Final: Koval vs Noel

Prácticamente esquivó el ataque de Gael mientras empezaba a volar y a conjurar. El fuego fatuo canceló la barrera de inercia entonces, solo para comenzar a levantar otra entre tanto. Algunas plumas también comenzaron a venir hacia él desde que el draco renovaba sus defensas, y dejó que las suyas propias se encargasen de los proyectiles. Su idea era encerrar al draco en un nuevo campo de inercia, ya que mientras volaba no podía alcanzarlo con facilidad. No sería grande, en este caso, aparecería a su alrededor y hasta el suelo, con el único propósito de despistarlo durante un momento y contener las plumas. Gael aprovecharía a reforzar la barrera mixta que ya tenía activa mientras el draco continuase conjurando, y por eso mismo el fuego fatuo tendría el tiempo justo para preparar una dispersión, pero al menos sabría de qué necesitaba protegerse. Gracias a que las cargas y la antigua barrera de inercia habrían desaparecido, su próximo paso sería rodear al draco volando a ras de suelo para ponerse a su espalda. Intentaría conjurar una bola de luz que lanzarle, al menos.

El draco oyó conjurar la barrera de inercia y rodó los ojos mientras detenía la conjuración de su hechizo y pasaba a conjurar otro sortilegio, que lanzó en cuanto el hechizo del fuego fatuo lo hizo empezar a caer. Un hechizo de impulso que se aplicó a sí mismo para empujarse hacia atrás, con el objetivo de que si no había calculado bien la potencia quedasen fuera sus alas con seguridad, fue el causante de que el draco no llegase al suelo. No había dejado de aletear en ningún momento para facilitar el no perder estabilidad y rodeó la barrera mientras volvía a iniciar su hostigamiento con las plumas una vez libre del impedimento de la inercia.

El draco descendió un poco y decidió aprovechar que el lacayo seguía allí, todavía sufriendo ya que no había llegado a conjurar el hechizo pararrayos y le ordenó que ascendiese hasta colocarse delante de la cabeza de la quimera, señalándosela, y que no dejase de hacerlo bajo ningún concepto. El lacayo solamente serviría como mera molestia, mientras el draco continuaría con el hostigamiento de plumas y un nuevo intento de llevar a cabo el hechizo parrayos, para lo cual volvería a ganar altura una vez el lacayo hubiese entendido sus instrucciones.

El draco optó por no terminar de conjurar el hechizo del que se estaba encargando. Al fuego fatuo le dio tiempo a reforzar sus defensas como había previsto, y la barrera de inercia desapareció en cuanto perdió su utilidad. Las plumas empezaron a llegar hacia él de nuevo, pero una nueva orden fue dada al lacayo grotesco entonces, por lo que Gael no pudo pararse a protegerse de estas. Antes de nada, tuvo que conjurar un campo de fuerza inverso en el que encerrar al lacayo para que dejase de interponerse en su camino, y entre tanto un segundo intento de chamuscarlo llegaba por parte de Noel. Preparó una dispersión para enfrentarse a lo que se le venía encima.
Aprovecharía acto seguido, ya que el campo estaría finalmente libre de obstáculos, para impulsarse aleteando y alejarse de Noel. Debería volver a reforzar sus defensas para paliar los golpes de las plumas, entre tanto, pues al ser una defensa mixta vería dos flancos desprotegidos de seguir así. De poder llegar a atacar, optaría por la bola de luz, manteniendo control de su trayectoria para dificultar al draco lanzar plumas en su dirección y, de paso, corroer sus defensas.

Como Gael encerró al lacayo en un campo de fuerza inverso y Noel había ascendido mientras conjuraba el hechizo pararrayos, al oír que se avecinaba una dispersión y ya era demasiado tarde para cancelar el hechizo y evitar su gasto, se aseguró de colocarse entre el lacayo encerrado y la quimera, para que de este modo, la dispersión se llevase por delante el campo de fuerza también. El lacayo, viéndose libre, volvió a ejecutar la orden que le acababa de dar el draco ("persíguelo y mantente justo por encima de él"), y lo mismo hizo Noel para continuar su hostigamiento a base de plumas, echando a volar tras el fuego fatuo en cuanto este quiso alejarse.

Mientras el fuego fatuo conjuraba, Noel hizo lo propio con un hechizo de petrificación. Pero no lo dirigió a la quimera que, obviamente, tendría barreras mágicas y sería inútil. Lo lanzó sobre el lacayo grotesco para que, al encontrarse justo encima del fuego fatuo tal y como le había ordenado, se cayese sobre la quimera. Si había conseguido derribar sus defensas con las plumas, Gael se llevaría un buen golpe, pero sino seguramente caerían en ese momento y las plumas que el sueco seguía lanzando se clavarían en diversas partes de la quimera. Esperaba que tal vez el hechizo ofensivo de Gael se viese interrumpido por sus acciones, pero si no lo lograba sus defensas mágicas se encargarían de él y tendría que reconstruirlas en cuanto pudiese.

Lo siguiente que haría sería acercarase hacha en mano sin dejar de disparar plumas y, usando también su arma para desgastar las defensas físicas si seguían ahí, trataría de llevarse por delante una de las manos de la quimera para limitar su capacidad de hacer magia.

El lacayo probablemente se estrellaría contra el suelo justo después de golpear a la quimera, muriendo al volar en pedazos, pero el sueco no pensaba gastar un tiempo precioso en deshacer el hechizo de petrificación.

Noel se las apañó para obligarlo a deshacer lo que acababa de conjurar, ya que no pudo alejarse a tiempo, pero eso no fue todo. También cambió las órdenes del lacayo, levantando suspicacias por parte del fuego fatuo, que no llegó a conjurar la bola de luz, sino que volvió la cabeza y le envió un hechizo rápido de parálisis mientras venía levitando hacia él. Descendió ligeramente para acelerar un poco más, tras ello, buscando que el lacayo no llegase a darle al descender al suelo. Sus defensas estaban en las últimas y necesitó volver a reforzarlas acto seguido. No había hecho una buena elección con las mixtas en esa ocasión.

Sabiéndose perseguido, seguiría avanzando sin ir nunca en línea recta, no queriendo que su trayectoria fuese estable. Aun condicionado por lo que decidiera el draco, su intención sería la de levantar inmediatamente una “pared” con un campo de fuerza justo por delante de la trayectoria que siguiera Noel para que frenara su avance y sus defensas se golpeasen contra ella.

El lacayo fue paralizado, pero Noel decidió recogerlo antes de que se cayese realizando una trayectoria en forma de parábola para volver a ganar altura inmediatamente después. Ya que Gael se había dedicado a reforzar sus defensas, él decidió usar el tiempo para conjurar su propio campo de fuerza circular de cierta potencia, respaldado y que tenía un tamaño bastante amplio. Cuando el fuego fatuo se dio la vuelta para conjurar otro campo de fuerza, aunque el draco no sabía qué pretendía con este, vio su oportunidad, ya que el suyo al menos iba dirigido a encerrarlo y, el momento en el que el español se detuvo a apuntar, le fue más sencillo hacerlo. Inmediatamente después tuvo que colocar al lacayo grotesco por delante para que fuese él quien se llevase el golpe y el impacto contra aquella barrera en medio del aire le hizo rebotar ligeramente hacia atrás. Dejó caer al lacayo ya que tras aquella eventualidad había decidido desistir de intentar lanzárselo petrificado, ya había cumplido más que de sobra su función. Gael, sin saberlo, había librado de la muerte al lacayo; aunque no de llevarse un contundente golpe en la cabeza.

Sin perder tiempo, comenzó de nuevo a conjurar, ya que aunque el campo de fuerza estaba reforzado seguramente el fuego fatuo ya habría empezado a intentar tirarlo abajo. Su siguiente hechizo fue una campana de silencio que abarcó el campo de fuerza donde estaba encerrada la quimera y algunos metros más a su alrededor. Mientras tanto, el draco no había dejado de disparar plumas.

Aprovecharía aquel tiempo en el que a Gael se le imposibilitaba el lanzar hechizos para tirar abajo las defensas mediante un acoso con sus proyectiles y hechizos de parálisis, ya que el fuego fatuo había levantado una única defensa y suponía que estas eran mixtas. No obstante, si el fuego fatuo cambiaba de cuerpo como suponía que haría, inmediatamente en cuanto viese que la quimera caía inerte en el interior del campo de fuerza, descendería hacia el lagarto. Aprovecharía el momento de confusión en el que Gael no podría ver nada para inmovilizarle un brazo con el fin de retorcérselo y tirar de él hacia abajo hasta que no diese más de sí para rompérselo.

Fue una sorpresa volver a ver al lacayo cuando levantó aquella barrera contra la que Noel lo estampó. Aquella bola iba a terminar por merecer estar en los créditos como mínimo. Su intención era dar un quiebro brusco para buscar un nuevo ángulo de ataque cuando sus defensas se dieron de bruces contra otra barrera, y esta no era un muro como la suya, sino esférica. Quedó de pie en pleno aire y escuchó el hechizo de Noel justo antes de quedar silenciado todo el murmullo de las gradas. «Ya no hay mucho más que hacer aquí» pensó, resignado. Pero tenía que saltar, no exponerse, y el otro cuerpo estaba allí tirado de cualquier manera, y ciego. Era un blanco sumamente fácil para Noel. Quedaba muy poco para el sonido del gong, eso sí.

Saltó, cambiado sordera por ceguera, pero no trató siquiera de ponerse en pie. Llevó las manos al zurrón de cuero –una suerte que lo hubiese escogido de ese material por el exterior, o los pequeños de dentro ya no seguirían vivos– y se deshizo del cierre para dejar libre a lo que había en el interior. El lagarto perdió de nuevo el brillo que ahora lo rodeaba, haciéndose evidente que había sido dejado a su suerte una vez más. Un ratoncillo cubierto de un brillo azulado salió del zurrón, pero lo siguieron inmediatamente otros tres. Un total de cuatro ratones empezaron a desperdigarse por el campo, y todos ellos tenían un brillo azul, pero tan solo uno llevaba a Gael dentro. Eran un encargo que le había hecho a Giz tras el anuncio del torneo: ratones bioluminiscentes, los cuales no había llegado a usar hasta el momento.

El ratón de Gael se mantuvo cerca de otro y corrió en su misma dirección. No podía desaprovechar el factor sorpresa y por lo tanto no podía seguir corriendo eternamente. Buscaría sencillamente no aparecer en forma expuesta frente a Noel, sino por otro flanco, a poder ser su espalda, y le lanzaría una bola de luz. Si realmente lograba pillarlo desprevenido podría regresar al ratón y volver a intentarlo de nuevo desde otro lugar. Si el ratón fuese a ser retenido o muy dañado, el resto de cadáveres podrían volver a entrar en la ecuación, saltando rápidamente de uno a otro siempre que fuera posible, para tratar de atacar desde su forma expuesta antes de volver a ocultarse en uno de ellos para no salir físicamente dañado.

No llego a hacerle nada al otro cadáver, pues este no se movió del sitio y, en cambio, cuatro ratones que brillaban como si estuviesen todos poseídos salieron de él. Noel no podía saber en cuál de ellos iba Gael, pero lo primero que hizo fue disprar plumas a todos ellos. Sospechaba que el fuego fatuo tramaba algo, así que inmediatamente alzó el vuelo. No eran un blanco sencillo, pero tampoco es que representasen ningún peligro real.

Mientras echaba a volar, conjuró la versión de lectura térmica de la niebla mágica que habían aprendido cuando visitaron Dryfus y que se había asegurado de practicar por si tenía que localizar a alguien invisible... o a un cadáver, aunque ese último uso no lo había tenido en cuenta hasta ese mismo momento. En cuanto supo cuáles de los cuatro ratones estaban vivos, dejó de presetarles atención y se centró solo en el poseído por Gael. Lanzaría un hechizo abrasivo con cierto margen alrededor de donde corretease el ratoncillo en aquel momento para abrir un agujero bajo él. Si el fuego fatuo se exponía, o cambiaba al lagarto, en el momento que fuese, se lanzaría hacia él hacha en mano, ya que faltaba poco de combate y todavía conservaba sus defensas...

El gong no tardó en sonar, de todas formas.