Fase 2, Ronda 2: Malahierba vs Jack

La daga recibió el golpe y Tap no hizo nada por frenar el desvío, en su lugar, saltó de la daga en marcha y se sumergió en una de las flechas del suelo. Saltó de una a otra hasta que se posicionó a espaldas del vampiro y se disparó en dirección a la parte trasera de una de sus rodillas.

>>No sabía que los gigantes llamabais cobardía a los celos. Si la luna me ha bendecido mejor que a vosotros será por algo, Mosquito—se carcajeó en la cabeza del gigante.

En cuanto la daga golpeó la arena, aproveché la posición de la espada que había empleado para girarme con rapidez —y alejarme con esa rapidez del sitio— pero a la vez lanzar bien lejos la daga. No mucho por los montoncitos de arena, pero lo suficiente. No sabría por dónde vendría el siguiente ataque, así que busqué qué faltaba de todo lo que había esparcido antes. <<¡Flecha!>>

—¿Celos? ¡Qué fácil es cacarear aquí, gallina invisible!—le respondí.

Encima hablaba mentalmente, así que ni sonido ni olor alguno... Otra cosa era dolor. En cuanto noté un pinchazo en la rodilla, me volatilicé en humo. El problema era que no tenía ni idea de si la flecha poseída se desharía conmigo o no. Si no, sería un problemón porque el otro podría retorcerla en cuanto volviera a la forma sólida. Por suerte, la vi entera, así que me volví a materializar y agarré la maldita flecha para luego lanzarla bien lejos. Sinceramente, el método de intentar desarmarle era una auténtica ruina. <<¿Pero qué hago sino? Un guerrero de verdad podría coger un espadón o un hacha de las grandes y destrozarle todo su equipo, pero no yo>> Así que a esperar su siguiente ataque.

Tap habría querido ensañarse en aquella herida, pero cómo no, raro era el vampiro que no se deshacía en el aire. Salió de la flecha con sabor de boca agridulce, justo a tiempo para que el vampiro no lo lanzara lejos del escenario con ella.

>>No me ves. Podría ser tanto una gallina como un gigante estúpido de los vuestros, y ya te digo que eso sería mucho peor—en plena refriega, el odio irracional de Tap acabó aflorando en forma de aún más puyas—. Debes de ser el primer muerto que quiere remorirse, porque lo mal que lo estás haciendo no es normal.

Aprovechó para saltar de flecha en flecha y hacerlas vibrar brevemente, para despistarlo, hasta que finalmente consolidó su estancia en otra flecha a su espalda y volvió a dispararse al mismo punto, esta vez a su otra pierna. <<¿Cuánto tardarán estos bichos en desangrarse?>>. Tap tenía la idea, equivocada o no, de que si perdían su alimento por las heridas abiertas, se podrían morir de hambre, casi literalmente.

Era un poco difícil seguir un combate en el que las armas se movían solas, pero justo eso le añadía un elemento de novedad. Con el jaleo de las gradas costaba distinguirlo pero parecía que el vampiro hablaba solo, de modo que Shizel se imaginó que las respuestas de Tap circulaban a nivel telepático.

Ya que no sabía si estaba permitido animar telepáticamente y dado que podía constituir una distracción, el skrýmir optó por gritar como todo el mundo. Era una lástima, ya que habría sido una oportunidad de demostrarle a su profesor sus progresos.

—¿Tanta pena le diste a la Luna Roja que te hizo invisible e intangible para que pudieras sobrevivir en la ciudad? Qué patética criatura debías de ser entonces. Y ahora, por supuesto—respondí a voz en grito.

Cuando escuché las flechas vibrar, me lancé a por ellas para partirlas por el mero hecho de romper algo visible. ¿Qué combate era este? ¿De verdad esperaban que fuese lanzando sus armas a las gradas? ¿O que me hiciera humo a cada ataque suyo? <<¿O que hagamos el payaso hasta que suene el gong? Pues vale. ¿Dónde estás, bastardo invisible?>> pensé, girando sobre mí de vez poco a poco, buscando. Esta vez no hubo pinchazo sino que pude ver la flecha y fintar hacia un lado a la par que descargaba un golpe descendente con una de mis espadas sobre el proyectil. Si lograba acertarle, intentaría mantenerlo en el suelo y volver a lanzarlo lejos.

>>Espero que no uses el hechizo de intangibilidad nunca o quedarás en evidencia, mosquito apestoso—se carcajeó. Apostaría su capullo a que ya lo había hecho varias veces.


El vampiro paró la flecha con la espada y Tap hizo fuerzas para romperla y disparar el pedazo con la punta de hierro al punto más cercano que el vampiro tuviera desprotegido. Probablemente la cara contraria al codo. <<¿Voy a estar veinte minutos así?>>. Si el vampiro no se aburría de jugar a desplazar lejos las flechas que el poltergeist usaba, el propio Tap acabaría poseyendo la alabarda para jugar a otra cosa.

—Una cosa es usarla en un momento puntual, otra es existir con ella. Una cosa es una herramienta, otra es ser eternamente cobarde como tú—contraataqué.

Conseguí pararla, sí, pero en esta ocasión Malahierba rompió la flecha y poco pude hacer para esquivar la punta de hierro. Otro pinchazo y otra vez que me hacía humo, me alejaba de su alcance y a una distancia segura, sólido otra vez. <<Una flecha lejos de su alcance, otra rota, varias intactas, y aún tiene repertorio para estar tirándome horas esquivando... ¡Esto es ridículo!>> Y encima se atrevía a mofarse. <<Jodidos novatos>> pensaba, mosqueado, mientras volvía a buscar lo que fuera que estuviera poseyendo ahora para seguir erre que erre con lo mismo. <<Ridículo a más no poder>>

>>Empiezas a repetirte, chupasangre, pero sabes que no llevas razón. Si fuera un cobarde no te estaría plantando cara—dijo al tiempo que llegaba a la alabarda y la elevaba en vertical, para golpear el suelo con la punta del palo—. Simplemente tengo esa ventaja. Yo también podría llamarte cobarde cada vez que te pincho y te haces humo, pero aqui me ves, follacardos. Creo que estoy siendo legal.

Acercó la alabarda hacia la zona donde se encontraban el vampiro y sus flechas y, manteniendo la distancia, volvió a golpear el suelo. <<Vamos, estúpido gigante, acércate>>. Tap estaba disfrutando del pequeño placer de maltratarle.

Mientras hablaba, la alabarda se elevó en el aire y empezó a golpear el suelo. Esa no podría partirla, pero si era rápido sí que podría tirarla a las gradas. El problema era que seguía golpeando el suelo, como quien golpea una espada contra el escudo para provocar al rival. <<Hay que joderse. ¿Encima, esto?>>

—¿Plantar cara? Sólo veo una alabarda flotante. Qué existencia más patética; si no coges algo, no sirves de nada, ¿eh?

No me acercaría. En su lugar, giré varias veces las espadas en mis manos y pensé en caminar en diagonal, entre su posición y las gradas, para quedar cerca de estas si decidía atacar. La pega de eso es que toda la puñetera ciudad me estaba viendo, maldita sea. Y parecía que huyera del puñetero invisible. Así que cambié de idea y me lancé contra la alabarda. Le intentaría llevar hacia las gradas, sí, pero a golpe de espada.

Tap soltó una carcajada mental que no llegó a compartir con nadie. <<Qué ridículo es este tipo>>. Pensó para entre sí.

>>Y yo que pensaba que para esta categoría era obligatorio coger algos y sacudirlos contra tu  contrincante, que a su vez coge otros algos...—la alabarda se agitó a un lado y a otro, como negandole a Jack la razón, mientas este guardaba las distancias—. Si quieres puedes soltar el arma y rendirte, podré cargar con todo el patetismo de sujetar una alabarda si así te gano.

El poltergeist calló en cuanto el vampiro se lanzó contra él. Puso todo su fuerza en repeler los golpes con el filo de la alabarda, con la esperanza de que Jack se centrara en esta. Si ocurría así, inclinaría el arma hacia atrás para golpearle con el otro extremo en la entrepierna. Si no funcionaba, dejaría el arma inerte unos segundos y volvería a la carga, en busca de dañarle otra articulazión. El vampiro había recibido un par de flechazos en puntos vitales para este tipo de combates y Tap esperaba que eso jugara a su favor.

-¿Nunca te han dicho que en un guerrero todo es un arma? Podría soltarla y ganarte igualmente, pero aquí nos obligan-respondí con una carcajada.

Ambos nos callamos cuando nuestras armas chocaron por fin. Con el primer choque el codo derecho se resintió aunque no lo hice notar: ya me curarían luego si me lo destrozaba con cada golpe. No quedaba tanto tiempo de combate como para esperar a que se curase... Así que seguí descargando cortes, bloqueando tanto su hoja como el resto del arma, intentando empujar hacia las gradas.

En cierto momento, la alabarda cayó al suelo y recelé. Habíamos estado igualados, ¿ya se había hartado? Un rápido vistazo a su espalda me quitó la idea de lanzarla fuera. ¿Cómo podía haber pensado que no habría barrera alguna entre las gradas y nosotros? <<Para ridículo el combate, ridículo yo>> Eso no quita que le pegase una patada para alejarla aún más <<Verás como aún esté dentro...>> pensé, pues podría perder la pierna perfectamente, pero no hubo respuesta. O estaba ahí o buscando otro proyectil. <<Otra vez a jugar a "esquivar la rata invisible">> pensaba mientras volvía a girarme para buscarle.

No se hizo esperar. Volvió a aparecer buscando alguna de mis malditas articulaciones —encima me había hecho más daño yo en el codo y para nada— pero el gong sonó antes. Siendo sinceros, sucedió al revés: primero el gong y luego terminé de girarme, buscando, y entonces le vi a punto de herirme. No obstante, y por si acaso con todo lo dicho, no bajé las armas.