Fase 1, Ronda 5: Kniveth Edgar vs Zmey

Era el primer combate en el que Zmey llevaba zapatos, un par de botas altas de cuero, combinadas con un pantalon ajustado y un chaleco con alas dibujadas a la espalda sobre una camisa negra. Había elegido un kusarigama doble y un par de shuan gou como armas, pero al ver a su contrincante pensó que a lo mejor un piolet sería más apropiado.

<< Los organizadores deben odiarme mucho...>> pensó con amarguda << Pero bueno, si Tap puede hacerlo, yo tambien>> añadió para darse ánimos.

Visto el porte del titán, saludó con una sonrisa y una reverencia y fue acercándose tranquilamente hacia él, hasta que llegado a un punto echó a correr contra sus pies. << Voy a morir de forma horrible>> Dio un rodeo para llegar a la parte de atrás de sus piernas. Una parte del kusarigama estaba atada a su cinto, lanzó la otra para engancharla en el pantalón del titán, y antes de que desgarrase la tela se impulsó hacia arriba. A partir de ahí se valió de los shuan gou para trepar.

<< Se está cachondeando de mi...>> pensó Zmey mientras subía lo más rápido que podía por el pantalón del titán. Le estaba dejando actuar sin hacer nada. No dejó que la espada le desenganchase sino qu se dejó caer él mismo, cambiando uno de los shuang gou por el kusarigama, para controlar mejor su caida valiéndose de los desgarros de la tela. Se deslizó en espiral por la pierna esquivando como buenamente podía las estocadas, hasta que llegó al hueco entre ambas perneras. Saltó a la otra pierna y se enganchó con una mano, cambiando lo más rápido que pudo de arma para empezar a subir otra vez, pero por la parte interna, en zig zag para no ser aplastado si al titán se le ocurría cerrar las piernas.

Zmey se había puesto a trepar por la parte trasera de las piernas cuando Kniveth emezó a embestir con el escudo. Intentó resistir a los golpes pero era imposible. En un intento desesperado por no caer, clavó la hoja del kusarigama en el escudo, y luego la otra hoja en la parte inferior. Colocó la cadena de forma que quedase una especie de columpio para el pie, y así tener un poco de estabilidad para poder lanzar el otro extremo hacia la mano. Tenía que darse prisa antes de que el titan se percatase de donde estaba. Logró engancharse a una de las correas del escudo, y a partir de ahí llegó a la mano. Aseguró la cadena alrededor de la muñeca, y buscó el hueco de carne desnuda entre el guante de caballero y el puño de la camisa. El brazo estaba en tensión, por lo que el tendón de la muñeca sobresalía notablemente. Lo rasgó con la hoja de la kusarigama con el objetivo de que soltase el escudo. Si quería sacarlo de allí tendría que usar la otra mano, en la que llevaba la espada, lo que posiblemente supondría matarle. No quería quedarse quieto. Soltó el agarre de la cadena para empezar a correr brazo arriba y estar libre para escapar si era necesario. Le dolían los brazos de trepar y agradecía una superficie por la que correr.

Zmey lo había visto venir. En cuanto notó que el brazo de Kniveth Edgar se movía más de la cuenta se enganchó con las cuchillas de la kusarigama que era lo que tenía en las manos. Antes de empezar a resbalarse por el tejido, rodeó el brazo con la cadena y usó esta para impulsarse de nuevo brazo arriba. Había quedado un poco por debajo del codo, por lo que tardó más de lo que le hubiese gustado en llegar al hombro. Sudaba como un cerdo por el esfuerzo, tenía las manos entumecidas de agarrar la cadena y le ardían los brazos y las piernas del esfuerzo. Había deseado ir descalzo, trepar habría sido más fácil.

En cuanto llegó al hombro se valió de los shuang gou para rasgar la tela y la carne del hombro, con la esperanza de invalidarle ese brazo definitivamente.

De todos los combates en los que Tap se había subido a las gradas para alzar la voz, este fue el que más le hizo dudar. A un lado tenía al escupefuegos, uno de los que le había amargado la existencia durante la cosecha, y al otro, a un ser cuyo tamaño violaba las leyes de la ética, la naturaleza y el buen gusto. Una mole de quince metros y una actitud tan desagradablemente positiva que Tap sentía ganas de vomitar al verle. Con la seguridad de que aquella actitud era un fraude, una forma de disimular que aquel gigante gigantón se creía con la victoria de antemano, el poltergeist se sorprendió a sí mismo:

—¡No te rindas, Yrio! ¡Sáltate las normas y abrásale el culo a esta aberración! ¡Quémalo vivo y demuéstrale que los pequeños también sabemos dar guerra!—<<Y después deja que te aplaste su cadáver inerte al caer>>. Soñar, a veces, era demasiado gratis.

Zmey maldijo y pataleó cuando el titán lo atrapó con su mano sana. Se había descuidado, y lo iba a pagar. Le dolían los brazos para aguantar mucho tiempo en esa posición, y sus armas tampoco iban a agantar mucho. Miró la distancia que lo separaba del suelo y miró a Kniveth, alzando una ceja.

Se desenganchó y rodó para amortiguar la caida. Miró sus enormes zapatones de señor con clase y estuvo tentado de escupirle, pero ya que el titán se estaba portando con él, por mucho que le doliese a su ego, tenía que contenerse. Al oir los gritos de Tap no tuvo más remedio que reirse. << Qué hijo de...>> En parte le entristecía que hubiese tenido que ir uno de sus enemigos a animarle en vista de que nadie más iba a hacerlo, pero lo irónico y absurdo de la situación le dio fuerzas. Toda aquella situación, todo el combate era absurdo. << A lo mejor al final ni muero>> pensó, según echaba a correr de nuevo contra el titán. Por el momento no pensaba trepar otra vez, Saltó sobre su zapato y se metio por la pernera del pantalón. Clavó el garfio de un shuan gou en la carne, enganchándo también el calcetín.