Torreón Maciel (Archivo V)

Recuerdo del primer mensaje :

El único que comentó fue el insectoide, mientras que tan solo se ganó las miradas reprobatorias de los demás. No tardó en contestar al clinger.
-Quizás no será agilidad en tu planeta, Kamen Rider. Pero en mi planeta la agilidad es lo que te permite, por ejemplo, minimizar el daño de una caida, el accionar ciertos aparatos, abrir algunos temas de conversacion o el poder cargar con más o menos peso... Eso solo en ocasiones, claro que luego está la fuerza.-meditó unos instantes.- Luego tambien, a veces, el tener agilidad, implica que puedes potenciar tu velocidad, pero solo si no sabes decir otra palabra que el nombre de tu especie... Es un concepto bastante raro...-
Tanto Lara Croft como el clon de geonosiano tuvieron una breve discusión sobre que camino tomar. Aunque le doliera, el clinger tenia razón sobre el tema, pero la propuesta de Lara Croft era ampliamente más interesante y divertida. No vaciló en aquella ocasion y tomó la inciativa, mientras todavia tenian la discusión reciente.
El joven ruso abrió el camino del grupo. Aunque el insecto alienigena habia desbaratado sus planes la otra vez, él ya sabia a donde se dirigian y el guiar al grupo no le costó mucho, sobretodo teniendo en cuenta que en cuanto se habia callado, todos habian decidido unanimemente pasar de él.

-Estupidos Heart Ratings...-dijo en voz baja, al comprobar lo bajos que estaban. La tabla se extendia en siete columnas y, más abajo de cada una, una cara simpática dibujada que representaba a cada uno de los miembros del grupo. Justo debajo de esta, habia un número. Las columnas se llenaban de corazoncitos palpitantes dependiendo de este y, en estos momentos el número en todos era cero o cercano a este.

>> ¿Por que no me quieren? Soy adorable hasta el estandar de adorabilidad mortal -3-
>> Parece que va a llevarte un tiempo el entender el porque.

Pronto logró vislumbrar, en la lejania, el que era su objetivo actual, a donde les estaba llevando. Era un lugar algo desolado y tétrico. El último piso parecia estar construido con huesos de algun animal gigantesco. Aquello le dio un escalofrío. Unos olores le llegaron a la nariz. Una mezcla de olores que no podia distinguir unos de otros, pero que no olia igual que el resto de la ciudad. Algo perplejo, se fijó en las múltiples aves que sobrevolaban el torreón.
-Hay un nido de pajarracos.-les señaló, para indicarles que la cantidad de aves que iban y venian al torreón no era normal. Un mal presentimiento se acogió dentro de él. No le gustaban los pájaros negros.

Atravesaron los muros, franquearon el portón roto y finalmente llegaron a la puerta. Por el patio, habia huesos enormes repartidos. Algo le decia que fuera lo que fuera que hubiera pasado en aquel lugar años atrás, habria merecido más de una historia buena y graciosa. Se apoyó en la puerta de la entrada, como para intentar forzarla de alguna manera, para descubrir que en verdad estaba abierta. La pesada puerta se abrio con un chirrido y les abrio al que seria su nuevo hogar durante los próximos meses.
El joven atravesó el umbral con la mandibula colgándole y una expresión de pasmo increible, al contemplar lo que contenia la primera sala. Casi sin pararse a respirar, agarró las escaleras de caracol e intentó escalar de ellas, extasiado por aquel lugar. El metal rechinó y le hizo quedarse congelado con un pie sobre la barandilla. Quizás no seria muy sabio subir las escaleras del modo divertido. Lentamente, bajó el pie y subió las escaleras, al principio con un poco de duda pero luego aceleró el paso, hasta que se convirtió en una carrera, otro juego más.
Se paseó por la segunda planta, explorándolo todo, las camas y el escritorio con la silla a toda velocidad, emocionado por descubrir aquel lugar, dejó escapar una risilla divertida. Corrió de vuelta por las escaleras y llamó a los demás por la escalera para que subieran tambien para, a continuación, volver a retomar la subida por las escaleras como un crio que iba a abrir sus regalos de navidad.
Llego al tercer piso y no pudo hacer otra cosa que dar saltitos y retozar de felicidad. Aquella parecia ser un piso dedicado a entrenamiento. Asi que dedujo que pensaban, como mínimo, darles las herramientas para entrenar. Feliz, no tardó mucho en explorar el resto de aquel piso, porque de verdad tenia ganas de subir a la cuarta y última planta.
Cuando llegó, vio lo que esperaba ver. Infinitud de pájaros negros apuntando sus pares de ojos hacia el enclenque joven, intentando analizarle para saber si era una amenaza. Dejó escapar un grito ahogado de una mezcla de sorpresa y terror para entonces retroceder sobre sus pasos.
Bajó las escaleras, positivamente más feliz de poder alejarse de aquella cuarta planta cuanto antes y avisó a todos los que encontró que no debian acercarse a la cuarta planta, para luego describirles lo que vio.
Finalmente, de nuevo en la planta baja, se giró hacia los que estaban ahí presentes.
-¡Tenemos camas y un piso de entrenamiento! ¡Y hasta puede que un remake malillo de una peli de las de Hitchcock! ¿Habeis encontrado algo interesante por aquí abajo?-

A medida que pasaba el tiempo y el camino hasta el edificio donde recogían las cestas se confirmaba como razonablemente seguro, las excursiones de aprovisionamiento habían ido decreciendo en número de participantes. Sin embargo y por si acaso en aquella salida Taro se había llevado a Baurus consigo, ya que le apetecía darse el paseo pero tanto Xalk como Shaco estaban a otras cosas. Ni el terrícola ni el carabés destacaban por su labia, de modo que el número de palabras intercambiadas durante la salida pudo contarse con los dedos de una mano.

Al solo estar disponible Taro para interceptar la bañera tardaron bastante más de lo acostumbrado en hacer descender las cestas desde arriba. Para cuando volvieron, bastante cargados con relación a otros días, al carabés le dolían los músculos y se moría por un baño de agua caliente.

Le abrieron con una presteza poco común -más tarde Taro se enteraría del cordel de alarma que había instalado Archi-, e Ippon le informó de que escaso tiempo antes habían entrado tres intrusos. La alarma inicial se trocó en incredulidad cuando le describió por encima la naturaleza de la visita.
"Se lo ha inventado", fue lo primero que pensó.
-Sí, ya- la sonrisa se le fue escapando de los labios al comprobar que la cara de póker de Ippon no variaba lo más mínimo. "Y será verdad."

La siguiente persona que se encontró fue Cío y el interrogatorio tuvo exactamente el mismo resultado, con la salvedad de que el relato estaba más plagado de sarcasmo y de detalles adicionales que no se sabía muy bien si inducían a la risa o al llanto.
-A ver si lo he entendido bien- dijo Taro de forma lenta, pues su mente estaba procesando aquello a idéntica velocidad -. Un farol-persona azul, un hombre pájaro y un hada gris, los tres travestidos, entraron por la puerta, os dijeron exactamente lo mismo que en el discurso ese, tiraron una caja de dildos al foso y se largaron.
"¿Y la cámara oculta dónde?", acabó por concluir perplejo ante la respuesta afirmativa del irrense. "No entiendo nada." No es que aquello fuese una novedad, pero no dejaba de ser frustrante.

No había sentido en sus carnes la amenaza implícita de que tres desconocidos irrumpieran en su refugio, de modo que aquello no le quitó el sueño tanto como a otros durante la noche siguiente. El relato que le habían contado tenía más bien tintes cómicos, pero aún así no pudo evitar que le embargara cierta inquietud el resto del día, y también buena parte de la noche.


-Nsdía- musitó cuando entró a la cocina a la mañana siguiente. Tras beberse su chute energético matutino volvió a sentirse persona y la cantinela de la voz de Shaco empezó por fin a cobrar sentido en su mente en forma de palabras.
Ante la mención de Marsi no dijo nada sino que se limitó a dirigirle una mirada interrogante, ya que él mismo no tenía ninguna sugerencia de lugar que visitar. "Menuda impresión se tuvo que llevar ayer de nosotros", se le ocurrió al recordar lo que le habían contado sobre las distintas reacciones y el mal rollo subsiguiente.

Lara se había levantado un poco tarde, pues los niños no le habían dado la mejor noche. A pesar de no llorar a pulmón lleno, por alguna razón no habían tenido ganas de dormir. Se vistió con su disfraz de renacida, que se había convertido en su conjunto de andar por casa, y anduvo cuidando de sus niños hasta que sintió que la comida de la cocina la llamaba con más fuerza de la que podía enfrentar. Sin embargo, no llegó a la cocina.

Archi la llamó cuando estaba todavía a medio tramo de la planta baja y acabó por dirigirse a la entrada. Les dio los buenos días a él y a Baurus y dejó que el Archibrujo trabajara con el hechizo. Pocos segundos después de estar incluída, una voz resonó en el aire y habló de cosas que la ordesa no podía pasar por alto.

—¿Entendéis lo que significa que haya un torneo?—preguntó a los que tenía al lado. Lara no tardaria en sugerir ir en busca de ese anfiteatro. Ellos eran ciudadanos y el personal que llevara el torneo se encargaría de darles explicaciones sobre qué narices ocurría en Rocavarancolia.

Poco a poco, fueron bajando macieleros. El aprendiz por su parte estaba energético, como todas las mañanas. Todavia se estaba discutiendo si iban a salir a un sitio o a otro, cuando, de pronto, una voz resonó por toda la ciudad y todos sus habitantes la escucharon. Las palabras que se usaron, carentes de emoción y con la monotonia típica de los actos oficiales, insuflaron, sin embargo, una poderosa llama en el espíritu del aprendiz. Desternillandose, el pacifico torreón se inundó con su tipica risotada mientras el caos se apoderó de la planta baja.
De un salto, derribó la silla en la que estaba sentado y agarrando su bõ a su espalda, aterrizó con una voltereta con una sola dirección: la puerta. Clavó el bõ contra el suelo al girar para hacer un giro de noventa grados para abalanzarse contra la puerta. Y de ahí, salir a la ciudad.
-"¿Entendéis lo que significa que haya un torneo?"-repitió las palabras de Lara como un loro, no dandose cuenta de la perfección de su imitación, soltó otra risotada y contestó, con el pecho henchido-¡Significa que podemos acabar esto ahora mismo! ¡Voy directamente a por el jefe final!-contestó con una risotada cargada de júbilo e hiperactividad tras lo cual añadió, más solemne.-¡No importa cuan alta sea la cima, o cuan largo sea el camino, siempre estará a mi alcance!-
Y con estas palabras, dándo vítores y palmas, el aprendiz salió del torreón como una mecha. Escalando el muro y saltando desde este, golpeó las calles como un vendaval en busca del susodicho anfiteatro, haciendo memoria de los mapas.

Sigue en el Anfi-

O al menos eso fue lo que la ilusa mente del aprendiz creyó, pues al intentar atravesar la puerta encontró un obstáculo duro. Muy duro, demasiado duro. El caos cesó con un ultimo estruendo, un sonido tierno de algo que se parte. Casi como en una gran ironia, el joven aprendiz de artes marciales siempre le habian planteado la pregunta milenaria de "¿Qué pasa cuando un objeto inamovible se encuentra con una fuerza imparable?" Siempre pensó que se trataba de alguna frase filosofica para provocar unas largas y aburridas meditaciones sobre las sendas de la vida. Pero en aquel momento, el aprendiz era lo más cercano que podia usarse como fuerza imparable y sin duda aquel muro era el objeto inamovible. Cómicamente pegado sobre su superficie invisible, se despegó lentamente mientras dejó escapar un gemido de dolor apagado, con sangre saliendole de la nariz por segunda vez en esa mañana, tan solo que esta vez se habia partido el tabique de esta y tenia un giro un tanto antinatural nuevo del cual no paraba de salir sangre a borbotones.
Aunque su cuerpo físico se hubiese quedado ahi, parte de su espíritu iluso estaba trotando las calles con el alma encendida, buscando el anfiteatro. Alzó la mano débilmente, muy conmocionado por el golpe aún y musitó algo casi inaudible.
-No... importa... la cima... el camino.... siempre... mi alcance...-y entonces el aprendiz cayó inconsciente. Aparte de la nariz, se habia llevado un golpe tremendo en la frente y de ahi estaba naciedno un chichon que se asomaba casi entre el flequillo del ruso.

Siguiendo la tradición, Xalkoth nuevamente fue el último en despertarse, también por las razones habituales.

Cuando apareció por la cocina lo primero que notó fue a Archi recitando lo que supuso sería algún hechizo, detalle que le hizo recordar que gracias a él y al hechizo térmico de su poncho ya no pasaba frío por las noches.
Estuvo curioseando a una distancia pequeña, pero prudencial, y así fue como descubrió el funcionamiento de lo que estaba haciendo cuando el irrense se lo contó a Lara, a la vez que roía una manzana a una velocidad un tanto demasiado rápida para un humano, aunque sin llegar a ser tanta como para llamar la atención si no se fijaba uno directamente.

No habría sabido decir cuanto tiempo pasó, pero en un momento determinado, cuando estaba terminando de roer una segunda manzana, un coro de voces retumbó por todas partes.
No era la primera vez que el clinger escuchaba sonidos producto de megafonía, pero nunca habían sido tan altos como para abarcar un área tan grande como la ciudad entera, o al menos por lo que se decía en el mensaje, ese debía de ser su radio de alcance. Tampoco entendía la necesidad de tantas personas hablando a la vez "¿No se oiría más claro si hablara una sola?"
El contenido del mismo le importó bien poco. Fuera lo que fuera aquel torneo no parecía ofrecer nada útil ni para él ni para el grupo, por no destacar que era para los ciudadanos, entre los que ellos no se encontraban.

Sin embargo no fue así para otros. El pelinaranja en concreto inició un comportamiento más hiperactivo de lo habitual. Otra cosa poco normal en él fue cuando imitó la voz de Lara, con una precisión que sorprendió al insecto, al menos durante la fracción de segundo que el mamífero se mantuvo quieto antes de salir disparado afuera.
Ya sabía lo que iba a pasar por haber “puesto las antenas” en la conversación entre Archi y Lara, de modo que, aun con la manzana en la boca, se desplazó hacia el lugar que apenas un segundo después se convertiría en el punto de impacto del aprendiz a sabiendas de que algo como lo que sucedió ocurriría.

Ante el impacto brutal con la barrera, el clinger solamente se encogió de hombros. -Eso te pasa por no prestar atención a lo que sucede a tu alrededor, y por pensar que podías salir sin mi.

Lo que no tuvo en cuenta fue que la fuerza del impacto le hiciera tanto daño al humano. Cuando este perdió la consciencia Xalk lo agarró por el pelo antes de que la cabeza llegara al suelo, previniendo así más daños. El dolor que pudiera causar en consecuencia no lo tuvo en cuenta, eso si.

Sin ningún cuidado, y aun sujetándolo por el pelo, arrastró a Shaco hasta el sofa más cercano. Una vez allí se volvió a colocar la manzana que tenía en la otra mano en la boca, y mientras mordisqueaba lentamente despejó sin ningún cuidado todo, y a todos los que pudieran estar sobre dicho mueble. Por último tumbó al chico en este.
-Supongo que habrá que curarlo... ¿Usáis magia o lo hago yo?

Una vez se hubo asegurado de que Archi estaba bien, Marsi pasó la tarde entrenando con sus armas en el patio. Antes de cenar se dio un buen baño, lavandose el pelo especialmente, que ya empezaba a estar estropajoso. Había pensado en cortárselo, para que no le molestase, pero no creía que hubiese tijeras decentes en ninguno de los torreones, ni nadie que pudiese hacerlo correctamente, desde luego ella no podía. Se hizo un par de trenzas y bajó con los demás.

Se acostó temprano, pero tardó en dormirse por miedo a las pesadillas que sabía que tendría. Por mucho que le hubiesen insistido en que no era para tanto o no servía para nada obsesionarse con la estrafalaria visita, Marsi no dejaba de sentirse desprotegida.

Despertó cansada, y para colmo Shaco decidió darle los buenos días de la forma más espeluznante que se le había ocurrido. Casi se cayó de la cama, y lo estuvo maldiciendo un rato largo. Se vistió rápido y fue al pozo a lavarse la cara, tratando de no parecer adormilada ni cabreada cuando saludaba a los macieleros con los que se cruzaba. Cuando fue a por su desayuno, oyó que alguien decía su nombre. Era el maldito loco pelinaranja.

-Soy Marsi- le corrigió. Le habían puesto motes antes, pero era muy selectiva con a quien permitía ponérselos- Y... puedo deciros las zonas que ya hemos explorado, las que son seguras y las que no, aunque a lo mejor habría que explorarlas de nuevo.- dijo algo insegura, recordando la trampa en la puerta de Letargo.

Una voz, o más bien varias, resonaron por todo el torreón. Marsi se sobresaltó, y durante unos segundos no fue capaz de comprender qué estaban diciendo. << Un torneo...>> Era algo de ciencia-ficción, como sacado de un libro o una revista de relatos. Duelos mágicos, combates armados... << A lo mejor es para esto para lo que nos hacen sobrevivir>> aventuró, pensando en todo lo que había entrenado en las últimas semanas.

Cuando los demás empezaron a sugerir ir al mencionado anfiteatro, Marsi tuvo un pequeño ataque de pánico. ¿Y si era una trampa? Era tentador, sin duda, pero la idea no acababa de calar en ella. Shaco se puso a dar saltos como un chiflado, y parecía dispuesto a salir en ese plan por la ciudad. Marsi casi agradeció lo que fuera que había hecho que se chocase, solo de pensar en el chico corriendo así por la ciudad se ponía mala.

-Como sigas así acabarás matándote- dijo, aunque en vano, pues Shaco se había desmayado.- Y no gasteis magia en eso, hacedme el favor.

Marsi había crecido con una amiga bastante imprudente y torpe, por lo que aquellos golpes tontos fueron el pan de cada día en su infancia, sin contar los suyos propios y los de su padre. Eran un trío de pupas. Cogió un trapo limpio y con mucha delicadeza limpió la sangre de la cara del chico. Gastar magia en algo que podía hacerse manualmente y sin demasiado esfuerzo le parecía una tontería. Aguardó a que Archi acabase de curarle para proponer moverlo a un sofá o algo por el estilo.

-No... creo que sea buena idea ir a ese anfiteatro. Los edificios por aquí son raros...

Marsi mencionó las casas carnívoras a las que tenían que enfrentarse cada vez que iban a por las cestas, y la casa que les había cambiado de sexo y les había encerrado durante varias horas. Por otro lado, también estaba la biblioteca. << Fu...>>

Mientras se servía directamente de las cestas había observado la estructura que Shaco trataba de mantener derecha usando magia «mira este en qué la desperdicia… no le haré un traspaso a menos que haga falta de verdad». El humano se veía entusiasmado con la idea de salir, pero Cío no lo estaba tanto desde que le habían contado lo de la baldosa de Letargo. Aun así, el hecho de que Marsi conociese zonas seguras que ellos todavía no habían visto le animó. De todas formas, se dijo, no era capaz de vivir allí encerrado como hacía Ippon. Saludó a Taro alzando una mano cuando entró y siguió masticando su tentempié-desayuno. Casi era mediodía, pero tenía hambre y prefería echarse algo a la tripa en vez de esperar con ella vacía.

Sin saber de dónde venía ni por qué, un discurso pronunciado por una voz múltiple empezó a resonar en el torreón. Se levantó de golpe y se asomó a la primera ventana que pilló, esperando ver a alguien o algo emitiendo aquel coro de voces. Después buscó otra ventana, y cuando hubo completado el recorrido por la planta baja el discurso terminó. «¿A quién va dirigido exactamente? ¿Ciudadanos nos incluye? Tratar, no nos tratan como tal. ¿Entonces para qué nos lo restriegan?». Era un hecho que había ciudadanos, y muchos, en alguna parte de aquellas ruinas. Si viviesen muy lejos de ellas no tendría sentido que llegase hasta ellos aquel aviso «¿o es que realmente sí nos incluye?».

Entre tanto, Shaco había empezado a entusiasmarse, y desde cierta distancia lo vio estamparse contra un muro invisible que lo alertó durante un momento, hasta que se dio cuenta de que era cosa de Archi. Se acercó, pasando al lado de Xalk, que llevaba al chico cogido por el pelo, y sin dirigirse a los demás tocó el invisible muro con el que se había topado Shaco. Después lo golpeó suavemente con el puño y lo repasó con la palma de la mano buscando alguna abertura o punto débil, sin encontrarlo. Cuando volvió hacia donde estaban los demás, algunos estaban demasiado ocupados arreglándole el estropicio de la cara y otros simplemente mirando. Él también se dedicó a eso mismo, ya que tampoco podía hacer nada de utilidad, pero abrió la boca después de que Marsi dijera que había edificios raros.
—Tampoco es que sepamos dónde está. ¿Vosotros sí? —De hecho, si los del otro torreón sabían dónde quedaba aquel lugar, podrían acercarse a curiosear sin exponerse. No sabía si era simplemente arriesgado o la única oportunidad de encontrar alguna respuesta. Sin embargo a aquello le siguió un relato sobre dos edificios encantados, monstruosos, o lo que fuese aquello, y empezó a quitarle de nuevo las ganas de salir, pensando en qué más se podía esconder en aquellas ruinas.
—Joder, sí que hay que andarse con pies de plomo —bufó.

A Taro se le cayó el alma a los pies cuando las voces megáfono anunciaron que iba a celebrarse una competición. En términos carabeses era lo más lógico del mundo y en el fondo cuando llegó se había esperado exactamente eso, pero no quería decir que verlo confirmado le resultase menos desasosegante.

Permaneció con el ceño algo fruncido durante toda la duración del pregón. Algo no le encajaba aparte del torneo en sí, y cayó en la cuenta de qué era cuando Lara les preguntó si sabían lo que significaba.
-Si nos han traído para participar, ¿por qué no os lo dijeron sin más cuando salisteis de las mazmo...? -Shaco acababa de salir disparado-. ¡Oye!

Ante el sonido que pronto llegó del exterior Taro se debatió unos segundos entre si mostrar empatía por la soberana hostia que debía de haber encajado el ruso, o no por no haber hecho caso de las advertencias del resto. Llegó al término medio de hacer una mueca mientras Xalkoth cargaba al maltrecho aprendiz adentro.
-Pues vayamos por la calle a ver qué encontramos- resolvió ante las dudas generales sobre si ir al desconocido anfiteatro o no-. Porque otra cosa tampoco podemos hacer.
Iba a añadir que el norte parecía una opción más segura ya que sabían a ciencia cierta que al sur había serpelinos, pero el relato de Marsi le hizo cerrar la boca. La idea de una casa carnívora le parecía bizarrísima, y ya se estaba haciendo a la idea de que la definición más exacta de Rocavarancolia era un lugar donde gente invisible gastaba cantidades ingentes de su tiempo y de su inventiva mágica en proyectos diseñados exclusivamente para joder a los demás. Por otra parte las operaciones de cambio de sexo con magia no eran nada desconocido en Carabás, y no tenía ninguna prisa por experimentar una.
-Por el oeste no hemos ido aún- se limitó a sugerir.

Miró de reojo a Shaco, que seguramente no querría perderse la salida.
-Es mejor que despierte solo- informó por si a alguien se le ocurría intentar algo con magia no especializada en sanación y se liase parda-. Le puede dar conmoción si no.
Se lo había oído mucho a los enfermeros cuando había tenido que arrastrar a Renen a un puesto de salud, y viceversa.

Tras ayudar a Archi con sus pruebas, el biomecánico se había dejado caer hasta quedar sentado en el suelo y habían tenido que ponerle en pie entre Marsi y Cio. La ulterana se había preocupado por su estado, pero seguramente se debía al gasto mágico que había hecho, por lo que se solucionaría con descanso. Había dedicado el resto de la tarde a revisar su reloj de nuevo, grabándose todos sus detalles en la mente, asegurándose de que podría recordarlos si le surgía la oportunidad de discernir su mundo de origen. Cuando llegó la hora de la cena preparó algo ligero, y aquella noche se retiro pronto a dormir. Descansó bastante, y poco después del amanecer se despertó con la sensación de haberle dado un manotazo a algo, idea que olvidó en cuanto salió de la habitación sin hacer ruido y se preparó un baño.

Perdió bastante tiempo en la bañera sin muchas ganas de hacer nada, pero terminó por salir del agua para vestirse cuando empezó a oír bastante ruido en la planta baja, señal de que sus compañeros se empezaban a mover. Adecentó el cuarto de baño y lo dejó ordenado tras vestirse con su ropa habitual, reuniéndose con los demás con el pelo aun húmedo a tiempo de ver como Shaco se golpeaba contra una pared invisible. Keiria supuso que era otro de los hechizos de vigilancia de Archi, sortilegio que el impetuoso humano no debía conocer. Por suerte estaba bien, no era nada demasiado serio, y después de arreglarle la nariz con un conjuro de curación solo tenían que esperar a que se despertara.

Sus compañeros hablaban de salir de expedición, conversación a la que la pelirroja prestaba bastante atención, interviniendo por fin tras permanecer en silencio unos minutos.
—Yo me apunto esta vez —dijo con voz clara—, y a lo mejor no os apetece, pero si no os parece mal me gustaría ir a la biblioteca... sera la primera vez que salgo, y aun no tengo un libro —comentó algo dubitativa, no quería condicionar el lugar al que ir siendo aquella su primera salida, pero tenía muchas ganas de echar un vistazo a aquellos pasillos de estanterías, y la idea de cambiar de sexo no le atraía demasiado.

El ataque de risa por el porrazo de Shaco duró solo hasta que se desmayó y el clinger lo agarro e los pelos. Lara soltó un gritillo horrorizada y caminó apresurada hasta el salón, donde lo había tumbado en un sofá. Lara lo fulminó con la mirada y cogió aire. Ayer ya había pensado en hablar con él para decirle que podía volver a llevar las armas por el torreón, pero esto la hizo cambiar de opinión. Le dio muy igual la forma en la que había dado entender a todos que él también podía hacer magia, e incluso ignoró sin querer la petición de Archi sobre el hechizo de limpieza.


—Tio, ¿tú eres tonto?—le recriminó—. Podrías haberte cargado a Shaco por cogerlo así. ¿Cuántos meses necesitas para darte cuenta de que somos distintos a ti? No tenemos...—no recordaba el nombre e improvisó—. No tenemos cáscara, así que la próxima vez haz el favor de tener más cuidado o yo misma te arrastraré de las antenas hasta el foso.  Manda puntos...—acabó soltando en voz más baja. Fue entonces cuando vio que el clinger, de hecho, YA llevaba las armas.

Si el clinger seguía yendo tan feliz de la vida saltándose las normas y maltratando al resto por falta de cuidado, Lara se acabaría planteando darle clases de maternidad adaptadas y ponerse aún más dura con él. Ya habían tenido suficiente con la vez que casi ahoga a Álvaro y la puñalada a Kora. No quería más accidentes y no pensaba volver a ponerse a llorar como una tonta por culpa de un descuido del insecto.

Pronto lo de Shaco quedó en anécdota y el resto se puso a discutir sobre a dónde ir. Lara seguía un poco mosca, pero tenía ganas de salir. Había un límite de tiempo que estaba dispuesta a pasar recluída y lo había agotado ya. Ahora que tenía a Milo, la biblioteca no le interesaba tantísimo, y aún así la idea le pareció bien, era un lugar seguro. La casa que cambiaba de sexo, sin embargo, no le inspiró seguridad ninguna. No iba a arriesgarse a ir a un sitio que la pudiera dejar sin marsupio para siempre, tener pene no valía tanto la pena.

—Lo de explorar y lo de la biblioteca me parecen buenas opciones—opinó en voz alta—. No sabemos dónde está el anfiteatro, sí, pero creo que buscarlo deberia ser prioridad. Si hay un torneo, allí debe de haber autoridades de la ciudad para proporcionar información a los ciudadanos. Y nosotros somos ciudadanos, así que no veo la idea de Shaco tan descabellada. Si encontráramos a algún señor feudal...—Lara dejó la frase en el aire.

Como ya había dicho todo lo importante, en lugar de completarla, cogió las escaleras y subió a la habitación. Dejó a los bebés en la cesta y se vistió con su traje de guerrera: una cota de malla que le servía de vestido, cuatro brazaletes (dos para los antebrazos y otros dos para las espinillas), su escudo y la Diezdiez. Se ajustó el cinturón y bajó mientras repetía de memoria los hechizos.

El aprendiz tuvo una experiencia muy extraña. Mientras estaba inconsciente, estuvo en otra realidad donde era un verdadero infierno cambiante.

Sueño Nº¿¿??: Wat:

-M-Miau...-dijo con algo de debilidad al despertarse. Sus ojos viajaron por la habitación localizando algo confuso la localización de todos los presentes, inspiró tranquilamente como relajado. Ni siquiera se planteó por un momento el significado del sueño de acababa de tener, pues no sabia porque pero tenia un hormigueo en pies y manos que le inqueria gastar energia. Solia pasar a menudo si se tomaba una siesta. Ignorante de su estado de debilidad, se puso de pie de pronto con un salto y, meneando el trasero bailó mientras cantaba jovialmente e iba señalando a cada uno de los presentes y decia:
-¡Adoro a este doctor!-
Pero al poco rato de ponerse a bailar, el mundo le comenzó a dar vueltas y se mareó, teniendo que tomar asiento de nuevo, cayendo de culo sobre este. Aun así, sin pararse a descansar pero sin levantarse del sofá por falta de fuerzas, se escurrió sobre el respaldo hasta quedar colgado de este, mirandoles bocabajo a todos. Dedicandoles una sonrisa radiante y un pulgar abajo para la vista de los demás (cosa que no tardó en corregir), se dio cuenta que Marsi llevaba un trapo cubierto de sangre. Dando un salto para girarse y volverles a ver del derecho, volvio a marearse, pero tras recobrar fuerzas preguntó preocupado, señalando el trapo.
-¿Qué es eso? ¿Es sangre? ¿Qué ha pasado?-se quedó callado unos instantes, rasgando los ojos y mirando con desconfianza a las esquinas, antes de estirar al cuello hacia los presentes y susurrarles una última pregunta.-¿Dónde está Nappa?-

Poco después de dejar al mamífero en el sofá, los gritos de la pastora sonaron por la sala. No les prestó atención al principio, hasta que se dio cuenta de que la bronca iba para él, momento en el que la miró fijamente sin comprender.
-¿Cargado? No... Sí que lo tuve en cuenta. De hecho como está inconsciente ni siquiera le ha dolido. No hay nada roto, no que yo vea al menos. Bueno, si.. la nariz...¡pero yo no he sido!

Al final fue Archi quien decidió curar al pelinaranja, pero justo antes de hacerlo hizo una petición que provocó que Xalkoth entrara en pánico. No se había dado cuenta del otro significado de sus palabras antes, y no sabía como podría haber averiguado el irrense que podía hacer magia.

-Ehmm ¿como? No, yo no.... quiero decir... ¿por qué iba yo...?- No tardó mucho en callarse, lo hizo en cuanto comprendió que no podía excusarse. Sin embargo, aunque ya se disponía a lanzar el hechizo de limpieza, al final Marsi se interpuso, limpiando la sangre ella misma, sin magia.

Mientras el humano permanecía inconsciente, se decidió que la salida la harían a la biblioteca. Aquello molestó un poco al clinger, por la sencilla razón de que ya la había visto y prefería explorar sitios nuevos. Aun así no iba a quedarse en el torreón ni atado a una silla.
Eso si, puso morritos, o lo más parecido a morritos que podía hacer un insecto.

Sigue en la Biblioteca Mágica.

A Ri la despertó el pregón. Se incorporó y encogió en un unicó movimiento, pegandose al respando sobresaltada. Barrió con la mirada la habitación, e inspiró de forma sonora cuando se dio cuenta de lo que escuchaba. Agradeció que no hubiera nadie a su alrededor. Casi nadie.

Nero tenía un libro cerrado con el pulgar como marcapaginas. Se había sentado en la cama vecina y se apoyaba en la pared. Su mirada tenía el brillo especial de cuando algo llamaba su atención. Por encima de su curiosidad, estaba la diversión asomando por las comisuras de los labios, el deje socarrón por haber visto a su compañera pegarse un susto. Pero ella no dejó que le dijese nada al respecto.

-¿Sigues con eso en la mano?- dijo con cierta hosquedad. Nero tuvo una sonrisa fugaz.
- Buenos días a ti también. ¿Hablas de esto?Hace tiempo que lo terminé pero merece varias lecturas.

Anriel se destapó, con el semblante sereno pero gestos menos suaves de lo normal. En la cama de al lado, Nero rodó y se desperezó como un gato, abandonado el libro bocabajo en el colchón e incorporandose tras ella.  Así bajó, a tiempo de ver a Shaco arrastrado por el pelo hacia un sillón, sangrante y recien desmayado. Su discurso se había oido desde las escaleras, igual que el golpe.

- Veo que os habeis tomado la noticia con entusiasmo.
- ¿Con que se ha dado?- dijo Ri, desviando su mirada hacia Cio, Taro y Archi, en orden,segun esperaba una respuesta concisa y sensata. Ante las propuestas de salidas, negó suavemente. Haría lo que le tocaba y se iría a dormir, quizás hasta que regresasen, o puede que hasta que anocheciese. Nero parecía sopesar las opciones, pero también declinó la exploración.

- De todas formas, ¿no sale el anfiteatro en nuestros mapas? Aunque sospecho que solo veríais mas emplumados y mariposas grandes, esta vez sin vestidos.- No sabía si creerse que aquella deducción en la que eran los destinatarios de las noticias iba en serio. Él unico torneo que celebraría con Lara y Shaco sería para apostar quien moría antes después de alguna estupidez. Podía incluir al bicho, pero sospechaba que la estupidez de este era más homicida que suicida. La mente de Nero le daba vueltas a la idea de si la vida de las crías contaba o no en aquella competición, cuando Shaco salió de su inconsciencia con la misma energía que demostraba por las mañanas y que lo dejó desorientado y sentado tras un mareo.
"Alma grande, cualquiera elige" pensó con burla interna.

Marsi no estaba muy convencida con eso de acercarse al anfiteatro. Si de verdad se celebraba allí un torneo seguramente habría más monstruos como los que les habían visitado, o puede que peores. Pero no tenía sentido discutir, pues la mayoría estaba de acuerdo.

-Yo voy- se ofreció. No quería perderse una exploración, además la idea de ir también a la biblioteca la tranquilizaba. Un sitio conocido.

Shaco despertó de pronto y se puso a dar vueltas, lo que evidentemente hizo que se marease.

-Oye, oye, estate quieto o va a ser peor- le reprendió, tratando en vano de que dejase de moverse.- Y esta sangre es el resultado de que echases a correr como un loco, deberías mirar por donde vas.

De nada serviría, imaginó. Miró a Ri de reojo, que había decidido quedarse. Le gustaría saber si iban a tener un horario de entrenamiento o tendría que ir a buscarla cada vez que la necesitase. Le preguntaría a la vuelta.

-Voy a prepararme, cuando baje podeis hacer lo de los escudos mágicos si quereis.

Subió a ponerse su ropa para explorar y a recoger sus armas. Ya abajo, con las gafas bien colocadas sobre la cabeza, se guardó unos frutos para el camino y salió junto a los demás.

Sigue en la Biblioteca Mágica.

Lara se alegró de ver a Shaco despierto y asintió en silencio a la recomendación de Marsi. Ver las opiniones acerca de lo del anfiteatro logró que sus ganas de visitarlo desaparecieran poco a poco, aunque todavía se aferraba a la esperanza de que hubiera pistas ahí. Le parecía una guarrada por parte de la administración de la ciudad que no los consideraran ni cudadanos. <<¿Qué somos, monos de queso?>> refunfuñó mentalmente. <<Bastante tenemos con estar sometidos a un peligro constante..>>. La sugerencia de poner protecciones mágicas la sacó de sus pensamientos y alzó una mano.

—¡Yo, yo! ¡Yo lo hago!—eran los primeros hechizos que Lara había memorizado y le hacía ilusión darles uso—. Venid para acá los que vayáis a salir (...)—la ordesa fue conjurando protecciones uno por uno hasta que acabó con todos. Para cuando realizó el último hechizo, la cabeza le palpitaba y se sentía pesada, pero fue consecuente con sus ganas de dar una vuelta y decidió que no pasaría nada si solo iban a la biblioteca.

Dejó a los niños al cuidado de los que permanecían en casa, sin dirigirse directamente a Ri.

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