Primer sueño de Anriel

Los ojos de Anriel se abrieron de par en par con la mención a su mejor amiga. Aquello si la asustó; no por lo que Nero pretendiese hacerle a ella (antes lo dejaría peor que a la mesa), sino por el destino de la pelirroja. No le replicó que nadie la "obligaba" a nada. Que el deber era una cuestión personal, pero no era ley. Y que después de todo, Nero también tenía una parte que cumplir. La mención al dinero le hizo hervir la sangre. Cuando Nero estuvo totalmente fuera de su vista, rayó dos diagonales en la superficie de la madera, volcó por completo el tarro de miel encima, metió el cuchillo en el fajín y se marchó hacia casa de Ari.

Los ojos de Anriel apenas podían captar nada en aquella casa. La desagradable sensación de líquido bañando sus pies fue su recibimiento, y la certeza de que era sangre le encogía el estómago. La albina no entendía muchas cosas, entre ellas, cuando o como la había adelantado Nero, y qué estaba sucediendo, sin embargo los gritos de arriba no dejaban espacio para dudas y cuchillo en mano y con la izquierda tanteando las paredes, subió a toda velocidad.

El resplandor la realentizó.No era voluntario, la luz siempre la había intimidado. Cuando cruzó la puerta, se le cayó el cuchillo. Su primer instinto fue retroceder mientras se tapaba la boca horrorizada, sin embargo avanzó.
- Ari. Ari soy Ri. ¿Por qué estas asi? Que te ha sucedido? ¿Como te puedo ayudar?-Anriel temblaba de pies a cabeza.

- ¿C-como te iba a matar yo?- balbuceó Ri entre todo el discurso desquiciado de su amiga muerta. Al final decidió que había tenido suficiente, recogió el cuchillo y abandonó la habitación, sin despegar los ojos de ella, al menos hasta que estuvo fuera. La quemazón de la garganta cedió, y Ri emitió un ruido ahogado y comenzó a llorar. Se pasaba la mano libre por la cara, tratando de detenerlo. Necesitaba encontrar un sitio donde pensar con claridad. Escondió el cuchillo de nuevo y fue con pasos firmes y apresurados a la biblioteca municipal, razonando que un lugar publico sería lo más seguro. Los temblores y las lágrimas la acosaban.

Las palabras le sonaron ajenas y distantes aunque sicaptaba, a grandes rasgos, las barbaridades que decía Nero. Fue entonces cuando supo que haría. Apenas le dejo terminar el discurso, le soltó una patada en el lateral de la cabeza para derribarlo. Saltó encima, cuchillo en mano y se lo hundió dos veces, en sendos hombros. Estaba evitando las heridas mortales, pero pretendía inutilizarle los brazos. Las piernas le apretaban los muslos, aplastandolo contra el suelo. Y aunque el filo del cuchillo apuntaba ahora a su garganta, era una mera amenaza.
-Preguntame mejor por qué no te mato yo a ti- dijo con la voz ronca. Le daba igual que hubiese gente en la calle. Si conseguía aclarar las cosas con quien la cogiese, no tendría que preocuparse. Y si la llevaban para matarla por el peor de los crímenes, se aseguraría de lanzar primero el cuchillo a la garganta de su edeel.

Ri no contaba con tener que enfrentar a Nero más tiempo. No contaba con permanecer sobre él después de aquella exhibición publica de brutalidad. Y tuvo que reunir mucha fuerza de voluntad para mantenerse imperterrita sobre él, cuando decidió hundir el dedo en llaga. Un movimiento, y dejaría una sonrisa a juego en su garganta. Y ya todo se habría acabado de verdad.
- No te mato porque no soy tu. Porque esa nunca ha sido mi intención. -Porque realmente no se sentía capaz, a pesar de toda la repulsión y el odio. Se sentía horriblemente debil. Supo que no tardaría en rendirse y que tenía tiempo para poco más. Lo que hiciese debía ser efectivo, prevenir otro asesinato, de quien fuese. Y Ri le cercenó el dedo gordo derecho, apretando los dientes y con cierta nausea. Y entonces giró para apuñalar una rodilla. Se retiró hacia un lado,casi dejandose caer sobre el empedrado frente a la biblioteca, y se empujó hacia atrás jadeante. Estaba bañada en sangre. De él, de Ariela, quien sabe si de Fara... se mareó.
Quería que se la llevasen.Que alguien se la llevase de alli,porque ella no podía levantarse, y no tenía a donde ir.
Quizás si lo había matado. Quizás habría sido más rapido y menos brutal de otra manera. De una forma u otra, ya no podía hacer daño.