer lo mismo en el segundo plato. Tras esto, levantó en volandas el cadáver de Timmy, para luego sentarlo a la mesa. Una vez estuvo todo listo, también él ocupó su lugar a la mesa, colocándose la servilleta adecuadamente y comenzando, sin más dilación, a comer.

-No está nada mal, desde luego…

-¿Pero qué coño…?- comenzó a decir por lo bajo mientras observaba la escena que se gestaba a su alrededor en forma de confusos gritos y prisas. No tenía muy claro cómo debía reaccionar en aquella situación, y se mantuvo mirando de un lado a otro hasta que reconoció la imperiosa e irritante voz que los instaba a rendirse desde la calle a través del megáfono.

-Serán hijos de la gran…-increpó el foner mientras se levantaba de un salto para dirigirse veloz pero elegantemente hacia la despensa de la cocina, ignorando los trozos de sesos y sangre que salpicaban la blancura de la habitación, manejándose sorprendentemente bien sobre sus ligeros tacones.

Cuando finalmente llegó a la puerta del habitáculo concreto, la abrió y de ella extrajo un ciclópeo rifle , que portó con seguridad en una mano y a paso seguro hasta la terraza, mientras que con la otra libre extraía un puro, dejándoselo en la boca para así poder tomar un mechero del mismo lugar y encendérselo.

Al llegar a la ventana, apoyó la gigantesca bestia metálica sobre la barandilla, que no pudo más que troncharse ligeramente con un lastimero gemido férreo, cediendo bajo el peso de aquel armatoste.

-¿Rendirse? ¡¿Rendirse?! –perjuraba el pelirrojo mientras echaba el selector de fuego de la palabra “Seguro” (convenientemente tachada y sustituida por “Muermazo”)
a “Semiautomático” (“Trepanador”) y finalmente a “Automático”, que lucía en letras rojas la ostentosa corrección “Revientaculos”- Yo os enseñaré quién se tiene que rendir ante quién, ¡MAMONAZOS!

Nada más terminar de gritar aquello, manteniendo su habano en un ángulo agudo con respecto a su cara, comenzó a vaciar el cargador del mastodóntico artefacto, provocando un tremendo y ensordecedor estruendo tanto en la calle como en la casa, permitiendo que las enormes piezas de plomo se descargaran con furia contra los coches de policía y contra los agentes, mientras dejaba que el brutal retroceso del arma le golpeara el hombro como si una mula boxeadora a la que le han mezclado esteroides con la paja hubiera confundido su extremidad con la cara de Mike Tyson y que los enormes y humeantes casquillos fueran trazando una parábola en su precipitado camino hasta el suelo, dónde su tintineo y rebote era camuflado por los rugidos del arma.

-¡A mi no me toca las pelotas ningún poli! ¡¿Me oís, cabronazos?! ¡Ninguno! ¡Y menos sies Sendario!- gritaba mientras su rostro era iluminado por los fulgores de los disparos.

Las palabras de Shizel pillaron a RR preparando un Cóctel Molotov con una botella de whisky y un trozo de la falda de su vestido rojo, pieza que al ser arrancada de su procedencia original había dejado a la vista el muslo y el liguero del foner. Al escuchar la proposición, se giró hacia el idrino, congelando su rostro, que antes mostraba una expresión de profundo cabreo, en una máscara de absoluta sorpresa atónita. Su cuerpo entero parecía a su vez detenido en una daguerrotipia, sosteniendo en una mano el explosivo y con la otra el mechero encendido, a unos pocos centímetros de prender la mecha, mientras que el puro se consumía lentamente entre sus labios.

Así permaneció durante unos instantes, hasta que finalmente el abrumador sonido de una hiena haciéndose mierda contra el muro inmediatamente superior a la barricada lo devolvió de un golpe a la realidad. Agitó espasmódicamente la cabeza en un intento de devolver a su dueño a la claridad mientras que el destrozado cadáver del animal se deslizaba lentamente contra el muro, dejando tras de si un rastro desangre, descolocándose así el tocado de plumas que la adornaba. Tras unos segundos de precipitados razonamientos lógicos en el interior de la psique del foner, que intentó acelerar el proceso pasando su mirada rápidamente de Shizel al anillo, del anillo al explosivo y del explosivo a la hiena, decidió actuar veloz y decididamente.

Terminó de igniciar el artefacto para luego lanzarlo sin dudarlo contra la policía. Seguidamente, sin comprobar el efecto de su ataque, agarró al muchacho por la cabeza y por la cintura, acercándolo hacia él en una actitud que habría sido más esperada de Shizel que de RR, sólo separados por la longitud de su puro encendido. Mientras se lo retiraba de la boca con la mano con la que sostenía el cabello del muchacho y, tras darle una larga calada, la devolvía a su lugar original, le dijo con algo que, si no era una voz sensual, podía considerarse algo vaga y absurdamente semejante:

-Acepto, paliducho. Tómame. Tómame hazme un nuevo ejército de ratas comunistas, aquí y ahora.

Y, sin lidiar más palabra, le dio un apasionado y largo beso con lengua.